KAIROS - Año 2
Nro 2, 2do Semestre '98 - ISSN 1514-9331
El teletrabajo y sus relaciones
con el uso del espacio urbano.
Susana Finquelievich
Arquitecta. Dra. en Sociología.
Docente e investigadora. U.B.A.- U.N de La Plata
Son
las 7 de la mañana y Ana emprende el viaje a su oficina: desayuna en bata y
pantuflas y luego, con la segunda taza de café en la mano, se dirige a una
habitación soleada de la planta baja de su casita en los suburbios. Abre la
puerta y enciende la computadora el viaje ha terminado. Tres horas más tarde
hace un alto, se pone ropa de "jogging" y va a correr por un parque
cercano. A su regreso, duchada y vestida con "jeans" y un
"sweater", va al supermercado, al zapatero y al dentista.
Cuando
vuelve se hace otro café, mientras cocina a la vez el almuerzo y la cena que
compartirá con su marido, que trabaja en el centro de la ciudad. Luego vuelve a
la oficina hogareña, que solo abandonará al fin de la tarde, con breves intervalos
para comer o salir al jardín a tomar aire y vigilar el crecimiento de sus
dalias.
Vive
en Boston y trabaja como editora para una editorial de Los Angeles. Hacía ya
tiempo que estaba cansada de esa ciudad cuando a su marido le ofrecieron un
buen empleo en Boston. Se le planteó entonces la disyuntiva de acompañarlo y
perder su trabajo, o quedarse en un lugar que ya no le gustaba.
Luego
de algunas reuniones con su empleador, quien no quería perder una buena
editora, llegaron a un acuerdo: ella se mudaría a Boston, pero seguiría
trabajando para la editorial por medio de una computadora y un módem. La
empresa se haría cargo de los gastos de su cuenta de "E-mail" y del
software necesario, pero esperaba que la productividad de la editora no disminuyera
con respecto a la de ese momento.
Ana
es representativa de un nuevo tipo de empleados: los teletrabajadores. Por
primera vez desde la Revolución Industrial, el hogar, que había quedado
relegado al espacio y al tiempo extra-laboral (proceso acentuado por el "
zoning" funcionalista), vuelve a integrar las funciones de producción,
gestión y reproducción. El teletrabajo se está extendiendo como resultado del
interés de las empresas en economizar espacios de oficina y gastos diversos
manteniendo un alto nivel de productividad, y del de los empleados en poseer
más flexibilidad de horarios, mayor tiempo para pasar con sus familias y menor
trayecto de viajes. En los Estados Unidos existen actualmente nueve millones de
teletrabajadores, y se espera que este número ascienda a los once millones en
el año 2000. Estas cifras ofrecen un mercado codiciable para diversas empresas
productoras de bienes y servicios destinados a los teletrabajadores, desde
hardwares y softwares hasta muebles especialmente diseñados para la SOHO "(small
office/home Office", u oficina hogareña).
Trabajar
en casa presenta beneficios tanto para los empleados como para los empleadores,
pero también tiene aspectos cuyo estudio necesita ser profundizado. Algunos de
ellos están ligados al mismo trabajo: Cuál es el grado de satisfacción de los
teletrabajadores con respecto a esta opción? Existen diferencias según el
género? Cómo son las relaciones laborales en las empresas que utilizan el
teletrabajo?
Existen
las mismas posibilidades de promoción cuando se trabaja en el hogar -lejos del
control visual de los jefes, pero también de las posibilidades de entablar una
relación personal con ellos- que estando visiblemente en la oficina?
Otro
grupo de interrogantes se refiere a cuestiones prácticas: las regulaciones
municipales con respecto a las oficinas domésticas, los impuestos, la
derivación de los costos del trabajo a los teletrabajadores, los seguros para
accidentes y enfermedades ligados al trabajo. Por fin, un tercer grupo de
cuestiones a analizar concierne los impactos del teletrabajo sobre el uso del
espacio urbano y el medio ambiente, el proceso de desconcentración y
suburbanización, el rol de los planificadores e investigadores urbanos, la
necesidad eventual de crear equipamientos urbanos intermedios entre el hogar y
la oficina y las políticas urbanas que se necesitan para tratar este tema. Este
papel recorre estas cuestiones y propone algunas respuestas.
