El filme, producto
multimedia Flujos económicos, innovación tecnológica y nuevos mercados
Augusto
Preta
En la última década, el
filme se ha convertido en un producto multimedia. Esta transformación trae
consigo importantes cambios en todo el sistema audiovisual.
En el proceso de
internacionalización y globalización del mercado que caracteriza la fase
actual de desarrollo que vive el sistema de medios, el cine se ha adjudicado
una función estratégica. Se trata en realidad de un producto de difusión universal,
que alcanza altos niveles de demanda por parte de todos los públicos, según la
modalidad de los diferentes modos de distribución que se trate (cine,
televisión, vídeo). En particular, este último aspecto, el cine como producto
multimedia, representa el verdadero elemento novedoso que ha surgido en el
curso de la última década, y sobre el cual parece oportuno que ahora se lleve a
cabo un análisis en profundidad.
1. LA OFERTA DEL CINE EN
EL MERCADO AUDIOVISUAL: LA RELACIÓN CINE‑TELEVISIÓN
Hasta los primeros años de la década de los 70 el cine había tenido un
único canal de distribución realmente válido: la sala cinematográfica. Dentro
de la programación televisiva, en los dos modelos históricamente establecidos,
tanto el de servicio público europeo como el de la televisión comercial
norteamericana, su
entidad se había mantenido completamente marginal en lo referente a la oferta
general.
Las causas
han de buscarse principalmente en factores de orden político‑institucional
y económico.
1.1.
Factores político‑institucionales
Tienen
relación directa con la configuración nacional
de todos los sistemas televisivos hasta los años 70. Este elemento, que
parece haber sido sufrido especialmente por Europa, ha sido con frecuencia
ignorado en el caso de los Estados Unidos.
En realidad, en Estados
Unidos el producto televisivo y el producto cinematográfico han funcionado
siempre dentro de una lógica de vertientes separadas. Por ello, en los primeros
tiempos, hasta el año 1958, las dos industrias eran completamente distintas
(llegando al grado en que los estudios de Hollywood rehusaban trabajar para la
televisión). Pero, incluso después, cuando la producción tiende a integrarse en
una única industria audiovisual, dada la prohibición de que las cadenas
produjeran en forma totalmente autónoma, la distinción entre los dos productos
ha permanecido. Esta división está directamente relacionada con la diferencia
de los respectivos canales de distribución (sala cinematográfica para los
filmes de cine, y televisión para los productos de ficción televisivos). Es por
ello que mientras el producto cinematográfico estadounidense conquista cuotas
de mercado siempre en crecimiento, fuera del propio país de origen, el producto
televisivo permanece con su definición económica principalmente centrada en el
mercado interno.
En el modelo
europeo, el carácter nacional de la emisión de radio y televisión se acompaña
con instancias formativa y pedagógica que orientan la oferta (la famosa
trilogía de funciones, informar, educar y divertir, a la que hay que adecuar la
programación del servicio público), dando prioridad a la elevación cultural de
los telespectadores respecto a la demanda concreta e inmediata del público.
Como puede (y debe) prescindir de la demanda, la televisión europea como servicio
público, precisamente por perseguir una finalidad distinta de las propias del
resto de la industria de la cultura, se apoya en una maquinaria de producción
que es completamente interna del propio aparato, hasta el grado de consolidar
las mismas características de diversidad y separación a las cuales se ve
obligada a adaptar sus propias acciones.
Sin embargo,
es el carácter autárquico del servicio público el que permite asimismo la
separación entre la industria televisiva europea y la cinematográfica,
determinando por lo tanto las condiciones de la lenta pero inexorable
decadencia de esta última. Por esto, a diferencia del modelo norteamericano, en
el cual la diversificación del producto (cine, y programas de televisión) con
respecto a los medios de distribución (sala de cine, televisión), no impide que
por otro lado se practique la integración de los productores en lo que se llama
multimedia (industria audiovisual que produce tanto para el cine como para la
televisión), podemos ver que en el modelo europeo la autarquía televisiva
convierte en imposible cualquier intento de crear una industria audiovisual
integral.
