La experiencia catalana
de radiotelevisión local Un importante fenómeno social y comunicativo
María Corominas / Montserrat
Llinés
Un rico tejido
comunicativo local y comarcal se ha extendido por Cataluña. Tras la prensa y la
radio, las televisiones locales constituyen un importante fenómeno de perfil
diversificado.
Hablar de comunicación
local y comarcal en Cataluña significa referirse a un fenómeno muy extendido
por todo el territorio. Se trata de un conjunto de experiencias que, en el
transcurso de nuestra historia más reciente, han intentado conseguir una mayor
y más directa participación de los ciudadanos en los medios de comunicación.
Por consiguiente, el calificativo local o comarcal no se refiere solamente a un
ámbito territorial de cobertura ‑que en estos medios se ve limitado a una
población o a una determinada comarca‑, sino a todo un ejercicio de
apropiación de estos instrumentos de comunicación, que da como resultado unos
nuevos contenidos, más cercanos al ciudadano, y una manera de producir más
espontánea y directa.
Esta
voluntad de apropiación viene dada por la insatisfacción que provocan, en
algunos colectivos, las informaciones difundidas a través de los grandes medios
de comunicación social, informaciones que se presentan cada vez más uniformizadas
y que tienen en común una tendencia a la universalidad. Demasiado a menudo se
ignora cuáles son los intereses reales y más cercanos a los lectores, oyentes y
telespectadores de cada lugar.
Así pues, el
principal objetivo de las experiencias mesocomunicativas catalanas es conseguir
una información política y cultural diversificada, que sea capaz de interesar
y hacer participar a todos los ciudadanos.
Este tipo de
iniciativas no son el resultado de una determinada política de comunicación
planificada desde las instituciones políticas y culturales autonómicas; suelen
ser llevadas a cabo por colectivos o ciudadanos individuales, lo que constituye
un claro síntoma de la existencia de una sociedad civil catalana madura y con
una gran capacidad propositiva.
1. LA PRENSA COMARCAL Y
LOCAL
Cataluña cuenta con una tradición de casi dos siglos de prensa
comarcal y local. Los primeros diarios y periódicos de estas características
aparecieron en el territorio catalán a principios del siglo pasado y su experiencia
se consolidó en la segunda mitad, a partir de la Segunda Guerra Carlista y de
la Segunda República.
Desafortunadamente,
esta primera etapa esplendorosa finalizó de manera dramática y fulminante el
año 1939, al acabar la Guerra Civil española. Durante el franquismo, muchas de
las publicaciones locales y comarcales desaparecieron y la escasa prensa
superviviente perdió el uso del catalán y pasó a estar sometida a un control
absoluto a través de la censura previa.
No obstante,
a partir de 1966 se inició un cierto resurgimiento de publicaciones de este
tipo, experiencias, todas ellas, que tuvieron como principal objetivo
contribuir a la ruptura del monopolio informativo que mantenía el régimen. Es
una época llena de multas y cierre de periódicos locales, de apariciones y
desapariciones fulminantes de muchos de ellos.
Durante la
etapa de transición, la prensa local y comarcal vivió un nuevo florecimiento y
se convirtió en un instrumento de democratización de primer orden, así como un
elemento clave en la defensa de la identidad cultural catalana, puesto que la
mayor parte de estas publicaciones utilizan predominantemente la lengua
catalana.
Esta
tradición de prensa comarcal y local se mantuvo durante la década de los 80 y
en la actualidad se encuentra en un período de franca expansión, como lo
demuestra la existencia de cerca de doscientas publicaciones de este ámbito de
cobertura.
2. LA RADIO LOCAL
La
experiencia radiofónica de carácter local es mucho más reciente. No es hasta un
año después de la muerte de Franco que se produjeron las primeras iniciativas.
Dos son las
circunstancias que alteraron el panorama radiofónico en todo el Estado y que
hicieron posible la aparición de una mayor pluralidad en el espectro de las
ondas: la supresión, en 1977, del monopolio de la información que hasta el
momento detentara Radio Nacional de España y la aplicación, un año más tarde,
de un plan técnico para las emisoras de FM.
2.1. Las radios libres
Las primeras
radios libres aparecieron en Cataluña en 1978, impulsadas por colectivos de
diversa composición: grupos radicales o de carácter marginal (ecologistas,
feministas, etc.) o, simplemente, personas interesadas en el medio radiofónico
y con ganas de experimentar con él.
Estas nuevas
emisoras se presentaban como una alternativa a la radio burocratizada y
oficialista existente en aquellos momentos. Su principal objetivo fue abrir el
micrófono a todas aquellas personas que tuvieran algo que decir a la comunidad.
