KAIROS - Año 3
Nro 4, 2do. Semestre '99 - ISSN 1514-9331
Para el análisis de la pobreza y la feminización de la pobreza,
es necesario tener en cuenta algunas tendencias sociodemográficas que han
tenido incidencia importante en las transformaciones de la familia a lo largo
del siglo XX.
Aspectos tales como: el aumento
de hogares unipersonales en zonas urbanas, responde a un proceso de
envejecimiento poblacional, y es posible preveer un aumento sostenido en el
futuro; aumento de tasas de
divorcios y separaciones, que debe ser considerado en el marco de
situaciones socioambientales complejas, ligadas al proceso de individuación y
la creciente incorporación de la
mujer a la fuerza de trabajo.
Para los sectores sociales más
pobres, el tema se torna complejo ya
que es frecuente el abandono del hombre-padre , ligado a
situaciones de crisis en el mercado laboral, en el que su rol de proveedor económico de la familia se ve
desvalorizado.
Ante el desempleo masculino de larga duración se produce un incremento
del empleo femenino, en particular relacionado a los servicios. Este hallazgo es muy importante, ya que
permite poner en evidencia el progresivo aumento de hogares constituidos por
mujeres e hijo.
En los hogares latinoamericanos
uno de cada cinco hogares tiene como jefa a una mujer. Si bien en algunos casos se trata de mujeres
mayores con hijos que trabajan, la
mayor parte de estos hogares están compuestos por la madre e hijos pequeños.
El aumento de mujeres solas con hijos constituye un fenómeno de
transición en dos sentidos:
-Una etapa que desemboca en la formación de una nueva pareja, que significa
en la temporalidad histórica, una
transición hacia nuevas formas de familia, más abierta y alejada del modelo
nuclear.
-En sectores de menores recursos, las mujeres con hijos no establecen
un hogar en forma independiente, sino que conviven con otros parientes (sus
padres o hermanos). Estas mujeres a
cargo de hijos y sin pareja, deben responder a una doble demanda: 1)
Se convierten en proveedoras
económicas; 2) están a cargo de tareas
domésticas.
Estos grupos familiares son especialmente vulnerables y se hallan sujetos a situaciones de incertidumbre y de riesgo.
En todas las clases sociales, la dinámica familiar está marcada por la situación económica general,
que afecta de manera específica, la forma en que se logra acceder y articular
los diversos recursos para el
mantenimiento y para elaborar o
preservar un estilo de vida.
¿Qué
pasa con las familias de menores recursos económicos para llevar adelante las
tareas de mantenimiento cotidiano?
Para responder a esta pregunta es necesario establecer un relación
entre familia y pobreza, pues está claramente demostrado que crecimiento
económico no es, en sí mismo, fuente de
equidad social.
Los procesos económicos de los últimos veinte años han aumentado la
desigualdad social, mostrando tendencias regresivas en la distribución del
ingreso y una creciente polarización social.
El bienestar familiar se halla condicionado por la manera en que los
miembros del grupo aprovechan las oportunidades que la estructura productiva y
sociopolítica les ofrece en cada momento.
En situaciones de recesión y escasez, el trabajo asalariado de los
miembros adultos se intensifica, pero
también de niños y ancianos. Se alarga
la jornada de trabajo, disminuye el consumo y se incrementa el trabajo
doméstico.
La relación entre la pobreza y la conformación del grupo
doméstico, está condicionada por la
tasa de dependencia económica, es decir
por la relación entre las personas que trabajan y las que no trabajan; y además se debe tener en cuenta el ciclo de
vida de la familia y las características del grupo doméstico.
Existen dos situaciones en las que la vulnerabilidad es especialmente
notoria:
-Los hogares encabezados por mujeres con hijos pequeños;
-Los hogares de viejos.
El resultado es, indefectiblemente, la pobreza, a veces
extrema, de las mujeres y sus hijos. La feminización de la pobreza implica que
hombres y mujeres experimenten la pobreza de modos diferentes. En las mujeres
es la dimensión cualitativa del fenómeno
y está dado por la mayor
dificultad que tienen para salir de ésta. Esto se demuestra con la amplia gama de discriminaciones y estereotipos a los que están sujetas:
-Desigualdad de oportunidades en el acceso al empleo; al crédito y al capital. La pobreza
acentúa la desigualdad de género y frente a la adversidad, las mujeres
son las más vulnerables. También la pobreza afecta de manera desproporcionada a
los viejos y dada la diferencia en las
expectativas de vida se transfiere la pobreza a las mujeres viejas.
