Revista Candidus No.15 - Mayo/Junio
2001
Humberto González Silva
ESCUELAS BOLIVARIANAS: Un espacio y un tiempo
con una pedagogía integral
La escuela integral
La persona es una totalidad. Pensamos, sentimos, actuamos, compartimos y cada
una de estas esferas está en una relación íntima con las demás: nuestros
sentimientos y emociones son inseparables de nuestros pensamientos, ellos están
presentes y moldean nuestra convivencia, la convivencia y la acción determinan
a la vez nuestra conciencia y moldean nuestros valores y nuestras emociones.
La persona es una totalidad, una integridad biopsicosocial y sin embargo en la
sociedad de las desigualdades la persona parece ser concebida por fragmentos.
La práctica educativa en nuestras escuelas ha favorecido una visión fragmentada
del niño. Ha actuado como si a ella solamente asistieran las cabezas de los
niños y los adolescentes, dejando a un lado su corazón y su cuerpo,
apartándolos de su comunidad, de su familia, de sus propios compañeros y de su
entorno natural.
En la escuela segmentada se supone que la práctica educativa ocurre solamente
en la aulas y nada más en la medida en que los estudiantes escuchan y el
maestro habla. Solamente la palabra circunscrita a repetir los contenidos del
programa se considera actividad educativa.
La Escuela Bolivariana es concebida en cambio como una ruptura con esa
tradición. Una escuela que constituye un espacio pedagógico integral y que
tiene un tiempo pedagógico integral para personas integrales.
Un espacio pedagógico integral
En las Escuelas Bolivarianas la acción pedagógica va mucho más allá del
aula.
En primer lugar, porque la actividad de cada maestro con su grupo de
niños, en el marco de una pedagogía de proyectos los lleva constantemente a la
indagación en el ambiente y en la comunidad, porque al aula lleguen las cosas
de los niños y de la calle, porque en la práctica educativa se incorporan los
padres y los vecinos, con sus saberes y experiencias.
En segundo lugar, porque toda la escuela se convierte en espacio pedagógico. La
organización y el funcionamiento de la escuela son espacios de participación y
solidaridad, de trabajo fecundo, de relaciones auténticas.
De poco vale que hablemos de participación en una escuela donde las decisiones
se tomen unilateralmente.
Si hablamos de solidaridad, en la escuela tiene que prestarse atención a las
necesidades de los otros y aprender a trabajar unidos; si queremos fomentar la
autonomía, en la escuela tendremos que propiciar la creación de organizaciones
donde los estudiantes sean responsables de su funcionamiento.
Y en tercer lugar, porque la Escuela Bolivariana invita a la comunidad toda a
incorporarse al esfuerzo educativo.
Un tiempo pedagógico integral
Y en esta concepción, todo el tiempo de la escuela es tiempo pedagógico. Las
actividades que organizamos dentro y fuera del aula, se corresponden a una
intención pedagógica orientada por lo que queremos lograr con nuestra práctica
educativa y por los principios de trabajo que la escuela tiene que definir
colectivamente a través de su Proyecto de Escuela.
La Educación y la Cultura
En la escuela tradicional la educación y la cultura son vistas como elementos
separados, reduciendo la cultura a una actividad especial o extracurricular.
Creemos, en cambio, que el centro del currículo y de la actividad educativa es
la cultura, la actividad humana comprendida en su historicidad y en su
contexto. Los contenidos tienen que ser vistos como procesos y productos
culturales y la educación como una productora de cultura.
La Estética
Si entendemos por estética la experiencia humana frente a la belleza como
realidad y que el objeto provoca asombro y que tiene que ver con la armonía, el
ritmo, la proporción, el balance, la textura, la simplicidad y la esencia,
entonces podemos entender que la estética puede estar en cualquier actividad
humana. De modo que la estética, así como la creatividad, no es un terreno
exclusivo de la actividad artística, sino que ambas están presentes en toda
actividad cultural, desde las ciencias, la tecnología, la magia, la religión,
hasta las artes.
Por esa razón, la estética no puede ser un área del currículo escolar. Ella es,
en cambio, un valor, al igual que la creatividad, por lo que ambas deben cruzar
transversalmente todo el currículo; el sentido estético constituye uno de los
planos que debe estar presente a lo largo de toda la actividad escolar.