2.2. Las radios
municipales (1)
En 1979 se
crearon las tres primeras emisoras municipales de radio. A partir de ese
momento, el aumento de emisoras de este tipo fue espectacular: once nuevas
emisoras en 1980 y el doble un año más tarde, hasta llegar a 174 a principios
de 1991.
Son emisoras
de radio que se acogen a la titularidad pública de la Administración local. De
esta manera, a pesar de no disponer de ninguna autorización legal que les
permita emitir, pueden contar con un cierto reconocimiento de los poderes
públicos. En la actualidad, no hay ningún partido político del arco
parlamentario que no tenga una emisora municipal en alguno de los ayuntamientos
en los que haya conseguido la mayoría.
El conjunto
de radios locales de estas características forman hoy en día un movimiento
unitario que defiende los ideales básicos de participación democrática, descentralización
comunicativa y servicio a la autonomía municipal. El EMUC (Coordinadora de
Emisoras Municipales de Cataluña) es el organismo que las agrupa y representa.
La
distribución de este tipo de emisoras por todo el territorio catalán es
generalizada. Sin embargo, es en municipios de menos de 15.000 habitantes donde
se produce una mayor concentración; el mayor porcentaje de emisoras
municipales se encuentra en las comarcas barcelonesas. El modelo varía según
los núcleos de población. Es en los municipios más pequeños donde las emisoras
han demostrado una mayor capacidad de dar satisfacción a los deseos
programáticos de participación y descentralización expresados por el
movimiento. Las emisoras surgidas en poblaciones de más de 60.000 habitantes
tienden a adaptar sus estructuras de funcionamiento, profesionalización y
programación a los esquemas de las emisoras municipales, más motivadas por el
beneficio económico que por el servicio público que puedan ofrecer.
2.3.
Las radios comunitarias
Este tipo de
emisoras representa una tercera vía, por lo que a las experiencias de radio
local en Cataluña se refiere. Se trata de iniciativas promovidas por entidades
culturales, recreativas, o asociaciones de vecinos, que, aun aceptando la
ayuda y subvenciones de las instituciones públicas, prefieren mantener su
independencia. La supervivencia de estas experiencias comunitarias depende, en
gran medida, de la ilusión emprendedora de sus impulsores.
3. LA TELEVISIÓN LOCAL(2)
En junio de
1992, las Televisiones Locales (TVL) de Cataluña celebran su undécimo aniversario;
en once años de vida este fenómeno comunicativo se ha transformado
significativamente, a la vez que ha adquirido carta de naturaleza en el panorama
comunicativo catalán.
Resulta muy difícil hablar de las TVL como una totalidad
indiferenciada, porque se trata de un fenómeno que durante la mayor parte de
los años de existencia se ha mostrado muy dinámico y cambiante, y porque en el
seno de esta experiencia hay espacio para emisoras de distintos tipos. No
obstante, podemos esbozar un marco general de las TVL.
Las TVL
nacen en Cataluña fuera de la legalidad; la legislación española no las prevé,
ni para autorizarlas ni para prohibirlas. Por lo tanto, son iniciativas que se
sitúan en la legalidad. Sin embargo, desde los primeros momentos, el fenómeno
se extiende y se populariza.
Esto, por
una parte, frena la represión de estas iniciativas y, por otra, favorece una
política institucional basada, desde los inicios, en el principio de
tolerancia. Esta política se aplica desde tres niveles de Administración
presentes en Cataluña: Gobierno central, autonómico y municipal.
En este
contexto, las medidas represivas o sancionadoras hacen su aparición en algunas ocasiones.
Éste es el caso, en particular, del año 1988, cuando se estaban gestando las
primeras emisoras privadas de televisión en España. En este momento, la
legislación española (3) había situado ya a las TVL en la ilegalidad.
Pero, más
allá de la simple tolerancia pasiva, algunos municipios (y diputaciones)
adoptan políticas de compromiso activo con la iniciativa (subvenciones
económicas, cesión de locales, compra de materiales). En general, en la
evolución de las TVL el ayuntamiento se revela como un factor clave, aunque
contradictorio.
A1 menos en
los primeros tiempos, el municipio catalán no se dedica a promover directamente
experiencias de TVL; su tarea principal consiste en canalizar iniciativas
ciudadanas en este campo promovidas por asociaciones y entidades varias.
Estos
colectivos promotores de TVL buscan algún tipo de relación con el ayuntamiento,
básicamente económica (subvenciones) o de infraestructura (cesión de locales),
pero también intentan establecer relaciones institucionales.
