Demanda
de información y nuevos medios La
apropiación social de las innovaciones comunicativas
Emilio Prado
La perspectiva de la
demanda ‑conocimiento, expectativas, usos‑ abre una fructífera vía
para el análisis de los nuevos medios de comunicación. Su aplicación al estudio
del videotexto y del teletexto descubre las contradicciones de su estado social
actual.
El concepto de nuevos medios es relativamente
polisémico y se utiliza de forma relativamente indiscriminada para referirse
a un conjunto de soportes fruto de las innovaciones tecnológicas en el campo
de las telecomunicaciones. Según los autores, este apelativo se utiliza para
referirse desde el fax a los satélites, pasando por el teletexto, el
videotexto, el radiotexto, el ordenador con módem, el contestador automático,
etc.
Nosotros lo
utilizaremos más para designar un escenario tecnológico cuyo paisaje está
poblado con diferentes grados de densidad por este conjunto de equipamientos,
que para denominar un repertorio limitado de innovaciones, puesto que es este
un campo en el que la introducción de nuevos productos en el mercado sigue un
ritmo acelerado.
Lo que más
nos importa es el grado de familiaridad con estos soportes, su implantación
actual y fundamentalmente su influencia en la satisfacción de la demanda social
de información y comunicación.
No se trata
de hacer aquí un panegírico sobre las grandes posibilidades que ofrece esta
panoplia de medios para satisfacer las necesidades de información de una
sociedad desarrollada, sino de establecer el grado de apropiación social de
estas tecnologías y, en la medida de lo posible, las lógicas que explican el
grado actual de apropiación.
Nuestro
interés se centra, pues, en la demanda, al contrario que otros estudios sobre
nuevas tecnologías, que se concentran en la oferta de información, servicios o
equipos, como consecuencia de su propia trascendencia estratégica. Los datos
aquí utilizados proceden de una investigación realizada por un equipo de la
Universidad Autónoma de Barcelona sobre Los
usos sociales de las nuevas tecnologías (Moragas, Prado, et alt. 1991). Los descubrimientos que
hemos realizado confirman algunas de las principales hipótesis de trabajo en
los estudios de la oferta informativa, pero nos ofrecen datos que ponen de
manifiesto sus límites actuales y sus contradicciones respecto del estado
social de la demanda.
Con las
nuevas tecnologías de la información ha aparecido un nuevo escenario para las
políticas democráticas de la comunicación, cuyo norte son las nuevas relaciones
entre bienestar social e información. Así, la interpretación de la satisfacción
de la demanda de información por parte de la población lleva ineludiblemente al
corazón del debate sobre comunicación y democracia.
Los trascendentales cambios registrados en el ecosistema comunicativo
en las últimas décadas y la desorientación derivada de la magnitud de los
cambios políticos e ideológicos de este fin de siglo provocan una revisión
crítica, cuando no una desautorización de las viejas teorías sobre comunicación
y democracia, y sobre democratización de las comunicaciones.
Como
sostiene Miquel de Moragas, después de unas décadas en las que la mediación
comunicativa fue absorbiendo las prácticas políticas y participativas, en las
que aumentaba la centralidad de los medios de masas en la misma medida en que
disminuía la militancia y la participación política, parece haberse iniciado
ahora una nueva etapa, que bien podríamos denominar de descomposición, en la que disminuye la centralidad de la mediación
masmediática y empiezan a aparecer otros escenarios y líneas de influencia y
participación a la que no son ajenas las nuevas tecnologías de la comunicación.
Nuestro
tiempo ya no es el de la homogeneidad descrita por Edgar Morin (1962) en su Espíritu del Tiempo, ni tampoco el de
la mosaicalidad descrita por Abraham Moles (1968) en su Sociodinámica de la Cultura. Nuestro tiempo más parece ser el de la
heterogeneidad, o mejor aún el de la
complejidad. Los nuevos medios y las
nuevas prácticas comunicativas no desplazan a las antiguas, pero las reubican
en funciones sociales más delimitadas y fragmentarias.
Este estudio
pone de manifiesto para una gran metrópolis como Barcelona y para el año 1990,
pero en este caso es extrapolable a todo el país, que la televisión
convencional penetra a toda la población. Ninguna clase, edad o sector social
queda al margen de la televisión convencional. Lo realmente nuevo es que
algunas clases o grupos sociales la tengan como único medio informativo y como
única práctica de comunicación.