Comunidades electrónicas y teletrabajo
La
informática y las redes de comunicaciones derivadas de ella constituyen la base
tecnológica de la comunicación mediatizada por computadoras (CMC). La red
"the net" o "the web" es el nombre informal aplicado a las
redes informatizadas que usan la CMC para conectar personas tanto a nivel local
como global, con el objeto de intercambiarse información y debatir temas de
interés común. Howard Rheingold (1994), quien ha pasado los últimos diez años
estudiando y experimentando sobre las comunidades virtuales. Nota_2" (y
prácticamente viviendo en una de ellas, la WELL), las define como
conformaciones sociales que emergen de la Red cuando un número relativamente
elevado de personas mantienen estas discusiones durante un tiempo prolongado y
conforman redes de amigos personales y profesionales en el cyberespacio
En
un estudio sobre "The Well", las comunidades en CMC han sido
definidas como "un conjunto de relaciones sociales unidas por un interés
común o circunstancias compartidas" se entiende que la comunidad
electrónica ayuda a las personas a crear varias clases de productos y bienes
colectivos: capital social en la red, capital de conocimientos y comunión
(Michalski, 1995). El capital social en la red se refiere a la red de contactos
de los participantes. El capital de conocimientos refleja el modo poderoso en el
que los sistemas "online" pueden incrementar, agudizar y difundir
informaciones y opiniones. La comunión puede describirse como un capital
emocional e implica sentimientos personales, como la confianza y el compromiso.
Aunque no es fácil y puede resultar tan productiva como adictiva, también
constituye una manera eficiente para trabajar en el grupo virtual: una
comunidad donde existe comunión se autorregula, aunque puede tornarse
excesivamente internalizada y olvidar sus tareas externas. Los factores subjetivos
como el sentirse conectado con otros, responsabilidades y objetivos compartidos
estimulan a los miembros de la comunidad a cuidar a otros miembros que lo
necesiten.
Idealmente,
los participantes comparten la tarea de hacer que la comunidad progrese y
asumen naturalmente los roles que corresponden para lograr este objetivo.
Barry
Wellman y Janet Salaff (1996) definen las comunidades "online" con
simplicidad: Cuando las redes informáticas unen a las personas tanto como a las
máquinas, se transforman en redes sociales, a las que llamamos redes sociales
sostenidas por computadoras (RSSC). Actualmente existen al menos tres tipos de
RSSC que están desarrollándose rápidamente, cada uno con sus propios deseos y
objetivos de búsqueda: miembros de comunidades electrónicas que quieren
relacionarse a nivel global con almas afines para obtener compañerismo,
erotismo, espacios lúdicos, información y apoyo social desde sus casas y sus
terminales de computación organizaciones comunitarias de base o intermedias,
que obtienen información, dan a conocer su trabajo y adquieren fuerza de
presión social por medio de las redes informáticas, fundamentalmente la
autopista electrónica o Internet. empleados jerarquizados que desean una forma
de trabajo cooperativo apoyado por las computadoras (TCAC), sin ser molestados
por la distancia geográfica y los desplazamientos obligatorios y organizaciones
que perciben los beneficios de coordinar complejas estructuras laborales y al
mismo tiempo reducir los costos de administración, los espacios de oficinas y
los tiempos de viaje. Así, algunos trabajadores quieren teletrabajar desde sus
casas, combinando sus empleos con retiros bucólicos, mientras que los
empresarios se entusiasman con la posibilidad de disminuir sus costos
inmobiliarios y gastos de funcionamiento y de obtener al mismo tiempo un
incremento de la productividad.
Este
último grupo es el que define las reglas del teletrabajo y el que plantea
nuevas demandas sobre las estructuras urbanas y su gestión.
Los intereses que se focalizan sobre el teletrabajo El
interés general en el teletrabajo ha aumentado explosivamente en la última
década. Una cantidad de personas y organizaciones lo discute o lo implementa
desde diferentes perspectivas.
El
común denominador es que el teletrabajo es percibido a la vez como inevitable y
deseable. Más aún, en varios casos es visto como una solución potencial para
los actuales malestares económicos, sociales y ambientales: Los planificadores
urbanos y regionales confían en que el teletrabajo solucionará problemas tales
como la congestión del tráfico y la contaminación del aire, además de
contribuir a conservar recursos energéticos.
Las
empresas ven el teletrabajo como una forma de reducir costos y de incrementar
la productividad, pero también como un modo de proporcionar beneficios a sus
empleados.
Los
trabajadores lo perciben como un alivio a los viajes cotidianos del hogar al
trabajo y como una forma de ganar flexibilidad en el uso del tiempo que les
permita cumplir con sus obligaciones familiares. Para los trabajadores con
incapacidades físicas, constituye una manera efectiva de integrarse al mercado
de trabajo.