1.2.
Factores económicos
La
diferencia entre el cine y la televisión (según los propios modelos
históricamente establecidos), de cuyos orígenes apenas si hemos dado una
referencia, debe ser contrastada precisamente en cada uno de los modelos
económicos respectivos.
En el modelo
cinematográfico la película constituye el producto
final a la vez que existe una relación directa entre la demanda y la
oferta, definida por un precio, o tarifa. El consumidor, el usuario, o sea el
espectador, paga, por tanto, un precio para poder ver el producto.
En los dos
modelos de la televisión común, en los cuales evidentemente prevalece la
comunicación de flujo, no existe a su vez una relación directa entre demanda y
oferta. En realidad esta última es gratuita y por ello se halla estrechamente
relacionada al acceso gratuito y universal del público a ella. En la televisión
común el producto, o sea el programa, tiene características de bien instrumental.
En el
servicio público, sometido a las reglas del mercado con el fin de perseguir la
finalidad pedagógica que ya hemos mencionado, la televisión está concebida como
un bien público, por tanto, un bien
que por el solo hecho de estar a disposición de un individuo, pasa a estar a
disposición de todos. El costo marginal de un bien público es igual a cero. Lo
que significa que el costo de producción y distribución de una transmisión es
siempre idéntico, con total independencia del volumen de audiencia que pueda
alcanzar. Por tanto, no existe relación directa entre la demanda y la oferta, y
esto hace que sea bastante difícil la posibilidad de determinar el precio de lo
que es un bien público. La única solución posible reside pues en un impuesto, o
aún mejor en el establecimiento de una tarifa genérica (un cánon, que se le
cobre al propietario individual del aparato receptor), para que el público
pueda tener plena libertad de acceso a la programación. Las únicas excepciones
significativas a este modelo europeo que hemos considerado, en el cual los
recursos económicos que se obtienen quedan de manera total o primordial ajenos
al mercado, son las de la televisión pública española RTVE y del tercer canal
británico ITV, ya que los dos casos, si bien están vinculados a una
programación de servicio público, se financian principalmente de los ingresos
directos derivados de la publicidad.
Tampoco en la televisión
comercial el producto final es el programa, sino el grado de visibilidad que alcance entre los
telespectadores, que es por lo que paga el patrocinador publicitario, y que
finalmente constituye la propia forma de financiación del sistema. Por lo
tanto, tampoco en este caso existe una relación directa entre el bien que se
ofrece y su coste, dado que la transacción económica que se establece entre la
empresa radiodifusora y el patrocinador prevé la total exclusión del
consumidor final. Lo que significa que el telespectador no es consciente del
precio de las imágenes que consume.
De todo ésto
se puede desprender, en definitiva, que estructuralmente el cine y la
televisión en su mayor parte operan en dos mercados diferentes. En el primer
caso, en el que existe una relación directa entre el bien que se ofrece (la
película), y el precio, prevalece una lógica orientada hacia el producto
(mercado product oriented). En cambio en el segundo caso, que está directamente
ligado a la comunicación de gran flujo, y donde el programa tiene
características de bien instrumental, el único mercado posible es precisamente
el publicitario (mercado advertising oriented).
2. EL CINE COMO PRODUCTO MULTIMEDIA: EL GIRO DE LA DÉCADA DE LOS 80
En la década
de los 80, con la crisis y la transformación de los servicios públicos europeos
como consecuencia de la ruptura de los monopolios de radiotelevisión nacional,
y la llegada de las nuevas tecnologías (cable, vídeo), junto con la
multiplicación de canales, se ha producido un giro radical en lo que respecta
al modelo que hasta aquí hemos considerado. El filme para cine en particular
pasa a confirmarse como producto multimedia si bien con características
diferentes en Europa y EE.UU.
En Estados
Unidos, que representa un escenario que precisamente se caracteriza por la gran
variedad de oferta (cine, televisión, cable, vídeo), el filme de cine sigue manteniendo
sustancialmente características propias de producto final.
