Revista Candidus Año
1- No.11 – Septiembre / Octubre 2000
REFLEXIONES SOBRE LA TRANSICION ENTRE EL
PREESCOLAR Y LA ESCUELA BASICA EN VENEZUELA
Zorelys León
Durante el transcurrir de la vida, toda persona se encuentra con múltiples y a
veces inevitables encrucijadas. Pareciera que la existencia se construye por
etapas, entre las cuales hay rupturas y encuentros, que sirven de enlace entre
ellas. Las transiciones entre estas etapas o ciclos, forman parte de la
dinámica educativa del niño y pueden marcar significativamente el crecimiento
de su personalidad; positivamente si dichas transiciones se nutren de
experiencias enriquecedoras o por el contrario negativamente, si las rupturas y
encuentros en las transiciones, se convierten en acciones frustrantes que se
oponen a la evolución normal de los procesos educativos. De allí pues, es
posible afirmar que en la existencia hay procesos permanentes donde las
transiciones ejercen un rol muy importante.
Las transiciones, entonces, son una constante en el eje vital. Quizás la más
significativa y crucial, se produce en el momento mismo del nacimiento, cuando
el individuo abandona el vientre generatriz para iniciar una vida
independiente. Sin embargo, la absoluta independencia física y psicológica de
la madre no ocurrirá jamás. Esta primera transición, al igual que todas las
demás, significa también una ruptura, pero es una ruptura donde el concepto de
transición muestra que ella no es definitiva, sino que por el contrario anuncia
la continuación de nuevas experiencias. En estos primeros pasajes el equilibrio
depende del apego en la unidad madre-hijo. Instintivamente por parte de los dos
y a veces racionalmente por parte de la progenitora, ambos empiezan una nueva
relación social, iniciática para el niño y distinta para la madre. Juntos
empiezan el descubrimiento de un nuevo universo delimitado por la
compenetración psicológica entre ellos y sus relaciones con la sociedad.
A medida que avanzan los procesos de socialización en el niño, se comienza otra
etapa en la cual se produce el desarrollo de progresivos momentos de
transición. El contacto con el entorno físico y humano, le inicia en el
descubrimiento de la sociedad, lo que en cierta forma implica el debut de la
ruptura con la dependencia materna y la transición hacia etapas de mayor
autonomía.
Luego, al abandonar el ritmo vital de la casa, al cual está acostumbrado para
ir a la escuela, esta transición le obliga a adquirir y poner en práctica sobre
la marcha, nuevos hábitos individuales que necesariamente generan cambios en la
vida cotidiana. La entrada a la escuela donde va a interactuar con otras
personas de su misma edad, y de diferente procedencia, posiblemente de otras
razas, religiones y culturas distintas, le inicia en el encuentro temprano de
la sociedad compleja donde va a crecer y desarrollarse. Estas rupturas y
encuentros marcan una de las transiciones más difíciles y cruciales que el
individuo va a enfrentar en su ciclo vital. Además, esta primera relación con
la escuela es sin lugar a dudas, el primer enfrentamiento sistemático con el
entorno cultural, hecho que le conduce inexorablemente hacia el descubrimiento
del mundo exterior a la casa. Es importante entender el concepto «casa», dentro
del mejor sentido humanista, como centro esencial de apoyo físico, psicológico
y emocional del niño. Hábitat natural y primario donde se establecen relaciones
fundamentales que inciden extraordinariamente en su desarrollo. Los olores, los
sabores, los ruidos, los colores y la relación táctil con la casa,
representan un contacto físico que sirve de soporte básico para el desarrollo
de su bagaje emocional y la configuración de su estructura
psíquica.
