Revista Candidus Año 2 -
No.13 - Enero/ Febrero 2001
LA DECLARACION DE DAKAR SOBRE LA EDUCACION
MUNDIAL
José Fernando Ocampo
Para que las políticas respondan a las
necesidades es necesario partir de un diagnóstico apropiado. Tanto en Jomtien
como en Dakar, los principios, las metas y las estrategias parten de
diagnósticos inapropiados, es decir, que no atinan en la identificación de la
problemática fundamental y, en consecuencia, no aciertan. Primero, sobre las
circunstancias que dominan el nuevo milenio; segundo, sobre la pobreza;
tercero, sobre la relación entre pobreza y educación; cuarto, sobre los
recursos para la educación, quinto, sobre el carácter de la educación para los
países en desarrollo.
Partir de la
globalización como una situación ineludible del desarrollo humano y no como una
política de dominación internacional con el libre comercio de mercancías y
capitales, ya determina todos los demás puntos. Tratar de la pobreza, lavándose
las manos de la culpabilidad profunda de los organismos patrocinadores de estos
eventos en la extendida miseria mundial, es de un cinismo cruel. Adjudicarle a
la educación el milagro de contrarrestar la pobreza sin la condiciones
políticas y económicas que determinan el desarrollo de un país, es trastocar
totalmente los factores. Tocar la problemática de los recursos de financiación
para la educación sin definir el carácter mismo de ella, no significa sino
eludir el proceso de privatización que los mismos organizadores han impuesto
con sus créditos por el mundo entero. Y definir la educación para los países
subdesarrollados como la consecución de las "necesidades básicas de
aprendizaje", nada más ni nada menos, que convertir la educación en una
educación pobre para pobres reducida a obtener los conocimientos mínimos y las
destrezas indispensables para economías entradas a saco por las multinacionales
y el capital financiero internacional.
No puede
extrañar, entonces, que los principios, las metas operacionales y las
estrategias se adecuen a ese diagnóstico. Basta enumerar algunos: los recursos
dependen de las circunstancias de cada país (¿cuáles?, ¿las de la
privatización, de la municipalización o de la plantelización?); las estrategias
antipobreza contrastan con los planes de ajuste impuestos en Asia, África y América
Latina por ellos mismos; los programas para la primera infancia evocan los de
madres comunitarias y úrsulas al estilo colombiano -por algo somos modelo
mundial-; quedan abiertos espacios para el control comunitario o de la sociedad
civil sobre escuelas y colegios sin ningún criterio de profesionalización; el
tratamiento a los maestros se parece más al de una compasión misericordiosa que
al del elemento esencial de cualquier educación formal. Y así sucesivamente.
Allí mismo, en
Dakar, se presentó una declaración disidente firmada por un grupo de
latinoamericanos. ¡Qué lástima que esa declaración disidente no haya acertado
ni en el diagnóstico de nuestra crisis educativa ni en sus causas, tal como
estamos en manos de las políticas de los organismos financieros internacionales
que convocan estas conferencias para apaciguar las conciencias.
Tomado de: Revista Educación y Cultura N° 54
-Sept. 2000 Bogotá-Colombia.
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