Mujeres,
desarrollo y medios de comunicación Una valoración para los años 90
Eileen Mahoney
Los esfuerzos, logros y
fracasos conseguidos en los años 70 para mejorar el estatus de la mujer sirven
de base para el alcance y la prospectiva de la década actual. Como premisa, los
medios de comunicación resultan extraordinariamente poderosos y trascendentales
para esta lucha.
INTRODUCCIÓN
En un mundo protagonizado
por la guerra, la muerte y la confusión, la pobreza, la enfermedad y la
malnutrición, la desigualdad y el abuso sexual, ¿por qué las mujeres, que sufren
la mayor parte de esta carga, se han preocupado y se preocupan de los medios de
comunicación?
¿No son los
temas relacionados con la sanidad, el bienestar socioeconómico, por no decir la
independencia económica, la autonomía cultural, el derecho a la reproducción,
la protección legal, el desarrollo educativo y otros asuntos semejantes mucho
más acuciantes?
¿Existe una
posible elección entre trabajar para remediar tales problemas, es decir,
aquellos que realmente importan, y ocuparse de los medios de comunicación?
La
respuesta, si uno tiene que aceptar las acciones realizadas por las mujeres en
todo el mundo (y, por supuesto, a través de la historia si consideramos un
amplio abanico de expresiones culturales), como adecuado testimonio de sus
puntos de vista, es no.
La causa de
esto nos la ofrece Beatrice Forbes‑Robertson Hale en su relación de 1914, titulada What Women Want (Lo que quieren las mujeres):
Frecuentemente se ha reprochado a las mujeres su carencia de
facultades creativas y de razonamiento. Sin embargo, hasta nuestra época
presente, el número de mujeres que han disfrutado de oportunidades para desarrollarse
en estos campos ha sido tan inferior con respecto a los hombres que la
comparación resultaría insidiosa. Tan sólo ahora las facultades de las mujeres
están saliendo de la oscuridad. A través de todos los tiempos, la mujer como
clase social se ha mantenido silenciosa; ahora una determinada proporción ha
comenzado a expresarse. Durante los años de silencio, el Hombre Narrador ha
hablado de ellas, vistiéndolas con los ropajes de su propia fantasía. Y tan
bien ha funcionado la imagen creada, que a veces las mujeres han creído en ella
como en un hecho, aunque frecuentemente su consentimiento ha sido superficial.
El hombre olvida, también, que su fantasía viste a una criatura ‑la
mujer, una quimera de su propia mente, y que lo que está presenciando es el
surgir de las mujeres‑, de forma individual y colectiva, una infinita variedad
de personas conscientes, unidas todas ellas por la única necesidad de
desarrollarse. Cuando tantas mujeres como hombres puedan expresarse por sí
mismas, sólo quedará una gran lucha en el mundo, la
lucha de todos los desposeídos, hombres y mujeres, por su herencia. (Hale,
1914: 6‑7).
Recientes
investigaciones feministas han sacado a la luz los estudios culturales de las
mujeres y han mostrado que, aunque marginadas, las mujeres han conseguido ser,
histórica y contemporáneamente, creadoras de cultura. (Ver
Douglas, 1977; Rakov, 1986). Su silencio refleja así las condiciones sociales que
restringen su acceso a los medios de comunicación (1) (Hully
Smith, 1982). Sin embargo,
el punto fundamental de Hale está claro: la lucha de las mujeres por su propio
desarrollo y su autonomía está indisolublemente unido a la necesidad de
"sentirse libres para expresarse".
En las pasadas dos décadas, a las que este artículo dedica gran parte
de su atención, las mujeres han incorporado los medios de comunicación en
otros objetivos sociales y políticos de mayor envergadura. Este enfoque en la
producción y consumo de cultura ha dado lugar a debates teóricos y políticos de
ámbito internacional, nacional y local. Una revisión global de los enormes y
variados esfuerzos de las mujeres en todo el mundo para avanzar sus posiciones,
para promover la igualdad y para expresar sus puntos de vista no es posible
aquí. Lo que se ofrece, de hecho, es parcial y sufre la carencia de gran parte
de los trabajos originales de las mujeres en las sociedades desarrolladas. Sin
embargo, esperamos poder obtener un resultado positivo.
Por lo
tanto, en las páginas que siguen, el debate se centrará en tres aspectos de la
lucha; es decir, organizaciones internacionales, concretamente las Naciones
Unidas, la universidad (facultades occidentales de estudios sobre los medios),
y organizaciones de medios de comunicación. La consideración de los asuntos de
la mujer, los medios de comunicación y el desarrollo es
particularmente relevante en la discusión de los debates políticos llevados a
cabo por las organizaciones internacionales. Sin embargo, aquí no se realizará
una comparación estricta entre los asuntos de la mujer y los relacionados con
el desarrollo nacional. Adicionalmente, se citarán algunas de las más
importantes tendencias en los medios de comunicación occidentales y en las
universidades, así como el impacto del feminismo. También se destacará la
(aparente?) estática relación
de hechos y cifras en relación a la participación de las mujeres en la
corriente principal de los medios de comunicación.
LA MUJER, LOS MEDIOS DE
COMUNICACIÓN, EL DESARROLLO Y EL PODER
Los
continuados esfuerzos realizados en el plano personal, local, nacional e
internacional, para mejorar la posición social y el estatus de las mujeres, permiten
tomar el desarrollo del movimiento internacional de la mujer en los años 70
como punto de partida. Una de las manifestaciones de este movimiento fue su
impacto en las organizaciones internacionales, es decir, en las Naciones Unidas
(2).
Desde luego,
con la designación de 1975 como el Año Internacional de la Mujer, y de la
Década para la Mujer de las Naciones Unidas (1976‑1986), se pretendían
colocarlos asuntos de las mujeres "en la agenda internacional de los años
70 en adelante" (Naciones Unidas, 1975, p.18.)