La casa también es el escenario donde se produce el fenómeno psicológico de la
relación madre-hijo, base de la organización de su mundo íntimo. Por lo tanto
la atmósfera psico-social de la casa juega un rol decisivo en el desarrollo de
la personalidad. Por la puerta del Preescolar, el niño penetra oficialmente en
el engranaje social. Allí debe continuar su larga marcha de descubrimientos,
orientado por una persona extraña a la casa y sentado al lado de otros
individuos de sus mismas características con los cuales hay que interactuar. De
pronto, los procesos de socialización se aceleran y otras transiciones marcarán
su evolución educativa. Es por eso, que la transición del hogar o de la
guardería al Preescolar, debe ser orientada con la colaboración estrecha de los
padres, dentro de procesos educativos fáciles, sencillos y prácticos, imbuidos
de una sensibilidad educativa especial, que tome en cuenta sus características
psico-sociales; porque si no se implementan las previsiones pedagógicas
pertinentes, se corre el riesgo de que los cambios derivados de esa transición
puedan causar angustias innecesarias, retardos en la socialización, además de
miedos y frustraciones que se deben evitar.
A pesar de los esfuerzos de la pedagogía contemporánea, todavía la escuela no
logra impedir que este tipo de pasaje produzca fricciones a veces indelebles en
la personalidad del niño. Son muchos los adultos que con frecuencia recuerdan,
a veces con amargura, los golpes morales y psicológicos recibidos en esos
momentos de hipersensibilidad. El choque psicológico es inevitable, y
queda bajo la responsabilidad de la escuela como institución, del maestro, de
los padres y de los investigadores en este campo, la lucha por hacer que los
citados cambios se produzcan de la manera más natural posible y los impactos
dejen la menor secuela. La familia y la comunidad deben proponerse trabajar
para que este pasaje sea lo menos traumático posible y se convierta en un
proceso de crecimiento nutritivo y enriquecedor.
El encuentro con el entorno físico y social
asume nuevas dimensiones a partir del Preescolar. La atmósfera psicológica del
aula y de la escuela, juega un rol de primera importancia en el desarrollo de
las actividades. Es por eso que todos los factores que intervienen en la
planificación y orientación de la práctica educativa, deben llegar a un consenso
en relación con las medidas de orden administrativo y técnico-docente, que hay
que poner en ejecución para que el trabajo educativo sea satisfactorio.
En primer lugar, se debe atender con precisión las necesidades básicas desde el
punto de vista administrativo. Una escuela limpia con espacio suficiente y un
salón agradable con el material necesario, constituyen lo mínimo indispensable
para el buen desarrollo de las actividades. Y en segundo lugar, se debe
orientar el trabajo hacia el establecimiento de un clima psicológico que
favorezca el crecimiento socio-emocional del niño, sobre una base de relaciones
de igualdad, sencillas y naturales con sus compañeros y de interacción
permanente con el personal docente. En cierta forma, aunque no tiene las mismas
características y es de naturaleza distinta al apego madre-hijo, surge un nuevo
tipo de apego que es el de maestro-alumno.
Sobre la base de esta relación de orden psicológico, la cual se centra en lo
emocional, el niño comienza a descubrir otros aspectos de su entorno físico y
cultural. Es allí donde se inicia académicamente la exploración sistemática de
las potencialidades del lenguaje. Debe entenderse el término lenguaje desde su
más amplio sentido semiótico. En estos momentos el niño se acerca al lenguaje a
través de la lengua materna, paulatinamente debe comprender que el lenguaje es
una facultad humana, que ejerce una importante función social como medio de
comunicación. En esta etapa, de una manera sencilla, debe entrar en contacto
con el conjunto de hechos semióticos que rigen la vida actual. Es allí donde
empiezan a afianzarse los primeros intentos para «leer» signos, la preparación
para descifrar «significantes» y «significados» a través de códigos
construidos con «signos.»
