KAIROS - Año 1
Nro 1, 2do Semestre '97 - ISSN 0329-336X
LOS RASGOS DE UNA NUEVA
EPOCA HISTORICA
Alcira Argumedo.
Socióloga. Docente e investigadora de la U.B.A.
El
período histórico por el cual atraviesa el mundo de hoy, presenta profundas
similitudes con esa etapa de la historia comprendida entre fines del siglo
XVIII y mediados del XIX, cuando se conjugan las transformaciones generadas por
el paulatino desarrollo de la Revolución Industrial, con los nuevos valores de
una ética social y cultural que sustentan el Iluminismo y la Revolución
Francesa. Más allá de las complejidades y contradicciones de esa etapa crucial,
las consignas de libertad, igualdad y fraternidad conformaban una concepción
del mundo que reclamaba mayor igualdad entre los seres humanos; pero, al mismo
tiempo, constituían requisitos técnico-económicos para desplegar los
potenciales de la Revolución Industrial, que no podían procesarse con trabajo esclavo,
servidumbre feudal, aristocracias de sangre o monarquías absolutas
Forzando
las semejanzas históricas, sería posible afirmar que la etapa comprendida entre
el fin de la Segunda Guerra Mundial y comienzos de la década de l970 presencia
la "Revolución Francesa" del llamado Tercer Mundo, manifestada en el
ascenso de las demandas sociales y nacionales, en los procesos de
descolonización y liberación de las antiguas áreas coloniales, en la
reivindicación de sus identidades culturales largamente despreciadas, en los
reclamos de justicia, autonomía e igualdad. Son los valores de casi dos tercios
de la población del mundo a quienes las metrópolis occidentales les habían
negado su carácter integralmente humano: es sabido que la libertad, la igualdad
y la fraternidad estaban referidas a los franceses blancos pero no a los
argelinos o indochinos; que se reservaban para los ingleses blancos pero no
para los hindúes o africanos; que eran patrimonio de los blancos
norteamericanos pero no de los negros o los indios; que caracterizaban a las
clases privilegiadas en América Latina pero no a los indígenas, negros y
mulatos; y así en las más diversas experiencias del dominio occidental en sus
propias sociedades o sobre los pueblos de ultramar.
Este
ascenso de las demandas nacionales y sociales impondrá un fuerte
cuestionamiento a determinados núcleos de poder de las potencias occidentales
como fueran, entre otros, la derrota norteamericana en Vietnam; el alza de los
precios del petróleo y el embargo petrolero promovido por los países árabes en
la guerra de Yom Kipur; la fortaleza alcanzada por los reclamos y
cuestionamientos de las regiones del Sur nucleadas en el Movimiento de Países
No Alineados; el triunfo de diversos movimientos populares dispuestos a
revertir el poder de las potencias occidentales y los sectores dominantes
locales en diversas naciones de Asia, Africa y América Latina; el peso de los
nuevos países en los organismos internacionales; las movilizaciones
estudiantiles y obreras en Europa; el movimiento negro y las resistencias
frente a la guerra en los Estados Unidos.
También
en esta "revolución francesa" del Tercer Mundo, la reacción de los
poderes hostigados impondrá su restauración conservadora. La retirada
norteamericana de Vietnam dará lugar a un agresivo intento de recomposición del
poder hegemónico de los Estados Unidos -iniciado por Kissinger y más tarde
profundizado por el proyecto neoconservador de Reagan y Bush- que en América
Latina se manifiesta a través de una ola sincrónica de dictaduras militares,
dispuestas a utilizar el terror hasta sus últimas y más aberrantes
consecuencias para desarticular cualquier oposición a sus designios. La
intervención directa en Africa y la dureza con que poco después se definirá una
nueva etapa de guerra fría -la Tercera Guerra Mundial enunciada por Reagan y
conocida como Guerra de las Galaxias- se articulan con una etapa de acumulación
de riquezas y beneficios sin precedentes por parte de los grandes grupos
económico-financieros y bancos transnacionales que, a través de las denominadas
políticas neomonetaristas y neoliberales, implantarán diversos mecanismos de
succión de recursos públicos, nacionales y sociales en favor de un nuevo poder
mundial que se extiende a nivel global. Sustentada en un despliegue tecnológico
que ha establecido un salto de calidad en sus potencialidades, esta
restauración conservadora se afianza en los años ochenta y culmina al finalizar
esa década con el triunfo de los Estados Unidos en la Tercera Guerra Mundial,
que implicará la desintegración de la Unión Soviética y sus áreas de influencia
y un creciente control de las economías periféricas y centrales por parte de
ese nuevo poder económico-financiero internacional.
Favorecida
por el incremento de los precios del petróleo -que alcanza un l500% entre l973
y l979- se despliega la Revolución Científico-Técnica, cuyos motores esenciales
serán la competencia por el mercado mundial en el campo civil y la carrera
armamentista y espacial entre las superpotencias. Una revolución tecnológica
que se acelera durante la década de los ochenta, junto al creciente
afianzamiento del poder económico-financiero mundial y de la acción de sus
representantes fundamentales: el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional. En este contexto, las tecnologías de avanzada permiten la
consolidación de un nuevo modelo productivo y de administración económica y
social, que cierra el ciclo histórico de la Revolución Industrial y transforma
drásticamente el concepto y las características del trabajo, así como la
composición y la dinámica del mercado mundial, con decisivos impactos sobre el
empleo y la organización de las sociedades
Desde
comienzos de la década de los ochenta, los sectores de avanzada en ciencia y
tecnología -el complejo teleinformático, los nuevos materiales, la
biotecnología, entre otros- han establecido las bases de una transformación en
profundidad de las condiciones de producción e intercambio de la vida social de
los hombres, reformulando las condiciones laborales típicas de la etapa madura
de los Revolución Industrial en los más diversos aspectos. Esto impone la
necesidad de establecer definiciones político-culturales de base, que marcarán
el rumbo de los procesos económicos y sociales, planteando inéditos desafíos en
los umbrales del siglo XXI. En rasgos muy gruesos, es posible agrupar los
impactos de la Revolución Científico-Técnica sobre el trabajo y el empleo en
tres áreas principales:
l.-
En primer lugar, las actuales tecnologías de punta producen un salto
cualitativo en términos de eficiencia, velocidad, productividad y calidad de
los procesos, que establecen un hito irreversible en los esquemas de producción
y en los servicios y obligan a incorporarlas como elementos esenciales en las
diversas aáreas del desarrollo económico y social. Varias veces se ha señalado
que sus potencialidades son equivalentes a las del ferrocarril frente al
transporte en carretas y diligencias o a las de la electricidad ante la
iluminación a velas de sebo: antes o después deben ser utilizadas en el
quehacer económico, ante el riesgo de afrontar desventajas insostenibles. No
obstante, las formas específicas de la reconversión tecnológica y las
modalidades de inserción de los trabajadores varía sensiblemente en función de
las concepciones y los valores políticos y culturales predominantes en cada
país, dando lugar al diseño de diferentes modelos de sociedad y Estado: el
contraste entre el Japón y los Estados Unidos en este aspecto, evidencia la
falacia neoliberal acerca de la existencia de un "único camino" para
ingresar en la etapa de la historia que se inicia.
2.-
Las nuevas tecnologías tienden a cerrar la brecha entre trabajo manual e
intelectual que caracterizara a los anteriores modos históricos de producción.
Se calcula que en no más de una década el 95% de las tareas normales de una
sociedad van a requerir un mínimo de educación de l0 a l2 años, con un promedio
de ocho horas diarias de estudio. Debe tenerse en cuenta que, por ejemplo, los
barrenderos no utilizarán más los tradicionales escobillones de mano, sino
vehículos de diferentes tamaños con minicomputadoras que les permitan informar
al centro de inteligencia respectivo la existencia de troncos que obstruyen
calles, caños rotos o similares, para una rápida detección del estado de la
ciudad. En el campo de la industria, los trabajadores de overall de la cinta de
montaje, que genialmente retratara Chaplin en Tiempos Modernos, se transforman
en técnicos que manejan o controlan instrumentos automatizados como robots,
computadoras, máquinas-herramientas de control numérico, sistemas de diseño o
bancos de datos informatizados, lo cual requiere una calificación de nuevo tipo
que vuelve anacrónicas las tradicionales habilidades de los obreros
especializados; y la división técnica del trabajo que fundamentara
científicamente Taylor hacia fines del siglo pasado, ha sido reformulada en un
sentido prácticamente inverso al que primara desde entonces.