Igualdad, Desarrollo y Paz eran los
temas establecidos y los objetivos del año 1975, y la década que siguió añadió Empleo, Salud y Educación a la agenda.
Una serie de conferencias ‑México, 1975; Copenhague, 1980; Nairobi, 1985‑
se dedicaron a los temas de la mujer y se iniciaron y revisaron planes de
acción a nivel regional, nacional y mundial. La
investigación estaba dirigida a obtener una visión más completa de la mujer en
el mundo.
El panorama
multifacético que surgió situaba a las mujeres dentro de una economía política
mundial sobre la que ejercían poca o ninguna influencia. Un importante elemento
que secundaba este hecho era la falta de control de
las mujeres, por no decir su imposible acceso a los medios de comunicación.
Así, a pesar de las significativas diferencias en las vidas y necesidades de
las mujeres de todo el mundo, Margaret Gallagher señalaba:
(Todavía) de
forma sorprendente, algunos aspectos de la relación entre los medios de
comunicación de masas y la mujer, en términos tanto de representación y de
empleo, trascienden las fronteras culturales y de clase. El mismo conjunto
limitado de caracterizaciones sobre las mujeres, los mismos empobrecidos patrones
de la participación femenina en los medios pueden encontrarse, bien enraizados,
en estructuras de medios bien establecidas, y emergentes en los nuevos
sistemas. Esto es en sí mismo altamente indicativo y señala al contexto mundial
en el que se desarrollan los sistemas de comunicación y se crean los contenidos
de los medios. El contexto es fundamentalmente económico. (Gallagher,
1981: 2829)
Las imágenes
dominantes de las mujeres en los medios de comunicación de masas son
irrelevantes e inaceptables para los objetivos del movimiento de las mujeres
(ver Unesco, 1989: 209, 218‑221). Sin embargo, el reconocimiento de la necesidad de
representaciones más equilibradas y realistas y de una mayor participación de
las mujeres en los medios y en la comunicación no condujo a la esperada acción
dentro del marco de las Naciones Unidas.
Gallagher, en su informe
correspondiente a la mitad de la década, Unequal Opportunities, ofrece un eficaz ejemplo.
Aunque "los hechos que conducen a la Conferencia Mundial de la Década de
las Mujeres en las Naciones Unidas, llevada a cabo en Copenhague en julio de
1980, sugería que el tema de la comunicación podría
tratarse en las discusiones de la conferencia [...] se produjeron escasos o
nulos debates sobre comunicación en la Conferencia". (Gallagher,
1981:159).
La razón
principal (probablemente determinante en la organización del programa de la
conferencia, que también se cita como problemático) según señala Gallagher es que "en 1980 el tema de la comunicación
se había convertido en un asunto muy controvertido en el debate
internacional". El informe de la Comisión Internacional para el Estudio
de los Problemas de la Comunicación (la Comisión MacBride)
se publicó en 1980, y se había convertido, junto con el llamamiento para un
Nuevo Orden Internacional de la Información‑NOII (New
International Information Order, NIIO), en el centro de un intenso debate en la Unesco. Según la visión de Gallagher,
los intentos por fortalecer "las propuestas relativas a la comunicación en
el Borrador del Programa de Acción cayeron por los suelos a causa de la
reticencia gubernamental a verse enredado en tal cuestión' (3) (Ibíd:160).
La cuestión
que bloqueaba, en parte, la discusión de los asuntos de la comunicación en
la(s) conferencias) de las mujeres en las Naciones Unidas, se centraba en la
propuesta de las naciones en desarrollo de un NOII (posteriormente rebautizado
como Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, NOMIC ‑New World Information and Communication Order‑, NWICO). A lo largo de la década de los 70,
los miembros de la comunidad de países en vías de desarrollo llamaron la
atención sobre las imágenes distorsionadas que los medios ofrecían de las
gentes y las realidades del Tercer Mundo, y sobre el desequilibrado flujo
internacional de información y productos de los medios de comunicación. En efecto,
la lucha por el Nuevo Orden en la Unesco exigía
correcciones similares a las que las mujeres ya habían detectado: más representaciones
realistas y equilibradas y mayor
participación y autonomía
en las noticias y la producción de cultura (4).
Aunque muchos
asuntos citados por las mujeres en las Naciones Unidas se solapaban con las
preocupaciones del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, los
esfuerzos para reconocerlos e incorporarlos fueron escasos. Desde luego, el
informe de la Comisión MacBride ‑Many hoices,
One World‑ ofrecía una atención limitada a
los asuntos de las mujeres e incluía sólo una recomendación relevante. Estos
esfuerzos para trabajar dentro de las organizaciones internacionales
encaminados a reformar los medios de comunicación de masas "permanecieron
en paralelo, continuamente equidistantes" (Gallagher,
1986; ver también Roach,
1990).
Con toda
seguridad, esta falta de coordinación y de apoyo debilitaba estas iniciativas,
especialmente al Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. Sin
embargo, el reconocimiento de las mujeres y de los miembros de los países en
vías desarrollo del poder de los medios fue confirmado en su respuesta a las
iniciativas de los intereses de Occidente en medios de comunicación y de los
gobiernos occidentales (sobre todo los Estados Unidos).
Merecen especial atención tres aspectos en la reacción general, puesto que
configuran el entorno de los medios en el que hoy nos encontramos.
El gobierno de los Estados Unidos atacó cualquier sugerencia de que el
libre flujo de información, su política a lo largo del período de posguerra,
necesitaba ser modificado por su antagonismo con la democracia y la libertad.