Existen tres procesos convergentes que contribuyen a la
intensificación de este fenómeno:
1) La crisis del sistema de
Seguridad social y jubilación.
2) El proceso de
envejecimiento de la población.
3) Procesos de empobrecimiento
y desempleo de diversos sectores a quienes les resulta cada vez más difícil derivar recursos para
el mantenimiento de sus parientes.
Cuando la familia y el hogar
no tienen la capacidad de mantener a sus miembros, se produce la
disolución del hogar, donde cada individuo intentará resolver su supervivencia
como pueda, y uno de los recursos utilizados son las redes informales de ayuda,
que forman parte de la vida cotidiana de la pobreza. Estas redes pueden seguir activadas pero siempre hay un techo, un límite, respecto de lo que es
posible compartir cuando se tiene cada vez menos y los demás integrantes de la
red se van empobreciendo cada vez más.
La persistencia y el agravamiento de las condiciones de pobreza extrema,
la crisis en los sistemas públicos proveedores de servicios sociales, parecen
estar convirtiéndose en un fenómeno permanente y en función de ello surgen
organizaciones asistenciales y O.N.G. con sus iniciativas solidarias que
proliferan en toda la región. El
peligro reside en que al no existir políticas orientadas a eliminar las raíces
estructurales de la pobreza, estas formas de organización asistencialista
promuevan tipos de dependencia y sometimiento, basadas en la necesidad, que
bloqueen el potencial de transformación que la acción colectiva podría tener en
ese campo.
La Unidad
Doméstica
Para analizar y comprender el tema de la feminización de la pobreza,
es necesario remitirnos al concepto de Unidad Doméstica (U.D) y su distinción
con el concepto de familia.
El concepto de U.D está centrado en todas las actividades ligadas al
mantenimiento y a la reproducción social, el término reproducción, implica tres
dimensiones o niveles:
Reproducción biológica
Reproducción cotidiana
Reproducción social
El concepto de familia tiene un sustrato ligado a la sexualidad y la
procreación, constituyéndose en la organización social que regula, canaliza, y
confiere significados sociales y culturales a estas dos realidades. Además, la
familia está incluida en una red más amplia de relaciones de parentesco
(obligaciones y derechos) guiadas por reglas y pautas sociales establecidas; en
cambio en las que definen las unidades domésticas, se combinan las capacidades
de sus miembros y recursos para llevar a cabo tareas de reproducción y
distribución. Por lo tanto, la familia constituye la base de reclutamiento de
las unidades domésticas, sin embargo, el grado de coincidencia entre familia y
unidad doméstica varía notoriamente en diferentes culturas y sociedades.
Otro nivel de análisis, para entender con mayor profundidad el
concepto de U.D., es la red doméstica, una red extensa de parentesco o no,
donde las relaciones recíprocas están dadas por el desarrollo de las
actividades cotidianas por la cual reproducen estrategias de reproducción que
hacen a su mantenimiento. Las principales contribuciones a este tema están
centradas en los estudios de la mujer a partir del análisis de la identidad
femenina, la división sexual del trabajo y las relaciones de poder.
Existen distintos tipos de unidades domésticas:
-
Unidad doméstica obrera: las
relaciones de producción se establecen en el mercado que vende su fuerza de
trabajo y la característica de la U.D es la familia nuclear, en la que existe
la separación entre casa y trabajo.
-
La organización social de la pobreza: se refiere a aquellos sectores que tienen una inserción inestable en
el mercado de trabajo, lo que implica también, una inestabilidad en la
composición de las U.D. y en los lazos familiares y una apelación constante a
las redes de relaciones informales y/o a los mecanismos de bienestar social, si
es que existen.
-
La empresa familiar: que
está basada en el trabajo de los
miembros, en ella las tareas domésticas y de reproducción son claramente
indiferenciadas.
Para llevar
adelante las tareas ligadas al mantenimiento de sus miembros, toda U.D requiere
tener acceso a recursos y como en toda organización, dadas las condiciones
estructurales, la adquisición de recursos, es problemática, se deben
desarrollar mecanismos para la obtención, para la recreación y para su
administración. Los recursos pueden provenir de distintas fuentes de trabajo
remunerado y no remunerado de sus miembros, transferencias de instituciones
formales, reconocidas para ese fin (seguro de desempleo, pensiones o servicios,
ayuda de O.N.G., ahorros propios y redes de ayuda mutua). En el caso de las U.D
con mujeres jefas de hogar, las redes de ayuda, tienen una gran importancia.
Una parte importante de las actividades domésticas cotidianas, se manifiestan
como tareas concretas de consumo, las realizan especialmente las mujeres.