En cambio en
Europa la explotación de una película pasa también, y de una manera relevante,
por la televisión clásica, la que a su vez, desde el punto de vista económico,
encuentra extremadamente conveniente la transmisión de productos altamente
competitivos a un precio relativamente bajo. Esto ha significado que en el
curso de la década de los 80 el cine en Europa ha operado sobre dos mercados: aquél
que va especialmente dirigido al público (product oriented), sobre todo para su exhibición en la sala cinematográfica,
y en el hogar por medio del vídeo, y el dirigido a la publicidad (advertisihg oriented) de la televisión
común.
El segundo
caso en el cual un producto que ha sido concebido y realizado para un mercado
específico termina transplantado a otro mercado que se rige por una lógica
diferente, ha permitido sin embargo, en ese nuevo mercado de referencia, nuevas
e innegables ventajas económicas para los difusores. Si bien es cierto que no
se pueda decir hasta el momento que tales ventajas hayan permitido superar las
graves tensiones y crisis que en esta época atraviesan esas empresas.
La más
evidente y emblemática es la relativa a las interrupciones a que se someten las
emisiones de películas en la televisión por motivos publicitarios.
Ésta es una
temática que está prácticamente ausente en los Estados Unidos, pero que en
Europa ha llegado a provocar fuertes enfrentamientos a todos los niveles y
hasta causado alguna crisis de gobierno.
Otro
problema es el que representa el posible cambio de contenido y de modelos
narrativos, dado que la financiación de una película depende siempre mucho más
de un productor (en la televisión), que aporta sus propios recursos de la
publicidad, y que por otro lado cuenta con un público de características
demográficas bastante diferentes del público cinematográfico (la audiencia de
televisión se halla medianamente más cercana a lo que es una población
nacional, si la comparamos con el público cinematográfico que por lo general
es más joven e instruido). Desde una óptica de mercado, si combinamos los dos
aspectos en cuestión, recursos y consumo, llegamos a la conclusión de que se ha
desarrollado un creciente interés de la producción cinematográfica europea por
realizar productos capaces de alcanzar también a los consumidores responsables.
Si bien es
cierto que también, al igual que en los Estados Unidos, prevalece una lógica
orientada hacia el producto, la producción de multimedia representa para el
cine un factor de cambio que es necesario tener en cuenta. Un director de cine
de probada eficacia y conocedor del medio como Martin Scorsese, en una
entrevista concedida el año pasado, recordaba que el peso creciente que han
adquirido las nuevas modalidades de consumo, en particular el vídeo (cerca de
una tercera parte de los ingresos generales de una película), representan para
el autor la necesidad de replantearse los criterios de realización de la obra
final, hasta en el aspecto técnico (iluminación, contraste, selección de
encuadre), y más en general la relación con el propio público.
2.1. El desarrollo del
mercado product oriented
No obstante,
desde una perspectiva global parece bastante justificado mantener que el cine
como producto de multimedia (product
oriented), aunque no sea de una manera inequívoca y lineal, favorece cierta
tendencia hacia el mercado que se orienta hacia el público. Tendencia en alza
que por otra parte se encuentra presente en el mercado internacional, frente al
que va dirigido hacia la publicidad (advertising
oriented), o en todo caso ligado a las comunicaciones de flujo.
Esta
tendencia evidente a nivel general (en 1980 cerca del 18 por ciento de los
beneficios del cine norteamericano provenían de las ventas de televisión, en
tanto que en 1990 se han reducido al 12 por ciento), y que está aún mucho más
marcada en el mercado interno (del 20 por ciento al 7 por ciento), no parece
haber llegado al momento en que pueda confirmarse en el mercado exterior, que
pasa del 10 por ciento al 20 por ciento (tabla 1). Sin embargo, si lo
consideramos en términos de prospectiva, también para el mercado internacional,
y en particular para el europeo, el segmento que registra la tasa más alta de
crecimiento parece ser aquél que se dirige al público (tabla 2).
En 1989, los
ingresos en los países de la Europa Occidental ascendían a 34.880 miles de
millones, subdivididos de la siguiente forma: 14.000 (40 por ciento) de
publicidad; 7.500 (22 por ciento) cobro de cánon; varios (venta de programas,
subvenciones estatales, etc.)