Equilibrando el flujo internacional de noticias, cuestionando el contenido de la
publicidad o de los productos de los medios (como en el caso del movimiento de
las mujeres), o proponiendo una planificación de métodos para el uso de los
recursos. Todo ello representaba un intolerable abuso del principio de la
libertad de empresa defendido por la política de EE.UU.,
y manifestado en la transnacionalización de las
actividades económicas y culturales/ de comunicación norteamericanas (Schiller, 1976, 1981).
En breve, la
respuesta de EE.UU., apoyada por poderosas
organizaciones de medios y representantes del gobierno, contaba con tres
elementos básicos: la cobertura parcial de los medios del debate sobre el NOMIC
y de la Unesco y Naciones Unidas (ver Giffard, 1989; Herman, 1989); un ataque al multilateralismo (ver Massing,
1984; Hugues, 1985‑1986; Coate, 1988); y la
promoción de la desregulación y la privatización de los recursos de la comunicación
y la información (Roach, 1987; Mahoney,
1988) (5).
Al final, la
reacción occidental a los retos que avanzaban dentro de las organizaciones internacionales,
especialmente el NOMIC, acabó con la retirada de EE.UU.
y de Gran Bretaña de la Unesco (Ver Journal of Communication, 1984). Esta
respuesta política y, más aún, la desregulación y la privatización de los
medios y de las facilidades y servicios de la comunicación han debilitado a
los organismos internacionales (ver Mahoney: Media Development,
1990). Las políticas de desregulación alejan, de
forma efectiva, la esfera de la producción y distribución informativa y
cultural de la supervisión reguladora. El resultado ha sido la construcción
casi sin restricciones de conglomerados de medios con un alcance mundial poco
apropiado (Smith, 1991; Bagdikian,
1989; Schiller, 1989).
Mientras los
protagonistas de las fusiones de medios de comunicación de masas continúan
concentrando la producción y la distribución cultural en cada vez menos manos
(predominantemente hombres blancos), las realidades político‑económicas
del mundo siguen debilitando a muchos países en vías de desarrollo, así como
la posición de las mujeres en estas sociedades. Por lo tanto, el informe de
Naciones Unidas de la reunión de Nairobi en 1985 mantuvo que las difíciles
condiciones económicas en los países en desarrollo, incluyendo la crisis de la
deuda y la profunda recesión de los primeros años 80, frenarían los esfuerzos
para mejorar la vida de las mujeres:
"Ninguna
recuperación duradera puede con seguirse sin rectificar los desequilibrios estructurales
en el contexto de la crítica situación económica internacional y sin continuados
esfuerzos hacia el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional.
La situación presente tiene claramente serias repercusiones para el estatus de
la mujer, particularmente el de las mujeres no privilegiadas, y para el
desarrollo de los recursos humanos" (Naciones Unidas, 1986:11).
Las
valoraciones de la Década de las Naciones Unidas y su impacto en los medios en relación a las mujeres africanas incluyen también las
privaciones económicas como causa fundamental de la falta de mejoras (Ver Boateng, 1989; Ismail, 1984; The Minority Right
Group, Informe n.77).
Sin embargo,
las actividades de las Naciones Unidas siguieron incluyendo en su agenda el
tema de la igualdad y el bienestar de las mujeres. Las iniciativas de las
mujeres y el desarrollo de su proyecto sigue recibiendo cierto apoyo de la
Naciones Unidas y de la Unesco (Unesco,
1989). Pero, la economía política de ayuda que
acompaña a la privatización frecuentemente se centra en objetivos (por ejemplo,
formación de profesionales de los medios) que más o menos cuadran con los modelos dominantes en comunicación (ver Media Development,
1990; Golding, 1977).
Además,
existen iniciativas de acción positiva que
progresan dentro de la Comisión de la Comunidad Europea (CE) (6). Y Gallagher señala que existe
algún espacio dentro de esa organización regional para trabajar en favor de la
igualdad de oportunidades y mejorar la representación de la mujer en los
organismos europeos de medios de comunicación. Sin embargo, el panorama
"no es de color de rosa" (entrevista telefónica con Gallagher el 23 de abril de 1991).
Aunque es
importante que los asuntos de las mujeres se hayan mantenido en la agenda
durante un período conflictivo, el cada vez más comercializado entorno de los
medios puede muy bien frenar los logros obtenidos por los (anteriores)
servicios públicos de radiodifusión en Europa.
Una mayor
confianza en las producciones independientes como resultado de la privatización,
por ejemplo, amenaza la seguridad laboral, la maternidad y las políticas
dirigidas al cuidado infantil (Gallagher, entrevista
telefónica del 23 de abril de 1991; ver también Haslem en la Unión Europea de Radiodifusión, 199 l). Y el
tratamiento comercial sobre ella en los medios de comunicación, tanto histórica
como actualmente, continúa sin ser corregido (D'Ancona,
1991).
Sin embargo,
Gallagher y otras mujeres de la radiodifusión
continúan sus esfuerzos para utilizar los recursos y las influencias que la CE
puede proporcionar para fomentar la representación igualitaria y no sexista de la mujer en la radiodifusión europea (ver
Unión Europea de Radiodifusión, 1991; Gallagher,
1990; Women
of Europe Newsletter, 1990).
No obstante,
en sentido general, las capacidades de las mujeres para utilizar los organismos
internacionales, concretamente, las Naciones Unidas, y sus organizaciones
afiliadas, para progresar en las medidas de reforma de los medios de
comunicación, se enfrentan hoy en día con unas realidades político‑económicas
distintas. El marco político de regulación ha cambiado totalmente, erosionando
cualquier influencia que las instituciones internacionales pudieran haber
tenido previamente.