La crisis del estado de bienestar y los cambios en
las políticas sociales prevalecientes en los años ´90
El neoliberalismo que reduce la
presencia del estado y abre actividades de carácter social a la lógica del
mercado –tienen como objeto privatizar la responsabilidad por el bienestar
social, transfiriendo tareas del estado a las U. D.. En el modelo neoliberal,
estos costos deben ser cubiertos por las redes familiares y las U.D., el
resultado es una creciente polarización social.
En el
marco de la feminización de la pobreza, es necesario tener en cuenta, el
capital humano disponible, las capacidades y
habilidades, pero también las incapacidades que se manifiestan en el tiempo.
También es necesario tener en cuenta el capital social que consiste en la red
de relaciones laborales, a la que es posible acudir para obtener favores y
servicios; y el capital cultural que incluye y/o excluye los saberes e
informaciones para la provisión de bienes y servicios requeridos para las
actividades a desarrollar.
Hay que tener en cuenta
además que la capacidad de trabajo de los miembros de la U.D. especialmente la
de mujeres, se modifica a lo largo del ciclo de vida, provocando cambios en la
organización doméstica.
El concepto de
Género
Las tareas de mantenimiento cotidiano requieren el
desarrollo de diferentes estrategias de reproducción social e implican
experiencias radicalmente diferentes de vivir en familia, marcados por el
género, el ciclo de vida y las clases sociales. Por ello, es imprescindible
partir del análisis del concepto de género. Gomaris en 1992, lo define
como: “Modos de sentir, pensar y comportarse, que más de tener una base
natural, son construcciones sociales y familiares, asignados a una manera
diferente a hombres y mujeres”.
Desde el punto de vista descriptivo, el género
puede ser definido como una red de creencias, rasgos de personalidad,
actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y
mujeres. Tal diferenciación es productora de desigualdades y jerarquías entre
ambos sexos.
El género, en tanto categoría de análisis, presenta
rasgos propios, tales como:
-
Su carácter relacional: es decir siempre se remite a
relaciones entre lo femenino y lo masculino, poniéndose especial énfasis en que
se trata de relaciones de poder. El
ejercicio del poder de los afectos en el género femenino y el poder racional y
económico en el masculino.
-
Ser una construcción histórico – social: que se produce a
lo largo del tiempo y modos diversos. De acuerdo a análisis históricos se
señala las relaciones de subordinación en las que significaciones de género
desde campos bien determinados.
Género y sexo, son categorías construidas socialmente; constituidas
por el conjunto de ideas y representaciones sobre las características humanas y
sus diferencias. La distinción entre genero y sexo ha sido extraordinariamente
eficaz para resaltar que los roles, atributos y comportamientos, son variables,
heterogéneos y diversos porque dependen de factores eminentemente culturales,
son adquiridos y no innatos.
El criterio más importante y excluyente de división social, es el que
se establece a partir de la situación de los individuos respecto a las
condiciones materiales de existencia y que se expresa bajo el concepto de clase
social. La noción de clase social, es eminentemente social y aunque es difícil
encontrar su correspondencia biológica, en la práctica se efectúa
implícitamente por la asociación de las condiciones de vida diferenciales, ya
que las diferencias de clase no sólo se reproducen a partir de la lógica
económica, sino también por la incorporación de otras clases de desigualdades.
Las categorías de género, como representación ideológica, poseen tres
funciones:
-
Interpretación de la realidad.
-
Organización de pautas de interacción.
-
Legitimación de las relaciones que se establecen entre las
personas.
Interpretación de la realidad: la ideología es, propiamente dicho, la
interpretación de la realidad. La
realidad misma es un mundo creado por el pensamiento y por las acciones, pues
solo es significativa en tanto es
aprendida por los individuos (Berger y Luckman, 1988).
En este sentido las imágenes culturales acerca de las diferencias
entre los géneros forman parte de la visión del mundo. Las categorías de género
están conformadas, por lo tanto, por el conjunto de ideas por el que cada
sociedad define los atributos y estereotipos de cada colectivo.
Con respecto a la organización de las pautas de interacción; cada
grupo de personas se asocia a determinadas cosas y actividades; se les otorga
una manera de ser y en función de ello se prevén posibles actitudes y reacciones. Es decir, las tipificaciones que
van a determinar el comportamiento clasificados en determinadas categorías y relacionadas a jerarquías y relaciones de
poder instituidas.