3.355 (10 por ciento);
televisión de pago 1.125 (3 por ciento); vídeo 5330 (15 por ciento); salas de
cine 3.500 (10 por ciento). Las previsiones para el año 1999, en las cuales se
suman los capítulos de cánon y varios por un lado, y del cine y vídeo por el
otro, ofrecen un resultado total de 66.000 miles de millones, repartidos de la
siguiente manera: 22.000 (33 por ciento) de publicidad; 12.000 (18,5 por
ciento) de cánon y varios; 10.000 (15,5 por ciento) televisión de pago; y
22.000 (33 por ciento) de vídeo y taquillas de cine. Esto significa, en primer
lugar, que el aumento porcentual del sector de salas de cine y vídeo es casi
idéntico a la propia flexión del mercado publicitario; además, la explosión del
sector de la televisión de pago (en el cual el elemento determinante lo
constituye sin lugar a dudas la oferta cinematográfica) actúa, ya en términos
de sustitución frente a una forma de financiación parafiscal cada vez menos
popular y menos justificable a ojos del público, ya sea más en general como
factor de impulso y crecimiento de todo el sector audiovisual.
2.2. La televisión de
pago
Esta
orientación también está encontrando confirmación, si bien a un nivel económico
que aún no es muy significativo, en el reciente desarrollo de la televisión por
satélite. La crisis de los canales de vocación generalista y paneuropea
(financiados, al menos en teoría, por los ingresos de la publicidad) y por otro
lado la difusión de los monotemáticos, codificados, y de pago, deja entrever un
futuro, en el que prolifera este tipo de canales especializados, que se repartirán el trozo más grande de la tarta
de los ingresos del sector.
De cualquier
modo, queda claro que cuando nos referimos a la televisión de pago en el
contexto actual, estamos hablando de la pay
tv, esto es el sistema de abonarse periódicamente a una programación más o
menos especializada, y no al pago directo por consumo (pay per‑vieW) que es una fórmula todavía ausente en Europa,
y más bien marginal (pero que representa una forma de consumo más evolucionada)
por razones que veremos más adelante en los Estados Unidos. Esto merece una
aclaración posterior al finalizar este análisis.
Mientras que
por las razones que anteceden se puede hablar de un mercado product
TABLA
1
DISTRIBUCIÓN DE LOS INGRESOS DE PROGRAMAS DRAMÁTICOS
|
|
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|
Crecimiento anual compuesto |
|||
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|
|
|
|
|
|
|
||||
|
1980 |
1981 |
1982 |
1983 |
1984 |
1985 |
1986 |
1987 |
1988 |
1989 |
1990 |
1191E |
80-9 |
80-85 |
85-90 |
90-91 |
Alquiler |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Nacional |
1235 |
1335 |
1555 |
1700 |
1800 |
1635 |
1650 |
1830 |
1920 |
2165 |
2260 |
2270 |
6.2 |
5.8 |
6.7 |
0.4 |
Extranjero |
650 |
675 |
775 |
910 |
900 |
795 |
850 |
940 |
1100 |
1325 |
1470 |
1600 |
8.5 |
4.1 |
13.1 |
8.8 |
Total |
1885 |
2010 |
2330 |
2610 |
2700 |
2430 |
2500 |
2770 |
3020 |
3490 |
3730 |
3870 |
7.1 |
5.2 |
8.9 |
3.8 |
Pay-tv |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Nacional |
120 |
225 |
350 |
550 |
600 |
625 |
