Dos futuros de las tecnologías
EDITORIAL de la lengua: España y Europa
La Comisión de las
Comunidades Europeas ha reunido a más de 70 expertos de todos los países de la
CEE para recoger ideas que permitan elaborar el nuevo programa de Lengua Natural
y Tecnología, que amplía y continúa los anteriores de Industrias de la Lengua o
Ingeniería Lingüística. La reunión se ha celebrado en Luxemburgo, durante los
días 11 y 12 de noviembre de 1991. Divididos en siete grupos, los convocados
han tratado de responder a la Llamada de la Comisión, reuniendo, por una parte,
sus propias experiencias y previendo, por otra, las necesidades futuras.
Es llamativo, en primer
lugar, que se haya partido del firme establecimiento de las industrias del
idioma en los países europeos, cuando algunos gobiernos, como el español,
todavía no parecen haberse enterado bien del potencial económico de estas
actividades, que sólo para la lengua inglesa mueven miles de millones de
dólares, según el reciente estudio de The Economist.
La estimación de la Comisión para los próximos diez años se sitúa entre uno
y dos billones de ECU. Esta inadvertencia española se refleja en otros muchos
puntos, desgraciadamente, como en la ausencia de estos programas en la
raquítica convocatoria de becas de Formación de Personal Investigador (FPI)
recientemente publicada, yllamamás la atención si se considera que España
dispone incluso de un área de industrias de la lengua dentro de las actividades
del Quinto Centenario, que esta área ha advertido reiteradamente del interés
que existe en el mundo desarrollado por estos temas y que son cerca de un
centenar de millones de pesetas los que se están moviendo actualmente en
proyectos básicos de infraestructura tecnolingüística, fundamentalmente
archivos digitales, en colaboración con la industria privada (ADMYTE, Archivo
Digital de Manuscritos y Textos Españoles) y la Agencia Española de Cooperación
Internacional y la propia CEE (corpus de referencia de la lengua española
contemporánea).
Si además tenemos en cuenta
que, como han señalado los expertos en el mercado en esta reunión de
Luxemburgo, este mercado en Europa es todavía muy pequeño y está en la fase de
ascenso de la curva proyectada, es incomprensible que estos proyectos no
reciban un impulso definitivo y un apoyo claro de la sociedad española y sus
administradores públicos.
El corpus español, por
ejemplo, que, como el de las otras lenguas, es la gran base de textos
completos, de todo tipo, ordenados, clasificados tipológicamente y marcados con
los más modernos estándares, resulta imprescindible para el desarrollo de los
productos de la tecnología lingüística exigidos para que una lengua tenga un
lugar propio en el siglo XXI, al servicio de una sociedad desarrollada.
Esta realidad sólo parece
necesitar demostración en España y el mundo hispanohablante, una vez más
agazapado a la espera de estos trabajos en otros países, postura recomendable
para la carrera que seguirá a fin de llegar los primeros a la compra de lo que,
sobre el español, se produzca en países ajenos a la lengua española. El que inventen ellos, como una maldición
de los tiempos modernos, sigue repitiéndose entre quienes deben administrar con
talento los recursos nacionales.
Todavía menos se entiende
la situación si se considera, de acuerdo con los expertos reunidos en
Luxemburgo, que es imprescindible reforzar los estándares y apoyar aquellas
acciones en marcha para lograr una más adecuada representación de los textos
orales y escritos y que los profesionales y los organismos españoles activos en
estos terrenos son activísimos en las asociaciones e iniciativas que favorecen
estos estándares, actividades en las que suelen participar a su propia costa.
Por ello, el corpus español, en desarrollo embrionario pero vivo, se está
realizando según estos estándares, lo que garantiza la total reutilización de
sus datos, así como su fácil adaptación a cualquier necesidad de la industria y
la tecnología del idioma.
Alguien debe asumir la
responsabilidad de apoyar realmente estos proyectos o de hacerlos abortar,
siempre que, en el segundo caso, esté dispuesto a explicar a los
hispanohablantes, especialmente a los españoles, que, cuando en el futuro
utilicen servicios lingüísticos automatizados, deberán tener en cuenta que
pagan derechos a compañías de fuera de España, que favorecen el estudio, la
investigación y la ocupación de puestos de trabajo de técnicos de la
Informática y la Lingüística en el extranjero y que eso se ha hecho
estrangulando el desarrollo específico nacional. Nuestro proverbial descuido da
pie a toda suerte de rumores. En Luxemburgo se decía, por ejemplo, que la Real
Academia Española está discutiendo con Oxford University Press la publicación
de los diccionarios en CDROM, algo que está al alcance de varias empresas
españolas, con alguna de las cuales la propia Academia ya ha tenido
conversaciones. Estos absurdos no se producirían si de verdad se viera que
nuestra actividad industrial y nuestro mercado están protegidos por nuestros
administradores.
Si no se pone remedio,
deberíamos pedir al menos que los lingüistas de otros países que desarrollen
sistemas que permitan comunicarse en español con bases de datos, corpus
textuales, elaborar gramáticas o diccionarios, desarrollar sistemas de
comunicación con voz, sistemas de traducción por ordenador o programas de ayuda
lingüística-informática a los discapacitados, entre otros, incluyeran una nota
que, cuando el usuario seleccionara la lengua española entre varías opciones
posibles al acceder al sistema, emitiera el siguiente mensaje: “Gracias por elegir
el español y por haber preferido para preparar este sistema a investigadores
ajenos a los centros de educación, investigación y trabajo en España e
Hispanoamérica.”
La síntesis es clara y,
por ponerla en términos lingüísticos, puede enunciarse así: en futuro perfecto
para los países no hispanohablantes, en futuro imperfecto para España. Dada
nuestra modalidad, tampoco extrañaría que ese futuro imperfecto fuera, además,
de subjuntivo.
Francisco Marcos Marín