Si
en el taylorismo cada persona era más eficiente repitiendo una infinita
cantidad de veces la misma actividad -sin tener una visión del conjunto del
proceso de trabajo- en los sistemas flexibles todos los trabajadores tienen la
necesidad de conocer la dinámica global de ese proceso como condición de
eficiencia para potenciar su actividad particular. En este sentido, los
círculos de calidad -una de las manifestaciones de avanzada en la organización
del trabajo- suponen la articulación de grupos donde participan los diversos
estamentos laborales (diseñadores, ingenieros, trabajadores de taller) y
promueven una acción y un pensamiento colectivos, capaces de enriquecer la
creatividad, la imaginación y los aportes de sus integrantes con el fin de
hacer más eficiente el rendimiento de cada uno de ellos.
Los
sistemas automatizados demandan una capacitación polivalente, susceptible de
cubrir un amplio espectro de funciones, con una sólida formación de base que
pueda ser reorientada hacia nuevas especializaciones ante la celeridad de los
cambios tecnológicos. Pero también demandan ductilidad para integrarse en el
trabajo grupal y disposición a cooperar y alimentar la solidaridad del equipo;
donde el personalismo, la competencia individualista o el afán de destacarse en
detrimento de los otros se vuelven cada vez más disfuncionales. De esta forma,
en los esquemas industriales y de servicios tienden a desparecer el trabajo
manual y el esfuerzo físico, para ser reemplazados por trabajadores de
creciente preparación intelectual, con una formación integral que les permita
afrontar diversos trabajos no segmentados y tareas de equipo.
3.-
Sin duda, el impacto de mayor contundencia de la revolución tecnológica en
curso es la decisiva disminución en los requerimientos de tiempo de trabajo y
en la participación del factor humano en la composición orgánica del capital.
Se calcula que en los más diversos ámbitos -industria, administración,
servicios generales, servicios financieros, medios de comunicación e
información, minería, sector agropecuario, etc.- es posible desarrollar
normalmente las tareas con un promedio de tiempo de trabajo necesario inferior
en un 75% al que demandaba la última etapa de la Revolución Industrial hacia
fines de la década de l970. Esto supone alternativas de carácter civilizatorio,
ya que de la forma en que se resuelva tal disminución dependerá la futura
estructuración de las distintas sociedades y también sus posibilidades de
ingresar en los escenarios del siglo XXI. Es posible afirmar que, en términos
polares, existen al respecto dos opciones: o se tiende a un desplazamiento bajo
diversas formas de los antiguos trabajadores generando una desocupación y
marginalidad social sin retorno; o se tiende a una recalificación en gran
escala de la mano de obra, que permita ir reemplazando el tiempo por la calidad
del trabajo, con tendencia hacia un descenso sistemático de la jornada laboral
que se acompañe de un incremento sustancial de los ingresos.
Cuando
comenzó a extenderse la Revolución Industrial en la primera mitad del siglo XIX
se plantearon opciones similares. Las ideas político-económicas del liberalismo
manchesteriano, que signaron las formas dominantes de la reconversión
tecnológica en esa época, irían generando en Europa una masa de desocupados y
excluídos -una población excedente absoluta- que es posible calcular entre 400
y 500 millones de personas en cien años. Esa fue la base de las migraciones
masivas hacia las regiones de ultramar -donde diversos genocidios de la
población autóctona, como en los Estados Unidos, Argentina o Australia, habían
dejado amplias extensiones de tierras vacías- y también de la carne de cañón en
las guerras intereuropeas o en los procesos de expansión colonial.
Recién
en la segunda mitad del decenio de l930 y en particular luego de la Segunda
Guerra Mundial, los Estados keynesianos y los sistemas fordistas de producción
y organización económico-social impulsarían políticas de pleno empleo, con
aumento de los salarios reales y una disminución del tiempo de trabajo: si al
finalizar el siglo XIX la jornada semanal era de aproximadamente 72 horas, a
mediados de este siglo había descendido a 40 horas: una reducción del 45%. En
las condiciones históricas que se están esbozando, las opciones indican,
respectivamente, la posibilidad de generar una población excedente absoluta
superior a los 4.000 millones de personas en el mundo; o inéditos modos de
reintegración social, teniendo como horizonte una jornada semanal promedio no
mayor a 20 horas, con un incremento sustancial de los salarios, derivado de la
calidad de ese trabajo. Al respecto, debe recordarse que la llamada "edad
de oro" del capitalismo que se extiende entre l945 y l973 -y que también
lo fuera para el socialismo- dio lugar al crecimiento económico más alto y
sostenido de toda su historia, donde el descenso de la jornada laboral
coincidía con la extensión de los beneficios sociales, el pleno empleo y los más
altos salarios relativos.
En
el contexto de estas transformaciones profundas y extendidas, es posible
percibir el paulatino diseño de dos opciones polares, como modos de
rearticulación de las sociedades en los inicios del siglo XXI. Sin desconocer
los matices y diferenciaciones que necesariamente presentarán estas
alternativas tan disímiles, consideramos posible sintetizar los rasgos
principales de las potencialidades y los interrogantes planteados por cada una
de ellas.
Los
modelos de democratización integral
Junto
a otros cambios de magnitud, la Revolución Científico-Técnica impone al conocimiento
-que incluye información y capacidad innovativa- como el nuevo recurso
estratégico que ha de definir el papel de los distintos países y regiones al
comenzar el tercer milenio. Ya en la actualidad, las ramas más dinámicas del
mercado mundial son las llamada conocimiento-intensivas; es decir, las que
incorporan una mayor cantidad de conocimientos en la producción, en los
servicios, en la administración o en la comercialización de los productos: sea
el conocimiento materializado en nuevos instrumentales "inteligentes"
(computadoras, robots, redes teleinformáticas y similares) como el conocimiento
de quienes los operan. Donde la clave sigue estando en las características, el
talento, la formación, la creatividad y la imaginación de estos últimos; porque
si las computadoras y los bancos de datos exhiben una indiscutible superioridad
frente a las máquinas mecánicas para enriquecer y acelerar los procesos de
escritura, de ninguna manera producen un escritor.
A
diferencia de los recursos estratégicos de la Revolución Industrial -como los
altos hornos, la industria pesada, el petróleo- la incorporación,
procesamiento, producción, reproducción y distribución del recurso conocimiento
es esencialmente democratizante, en tanto sólo permite desarrollar sus
potencialidades si está difundido en el conjunto de cada sociedad y no si es
patrimonio exclusivo de una minoría. Baste considerar que si el 95% de las
actividades socio-económicas implicarán una formación mínima equivalente a
estudios secundarios, la sociedad toda estará limitada en su funcionamiento si
esos saberes no están suficientemente distribuídos. A su vez, el carácter
intrínsecamente democrático del recurso conocimiento se manifiesta en las
fuentes principales de su producción y reproducción, que obligan a garantizar
procesos de amplia democratización económica, social y cultural; ya no
solamente como expresión de valores solidarios sino, además, como requisitos
técnico-económicos para afrontar los nuevos paradigmas productivos y de
servicios.
Así,
en las coordenadas tecnológicas que se están consolidando a nivel mundial, un sistema
educativo primario y secundario de alto nivel de calidad extendido a toda la
población, además de ser un derecho social, se transforma en una condición
técnica y económica ineludible. Uno de los pilares de la ventaja alcanzada por
el Japón frente a los Estados Unidos en la disputa por el mercado mundial de
los últimos quince años es la calidad y cobertura de la educación japonesa,
donde el 98% de los niños que inician el primario terminan el secundario y de
ellos la mitad realiza estudios terciarios o universitarios. Esta situación ha
dado lugar a una diferencia abismal en la calidad productiva entre ambos
países: como señala Michel Albert, se calcula que en la actualidad los
productos norteamericanos presentan cien veces más fallas que los japoneses.