600 |
575 |
630 |
570 |
725 |
750 |
19.7 |
39.1 |
3.0 |
3:4 |
Extranjero |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
35 |
70 |
110 |
225 |
300 |
360 |
NM |
NM |
NM |
20.0 |
Total |
120 |
225 |
350 |
550 |
600 |
625 |
635 |
645 |
740 |
395 |
1025 |
1110 |
23.9 |
39.1 |
10.4 |
8.3 |
Vídeo |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Nacional |
10 |
50 |
150 |
400 |
950 |
1335 |
1630 |
1810 |
2300 |
2500 |
2900 |
3050 |
NM |
NM |
16.8 |
5.2 |
Extranjero |
15 |
100 |
200 |
350 |
450 |
625 |
885 |
1150 |
1425 |
1600 |
1790 |
1970 |
NM |
110.8 |
23.4 |
10.1 |
Total |
25 |
150 |
350 |
750 |
1400 |
1960 |
2515 |
2960 |
3725 |
4200 |
4690 |
5020 |
NM |
139.3 |
19.1 |
7.0 |
Televisión |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Nacional |
350 |
370 |
390 |
410 |
410 |
450 |
450 |
425 |
425 |
450 |
450 |
500 |
2.5 |
5.2 |
0.0 |
11.1 |
Extranjero |
75 |
95 |
105 |
125 |
135 |
145 |
175 |
250 |
550 |
700 |
850 |
1000 |
27.5 |
14.1 |
42.4 |
17.8 |
Total |
425 |
465 |
495 |
535 |
545 |
595 |
625 |
675 |
975 |
1150 |
1300 |
1500 |
11.8 |
7.0 |
16.9 |
15.4 |
Videodisco |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Nacional |
0 |
0 |
25 |
50 |
10 |
1 |
2 |
5 |
30 |
40 |
85 |
140 |
NM |
NM |
143.2 |
64.7 |
Extranjero |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
5 |
40 |
50 |
90 |
125 |
NM |
NM |
NM |
38.9 |
Total |
0 |
0 |
25 |
50 |
10 |
1 |
2 |
10 |
70 |
90 |
175 |
265 |
NM |
NM |
NM |
51.4 |
Otros |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Nacional |
30 |
35 |
45 |
50 |
50 |
55 |
60 |
60 |
60 |
65 |
65 |
70 |
8.0 |
12.9 |
3.4 |
7.7 |
Extranjero |
10 |
10 |
10 |
15 |
15 |
15 |
20 |
20 |
20 |
20 |
22 |
25 |
8.2 |
8.4 |
8.0 |
13.6 |
Total |
40 |
45 |
55 |
65 |
65 |
70 |
80 |
80 |
80 |
85 |
87 |
95 |
8.1 |
11.8 |
4.4 |
9.2 |
Total |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Nacional |
1745 |
2015 |
2515 |
3160 |
3820 |
4101 |
4392 |
4705 |
5365 |
5990 |
6485 |
6780 |
14.1 |
18.6 |
9.6 |
4.5 |
Extranjero |
750 |
880 |
1090 |
1400 |
1500 |
1580 |
1965 |
2435 |
3245 |
3920 |
4522 |
5080 |
19.7 |
16.1 |
23.4 |
12.4 |
Total |
2495 |
2895 |
3605 |
4560 |
5320 |
5681 |
6357 |
7140 |
8610 |
9910 |
11007 |
11860 |
16.0 |
17.9 |
14.1 |
7.7 |
Fuente: Goldman Sachs Estimates
TABLA 2
REPARTO DE LOS INGRESOS DEL
MERCADO AUDIOVISUAL EN EUROPA OCCIDENTAL
(1989‑1999)
oriented en el caso
del cine y del vídeo (del pay per‑view),
en lo que se refiere a la pay‑tv,
y por ello a los canales de películas por abono, el concepto ha sido
oportunamente redimensionado. En realidad, en la televisión de pago, lo que el
usuario abona no es el producto, sino la disponibilidad de programas, el acceso
seleccionado a ciertos canales. En otras palabras, entre las diversas formas de
pago por la televisión, nos encontramos frente a una comunicación vinculada a
la lógica de flujo, así como en presencia de formas de financiación directa de
parte de los consumidores. Es por ello, que aunque sea en menor medida que en
la televisión clásica, la programación más que el producto ha pasado a ser el
elemento de atracción en la relación con los consumidores y clientes.
