La Comunidad Iberoamericana de Naciones: un reto científico y tecnológico

 

TITO DRAGO

 

La integración de los países de América Latina, España y Portugal en una gran Comunidad Iberoamericana de Naciones (CIN) constituye, ante todo, un reto político y tecnológico, y puede tener uno de sus pilares más fuertes en la cooperación para el desarrollo de sis­temas y programas de información y co­municación.

Las analogías fáciles con la Comuni­dad Europea (CE) deben ser descarta­das a la hora de analizar las posibilida­des de que una Comunidad Iberoame­ricana, todavía larvada o en incipiente desarrollo ‑según como se la quiera ver‑, se concrete a partir de razones económicas, comerciales, geográficas o militares.

Cuando España ingresó en la CE más de la mitad de su comercio se realiza­ba con los países comunitarios y, aun­que había otros, sólo ese argumento bastaba para justificar su incorporación, pues resultaba claro que sus intereses comerciales se defenderían mejor den­tro que fuera de ese Club. El comercio entre España y América Latina no sólo está en el nivel más bajo de la historia, sino que la posibilidad de que pudiera llegar a tener una importancia compa­rable a la que este país tiene con el res­to de la CE pertenece al reino de los fu­turibles descartables. El comercio, en sus líneas gruesas, escapa a los esfuer­zos voluntaristas.

Los pueblos de Portugal, España y América Latina tienen en común dos lenguas ibéricas, nacidas de la misma raíz y, por ello mismo, comparten rasgos trascendentales de sus culturas nacio­nales. El castellano y el portugués, aun reconociendo su riqueza y diversidad de acentos y modalidades nacionales, regionales y locales, todos ellos válidos y legítimos, son factores de unidad que, con la debida voluntad política y el so­porte del desarrollo científico y tecno­lógico, pueden fundamentar una Comu­nidad Iberoamericana de Naciones, de la que tanto se habla en los actos oficia­les y a la que tan poco trabajo práctico se le dedica.

Tanto en la reunión de expertos rea­lizada en Mérida, Extremadura, y que siguió a la última Asamblea General de la Organización de Estados Iberoame­ricanos (OEI) en diciembre de 1990, co­mo en la asamblea misma, hubo acuer­do en que la educación, la cultura, la ciencia y la técnica tienen una importan­cia creciente en el desarrollo de los paí­ses (1). Germánico Salgado, ex embaja­dor de Ecuador en España y uno de los más reputados especialistas latinoame­ricanos en integración, señaló que en la actualidad «el componente de conoci­miento, de información, que entra en el proceso productivo es más importante que las materias primas».

Sin llegar a la exageración de afirmar que «en la era de la información es teó­ricamente posible tener un crecimien­to económico ilimitado, aun cuando se llegue a un estado constante de creci­miento cero en lo que se refiere a la energía y a las materias primas» (2), se puede decir que la información es y se­rá cada vez más un elemento importan­te en la economía de las naciones y en el proceso productivo mismo. Según un estudio prospectivo de la transnacional norteamericana International Telepho­ne and Telegraph (ITT), «en el año 2000 la creación del producto nacional bru­to de un país dependerá en gran medi­da de su capacidad de comunicar infor­maciones» (3).

Por ello, señala el investigador mexi­cano Javier Esteinou Madrid, «la crea­ción, manejo, transmisión y difusión de información, en sus múltiples formas, se ha constituido en uno de los sectores más dinámicos de la economía transna­cional. El incremento del porcentaje de la población económicamente activa dedicada a dicha industria se ha con­vertido en la nueva tendencia que mar­ca las pautas del empleo en el primer mundo» (4).

En América Latina y España, y entre aquella región y este país, se propusie­ron, iniciaron y en algunos casos pros­peraron, o están en vías de prosperar, varios proyectos y programas de coope­ración en información y comunicación. En los últimos tiempos cabe destacar una iniciativa surgida a la sombra del proyecto HISPASAT y el programa ADMYTE de la Sociedad Estatal del Quinto Centenario. Ambos programas, como la mayoría de los impulsados por España, adolecen de una falla esencial, aunque remediable: ignoran a Brasil, que es como ignorar a media América Latina. En aquel continente, por el con­trario, una de las noticias más importan­tes de la última década es la incorporación activa y en algunos casos protagó­nica de Brasil a los procesos de integra­ción regional y subregional.