Porque
en las nuevas coordenadas tecnológicas los niveles educativos del 50% inferior
de la población activa constituyen una de las principales ventajas competitivas
dinámicas, que anulan aceleradamente las ventajas comparativas estáticas
ligadas con mano de obra barata y recursos naturales, propias de las regiones
periféricas. De allí que los montos destinados al sistema de educación pública
-en tanto fuente básica de producción del recurso conocimiento- deben dejar de
ser considerados como un gasto del Estado para convertirse en inversiones
cuya magnitud e importancia deberán ser equiparadas a las que se orientan hacia
la infraestructura económica en rutas, en producción de energía o en el sistema
de comunicaciones e información.
La
segunda fuente de incorporación, producción, reproducción y distribución del
nuevo recurso estratégico es la recalificación en gran escala de la
población económicamente activa, con el objeto de permitirle un acceso
directo o indirecto a la operación inteligente de las tecnologías de punta. En
una etapa de transición como la que estamos atravesando, este acceso directo o
indirecto supone la conformación de grupos de trabajo que -como grupos- tengan
capacidad de utilizar las nuevas tecnologías, sin necesidad de que todos sus
miembros hayan adquirido tales habilidades. Se trata, más bien, de articular
diferentes saberes -incluyendo principalmente el de quienes estén capacitados
en el instrumental de avanzada- como un modo relativamente rápido de permitir
su masiva utilización por parte de los antiguos y nuevos trabajadores.
En
esta perspectiva, una recalificación de amplio alcance debe encararse como un
proceso colectivo, que adquiere múltiples variantes y combinaciones dentro de
un proyecto abarcador. La velocidad con que se ha producido la obsolescencia de
las anteriores calificaciones laborales obliga a promover estas experiencias
colectivas, donde los técnicos capaces de operar con eficiencia el instrumental
tecnológico han de cumplir el papel de transmisores o traductores de esos
conocimientos, a fin de reformular los saberes de aquéllos que, individualmente
considerados, presentan una formación laboral obsoleta. A través de la
conformación de grupos de trabajo, los saberes predominantemente manuales o
mecánicos pueden irse articulando con los conocimientos flexibles requeridos
por las nuevas tecnologías; y en ese desarrollo se va gestando una acción común
sustentada en la cooperación y en la solidaridad, como base de las nuevas
formas de organización de los procesos de trabajo.
En
tercer lugar, la Revolución de la Inteligencia impone un papel central a las universidades,
en tanto productoras del recurso conocimiento en su más alto nivel de calidad y
en toda la gama de los saberes científicos, técnicos, humanísticos, sociales y
culturales. En este marco, la consolidación de universidades de excelencia y
de masas -los dos términos de ninguna manera son contradictorios- es otro
de los requisitos técnico-económicos para poder desarrollar los nuevos patrones
productivos y de servicios: de la calidad y extensión de las universidades
dependerá el porvenir de nuestras naciones en las próximas décadas. Pero es
preciso desplegar un profundo debate acerca de los lineamientos de formación
profesional, científica y técnica, dado que la "taylorización" de los
saberes académicos y las rígidas fronteras disciplinarias, característicos de la
creciente especialización de las universidades, han comenzado a sufrir una
obsolescencia similar a la de los trabajadores de la cinta de montaje. El
conocimiento emergente se define por su carácter flexible, transdisciplinario y
con una consistente formación de base, que son las condiciones para garantizar
eficiencia y creatividad en cada campo específico.
La
cuestión de fondo es entonces el tipo de mentalidades que generen las
universidades; la promoción de un pensamiento crítico y riguroso, capaz de articular
diferentes conocimientos -de las ciencias sociales, las ciencias duras y de
cada una de ellas entre sí- como modo de enriquecer y potenciar el conocimiento
especializado: por ejemplo, quienes hoy trabajan en los segmentos más altos de
la informática de avanzada, los fractales o la matemática del caos señalan que,
para ser eficiente en estas áreas, es indispensable contar con una buena base
en literatura. Porque no se trata de una mera sumatoria inter-disciplinaria de
saberes parcializados, sino de nuevos abordajes de carácter integrador que
enriquecen y reformulan las problemáticas particulares de las distintas áreas
del conocimiento, al incorporarlas en un contexto comprensivo que permite
plantear nuevos interrogantes, novedosas formas de respuesta, concepciones
innovadoras y miradas críticas y creativas. Nuevos paradigmas del conocimiento
para afrontar los retos de la época histórica que se inicia, capaces de superar
las limitaciones de una "ciencia normal" esterilizada y anacrónica:
como lo muestran entre otros Carlos Marx y Max Weber en las ciencias sociales,
el pensamiento innovador es siempre de carácter transdisciplinario.
Y
también en los niveles universitarios el monto de información y conocimientos
reclamados para una formación integral, obliga a la constitución de equipos de
estudio e investigación -susceptibles de procesar un pensamiento colectivo a
partir del intercambio y el debate entre diferentes perspectivas y disciplinas-
sustentados en relaciones de cooperación y solidaridad, que alimentan novedosas
formas de especialización. Porque la hiperespecialización individualista que
demanda el mercado inmediato de científicos, técnicos y profesionales; o las
presiones de determinados núcleos académicos en el sentido de desarrollar una
"ciencia normal" de acuerdo con el "paradigma" del Banco
Mundial y el neo liberalismo conservador, se contraponen seriamente con las
exigencias de flexibilidad técnico-intelectual, con la necesidad de elaborar
abordajes integrales para las distintas problemáticas y con la formación de
mentalidades innovativas y rigurosas.
En
esta perspectiva, los sistemas de desarrollo científico-tecnológico
articulados con las universidades -en el ámbito nacional y latinoamericano- constituyen
la cuarta fuente nodal del nuevo recurso estratégico. Estos sistemas permiten
diseñar e instrumentar decisiones autónomas en términos de la incorporación,
procesamiento y producción de ciencia, técnica, información y capacidad
innovativa, en función de reorientar los procesos de reconversión de los
sectores productivos y de servicios y la reorganización de los múltiples
aspectos de la dinámica política, social y cultural. Porque es sabido que
ningún potencial científico o técnico es totalmente neutro en relación con sus
impactos y consecuencias; y que el "libre juego de las leyes del
mercado", concebido como lógica excluyente de orientación de las
sociedades, puede generar situaciones altamente nocivas para el bienestar de
los habitantes. Al respecto, los ejemplos de la actualidad sobran largamente.
La
regresión económica y social que sufre América Latina desde la sutilmente
denominada "década perdida", señala a las universidades y a los
sistemas de ciencia y tecnología del continente como los núcleos esenciales que
pueden ayudar a revertirla. Dado que, más allá de su imprescindible
reformulación, sólo en esos espacios se concentra actualmente la masa crítica
del recurso conocimiento referido a las más diversas problemáticas, lo cual les
plantea una responsabilidad histórica sin precedentes. En este marco, las
discusiones acerca de las relaciones universidad-sistema científico-empresas,
centrada en el lucro y en la supuesta productividad y eficiencia económica como
base para la elaboración de las respuestas, muestra una patética endeblez ante
las turbulencias del período que atravesamos.
Todo
modelo de universidad supone una estrecha relación con el modelo
socio-económico y cultural más abarcador, con el proyecto político orgánico que
lo promueve. Y así como la Reforma Universitaria de l9l8 no puede desligarse
del proceso de democratización de la sociedad argentina de esa época, que
tuviera en el triunfo de Hipólito Yrigoyen dos años antes otra de sus
manifestaciones contundentes, las actuales presiones para la reformulación de
las universidades de acuerdo con los postulados del Banco Mundial, se articulan
coherentemente con los modelos de alta concentración de la riqueza y creciente
exclusión social. Hoy los universitarios no pueden eludir las definiciones de
base acerca de qué modelos de sociedad y Estado pretenden sustentar; porque se
trata, ni más ni menos, de la necesidad de diseñar los vínculos y los nuevos
modos de articulación de estos centros nodales de producción de conocimiento
con los procesos de reestructuración económica, social, política y cultural en
cada país y en un proyecto autónomo de integración continental.