De hecho, la
economía política mundial sobre las comunicaciones es tal que las empresas
privadas de medios actúan sin apenas restricciones. Estas empresas, apoyadas
por sofisticadas tecnologías de la comunicación, crean espectáculos mundiales
(por ejemplo, deportes, publicidad, reportajes de guerra, películas) con poca
supervisión legislativa nacional o internacional.
Mientras las
mujeres continúan elevando a los organismos internacionales, regionales y
nacionales sus preocupaciones y necesidades, y el impacto de los medios de
comunicación en sus asuntos, las organizaciones internacionales, el sistema de
las Naciones Unidas en particular, se enfrenta con un futuro político y
económico muy incierto.
LA UNIVERSIDAD; LOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LOS ESTUDIOS CULTURALES
Otro campo
de batalla de las mujeres en su lucha por una representación más adecuada y una
mayor autonomía en la producción y el consumo de cultura, es la universidad.
Aquí, sólo podré revisar algunos de los logros más significativos. Mientras se
han producido algunas victorias difíciles de obtener, como el desarrollo de los
departamentos de estudios sobre la mujer en los últimos ciclos del sistema
educativo, el panorama general debe reconocerse como variado. Comenzamos con
una paradoja que de nuevo llama la atención sobre cuestiones de desarrollo, así
como sobre aquéllas que se refieren a las mujeres.
En los
estudios de comunicación (norteamericanos) encontramos dos tendencias muy
diferentes en relación a la influencia de los medios. Dentro de los EE.UU.,
se dice que los medios ejercen poca, sino ninguna, influencia. Esta postura es
el resultado de la investigación sobre medios de comunicación convencionales
basada en otra anterior de Lazarsfeld en torno a
descubrimientos de la "audiencia activa". La tesis central que
secunda esta orientación, aunque incluida en varias metodologías de
investigación desarrolladas a 10 largo de los años, es el paradigma dominante
de los efectos limitados (ver Katz, 1987). Esta perspectiva
mantiene que los medios tienen poca influencia en la vida de la gente.
En este
enfoque, las audiencias obtienen una multiplicidad
de significados de la programación (Fiske, 1987;
Rapping, 1987). En
consecuencia, esta postura de la soberanía
de la audiencia, similar a la soberanía del consumidor, afirma que la
gente (consumidores) obtiene lo que desea de los medios de comunicación; no lo
que las industrias de los medios pretenden con sus mensajes (los productos de
los medios norteamericanos también son considerados de efectos limitados en
Europa, así como en aquellos lugares en los que se buscan nuevos mercados privatizados)
(7)
Más allá de las economías de mercado
occidentales, es decir, en la enorme parte del globo a la que se denomina
conjunto de países en vías de desarrollo o Tercer Mundo, a los productos de los
medios de comunicación norteamericanos y a los acuerdos institucionales se les
confiere un tremendo poder (este punto de vista se extendería ahora a los que
antes se denominaban países socialistas). Los estudios
y políticas de las Comunicaciones Internacionales de EE.UU.
y su énfasis en el desarrollo, representados por el trabajo de los contemporáneos
de Lazarsfeld: Lerner, Schramm, Pye y otros, mantenían
que las inversiones en medios de comunicación de Occidente podían ayudar a la
modernización del mundo en vías de desarrollo. De los productos de los medios
occidentales, las audiencias aprenderían nuevos valores, normas, conductas y
objetivos que así transformarían sus sociedades tradicionales en otras más
modernas (ver Schramm, 1964; Lerner,
1977 y Stevenson, 1988, para una revisión más
actualizada).
La inmensa
diferencia entre estas dos afirmaciones del poder de los medios en la corriente
principal de la investigación norteamericana ha sido objeto de examen sólo
últimamente (8) (ver Schiller, 1989; Luther, 1985). Lo relevante aquí
es que a aquellos que no tienen poder sobre los medios (así como sobre otros
recursos, incluyendo su propio trabajo) se les ha contado que las imágenes,
aunque distorsionadas, ejercen por lo menos una influencia benigna, por no
decir extraordinariamente útil. Más aún, a aquellas mujeres o miembros de los
países en desarrollo que buscan su propia mejora, se les ha dicho que sus
aspiraciones son puras quimeras; en muchos casos similares a las de aquéllos
(hombres blancos occidentales) que ostentan el poder. Los medios (el Narrador)
han creado fantasías de liberación‑para las mujeres, en el dormitorio, en
la cocina e incluso en traje de chaqueta; y en caso del desarrollo, de altos
niveles de consumo‑ que están lejos de ser fácilmente realizables o ni
tan siquiera posibles objetivos (ver sobre las mujeres, Tuchman
y otros, 1978; Haskell, 1987; Wolf, 1990; FAIR, 1991).
EL FEMINISMO Y EL ESTUDIO
DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
En
contraste, el feminismo ha retado a las imágenes dominantes de las mujeres,
tanto en un nivel teórico como práctico. Las feministas entienden la cultura
popular como una variedad de disciplinas y posiciones políticas (9). Revisaré brevemente seis áreas básicas: teoría social;
análisis de las imágenes; respuesta de audiencias; recuperación y apreciación
del trabajo femenino; las mujeres en las industrias de los medios; y la
política económica del trabajo de la mujer.
Uno de los puntos claves en el debate entre el feminismo y los
estudios de medios/cultura se centra en la teoría social. Es decir, la sociedad
como esencialmente patriarcal o patriarcal capitalista es uno de los puntos
básicos del argumento. Los modelos de producción y reproducción cultural que
siguen pueden desembocar en una variedad de campos, incluyendo el marxismo, el
psicoanálisis, la teoría crítica, los estudios culturales, el estructuralismo,
el post‑estructuralismo, el posmodernísmo, la deconstrucción, la semiótica, el racismo y la historia y
teoría del feminismo (10) . Todavía, la raza, la
clase, el patriarca y la sexualidad son temas que permanecen vivos en el
análisis y la producción cultural del feminismo (11).
