Revista Candidus Año 2
- No.14 - Marzo/ Abril 2001
Marcos Fidel Barrera
HACIA UNA EDUCACION HOLISTICA
La educación en este milenio
confronta severas afecciones producto de múltiples factores. Entre otros, los
siguientes:
1)
El impacto y la dependencia de los medios de comunicación en la población de
todas las edades. Los medios constituyen la vía inmediata, más actual y rápida
para la obtención de información. En oportunidades, constituyen un recurso para
verificar el contenido del acto educativo.
2)
El impacto del desarrollo telemático. La virtualidad surge como didáctica. La
tendencia cada día mayor es la de accesar el mundo de la virtualidad, incluso
como manera de superar las contradicciones que entraña la educación en materia
de dotaciones, método, didáctica y contenidos. La virtualidad provee el
espacio, los protocolos, el método, la técnica. Sin embargo, ¿quién provee los
contenidos, la finalidad y las orientaciones sobre el ser, identidad y misión
del ser humano? Ojo: la misma virtualidad quiere proveer todo pues el
conocimiento y la dinámica formativa son vistos como módulos consumibles,
cartuchos de contenido programático, cambiables cada vez que culmine su
vigencia.
3)
La tendencia inercial de las instituciones que tienden a permanecer en
condiciones rígidas, ajenas a los cambios y en disgusto con la evolución de una
conciencia holística, participativa, dinámica, integral... y honesta.
4)
El anclaje en paradigmas fragmentarios del saber, del conocimiento (V.g.
pedagogía, endragogía, prenatalidad), como también el afianzamiento en
compresiones del conocimiento vista bajo paradigmas positivistas y
mecanicistas. Esto obliga a concebir la educación como un contexto para el
estudio de las teorías ajenas a la cultura propia y para la comprobación de
dichas teorías, más no para la exposición teorética propia. Además, conlleva a
aceptar que el conocimiento es acumulativo, lejos de las nociones más actuales
vinculadas con la transitoriedad del conocimiento, con el dinamismo de las
relaciones y con la necesidad de someter la ciencia a procesos continuos de
indagación, de reflexión y de crítica.
5) La incapacidad burocrática
y administrativa para la toma de decisiones. La lentitud histórica de los
procesos. Las decisiones atadas a protocolos que tiñen “de morado” la
policromía potencial de las instituciones.
6)
Las presiones económicas que velada
y abiertamente exhiben intereses utilitarios.
7)
La dependencia de factores de decisión ajenos al contexto académico. Por ejemplo,
empresas e industrias orientadores y ejecutores de diseños curriculares, y
gremios vinculados a la educación pero con intereses que riñen con la misma.
8)
El mesianismo cultural. La cultura
mágica y religiosa exige la espera de “alguien” de una entidad superior que
resuelva los problemas, cosa que por lo regular no ocurre. No aparece el
Mesías. En consecuencia, las decisiones se postergan y quien puede hacerlo no
decide porque la tarea ha sido delegada.
9)
El encandilamiento transcultural.
“Ciegos por falta de luz, y ciegos por demasiada luz “.
10)
La apatía, la indiferencia, el escepticismo y el nihilismo.
11)
El reduccionismo organizacional que ha relegado la tarea de educar
exclusivamente a instituciones de educación formal: colegios, liceos,
universidades, institutos. Esto ha impedido el fortalecimiento de otras
experiencias educativas, como ha limitado que la sociedad toda se sienta
comprometida con la formación, con la educación. El descubrimiento de la
Sociedad educadora, donde todos deben participar en el proceso formativo, desde
su perspectiva y aporte social, todavía está por hacerse. Todavía espera por la
“acreditación”.
Sin embargo, frente a estos aspectos, la sociedad se encuentra también
impactada por hechos muy importantes del quehacer educativo: La capacidad
creativa, el deseo de trascender, los propósitos innovadores de innumerables
docentes, las urgencias históricas que cada día demandan determinar
prioridades, la exigencia de protagonismo de importantes sectores en las tomas
de decisión, especialmente en los aspectos fundamentales que afectan la
sociedad, la existencia de nuevas y variadas experiencias formadoras...
La educación y la holística
Hablar de educación holística implica partir de una comprensión amplia,
novedosa, integral y trascendente del ser humano y de la vida; implica además,
inscribirse en actitudes optimistas, solidarias y participativas; requiere
acciones consecuentes y honestidad, mucha honestidad.
No se debe confundir la educación holística con el pensamiento liberal de la
educación. No. Tampoco debe asociarse la educación holística con agregados de
ideas, con montón de experiencias, ni con mezclas arbitrarias de contenidos.
Tampoco ha de ser vista la educación holística como el campo abierto para todo
tipo de experiencias y de aplicaciones, como si el vasto conglomerado educativo
fuese área de experimentación donde “todo es posible”, supuestamente porque la
holística “todo lo permite”. No.
La educación holística ha de
ser vista como una actividad incesante, de realización histórica, en donde la
persona participa todo el tiempo, en todas las edades, pues la experiencia de
formación es un continuo. La educación holística provee a los partícipes de ese
proceso (toda la persona, todas las personas) de ideas, conceptos, valores,
herramientas y experticias capaces de propiciar la realización integral y la
generación de maneras cada día más actuales de trabajo y de organización
sociocomunitaria.
La educación holística debe ser apreciada también por constituir un proceso
caracterizado por la continuidad, la integralidad, la coherencia, la
consistencia, en medio de las circunstancias propias del crecimiento humano y
social. Ha de ser valorada por constituir una experiencia permanente de
crecimiento humano -hologogía-, de realización integral, de presencia
histórica, donde la persona tenga oportunidad de participar activamente en la
misión de hacerse así mismo -autogogía-.
Hablar de educación holística implica hablar de la comprensión antropológica,
pues en toda concepción educativa subyace una antropología. De ahí la
importancia de reflexionar sobre el principio, centro y fin de la educación
holística: el ser humano, como ser integral, en devenir y en un contexto de
realización con implicaciones sociales. De ahí, además, que se deba efectuar
una consideración de carácter antropológico, con el deseo de precisar algunos
de los rasgos propios de la antropología cultural y filosófica, capaces de
animar la comprensión holística del ser humano y, por ende, la comprensión
holística de la educación.
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