El Hispasat es un proyecto español en marcha para colocar un sistema de saté­lites, que sufrió varios cambios, que inclu­yeron una negativa total a su realización del entonces ministro de Transportes, Abel Caballero. A las razones económi­cas de Caballero, que consideraba más económico arrendar segmentos en otros satélites antes de financiar un sistema propio, se impusieron las políticas, basa­das en razones de soberanía e interés na­cional.

El Hispasat, que está en construcción con la participación de empresas espa­ñolas, será puesto en órbita dentro del programa europeo Arianspace y, si se cumplen las previsiones, los dos satélites operativos comenzarán a funcionar en el segundo semestre de 1992. El tercer sa­télite también será puesto en órbita pero se mantendrá callado, en stand by o re­serva, para suplir fallas de cualquiera de los otros dos.

Ese sistema satelital fue concebido en sus orígenes sólo desde el punto de vis­ta nacional español, sin considerar los in­tereses, la participación o la cooperación con América Latina. Así, los dos canales previstos para emitir señales de televisión hacia América tienen, junto con innega­bles ventajas, dos grandes inconvenien­tes: por un lado, que esas señales no lle­garán a Brasil, y por otro, que sólo serían señales de difusión de una vía; es decir, que únicamente se podría transmitir des­de España hacia la América de habla his­pana, pero no en sentido inverso. Esa li­mitación comenzó a ser cuestionada des­de el momento en que se empezó a ha­blar del proyecto con los países del otro lado del Atlántico.

En el Foro de Iberoamérica, realiza­do en la Universidad de Salamanca en agosto de 1990, el director general de Radio y Televisión, Jordi García Candau, dijo que la tecnología pone al alcance de la mano la posibilidad de elaborar una programación común: «Para unirnos tenemos ya la base común de la pala­bra, del idioma y los acentos; dejemos que a partir de ella las voces fluyan de un lado al otro del Atlántico en una pro­gramación ininterrumpida de 24 horas diarias, hecha acá y allá.» García Can­dau planteó que esa emisión común po­dría realizarse con sedes alternativas, seis meses desde cada país.

El director técnico de la agencia EFE, Julio Ferrero, señaló a continuación que «para cualquier proyecto de comunica­ción global entre los dos continentes, europeo y americano, se necesitará del concurso de otros sistemas de satélites (además del Hispasat), como pueden serlo el Intelsat o el Panamsat. En un se­minario posterior, realizado en Mérida en diciembre de 1990, el ministro de In­formación de Venezuela, Pastor Heydra, criticó que la dirección y gestión del Hispasat no fuese plural, con participa­ción de los países latinoamericanos.

Quizá como consecuencia de esas y otras deliberaciones, el consorcio His­pasat pidió a Matra, la empresa cons­tructora de los tres satélites del futuro sistema español, que hiciese un estudio de factibilidad, técnica y económica, para incorporar la posibilidad de trans­mitir desde América. Si ese estudio de­mostrase que es posible, dos de los tres satélites incorporarían ese servicio ya que para el primero, en fase de cons­trucción, ya no hay tiempo, pues cual­quier modificación retrasaría el proce­so y por lo tanto la fecha de lanzamien­to al espacio. Una perspectiva nada apetecible para quienes hacen cuestión de honor de que el Hispasat comience a funcionar en el año emblemático de 1992, aunque sea de manera parcial.

 

 UNA COMUNIDAD IBEROAMERICANA CON CANALES DE COMUNICACIÓN DE DOBLE SENTIDO

 

Si bien para lograr una cobertura glo­bal de la Comunidad Iberoamericana, con comunicaciones de ida y vuelta en tiempo real, se requerirá de todos mo­dos alquilar los servicios de otro siste­ma de satélites, quizá del privado Pa­namsat (que cubre toda América), la modificación positiva del Hispasat ade­más de razones económicas y técnicas las tiene políticas: sería muy difícil ha­blar con autoridad y credibilidad de cooperación, hermandad y comunidad y al mismo tiempo establecer canales de comunicación en un solo sentido.