Todo esto
vale no sólo para aquellos radiodifusores en los cuales prevalece una oferta
de programación pluralista en cuanto a géneros (como es el caso de Canal Plus),
sino también para los canales de pago especializados en un tema, por ejemplo
,los dedicados a la transmisión de películas. Esto resulta evidente al
analizar la estrategia de oferta, entre otros, del canal inglés Sky Movies, el
canal monotemático de mayor difusión en Europa (900.000 abonados), y del
norteamericano Home Box Office (17 millones y medio de abonados, el canal de
televisión de pago de mayor expansión en el mundo).
Sky Movies
es uno de los cinco canales de transmisión por satélite del servicio BSkyB, que
nació de la fusión del consorcio BSB y del grupo Sky de Rupert Murdoch, que en
realidad ha adquirido el control. Actualmente, este servicio ofrece dos canales
de pago que transmiten películas, Sky
Movies y The Movie Channel, este último obtenido en la fusión con BSB.
En la primera fase de lanzamiento del canal, Sky Movies ha dado
prioridad a una oferta dirigida a maximizar la audiencia en el primer pase o
transmisión de una película. Si consideramos en realidad las primeras seis
transmisiones, se puede llegar a determinar que del total de audiencia en todos
los pases hay una media del 40 por ciento de la misma que ha visto la película
en el primer pase. Y esta cifra se compara perfectamente con las que se
obtienen en la televisión clásica, en la cual, sin embargo, una película se
transmite una vez y generalmente pasan varios meses antes de que se repita su
transmisión. Esta costumbre se diferencia de la práctica en la televisión de
pago, que se basa en la subdivisión, y por tanto en la repetición de las
películas en horarios distintos pero con brevísimos intervalos de tiempo entre
cada pase. Como demuestra asimismo la experiencia del canal norteamericano
Home Box Office (HBO), la programación cinematográfica de los canales de pago
busca la suma de audiencia en las diversas transmisiones, y por medio de ella
una película obtiene después de varios pases un número de telespectadores mayor
del que hubiese obtenido si se la hubiese quemado
con el primer pase.
Existen
indicios de que Sky Movies está intentando modificar ahora este criterio
señalando su propia estrategia de programación, que fue dictada anteriormente
por la necesidad de imponerse, con productos de gran promoción, y presentados
en los horarios de mayor audiencia, a una teleaudiencia que ya estaba
conquistada por el canal The Movie
Channel de BSB, que hoy ha pasado a ser su propio aliado.
En todo
caso, acentuando las propias características de diversidad y de especialización
con respecto a la televisión que llamamos tradicional, la experiencia de la
televisión de pago demuestra cómo en el éxito de un canal desempeña un papel
fundamental no sólo la estrategia basada sobre la calidad y la capacidad de
atraer público hacia un producto único (como ocurre con las películas en el
mercado product oriented), sino
también la modalidad de organización de la oferta típica de la comunicación de
flujo.
También esto
evidencia otro aspecto de la televisión de pago, como es su propia ubicación
dentro del universo televisivo. Esto significa que en la definición del palimpsesto, cuyas finalidades son
indudablemente diferentes de las de la televisión generalista, ya que son más
funcionales al modelo de referencia (aumentar el número de abonados), la
televisión de pago no puede prescindir en absoluto de la estrategia de oferta
de los demás canales de televisión. El hecho de que cualquier película que se
transmita por Sky Movies a las 22.00 horas de un día festivo se vea restringida
a una audiencia extremadamente limitada, debiendo sufrir en particular la
fuerte competencia del Telediario del tercer canal ITV, News at Ten, es un dato que no incide directamente sobre los
recursos del canal de pago (su número de abonados), pero que orienta la
programación y la producción hacia la capacidad del canal para mantener los
abonados que ya tiene, y posiblemente, para atraer otros.