Dentro y entre estos debates, existe la preocupación de que la teoría ilumina,
no ofusca las relaciones de poder (ver Franklin y otros, 1991; Segal, 1991, para artículos recientes).
El análisis
de la imagen de las mujeres en el cine, la publicidad, las telenovelas, los programas
de entretenimiento, los diarios, etcétera es un área de continua investigación.
La elaboración de la sexualidad y el papel asignado a las mujeres en los
medios es objeto de estudio (Willismson, 1978). La documentación y el examen de los clichés sexuales,
apoyados por el análisis de contenidos de varios productos de los medios, continúa secundando el criticismo de las imágenes (ver Journal of Communication, 1974; Janus,
1977 y Tuchman, Daniels y Benet, 1978; alomen in Europe, 1978 como ejemplos recientes). El periódico Communication, 1986; World Communication Report de la Unesco,
1989; Wolf, 1990; Extra de FAIR, 1991
y el informe de la conferencia incluida en tender
and Mass Media Newsletter, marzo
de 1991, evidencian pocos cambios.
Existe, sin
embargo, un importante énfasis en rechazar el papel pasivo de las audiencias
femeninas. Las audiencias activas que pueden resistir los mensajes dominantes y
las dobles lecturas de los medios son importantísimas para los estudios
culturales dirigidos por muchas feministas (ver dentro de una extensa
bibliografía: Mattelart, 1982; Brown,
1990; McRobbie, 1991).
Además, la
recuperación y el reconocimiento de los estudios culturales de las mujeres
forman parte de los estudios históricos, teóricos y contemporáneos (ver Douglas, 1977; Radway, 1984; Rakow, 1986). Los esfuerzos por la
recuperación se han centrado en algunas de las más marginadas y con menos
poder, es decir, las mujeres (o la gente en general) de color. Los clichés y
las ' `omisiones significativas" de mujeres de color, asiáticas, chicanas
e indias norteamericanas en los medios de comunicación de masas y en los
estudios de feminismo y comunicación han sido objeto de extensa bibliografía
(ver Hooks, 1982; Lewis y
Joseph, 1981; Moraga y Anzaldua, 1981; Carby, 1982; Hull y Smith, 1982; Lorde, 1984; Walker, 1984). Estos primeros
trabajos, así como algunos de los estudios recuperados, subrayan la estructura
de poder que funciona en la producción cultural (incluyendo al feminismo
occidental). En un nivel práctico, estas barreras han
dado lugar a la creación de editoriales
alternativas
Además otros
autores que investigan dentro de los medios, por ejemplo la industria de la
televisión, encuentran que las mujeres están frecuentemente acorraladas por
intereses y actitudes (sexistas) circunscritas en los estándares profesionales
y en la producción de programas de las organizaciones de medios (Baehr, 1980; Baehry Dyer, 1987; Gallagher, 1988; Channels, 1990; Gallagher, 1990; European Bradcasting Union (EBU), 1991).
En los EE.UU, Creedon señala que actualmente
un 60 por ciento de los estudiantes de periodismo y de comunicación son
mujeres, y destaca problemas similares en relación no sólo a las prácticas de
la industria sino también en la educación que reciben los estudiantes. Tanto la
industria como la universidad están fracasando estrepitosamente en su forma de
tener en cuenta a las mujeres (Creedon, 1989; ver también Wolf, 1991 a).
Por último,
el trabajo de la mujeres en la oficina, en casa o en una fábrica se está transformando
por las nuevas tecnologías de la información (ordenadores, satélites, redes de
fibra óptica y similares). Estas nuevas tecnologías
de la información también ayudan a la economía de empresas transnacionales que
producen y distribuyen los productos de los medios a escala mundial. Sin
embargo, poca atención se presta al impacto de la revolución de la información
en las mujeres (12).
Una ponencia
recientemente presentada en la conferencia del Programa sobre Tecnologías de la
Información y la Comunicación en Gran Bretaña señala, por ejemplo, que el tema
del género es "en su mayor parte olvidado" en la investigación sobre
las tecnologías de la información llevada a cabo por el Economic and Social Research Council (Liff, 1991). Omisiones similares pueden encontrarse en la investigación
(de comunicación y medios), en las políticas educativas y en las iniciativas
industriales en decenas de países.
Tampoco se puede decir que no se haya conseguido nada. Existen
personas y grupos que hacen lo que pueden por producir, recuperar e incorporar
material relativo a la lucha de las mujeres y de los miembros del mundo en vías
de desarrollo sobre su autodeterminación en el trabajo, en la
aulas o en la literatura científica. Sin embargo, la cuestión fundamental del
poder, establecida clara o ambiguamente, requiere una atención continuada y,
por supuesto, resultados.
LAS ORGANIZACIONES DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN
En términos
de organizaciones de medios, las mujeres han adoptado diversas tácticas; a
saber: representación supervisada y asociacionismo para presentaciones más
realistas de la mujer; presiones a los medios de comunicación tradicionales
para que aumenten el empleo femenino; y creación de medios de comunicación
alternativos de mujeres. Aunque éste último es de importancia vital, no puede
ser tratado en el espacio que nos queda (13). Aquí,
nos centraremos en la representación de las mujeres y en el empleo femenino en
los medios de comunicación más importantes.
"El
panorama general que surge de la variedad de estudios recientes señala pocas
mejoras en estas áreas. En relación a la
representación de las mujeres, los informes de la Unesco
de 1981 y 1985 mantienen que: En el cine, la prensa y en los medios de
radiodifusión, las actividades y los intereses de las mujeres no van más allá
de los confines de la casa y la familia. Caracterizadas como esencialmente
dependientes y románticas, las mujeres son raramente representadas como
racionales, activas o aptas para tomar decisiones [...] Los nuevos valores
predominantes definen a la mayoría de las mujeres y a la mayoría de sus
problemas como si no merecieran la pena [...] Como el cebo a través del cual los
productos se publicitan, las mujeres son explotadas en
términos de su sexualidad y de su apariencia física" (citado en la Unesco, 1989: 209).
