La financiación de la radio en España

Alternativas o utopías

 

Alberto Díaz Mancisidor

 

El análisis de las formas tradicionales y actuales de financiación de la radio muestra las virtudes y desventajas de cada fuente y permite dibujar alternativas, aunque su enuncia­ción pueda parecer utópica en la España actual.

 

INTRODUCCIÓN

 

Habría que decir de antema­no que la financiación de la radio aquí en España, al igual que en el resto de los países, no tiene ningún se­creto: es la que es y la que ha sido desde su origen hace ahora siete décadas.

Los modelos de financiación, o si se prefiere mejor el término sistemas, están delimitados desde hace tiempo:

 

‑ el comercial desde 1922 cuando la esta­ción norteamericana VVEAF introdujo el concepto de venta de tiempo;

‑ el público desde 1927 cuando Lord Reith decidió que la BBC se financiase entera­mente por subvenciones públicas para así evitar llegar a los desmanes de la radio norteamericana, entendiendo por desmán una dependencia de los intereses publici­tarios y en consecuencia una pérdida del concepto de servicio público de la radio;

‑ y, por último, el modelo mixto, es decir, una combinación entre fuentes públicas y comerciales, introducido en Europa a me­diados de los cincuenta como el mejor método, o el menos malo, para lograr dos objetivos: por una parte evitar la creciente descapitalización de las empresas o entes radiofónicos de propiedad pública; y por otro aligerar las cargas financieras que suponían para los Estados una cada vez mayor financiación de la radio pública como consecuencia del nacimiento de la televisión, y el incremento de la compe­tencia.

 

Tampoco es ninguna novedad afirmar que el modelo comercial es el sistema empleado por la radiodifusión privada y que el público 0 mixto es utilizado por la radio de propiedad pública ya sea como subvención directa o a través de la llamada tasa o canon.

Vista así la situación, hablar de la financia­ción de la radio en España tiene dos enfoques posibles:

 

‑ Uno, cuantitativo, consistente en analizar el devenir histórico y la situación actual de cada fuente de financiación desde un pun­to de vista numérico, realizando todo tipo de porcentajes y proyecciones futuras to­mando como referencias informes de ex­pertos o experiencias internacionales.

‑ El segundo y más interesante, bajo mi pun­to de vista, se relaciona con el análisis de los sistemas alternativos de financiación que se le presentan a la radio en un futuro como diferentes o añadidos a los modelos convencionales antes descritos. El desa­rrollo de nuevas tecnologías junto al in­cremento de la oferta y el estancamiento del mercado publicitario están producien­do un efecto de obsolescencia en los mo­delos tradicionales de financiación, y más en concreto en España, en donde la radio, ya sea por efecto de su historia o de su planteamiento actual, presenta algunas ca­racterísticas específicas distintas del resto de mercados europeos.

 

ESTADO DE LA CUESTIÓN

 

Es de general aceptación entre la industria. Parece que la radio en España está inmersa en una clara etapa de transición. Un cambio entendido como un proceso de adaptación interna como consecuencia de una modifica­ción de los elementos que definían el entorno de esa actividad. De forma resumida, las va­riaciones más significativas del entorno de la radio se podrían concretar en los siguientes aspectos:

 

Política de desregulación e incremento de la oferta radiofónica

 

Norteamérica, y más en concreto la era Reagan, exportó al mundo y en consecuencia también a Europa su idea de desregulación audiovisual, entendida como el proceso por el que los Estados disminuyen o suprimen la abundante legislación, casi toda restrictiva, que sobre estos medios existía en la mayoría de los países. Esta simple expresión ha sido el desencadenante fundamental de un conjunto de posteriores cambios que han tenido como colofón un giro copernicano en la manera de ver y legislar el paisaje audiovisual de la ma­yoría de los Estados europeos, por utilizar una expresión muy de moda en Francia.