La actividad artística
El arte nos permite una aproximación a la realidad desde una óptica distinta a
la lógica-racional, abriendo la educación a otras dimensiones de la persona que
la educación tradicional ignora y aparta.
En la pedagogía de proyectos, el arte es tema, escenario y actividad. Como tema
permite una apertura natural a lo social, a lo científico, a la expresión oral
y escrita. Como escenario genera un ambiente que favorece la interacción humana
y abierta. Como actividad es vehículo de expresión y oportunidad para la
valoración y reafirmación de la persona.
Planteamos que en la Escuela Bolivariana las artes ocupen el mismo lugar que
tiene el idioma. Al igual que éste, las artes son sistemas simbólicos y expresan
nuestra subjetividad. Hasta ahora, la escuela ha sido terriblemente
reduccionista al creer que el idioma es el único sistema de representación del
que la persona hace uso en el aprendizaje constructivo. Esta tendencia
reduccionista nos ha llevado aun más lejos, hasta el punto de considerar al
lenguaje y el idioma como sinónimos, cuando, de hecho sabemos que el idioma es
apenas uno de los lenguajes en que se expresa el hombre. En consecuencia, si en
el currículo tradicional el idioma se usa para representar una realidad, para
conocerla y comunicarle; en un currículo renovado, la misma realidad ha de ser
representada y conocida a través de la música, de las artes plásticas, de la
danza y del teatro, además de a través del idioma. Si en el currículo tradicional
se alfabetiza en el idioma, en el currículo renovado se busca la alfabetización
musical, plástica, visual, del movimiento y del juego teatral. Cuando la
educación busca realizar la meta de una alfabetización integral o múltiple,
entonces la educación se aproxima a la condición y el factor que brinda acceso
a toda la cultura. En consecuencia, las artes dejarían de ser la actividad
“elitista” de la cultura, reservada para minorías privilegiadas. Una sociedad
alfabetizada en todo los lenguajes culturales hace que las artes sean
patrimonio democrático de todos. Si las artes son elitistas es porque la
educación ha querido que así sea. Y serán una producción cultural democrática,
cuando la propia educación acepte y promueva la alfabetización integral y plurilingüística.
Una pedagogía del cuerpo
Entendemos el aprendizaje como una actividad de todo el cuerpo, donde todo el
cuerpo aprende. La inmovilidad del estudiante no es compatible con nuestro
concepto de aprendizaje. Para aprender el alumno se levanta de su asiento,
investiga, dialoga, actúa, realiza cosas con las manos. Cultivar el cuerpo
también es aprender.
La actividad física, el manejo de herramientas, el desarrollo deportivo forman
parte indisoluble de una pedagogía integral. En la realización de cosas útiles
para sí mismo y para los demás, la persona se descubre útil y capaz de crear,
se reencuentra con las cosas como producto de la realización humana, se
maravilla de su poder hacer y aprende a apreciar y a desmitificar las realizaciones
ajenas. El deporte aparece aquí como uno de los aspectos de realización humana,
que le da sentido a la disciplina y la constancia, que enseña a trabajar en
equipo, a ganar y a perder, y a levantarse y continuar para alcanzar logros
mayores. El deporte y el juego implican otra dimensión espiritual del ser
humano y son los escenarios por excelencia de la actividad cooperativa.
Una Escuela de la comunidad en la práctica
Queremos que la
escuela sea de la comunidad, y por lo tanto, su espacio tiene que ser utilizado
como espacio comunitario. En este sentido, se tiende a romper la brecha entre
las actividades y las cosas de la escuela y las del resto de la vida.
En la escuela tienen que estar presentes en distintos horarios y momentos las madres,
padres y demás miembros de la comunidad: En una clase exponiéndonos sus saberes
sobre medicina natural en una reunión donde se discute los alcances de un
proyecto de aula; en un campeonato deportivo, donde participan equipos de
padres y maestros en una conversación con la maestra buscando asesoría; como
acompañantes o guías en una visita.
En la escuela, las discusiones y los temas de la calle se incorporan a la
actividad pedagógica: Tratamos un día sobre una calle rota; otra sobre las tradiciones
el pueblo; hacemos una campaña preventiva de salud.