La
posibilidad de disponer de estas cuatro fuentes principales del recurso
conocimiento se ha transformado en una condición inexorable para el desarrollo
social y económico y para la inserción de los distintos países o regiones en el
escenario mundial de las próximas década: las naciones que no sean capaces de
consolidarlas, están condenadas a sufrir graves experiencias de regresividad
histórica. Y como no es posible democratizar y extender la educación; la
calificación del trabajo y el ingreso; y el acceso a las universidades y al
sistema científico-técnico, sin democratizar los otros espacios de la vida
social -la salud, la vivienda y el hábitat, la distribución de la riqueza, los
medios de comunicación e información y el bienestar general de la población-
los modelos sociales de alta integración, las democracias ampliadas hacia lo
económico, lo social y lo cultural, se transforman en imperativos
técnico-económicos para poder participar en el ciclo de la historia que se abre
con la Revolución Científico-Técnica.
Un
ciclo en el cual las características intrínsecas del nuevo recurso estratégico
tienden a hacer coinicidr determinados valores de una ética solidaria
-justicia, equidad, cooperación, actividades colectivas, democratización de las
relaciones sociales, autonomía, respeto por los otros- con los requisitos de
eficiencia económica. Como se ha señalado, se plantea una situación similar al
período de confluencia entre la Revolución Industrial y la Revolución Francesa;
y, para nuestros países, en esta etapa de la historia los modelos
neoconservadores -cuya lógica degrada los sistemas educativos públicos; coarta
las posibilidades de recalificación de los trabajadores debido a las graves
consecuencias de la desocupación, la subocupación, la precarización y la
exclusión social; acosa a las universidades y desarticula los sistemas de
ciencia y tecnología- presentan, frente a los requisitos de la Revolución
Científico-Técnica, el mismo anacronismo que María Antonieta y Luis XVI
significaron para el despliegue de las potencialidades de la Revolución
Industrial.
Los modelos del fin de la historia
Algunas
ideas hegelianas que Francis Fukuyama utilizara como fundamento del triunfo
final de las democracias occidentales y las leyes del mercado ante las truinas
del Muro de Berlín, pueden ser útiles para marcar los trazos principales de
estas alternativas. Así, el "espíritu de época" que acompaña el
surgimiento de la Revolución Científico-Técnica estará signado por el
predominio de las concepciones neoliberales, sustentadas en los valores
fundantes del lucro, el consumo, la competencia, el individualismo egoísta y
una crítica acérrima a las distintas manifestaciones de la solidaridad social.
Un "espíritu" que se despliega en el contexto de esa restauración
conservadora promovida a nivel internacional por los Estados Unidos desde los
primeros años de la década de l970 y se fuera profundizando en las dos décadas
siguientes.
Las
tecnologías de avanzada -que de manera casi excluyente dominan los países
capitalistas centrales- serán un arma fundamental para llevar adelante esa
estrategia. Si en el campo militar-espacial permiten lanzar la Guerra de las Galaxias
-cuyos costos económicos y políticos están en la base del derrumbe del bloque
soviético- en el campo civil van quitando poder de negociación a los
trabajadores a través de una reconversión tecnológica que sistemáticamente
elimina mano de obra; al tiempo que la lógica económica y financiera impuesta
por este nuevo predominio empobrece de un modo dramático a los países de la
periferia, agobiados por la crisis del endeudamiento externo, los sucesivos
planes de ajuste promovidos por el FMI y su paulatino desplazamiento del
mercado mundial.
Más
allá de las fundamentaciones teóricas remozadas por la Escuela de Chicago, en
nombre del libre juego de las leyes del mercado, el neoliberalismo logra
imponer un conjunto de medidas -respaldadas por una acumulación sin precedentes
del poder económico-financiero y el control de los medios de comunicación e
información a nivel mundial, con gran capacidad de influir en la dinámica
política de las distintas sociedades y en la arena internacional- con el fin de
promover un descomunal traslado de riquezas desde el sector público y las capas
sociales mayoritarias hacia grupos oligopólicos cada vez más concentrados. En
este marco, la globalización de la economía, las finanzas, el intercambio y las
comunicaciones y la información, no es más que el control creciente de estas
áreas por parte de corporaciones gigantes en proceso de megafusiones, que se
apropian de los esquemas productivos, de los sistemas bancarios y de los
servicios de base de los distintos países, deteriorando el poder de decisión
autónoma de los Estados nacionales y las posibilidades de competir por parte de
las economías y los sectores más débiles. Baste señalar que ya en l990 el 40%
del mercado mundial estaba dominado como comercio interempresas por 340 corporaciones,
mientras el conjunto de los países de América Latina participaban en ese
mercado con un 3%.
En
este nuevo poder económico-financiero mundial se destacan tres núcleos
principales que, si bien están articulados entre sí, tienen una lógica peculiar
en su proceso de acumulación y reproducción de ganancias. Por una parte, las
"transnacionales blandas" son aquellas corporaciones más ligadas con
áreas productivas destinadas al consumo de masas (automóviles, textiles,
bebidas, confecciones, alimentos y similares) cuya dinámica requiere
determinados niveles de bienestar de la población. Por otra parte, las
"transnacionales duras" se orientan a la producción armamentista y
espacial, las comunicaciones y los transportes: sus mercados son principalmente
mercados cautivos ya que cubren las demandas de los Estados y, de esta forma,
su lógica de acumulación se desliga decisivamente de la demanda social.
Finalmente, el nuevo poder financiero, que cada vez más se transforma en un
poder sin territorio y se rige por la búsqueda de ganancias extraordinarias
-principalmente especulativas- dadas sus grandes posibilidades de movilidad
internacional, mientras tiene en el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional a sus representantes políticos por excelencia.
Dado
que los sectores más dinámicos del poder económico-financiero que rigen la
llamada globalización son las "transnacionales duras" y los grupos
financieros, cada vez más los intereses de acumulación de los núcleos
hegemónicos del capitalismo se distancian y se oponen a las necesidades de
bienestar, desarrollo y gobernabilidad de las sociedades. El debilitamiento de
los Estados y la desarticulación de las políticas sociales brindadas por el
sector público, unidos a este modo predominante de acumulación impuesto el
nuevo poder económico-financiero sin fronteras -que se guía exclusivamente por
sus objetivos de lucro y ganancias extraordinarias- está produciendo alarmantes
consecuencias sociales y nacionales, tanto en los países del Norte como en los
del Sur.
En
América Latina, la apertura indiscriminada de los mercados nacionales genera
una competencia insostenible y lanza a la quiebra a miles de pequeños y
medianos empresarios -que ocupan una proporción mayor de la PEA- mientras las
políticas de ajuste impuestas por el FMI, la privatización de las empresas
públicas y las fusiones empresarias, redundan en reconversiones tecnológicas y
en otras medidas expulsoras de mano de obra. Se produce así un incremento
sostenido de la desocupación y la subocupación, mientras las estrategias de
flexibilización laboral profundizan la precarización del mercado de trabajo y
el descenso de los salarios. Como puede comprobarse a partir de las cifras
brindadas por los organismos internacionales -Banco Mundial, BID, UNESCO, OIT y
en especial el PNUD- en los últimos quince años, estas políticas han generado
un doble proceso de polarización, creando un abismo entre las naciones
centrales y las periféricas y, al interior de cada una de ellas, entre una
minoría altamente privilegiada y una masa creciente de la población acosada por
el empobrecimiento absoluto y relativo; la desocupación y subocupación; la
precarización laboral; el deterioro crítico de sus condiciones de vida y
procesos de exclusión social que les plantean situaciones sin salida.
