La contribución de la Comunidad Europea al
desarrollo tecnológico
JOAN MAJÓ
Las
disparidades entre las regiones de la Comunidad Europea son notables, tanto en
términos de renta per cápita y productividad,
como en el nivel de empleo. Ello repercute inevitablemente en la
competitividad. Sin embargo, otros factores, como infraestructuras, personal
cualificado y facilidades de crédito para invertir diferencian unas regiones de
otras en la actualidad.
La capacidad
de las empresas de innovar en los productos y procesos depende, en gran parte,
de la habilidad de las regiones para apoyar la investigación y el desarrollo.
Por ello, la contribución de la Comunidad en el desarrollo de las regiones se
traduce, básicamente, en dos puntos: a) participación de los Estados en los
programas comunitarios de I+D, y b) mecanismos financieros comunitarios,
principalmente los Fondos Estructurales.
a) En lo
referente al primero, la Comunidad pone a disposición de los empresarios y
usuarios el Programa Marco de la Investigación y Desarrollo, el 40 por ciento
del cual está destinado a tecnologías de la información. En él fija las
condiciones de cooperación comunitaria entre investigación y empresas. Sirve de
base a numerosos proyectos en los que colaboran la industria, las universidades
y los centros de investigación de distintos países. Tratándose de cooperación
transfronteriza es necesario, al menos, un socio más de otro Estado miembro.
Las universidades suelen estar asociadas a los proyectos y las pequeñas y
medianas empresas constituyen el 50 por ciento de los participantes.
La Comisión
Europea suele pagar el 50 por ciento del coste total del proyecto, y el resto
lo pagan los socios. Así, pues, el papel de la Comunidad es básicamente
estratégico, frente a los competidores japoneses y norteamericanos.
La industria
europea debe realizar un esfuerzo importante: el comercio europeo de
electrónica y telecomunicaciones se encuentra en déficit, que ha ido
aumentando desde 1988. Para Europa, el desarrollo de las comunicaciones es
vital, dados los acontecimientos en los países del Este y la realidad del
Mercado único.
El Acta
única prevé la cohesión económica y social. La apertura del mercado europeo
implica que todas las regiones se beneficien, evitando que algunas de ellas lo
hagan en detrimento de las otras.
La Comunidad
siempre ha tenido interés en crear relaciones transnacionales de I+D, y nunca
ha financiado programas nacionales. Los programas comunitarios ESPRIT y RACE,
que forman parte del Programa Marco, constituyen dos ejemplos de ello. Se
concentran en información tecnológica avanzada y en telecomunicaciones de
banda ancha, respectivamente. Éstos y otros programas están orientados al
sector industrial y comprenden organizaciones de dos Estados miembros, como mínimo,
que colaboran entre ellos.
El programa
ESPRIT cuenta con 971 organizaciones establecidas en 500 ciudades europeas.
Ello implica una gran regionalización tecnológica, pues divulga el conocimiento
de la tecnología en las regiones menos favorecidas.
b) En cuanto
al segundo mecanismo, el papel de la política estructural ha sido y sigue
siendo muy importante para el desarrollo social y regional. En 1991 su
asignación constituyó el 25 por ciento del presupuesto comunitario. Cada región
elegible destina estos fondos según sus propias prioridades. Durante el período
1989‑1993, un total de 1,8 billones de ecus fueron destinados a I+D y a
infraestructura de telecomunicaciones. Además, existen otros programas cuyos
objetivos son fijados por la Comunidad y que están especialmente orientados a
I+D.
Los
programas STAR y STRIDE constituyen el nexo de unión entre la política de
desarrollo regional y la tecnología. Su objetivo es desarrollar la
infraestructura técnica. El primero tiene un presupuesto de 1,6 billones de
ecus, para acelerar la digitalización y modernización de las redes en las
regiones menos favorecidas. El STAR ayuda a crear infraestructuras de
comunicación, y permite a países como España, Portugal y Grecia participar en
el proceso de cooperación interregional. El STRIDE cuenta, por su parte, con
un presupuesto de 400 millones de ecus, y tiene como objetivo principal el
reforzamiento de la infraestructura de tecnologías de I+D, con lo que se
fomenta la colaboración entre empresas y universidades de las diferentes regiones.
Otro programa, el TELEMATIQUE, estimula las infraestructuras de servicios de
valor añadido y complementa al STAR.
El papel de
la Comunidad, que intenta conseguir una cohesión económica, consiste en ayudar
a que estos programas formen parte de una estrategia general, en coordinar los
diversos programas, en ayudar a las regiones implicadas en definirlos,
hacerlos efectivos, controlarlos y evaluarlos y, en general, en ofrecer
asistencia técnica con e: objetivo de edificar capacidades regionales
tecnológicas.
Los fondos
estructurales, en el período 1989‑1993, suponen 60 billones de ecus, el 4
por ciento de los cuales está destinado al desarrollo tecnológico. En 1993 se
añadirán sumas considerables, destinadas a la cohesión social y económica.
Sería conveniente, por tanto, que la parte de fondos estructurales dedicados a
las regiones menos desarrolladas en nuevas tecnologías aumentara con respecto
al nivel actual.
Como
consecuencia de la conferencia de Maastricht, los Estados miembros están
considerando la posibilidad de duplicar los fondos estructurales, llegando
hasta el 35 por ciento del presupuesto comunitario, para el período 1994‑1997.
Asimismo, se ha logrado aumentar el presupuesto comunitario del Programa Marco
de I+D, alcanzando el 5 por ciento del total. Estas propuestas están subrayadas
en el Delors ll packet y discutidas
bajo la presidencia portuguesa.
Con todos
estos recursos será posible, en los próximos años, hacer un gran esfuerzo de
transferencia tecnológica hacia todas las regiones y enlazarlas mediante redes
paneuropeas.