Esa cuestión ya se planteó con moti­vo de la constitución de un grupo de tra­bajo para elaborar un Programa Iberoa­mericano de Comunicación para la Cooperación (PICC), en base a la reso­lución de un primer encuentro de comu­nicados y educadores hispanoamerica­nos que se realizó en Madrid en junio de 1990, convocados por el Quinto Cen­tenario, el Ministerio de Educación y Ciencia y la Secretaría General de Co­municaciones de España. En esa reu­nión participaron, en representación de los países, ministros, viceministros, di­rectores generales y asesores de Ar­gentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cos­ta Rica, Cuba, Ecuador, España, Guate­mala, Honduras, México, Panamá, Para­guay, Perú, Uruguay y Venezuela.

El grupo de trabajo, que tiene una se­cretaría permanente en Madrid, está di­vidido en cinco subgrupos, coordinados por México (para la región primera, in­tegrada por ese país, Costa Rica, Gua­temala y Honduras), Cuba (para la re­gión segunda, del Caribe), Chile (para la tercera, que engloba a ese país, Bo­livia, Colombia, Ecuador, Panamá, Pe­rú y Venezuela), Argentina (para la cuar­ta, con Paraguay y Uruguay) y España (para la quinta, en la que está sola).

El fin último de ese grupo es consti­tuir una asociación de usuarios de un traspondedor del Hispasat, cuya misión sería la de producir programas educa­tivos y difundirlos en la América de ha­bla hispana y España. Los miembros de esa asociación podrán serlo institucio­nes públicas, privadas, gubernamenta­les, no gubernamentales y mixtas de to­dos los países, de acuerdo con un esta­tuto que se negociará más adelante. Además de los subgrupos regionales, se crearon comités técnicos para anali­zar los aspectos económico, jurídico, técnico y de contenidos, que están pre­parando estudios y ponencias para ser presentados al segundo encuentro, pre­visto para octubre de 1991.

Según el primer esquema tratado en junio de 1990, y restringiendo el acuer­do sólo a los países de lengua castella­na, el Hispasat sería suficiente en su pri­mera versión, pues se trataría de lograr una emisión promedio de cuatro horas diarias, con programas intemporales que podrían llegar a Madrid enlatados desde todos los países, para su emisión desde el satélite español. El PICC re­cibió un espaldarazo oficial de los mi­nistros de educación iberoamericanos, quienes, durante la Sexta Asamblea de la OEI, realizada en Madrid en noviem­bre de 1990, decidieron apoyar e impulsar el programa y comunicar ese acuer­do a los gobiernos e instituciones edu­cativas y de comunicación correspon­dientes, así como a los organismos mul­tilaterales de los que son miembros sus países, para facilitar la labor de las co­misiones y del grupo de trabajo.

Si solamente se contase con el cum­plimiento de la primera versión del His­pasat, sin canales de comunicación de ida y vuelta, la programación en común podría ser de contenido educativo, cul­tural y científico, pero debería renun­ciar a la información, al menos a la de carácter periodístico. Para un proyec­to más ambicioso e integrador, como el reclamado por García Candau, habrá que concluir con la modificación del proyecto Hispasat, una vez que Matra entregue el estudio encomendado, y complementar la red con el arriendo de segmentos del Panamsat o, incluso, del Intelsalt.

Un carácter más amplio tiene el pro­grama ADMYTE, ya que sus responsa­bles solicitaron desde el principio la cooperación de personas e instituciones americanas. Con el desarrollo de ese programa todos los textos, manuscritos o impresos en castellano desde que se convirtió en una lengua escrita, podrán ser archivados en discos ópticos, con­sultables en ordenadores personales o mediante una conexión telefónica a una central de datos.

El proyecto, definido como «archivo di­gital de manuscritos y textos españoles», consiste en la incorporación de equipos de alta tecnología y en el desarrollo de programas informáticos (software) en castellano para cumplir esa labor de ar­chivo documental.