Las
comunidades rurales y las ciudades pequeñas ven al teletrabajo, no sólo como
una estrategia potente para el desarrollo económico local, sino también como a
la única viable desde el punto de vista de la conservación del medio ambiente.
La
industria de las telecomunicaciones lo ve como otra justificación para invertir
en redes de alta calidad y alta velocidad la industria de la informática, como
a un importante mercado para computadoras personales, computadoras portátiles y
softwares sofisticados, adaptados a la necesidad de trabajar en redes.
Los
gobiernos de los países más industrializados ven al teletrabajo como un
complejo que engloba todas las razones anteriores para hacerlo deseable.
En
el caso de los Estados Unidos, por ejemplo, el "Clean Air Act" (Acta
del Aire Limpio), que exige que los empleados reduzcan sus viajes al trabajo en
un 25% para mitigar la contaminación ambiental, alienta el trabajo en el hogar
como estrategia para reducir los viajes, y la "Intermodal Surface
Transportation Efficiency Act" (ISTEA - Acta de Eficiencia del Transporte
Intermodal de Superficie) proporciona financiamientos para programas de
teletrabajo, incluyendo los costos suaves de los centros de teletrabajo, su
planificación, marketing y evaluación. Se han implementado varios centros para
teletrabajadores federales en el área de Washington DC. y la Casa Blanca está
implementando una Infraestructura Nacional de Información.
Varios
Departamentos estatales han publicado informes sobre el teletrabajo y temas
asociados a él, como los impactos en las áreas rurales (Handy y Mokhtarian,
1995).
Fenómeno masivo o punta de lanza?No obstante la fascinación que
parece ejercer sobre empleados, empresarios e investigadores sociales, por
ahora el teletrabajo no es un fenómeno masivo. El Censo de Población efectuado
en Estados Unidos en 1991 reveló que el 33% de los trabajadores de ese país
desarrollan parte de su trabajo en el hogar, pero sólo el 14.5% trabaja en su
casa más de 35 horas por semana, y no todos ellos utilizan computadoras y
módems. Los trabajadores hogareños son en su mayoría mujeres, trabajan un
número de horas no fijo, y en gran parte viven en áreas rurales o suburbanas,
lo que sugiere que la flexibilidad es el aspecto más importante del teletrabajo
para quienes lo practican.
Un
análisis del Muestreo Microdata de 1991 muestra que los trabajadores con base
en su propio domicilio son predominantemente (63%) auto-empleados, versus sólo
5,5% de empleados de empresas (Edwards Field-Handley, 1996). Sin embargo, las
encuestas de la Link Resources Corporation comprueban que el número de
trabajadores que desarrollan al menos parte de su trabajo en el hogar ha
crecido en un 8,9% anual entre 1989 y 1993. Una estimación de un suplemento
especial del Censo de Población, de mayo 1991, indica que el 18,3% de los
trabajadores no rurales cumple con alguna porción de su trabajo primario en el
hogar, aunque no todos ellos pueden considerarse teletrabajadores.
El
crecimiento en el número de los trabajadores hogareños es atribuible en gran
parte a los avances en tecnologías de información y comunicación, aunque éste
no es el único factor decisivo: el incremento continuo de la presencia femenina
en el mercado de trabajo y el de familias que necesitan dos ingresos, así como
la popularidad de las microempresas, son tendencias que hacen que este estilo
laboral resulte más atractivo. El "Clean Air Act", que requiere que
los empleadores de las ciudades más contaminadas de los Estados Unidos reduzcan
los viajes urbanos y suburbanos de sus empleados en 25% es otra razón de peso.
Por lo demás, la articulación entre las obligaciones laborales y las
responsabilidades familiares es un tema cada vez más conflictivo,
fundamentalmente para las mujeres. No se trata sólo del cuidado de los hijos:
el incremento de la longevidad implica que un creciente número de familias
tiene a cargo a parientes ancianos o enfermos, que requieren atención especial.
Aunque lo que se propone más frecuentemente es que el gobierno proporcione más
infraestructuras para el cuidado de niños y ancianos, el trabajo en el hogar
resulta una solución que puede ayudar a mujeres y hombres a resolver los
tironeos entre su trabajo y su familia.