En
los Estados Unidos -donde más ortodoxamente se instaura el neoliberalismo entre
los países centrales de Occidente- si el l% de la población norteamericana más
rica controlaba el 22% de la riqueza de esa nación en l979, en l992 alcanzó al
42%: esto significa que dos millones y medio de norteamericanos reciben
anualmente un ingreso equivalente al de los cien millones que están en la base
inferior de la pirámide social. A su vez, el 20% de los habitantes más
favorecidos de ese país, concentra el 80% de los ingresos nacionales. Como
contrapartida, el 80% de los estadounidenses sufre un deterioro
económico-social que golpea a los estratos más bajos (en especial negros,
chicanos, portorriqueños); pero que afecta también a las clases medias blancas,
cuyos históricos niveles de bienestar y seguridad se encuentran seriamente
amenazados. En esta dinámica, se alimentan fenómenos de degradación social y
cultural dentro de una sociedad tradicionalmente violenta, con duros
interrogantes hacia el futuro: en los últimos diez años se triplicó la
población carcelaria masculina y se quintuplicó la femenina; las milicias de
Michigan acompañan el aumento de manifestaciones racistas, de persecución de
inmigrantes, de xenofobias y neofascismos; en tanto las vertientes del actual
movimiento negro ya no son las que buscan una integración pacífica al estilo
Martin Luther King, sino las también agresivas de Louis Farrakhan. Y el modo de
acumulación predominante en esa sociedad, lejos de descomprimir estas
tensiones, tiende a agudizarlas cada día más.
Estas
condiciones sociales, articuladas con el predominio de la especulación
financiera, la búsqueda de una alta rentabilidad a corto plazo por parte de las
empresas y el endeudamiento global de la economía norteamericana -que es dos
veces superior a su PBI- unidos a la decadencia de la educación del 60%
inferior de la PEA, a los procesos de precarización laboral y a un
significativo aumento de la pobreza, han afectado negativamente la
competitividad de los Estados Unidos en el mercado mundial, al margen de los
períodos de mayor o menor crecimiento que pueda exhibir su economía. Como
contraste, la experiencia del Japón demuestra que las estrategias de
recalificación de los trabajadores conservando la protección social, la
estabilidad en el empleo y altos salarios relativos -mediante contratos
vitalicios, incentivos por antigüedad, cobertura familiar de amplio alcance,
participación en grupos de trabajo y círculos de calidad- han permitido una
exitosa reconversión tecnológica con un promedio de desocupación que gira entre
el 2% y el 3%; y que -junto al sistema educativo- ha sido otro de los pilares
de la delantera alcanzada por ese país en el mercado mundial desde comienzos de
los ochenta. No se trata aquí de reivindicar acríticamente el "modelo
japonés" sino de señalar algunas de sus variables más significativas, que
permiten afirmar que -en los escenarios planteados por las coordenadas
tecnológicas de la era iniciada con la Revolución Científico-Técnica- los
modelos neoliberales no sólo producen efectos sociales de difícil resolución
dentro de su propia lógica, sino que se encuentran situados a contramano de la
historia, en el sentido inversamente opuesto al que plantean los requerimientos
técnico-económicos de un nuevo tiempo histórico.
Volviendo
a las ideas de Fukuyama, estos modelos del "fin de la historia"
efectivamente tienden a dejar fuera de la historia a grandes zonas y a casi
tres cuartas partes de la población del mundo que, en el contexto de la
globalización neoliberal y las formas predominantes de la recoversión
tecnológica, se transforman en población excedente absoluta: no sirven
en estos modelos ni como mano de obra barata (porque son reemplazados por
instrumentos automatizados más baratos y eficientes que esa mano de obra barata);
ni como productores de materias primas que están siendo recesivas en el mercado
mundial; ni como consumidores potenciales, dados sus niveles de pobreza e
indigencia. Tales tendencias subterráneas son la causa real de los temores ante
el crecimiento demográfico -centrado en las capas más pobres- y ante el
incremento inmanejable de la desocupación, la miseria y la exclusión, que
afecta a una proporción sustantiva de los habitantes de las naciones centrales
y periféricas. Y ante la crisis de las naciones del Este, la brutal
descapitalización de América Latina y la regresión del continente africano,
esta población excedente -empujada a conductas de desesperación ante la
ausencia de alternativas de subsistencia- alimenta a los "nuevos
bárbaros" que hostigan las fronteras de Europa Occidental y los Estados
Unidos y los barrios privilegiados de las principales ciudades del Norte y del
Sur.
HACIA UNA NUEVA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Y SOCIAL
La
etapa histórica que se inicia plantea un conjunto de paradojas e interrogantes
que deben ser analizados desde una óptica abarcadora, desde una mirada integral
capaz de incluir el conjunto de los datos y tendencias en toda su complejidad,
sin parcializaciones abstractas que sólo llevan a una distorsión y confusión
crecientes. Porque, justamente en uno de los momentos más oscuros de humanidad
en su conjunto, las condiciones materiales que se derivan de la Revolución
Científico-Técnica establecen las bases para la conformación de nuevos modelos
de sociedad y Estado fundados en una ética solidaria; no sólo como planteos que
se derivan de los valores de equidad, justicia, autonomía, cooperación y
similares sino, además, como requisitos de eficiencia técnico-económica. Así,
en la era histórica que se abre, la utopía de formas solidarias como modo
predominante de relación entre los seres humanos, emerge como condición
ineludible -aún en términos fríamente técnicos y económicos- para el ingreso de
las distintas sociedades en el siglo XXI.
Si,
como se ha señalado, las fuentes de producción y reproducción del recurso conocimiento
obligan a promover modelos socio-económicos de alta integración social, las
características de los esquemas productivos y de servicios complementan esta
tendencia hacia la descentralización, la participación y las definiciones
democráticas fuertemente horizontalizadas. A diferencia de los 200 años
anteriores, donde la lógica de la producción industrial y las economías de
escala (capitalistas o socialistas) obligaban a una creciente concentración de
los recursos productivos -con la cual se correspondieron formas de Estado
altamente centralizadas- en los nuevos patrones de producción, sustentados en
redes articuladas por sistemas teleinformáticos, con capacidad de segmentación
de las series de producción -donde el trabajo en unidades pequeñas vinculadas
entre sí se muestra altamente funcional- la desconcentración, democratización y
descentralización de esos recursos productivos aparece como una condición
material, como una base cualitativamente diferenciada para establecer los
rasgos de una sociedad distinta.
De
esta forma, en una de las tantas paradojas de la historia, dentro del contexto
de una gran restauración conservadora se han ido gestando los fundamentos
materiales de nuevas democracias participativas y de alta integración social.
Tanto las características de los sistemas productivos flexibles como la
emergencia del recurso estratégico del conocimiento, permiten garantizar tres
de las condiciones necesarias -aunque no suficientes- de un incremento sustancial
de la participación social: la distribución de información y conocimiento;
una mayor disponibilidad de tiempo derivado de la necesaria disminución
de la jornada semanal de trabajo necesario; y un sensible incremento del
bienestar, ligado con la democratización de las condiciones de vida del
conjunto de la población.
Estos
aspectos estructurales, vinculados con los requerimientos técnico-económicos
del nuevo paradigma productivo y de administración económica y social, imponen
al mismo tiempo una redefinición profunda de la forma de Estado y de la
dinámica de la participación, la organización y los modos de
represesentatividad, articulación y decisión política. La crisis de los Estados
nacionales se vincula con la globalización de la economía mundial y las marcadas
tendencias hacia una desterritorialización del poder, derivados del predominio
de las megacorporaciones trasnacionales; y se combina con un traspaso interno
del poder hacia grupos económico-financieros locales, articulados en formas más
o menos complejas con el nuevo poder mundial, que han ido socavando la potestad
soberana de los Estados: por lo tanto, también la efectividad de los partidos
políticos en la orientación real de la dinámica de las sociedades.