Y aquí es donde aparece
la indefinición municipal. En general, los ayuntamientos colaboran con las
emisoras, que están presentes en municipios gobernados por todos los partidos
políticos del arco parlamentario catalán. Sin embargo, tanto las valoraciones realizadas
por las propias emisoras como otros datos apuntan a que el papel de los ayuntamientos
no está todavía definido. Mientras que, en general, los ayuntamientos se han
comprometido institucionalmente con las estaciones locales de radio (emisoras
municipales), la intensidad de sus relaciones con las emisoras de televisión
es menor y, a menudo, con vacilaciones.
En estos
once años de existencia, las TVL se han extendido prácticamente por todo el
territorio catalán. Es cierto que se observa una presencia mayor en el litoral
y, en particular, al Norte y al Este del Principado. Sin embargo, esta
concentración se corresponde con las áreas de mayor densidad de población.
Asimismo, se
puede constatar un predominio de iniciativas de TVL en poblaciones de menos de
25.000 habitantes, que, en general, disponen de una infraestructura
comunicativa menor, pero en las cuales también existe una mayor demanda social
de comunicación que los grandes medios no satisfacen.
En tercer
lugar, se observa que la mayoría de localidades que dispone de emisora local de
televisión tiene una actividad económica principal de tipo industrial. Esto nos
lleva a afirmar que las TVL surgen básicamente en zonas industrializadas,
aunque hay que tener en cuenta que una parte importante de ellas se localiza en
contextos esencialmente agrícolas.
El fenómeno
de las TVL catalanas registra una gran variedad de métodos de financiación,
aunque hay ciertos elementos más o menos comunes. Una parte de importancia
variable, según las estaciones, corresponde al capital público ‑mayoritariamente
municipal‑, ya sea como subvenciones, partida presupuestaria anual,
publicidad institucional, compra de cintas o producciones videográficas.
En las
poblaciones con menor número de habitantes, una parte muy significativa de los
ingresos se obtiene mediante aportaciones de particulares, cuotas regulares de
socios o colaboradores de las entidades promotoras de la emisora y,
eventualmente, mediante fondos procedentes de campañas entre el vecindario.
En cambio, en las localidades más importantes,
encontramos los ingresos por contraprestación de servicios: la producción videográfica
exterior, la producción de publicidad y, sobre todo, la venta de espacios publicitarios.
La publicidad, cuando está presente, es de carácter
local. En una primera fase, que podemos situar hasta 1988, muchas emisoras excluían
los espacios publicitarios de su programación, porque el tamaño de la población
no generaba demandas de este tipo, por principio o por temor a un cierre administrativo.
Sin embargo, a partir de 1988, muchas emisoras ‑entre las cuales se encuentran
algunas de las más representativas se replantean la inclusión de la
publicidad, conscientes de su papel como importante fuente de ingresos para
facilitar la continuidad y la estabilidad de la estación.
En general, los recursos necesarios para el funcionamiento
de las TVL oscilan entre 1.000.000 y 12.000.000 de pesetas anuales. Se trata,
por lo tanto, de unos presupuestos más bien reducidos, aunque hay que tomar en consideración
las peculiaridades de estas emisoras.
Se trata de emisoras de televisión por vía hertziana
(5), que cuentan, al menos al principio,
con equipos técnicos de emisión parcialmente autoconstruidos suficientes para cubrir
la localidad (6). En cuanto a la producción, la presencia de material autoconstruido
es menor, pero en la fase inicial de
la
experiencia se utilizan equipos domésticos cedidos por particulares.
Posteriormente, estos equipos se sustituyen o se completan, al mismo tiempo que
la calidad de los materiales domésticos presentes en el mercado aumenta sensiblemente.
Ello explica que progresivamente, y con inversiones relativamente bajas, las TVL obtengan una calidad técnica
superior.
La variedad de experiencias desarrolladas dentro del fenómeno de las
TVL también se refleja en la periodicidad de las emisiones. Así, mientras que
en algunos casos es esporádica, en otros se ha regularizado hasta convertirse
en diaria; mientras que un número significativo de emisoras situadas en poblaciones
pequeñas emite uno o dos días por semana, las emisoras técnica y organizativamente
más complejas, correspondientes a localidades de más de 60.000 habitantes,
emiten entre cinco y siete días por semana.
En cambio,
en relación con los contenidos difundidos, se identifican claramente unos
elementos ampliamente compartidos por las diversas TVL. En primer lugar, hay
que señalar que la programación está dominada por el macro‑género
informativo, dentro del cual el informativo local ocupa, de forma casi permanente
a lo largo de los años, un puesto de privilegio. La hegemonía informativa se
completa mediante programas deportivos, reportajes, entrevistas, debates, magazines y similares, siempre con un
componente marcadamente local.