La escuela además tiene que ser lugar de encuentro, conversación y
planificación para los vecinos, las familias, los grupos culturales.
La Organización del espacio y el tiempo en cada escuela debe ser acorde con las
características específicas de cada comunidad
La disposición y organización del tiempo y el espacio de la escuela son temas
fundamentales del Proyecto de cada escuela. Esta es una responsabilidad de cada
escuela para la cual no puede haber esquemas únicos. El uso del espacio y el
tiempo tiene que corresponderse con lo que la escuela persigue en la formación
de sus alumnos y en su relación con la comunidad.
Además el aprovechamiento del tiempo debe adaptarse a las características y
condiciones de cada localidad, como por ejemplo: Desarrollar alternativas allí
donde la asistencia de los alumnos está condicionada por la cosecha. La
realización de actividades conjuntas tendrá distintos horarios dependiendo de
la disponibilidad de quienes participan en ellos; la escuela abrirá sábados y
domingos o en las noches, dependiendo de los acuerdos a que se lleguen...
En el uso y la disposición de los espacios y tiempos escolares, tendremos que
experimentar, arriesgarnos, tener aciertos y errores. Este es un proceso que
requiere atención y discusión. En un primer intento, tal vez organizamos
talleres todos los miércoles, pero después descubrimos que esto nos interrumpe
el seguimiento de los proyectos de aula; o decidimos una organización del
receso y después decidimos cambiarla. Esto es un proceso de aprendizaje, donde
cada comunidad de acuerdo con su tradición, a sus recursos, a su especifidad
tiene que ir construyendo sus propias respuestas.
El tiempo de cada maestro con su grupo
La organización del tiempo y el espacio del aula están presididas por los
conceptos de enseñanza y aprendizaje como actividades abiertas e integrales,
por la necesidad de crear un aula donde se lea, se escriba, se reflexione, se
consulte, se trabaje tanto individualmente, como en grupos.
La pedagogía por proyectos involucra en esta planificación del uso del tiempo y
el espacio tanto a maestros y alumnos, como a las familias y otros miembros de
la comunidad. Implica la necesidad de construir y desarrollar las capacidades
para dialogar y trabajar juntos. Desde el mismo momento en que se propone y
discute qué hacer y cómo hacerlo, estamos ante una situación pedagógica. La
participación de los alumnos tiene su razón y su sentido, pues queremos una
educación para la democracia y la participación, y esto necesita que aprendamos
a planificar y tomar decisiones conjuntas, y aprendamos a participar
participando.
El tiempo de trabajo en los proyectos de aula presenta exigencias muy
diferentes que las de la educación parcelada. Un proyecto es un conjunto de
actividades organizadas de acuerdo con un propósito y unas necesidades de
aprendizaje. Si hemos visto que nuestros alumnos son muy callados y tienen
temor de expresarse, nuestros proyectos apuntarán a buscar que se expresen; si
hemos visto dificultades para trabajar en grupo, a facilitar experiencias donde
compartamos y reflexionemos sobre la importancia de la solidaridad; si
encontramos debilidades en la resolución de problemas y fortalezas en la
expresión oral, propiciaremos actividades donde se aproveche la fortaleza y se
busque superar la debilidad.
Pero bajo esta orientación, los temas y los propósitos de los proyectos pueden
ser muy distintos: Desde aprender a hacer pan o preparar nuestra participación
en nuestra localidad u organizar una campaña contra las drogas; averiguar sobre
los huesos o mejorar las condiciones ambientales de la escuela. Todos pueden
ser proyectos pedagógicos de aula.
Tomemos como ejemplo
el proyecto de hacer pan y supongamos que nuestra preocupación pedagógica
fundamental apunte a la expresión oral. Entonces será muy importante realizar
entrevistas a quienes hacen pan, preguntar a los padres dónde compran el pan o
cómo lo hacen, aprender a hacer el pan y a escribir la receta, hacer el pan y
dárselo a probar a las familias en un acto, visitar los demás salones para
invitar a los alumnos de los otros grados, contar la experiencia en grupos
pequeños y ensayar hablando con todo el salón.
Las actividades organizan el tiempo, y el tiempo tiene que ser tomado en cuenta
para organizar las actividades. Y entonces será necesario dedicar una tarde a
las entrevistas o realizar el acto a la hora del almuerzo o tomar en cuenta que
para usar la cocina sólo disponemos del miércoles entre las nueve y las once de
la mañana.