La legitimación de las relaciones que se establecen entre personas,
constituye el aspecto crucial de la construcción de la diferencia, ya que a
través de ella se justifican las formas de dominación y exclusión, lo que tiene
que ver con la naturalización de las desigualdades, que es uno de los factores
claves que contribuye de forma más eficaz a construir las bases sobre la que se
asienta la sociedad clasista.
Esta naturalización no es neutra, sino eminentemente valorativa,
puesto que jerarquiza las personas en
función de las diferencias y así
también las categorías de las diferencias son asumidas como algo dado, imposible de modificar. Por
lo tanto, la construcción social del género y su vinculación con la división
del trabajo, cristaliza en una constelación de ideas y símbolos que constituyen
los modelos de representación.
Los modelos de representación sobre género y trabajo se concretan de
modos diferentes en cada sociedad, pues lógicamente han de ser compatibles con
los modelos institucionales vigentes y más en concreto con las relaciones
productivas. Estos modelos son en definitiva el lenguaje a través del cual se
expresan los modelos institucionales de trabajo y sociedad, y sus conexiones
con los sistemas de género. Comprobaremos de este modo, como las ideas sobre la
procreación, fuertemente naturalizadas, son la base para la construcción de las
diferencias iniciales entre hombres y mujeres, justificándose a partir de ellas
una división del trabajo.
El modelo de representación
basado en la oposición familia – trabajo expresa los distintos roles
asignados a hombres y mujeres, y su posición en el contexto social. Esta
diferenciación de roles y su jerarquización se integran a la lógica del mercado
de trabajo. Las obligaciones domésticas son el principal argumento por el que
las mujeres son objeto de discriminación en el ámbito laboral, de manera que
cuando participan en el, acceden en general a trabajos peor considerados y
retribuidos que los de los hombres. La lógica del mercado del trabajo es la que
define los significados del trabajo.
Es necesario insistir en la necesidad de no confundir los modelos de
representación con la lógica que rige el funcionamiento social. Persona y
actividad, familia y trabajo, parentesco y economía; lo pensamos separadamente,
pero se hallan totalmente imbricados.
A pesar de la creciente incorporación de las mujeres al mercado del
trabajo, ellas tienen las posiciones más desventajosas, con trabajos poco
cualificados, rutinarios y mal retribuidos. Existen distintos factores que
concurren a la segregación de las
mujeres.
Las creencias culturales, los obstáculos informales para acceder al
empleo, la socialización y la preparación para el trabajo, las
responsabilidades familiares.
La familia es una institución clave para enmarcar la división sexual del trabajo. Este carácter crucial ha
convertido a la familia en el marco privilegiado para explicar los rollos
atribuidos a las mujeres. La familia asegura la reproducción de los
trabajadores y por lo tanto, el trabajo mismo.
La apariencia de autonomía entre trabajo y familia, que ha justificado
la reclusión de las mujeres en el hogar y la desvalorización de sus actividades, trasciende por lo tanto
la mera división sexual del trabajo.
Las categorías de género contribuyen a reproducir las clases sociales,
siendo un poderosos instrumento en la legitimización de las desigualdades en el
contexto laboral.
Las divisiones sociales basadas en el género no son un espacio
secundario, sino por el contrario fundamental en la constitución y
funcionamiento de un mercado de trabajo segmentado.
Un aspecto importante a considerar para el análisis de la inserción
laboral de la mujer, son las representaciones ideológicas modelando sus
preferencias para determinadas ocupaciones.
El Mercado del Trabajo
Desde 1953 el desempleo superó los niveles históricamente conocidos en
el país alcanzando en mayo de 1995, el 8,5 %. Para el tema que nos ocupa debe analizarse el sostenido
incremento de la tasa de desocupación de los jefes del hogar que alcanzó en
mayo de 1995, el 12 %.
Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC),
se confirma que en relación al año
1998, existen en el país 350.000 desocupados más. El índice de desocupación en
todo el país se colocó en mayo de 1999, en el 14 %, lo que representa 1.817.000
trabajadores sin empleo. Además, existe un 13,7 % de la población activa que
está sub-ocupada, es decir, que trabajan menos de 35 horas y representan otras
1.765.000 personas, por lo que en total son más de 3.600.000 los que tienen
problemas laborales.
En la Provincia de San Luis, de acuerdo a estos datos, existe un 7,3 %
de desocupación y un 14, 6 % de sub-ocupación, lo que hace un porcentaje entre
ambos de 21, 9 % de personas con problemas laborales. Todo indica que la
desocupación seguirá creciendo en lo que resta del año y podría acercarse o
superar el 18,4 % del año 1995.