Dado
que la lógica de acumulación de ese nuevo poder mundial sin territorio se
desvincula cada vez más de los requerimientos de bienestar y gobernabilidad de
las sociedades y ha logrado anular la capacidad de acción de los Estados
nacionales, se va generando un verdadero simulacro de democracia representativa,
al tiempo que se alimenta un creciente caos social (población excedente
absoluta; descapitalización de las economías; especulación financiera; crisis
de sobreproducción; liquidación de las fuentes del nuevo recurso estratégico;
crecimiento de la pobreza y las situaciones de exclusión). En condiciones de
simulacro de democracia, los partidos políticos convocan sobre la base de
promesas o dobles discursos carentes de realidad, en la medida en que no se
propongan cuestionar el nuevo poder consolidado. De otra forma, al llegar a la
administración de un Estado sin potestad de decisión autónoma, la voluntad
soberana del pueblo no puede ejercerse y el desarrollo de la política es la
mera administración de un poder ajeno -el de los grupos económico-financieros-
cuya lógica actúa implacablemente en contra de los intereses y el bienestar de
las mayorías. En esta dinámica la política pierde credibilidad, porque
efectivamente se muestra impotente para cumplir sus promesas electorales, ya
que en su comportamiento efectivo responde a los mandatos del FMI y el Banco
Mundial, verdaderos partidos políticos representativos de ese nuevo poder
mundial. La intuición o la evidencia que en los últimos años adquiere creciente
fuerza en América Latina, acerca de que los partidos políticos se orientan en
un camino y una dinámica que lleva inexorablemente hacia el abismo, está en la
base de la falta de credibilidad de esas antiguas organizaciones, más allá de
la corrupción y la mediocridad que caracterice a sus miembros. Por lo demás,
cabe señalar que esa misma falta de horizontes, esa impotencia y esa
incapacidad, alientan las salidas individuales y la corrupción.
Estos
procesos profundizan la crisis de representatividad de los partidos políticos y
de las formas tradicionales de hacer política, que obsesiona a los políticos
profesionales; y tiene su contracara en el crecimiento de los movimientos
sociales: ambos aparecen como expresiones de un mismo fenómeno profundo y
subterráneo. Los movimientos sociales se refuerzan sobre las carencias y la
crisis de los partidos políticos, haciéndose cargo de situaciones límite y en
muchos casos catastróficas, generadas por la impunidad de las políticas
dominantes de acumulación económico-financieras, que se guían por exclusivos
objetivos de lucro y ganancias extraordinarias y se sustentan en diversas
formas de disciplinamiento y represión social. Teniendo en cuenta algunos de
los temas centrales que agrupan los nuevos movimientos sociales, es posible
percibir en ellos tanto la conciencia acerca de esas situaciones límite que no
son realmente incorporadas por los partidos políticos, como los signos de
articulación de una nueva sociedad:
-
Los movimientos de derechos humanos emergen como resultante de
dictaduras y formas de represión, que alcanzaron en esta restauración
conservadora de mediados de los años 70 expresiones equivalentes a la
experiencia nazi en Europa. Y mientras estos movimientos reclaman justicia, los
partidos políticos democráticos, en un Parlamento democrático, generan aberraciones
jurídicas como la Ley de Obediencia Debida o los indultos.
-
Los movimientos verdes y ecologistas intentan conmocionar la conciencia
de los grandes poderes del mundo, cuya dinámica depredatoria y soberbia está
poniendo en riesgo la vida misma en el planeta: el agujero de ozono; la
contaminación de las ciudades, de los ríos y los océanos; la problemática de
los residuos peligrosos; las pruebas nucleares francesas en el Pacífico Sur; la
tala de bosques y otros temas no menos críticos; han tenido escasa
consideración por parte de los partidos políticos, temerosos de las sanciones
de los capitales trasnacionales o el FMI.
-
Los movimientos femeninos, con su gran heterogeneidad, expresan en sus
líneas más lúcidas la dramática situación en que se encuentran las mujeres,
especialmente de los sectores populares, acosadas por la desintegración y la
violencia familiar; la falta de información sobre métodos de anticoncepción o
de control del embarazo; la quiebra de los roles de género masculino
tradicional ante la desocupación y la marginalidad social, que han llevado a
que un 35% de los hogares en el continente tengan a mujeres como jefes de hogar
y sostén de sus hijos; junto a otros problemas no menos dramáticos derivados
del incremento de la pobreza, que en los discursos de los partidos mayoritarios
sólo pueden ser mencionados, en tanto consideren que es éste el "único
camino" hacia la modernidad.
-
Los movimientos de ocupación de tierras tanto en las ciudades -donde
emergen nuevas organizaciones ligadas con los asentamientos urbanos, en una
dinámica claramente diferenciada de la conformación de las villas miseria en
los años 40 y 50- y también en las áreas rurales en demanda de medios de
subsistencia, como ocurre en Brasil, en México o en el norte de la Argentina,
expresan las demandas de fracciones crecientes de la población latinoamericana
en favor de mínimas condiciones de vida.
-
Los movimientos de comedores y ollas populares intentan garantizar al
menos una comida diaria a chicos y familias golpeadas por la desocupación, la
falta de perspectivas y la pobreza; como expresión de la ausencia de respuestas
por parte de los gobiernos o los partidos políticos, convencidos de que el
"progreso", la "modernidad", la "globalización",
el "ingreso al primer mundo" y los mandatos del nuevo poder
económico-financiero mundial producen costos sociales que no pueden ser
eludidos.
-
Los movimientos por la Justicia cuestionan la impunidad policial, el
gatillo fácil, los crímenes de los hijos del poder; y dan cuenta en la
Argentina de la degradación de dos de los pilares esenciales de la potestad
soberana del Estado-Nación: la garantía de un Poder Judicial incuestionado en
la administración de las leyes y fuerzas de seguridad honestas, democráticas y
sometidas a la voluntad política mayoritaria.
-
Las diversas expresiones de los movimientos juveniles y estudiantiles
manifiestan la protesta y la resistencia frente a una lógica del poder que los
acosa a través de la desocupación, los bajos salarios, la degradación de los
sistemas educativos, la falta de posibilidades de futuro y el predominio de
valores egoístas y vacíos.
-
Los movimientos indígenas reclaman el reconocimiento de sus culturas, de
sus tierras, de sus lenguas, de su derecho a ser considerados como miembros integrales
de las sociedades humanas, a pesar de 500 años de expoliación y humillaciones.
Estos
y otros movimientos sociales cobran fuerza y se alejan de la dinámica impuesta
por la representatividad de los partidos políticos, precisamente porque las
fuerzas políticas se muestran incapaces de incorporar seriamente en su
actividad y en sus concepciones una respuesta a estas situaciones límite, dado
que no parecen dispuestas a cuestionar en términos reales las relaciones de
poder que se han consolidado en el contexto de la restauración conservadora.
Pero al mismo tiempo que establecen las bases de respuesta a situaciones
problemáticas gestadas por el accionar de los sectores dominantes, los nuevos
movimientos sociales expresan los rasgos de una nueva sociedad y de nuevas
formas de participación y distribución del poder. Sin desconocer los
múltiples problemas que tienen en su seno, el predominio de decisiones
horizontales que caracteriza a gran parte de los movimientos sociales,
habla de la posibilidad de construcción de democracias participativas
donde la información y la capacidad de decisión cobran una dinámica que tiende
a romper la verticalidad. En este sentido, la experiencia de Chiapas permite
recuperar algunas claves: "no queremos tomar el poder" afirma el
subcomandante Marcos ante el estupor de los políticos tradicionales y muchos
representantes de la vieja izquierda. Precisamente, porque se trata de
generar nuevas formas de poder social y no de producir meramente un reemplazo
de quienes ejercen actualmente el poder conservando sus formas
centralizadas y verticales.