Por ello, se
puede afirmar que la programación de estas emisoras traduce los principios que
orientan esta forma de comunicación local. Las TVL se convierten en
instrumentos de información sobre la localidad en la que se encuentran y
permiten el acceso directo de los actores sociales locales al medio; se implican
en la vida de la localidad y, de esta forma, la dinamizan.
Esta tendencia fue dominante ‑casi hegemónica‑ durante
una primera fase en la mayoría de emisiones. No obstante, de forma progresiva,
las TVL, a la vez que mejoraban sus equipos técnicos y regularizaban las
emisiones, han modificado parcialmente esta orientación, mediante la
introducción de géneros nuevos en sus parrillas, como concursos, programas
cinematográficos y musicales. Aunque los espacios de este tipo se encuentren en
unas proporciones inferiores a los programas informativos, este cambio es un
reflejo de la creciente profesionalización que se observa en las TVL situadas
en las localidades más grandes, y conlleva un replanteamiento del papel de la
emisora dentro del ámbito local. De esta forma, aparece un factor diferencial
entre las emisoras que mediatiza los esfuerzos de coordinación de las
iniciativas.
La
inexistencia de un marco legal de referencia, en los primeros tiempos de la
experiencia televisiva local, llevó a las TVL a unirse para reclamar la
regulación del sector, al mismo tiempo que desarrollaban un proceso de
autorregulación. En 1984, los representantes de 32 emisoras se reunieron por
primera vez y elaboraron una pauta común que entendía la TVL como un servicio
público, pluralista y abierto, de cobertura local y con una programación
fundamentalmente de producción propia. Explícitamente se definía como un
instrumento de participación y de acceso directo, fruto de la iniciativa
popular, ya fuera municipal (gestionada por la Administración local con
participación popular), ya fuera comunitaria (gestionada a través de una
entidad ciudadana). Sin embargo, en todos los casos se excluía claramente el
afán de lucro.
En 1985,
tras una segunda reunión, se creó la Federación pro Legalización de las
Televisiones Locales de Cataluña, que se constituyó en un referente básico para
las TVL, pues, al mismo tiempo que negociaba con la Administración en favor del
reconocimiento legal, con su acción autorreguladora daba coherencia al movimiento.
Sin embargo,
la profesionalización creciente de las estaciones ubicadas en localidades con
mayor número de habitantes ha implicado un abandono progresivo de los
principios inspiradores de las TVL. De esta forma, en el seno de la Federación
se han producido divergencias, que han obligado a replantear algunos
principios orientadores (producción propia y ajena, publicidad) para adecuarse
alas nuevas exigencias.
NOTAS
(1) Para
mayor información sobre las emisoras municipales puede consultarse Berrio, J. y
Saperas, E.: "Una experiencia de comunicación local. Las radios
municipales en Cataluña" en Moragas, M. de (ed.): La comunicació de masses
a Catalunya. Producció, distribució i
consum (mimeografiado), Universitat Autónoma de Barcelona, 1984; AA.W. Pnmeres
Jornades sobre Meso‑comunicació a Catalunya, Universitat Autónoma de
Barcelona, 1985; Moragas, M. de y Corominas, M. La comunicación local en
Cataluña (1975‑1988), Diputación de Barcelona, 1988.
(2) Esta
sección se ha elaborado básicamente a partir de los resultados de una
investigación sobre la televisión local en Cataluña dirigida por Emilio Prado y
Miquel de Moragas, en la cual las autoras participaron como investigadoras (Ver
Prado, E.; Moragas, M. de. Televisiones locales (Tipología y aportaciones de la
experiencia catalana, Barcelona: Col.legi de Periodistes de Catalunya, 1991).
(3) Estatuto
de Radiodifusión y Televisión de 1980; Ley Reguladora del Tercer Canal de
Televisión de 1983; Ley de Ordenación de las Telecomunicaciones de 1987 y Ley
de la Televisión Privada de 1988.
(4) El
sector agrícola en Cataluña se caracteriza por la preponderancia de una
agricultura moderna y con un elevado grado de tecnificación.
(5) Sólo se
utiliza el cable para la difusión cuando en la localidad existe, previamente,
una red de cable coaxial instalada para garantizar la recepción de la
televisión convencional o para eliminar, por razones estéticas, las antenas del
núcleos urbano.
(6) La mayoría de emisores tiene una potencia
de 5w, aunque en las localidades con mayor número de habitantes se pueden
encontrar equipos de entre 50 y 100w de potencia.