En parte como consecuencia de la razón anterior, pero no en su totalidad, la desregu­lación tuvo como consecuencia directa el in­cremento considerable de la oferta radiofónica. Dicho en palabras más sencillas, la desre­gulación favoreció y propició el nacimiento de nuevas estaciones. En el ámbito de la ra­dio, y en sólo unos pocos años, han aparecido en España aproximadamente 350 nuevas emisoras, lo que ha originado el desarrollo de nuevas cadenas ya sean de ámbito nacional o regional; de contenidos generalistas o espe­cializados. España es el segundo país euro­peo en número de estaciones de radio, cerca de 1.700, sólo superado por Italia con 2.500 emisores.

 

Redistribución de la inversión publicitaria y de audiencia

 

En parte como consecuencia de la razón antes expuesta y también por un estancamiento de la inversión publicitaria en España, lo cier­to es que la inversión publicitaria en el medio radio tiende a una disminución lenta y paulati­na. Tampoco podemos olvidar que el desarro­llo de la televisión privada desde comienzos de los noventa ha fagocitado parte de la inver­sión publicitaria de la radio, a pesar de que España sigue siendo todavía el mercado euro­peo que mayor inversión publicitaria atrae en cifras absolutas: concretamente el 26,9 por ciento de la inversión total europea en el me­dio.

Estos datos optimistas contrastan con los datos de audiencia, ya que somos el país qué menos tiempo dedica a oír la radio diaria­mente: 86 minutos frente a los 170 de media europea. Sin embargo, en cifras absolutas la audiencia general de la radio aumenta lenta pero paulatinamente desde 1988, aunque se aprecie una cierta redistribución de las au­diencias como consecuencia del desarrollo de nuevas estaciones.

 

Deficiencias en la estructura empresarial

 

La mayoría de las empresas radiofónicas y en especial las cadenas, a la sazón principal motor de la industria radiofónica española, padece un alarmante sobredimensionamiento de la estructura y de los costes como conse­cuencia, por una parte, de una obsolescencia técnica y de producción y, por otra, de un exceso de recursos humanos, tanto en su nú­mero como en su costo económico, derivado principalmente de la estrategia de contrata­ción de estrellas seguida por gran parte de las cadenas. Así, por ejemplo, en 1993, los gastos de personal en las cadenas nacionales alcanzaron una media del 45 por ciento de los gastos totales, oscilando del 56 por ciento de Onda Cero al 33 por ciento de la SER y Antena 3. En cuanto al costo por empleado, y con cifras de 1992, fue de 4,1 millones, siendo de 4,8 en la COPE y de 3,1 en Onda Cero.

De igual manera, los resultados económi­cos obtenidos por las cadenas de radio tam­poco son halagüeños. Unos pocos datos ser­virán como ejemplo;

 

a) El ratio de endeudamiento de las cade­nas privadas, por ejemplo, ha crecido desde 1990 tres enteros, concretamente de 2,9 a 5,9.

b) Igualmente, el fondo de maniobra ha dis­minuido cerca de 2.700 millones de pe­setas.

c) Por último, los resultados económicos, en la mayoría, si no en casi la totalidad de estaciones, han descendido de forma alar­mante.

 

Estos factores indudablemente propiciarán en un futuro no muy lejano la concentración de empresas (proceso ya presente en el pa­norama actual de la radio española) así como la desaparición de aquellas menos afortuna­das.

 

El desarrollo de nuevas tecnologías audiovisuales

 

Las nuevas tecnologías audiovisuales aplica­das al campo de la radiofonía se desarrollan fundamentalmente en dos campos diferentes: el de la distribución y el de la mejora de la se­ñal. Ambos, aunque desde diferentes pers­pectivas, modificarán las posibilidades de fi­nanciación y estructura económica de la radio.

Las dos tecnologías radiofónicas vinculadas con la distribución se relacionan con el satéli­te y el cable. El primer procedimiento propi­ciará el desarrollo de emisiones en cadena de estaciones de FM especializadas; y el cable, es decir, la inclusión de señales radiofónicas en los sistemas de televisión por cable, per­mitirá el desarrollo de estaciones con conteni­dos de calidad, como por ejemplo la música clásica.

