SOLEDAD ROBINA
Las amenazas de concentración y desequilibrio internacional que traen
consigo los bancos y bases de datos o el desarrollo de la informática no deben
hacer olvidar sus potencialidades para los países en desarrollo.
La enorme cantidad de información generada diariamente en el mundo
rebasa las fronteras geográficas y sociales. La tecnología computacional
produce poco a poco esquemas más eficientes y económicos para el almacenamiento
de datos. Los bancos de información son parte fundamental de este proceso de
automatización de la información.
En los últimos 10 años el mercado mundial de las bases de datos
comerciales ha crecido en un 500%. De aproximadamente 500 bancos de información
accesibles con una terminal informática conectada a las líneas telefónicas
existentes en 1975 se ha pasado a unos 2.500 en 1985 (1). Estos bancos de
información han empezado a transformar los hábitos de trabajo e investigación
de ejecutivos, docentes e investigadores y poco a poco de los profesionales de
la información; para muchos de ellos la búsqueda de información se ha
convertido en el "juego" más interesante de los ochenta. El número de
usuarios global supera ya los 50 millones de personas.
Estos sistemas de información que tienen su origen en los grandes
censos económicos y sociales en Estados Unidos de Norteamérica a principios de
los cincuenta no representan, en un sentido, novedad alguna. La verdadera
innovación tecnológica consiste en "conectar" las bases de datos a
las computadoras personales. Este cambio puede atribuirse fundamentalmente a
dos factores: en primer lugar la explosión del mercado de microcomputadoras (el
parque de máquinas pequeñas pasa de 5 millones en 1983 a 17 millones en 1985
sólo en Estados Unidos) (2) y también la expansión de los "modems"
inteligentes que disminuyen los costos y facilitan la conexión de computadoras
personales a las vías telefónicas, de manera tal que el envío de datos se hace
directamente de computadora a computadora.
Los usuarios de bancos de información también han cambiado. Hace
algunos años la mayor parte de ellos eran bibliotecarios. Actualmente un número
significativo de profesionales, investigadores y empresarios se han incorporado
a estos nuevos sistemas de información que son utilizados también, aunque en
menor grado, en centros de investigación, instituciones de educación superior y
órganos de prensa (3).
Se calcula que de los 2.500 bancos de información de acceso público
existentes en el mundo cerca del 70% se encuentra en los Estados Unidos. Este
hecho puede explicarse por los mayores avances tecnológicos de ese país, un
mercado unificado, un menor costo en las comunicaciones y, probablemente, una
menor resistencia cultural para pagar por la información.
CRECIMIENTO ACELERADO DE LA INFORMACIÓN
Aunque la industria de la informática es reciente, la industria de los
bancos de información crece rápidamente. En Estados Unidos, por ejemplo, esta
industria reporta ingresos superiores a los mil millones de dólares; la cifra
supone casi la cuarta parte del mercado de los servicios informáticos. En
Francia, donde sólo alcanza el 1 % de este segmento, la tasa de crecimiento
anual del mercado puede estimarse en un 56%. Esta cifra es similar en otros
países de Europa y mayor aún en Gran Bretaña, donde en 1982 alcanzó 235
millones de dólares.
Por otra parte, un informe de la Knowledge Industry Publications Inc.
prevé que el mercado mundial de bancos de información se aproximará en 1987 a
los 7.000 millones de dólares, con un crecimiento anual del 17,7% (4). A su
vez, los estudios de mercado de los bancos de información en la Comunidad
Económica Europea (CEE) reflejan un crecimiento anual superior al 25%. Si en
1982 se contabilizaron 757 millones de dólares, para 1987 se espera llegar a
los 1.800 millones de dólares.
El mercado de los bancos de información se ha activado también a nivel
mundial. Para algunos es sólo un negocio, mientras para otros, una necesidad.
Los países en desarrollo no pueden quedar al margen de la "industria de la
información automatizada".
Si tomamos como ejemplo el caso de México, uno de los países
latinoamericanos más avanzados en materia informática, podemos observar que el
número de computadoras instaladas en el país demostró un ritmo creciente a
partir de 1964, fecha que coincide con el inicio de la actividad comercial
intensa en esta área por parte de las empresas transnacionales más importantes.