La
televisión llega a todos, pero cada vez existen nuevos grupos que disponen de
otras tecnologías que les permiten establecer otras formas de comunicación, ven
así multiplicar sus posibilidades de establecer contactos, obtener información
especializada, o recursos informativos prácticos para reforzar sus actividades
sociales no masmediáticas. Los sólo televisivos
son ahora unos nuevos marginados. Esta
discriminación se refleja en las disponibilidades tecnológicas y en el grado
de contacto.
Así, por
ejemplo, sólo un 10 por ciento de la población disponía de teletexto en su
televisor o vídeo y sólo un 1, 6 por ciento de los hogares disponía de un módem
que le permitiera disfrutar de la conectividad de sus ordenadores. Más
indicativo resulta todavía el grado de contacto. Resulta esclarecedor ver cómo
sólo el 2,7 por ciento de los encuestados consultaba diariamente el teletexto y
sólo el 0,3 utilizaba el videotexto.
Queda
patente la dimensión de la fractura que aún hoy en día existe entre ambos
grupos. Nuestra investigación nos reafirma en la necesidad, ya enunciada por
Moragas (1988), de una nueva teoría de la comunicación democrática, que sea
capaz de interpretar la reubicación del sistema comunicativo de masas ante las
nuevas tecnologías. En esta nueva fase la democratización de la comunicación
ya no dependerá únicamente de la pluralidad de fuentes y visiones ideológicas,
sino que lo hará también de la posibilidad de sus respectivos usos sociales.
Como ya
hemos apuntado, los cambios introducidos en el sistema comunicativo determinan
una redistribución de las funciones atribuidas a cada medio. Redistribución que
no se limita a un nuevo reparto de contenidos, sino que afecta en un sentido
más profundo a las funciones y prácticas comunicativas atribuibles a cada
medio. Esta distinción entre prácticas comunicativas y oferta informativa, es
más necesaria que nunca con la aparición de tecnologías que permiten diferentes
grados de interactividad que promueven una nueva modalidad de usos de la
información más relativa al hacer que
al saber. interactuar, gestionar,
comprar, etc.
Uno de los
elementos que siempre han puesto de relieve los análisis sobre los medios de
información, sin importar la corriente en que se inscribieran, es el carácter
pasivo de los mismos, o, dicho de otra forma, el escaso margen de actuación que
se le concede al usuario, al consumidor, al público.
Las razones
a las que se atribuye esa pasividad varían según la aproximación y las escuelas
de pensamiento. Van desde la justificación técnica, la organizacional, la
estructural, la ideológica, etc.
También hay
un elevado consenso en dar atributos positivos al concepto de participación,
asociándolo a los de actuación, influencia, dinamismo, decisión,
democratización. Todos estos valores han ido confluyendo paulatinamente en
los conceptos de interacción e interactividad.
El término
interactividad define mejor que ningún otro lo peculiar, lo nuevo, lo singular
de los nuevos servicios de telecomunicación y de la telemática en particular.
Es la palabra clave de los discursos de autopublicitación de las tecnologías de
la información e, indiscutiblemente, uno de sus atributos técnicos.
EL CONOCIMIENTO SOBRE EL VIDEOTEXTO
Focalicemos
ahora nuestro interés en dos nuevos
medios que en diferentes medidas reclaman una interacción por parte del
usuario: el Teletexto y el Videotexto.
La aparición
de los servicios telemáticos es reciente en términos históricos, pero tiene ya
una larga duración si se considera en la perspectiva de la velocidad con la que
se producen las innovaciones tecnológicas en las sociedades desarrolladas. Es
un axioma aceptado la ausencia de relación mecánica entre el desarrollo de una
nueva tecnología y su implantación en el mercado al que va destinada. Son
múltiples los factores que influyen en la velocidad de implantación de las
tecnologías, entre ellos el último de la cadena, pero llegados a este punto, el
más importante es el conocimiento de la misma, de su existencia entre los
suministradores de servicios y entre los usuarios.
El
videotexto no se escapa a esta lógica, y una vez superados los factores
tecnológicos, industriales, políticos y económicos que retrasaron su
comercialización en España, uno de los problemas que más están influyendo en su
lenta implantación es sin lugar a dudas el escaso conocimiento que los usuarios
potenciales muestran sobre este medio.
Diferenciamos
en nuestro estudio el conocimiento subjetivo, es decir, la creencia del
conocimiento, del conocimiento efectivo, es decir, la verificación del
conocimiento. En términos generales se produce un descenso del 50 por ciento
entre uno y otro. Así, casi dos de cada diez encuestados tienen un conocimiento
subjetivo del videotexto, pero el conocimiento efectivo verificado desciende a
uno de cada diez (cuadro 1).