En informes
más recientes no se advierten "diferencias mayores" (Ibíd). Y, un reciente estudio
sobre Women and Television in Europe,. también llama la atención sobre
la "persistencia de clichés inquietantes" en la producción de los
medios de comunicación (Gallagher, 1988: 4).
En los EE.UU. la investigación ofrece datos consistentes de los
pasados diez años sobre la ratio comparativa entre roles de hombres y mujeres
en la televisión: dos a uno. Las mujeres adultas constituyen una minoría de los
papeles femeninos visibles, mientras el 70 por ciento de los hombres son
adultos. Dos de cada cinco mujeres son presentadas como trabajadoras, mientras
que en los hombres son dos de cada tres. En cuanto a la representación de
razas, las chicanas y las asiáticas casi nunca se ven. Las mujeres de color
ascienden a un 12 por ciento de los caracteres femeninos, pero se encuentran confinadas
a las comedias (Unesco, 1989: 221; ver Hooks, 1981, y Lewis y Joseph,
1981).
Aunque la
presencia de mujeres periodistas en la radiodifusión es cada vez más
importante, el factor de la Cosmo girl
se considera como determinante en el periodismo televisivo (Stilson,
1990). Según Marlene Sanders,
quien cree que con 35 años de experiencia no podría encontrar trabajo en los
informativos diarios de la televisión, "las cadenas explotan el glamour"
de sus periodistas femeninas y dejan las noticias más fuertes para los hombres.
La periodista de televisión Sheilah Kast señala que a las mujeres reporteras les suelen decir
que su "destreza para escribir" responde a sus características de
cuello para abajo. Sin embargo, para otros, sencillamente, pasa desapercibido
que, como media, los hombres lleguen a presentar telediarios con veinte años
más que las periodistas de televisión (Ibíd: 2224).
Un número
reciente de la publicación Extra, de Fairness and Accuracy
in Reporting's (FAIR), señala que incluso en aquellos
puntos o temas relacionados directamente con las mujeres, como el aborto, la
violación, la salud y otros similares, las mujeres no suelen ser las autoras,
ni se las suele entrevistar, ni siquiera se las cita (FAIR, 1991).
Tiffany Devitt señala, por ejemplo,
que "de acuerdo al National Newspaper
Index (una base de datos que incluye los artículos de
los periódicos más grandes del mundo), existen más artículos sobre cómo el tema
del aborto ha afectado a varios candidatos políticos, razas (electorales) y partidos
(políticos), que artículos sobre cómo las mujeres con embarazos no deseados se
ven afectadas por las cada vez mayores restricciones en las ayudas económicas
y la asistencia (en el aborto) '. Y continúa: "aunque el anterior
gobernador, Bob Martínez, de Florida nunca tendría un
aborto, un titular del Washington Post (1
de agosto de 1989) declaraba: “ Governor at Risk on
Abortion Sigue” (algo así como, 'Gobernador en
peligro por aborto')" (Ibíd: 5).
En un
análisis de las revistas femeninas para adolescentes se destaca que aunque las
imágenes de chicas (generalmente blancas) provocativas sexualmente llenan las
páginas de estas publicaciones, pocos son los artículos que hablan sobre
sexualidad, control de la natalidad o enfermedades de transmisión sexual, por
no decir ninguno. "Una de cada diez mujeres en los EE.UU.
se quedan embarazadas en sus años de adolescencia", y el SIDA está
considerado actualmente como la causa más frecuente de muerte entre las jóvenes
de color (Ibíd: 1 l).
Otro
análisis subraya el crédito que poseen los medios de comunicación en las
compañías tabacaleras tal y como se evidencia en las campañas publicitarias,
cuyo target
principal son las mujeres. Desgraciadamente, las estadísticas de mujeres
fumadoras, desde edad temprana, justifican los presupuestos de publicidad de
las tabacaleras (Ibíd: 7).
Y si uno lee
sencillamente The New York Times cualquier día, encontrará que pocas mujeres
escriben en él o son citadas, pocas historias conciernen directamente a las mujeres,
y no se incluyen editoriales o artículos deportivos de interés para la mujer (Ibíd: 8‑9). Con algunas
variaciones, creo que esto no se aleja mucho de la realidad en muchos medios de
comunicación.
Con las
nuevas tecnologías de la comunicación, la desregulación, la privatización y la
transnacionalización de las industrias de medios de
comunicación, ¿van a cambiar las cosas? En uno de los mayores encuentros de
mujeres de la radiodifusión, el pasado noviembre, la ministra holandesa de
Asuntos del Bienestar, Sanidad y Cultura, Hedy d'Ancona, señaló lo siguiente:
"En 1989, noventa y
un canales de televisión se recibían en doce países de la Comunidad
Europea y en seis países de la Asociación Europea de Libre Comercio.
Cuarenta y siete de ellos eran comerciales, es decir, de los que obtienen
ingresos y televidentes fuera de los servicios de radiodifusión públicos [...]
Los programas que se ofrecían por la mayoría de estos canales comerciales eran
más o menos los mismos que los de los gigantes de la industria de los medios:
juegos, concursos, telenovelas‑el balón para él y el horno microondas
para ella‑." (Publicada en la Unión Europea de Radiodifusión, 1991:
10).