El Preescolar entre sus múltiples objetivos, persigue continuar los procesos de
socialización, que tienen por finalidad orientar al infante para que desarrolle
su personalidad dentro de los parámetros de su naturaleza gregaria. Estos
procesos van íntimamente ligados al descubrimiento del lenguaje. Sólo mediante
la producción y la decodificación de signos es posible que se establezca la
comunicación, eje esencial de la socialización. Por otra, parte es evidente que
el lenguaje es un hecho cultural al cual el niño accede de una manera
espontánea. Cuando el alumno, comienza a dar los primeros pasos para «leer»,
(entiéndase lectura en el más amplio sentido semiótico) imágenes, letras,
sonidos o cualquier otro tipo de signos, instintivamente está explorando
elementos inherentes a su entorno cultural. Desde su más tierna edad, el niño,
se ve bombardeado por un volumen impresionante de estímulos, cuya forma de
presentación se manifiesta a través de imágenes estáticas o cinéticas, sonidos
y material impreso, que generalmente no comprende pero que instintivamente
trata de descifrar. Gran parte de esos materiales son ignorados, pero un número
importante de mensajes queda en su experiencia psíquica, ellos son captados en
consonancia con la intensión del emisor, o simplemente, con la capacidad del
infante como «lector.» Éste, apoyado en su capacidad imaginativa, le adjudica
su propia interpretación. Esta situación genera un problema educativo, en la
mayoría de los casos, el niño de esa edad es un receptor frecuente de los
estímulos poderosos de las imágenes y los sonidos. Por eso es muy importante,
que ya desde el Preescolar se comience a formar al alumno en la difícil tarea
de descifrar mensajes, enseñarlo a seleccionar según sus propios criterios, lo
útil, lo bueno y desechar lo inútil, lo perjudicial. La educación contemporánea
debe asumir los retos que le presenta el transcurrir de los tiempos. El devenir
político y social, las transformaciones en los campos de la teoría y la praxis
económica, el avance de las ciencias, la evolución de las tecnologías, y por
supuesto, los cambios en la filosofía de la vida en los últimos años, crean la
necesidad de educar al individuo para que sea protagonista de una sociedad de
transformaciones vertiginosas. Por otra parte el Preescolar tiene la misión
educativa de continuar desarrollando la personalidad del niño dentro del marco
de otros aspectos de la cultura. En esos momentos, él ensaya los primeros pasos
para su formación artística. Se comienza a poner más énfasis en el desarrollo
del cuerpo y de los movimientos, continúa el descubrimiento de su estructura
corporal y su relación con la naturaleza. Se acerca al encuentro progresivo y
sistemático de su entorno físico y psicológico. En fin, como se puede observar
en este panorama general, el Preescolar constituye una etapa muy importante en
la formación del hombre actual. Para muchos investigadores en el campo
educativo es un momento crucial en la educación del joven, tan importante y
vital como pueden ser otros niveles del sistema educativo. Parece ser que
muchas actitudes psicológicas, conductas emocionales, habilidades
psico-motrices, y otros elementos inherentes al desarrollo de la personalidad,
comienzan a configurarse desde esos instantes educativos en los cuales todavía
el «conocimiento» no ha intentado ocupar la plaza central que erróneamente la
escuela contemporánea le ha adjudicado.
Durante esta etapa, el niño comienza a
prepararse para muchos aprendizajes y vivencias. Por lo tanto, sus
procesos de desarrollo exigen que la escuela atienda a su propio ritmo. En este
nivel educativo, como una constante pedagógica, el respeto por las capacidades
individuales de aprendizaje y las posibilidades de cada quien, para adaptarse
psicológicamente a los cambios progresivos que depara la labor académica y la
vida en general, constituyen un reto para la escuela. Es por eso que, por
ejemplo, en procesos tan delicados como el de aprender a leer, el ritmo de cada
individuo debe ser respetado rigurosamente. El Preescolar debe dirigir toda su
capacidad técnico-docente para orientar al alumno a través de acciones
pedagógicas, que le permitan acceder a la lecto-escritura cuando sus
condiciones congnocitivas, psico-sociales y psico-motrices estén preparadas
para ello. El niño debe iniciarse en los procesos de aprendizaje inherentes a
la lecto-escritura en el instante adecuado que su madurez lo indique, por lo
tanto el maestro debe estar formado para detectar ese momento
educativo.
De acuerdo con lo antes expuesto, la transición del Preescolar al primer grado
de la Educación Básica adquiere vital importancia. Porque si los procesos de
maduración y desarrollo no se continúan orientando con la misma calidad
metodológica, y si la concepción pedagógica cambia, se corre el riesgo de
ubicar al niño en situaciones donde se puede confundir, sufrir pequeños o
importantes traumas de ubicación, de socialización, y lo que es peor, miedo y
desconfianza por la escuela. Esta situación puede acarrear graves consecuencias
relacionadas con la alteración del ritmo de su formación, comprometiéndose así,
el logro de los altos objetivos de su educación.