Actualmente 6 de ellas dominan el 75% del mercado nacional de computación. A
principios de los setenta aparecen en el mercado nacional las llamadas
microcomputadoras que recibirían impulso y aceptación a mediados de la década.
En 1980 se calculaba el parque de máquinas pequeñas en 20.000 unidades. Hoy,
esta cifra llega aproximadamente a las 80.000 unidades (5).
Por otra parte, sabemos que del total de los recursos financieros
mundiales de la investigación científica y tecnológica, el 97% se invierte en
las naciones industriales y el 3% en los países en desarrollo. México no escapa
a esta situación.
Si en las primeras se asiste a una verdadera explosión de los parques
científicos, en las segundas estas unidades apenas existen. Las instituciones
dedicadas a la investigación en informática son pocas y, aunque la mayoría de
ellas está concentrada en algunas universidades, los investigadores
generalmente trabajan en forma desvinculada. A estos problemas se puede añadir,
en países como México, el problema de la excesiva centralización de las
actividades nacionales. Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de
México señalan que la producción científica se encuentra en un 90% en la ciudad
de México. Y diversos estudios arrojan cifras alarmantes: el 85% de la
investigación se realiza en el Distrito Federal, el 70% de los posgraduados
residen en el área metropolitana, el 80% de las computadoras se concentran en
esta zona.
INTERCAMBIOS DESEQUILIBRADOS
Se puede observar también que dada la escasez de recursos y pese al
esfuerzo de algunos investigadores, el atraso tecnológico se va ampliando
dramáticamente en comparación con el desarrollo que tiene esta ciencia en los
países industrializados.
En la actualidad el flujo de datos transfronteras se lleva a cabo
principalmente de la siguiente manera: de Estados Unidos hacia otros países
industrializados y de Estados Unidos hacia el Tercer Mundo. Estados Unidos
recibe un flujo de datos primarios sin procesar, tanto de naciones
desarrolladas como de países en vía de desarrollo, procesa estos datos y ofrece
a los países desarrollados un flujo de productos especiales de información y un
flujo de tecnología, por lo que obtiene ingresos elevados. Hay también otros
países que operan de la misma manera: ofrecen datos sin procesar y reciben a
cambio productos y servicios desarrollados de información y de recuperación de
información.
Las naciones del Tercer Mundo cuentan entonces en muchas ocasiones con
información y servicios de recuperación de información que provienen de los
países industrializados y no envían información procesada, El resultado es un
desequilibrio total en las direcciones de los flujos.
La necesidad de establecer políticas de utilización y acceso a la
información generada en los países industrializados ha sido ya señalada en
múltiples ocasiones, pero se plantea también la necesidad de desarrollar bancos
de información propios e interconectarlos con aquellos de otros países en
desarrollo para generar mecanismos de comunicación horizontales.
En algunos países del Tercer Mundo el avance de la informática ha
despertado desde hace algunos años el interés por los bancos de información, ya
que se ha reconocido en ellos un instrumento valioso para llevar adelante una
política de desarrollo que favorezca el bienestar y estimule la participación
democrática de los ciudadanos.
Un lugar privilegiado para la materialización de este objetivo está
ocupado por las políticas educativas, de investigación científica, innovación
tecnológica y difusión del conocimiento, Es previsible que los bancos de
información puedan cumplir un papel relevante para impulsar estas políticas.
En México y en algunos otros países de América Latina se ha realizado
hasta ahora un buen número de esfuerzos en cuanto a la construcción de sistemas
de información: algunos funcionan con éxito en tanto que otros fracasaron. En
todos los casos las experiencias deberían ser aprovechadas. Un hecho evidente
es que las instituciones que han generado bancos de información trabajan
frecuentemente de manera desvinculada, persiguen estrategias diferentes y, en
consecuencia, en vez de perfeccionar sus sistemas suelen repetir los esfuerzos
y dejan lagunas que podrían cubrirse con una acción planificada.