Incluso esta
apreciación, aunque formula cuestiones básicas, no va más allá. Como señala
Wolf, en los últimos tiempos el regreso al mito
de la belleza ha sido acompañado por la violencia erótica en los vídeos y
en el cine. Estos mensajes recorren el mundo a través de nuevos servicios
comerciales de televisión, así como a través de las redes principales de distribución
de películas. Las mujeres son representadas de forma creciente como las
víctimas de una increíble violencia en los medios de comunicación
contemporáneos (Wolf, 1991 a) .
¿Cambiaría
esto si hubiera más mujeres trabajando en los medios? Un estudio reciente de
la American National Commission on Working
Women concluyó: "Para que las mujeres tengan un
impacto mensurable, su número debe
ser superior al que alcanzan en estos momentos" (FAIR, 1991, el subrayado
es mío). Existe un debate sobre si las mujeres como
profesionales de los medios defienden los intereses de la mujer en sus propias
carreras (Gallagher, 1988; Tuchman,
1978). Sin embargo, lo importante es que en ningún
país del mundo, de acuerdo con los estudios que yo he revisado, las mujeres
alcanzan el 50 por ciento (ni siquiera el 40 por ciento) de las plantillas de
empleados en los medios de comunicación. Tampoco disfrutan de puestos
comparables a los de los hombres en las jerarquías de estas organizaciones (Linne, 1987).
Estudios
sobre casos en Canadá, Ecuador, Egipto, India y Nigeria señalaban, a pesar de
grandes diferencias, que "lo relevante es que en cada caso la situación de
las empleadas sigue un patrón similar". Generalmente, las mujeres están
poco representadas en los medios, y ocupan puestos inferiores a nivel administrativo.
En términos de producción o de actividades en la pantalla, las mujeres, como sujetos
de "una especie de segregación por el cliché sexual", se ven
desplazadas a programas educativos o infantiles (ver Unesco,
1987 y Unesco, 1989).
Margaret Gallagher encuentra un
perfil similar en su investigación de 1990 sobre la radiodifusión europea. Las
mujeres alcanzan el 36 por ciento del personal empleado, con más participación
en la radio que en la televisión. Más mujeres están empleadas en puestos de
media jornada o temporales que los hombres. Más de la mitad de las mujeres que
trabajan la jornada completa ocupan puestos administrativos, comparado con el
13 por ciento de hombres en puestos semejantes. Dentro de todas las categorías
profesionales analizadas (directores, productores, cámaras, operadores, etc.),
"la participación de las mujeres en estos trabajos es mayor en las capas
bajas de la jerarquía y menor en las altas". Los salarios muestran la
misma diferenciación, con los hombres en los puestos mejor remunerados en
todas las categorías profesionales (Gallagher, 1990). Stilson ofrece datos
comparativos sobre las organizaciones de redes de televisión norteamericanas
(en los diarios) (Stilson, 1990).
Estos
ejemplos no son aberraciones o casos aislados. Ni tampoco son los medios de
comunicación la única industria en la que la mujer se ve discriminada, siempre
con coartadas como el problema del tampax o la obsesión de ser mamá (ver el informe de Cosmopolitan, "Men on Top", de abril de 1991
para el ejemplo británico). Las situaciones políticas
prevalecientes, y las condiciones económicas en muchos países del mundo de
hoy, sugieren que las mujeres tendrán que continuar su lucha contra la
desigualdad y la violencia en los medios de comunicación y en la sociedad.
PERSPECTIVAS
Este
artículo indica que la batalla de las mujeres por la igualdad está lejos de
haber sido ganada. De hecho, todavía parece que hay poco por lo que felicitarse
y mucho por hacer. Creo que la lección más importante surgida de todos los
esfuerzos de aquellos que nos han precedido y de los que continuarán luchando,
es que los medios de comunicación son extremadamente poderosos. Y que deberán ser tenidos en cuenta en cualquier confrontación por la
igualdad o la autodeterminación de las mujeres, así como por el desarrollo y
la paz. Cómo deben ser libradas estás batallas sólo puede ser decidido dentro
de las condiciones específicas que se presenten. Sin embargo, existen ciertas
realidades.
Internacionalmente, el
poder de los intereses transnacionales de tipo político y económico no puede
ser olvidado. En la universidad, los debates teóricos deben basarse en
realidades sociales e ir acompañados de esfuerzos para reformular los
currículos y forjar más oportunidades de empleo para la mujer. Las organizaciones
de medios de comunicación deben ser consideradas por lo que son; es decir, negocios cada vez más privatizados y movidos por
los beneficios, con lazos estrechos e intereses comunes con las estructuras de
poder que funcionan a nivel internacional y nacional.
Para cambiar las estructuras sociales y las relaciones en una forma
que ofrezca a las mujeres, a los hombres y a los países en vías de desarrollo
una mejor oportunidad para su evolución, habrá que retar y transformar al Hombre
Narrador.
Traducción: Mar Hernández de Felipe
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Notas
(1) Hull
y Smith subrayan la experiencia histórica y
contemporánea de las escritoras de color, "Como principal resultado de las
realidades históricas que nos han hecho seres libres en este continente
(Norteamérica), nos hemos mantenido separadas de todas las formas posibles del
reconocimiento al trabajo intelectual. La herencia que nos consideraba como
bienes muebles, esclavas sexuales y trabajadoras forzadas, podría explicar de
manera adecuada por qué la mayoría de las mujeres de color están, hoy en día,
muy lejos de los centros de poder académico y por qué sus estudios han emergido
en los últimos años de la década de los 70, Nuestra opresión, extendida a
múltiples capas, no explica cuáles son las formas en las que hemos creado y
mantenido nuestras propias tradiciones intelectuales como mujeres de color, sin
el reconocimiento o el apoyo de la sociedad del hombre blanco". (Hull y Smith, 1982: XVIII).