Cómo lo perciben los teletrabajadores?La mayoría de los
teletrabajadores acepta bien esta forma laboral, a causa de determinados
beneficios que esta proporciona, como no pasar tanto tiempo en sus automóviles
en sus viajes a y del trabajo, mayor flexibilidad de horarios, mejores
posibilidades de interacción con sus familias, menores gastos en ropas de
oficina, restaurantes, estacionamientos, combustible, etc. Pueden cultivar sus
jardines, estar en casa cuando los chicos llegan de la escuela, ir a los actos
escolares o enseñarles un par de trucos de fútbol.
Sin
embargo, se plantea el interrogante de si el teletrabajo permite las mismas
posibilidades de ascenso que el trabajo en la oficina. Muchos teletrabajadores
temen que el hecho de no ser vistos o de no establecer relaciones personales
cara a cara con sus jefes sea una desventaja. Esto no parece ser un problema:
un estudio realizado por la "Small Business Administration" en 1993
concluyó que los teletrabajadores obtienen promociones en mayor proporción que
los que van todos los días a la oficina. Asimismo, un número creciente de
empresas admite o impulsa el teletrabajo: la firma de investigación neoyorkina
Find/SPV asegura que el actual número de teletrabajadores (9 millones) es el
doble de los que había en 1990 y que llegará a 11 millones en el año 2000. Una
proporción creciente de estos trabajadores está empleada en empresas medianas y
pequeñas.
Otra
cuestión a debatir es si el teletrabajo no constituye en realidad una
transferencia de costos al teletrabajador. Si bien muchas empresas pagan por el
software y el hardware, además de cursos de formación y actualización en el
manejo de las tecnologías de comunicación, otras, sobre todo las más pequeñas,
esperan que estos costos sean cubiertos por el mismo empleado, o se limitan a
pagarles un módem. Por lo demás, es necesario considerar el costo de un espacio
en el hogar dedicado exclusivamente al trabajo, gastos de energía (luz,
climatización), amueblamiento, seguros contra accidentes de trabajo, etc.
Generalmente se acepta que el empleado gasta menos en transporte, ropas
formales y comidas fuera del hogar, lo que compensaría los gastos del trabajo a
domicilio, aunque esto no está comprobado todavía.
En
cuanto a los seguros, existe actualmente una reglamentación al respecto, aunque
ésta varía según los diferentes estados. Las compañías de seguros afirman que,
en caso de accidente, la compensación es cobrada primero por el empleado en
cuyo hogar ocurrió el hecho, y luego por el empleador que se beneficia del
trabajo, pero muchas áreas aún permanecen en la oscuridad: cómo se comprueba
que fue realmente un accidente de trabajo? Qué ocurre si un cliente visita al
teletrabajador y resulta herido en su casa? Actualmente las compañías de
seguros y las empresas trabajan para poner al día una reglamentación al
respecto.
La
diferencia en la percepción del teletrabajo según el género es otra de las
preocupaciones de los investigadores norteamericanos. El teletrabajo tiene la
particularidad de borronear las fronteras entre los ámbitos del trabajo y el no
trabajo (Wellman et al, 1996). Una alta proporción de los teletrabajadores son
mujeres, existe mayor flexibilidad laboral y más trabajo a tiempo parcial, y se
acentúa la división entre trabajadores calificados y no calificados. Como
ocurre en otras áreas de la vida cotidiana, hombres y mujeres perciben el
trabajo en forma diferente, aunque no necesariamente contradictoria.
Las
investigaciones realizadas en Estados Unidos y Canadá sugieren que el
teletrabajo refuerza la división de género en el hogar porque las
teletrabajadoras realizan más trabajo doméstico, incluyendo más horas al
cuidado de sus hijos y de la familia en general, que los hombres. Las mujeres
evidencian mayores niveles de "stress" que los hombres, referidos al
conflicto entre las demandas laborales y hogareñas y la falta de tiempo para el
ocio. Las teletrabajadoras expresan que están satisfechas con el trabajo en
casa, posiblemente porque esta fusión de los espacios laboral y doméstico
alivia los tironeos entre trabajo y familia y puede mejorar las relaciones
familiares (DuBrin, 1988). Por estas razones, las empleadas administrativas que
realizan su trabajo por medio de la CMC están en general más orientadas hacia
la familia que sus colegas que trabajan físicamente en las oficinas de las
empresas.