Retomando el tema de la transición, se podría afirmar que después del gran
suceso del nacimiento, y de los importantes cambios producidos en el niño,
cuando por varias horas al día, abandona la vida del hogar o de la guardería
para acudir a la novedosa realidad del Preescolar, este tercer evento
representado por el pasaje del Preescolar al primer grado de la Educación
Básica, tiene también una enorme significación. Por supuesto durante el
tránsito vital, los caminos académicos y personales le garantizarán gran
cantidad de rupturas y encuentros, junto con los consecuentes cambios
inherentes a ellos. Cada año escolar significará momentos de progresivos
descubrimientos, otro maestro, nuevos conocimientos que aprender, distintas
actitudes y necesidades que van marcando la edad.
Del análisis de la realidad educativa venezolana, surge la necesidad de
responder a muchas inquietudes e interrogantes, que actualmente padres y
representantes, maestros, profesores universitarios formadores de docentes de
Educación Preescolar y Básica e investigadores se plantean. Porque es evidente
que en la práctica, hay una ruptura entre estos dos niveles del sistema
educativo, tanto en los procesos educativos como en los instrumentos, métodos y
técnicas pedagógicas.
A grandes rasgos y a manera de ejemplo, se puede afirmar que en Venezuela
existen dos concepciones metodológicas diferentes en la praxis educativa del
Preescolar y de la Educación Básica. De acuerdo a la afirmación de las diversas
teorías que sustentan este tipo de educación, en el Preescolar el niño se
encuentra en un mundo «abierto, libre y seguro»; campo fértil para el
desarrollo de su creatividad. Puede curiosear, preguntar, tomar decisiones
relacionadas con su jornada de trabajo y con las actividades que desea
realizar. En cierta forma, de una manera simple, participa en la planificación
de actividades que tienen que ver con su formación. En la teoría, se
convierte en un sujeto activo dentro del proceso educativo, e instintivamente
participa en la construcción de su desarrollo integral. Cuando manifiesta su
deseo de trabajar en tal o cual actividad, o simplemente cuando expresa su
intensión de no participar, se están sentando las bases para la configuración
de una personalidad autónoma. La actividad libre del Preescolar lo ubica en un
medio educativo propicio para el desarrollo de sus potencialidades.
Es posible que algunos problemas
significativos en la formación del niño, se presenten cuando accede al 1er.
grado de la Educación Básica. Desde el inicio de las actividades, el panorama educativo
es distinto. Ahora en la mayoría de los casos, entre otros cambios por ejemplo,
debe llevar un uniforme con una camisa distinta y de otro color. Abandona las
mesitas para sentarse en una gran fila de pupitres, des-de donde debe atender a
la palabra de un maestro que le dicta diferentes normas, tales como permanecer
callado hasta que se le permita hacer uso de la palabra. La dosificación de la
palabra produce que su creatividad esté sujeta a las oportunidades que le
conceda el maestro para expresarse. Debe hacer filas para entrar al salón. Y lo
que es relevante desde el punto de vista académico, en esta nueva etapa tiene
que enfrentarse a varias asignaturas con sus respectivos cuadernos y demás
materiales de trabajo, generalmente con las exigencias propias de metodologías
que se apoyan casi exclusivamente en la transmisión de conocimientos.
Para los sectores magisteriales y universitarios del país, así como para toda
la comunidad educativa nacional, esta transición tan importante genera gran
preocupación, porque se corre el riesgo de que ella pueda repercutir
severamente en los procesos educativos del niño. Por lo tanto es necesario que
este problema sea analizado y estudiado a profundidad, con el fin de crear una
base de opiniones e ideas muy claras, que permitan construir una propuesta de
cambio que contribuya a modificar la situación.