CUADRO 1. CONOCIMIENTOS
SUBJETIVO Y VERIFICADO DEL
VIDEOTEX
(Total Barcelona)
|
Subjetivo |
Verificado |
Han oído hablar, |
|
|
lo conocen |
19.2 |
10.6 |
Lo confunden |
- |
5.1 |
No han oído hablar |
|
|
de él, no lo conocen |
61.0 |
41.3 |
No saben, |
|
|
no contestan |
19.8 |
43.0 |
Total encuestados |
100.0 |
100.0 |
Este desfase
es atribuible al sistema de difusión y publicitación del videotexto, articulado
en gran parte o por vías especializadas,o por campañas de publicidad de gran
público. El primer sistema garantiza un grado de conocimiento efectivo, apoyado
incluso en demostraciones en muchos casos, mientras que el segundo se mueve con
un grado de abstracción que no siempre contribuye a la captación exacta del
medio de que se trata. Pese a ello, este sistema no puede ser descartado como
estrategia de difusión a los usuarios potenciales de la telemática de gran
público, pero deberá mejorarse la eficacia comunicativa de tales campañas.
Es obligado
constatar la necesidad de incrementar el esfuerzo de difusión de las
características y usos potenciales del videotexto, puesto que el 61 por ciento
de los encuestados no lo conocen o no han oído hablar de él. Cuando se hace una
verificación de este extremo, el porcentaje desciende al 41,3 por ciento, pero
la diferencia no redunda en favor de un mayor conocimiento, sino que lo hace en
favor de los que no saben/no contestan o de los que lo confunden con otro medio
o artilugio.
Se produce
una diferencia significativa entre el conocimiento registrado por sexos a favor
de los hombres. Cuando se procede a una verificación del conocimiento efectivo,
éste alcanza al 13,8 por ciento de los hombres y al 7,7 por ciento de las
mujeres. Una de las explicaciones sobre esta diferencia debe buscarse en la
forma de difusión de la existencia del videotexto. Como ya hemos apuntado, una
buena parte se basa en el conocimiento por medio de actividades profesionales,
ferias y exposiciones especializadas, sectores en los que la presencia de la
mujer es menor que la del hombre.
Existe una
clara relación entre el conocimiento y la edad de los encuestados, produciéndose
una tendencia general a la disminución del conocimiento conforme se incrementa
la edad (cuadro 2).
CUADRO 2. CONOCIMIENTOS
SUBJETIVO Y VERIFICADO DEL VIDEOTEX
(Grupos de edades)
El mayor
conocimiento se registra en el grupo de individuos entre 18 y 24 años, tres de
cada diez jóvenes de este grupo han oído hablar del videotexto y uno de cada
cuatro lo conoce efectivamente. Contrasta, en el otro extremo, el casi nulo
conocimiento de los mayores de 65 años, grupo en el que el conocimiento
efectivo no llega a una de cada cien personas.
Hay una
cierta lógica generacional en esta tendencia, ya que el contacto con la
informática es efectivamente mayor entre los jóvenes, mientras el rechazo
inicial de la tecnología y más cuando esta exige un alto grado de interface hombre máquina, se produce
entre los más mayores, culturalmente habituados
a otro tipo de sistemas de comunicación, intercambio y operación.
Si el
conocimiento se considera un factor determinante en la implantación de este nuevo medio, es indudable que hay
mejores perspectivas de futuro que a corto plazo, ya que las personas que más
lo conocen están incluidas en segmentos de edad con menor capacidad de
decisión. Dicho de otra forma, la estrategia para aumentar la implantación a
corto plazo
debe plantearse una mejor
difusión del conocimiento del videotexto y sus potencialidades entre el grupo
de edades comprendido entre los 35 y los 49 años, ya que en general son las
personas con mayor poder adquisitivo, lo que influye en su uso doméstico, y con
mayor capacidad de decisión, lo que influye en la implantación profesional.
La clase
social resulta ser un factor determinante en el conocimiento del videotexto.
La tendencia muestra cómo cuanto más alta es la clase, más elevado es el
porcentaje de individuos que tienen un conocimiento subjetivo o efectivo del nuevo medio (cuadro 3), lo cual
representa un freno a la difusión de la telemática de gran público y en
particular para el uso doméstico generalizado del videotexto.