La
particularidad que hasta el momento caracteriza a los movimientos sociales -en
tanto respuestas defensivas ante distintas manifestaciones de una misma lógica
global- no constituyen un obstáculo para su participación en proyectos que los
engloben, respetando su singularidad y la articulación consensuada de sus
propias demandas con las de otros movimientos y demandas que hacen a la
construcción de modelos sociales de alta integración, donde las diferencias
aparezcan como elementos de la igualdad y no como base de una jerarquización
aberrante de las sociedades. Expresiones de los múltiples problemas,
identidades y significaciones culturales que emergen en sociedades complejas y
acosadas, estos movimientos señalan ciertos núcleos problemáticos que no pueden
ser ignoradas en la construcción de nuevas formas democráticas.
Estas
condiciones estructurales maduran juntamente con la crisis de un poder mundial
y una cultura que históricamente se autodefinió como "universal"; y,
en el marco de la restauración conservadora, se expresan los aspectos más
pobres, degradados y racistas de la cultura occidental, conjugándose con el
estallido de los fundamentos de su Razón. Al mismo tiempo, en tanto el conocimiento
no es neutro ni homogéneamente universal, las formas de incorporación y
readaptación del nuevo instrumental tecnológico conlleva el desafío de
potenciar aquéllo que es lo más característico y rico de lo humano: la
heterogeneidad, la multiplicidad de identidades, lenguas y expresiones
culturales, la inmensa creatividad de lo diferente. Una nueva síntesis que tal
vez también tiene como símbolo que anuncia esa búsqueda, la rica articulación
producida en Chiapas entre identidades milenarias, lenguajes, dialectos y modos
de relación entre los integrantes de comunidades que remiten a etapas
precolombinas, junto a los potenciales de la teleinformática y las redes de
Internet.
El
planteo de las nuevas relaciones entre cultura, política, Estado, participación
y democracia, deben encuadrarse en este contexto de condiciones materiales que
favorecen y reclaman nuevos modelos de sociedad, nuevas formas de relación
entre los pueblos y entre los hombres y mujeres de este mundo. Ideas y valores
que remiten a esa etapa de avance de las aspiraciones de las áreas coloniales y
neocoloniales y que la actual aceleración de la historia impone como requisitos
de una nueva época mundial: las demandas de reconocimiento del carácter
integralmente humano de todos los pueblos de la tierra; el respeto a sus
identidades culturales, sus lenguas, sus saberes, sus gestos; la autonomía, la
justicia, la equidad. Valores y demandas de humanización de lo humano que, al
igual que lo ocurrido con la Revolución Francesa, anunciaban y respondían a los
condicionantes de una nueva etapa de la historia.
Así,
con el cierre del ciclo de la Revolución Industrial, tienden a cerrarse también
las dos grandes propuestas que respondieran a los sujetos sociales más
dinámicos, nacidos al calor de las transformaciones gestadas por esas
condiciones históricas: el capitalismo y el socialismo de alta concentración
del poder. Porque, en otra ironía de estos tiempos complejos de la historia, la
caída del muro de Berlín, la desaparición estructural del proletariado y el
fuerte desprestigio del pensamiento marxista en gran parte del mundo, se
producen en los mismos momentos en los cuales parecen haber madurado aquellas
condiciones materiales que Marx señalaba como las que habrían de hacer estallar
el sistema capitalista de producción: la concentración privada de la riqueza y
la propiedad de las fuerzas productivas, junto a una automatización cuasi total
de la dinámica de producción e intercambio. Y también parecen madurar las
condiciones para ese "reino de la libertad", donde la mínima cantidad
de tiempo necesario para la producción de las condiciones de vida y la
superación de la división del trabajo social -principalmente entre manual e
intelectual- sentarían las bases del comienzo de la verdadera historia humana.
Bibliografía consultada
ABRAMZON,
Mónica, BORSOTTI, Carlos: "Notas sobre las relaciones entre el Estado y la
Univeridad" en revista Sociedad N^3, noviembre l993, Facultad de
Ciencias Sociales-UBA. Buenos Aires
AGUERRONDO,
Inés, BECCARIA, Luis, CARPIO, Jorge y otros: El país de los excluídos:
crecimiento y heterogeneidad de la pobreza en el conurbano bonaerense.
CIPPA. Buenos Aires. l99l
ALBERT,
Michel: Capitalismo contra capitalismo. Paidós. Buenos Aires. l992
ALONSO,
Enrique: "Japón: cuál es su lugar en el mundo?", Clarín 2l/3/92,
Buenos Aires
ARGULLOL,
Rafael, TRIAS, Eugenio: "Ideas para mirar el mundo" en Dossier
Página l2, 2l/3/92. Buenos Aires.
ARGUMEDO,
Alcira: Los laberintos de la crisis (América Latina: poder transnacional y
comunicaciones) Folios/Ilet. Buenos Aires. l985
ARGUMEDO,
Alcira: Un horizonte sin certezas: América Latina ante la Revolución Científico-Técnica.
Puntosur/Ilet. Buenos Aires. l987
ARGUMEDO,
Alcira: El escenario internacional al comenzar el decenio de l990.
ATE/IDEP. Buenos Aires. l992
ARGUMEDO,
Alcira: Los silencios y las voces en América Latina: notas sobre el pensamiento
nacional y popular. Colihue/ Ediciones del pensamiento nacional. Buenos
Aires. l993
ARGUMEDO,
Alcira: El debate político y cultural argentino sobre modelos de sociedad.
Informe CONICET. Buenos Aires. l993 (mimeo)
ARGUMEDO,
Alcira: La universidad en la reconstrucción social de la economía.
Informe CONICET. Buenos Aires. l995. (mimeo)
BASUALDO,
Eduardo: Formación de capital y distribución del ingreso durante la desindustrialización.
ATE/IDEP. Buenos Aires. l992
BERNAL
MESA, Raúl: América Latina en la economía política internacional. GEL.
Buenos Aires. l994
CEPAL:
Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad. Cepal.
Santiago de Chile. l992
CHOMSKY,
Noam: Política y cultura a finales del siglo XX: un panorama de las actuales
tendencias. Ariel. Buenos Aires. l994
EZCURRA,
Ana María: El conflicto del año 2000 (Bush: intervencionismo y distensión).
El Juglar Editores. México. l990
FALETTO,
E: "La especificidad del Estado en América Latina" en Revista de
la Cepal N¨38, agosto de l989. Santiago de Chile.
FAJNZYLBER,
Fernando: "Educación y transformación productiva con equidad". Revista
Cepal N¨47, agosto l992
HARVEY, David: The condition of postmodernity
. Blackwell Inc. Cambridge. l99l
HOBSBAWM,
Eric: Historia del siglo XX (l9l4-l99l). Crítica/Grijalbo Mondadori.
Barcelona. l995
HOBSBAWM,
Eric: La era del capitalismo. Labor Editora. Barcelona. l987
HOBSBAWM,
Eric: Naciones y nacionalistas desde l870. Crítica. Barcelona. l992
HOFFMANN,
Stanley: Orden mundial o primacía: la política exterior norteamericana desde
la Guerra Fría. GEL. Buenos Aires. l994
JAUREGUI,
Marcela, LOZANO, Claudio: Las políticas sociales en crisis: ajuste y crisis
de financiamiento. IDEP/ATE. Buenos Aires. l990
JOHNSON, Chalmers: MITI and the japanese
miracle: the growth of industrial policy. Stanford University Press. California.
l982
KELLNER,
Irwin: "Señales de desgaste en Estados Unidos" en Clarín 26/4/89.
Buenos Aires
KHUN,
Thomas: La estructura de las revoluciones científicas. Breviarios del
FCE. México. l983
KING,
Alexander: "La primera revolución global" en Revista Realidad
Económica N*ll9, octubre l993. Buenos Aires
KLIMOVSKY,
Gregorio: "La nueva formación terciaria" en Encuentro
Internacional sobre orientación vocacional. Buenos Aires. l994
(mimeo)
KROTSCH,
Pedro: "La universidad argentina en transición: del Estado al
mercado?" en revista Sociedad N*3, noviembre l993. Facultad de Ciencias
Sociales UBA. Buenos Aires
KROTSCH,
Pedro: "Presentación" en revista Pensamiento Universitario,
Año I,N*l noviembre l993. Buenos
Aires
LEBORGNE, Daniele, LIPIETZ, Alain:
"Fallaces and open issues about post-fordism". Conference Pathways
to Industrialization and Regional Development in the l990s. UCLA. Lake.