Pero
el teletrabajo no parece ser una solución completa: la fusión de los ámbitos
laboral y doméstico puede ser perturbadora y pueden hundir más profundamente a
las mujeres en los hogares y limitar sus salidas al exterior (Heck et al,
1995). Las mujeres que trabajan desde sus hogares pasan la misma cantidad de
tiempo realizando tareas domésticas, sin importar el estatus laboral, el número
y edades de los hijos, si trabaja a tiempo parcial o completo o cómo es la
estructura de su familia. Las teletrabajadoras parecen gastar tanto en cuidado
de sus hijos como las que trabajan en la oficina, y algunas de ellas más aún
(Falconer, 1993). Sin embargo, las madres de hijos mayores pueden trabajar más
cómodamente cuando los niños están en la escuela, con la ventaja de poder
recibirlos cuando vuelven a casa y de estar a mano en caso de emergencias.
Los
hombres manifiestan mayor grado de satisfacción: los teletrabajadores informan
que las relaciones con sus hijos son mejores que las de los padres que trabajan
fuera del hogar: disponen de mayor tiempo libre, sufren menos de
"stress" que antes de comenzar a teletrabajar, y juegan más con sus
hijos.
Sin
embargo, como informa Wellman (1996) en sus investigaciones, las dinámicas de
género son diferentes: Los hombres perciben el teletrabajo como un privilegio,
porque quieren mayor autonomía, y como un beneficio extra, tienen mayor
interacción con sus familias. Las mujeres ven al teletrabajo como una solución
intermedia, porque las responsabilidades familiares les limitan sus horas de
trabajo, y desean horarios flexibles.
El punto de vista de las empresasA pesar de que los entusiastas
del post-fordismo sugieren que el teletrabajo libera a los trabajadores
(Toffler, 1980), la mayor parte de los estudios e investigaciones realizados
hasta el presente sostiene la conclusión neo-fordista de que los altos
ejecutivos empresarios mantienen un alto control de la planificación y los
recursos, aunque descentralizan las tareas y la ejecución de las decisiones
(Wellman et al, 1996). Las empresas que implementan el teletrabajo para reducir
sus costos también incrementan el control sobre la producción de sus
trabajadores.
Esta
estrategia es más efectiva con los empleados administrativos, que en su mayoría
son mujeres con hijos pequeños.
Cuanto
más severas sean las limitaciones y obligaciones personales de los empleados
(como el cuidado de niños pequeños, la falta de preparación necesaria para
conseguir un empleo mejor, etc.) y menor sea la demanda de trabajadores con sus
calificaciones en el mercado, más posibilidades tendrán éstos de ser sometidos
a un control más estrecho. De este modo, la cuestión de la libertad laboral es
dual: los empresarios incrementan el control sobre los empleados
administrativos que optan por el teletrabajo, mientras que los profesionales
han ganado mayor autonomía (Simons, 1994).
El
impacto divergente del teletrabajo en el control y organización del empleo
sigue así la lógica dual dominante en el mercado de trabajo, en el que las
estrategias de las empresas determinan su alcance, modalidades y difusión. Si
una empresa dispone de un alto número de puestos administrativos y de
candidatos suficientemente calificados para ocupar estos puestos, los acuerdos
laborales asegurarán un mayor control de la cúpula empresarial. Si, por el
contrario, requiere de personal altamente calificado y pretende retenerlo en la
firma, les proporcionará arreglos laborales más flexibles. Los profesionales
obtienen con frecuencia mayor autonomía, flexibilidad, nuevos conocimientos y
compromiso con el trabajo, pero como contraparte también poseen mayores
incertidumbres sobre sus carreras e ingresos (Wellman et al, 1996).
En general, las empresas se muestran favorables al teletrabajo.En
algunos casos, lo que motiva su implementación es una necesidad perentoria. Por
ejemplo, cuando el terremoto de 1994 en Los Angeles destruyó seriamente algunas
carreteras y medios de transporte, muchas empresas adoptaron el teletrabajo
para mantenerse activas (Ditlea, 1995). Algunos gobiernos metropolitanos lo
impulsan como una medida anti-contaminación ambiental, que les ayuda a cumplir
con los requisitos de la "Clean Air Act" mencionada mas arriba.
Para
las empresas medianas y pequeñas la implementación de oficinas hogareñas donde
algunos ejecutivos y otros empleados puedan trabajar unos días por semana,
unidos a la oficina central por medio de computadoras y otros medios de
comunicación, es una alternativa más entre otras muchas, posibilitadas por la
tecnología de información y comunicación. Otras opciones son: Centros de
servicios remotos para clientes, donde los empleados pueden responder las
llamadas telefónicas o los "e-mails" de los clientes desde sus
computadoras hogareñas, sin necesitar casi nunca concurrir en persona a la
oficina central.