CUADRO 3. CONOCIMIENTOS
SUBJETIVO Y VERIFICADO DEL VIDEOTEX
(Clase social)
Destaca en
este sentido el desconocimiento efectivo absoluto en la clase baja y muy escaso
en la clase media‑baja en la que sólo el 4,4 por ciento de las personas
lo conocen realmente frente al 22,4 por ciento de los individuos de clase
alta/media‑alta y el 12,2 por ciento de clase media‑media que
demuestran conocerlo. Parece evidente que resulta imprescindible intensificar
la difusión del conocimiento del medio y sus prestaciones potenciales y
efectivas entre las capas mayoritarias si lo que se pretende es alcanzar una
alta penetración del videotexto.
Existe,
también, una relación directa entre el grado de formación de los encuestados y
su conocimiento del medio. Vemos así que el 72,6 por ciento de las personas que
efectivamente conocen el videotexto pertenecen a los tres segmentos de
formación correspondientes al bachiller superior y equivalentes, o a los
estudios universitarios medios o superiores.
Otro dato
nos demuestra, en sentido contrario, la relación entre la formación y el
conocimiento del fenómeno, así ningún individuo sin estudios conoce el
videotexto, ni siquiera ha oído hablar de él.
Por sectores
de ocupación, destaca en primer lugar el elevado porcentaje de empresarios que
ha oído hablar de este medio, llegando casi a la mitad de ellos. Les siguen los
estudiantes con el 34 por ciento y los cuadros con el 33,1 por ciento. En el
polo opuesto encontramos a trabajadores y obreros con un 6,3 y jubilados y
pensionistas con un 5,1 por ciento, lo que está claramente relacionado con el
nivel de formación y la edad. (Cuadro 4).
CUADRO 4. CONOCIMIENTO
VIDEOTEXTO
|
Han oído hablar de él |
Demuestran conocerlo |
||
|
H |
V |
H |
V |
Liberal |
28.7 |
5.6 |
21.4 |
7.5 |
Empresario |
49.4 |
1.9 |
32.0 |
2.2 |
Autónomo |
30.8 |
7.3 |
20.2 |
8.7 |
Cuadro |
33.1 |
3.7 |
33.9 |
6.9 |
Empleado |
24.0 |
39.4 |
10.9 |
32.4 |
Trab/obrero |
6.3 |
1.3 |
2.6 |
0.9 |
Ama de casa |
12.6 |
15.0 |
4.1 |
8.9 |
Estudiante |
34.0 |
17.1 |
30.9 |
28.1 |
Jub. Pens. |
5.1 |
4.6 |
1.5 |
2.4 |
Parado/a |
23.3 |
4.2 |
5.8 |
1.9 |
H.‑% Conocimiento en cada actividad profesional.
V.‑ % De cada actividad sobre el ítem establecido.
En esta
variable resulta interesante observar el comportamiento del descenso del conocimiento
subjetivo al efectivo. Hemos podido observar hasta el momento cómo siempre se
produce un descenso, pero se mantiene una cierta lógica proporcional. Aquí en
cambio podemos constatar como los empresarios pasan de un conocimiento
subjetivo del 49,4 por ciento a una demostración de conocimiento efectivo del
32 por ciento, lo que supone un desfase de 17 puntos, mientras que entre los
cuadros se produce un equilibrio entre ambos conocimientos, lo que indica que
éstos tienen un mayor contacto con el medio y aquéllos mayores expectativas
sobre él.
Las amas de
casa han oído hablar del videotexto en una proporción del 12,6 por ciento,
pero demuestran conocerlo sólo el 4,1 por ciento, lo que se debe sin duda a las
escasas oportunidades de entrar en contacto con él por razones profesionales.
Por las
mismas razones, el descenso mayor se produce en el colectivo de parados que ha
oído hablar de él en un 23,3 por ciento y tienen un conocimiento demostrado
sólo en un 5,8 por ciento, precisamente por la dificultad que entraña entrar en
contacto directo con el videotexto en una situación de inactividad. Este
resultado encuentra su explicación también en el hecho de que el fenómeno del
paro afecta a gente de profesiones muy diversas, de todos los niveles de
formación y de edades jóvenes en sentido amplio, todos ellos factores que, como
hemos visto, influyen en haber oído hablar de él, mientras el conocimiento
efectivo se relaciona más con la actividad.
Así vemos
también como los empleados, que abarcan un amplio abanico de profesiones de
todos los sectores económicos, son los que ocupan la mayor parte de la franja
del conocimiento efectivo con un 32,4 por ciento, seguidos de los estudiantes
con un 28,1 por ciento.
En
definitiva, el conocimiento efectivo está directamente ligado al entorno de la
actividad profesional.