Arrowhead. l990
LEDERMAN,
León: "El planeta necesita más ciencia para sobrevivir" en Dossier
Página l2, 30/4/94. Buenos Aires.
LEITE
LINHARES, María Yedda: "A supoeracao da repetencia no ensino básico"
en revista Carta: falas, reflexöes, memórias N*5, Brasilia. l992
LIPIETZ,
Alain: Les rapports capital-travaille a l’aube du XXI siecle. Centre
d’Etudes Prospectives d’Economie Mathematique Appliqués a la Planification.
París. l990.
LIPIETZ,
Alain: "Le XXI siecle est commencé". Postface aux editions
brasilienne et anglais de Choisir l’Audace: una alternative pour le XXI
siecle. l99l (mimeo)
LIPIETZ,
Alain, LEBORGNE, Daniele: "Nuevas tecnologías y nuevas formas de
regulación: algunas consecuencias espaciales", en ALBUQUERQUE LLORENS,
Francisco y otros: Revolución tecnológica y restructuración productiva:
impactos y desafíos territoriales. ILPES/ONU/Grupo Editor Latinoamericano.
Buenos Aires. l990.
MARCHINI,
Jorge: "Desocupación: un fenómeno mundial" en revista Economía y
Ciencias Sociales, Vol I,N* l, l994. Buenos Aires
MARSHALL,
Adriana: "Contrataciones flexibles o trabajo precario?" en GALIN,
Pedro, NOVIK, Marta: La precarización del empleo en la Argentina.
CIEL/CLACSO. Buenos Aires. l990
MARTINEZ
VIDAL, Carlos: "Desarrollo científico en América Latina: el proyecto
Bolívar" en revista Perspectiva y diálogo internacional, Año 5,
N*5. Fundación Andina. Buenos Aires. l993
MARX,
Carlos: El capital: crítica de la Economía Política. Cartago. Buenos
Aires. l956
MARX,
Carlos: La ideología alemana. Editorial Futuro. Buenos Aires. l965
McLAREN,
Peter: Hacia una pedagogía crítica de la formación de la identidad postmoderna.
Facultad de Ciencias de la Educación UNR. Paraná. l993
MORALES
RINS, Jerónimo: "Migraciones: una amenaza para el nuevo orden
mundial" en revista Economía y Ciencias Sociales Vol I,N*l . l994.
Buenos Aires
MUCHNIK,
Daniel: "La crisis latinoamericana" en Clarín 30/l/95. Buenos
Aires
NEGRI,
Antonio: El poder constituyente: ensayos sobre la alternativa de la
modernidad. Libertaria/Prodhufi. Madrid. l994
ONU:
Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo. El Cairo. l994
ONU:
Conferencia Internacional sobre Desarrollo Humano. Copenhagen. l995
OIT:
Informe sobre la situación del empleo en el mundo. Ginebra. l994
OTEIZA,
Enrique: La política de investigación científica y tecnológica argentina:
historia y perspectivas. CEdAL/Biblioteca Universitaria de Buenos
Aires. Buenos Aires. l992
OTEIZA,
Enrique: "La universidad argentina: investigación y creación de
conocimientos" en revista Sociedad N*3, noviembre l993. Facultad de
Ciencias Sociales UBA. Buenos Aires
PEREZ
LINDO, Augusto: La batalla de la inteligencia: ciencia, universidad y conocimiento.
Cántaro. Buenos Aires. l989
PEREZ
LINDO, Augusto: Universidad, política y sociedad. EUDEBA. Buenos Aires.
l985
PETRAS,
James: Pobreza de la democracia y democracia de la pobreza. Homo
Sapines. Rosario. l993
PETRELLA,
M.R., DU GRANRUT, Charles: La mondialization de l´economie: elementes
de synthese. Commision del Communautes Europeennes. Bruxelles. l990
PNUD:
Informe sobre el Desarrollo Humano. PNUD. Washington DC. l995
PRELOOKER,
Mauricio: La economía del desastre: un sistema que se sostiene por inercia.
Grupo Editor del Encuentro. Buenos Aires. l996
PUIGGROS,
Adriana: América Latina: crisis y perspectivas de la educación. Rei
Argentina/IDEAS/Aique Grupo Editor. Buenos Aires. l989
PUIGGROS,
Adriana: Universidades, proyecto generacional y el imaginario pedagógico.
Paidós. Buenos Aires. l993
QUINTAR,
Aída: La flexibilización laboral: una nueva modalidad de fragmentación de
los sectores obreros. ILPES/CEPAL. Buenos Aires. l989
REICH,
Robert: El trabajo de las naciones: hacia el capitalismo del siglo XXI.
Vergara. Buenos Aires. l993
RODRÍGUEZ,
Gabriel: La era teleinformática. Folios/Ilet. Buenos Aires. l985
ROMERO,
José Luis: El ciclo de la revolución contemporánea. Losada. Buenos
Aires. l956
RIBEIRO,
Darcy: La Universidad Latinoamericana. CEdAL. Universidad de la República
del Uruguay. Montevideo. l968
RIBEIRO,
Darcy: Las Américas y la civilización. Centro Editor de América Latina.
Buenos Aires. l969
RIBEIRO,
Darcy: El proceso civilizatorio. Ediciones de la Biblioteca de la
Universidad Central de Venezuela. Caracas. l970
RIBEIRO,
Darcy: "O povo latino-americano" en revista Carta: falas,
reflexöes, memórias N* 2. Brasilia. l99l
RIBEIRO,
Darcy: "CIEP´s: a educacao como prioridade" en revista Carta:
falas, reflexöes, memórias N*5. Brasilia. l992
RUFIN,
Jean Christophe: L’Empire et les nouveaux barbares. J.C.Lattés. París.
l99l
SAMUELSON,
Paul: "El futuro de la economía norteamericana: recesión o algo
peor?" en Clarín l5/l0/89. Buenos Aires
SCHERZ,
Luis: "La universidad del año 2000: entre Napoleón y Humboldt" en
revista Nueva Sociedad. Caracas. l987
TEDESCO,
Juan Carlos, SCHIEFELBEIN, Ernesto: Una nueva oportunidad: el rol de la
educación en el desarrollo de América Latina. Santillana. Buenos Aires.
l995
TEDESCO,
Juan Carlos: El desafío educativo: calidad y democracia. GEL. Buenos
Aires. l995
TENTI
FANFANI, Emilio (comp.): Universidad y empresa. Miño Dávila/CIEPP.
Buenos Aires. l993
TEXEIRA,
Anisio:"Educacäo no e privilegio" en revista Carta: falas,
reflexöes, memórias, N`5, Brasilia. l992
THUROW,
Lester: La guerra del siglo XXI (cabeza a cabeza): la batalla económica que
se avecina entre Japón, Europa y los Estados Unidos. Vergara. Buenos
Aires. l992
TIEDMAN,
Arthur: Breve historia del Japón moderno. El Ateneo. Buenos Aires. l963
TSHANG-HUAN-DAO:
Ecole Polytechnique de Laussane. Laussane (Suiza). l990
UNESCO/UNICEF:
Conferencia Mundial Educación para todos (Thailandia). Santiago de
Chile. l994
UNIVERSIDAD
TECNOLOGICA NACIONAL: Reconversión para el crecimiento y desarrollo
económico y social. UTN. Buenos Aires. l99l
VARELA,
Francisco: Conocer. Las ciencias congnitivas: tendencias y perspectivas.
Cartografía de las ideas actuales. Gedisa Editorial. Barcelona. l990
VICECONTE,
Araceli: "La ultraderecha en expansión" en Clarín 23/4/95.
Buenos Aires
WILDEN,
Anthony: Sistema y Estructura. Alianza Universidad. Madrid. l972