El fuerte incremento en la cantidad de gente que salió a buscar empleo
en los últimos meses, potenció la situación delicada de los hogares, ya que se
incrementó el número de mujeres con hijos que demandan trabajo, sin demasiado
éxito. Los sectores con menor nivel educativo registran la mayor tasa y una
tendencia a crecer más.
La aparición o profundización de los problemas de empleo se relaciona
con un proceso de reestructuración productiva. El desempleo afecta
profundamente la vida familiar. En distintas investigaciones se han planteado
dos imágenes dicotómicas: por un lado, puede llevar al fortalecimiento de la
familia, cuyos lazos se estrechan para hacer frente a la adversidad, y por otro
lado, la familia puede erosionarse o quebrarse por efecto de los conflictos
cotidianos. En la mayoría de las familias coexisten acciones que podrían ser
caracterizados en una u otra dirección.
El desempleo pone en peligro la supervivencia familiar y para
responder a ello se movilizan distintos recursos a fin de sobrellevar la
situación en los casos de pobreza estructural, la administración del recurso
escaso, lo realiza la mujer . Así la desocupación en un contexto de alta
vulnerabilidad lleva a la implementación de estrategias de reproducción
determinadas, esto significa que ante el trabajo de uno de los miembros de la
familia, el ingreso se reparte entre todos y se administra.
El desempleo también provoca cambios en la división de los roles
domésticos. Cuando el jefe de familia pierde el empleo y la mujer consigue una
ocupación, el hombre queda a cargo de las tareas domésticas, experimentando una
sensación de fracaso y desvalorización del rol masculino.
Ante el desempleo masculino de larga duración se produce un incremento
del empleo femenino, en particular, relacionado a los servicios. En relación a
esto, las familias tienen una institución de roles y ello origina una baja
autoestima paterna y un impacto en la relación con los hijos. Otro impacto en
las relaciones familiares los constituye el proceso de aislamiento social que
produce la sensación de haber dejado de compartir intereses comunes. El
desempleo también jaquea la eficacia de las redes sociales. El alejamiento de
las relaciones puede ser caracterizado como una decisión utilitarista frente a
la desvalorización del capital social.
La separación casa y trabajo, y la división sexual del trabajo, con la incorporación de la mujer al mercado
laboral ha producido un cambio. En América Latina, los datos son contundentes,
entre 1960 - 1990, la tasa de actividad creció del 18,1 al 27,2% y en el mismo
lapso la actividad masculina disminuyó del 77,5 % al 70,3 %.
La participación de las mujeres en la fuerza del trabajo es más
elevada en las zonas urbanas y en las metrópolis; y las tasas más altas están
entre las que tienen entre 20 y 34 años, es decir, las que atraviesan el
período de procreación y en el que las dificultades para compatibilizar el
trabajo remunerado con las tareas domésticas son mayores.
El aumento en las tasas de divorcio y separación demuestran una mayor
cantidad de mujeres que deben autoabastecerse. La evidencia indica que el
aumento de la tasa de participación femenina no ha tenido un impacto en el
modelo de estructuración de la familia y la domesticidad. Las mujeres amas de
casa - madres ven sobrecargadas sus tareas (triple rol). Existen evidencias al
respecto que son contundentes, tal como lo demuestra el informe de desarrollo
humano 1995, donde el tema especial reside en las desigualdades de género en el
desarrollo humano, producto de investigaciones que dieron como resultado la
elaboración de un índice que incorpora las desigualdades de género.
Cuando se produce la desocupación del jefe de familia, es la mujer la
que debe salir al mercado del trabajo, y ello tiene un nivel de adaptabilidad
mayor; genera diferentes tipos de
conflictos familiares; se producen separaciones y divorcios, y tienen hijos
menores que mantener.
Las diferencias de género añaden nuevos criterios de división entre
los trabajadores pues a través de ellos se ejercen y legitiman prácticas
discriminatorias de carácter formal e informal.
Es sabido que a pesar de la creciente incorporación de las mujeres al
mercado del trabajo, ellas tienen las posiciones más desventajosas, con
trabajos poco cualificados, rutinarios y mal retribuidos.
Existen distintos factores que concurren en la segregación de las
mujeres: las creencias culturales, los obstáculos informales al empleo, la
socialización y preparación para el trabajo y las responsabilidades familiares.
Las categorías de género contribuyen a reproducir las clases sociales,
siendo un poderoso instrumento de desigualdades en el contexto laboral.
Las representaciones ideológicas influyen en la forma en que las
personas (mujeres) se integran al mercado laboral, modelando sus preferencias
por determinadas ocupaciones.