Las mejoras de la señal se circunscriben a las tecnologías que posibilitan la compresión de la señal y aquellas otras que optimizan el empleo de los canales. Las primeras permi­ten que canales de banda estrecha, como por ejemplo los de onda media, emitan en estereo­fonía, lo que abre las puertas a una especiali­zación musical a la banda de la media frecuen­cia; y las segundas, las encaminadas a la opti­mización de los canales de banda más ancha, por ejemplo los de FM, posibilitarán la emi­sión simultánea de otros contenidos a través de un mismo canal y en consecuencia amplia­rán sus posibilidades de venta y financiación. Entre estos contenidos de valor añadido se incluyen desde las emisiones cuadrafónicas a la emisión de fax o emisiones especializadas.

 

La crisis del concepto de servicio público

 

Todo lo mencionado con anterioridad, unido a la implantación de nuevas ideologías, como por ejemplo el denominado neoliberalismo, han tenido como consecuencia una incuestio­nable crisis del concepto de servicio público. Es decir, la necesidad que tienen las socie­dades occidentales de replantearse la finalidad y los procedimientos de actuación de los me­dios audiovisuales de titularidad estatal. ¿Por qué es necesario este replanteamiento? Pues muy sencillo, porque las bases sobre las que se sustentó este concepto ya no son válidas actualmente. Y precisamente, en la búsqueda de nuevos soportes teóricos reside uno de los principales retos de la radiodifusión del futuro. Hasta que no se encuentre un sentido real a su existencia, las radios públicas seguirán siendo objeto de innumerables críticas desde diferen­tes sectores sociales.

 

MODELOS DE FINANCIACIÓN

 

Como he mencionado al principio de la exposición, hablar de financiación de la radio española es hablar de dos realidades comple­tamente diferenciadas: la radio pública, estatal o autonómica, y la privada. Mientras la prime­ra se financia exclusivamente por subvencio­nes gubernamentales o combina las subven­ciones con el empleo de publicidad, la privada lo hace exclusivamente por publicidad.

Esta heterogeneidad de fuentes de financia­ción hace que el diagnóstico futuro de la radio en España sea cuando menos tan versátil como dispar su financiación. Sin‑embargo, y a pesar de la Universidad, es posible abstraer dos principios generales de financiación de la radio española: el modelo comercial seguido por la radio privada y en buena parte por la autonó­mica: y el modelo público de la radio estatal.

 

El modelo comercial

 

Si bien es cierto que la radio pública está adoptando el modelo comercial como fuente de financiación, aunque sea en parte, esta for­ma de financiación está unida históricamente al desarrollo de la propiedad privada del me­dio. La configuración de la radio como una empresa mercantil, y por tanto con ánimo de lucro, no ofrece otra alternativa posible de financiación que el empleo de la publicidad como fuente de ingresos. El logro de otras fuentes de financiación de valor añadido, como se verá posteriormente, entra dentro de la especulación y de un grado tal de incertidum­bre que por el momento no representa una alternativa viable a la publicidad.

La publicidad como fuente de financiación garantiza a la radio un nivel de ingresos sufi­ciente para su desarrollo empresarial al tiem­po que le ofrece una relativa independencia informativa con respecto al poder político y económico. Por el contrario, la dependencia del mercado publicitario incide directamente en su política de programación, limitando su teórica libertad de emisión a los intereses de los anunciantes o simplemente a la tiranía de las audiencias que en último término son las que concitan la mayor parte de las inversio­nes publicitarias. Los límites de la publicidad como fuente de financiación provienen del pro­pio mercado publicitario o de las restriccio­nes de su empleo en la radio provenientes de la vía normativa.

Por lo demás y salvo lo expuesto, el modelo comercial de financiación no tendría mayores complicaciones por lo menos en lo que res­pecta a un planteamiento teórico, posición ra­dicalmente opuesta a la que ofrece el modelo público.

 

El modelo público

 

Sin lugar a dudas, uno de los principales problemas de la radio pública, por no decir el más importante y del que depende en gran medida su futuro, se relaciona con su financia­ción. Para comprobarlo sólo tenemos que echar un vistazo a la cuenta de resultados de nuestras estaciones públicas. Ya sea por un descenso en la inversión publicitaria (mejor decir una redistribución) o por un incremento de los gastos de explotación, lo cierto es que el modelo de financiación de la radio pública está obsoleto e inoperante de cara a un futuro no muy lejano.