LAVALORACIÓN DE LOS
SERVICIOS
Los datos
hasta aquí analizados delimitan con claridad las proporciones de la fosa que
separa a los sectores que hemos denominado nuevos
marginados de aquellos que acceden a los nuevos soportes, y además
establece una clara caracterización de los colectivos in y out.
Las
proporciones alcanzadas por ambos sectores quedan más precisas todavía si tomamos
en consideración el nivel de uso.
El contacto de la
población con el videotexto era muy escaso en la fecha de realización del
estudio y en concreto sólo el 6,4 por ciento de los encuestados había visto o
consultado el videotexto, lo que está directamente relacionado con la limitada
presencia del medio en el mercado español.
El nivel de
consulta es extremadamente bajo, alcanzando sólo el 0,3 por ciento, no obstante
resulta interesante constatar que el que lo hace nunca efectúa esta operación
en una sola ocasión.
El desfase
entre el conocimiento efectivo demostrado y el uso efectivo del medio debe
relacionarse con el atractivo de los servicios ofrecidos por el videotexto y su
capacidad de interesar a un público amplio. En este sentido, podría asegurarse
que ha sido más eficaz, aun con todas las limitaciones constatadas, el proceso
de difusión de la existencia del instrumento que la capacidad de estimular la
demanda con una oferta ligada a las expectativas del público potencial.
El
videotexto es un medio que reclama diferentes grados de actuación del usuario
pero, independientemente de su grado, ésta es imprescindible. La actuación va
asociada a la interactividad que permite el sistema, ya sea del usuario con el
servicio, ya sea entre usuarios.
La
interactividad con los servicios puede producirse a diversos niveles: desde la
retroalimentación más simple, en la que se encuadraría la conversión del
usuario en sujeto de sondeo, pasando
por la selección entre una oferta cerrada, hasta llegar a la construcción de
discursos mediante el diálogo con uno o varios fondos, fuentes o servicios.
Pero cuando
la interactividad adquiere una auténtica dimensión comunicativa es cuando se produce
entre usuarios. En cierta manera, esto ha permitido definir una relación de
poder equitativa entre las instancias del emisor y del receptor: posibilidad de
difundir, de trasmitir, pero también de recibir, de informar, de controlar.
La
posibilidad de conectar con bases de datos es la que resulta más atractiva, a
juzgar por las notas atribuidas al repertorio propuesto en nuestra encuesta.
Uno de cada cuatro encuestados le otorgan a esta actividad la máxima nota, que
es 5 en nuestro caso. En el extremo opuesto, la acción que recibe más veces la
nota más baja es la acción de jugar, con un 27,3 por ciento, pero también llama
la atención el elevado porcentaje (18, 6) en el que la acción de comprar recibe
la menor nota.
Prescindiendo
de estas consideraciones extremas, que en todo caso son altamente
significativas, tomaremos en consideración las notas medias obtenidas por cada
tipo de actividad que sin duda marcan con claridad la tendencia de apreciación.
Así podemos constatar cómo (cuadro 5) la consulta a bases de datos, con un 3,
42, obtiene la nota promedio más alta de todas las actividades telemáticas
sometidas a consideración, lo que nos indica que uno de los valores‑atributo
más apreciado del videotexto es su capacidad de darnos acceso a información
especializada, utilitaria y reutilizable en términos de práctica profesional o
social. Refuerza esta idea la calificación obtenida por las actividades
económicas, que alcanza el 3,3 de promedio, o el 3,25 obtenido por el trabajo a
domicilio.
CUADRO 5. GRADO DE INTERÉS
POR
REALIZAR GESTIONES
DESDE
UNA TERMINAL
(Total
Barcelona)
En cierta medida llama la atención, puesto que se sale de esta lógica,
la nota media obtenida por la función de compra con sólo 3,06, lo cual quizá
deba relacionarse con la función de socialización que juega el acto de la
compra directa para ciertos sectores de la población en nuestra cultura. No hay
que olvidar que, a diferencia de las sociedades anglosajonas, en los países
latinos el sistema de compra por correo nunca llegó a adquirir una importancia
significativa y más bien ha sido contemplado con todo tipo de recelos.
En segundo
lugar hay que destacar la elevada valoración del aspecto convivencial de esta
tecnología, ya que su uso para comunicarse alcanza una nota media del 3,32 a
sólo 10 décimas de la más alta. Esta atribución enlaza con el gran desarrollo
alcanzado por esta aplicación en otras experiencias europeas y muy
particularmente con la importancia de la mensajería
rosa en el caso del Minitel francés.
Destaca,
pues, la atribución de valores positivos a la función información‑comunicación.