POSIBILIDADES PARA EL TERCER MUNDO
Como mencionamos anteriormente el advenimiento de la computadora ha
revolucionado la capacidad del hombre para procesar y almacenar todo tipo de
datos. Se ha incrementado por lo tanto la posibilidad de transmitir información
a través de las innovaciones en las telecomunicaciones. Conocemos los problemas
que esto representa: el debilitamiento de la soberanía nacional, la
transferencia de tecnología, la privacidad de los individuos, el derecho y el
acceso a la información, son sólo algunos de los temas más debatidos.
Pero la informática representa indudablemente un factor de cambio
social y un instrumento, ahora necesario, para los profesionales de la
información. Los sistemas de recopilación, almacenamiento y procesamiento de la
información son cada vez más fácilmente accesibles a usuarios que no tienen
ninguna práctica en el manejo de computadoras.
No debemos ver únicamente en la tecnología informática una amenaza
capaz de dominar a los países en desarrollo, ya que unos cuantos países
industrializados almacenan en sus bancos de información un porcentaje elevado
de los datos que circulan en el mundo.
En este análisis, los bancos de información, en vez de reforzar la
libertad de expresión, enriquecer la información disponible en otros medios,
contribuir a la democratización de los pueblos, se convierten únicamente en
instrumentos que despojan a las naciones menos industrializadas de sus datos.
Los bancos de información del norte van a seguir su desarrollo, el
desafío para nuestros países está en crear y organizar bancos de información
nacionales orientados a las necesidades e intereses propios. El costo decreciente
de los aparatos disminuye cada vez más la barrera de acceso a estos sistemas,
Algunos diarios latinoamericanos cuentan ya con modernos instrumentos
tecnológicos para la elaboración de su producto y empiezan a automatizar sus
bases de datos.
La informática no va a resolver los problemas políticos, económicos y
sociales que atormentan a las naciones más endeudadas, pero sí puede ser vista
como una herramienta indispensable para mejorar la planificación, elevar los
niveles de educación, así como difundir el conocimiento científico y
tecnológico.
Frente a esta rápida difusión de las tecnologías de información,
existe una creciente conciencia entre los sectores alternativos y que luchan
por el cambio de la sociedad, de los efectos decisivos que estas nuevas
tecnologías tienen sobre prácticamente todos los campos de la actividad humana.
Podemos mencionar como ejemplo el caso de IBASE (Instituto Brasileiro de
Análisis Sociales y Económicos), que tiene la virtud de mostrar las
potencialidades que se abren con el uso de las nuevas tecnologías. IBASE
trabaja en el tratamiento y recuperación de información mediante medios
computarizados para ponerlos al servicio de los diversos sectores sociales y ha
jugado un papel importante en el proceso de democratización del país,
especialmente en el ámbito de las organizaciones sindicales.
La informática ofrece oportunidades. Estudiemos la manera de utilizar
sus beneficios. En el campo del periodismo, se abren posibilidades de manejar
grandes cantidades de datos, de tener acceso a fuentes más variadas. El
periodista con esta nueva herramienta tiene un reto más, pero nada puede
alterar su papel y su responsabilidad ante la sociedad.
Hemos intentado resaltar la importancia de crear bancos de información
nacionales, de interconectarlos con los de otros países para formar redes de
intercambio de datos, accesibles no sólo a periodistas sino a la opinión
pública en general.
La planificación y la cooperación regional son indispensables para
avanzar en este campo. Para aprovechar nuestros recursos necesitamos una acción
coordinada. No se trata de reproducir los esquemas de información de las
naciones industrializadas, sino de cubrir satisfactoriamente nuestras
necesidades de información.
Una política de desarrollo de bancos nacionales de información debiera
ser una iniciativa que nace de consideraciones globales sobre la educación, la
innovación, la investigación y sobre todo de la difusión del conocimiento, todo
esto en un modelo de desarrollo que refuerce la soberanía nacional, disminuya
la dependencia tecnológica y genere condiciones más justas de relación norte‑sur.
El desafío está abierto y los países en desarrollo no pueden quedarse
silenciosos.