Existe un conjunto de condicionamientos y limitaciones que podemos
caracterizar como de tres clases, en relación a las elecciones del trabajo por
parte de las mujeres y de trabajadores en general:
- Los valores
- Los recursos
- Las motivaciones
Las representaciones ideológicas condicionan los valores que se
inculcan a través del proceso de socialización y de esta forma se modelan las
preferencias y expectativas respecto al trabajo, se crean las aspiraciones
ocupacionales y se desarrollan las cualidades personales para llegar a
asumirlas orientándose en el tipo de preparación que requieren.
Las representaciones ideológicas condicionan los recursos con que se
llega al mercado de trabajo, que pueden ser de diversa naturaleza, los más
importantes son la educación y la preparación para el trabajo. El sistema
educativo es un elemento integral en la reproducción de las divisiones
sociales.
Existe otra clase de recursos menos visibles que son importantes para
la consecución de determinadas condiciones de trabajo (informaciones, redes y
relaciones). Esto es muy importante para el caso de las mujeres, ya que las
redes sociales pueden llegar a ser determinantes porque propician
especialización en determinadas ocupaciones y las introducen en determinados
contextos laborales y contribuye a la aceptación de condiciones de trabajo que
se perciben como las más apropiadas y probables para ellos.
Por último, las motivaciones son fruto de la percepción que se posee
respecto al trabajo de acuerdo con los roles que le han sido asignados. En
cuanto a las mujeres, hace que sus motivaciones para participar en el mercado
laboral sean distintas a las de los hombres y las obligaciones domésticas sean
un condicionamiento importante.
Las representaciones ideológicas poseen un importante papel y asigna
valor a las acciones. Se puede
comprobar en diferentes investigaciones sobre el trabajo de las mujeres donde
la imagen del ama de casa entra en contradicción con las prácticas cotidianas
de muchas mujeres en situación de pobreza que realizan actividades remuneradas
para el sostenimiento de la familia. Por ello, es importante analizar las
representaciones ideológicas que las mujeres tienen de su vida y de su trabajo.
En este sentido resulta extraordinariamente útil la aplicación del método
biográfico.
Puesto que la sociedad no es homogénea y las divisiones en que se basa
tampoco lo son, existe una gran diversidad en las formas por las que las
condiciones sociales se reinterpretan, se seleccionan ciertos rasgos y se actúa a partir de ellas.
El poder de las representaciones ideológicas se fundamenta
precisamente en su capacidad para representar situaciones muy diversas e
incluso contradictorias.
Mujeres en relación al empleo
Las condiciones de inserción laboral de las mujeres no son en absoluto
satisfactorias y en los últimos años se han visto agravadas por la disminución
general del empleo y la precariedad laboral. Las oportunidades ocupacionales no
son equivalentes entre hombres y mujeres. La situación socioeconómica actual
introduce otros factores de variación en el conjunto de estrategias que se
ponen en juego en la familia en relación al trabajo de sus miembros y existen
diferencias y cambios en los modelos de representación respecto al trabajo en
relación a la pertenencia de clase. En los grupos sociales más modestos la
participación laboral de las mujeres se plantea por obligación, o cuando sus
propios ingresos compensan los gastos que genera el cuidado de los hijos. Si
para los hombres el trabajo se considera una obligación, en estos sectores para
las mujeres es una opción y en muchos casos, una necesidad.
El salario de las mujeres se considera una ayuda y no una contribución
esencial. El trabajo de las mujeres es considerado secundario. Las mujeres
tienen condiciones laborales más precarias, tienen una presencia importante en
las economías sumergidas y están dispuestas a aceptar remuneraciones más bajas
que las del mercado.
Es necesario insistir en que el trabajo posee significados y valores
muy diferentes en la vida de las mujeres, como en la construcción de su
identidad. Sus actitudes y motivaciones respecto al trabajo, son adversas. El
desempleo es uno de los problemas principales y está poniendo en cuestión los
proyectos y aspiraciones de las sociedades que han basado en el pleno empleo.
La creación del empleo crece en menor proporción que la cantidad de personas
que se van incorporando al mercado de trabajo y en este sentido las mujeres
acceden a proporciones de subempleo más elevada de los hombres.