2) Debe advertirse que las mujeres han defendido sus derechos en
organismos internacionales a lo largo de toda la centuria. Y los esfuerzos de
las mujeres no se circunscriben a las actividades discutidas más adelante. El
examen y el análisis de las convenciones internacionales, los informes de la
Liga de Naciones y de las Naciones Unidas ofrecen un amplio material en su
apoyo. Sin embargo, la Década de las Mujeres de las Naciones Unidas debe ser
entendida como el reconocimiento de estos esfuerzos, y, por lo tanto, me
centraré en su relación con los asuntos de los medios de comunicación
(3) Gallagher también critica la influencia
de las preocupaciones (gubernamentales sobre la participación actual de las
mujeres en esta y otras reuniones.
(4) El movimiento para un
Nuevo Orden Internacional de la Comunicación, que siguió al llamamiento inicial
para un Nuevo Orden Económico Internacional, y la posterior iniciativa
política, llevada a cabo en otros foros ‑por ejemplo, planificación de
métodos de distribución de recursos (frecuencias de radio) y el uso en la Unión
Internacional de las Telecomunicaciones, la Década para el Desarrollo de la
Naciones Unidas y el derecho al "consentimiento preferente" relativo
a la emisión por satélite‑, representaba un grado de concienciación mayor
de la importancia de la comunicación en el desarrollo nacional (Lent y Giffard, 1982). Estos esfuerzos fueron entendidos como una amplia
movilización del desarrollo de los países e interpretado como ejemplo del
conflicto Norte‑Sur ‑es decir, países del Tercer Mundo contra
Occidente.
(5) La cobertura parcial
de los medios de comunicación del movimiento de las mujeres, de sus asuntos y
de ellas mismas se analiza en Tuchman y otros, 1978,
FAIR, 1991 y Wolf, 199 1b,
(6) La Comisión de la
Comunidad Europea ha establecido un Comité Directivo para la Igualdad de
Oportunidades en la Radiodifusión. Este Comité Directivo está apoyado por el Third Action Programme
de la CE (1991‑1995). El Comité ha hecho
recomendaciones a las organizaciones europeas de radiodifusión relativas a la
política de empleo, la participación de la mujer en los programas de
producción, el análisis de contenidos y seminarios de sensibilización para
productores y periodistas, y paquetes de formación multimedia para las
universidades, así como para las organizaciones de radiodifusión. Hedy d'Ancona, la ministra
holandesa para Asuntos del Bienestar, Sanidad y Cultura, ha hecho recientemente
un llamamiento a la European Broadcasting
Union para que establezca un equipo de trabajo semejante
(ver D'Ancona, 1991 y European
Broadcasting Union, 1991),
(7) Una afirmación
reciente de la popular posición del gobierno y los empresarios de los EE, W. en relación al tema de la política nacional de cultura y
comunicaciones nos la ofrece Hon Janice
Obuchowski, director del National
Telecommunications and Information Agency, Department of Commerce,
del Gobierno de los EE.UU.: Por último, no hace falta
decir que nuestros productores de vídeo tienen éxito en el extranjero y podrían
hacerlo mejor si determinados gobiernos no estuvieran tan preocupados por la
influencia cultural. Yo diría que [,..] me sorprende que una cultura tan rica como la francesa se
sienta amenazada por la figura de Micky Mouse. Pero
así están las cosas" (Obuchowski, 1990). Es obvio que Francia no es el único país que podría
citarse.
(8) No me dedico a la
investigación crítica sobre la comunicación en EE.UU.
en este artículo porque no sufre las limitaciones en las que me gustaría
centrarme, Para un trabajo crítico relevante, ver The Critical Communication
Review, editada por Mosco y Wasko,
el Institute of Media Analysis in New York City (NYC), el National Lawyers Guild's Media Monopoly Committee, Fairness and Accuracy in Reporting (NYC), Paper Tigre Television (WC), Women make movies (WC), algunos
miembros del National Public Radio (equipo
en la sombra en NYC) y el trabajo de la Union for Democratic Communication, entre otras,
(9) En la bibliografía, Rakov identifica dos supuestos compartidos, Es decir, 1)
las mujeres son consideradas/ reconocidas/identificadas como las principales
consumidoras de productos culturales, importantes objetos/sujetos en los
medios/ cultura, y a veces, creadoras significativas de cultura, y 2) una vez
entendido cómo funciona la cultura para las mujeres y la sociedad patriarcal,
el cambio de mitologías sociales y el manifiesto de relaciones sociales en la
opresión de las mujeres es fundamental (Rakow,
1986:23).
(10) Existe una vasta bibliografía en este debate que aquí se ha comprimido
Los dos artículos más recientes citados presentan un buen recorrido a lo largo
de toda la bibliografía.
(11) En los EE.UU., por ejemplo, Treichler y Wartella piden una mayor integración de las feministas y
las agendas de investigación de los medios de comunicación. (El objetivo de
crear unos estudios sobre cultura feminista se basa en "un movimiento
general en EE.UU.”. hacia un
estudio de la cultura crítico e interpretativo" (Treicher
y Wartella, 1986: 13)).
(12) Notables excepciones
incluyen a: Ehrenreich y Fuentes, 1981; Nash y Fernández ‑Kelly,
1983; Gregory y Nussbaum, 1982; Mosco, 1982; Cockburn, 1985; Marshall y
Gregory, 1985; Reinecke, 1986; Steeves,
1989; Marsden, 1990; Redclift
y Sinclair, 1991. La agenda de investigación
realizada por Franklin y otros se extiende a la ciencia y la tecnología así
como a la representación y al "Tatcherismo y
cultura empresarial" (Franklin y otros, 1991).
(13) El World Communication Report de la Unesco (1989) incluye una lista de varias organizaciones y
grupos en todo el mundo.