Y esta inadecuación entre recursos y gastos es peligrosa. No sólo porque sin ingresos no hay empresa que se desarrolle, sino porque de forma indirecta y sin desearlo se está po­niendo en entredicho algo mucho más impor­tante como es el modelo de radio pública. Sería verdaderamente lastimoso comprobar que el porvenir de la radio pública depende principalmente de su estructura económica. En último término, supondría echar por tierra un concepto de radio vigente desde hace se­tenta años.

Desde diferentes ópticas de estudio se ha intentado describir y enumerar qué elemen­tos pueden constituir la espina dorsal de la nueva identidad de la radio pública. Sin duda, la más socorrida ha sido aquella que relacio­na la propiedad pública con los contenidos, como si la unión de ambos garantizase, con un alto porcentaje de posibilidades, el cum­plimiento de un servicio público. La propie­dad estatal, en este supuesto, garantiza teóri­camente una gestión no dependiente ni prin­cipal ni exclusivamente de la búsqueda del beneficio. Esta ausencia de ánimo de lucro favorece el cumplimiento de un conjunto de objetivos, impensables desde una perspecti­va privada debido a su falta de rentabilidad. La posibilidad de que estos objetivos, diga­mos que filantrópicos, sean alcanzados a tra­vés de una propiedad privada (siguiendo un modelo norteamericano), resulta casi utópica o, por lo menos, muy difícil de aplicar en determinados países.

Muy relacionados con la propiedad estatal se encuentran aquellos aspectos vinculados con los contenidos. Así, y bajo una perspecti­va teórica, las estaciones públicas pueden y deben cubrir un conjunto de temas y aspectos no tratados por la radio de propiedad priva­da. Sin embargo, su responsabilidad con res­pecto a los contenidos no acaba con esta la­bor subsidiaria (es decir, satisfacer las necesidades de aquellos grupos ignorados o no suficientemente tratados por intereses comer­ciales), sino que debe adoptar una posición dinamizadora en aspectos tales como garanti­zar un pluralismo informativo o propiciar un trato justo a todos los grupos que componen el tejido social.

Desgraciadamente, basar la identidad futu­ra del modelo de radio pública exclusiva­mente en el binomio propiedad estatal‑conte­nidos, como ha quedado demostrado, no es un método válido. Es más que evidente que la propiedad estatal no garantiza ni la ausencia de un ánimo de lucro ni la cobertura de temas minoritarios. Muy al contrario, cada vez más la radio estatal adopta procedimientos de ges­tión y programación equiparables a cualquier estación comercial, pensada para conseguir el máximo beneficio.

Es necesario, por tanto, encontrar otras com­binaciones que garanticen más fehaciente­mente una reformulación del concepto de ra­dio pública. Entre éstas, la más operativa y verosímil es aquella que une la propiedad con el método de financiación. Hoy por hoy, la financiación es el único factor que unido a la propiedad puede eliminar o por lo menos minimizar los riegos derivados de esa ten­dencia natural de la radio moderna para satis­facer los gustos de la mayoría y adoptar fór­mulas comerciales.

 

MÉTODOS DE FINANCIACIÓN

 

Básicamente, la radio dispone de cuatro mé­todos de financiación. Métodos que por regla general también se aplican a la televisión de titularidad pública. La elección de uno de ellos, o una combinación como es el caso más fre­cuente, dependerá en gran medida de las características y tradición propia de cada país.

 

Tasa o canon por aparato receptor

 

Aproximadamente, la mitad de los países del mundo requieren a los usuarios de apara­tos de radio y televisión la compra anual de una licencia o tasa especial. En Europa este porcentaje se incrementa al 61 por ciento. España no sigue este procedimiento de finan­ciación de la radiodifusión pública a pesar de que el Estatuto de Radio y Televisión de 1980 contempla la tasa como una posible y poten­cial fuente de financiación.