Las dificultades de inserción laboral de las mujeres no responden
directamente a prácticas de discriminación abierta, sino a barreras de carácter
ideológico-cultural que dificultan el acceso a los mercados de trabajo, así
como a la gran inestabilidad y a la baja cualificación a los empleos que se
ofrecen. El subempleo de las mujeres tiene un carácter estructural y no
coyuntural. En la situación desfavorable respecto al empleo entran en juego
valores culturales y en base a ello son secundarizados en el empleo. El acceso
al empleo de las mujeres se canaliza generalmente a través de redes sociales
que contribuyen a la elección de determinados trabajos. El hecho de que las
redes sociales sean un recurso importante para la obtención de empleo - y
tengamos en cuenta que las mujeres se encuentran en mayor proporción que los
hombres en las economías sumergidas-
hace que las redes sociales sean decisivas.
El desempleo, la economía sumergida, la flexibilidad laboral, el gasto
público, la crisis económica, han pasado a ser parte de nuestro vocabulario corriente.
Actualmente buena parte del trabajo está realizándose en la denominada economía
informal. Se trata de un mercado abierto, son actividades que no dan mucho
dinero, pero permiten ahorrar datos. Son actitudes marginales debido al poco
volumen y escaso beneficio.
Analizaremos cuales son las distintas formas de trabajo que realizan
las mujeres:
1) Trabajo en un empleo: remunerado, se realiza en el marco de
la economía formal, trabajando para otros o en forma autónoma, en cualquier
empresa privada o institución estatal.
2) Trabajo sumergido: es el remunerado y se realiza en la
economía informal. Se trata de actividades marginales.
3) Trabajo doméstico: producción de bienes y servicios, incluye
tareas domésticas y cuidado de personas.
4) Trabajo donado a la comunidad
Las prácticas de trabajo de las mujeres, ofrecen un indicador de los
cambios y tendencias políticas económicas más amplias. Cuando las mujeres
participan en el mercado de trabajo, siguen asumiendo la responsabilidad en el
trabajo doméstico.
Las diferentes estrategias de autoabastecimiento y reproducción que
desarrollan las mujeres, están inscriptas en las redes primarias y
comunitarias, donde se aprovecha la ayuda y la solidaridad en situaciones de
desempleo. Allí se producen intercambios recíprocos de servicios entre vecinos
y parientes, que permite defenderse de situaciones de adversidad en que se
encuentran. Se incrementa la tendencia de sustituir el trabajo y a intercambiar
bienes y servicios. Esto tiene la función de cubrir necesidades básicas de
subsistencia, siendo una forma de trabajo fuera del empleo.
Es necesario analizar las relaciones entre el ciclo doméstico, las
fuentes de trabajo, las crisis familiares, previsibles y no previsibles; y las
diferentes estrategias de trabajo familiar.
Las necesidades de las familias son cambiantes, pues dependen del
número y características de sus componentes. Por lo tanto, las fuentes de
trabajo dependen de las posibilidades de contexto.
En las estrategias familiares se concreta la división del trabajo,
poniéndose en juego los valores sociales, la construcción social del género y
la evaluación de lo que es más conveniente hacer en cada momento. Las
actividades relacionadas con la asistencia de personas son asumidas
principalmente por mujeres, tanto en la familia como en el mercado de trabajo.
Las estrategias familiares suponen poner en juego toda una serie de elecciones
para resolver la provisión del dinero y de los productos de consumo que se
requieren. En este punto se manifiesta que la ecuación tiempo-dinero es
asimétrica, por ello las relaciones laborales secundarizadas en el mercado del
trabajo, las tienen las mujeres. Agregándose a ello, la responsabilidad global
del trabajo doméstico.
Es necesario analizar las diferentes estrategias de autoabastecimiento
y de reproducción familiar que realizan las mujeres, las que están inscriptas
en las redes familiares y comunitarias en las que se producen intercambios
recíprocos de bienes y servicios. Las estrategias de reproducción y
autoabastecimiento, son una forma de trabajo fuera del empleo. El contexto
social y económico, es determinante para evaluar el volumen e importancia
social de los mecanismos de reproducción social.
Proveedoras económicas: dos enfoques posibles de las mujeres en la
crisis
Para este trabajo es necesario analizar dos tipos de preocupaciones:
1° La que está centrada en la
situación de las mujeres y el papel que a ellas les cabe como variable de
ajuste bajo las actuales condiciones de crisis, y;
2° El análisis de los hogares
encabezados por mujeres y de la situación de las mismas como jefas de hogar.
Las evidencias demuestran que las mujeres de los sectores pobres de la
población son los que pagan el costo más alto del ajuste económico y de la
exclusión; y esto se debe a dos factores principales:
Por un lado, a la responsabilidad por las tareas referidas a la
reproducción cotidiana que recae principalmente en ellas; los efectos de
la crisis, que significan más tiempo y energía dedicados al trabajo doméstico;
y a la administración de recursos cada vez más escasos.