Centros
de teletrabajo y oficinas satélites, en edificios de la empresa localizados
cerca del domicilio de los empleados, para reducir las distancias de viajes
cotidianos.
Oficinas
virtuales o móviles, que dependen de computadoras portátiles e instrumentos de
comunicación para permitirán los empleados que trabajen en cualquier lugar
donde se encuentren, como por ejemplo, en viajes de negocios.
Se
ha demostrado que la oficina instalada en el hogar del teletrabajador es la más
barata entre estas opciones. Generalmente sólo necesita una pequeña cantidad de
hardware y software, además de la adopción de prácticas diferentes en la
organización del trabajo, como los horarios a cumplir, días libres, modalidades
de trabajo y de comunicación. Las motivaciones de las empresas son
fundamentalmente de índole económica: el teletrabajo significa la reducción del
espacio de oficinas, energía y otros ítems. Algunas firmas combinan teletrabajo
y "hoteling", una modalidad que implica que los días en que el
trabajador concurre a la oficina, comparte su escritorio y su espacio con
otros, a través de un sistema de reservas que asigna lugares los días en que el
empleado no trabaja en su casa ni está en viaje de negocios. Consulting and
Audit Canada (CAC) afirma que apunta a ahorrar 234.000 dólares al implementar
este concepto, lo que incluye un piso entero de oficinas (Blodgett, 1996).
Los
costos varían según la inversión de la empresa en la oficina hogareña: para
algunas, ésta es de alrededor de 150 dólares, es decir, el precio de un módem
de última generación. Para otras, aumenta considerablemente: la Compaq Computer
Corp. de Houston estima que implementar el teletrabajo le costó alrededor de
13.000 dólares por teletrabajador el primer año, incluyendo nuevas
computadoras, software y formación, pero que en el segundo año, luego de
eliminar el "outsourcing" de asistentes de oficina, este costo se
redujo a 4.000 dólares por empleado (Blodgett, 1996). Otras motivaciones fuertes
para los empresarios es retener a los empleados calificados que desean trabajar
con más calma y en mejores condiciones. En cuanto a los aumentos en la
productividad, éstos son difíciles de medir, de acuerdo a los usuarios del
teletrabajo y a los observadores empresarios.
Los impactos del teletrabajo en el uso del espacio urbano
Las
tecnologías de información y comunicación permiten una creciente disociación
entre la proximidad física y el desarrollo de las funciones de la vida
cotidiana (Castells, 1996), como el hábitat, el trabajo, la educación o la
recreación. Desde hace décadas, tanto los investigadores en ciencias sociales
como los autores de ciencia ficción han pronosticado que esto significa el fin
de las ciudades, tal como las entendemos actualmente. Si éstas ya no cumplen
funciones que necesitan de la concentración física, no tienen por qué existir,
argumentan los futurólogos.
Sin
embargo, las razones para la convivencia con otros seres humanos son
profundamente complejas y las ciudades han continuado existiendo a través de
las revoluciones tecnológicas de la historia, aunque han sufrido ciertas
transformaciones. El teletrabajo causará mutaciones en el uso del espacio o en
la forma urbana? Vale la pena reflexionar brevemente sobre esto.
Como
se ha mencionado más arriba, la difusión del teletrabajo está lejos de ser
explosiva hasta el presente, aunque aparece como una tendencia constante, de
crecimiento progresivo.
Esto
no implica el fin del trabajo cara a cara ni el de los edificios de oficinas,
ni de las "cities" de negocios y financieras, pero ciertamente
significa una transformación en el uso del espacio urbano para algunas capas de
la población: los pequeños empresarios auto-empleados, los profesionales, los
empleados altamente calificados y parte de los administrativos.
Es
muy probable que el trabajo en el hogar, ya sea a tiempo total o parcial, y la
implementación de tele-centros en barrios urbanos y suburbios metropolitanos,
acompañada por la desconcentración de ciertas funciones urbanas, como el
funcionamiento bancario, las escuelas y universidades, que siguen la tendencia
marcada por la población de ingresos medios y altos que abandonan el centro
urbano, favorezca los procesos de desconcentración y suburbanización, agravando
los problemas de transporte en lugar de resolverlos. Por otra parte, el tráfico
automotor puede intensificarse en los suburbios, aunque en distancias más
pequeñas. Es posible que estos suburbios, parte de cuyos habitantes
permanecerán en ellos al menos algunos días por semana, dejen de ser
barrios-dormitorio y adquieran una nueva vitalidad.