A pesar de su extensión, este método de financiación suscita un conjunto de considera­ciones:

En primer lugar, la cantidad conseguida por este procedimiento no alcanza, por regla ge­neral, los costos necesarios, cada vez más grandes por cierto, para el mantenimiento del servicio de radiodifusión. Esta falta de sincro­nismo entre los ingresos conseguidos y los costos de operación ha aumentado con el de­sarrollo de las denominadas nuevas tecnolo­gías y el vertiginoso incremento de los gastos de producción de programas.

Las primeras, las nuevas tecnologías, en es­pecial el satélite y la automatización, aunque cada vez más económicas, representan por el momento para las estaciones un capítulo de gasto bastante considerable. Por su parte, la producción de programas ha crecido geomé­tricamente con el desarrollo de nuevos cana­les. La lucha por el, llamémosle talento, de las estrellas está encareciendo el mercado de la producción radiofónica hasta límites bastante considerables.

La solución de incrementar la tasa conforme aumenten los gastos de explotación, para así equilibrar los resultados de las estaciones, no es operativa por la impopularidad que repre­senta este tipo de medidas entre la ciudada­nía. Desgraciadamente, tenemos que estar de acuerdo en reconocer que en muchas socie­dades la radio no es considerada un servicio prioritario, y, en consecuencia, se tiende a disminuir el costo que supone su funciona­miento. La verdad, y para ser sinceros, el resultado final que ofrecen algunas radios pú­blicas no ayuda en demasía a un cambio de actitud por parte de los contribuyentes.

En segundo lugar, la forma de repartición de esta tasa o impuesto especial puede intro­ducir criterios no necesariamente equitativos, y abre la puerta, por ello, a la existencia de un cierto control gubernamental, aunque sea de forma indirecta. A la postre, los criterios de distribución de los ingresos procedentes de las tasas determinan el funcionamiento de los entes dependientes de esta financiación. Este problema se agrava conforme aumente el nú­mero de sociedades o entes receptores de esta cantidad.

Finalmente, y como tercera consideración, se sitúan los criterios de imposición de este impuesto. Criterios no siempre concluyentes ni claros. Así, por ejemplo, nos podríamos preguntar si este canon se aplica a cada uno de los aparatos receptores, o, por el contra­rio, a las unidades familiares u hogares con independencia del número de receptores exis­tentes. O, qué sucede cuando un pagador de­cida no pagar. Es decir, qué se hace con los insumisos radiotelevisivos. O, en último térmi­no, quién recauda y cómo se financian los gastos derivados del proceso de recauda­ción.

 

Ayudas o subvenciones estatales

 

Las subvenciones del Estado como fuente de financiación ‑de la radiodifusión pública se emplean con bastante frecuencia, sobre todo en las naciones donde se contempla básica­mente como un monopolio estatal. También es cierto que cada vez más se utiliza menos de forma exclusiva, complementándose con otro tipo de ingresos. Entre éstos, el más so­corrido es la publicidad. Esta complementa­riedad es motivada, principalmente, como una forma de distribuir los grandes costos nece­sarios para la explotación de un sistema de radiodifusión.

No creo que haga falta insistir en que esta forma de financiación produce una dependen­cia, casi absoluta, hacia los poderes públicos, en tanto en cuanto su funcionamiento y pro­ducto final dependen directamente de su ge­nerosidad o tacañería anual. También ofrece diferencias, aunque sean de matiz, compro­bar si la cantidad encomendada al ente públi­co de radiotelevisión se incluye directamente en los presupuestos generales del Estado, o, por el contrario, se vehiculizan a través de un ministerio o dependencia gubernamental de­terminada.

También habría que distinguir si esta sub­vención se realiza sin criterio objetivable o a través del logro de objetivos concretos y es­pecíficos como es el caso de los contratos-­programa implantados por RTVE y otras ca­denas autonómicas. Esta segunda opción, aun­que más restrictiva para las estaciones, ga­rantiza una cierta transparencia en la distribu­ción de las subvenciones públicas y evita en último término las tentaciones de direcciona­bilidad por parte de los gobiernos respecti­vos.