Parece
interesante recalcar que el valor utilidad predomina sobre el valor lúdico,
como se desprende de los valores atribuidos a dos acciones relacionadas
directamente con el ocio. Se trata de las gestiones sobre viajes, que alcanzan
una nota media de 3,32, a sólo 10 décimas de la máxima y de los juegos, que con
2,73 se sitúa 59 décimas por debajo de la máxima y es la función menos
apreciada de todas.
Finalmente,
la observación del conjunto de las notas medias parece indicar que los aspectos
compra y juegos, que en otras latitudes operan como motores de la implantación
doméstica del videotexto, tienen aquí una fuerza menor.
Por su
parte, el teletexto había conseguido, en el momento de realizar la encuesta, un
mayor conocimiento entre el público que el que se registraba en el videotexto,
y ello tanto en el conocimiento subjetivo, que alcanzaba el 52,9 por ciento,
como en el verificado situado en un 40,4 por ciento (cuadro 6). Este conocimiento
debe ser calificado de elevado si se tiene en cuenta que sólo hacía dos años
que se habían iniciado las emisiones regulares del Teletexto de TVE. Parece
evidente la influencia en este conocimiento de dos factores de signo bien
distinto. El primero es la transmisión a pantalla abierta, es decir, captable
en todos los televisores, de un teletexto experimental de TVE coincidiendo con
los mundiales de fútbol celebrados en España. El segundo es la incorporación a
los televisores del decodificador de teletexto mucho antes de la entrada en
funcionamiento del servicio regular. En este caso la labor de los vendedores
publicitando ese valor añadido ante
los compradores tuvo su efecto de difusión.
El grado de
conocimiento era diferente según los sexos. Así, uno de cada dos hombres conoce
el teletexto, mientras que sólo una de cada tres mujeres lo conoce. También la
edad influye notablemente en el grado de conocimiento, siendo mayor cuanto más
se desciende en la escala de edades. Son los jóvenes y los jóvenes‑adultos
los que demuestran estar más bien informados. Así, más de las tres cuartas
partes de los individuos encuestados de edades comprendidas entre los 18 y 34
años identifican la experiencia. En el otro extremo, apenas dos de cada diez
encuestados de 65 años o más conocen el teletexto.
CUADRO 6. CONOCIMIENTOS
SUBJETIVO Y VERIFICADO DEL TELEXTO
|
Subjetivo |
Verificado |
Lo conocen |
52.9 |
40.4 |
Conocen fenómeno |
|
|
pero no el nombre |
- |
2.1 |
Vagas referencias |
- |
10.5 |
Lo confunden |
- |
2.0 |
No lo conocen |
35.9 |
21.7 |
No sabe, no contesta |
11.2 |
23.3 |
Total encuestador |
100.0 |
100.0 |
Por clases
sociales, eran las más altas las que tenían un mayor conocimiento del fenómeno,
alcanzando el 64,2 por ciento en la alta y media alta, y un 48,2 por ciento en
la mediamedia. Destacando en el polo opuesto el desconocimiento absoluto de la
clase baja. Aparte de otras explicaciones, este fenómeno está relacionado con
la renovación del parque de receptores. Son las capas con mayor poder
adquisitivo las que incorporan el segundo televisor, e incluso el tercero, con
lo que las posibilidades de incorporación del teletexto son mayores. Por el
contrario, las capas más modestas que incorporaron más tardíamente el televisor
a sus hogares todavía no están en proceso de renovación del parque. En el mismo
sentido podemos hablar de la incorporación del vídeo a los hogares, puesto que
los más modernos incluyen el decodificador de teletexto.
Finalmente,
también el grado de instrucción influye en el conocimiento. Así, uno de cada
tres encuestados que demuestran conocer el teletexto son universitarios y la
proporción asciende a uno de cada tres si añadimos los que han cursado
enseñanzas medias.
Este elevado
conocimiento que venimos reflejando no se corresponde con el grado de
penetración, que se reducía al 9,9 por ciento de los encuestados.
El parque de
receptores se concentra de forma notable en las capas de mayor poder
adquisitivo, así el 18,6 por ciento de los poseedores de equipos con teletexto
pertenecen a la clase alta y media alta, el 74,5 por ciento a la clase media‑media
y sólo un 6, 9 por ciento a la clase media‑baja. Es significativa la
ausencia total de estos equipos entre la clase baja, lo que halla su
explicación en las mismas razones esgrimidas previamente respecto a la
renovación del parque de receptores.