Sin
embargo, como plantea Castells (1989, 1996), si bien la forma urbana es
modificada por las tecnologías de información y comunicación, esta
transformación no sigue una pauta única y universal: por el contrario, muestra
una considerable variación dependiendo de las estructuras sociales locales y de
los contextos económicos, culturales, históricos e institucionales. Por esta
razón, el teletrabajo, que puede acentuar la tendencia norteamericana a la suburbanización,
no afectará en la misma medida las concentradas ciudades europeas ni las
"megacities" latinoamericanas. En las últimas, en las que se
desarrollan procesos de suburbanización similares a los norteamericanos, en los
que los estratos socioeconómicos medios y altos escapan de los centros urbanos
contaminados y violentos, para refugiarse en barrios privados periféricos,
relativamente no contaminados y fuertemente vigilados por empresas privadas de
seguridad (como en los casos de Buenos Aires o Caracas), el teletrabajo puede
contribuir a agudizar esta tendencia. Aún así, es necesario recordar que no
constituye la causa fundamental, sino uno de los elementos posibilitadores.
El teletrabajo y los planificadores urbano-regionalesEl
desarrollo futuro del teletrabajo depende de un amplio rango de factores.
Aunque la tecnología y la planificación jugarán sin duda roles importantes, el
crecimiento del teletrabajo está relacionado, ante todo, con la voluntad de
empleadores y empleados. Una de las preocupaciones más frecuentes de los
empleadores es que no pueden vigilar el trabajo de los teletrabajadores como lo
hacen en la oficina, pero ésta disminuirá a medida que puedan verificar cada
vez más ejemplos de teletrabajo exitoso, y pasen de monitorear a los empleados
a monitorear su producción. Por su parte, los trabajadores expresan
prevenciones ante el aislamiento y la falta de contactos socio-laborales, lo
que puede alentar el teletrabajo parcial, más que a tiempo completo. Pero si el
entusiasmo por el teletrabajo aumenta, tanto por parte de las empresas como por
la de los empleados, es probable que éstas y otras barreras vayan cayendo
(Handy Mokhtarian, 1995) y que se implementen cada vez más soluciones como los
tele-centros.
Los
planificadores urbano-regionales pueden influenciar en cierto grado el
desarrollo del teletrabajo, ya sea para impulsarlo o para inhibirlo. Los
planificadores de transporte en los países más desarrollados recurren al
teletrabajo como una estrategia para reducir la contaminación del aire, la
congestión del tráfico vehicular y los tiempos de viaje. Sin embargo, los
efectos son complejos y difieren en el corto y el largo plazo muchos de los
interrogantes sobre el grado exacto en que el teletrabajo puede resolver los
problemas de transporte no han sido respondidos hasta ahora (Mokhtarian, Handy,
and Salomon, 1994).
Algunas
políticas de transporte pueden alentar el teletrabajo, particularmente aquéllas
que, al aumentar el precio de los desplazamientos, hacen que trabajar en casa
resulte más económico. Un ejemplo de las que se han recomendado en Estados
Unidos es el pago por la congestión: los trabajadores que viajan en las horas
pico pagan una suma por usar las carreteras a esa hora. Otro es cobrar por el
estacionamiento en los párkings donde actualmente los empleados estacionan sus
coches gratis.
El
propósito de estas políticas es primariamente desalentar el tráfico en las
horas pico y la ocupación individual de los vehículos, pero el secundario es
dirigir a los empleados hacia el teletrabajo, entre otras alternativas.
Es
obvio que tienen serias limitaciones: dado que en muchos casos los empleados no
pueden elegir si trabajar en sus casas o en las empresas, ni sus horarios de
viaje, estas recomendaciones parecen más bien castigos para los trabajadores.
Paradójicamente,
el planeamiento con respecto al uso del suelo tiende a inhibir el teletrabajo.
En algunos casos, las regulaciones locales prohiben a los habitantes trabajar
en sus propios hogares.