En los actuales momentos, en la Educación Básica de Venezuela son alarmantes
las cifras de repetición y abandono. El fracaso escolar y la exclusión a
temprana edad son causa de significativos problemas sociales que afectan a la
comunidad en general. Por otra parte, desde el punto de vista individual, esta
problemática produce altos niveles de frustración y otros traumas psicológicos
en el individuo, lo que incide directamente en el desarrollo socio-profesional
y en la salud mental de la población adulta que vive en una sociedad con graves
problemas económicos y sociales.
Progresivamente aumentan las dificultades en la lucha del ciudadano por lograr
una existencia segura y sin apremios socio-económicos. Los desajustes en la
praxis pedagógica del sistema educativo venezolano, obstaculizan las acciones
para formar una personalidad apta para la vida dentro de este tipo de competencia.
Es evidente entonces, que para los sectores con dificultades económicas y
culturales, el crecimiento social se torna más complicado. El ascenso social a
través de la educación, cada día es más difícil. La amplia clase media generada
por el bienestar económico producido por los recursos aportados por el
petróleo, decrece paulatinamente. Como consecuencia inmediata de los problemas
económicos y culturales, entiéndase en gran parte educativos, ese sector medio
de la población es sustituido , posiblemente en la misma proporción, por
sectores desfavorecidos cuyo casi inevitable destino es la marginalidad.
De tal manera pues, que si se quiere
producir correctivos que rectifiquen el rumbo, y si es importante que la
juventud del país tenga un futuro más cierto, es necesario producir cambios
en las bases educativas y pedagógicas del sistema, desde los primeros
niveles. Estas transformaciones deben apoyarse en una filosofía de la
educación que oriente los procesos a partir de un diagnóstico, surgido de investigaciones
confiables y pertinentes que delimiten la problemática y planteen propuestas
para una reforma inmediata.
Frente al fracaso y la exclusión en el medio escolar valdría la pena
preguntarse ¿hasta qué punto es culpable el niño?, ¿hasta dónde llega la
responsabilidad de la familia, del maestro o del sistema educativo?. Las
responsabilidades pueden ser compartidas, pero al fin y al cabo el objetivo
no es buscar culpables, sino alternativas.
Es evidente entonces, que para las autoridades educativas del país y para
toda la comunidad educativa nacional, la transición, de la cual hablamos,
representa un problema al que hay que enfrentar, porque puede ser el origen
de significativas dificultades en el devenir educativo de nuestros niños.
Creemos que una de las ideas centrales en relación a este tema, indica que
dentro de lo posible, debe haber una continuidad inalterable en los procesos
educativos. No se justifica que las rupturas y encuentros propios de las
transiciones normales dentro del sistema educativo, se conviertan en
elementos de carácter traumático que obstaculicen el desarrollo integral del
niño. Así como tampoco es concebible que la mayoría de esos obstáculos
provengan, generalmente de fallas profesionales relacionadas con la
concepción pedagógica de los procesos y con su aplicación en la escuela.
Es evidente que los términos ruptura, articulación y transición, cada día
adquieren más vigencia en la realidad educativa nacional. Por lo tanto se
puede concluir entonces, que la transición está condicionada por algunos
elementos fundamentales que originan la mayoría de los problemas del pasaje.
Por lo tanto, si se desea intentar un cambio que facilite la transición, y le
ahorre al niño el riesgo de graves complicaciones en su evolución educativa,
es de suma importancia hacer énfasis en la revisión y estudio de los
siguientes aspectos: Primero, los programas académicos y las diferentes
concepciones metodológicas utilizadas en ambos niveles del sistema educativo.
Segundo, la formación del docente y la implementación de una supervisión
académica eficaz que oriente el trabajo en el aula. Tercero, una reforma
administrativa que tome en cuenta la necesidad de racionalizar la justa
utilización de los recursos y sincerar entre otros, algunos aspectos como:
estructuración de los ambientes de clase, número de niños por aula,
distribución del tiempo y utilización de ambientes extra-escolares. Cuarta,
la necesidad de fortalecer la participación de la familia y de la comunidad
educativa en general, dentro de los procesos pedagógicos. Prof. Zorelys
León Instituto Pedagógico de Caracas -
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