LA EDUCACIÓN, PRINCIPAL DEMANDA SUBJETIVA
En resumen,
son los individuos más jóvenes, en especial los hombres, y mayoritariamente
pertenecientes a las clases con mayores recursos económicos de la metrópolis
catalana los que, según todos los indicadores aparecen como los usuarios
potenciales mejor cualificados: la gran mayoría conoce bastante bien el
fenómeno del teletexto y es en sus hogares donde se encuentra la mayor
proporción de decodificadores. De consolidarse esta tendencia, el usuario
medio del teletexto coincidiría plenamente con el prototipo existente en los
otros países europeos.
Y si la
existencia del decodificador es conditio
sine qua non para disfrutar de este servicio, su uso real no se corresponde
con la disponibilidad de acceso. Pese a ello, un 15, 7 de la muestra se
identifica como usuario, pero la frecuencia de exposición al medio es
extremadamente baja. Sólo el 17,2 por ciento de los usuarios se expone
diariamente a este medio, el 12,1 por ciento lo hace semanalmente, el 8,3 por
ciento en el fin de semana y un abultado 62,4 por ciento lo hace ocasionalmente
(cuadro 7).
Estos datos
reflejan con claridad la ausencia de un hábito de consumo significativo, lo que
debe asociarse con la novedad de la implantación del medio, pero en mayor
medida con la escasa valoración atribuida al servicio ofrecido.
CUADRO 7. FRECUENCIA DE CONSULTAS
DEL TELETEXTO
|
Aseguran consultarlo |
Total encuestados |
Diaria |
17.2 |
2.7 |
Semanal |
12.1 |
1.9 |
Fin de semana |
8.3 |
1.3 |
Ocasionalmente |
62.4 |
9.8 |
Nunca |
- |
6.4 |
No sabe, N.C. |
- |
77.9 |
Total |
100.0 |
100.0 |
Pero el
elevado porcentaje de las consultas ocasionales puede atribuirse también al
fenómeno de valor añadido al televisor o al vídeo que ya hemos comentado, en la
medida en que una parte importante de los individuos que disponen de teletexto
no tomaron una decisión exclusiva en su adquisición, sino que entraba en el paquete. Esta situación contrasta con lo
que ocurre con el videotexto, que responde a una decisión consciente de
adquirir un terminal y, en consecuencia, para usarlo. En cambio, el fenómeno
puede reproducirse en el caso de los usuarios que disponen de una placa
emuladora de videotexto para su ordenador personal cuando ésta también entraba
en la compra del ordenador para conseguir un efecto de promoción.
Un dato que
nos parece importante destacar es que las mujeres, aun representando una
proporción menor entre los usuarios, son las que utilizan el teletexto con
mayor asiduidad, constituyéndose en las usuarias más fieles del servicio. Así
entre los ciudadanos que se exponen al medio diariamente el 62,1 por ciento son
mujeres.
Este
conjunto de datos sobre el teletexto, marca un universo de características
coincidentes a los analizados en el caso del videotexto, que delimitan con
precisión los márgenes de la bolsa que hemos convenido en denominar como nuevos marginados y debe ser objeto de
preocupación en la promoción de nuevas políticas democráticas de comunicación e
información.
Antes de realizar
cualquier hipótesis de trabajo en este sentido parece indispensable
caracterizar los índices de interés y el valor subjetivo de la información
disponible en estos nuevos medios. Para
realizar el análisis de la valoración temática de información hemos tomado como
referencia siete grandes temas dominantes en la oferta de servicios del teletexto
y el videotexto en Europa: precios, deporte, educación, turismo, política,
espectáculos y tiempo. (Cuadro 8).
CUADRO 8.
DESEAN MÁS INFORMACIÓN DE TEMÁTICAS ESPECÍFICAS
La cuestión
estriba en saber la medida en que el público tiene interés en disponer de más
información sobre estos sujetos, lo que necesariamente nos remite a la
valoración del déficit o suficiencia de la ya disponible, pero también ilustra
sobre el grado de utilidad atribuida a los mismos.
La primera
constatación que podemos efectuar es que el número de personas que desean más información de alguno de
estos temas es minoritario en términos de proporción, aunque supongan un
volumen importante, ya que se sitúan por debajo del 50 por ciento de los
encuestados, salvo en el caso de educación,
que alcanza el 56,1 por ciento.
Estos datos
deben valorarse atendiendo, por lo menos, a tres posibles coordenadas de interpretación:
por un lado, la demanda positiva de obtener más información sobre algunas temáticas
(educación y turismo, especialmente), lo que nos remite a una insuficiencia en
la oferta de las mismas; por otro, una posición negativa, derivada del
desinterés de la demanda por determinados temas (especialmente política,
espectáculos y meteorología), lo que nos remite, y en esto consiste la tercera
coordenada de interpretación, más a la saturación de la oferta informativa
existente en estos campos que al desinterés por los mismos.