Por
absurdo que parezca en la actualidad, en 1985 Chicago prohibió el trabajo en
casa si éste implicaba el uso de aparatos electrónicos, incluyendo computadoras
(Baer, 1985). Los Angeles, que padece un serio problema de contaminación
ambiental, prohibe que se ejerzan profesiones o actividades laborales en las
casas en los barrios residenciales, pero permite el teletrabajo (Fanselow,
1992). Actualmente existe un consenso sobre la necesidad de flexibilizar estas
reglas y permitir el trabajo en el hogar bajo ciertas condiciones. Normativas
que permitan un uso mixto del suelo (residencial - comercial), podrían atraer
actividades como correos privados, fotocopias, servicios de fax, proveedores de
insumos de computación, sucursales de bancos, guarderías para los niños,
tiendas, restaurantes y gimnasios, a las áreas donde residen los
teletrabajadores, generalmente los suburbios de las grandes ciudades. Las
ventajas derivadas incluirían el incremento de ahorros en el transporte
regional (dado que los desplazamientos serían más cortos, y muchos de ellos
podrían ser hechos a pie o en bicicleta), así como la disminución de la
sensación de aislamiento que se asocia al trabajo en casa en los suburbios.
El
planeamiento del uso del suelo podría impulsar el teletrabajo más directamente.
Si se impusieran reglas o se ofrecieran incentivos a los nuevos desarrollos
urbanísticos para que provean a sus habitantes de infraestructuras de
telecomunicaciones de última generación, se ampliaría el número de tareas
factibles de efectuar desde el hogar. El diseño de las casas podría incluir
espacios específicos para oficinas hogareñas. Se pueden implementar
tele-centros barriales, locales provistos de equipamiento en telecomunicaciones
pagado parcialmente por diversas empresas, para ser usados tanto por los
teletrabajadores como por organizaciones comunitarias locales. En este último
caso, los vecinos tendrían la opción entre trabajar en sus casas, conducir o
caminar hasta el tele-centro, lo que eliminaría su sensación de aislamiento.
También se pueden implementar tele-centros regionales, que servirían a los
teletrabajadores en zonas más amplias (Hendy and Mokhtarian, 1995). A su vez,
estos nuevos equipamientos urbanos requieren una planificación cuidadosa para
localizarlos en los lugares adecuados y adaptar el sistema de transporte local,
con el fin de reducir la necesidad de conducir hasta el centro urbano.
Actualmente, un número considerable de arquitectos y planificadores urbanos
proponen la inclusión de oficinas hogareñas y tele-centros vecinales en áreas
residenciales y mixtas.
Los
investigadores y planificadores urbanos, así como los decisores municipales,
son parcialmente responsables por la forma y el grado de difusión del
teletrabajo. Las políticas urbanas que permiten o aceleran el crecimiento de
las ciudades hacia sus periferias pueden contrarrestar los beneficios del
teletrabajo, a causa de la dependencia del automóvil y de los
kilómetros-vehículo asociados a la desconcentración. Por el contrario, las
políticas que impulsen un crecimiento más concentrado podrían preservar los beneficios
del teletrabajo, a condición de mantener coherencia con el desarrollo regional,
lo que requiere de una política regional integrada. También resulta crucial lo
que las comunidades rurales o las pequeñas ciudades decidan con respecto al
teletrabajo. Algunas pueden implementar tele-centros como una estrategia para
el desarrollo económico local, creación de empleos para los vecinos y atracción
de nuevos habitantes. Por ejemplo, el pueblo de Oberlin, en Kansas, construyó
un centro de telecomunicaciones para proporcionar empleos a sus habitantes y
disminuir la emigración de los locales hacia las grandes ciudades. Por otro
lado, otros pueblos o ciudades pequeñas pueden preferir desalentar estos
desarrollos, con el objeto de conservar sus características locales (o de
clase, composición étnica, etc.) y evitar que los habitantes de las ciudades se
instalen en ellos.
Planificadores,
investigadores y funcionarios municipales tienen un rol importante en la
generación y difusión de conocimiento con respecto al teletrabajo. La
investigación realizada hasta el presente es insuficiente, sobre todo en los
países en desarrollo. Aún se necesitan estudios sobre los alcances del
teletrabajo, sus impactos sociales, económicos y espaciales, y sobre cómo
redirigirlo en caso necesario.
Pero,
sobre todo, es necesario tener presente que las empresas, los sindicatos y los
decisores de políticas laborales son los actores fundamentales en este proceso.
La planificación del teletrabajo a nivel urbano es inconcebible sin una articulación
con ellos.
Notas
Nota 1: Este papel es el resultado de una
investigación llevada a cabo en la State University of New York at Buffalo,
U.S.A., de marzo a junio de 1997, en el marco de una Beca Fulbright. Por esta
razón, la mayor parte de la información utilizada y de los ejemplos citados son
norteamericanos.
Nota 2: Para obviar los debates sobre los conceptos
aparentemente contradictorios entre lo virtual y lo real, prefiero referirme a las
redes de personas e instituciones ligadas por la CMC como a comunidades
electrónicas
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