3. LOS MERCADOS NUEVOS
Por todas
las razones que hasta aquí hemos considerado, el sector de la pay‑tv
parece, por consiguiente, constituir sólo una etapa intermedia en lo que
respecta a la evolución del mercado cinematográfico, hacia los canales de
distribución product oriented. En los Estados Unidos ya se empiezan a hacer notar indicios de
saturación para este tipo de televisión, a diferencia de Europa donde aún
durante los próximos años va a seguir demostrando señales de expansión. Los
estudios de Hollywood impulsan una tendencia que les ha permitido aumentar sus
ingresos gracias a las películas que transmite la pay‑tv en un 3 por
ciento en el mercado doméstico (el mismo aumento que se esperaba en 1991) y del
30 por ciento en el mercado exterior (aunque en 1991 se haya registrado una
reducción del 20 por ciento).
Pero, los
mismos productores son también los principales interesados en el desarrollo del
sistema de televisión pay‑per‑view, la televisión de consumo,
porque las cuotas que se pueden percibir por ella de los gastos del consumidor
pueden ser mayores.
Como ya
hemos visto, en la década de los 80, las nuevas tecnologías (vídeo, televisión
de pago) han revolucionado el escenario de la industria cinematográfica. Sin
embargo, al mismo tiempo los estudios han visto disminuir las expectativas de
ingresos. Por ejemplo, si de una entrada al cine recogen en torno al 45 por
ciento del precio de taquilla, del vídeo y de la televisión de pago se llega a
recoger apenas el 15 por ciento de lo que paga el consumidor.
A su vez, el
desarrollo tecnológico propio de la década de los 90 debería hacer que se
eliminen los obstáculos que han complicado hasta ahora la difusión de la
televisón pay perview (ppv), y por lo tanto favorecer una relación más directa
entre productores y consumidores. No queda ninguna duda de que por todas estas
razones la industria cinematográfica en este sentido habrá de recibir un gran
impulso.
Pero también
el consumidor, es decir el público, se sentirá atraído por esta forma de
comunicación basada en la calidad de la oferta, y con una fórmula de
transacción más eficiente mantenida directamente entre quien ofrece un producto
y aquél que lo paga, simplificando así todo el ciclo de financiación. Por otra
parte, esto también determinará un mayor control de los distribuidores sobre
los ingresos, y por lo tanto mayores rendimientos. En esta dirección se
encamina también la reciente iniciativa de carácter experimental de la Time
Warner de gestionar en el barrio de Queen's, en Nueva York, un servicio de
cable de fibra óptica de 150 canales, de los cuales 40 están dedicados
exclusivamente al sistema pay per‑view
Resulta
previsible, asimismo, que en los próximos años también esta televisión p.p.v.
pueda llegar a convertirse en un canal de distribución importante para el
filme. En la actualidad, hay quince millones de hogares norteamericanos que
pueden recibir este sistema de pay‑per‑view a través de la
transmisión por cable. Las principales estaciones emisoras son Viewers Choice y
Request TV, que cuentan con cerca de
cinco millones de abonados cada una. No obstante, junto a las cuestiones de
orden tecnológico hay todavía otros aspectos que hacen que sea aún problemática
la implantación de la televisión ppv. En particular, y en cuanto se refiere a
los Estados Unidos, la definición de las frecuencias utilizables y la presencia
de ventanas ‑el de tiempo
garantizado de explotación a un medio, con respecto al posterior en la cadena
de distribución de películas‑ seguramente con penalizador para la
televisión ppv. En la actualidad, es de dos meses a partir de la fecha de
aparición de la película en el circuito de vídeo, pero debido a las razones
expuestas con anterioridad los intereses de la industria cinematográfica están
dirigidos a la abolición de este límite de tiempo, lo que daría un gran impulso
a la difusión de la televisión pay per‑view
El panorama
que se presenta en los escenarios multimedia del producto cinematográfico no
podría estar completo sin la mención del videodisco. Éste es un medio que ya
había hecho su aparición en la década de los 70, pero que sólo ha pasado a
convertirse en un bien de consumo a comienzos de 1989. Para los próximos años
se prevé un aumento de este producto que estará en tomo a los 300.000
ejemplares por año, a partir de una base de carácter general de 600.000
alcanzada a fines de 1990. Hay que tener en cuenta la probabilidad de un
aumento sostenido en este campo, pero no se cree que pueda tener un impacto
significativo en la industria cinematográfica por lo menos hasta finales de
1995.
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