Como se
puede constatar, existe una clara relación en el deseo de más información con
la valoración de la adecuación del nivel de la oferta existente. Por ello,
resulta significativo observar cómo en la valoración de la oferta programática
de televisión los encuestados coinciden en demandar en primer lugar más
temáticas educativas con un 68,6 por ciento.
Podemos
concluir, pues, que la educación constituye la principal demanda subjetiva de
información. Es esta una constatación paradójica, puesto que este
descubrimiento choca claramente con la verificación del escaso índice de
audiencias obtenido por este género.
No parece
suficiente atribuir a la ubicación en la parrilla de este género la
responsabilidad única en el desfase entre el deseo de más temáticas educativas
y la disposición a consumirlas, aunque la relación sea evidente. Las razones
últimas de este comportamiento paradójico hay que buscarlas también en otras
claves de naturaleza más compleja.
En este
sentido parece interesante señalar que las condiciones de recepción constituyen
la clave última de la práctica comunicativa. Así, la ausencia efectiva de
consumo educativo se explicaría por la falta de una oferta planificada,
diversificada y de calidad, pero también por los costos de esfuerzo que exige
la recepción de este tipo de información.
Una cosa es desear
más oferta de información educativa, y otra cosa muy distinta es estar
dispuesto a consumirla de regreso a casa después de nuestra jornada laboral, o
en los fines de semana, en nuestro tiempo de ocio en general. La recepción de
la información educativa requiere una alta dosis de esfuerzo cognoscitivo, pero
además exige una disposición a canjearla por el consumo de información
recreativa.
Esta misma
pauta de interpretación puede ayudar a comprender el mayor equilibrio existente
entre el deseo de recibir más programas de noticias, que alcanza el 51,3 por
ciento, y la audiencia real alcanzada por este tipo de programas.
La razón de
esta diferencia de comportamiento también podemos hallarla en las condiciones
subjetivas de recepción de esta clase de informaciones. El control aparente del
entorno que proporciona el conocimiento de las noticias se manifiesta como
mucho más gratificante, a nivel inmediato, que la que ofrece la ampliación de
conocimientos educativos sin aplicación inmediata. Pero a nuestro juicio hay
que señalar, aún con mayor énfasis, que la recepción de informaciones
noticiosas proporciona evidentes grados de satisfacción en la esfera del
espectáculo y la distracción, valores dominantes en el universo del consumo
mediático realizado en tiempo de ocio.
Todos somos
conscientes de la importancia que tiene para el desarrollo de nuestras
personalidades la formación humanística y cultural, pero, en el contexto de la
lógica de las sociedades desarrolladas y sus exigencias reproductivas, difícilmente
esta necesidad aparece en primer plano de urgencia. Bien al contrario, la
información noticiosa, cuya recepción se promueve como mecanismo de control de
nuestro entorno, emerge como forma primaria de seguridad psicológica.
Señalemos
finalmente que la relación entre la nueva oferta y la demanda comunicativa se
acomoda a una gran variedad de posibilidades y que en ella se apuntan dos
grandes esferas:
1.‑
En primer lugar, la dominante de las expectativas de obtener información
reproductiva que entronca con el ecosistema mediático dominante, en el que
también se inscribe la oferta suministrada por los nuevos medios y, en este sentido, el gran público no disfrutaría de
las posibilidades democratizadoras que podrían potenciar las nuevas
tecnologías.
2.‑
En segundo lugar, la satisfacción de demandas de información para la acción
que alcanza a un grupo reducido de la población que encuentra en los nuevos
medios un repertorio de informaciones reutilizables en términos de práctica
profesional y social, lo que les coloca en una situación de control del
entorno y las decisiones que no obtienen los nuevos marginados, ni los que se inscriben en los hábitos de
consumo propios de la primera esfera.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Todos los datos manejados en este artículo se
deben a una investigación realizada por
un equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por Miquel de
Moragas y Emili Prado, en el que también participaron como investigadores
Montserrat Llinés , María Corominas y Nicolás Lorite. El trabajo fue realizado
merced al apoyo de la Dirección General de Investigación científica y Técnica
(DGICYT) en lo referente al estudio de los usos sociales de las nuevas tecnologías:
videotexto y teletexto, y con el apoyo de la Dirección General de Medios de
Comunicación Social, en lo referente a los
satélites.