Por el otro, como trabajadores de baja calificación impulsadas al
mercado, sufren más que nunca, condiciones laborales de un mercado
segmentado, donde ocupan los peores puestos y mal remunerados.
En la mayoría de los estudios realizados, se muestra el crecimiento
del número de jefas de hogar registradas en la Argentina, en la última década.
Cerca del 50 % de los hogares sostenidos por mujeres, no tienen cónyuge, se
trata de hogares nucleares incompletos, compuestos por una madre jefa de
hogar y sus hijos; u hogares extensos, que incluyen la presencia de
otros miembros, generalmente emparentados y en los que el principal sostén
económico es una mujer soltera, viuda o separada. Estos dos tipos de hogares
sin una pareja conyugal, son típicos en los que las mujeres son principales
proveedoras.
Los hogares con principal sostenedora mujer, constituyen un universo
heterogéneo, con la ayuda de indicadores apropiados se pueden distinguir los
grupos domésticos más vulnerables. Las principales proveedoras de hogares, se
desempeñan en ocupaciones asalariadas de baja remuneración y alta desprotección
laboral. Son generalmente, cuentapropistas que trabajan un mayor número de
horas, pues el monto de los recursos que pueden obtener, dependen en gran
medida de horas extras o del trabajo a destajo. Para identificar a las mujeres
como principales proveedoras de sus hogares, es necesario realizar una
descripción sociodemográfica, tan precisa como fuera posible de su situación
familiar y laboral, con el objeto de identificar la existencia de diferentes
situaciones relacionadas con las etapas del ciclo vital; la estructura familiar
y la posición socioeconómica del hogar, que pueda incidir en las formas y
condiciones de inserción laboral de estas mujeres. Es necesario, además,
indagar sobre las condiciones de vida y trabajo a fin de tener un conocimiento
más profundo sobre las estrategias que se implementan para asegurar el sustento
familiar y compatibilizar las demandas provenientes del desempleo, del doble
rol y como trabajadoras, que permita identificar sus problemas y necesidades
más acuciantes; y las consecuencias que el cambio de roles trae al interior de
la familia.
Por todo lo analizado, queda claro que se habla de una realidad
multidimensional y compleja. Es necesario en este marco, el análisis del
contexto histórico, cultural, laboral y productivo, político y organizativo, a
fin de desarrollar acciones que estimulen los derechos humanos y sociales.
Para el tema que nos ocupa es importante el desarrollo de propuestas
alternativas:
1) Elaboración de proyectos participativos dirigidos a las mujeres que
propugnen mejorar la calidad de vida de las familias.
2) Construcción de redes de contención con metodologías de intervención
en redes familiares y comunitarias.
3) Desarrollar metodologías de contención familiar que permitan
análisis de la dinámica familiar, potenciando capacidades y habilidades que
promuevan cambios en la organización familiar y la sociedad en su conjunto.
4) Políticas sociales que tengan en cuenta los intereses prácticos y
estratégicos de las mujeres a fin de posibilitar una planificación para el
desarrollo, más participativas y democráticas.
Referencias:
(*)
Autoras: Lic. Inés Rubio. Lic.
Graciela Andre. Cátedra de Trabajo Social
Familiar. Facultad de Ingenieria y Ciencias Económico –
Sociales. Universidad Nacional de San Luis.
Trabajo
presentado en la 3ra. Conferencia Conmemorativa del Trabajo Social
Latinoamericano: “La Familia en el Tercer Milenio”. Concepción (Chile).
1999
Bibliografía:
- JELIN,Elizabeth: “Pan y afectos. La transformación de las familias”. Edit.
Fondo de Cultura Económica.
-GELDSTEIN, Rosa: “Los roles de género en la
crisis. Mujeres como principal sostén
económico del hogar”. Edit.Centro de Estudios de Población.UNICEF.
-Dolors Comas D’Argemir: “Trabajo, Género y
Cultura. La construccción de
desigualdades entre hombres y mujeres”.
Ed. Icaria.
-BURIN, Mabel y otros: “Género y Familia”.
- RUBIO, Inés Carmen: “Análisis de género desde la
perspectiva de Bourdieu!”. Trabajo final. Teoría Sociológica II. Maestría en Ciencias Sociales. U.N.C.
- MOSER, Caroline: “Género y Desarrollo”. Cuaderno
de Ciencias Sociales.
- BECCARIA, Luis; LOPEZ, Néstor (comp.): “Sin
Trabajo. Las características del desempleo y sus efectos en la sociedad
argentina”. UNICEF. Ed. Losada.