En el tiempo de cada maestro con sus alumnos, tomaremos como primera referencia
entonces, las características de nuestros proyectos de aula, pero además será
conveniente, por ejemplo, establecer algunas rutinas, disponer de unas horas al
día para la lectura libre o la discusión de las noticias del periódico, anotar
las horas de comida, si es que se come en el salón...
Las actividades de aula nos pueden llevar también a actividades conjuntas. Y
viceversa. Si planteamos dedicar unas horas a compartir con los ancianos del
barrio, bien podemos hacerlo conjuntamente con todos los alumnos del tercer y
cuarto grado; si se prepara la organización de la semana de la escuela, de allí
pueden surgir proyectos en los diferentes grados. El punto central es adaptar
el uso del tiempo a las necesidades pedagógicas, organizarnos para aprender y
romper con la idea de organizarnos por organizarnos.
El tiempo de actividades conjuntas
El segundo tiempo de la escuela, y tan importante como el primero, es aquel en
el que los alumnos pueden trabajar juntando grados, edades y actividades.
Distinguimos tres tipos de actividades conjuntas:
a)
La creación de organizaciones estudiantiles y comunitarias. Estas son de
especial importancia pedagógica, pues resultan un escenario privilegiado para
desarrollar la autonomía, la responsabilidad y la capacidad para trabajar en
equipo. Pueden organizarse clubes de ciencia, de lectura o de ajedrez; equipos
de fútbol; grupos de danza o teatro; una Cruz Roja; una coral o una banda seca.
Todo depende de las características de cada escuela, de los recursos
existentes, de la disposición de emprender, de la experiencia y de la vocación.
b)
Los Talleres o espacios de formación en que se mezclan alumnos de varios grados
en función de sus intereses. Un taller de cuentacuentos, otro de cestería, de
producción literaria o de astronomía, pueden resultar un complemento importante
para la actividad del aula. En estos talleres la oportunidad de aprendizaje es
distinta a la de un proyecto de aula, porque buscamos especializarnos, o porque
queremos trabajar especialmente con un experto.
c)
La organización de actividades de toda la escuela. Que bien pueden ser
campañas, festivales o jornadas. En cualquiera de los casos, la participación
de los alumnos tiene que ser evaluada y comprendida como parte de sus actuación
en la escuela.
Los otros tiempos
Pero además la escuela integral tiene que reservar sus momentos para los otros
tiempos. Para la formación y para el ser de la persona son indispensables el
tiempo de recreación, de ocio y de descanso, que no puede ser olvidado en un
horario escolar completo. En especial en el preescolar es indispensable el
tiempo de sueño durante el día, pero en todos los niveles tiene que haber
momentos no estructurados, que permitan la reunión en grupos naturales, el
reposo y también el tiempo personal para estar consigo mismo.
Este tiempo personal es tiempo de reflexión, de auto evaluación, de pensamiento
libre o de simple ensimismamiento, es indispensable para la vida, y tendría que
ser considerado tanto como algo que surge a lo lago del día, como un tiempo que
se propicia y como unas oportunidades que se crean.
Tiempo para la formación de los docentes
Este es el último tiempo al que nos referimos en este papel de trabajo, pero es
en buena medida el que hace posible la realización de los otros tiempos.
La formación permanente del docente exige la reflexión sobre su práctica, la
discusión en colectivo con los colegas, el contraste con otras experiencias y
teorías. Es en esta reflexión y este contraste como se fortalece el juicio profesional
y se desarrollan alternativas de trabajo acordes con las necesidades y
características específicas de cada escuela.
Esta actividad formativa tiene como lugar privilegiado a la propia escuela.
Necesitamos aprender a trabajar como un colectivo profesional para poder hacer
realidad una escuela diferente. Y esto requiere reservar un tiempo especial
para la reflexión conjunta. Un tiempo necesario e ineludible, que bien podemos
utilizar con los niños en la escuela, buscando alternativas con la comunidad.
Tomado de: ¿Cómo entendemos las Escuelas Bolivarianas? FUNDALECTURA,
Serie Documentos de Educación y Lectura Nº 2, Caracas, Marzo 2000.
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