 

Publicidad

 

La publicidad es la fuente de financiación más utilizada por las radios públicas ya sea como única fuente de ingresos o en combina­ción con la tasa. En Europa, el 78 por ciento de las naciones utilizan de una u otra forma la publicidad como fuente de financiación.

Es más que evidente que, cada vez con mayor frecuencia, la radiodifusión, pública y privada, depende en mayor medida de los ingresos provenientes de la publicidad. Este hecho es incuestionable. La publicidad es la alternativa más utilizada para la financiación de los cada vez mayores gastos de explota­ción de los servicios de radiodifusión. Sin em­bargo, el problema no radica sólo en este planteamiento eficacista. Es decir, no acaba cuando se acepta, aunque sea a regañadientes, que la publicidad es el método más realista de equilibrar las cuentas de resultados de las estaciones. El problema, bajo mi punto de vista, se relaciona con la actitud que profesan hacia la publicidad las sociedades modernas. Mattelart lo señala claramente cuando afirma que la predisposición hacia la publicidad nun­ca ha sido hasta ahora tan favorable, incluso en aquellas sociedades que le profesaban mayor hostilidad. Tendremos que convenir con Mattelart en que las voces que ponían en entredicho la legitimidad de la publicidad no sólo languidecen poco a poco, sino que co­rren el serio peligro de extinguirse.

La implantación de la publicidad como fuen­te de financiación eleva la cantidad a la cate­goría de axioma. El número es el rey. El rating y el share o cuota de pantalla son las únicas monedas convertibles en este sistema econó­mico. Nada se mueve si no alcanza un deter­minado número de radiooyentes o telespecta­dores. Se logra lo que algunos han dado en llamar la “dictadura de las audiencias”. Ade­más, y con cierta frecuencia, la cantidad deli­mita la calidad. Dicho con otras palabras, lo bueno se llega a confundir con lo popular.

Esta manía por la cuantificación produce un hiperdesarrollo del elemento lúdico en los contenidos, en detrimento del informativo y sobre todo del formativo. Lógicamente, el es­pectáculo, el entretenimiento, es más diverti­do y fácil de oír que la información o los pro­gramas formativos. En consecuencia, si que­remos alcanzar grandes audiencias es nece­sario inundar las parrillas de espacios tiznados de entretenimiento. Pero el problema no se reduce a estos simples términos. Lo verda­deramente preocupante, bajo mi óptica, es que este proceso de amenización también re­percute en programas que no deberían carac­terizarse por esta, digamos, virtud. Porque, en definitiva, lo que acarrea amenidad en los programas de entretenimiento, produce, por el contrario, frivolidad en los espacios informa­tivos y falta de rigor en los formativos. Carac­terísticas, estas dos últimas, de bastante más entidad que la pura existencia o desarrollo de espacios puramente de entretenimiento.

La dependencia publicitaria en un contexto de alta competitividad entre canales produce también una relajación en las prácticas publi­citarias de la radiodifusión. La caza del anun­ciante obliga a muchas estaciones a introducir un conjunto de prácticas de dudosa, cuando menos, moralidad desde una vertiente de ser­vicio público.

Entramos directamente en un tipo de prácti­cas conocidas entre los estudiosos de la pu­blicidad como below the Line, entendiendo co­mo lineel linde que tradicionalmente ha dife­renciado la publicidad de los programas. A través de esta ruptura de la frontera existente entre los anuncios y el contenido del progra­ma, se espera conseguir una mayor eficacia del producto presentado y al mismo tiempo un antídoto relativamente exitoso contra el zapping radiofónico, técnica de fácil uso con la implantación de la presintonía en los apara­tos receptores.

Sea como fuere, es evidente que la publici­dad es un elemento imprescindible en la fi­nanciación de la radiodifusión, tanto pública como privada. Y muy probablemente, cada vez su intervención y dependencia sea mayor en el futuro. Esto es una realidad innegable. Sin embargo, admitir esta realidad no implica necesariamente tener que aceptar todas y cada una de las prácticas, sobre todo aquellas que pretenden jugar con la ignorancia de la au­diencia.