El catedrático y filólogo Francisco Marcos Marín, director del sector de in­dustrias de la lengua del Quinto Cente­nario, afirma que ADMYTE coloca a los hispanohablantes a la cabeza del mun­do en lo que se está haciendo en digi­talización y tratamiento de textos.

En la región latinoamericana, a pesar de la crisis económica y quizás estimu­lados por ella, se están reforzando los pasos para la integración en sectores di­versos y muy en especial en el de la cul­tura y la comunicación, con el criterio de poner en común y sacar el máximo provecho posible a las instalaciones existentes o a las nuevas que se creen. Así, se pusieron en marcha acuerdos para establecer el Mercado Latinoame­ricano del Cine, al que una reticente participación española y portuguesa restó fuerza, se establecieron redes re­gionales y subregionales para conectar bancos y bases de datos y, a finales de 1990, comenzó a funcionar una agen­cia latinoamericana de prensa, ASILA, patrocinada por todos los gobiernos de la región, con apertura también a la ini­ciativa privada. La Acción de Sistemas Informativos Nacionales (ASILA) venía funcionando como un sistema de coope­ración e intercambio informativo desde 1979, integrado por 23 países de Amé­rica Latina y el Caribe y que en su últi­ma asamblea general, realizada en ma­yo de 1990 en Caracas, resolvió consti­tuirse en agencia internacional, con una mesa central de edición en la capital ve­nezolana. En esa asamblea participó por primera vez, como observador, un representante de la agencia EFE, de España.

 

LA INTEGRACIÓN CULTURAL  DE LA COMUNIDAD IBEROAMERICANA INCLUYE A BRASIL

Y PORTUGAL

 

En la misma reunión, el representan­te del país anfitrión, Pastor Heydra, plan­teó una iniciativa de bajo costo para la integración informativa del continente, con la utilización de medios que ya están disponibles en todos los países. Las agencias nacionales integradas en ASILA y que desde finales de 1990 logra­ron que ese sistema comience a funcio­nar como una agencia internacional, se comunican entre sí a través de las tra­dicionales líneas de teletipos, conecta­das por los respectivos PTT o compa­ñías telefónicas, según los casos y con velocidades que oscilan entre 50 y 300 baudios. Heydra propuso reemplazar esa red de telecomunicaciones por el teletexto, aprovechando que todos los países usan satélites, la mayor parte de ellos por arriendo, para sus respectivas televisiones, y que los segmentos sate­litales dejan libres 19 líneas de tres ca­nales simultáneos, con capacidad para transmitir teletexto a una velocidad de 19.500 baudios y con una mayor fideli­dad que las líneas telefónicas. «Si lo lo­grásemos, afirmó Heydra, América La­tina y el Caribe se constituiría en la pri­mera región integrada comunicacional­mente, en términos de información y co­municación social, a partir de una suma de esfuerzos y sin que ello requiera grandes inversiones, sino sólo una cla­ra voluntad política para hacerlo».

El camino emprendido por América Latina y el Caribe, con esa y otras ini­ciativas, es el marcado por una crisis de la que ahora se comienza a ver el prin­cipio del final del túnel. España, por el contrario, lanza proyectos fuera de su frontera, basada en una etapa de bonan­za económica y con el respaldo científico y tecnológico que le otorga su pertenen­cia a la CE. Ninguno de los dos caminos son excluyentes, pero pueden llevar a puertos muy distintos, si no se arbitran a tiempo medidas políticas para que las comunicaciones entre los dos lados del océano se establezcan en el doble sen­tido y sobre bases de pluralismo y par­ticipación. Y, sobre todo, si no se toma en cuenta que para hablar de una Co­munidad Iberoamericana de Naciones es preciso contar con Brasil y Portugal.

 

 

(1) La OEI es el único organismo internacional en el que participan países de América Latina y Es­paña.

(2) Parker, Edwin, ININCO, n° 2, Caracas.

(3) Parker, Edwin, Altercom, n º 13, Ilet, Santiago de Chile

(4) Esteinou Madrid, Javier, El sistema de satéli­te Morelos.