Revista Candidus Año 2 -
No.13 - Enero/ Febrero 2001
Rafael Alberti
Capitán de la Poesía
Juan José
Verde Mijares
La generación
que me procedió y la mía propia vivieron como un combate suyo, la guerra de
España, la derrota de los republicanos y el ocaso de las libertades públicas en
la mayoría de los países latinoamericanos y comprobaron una vez más las
debilidades de nuestros pueblos frente a las grandes potencias.
Esos
acontecimientos que se sucedieron en España hicieron que el mundo entero se
conmoviera y comenzara alinearse frente a los que avizoraba que estaba a la
vuelta de la esquina: El fascismo, el nacional socialismo, Hitler y la guerra
mundial.
Después de la
derrota en la guerra civil se produjo una diáspora y nuestra América generosa,
como casi siempre lo ha sido, recibió a los derrotados de la contienda, como si
fueran sus naturales que regresaban a casa después de una frustrada expedición.
Y fue así como llegaron J. P. García Bacca, Juan Ramón Jiménez, León Felipe,
Antonio Aparicio, María Teresa León, Rafael Alberti, Alberto de Paz y Mateos,
Margarita Xirgua y otros.
Esta legión
será conocida con el honroso nombre de España Peregrina y así lo era porque
supo traerse en sus bártulos el alma y la realidad de la tierra que dejaban.
Eran maestros en ciencias, artes literatura demostrándolo hasta la saciedad en
su quehacer diario.
En épocas de
tribulaciones la poesía se presenta al espíritu como un desagravio por eso una
de las voces más duras siempre y más dulces se fue a la vanguardia, era la del
andaluz Rafael Alberti, al que los años de la guerra no hicieron callar ni
interrumpir, sino que lo hicieron más directo y comprometido.
Rafael nació en
el Puerto de Santa María, Cadiz el 15 de diciembre de 1902 y falleció el 15 de
octubre de 1999, a los noventa y seis años de edad. Su primera vocación fue la
pictórica, incluso llegó a realizar exposiciones. Obligado por una lesión
pulmonar dejó el oficio de pintor y consiguió que la poesía lo envolviera;
tanto así que su primer libro Marinero en Tierra ganó el Premio Nacional de
Literatura en 1924.
Si mi voz muriera en tierra,
Llevadla al nivel del mar y
Dejadla en la ribera"
Dejadla al nivel del mar
Y nombradla capitana
De un blanco bajel de guerra
Alberti decía
que eran muchos años de vida y un poeta no puede quedar callado ante nada que
lo conmueva, lo inquiete o perturbe. Siempre permaneció despierto, alerta a lo
que sucedía en el mundo y siempre creyó que había que denunciar las situaciones
sin importar las consecuencias que le pudieran traer. No hubiera querido que lo
consideraran un "poeta sentado". Siempre dijo que prefería morir en
la calle que escribiendo poemas frente a la mesa. Esa era una muerte más
honorable.
Para los que
conocemos su obra de alguna manera sabemos de la verdad de esas afirmaciones,
cuando recordamos las coplas de Juan Panadero decimos que siempre supo el
momento que vivía.
Vivió más de tres décadas en Argentina y la
gran mayoría de su obra fue escrita en ese país; baladas y canciones del
Paraná, Buenos Aires en Tinta China, retornos de lo Vivo Lejano, Signos del
Día, A la Pintura, u otros.
BALADA DE LA NOSTALGIA
INSEPARABLE
Siempre esta nostalgia, está inseparable
Nostalgia que todo lo aleja y lo cambia.
Dímelo tú, árbol.
Te miro. Me miras. Y no eres ya el mismo.
Ni es el mismo viento quien te está azotando
Dímelo tú, agua.
CARTA ABIERTA A LOS POETAS PINTORES,
ESCRITORES.... DE LA ESPAÑA PEREGRINA
A vosotros, hermanos, lejos de España, lejos
de su siempre cercano corazón, los consejos
-perdonad- de un poeta que para sí querría
recibir los que a todos buenamente daría.
Cuando después de tantos años de noche oscura,
de destrozada aurora presa en la dentadura
del más hambriento lobo que a España tocó en suerte;
cuando después de tanta pena, tanta muerte,
de tanto umbroso y claro cómplice conocido,
de tantos derramados héroes, de tanto olvido;
pobres y errantes huesos lejos de ti arrojados,
vida y sueños de tuyos, de sin ti desterrados;
cuando después de tantos después sin aparente
vislumbre de una estrella que rompa en el oriente,
¡Oh hermanos de la patria distante!, se deshila
la fe del fatigado corazón que vacila,
escuchad, y el poeta nunca jamás se engaña;
si en España hay hogueras, son del pueblo de España.
En 1990 luego
de ese tenebroso exilio regresó a Buenos Aires invitado por los luchadores
políticos argentinos y en la Plaza de Mayo brindó un recital a las adoloridas e
inconsolables empañoladas "madres de la Plaza de Mayo" en señal de
solidaridad con esas insignes defensoras de la vida y los derechos humanos.
Fue
verdaderamente un poeta combativo, un poeta de verdad que nunca pudo pasar
impasible ante acontecimientos que convulsionaban a su pueblo o a otros pueblos
del mundo.
COPLAS DE JUAN PANADERO
Me llamo Juan Panadero
Por la tierra y por el mar
El pan que amaso es de harina
Que nadie puede comprar
Que yo no vendo mi trigo
Mi pan me lo como yo
O lo regalo al amigo
Lo que mi molino muele
Lo dice Juan Panadero
Se reparte y no se vende
Tengo dientes, tengo manos
Y en la punta de los pies
Puntapiés para el inglés
Y los norteamericanos.
Mueran los imperialistas
Se llamen republicanos
O se llamen laboristas
Juan Panadero de España
Tuvo, cuando la perdió
Que pasar la mar salada
Pero aunque la mar pasó
Juan Panadero de España
Ni se fue ni se perdió
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