 

Otros ingresos

 

Dentro de este término se incluyen aquellas fuentes de financiación no enumeradas en los tres capítulos anteriores. Las agrupo dentro de un cierto anonimato en razón de su peque­ña importancia, por lo menos desde un punto de vista económico, si las comparamos con las tradicionales o clásicas, entendiendo como tales la publicidad, el canon o tasa por aparato receptor y las ayudas del Estado. No obstan­te, hay estaciones que consiguen pingües be­neficios a través de algunos o todos estos ingresos atípicos o poco corrientes.

Dentro de este concepto se incluyen, por ejemplo, la venta o arrendamiento de material grabado, principalmente programas; el alqui­ler de instalaciones; y las permutas, conside­rando como tales los bienes o servicios que una emisora recibe como contrapartida de una determinada publicidad.

También entran dentro de este amplio apar­tado los ingresos que se podrían denominar como de valor añadido, es decir, aquellos que la estación consigue como ampliación de su actividad normal sin necesidad de un alto desembolso económico. Entre éstos, los de mayor proyección son aquellos que se deri­van de las técnicas de optimización de la an­chura de los canales, que permitirán la emi­sión simultánea de distintas programaciones aunque su comercialización y venta sea dife­renciada. En este apartado, la emisión de con­tenidos especializados a audiencias específi­cas se presenta como la posibilidad más real en un próximo futuro.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

 

La primera conclusión que se desprende de lo dicho anteriormente es que no hay una financiación perfecta sino aquella que más se adecúa a las circunstancias concretas del mer­cado y la legislación. Lógicamente, cuando menciono el mercado me refiero al modelo comercial y la referencia normativa se inscri­be en el contexto del modelo público.

Sin embargo, mientras las conclusiones re­lacionadas con el comercial son sencillas y limitadas: pugna por el mercado publicitario y búsqueda de fuentes alternativas; las posi­bilidades que ofrece el modelo de financia­ción público son más diversas y heterogéneas, entre otras cosas porque de la elección de una de ellas dependerá su desarrollo futuro.

En este sentido, personalmente me inclino por la tasa o canon como el método mejor, podíamos decir el menos malo, de financia­ción de la radiodifusión pública. Digo, y repi­to, el mejor, porque es el único que garantiza una cierta independencia de los poderes pú­blicos (por lo menos del ejecutivo) y de la publicidad.

Este sistema traslada la supervisión y con­trol del ejecutivo al legislativo, aspecto nada desdeñable, ya que es el Parlamento el que, en último término, decide la cuantía anual de la tasa o canon por aparato receptor. Además, con la tasa los criterios de programación des­cansan libremente en todas y cada una de las audiencias con independencia de su número o capacidad adquisitiva.

Sin embargo, la tasa, con ser el mejor méto­do, es también el más utópico. Dicho con otras palabras, las cantidades que se recaudan por esta vía no alcanzan una cuantía suficiente como para costear los elevados gastos que una moderna radio necesita, y mucho más con el último costo económico que representa la introducción de nuevas tecnologías. Por otra parte, pensar en un incremento importante de la tasa es a todas luces otra de las grandes falacias de la financiación pública...

En consecuencia, es necesaria la búsqueda de otra fuente de financiación que comple­mente a la tasa, de tal manera que permita un desarrollo adecuado y una elevada calidad a la radiodifusión pública. Ese método comple­mentario no puede ser otro que la publicidad. Ahora bien, una publicidad limitada en su con­tenido y en su forma. La limitación de su canti­dad facilitaría una independencia de los anunciantes y de lo que antes hemos denomi­nado la tiranía de los rating. Los controles sobre la forma garantizarían un respeto a la libertad de la audiencia en cuanto que permi­ten diferenciar perfectamente lo que es publi­cidad de lo que son los contenidos de los programas, al tiempo que prohíben la pre­sentación de determinados contenidos publi­citarios dañinos o perjudiciales para el públi­co en general. No hace falta comentar que cuando hablamos de limitaciones en la forma estamos haciendo referencia expresa al pa­trocinio. Sólo así garantizamos un servicio pú­blico de radiodifusión...