Tendencias divergentes en la integración
telecomunicación‑difusión De la tecnología a los mercados
Emilio Lera
Las fuerzas de mercado, los usos y demandas y los
agentes de ambos sectores siguen tendencias divergentes. Pero la tecnología y
la economía parecen justificar la convergencia. Se propugna,
así, políticas conscientes frente al retraso en esta integración.
En el título de este artículo no es un capricho unir
las telecomunicaciones y la difusión de audiovisuales. Como veremos en su
desarrollo, existen previsiones objetivas de que ambos sectores tenderán a
integrarse, al menos en las parcelas de transporte y distribución de la señal,
aunque no es tan clara la previsión de integración en la parcela de producción
y en la de ensamblaje de programas para explotar canales de televisión.
La materialización de estas previsiones en
tendencias reales es dependiente de factores diversos, tales como la
regulación que se defina, las opciones tecnológicas que adopten, la política
institucional que se aplique, pero.,. por todo y sobre todo, del comportamiento del mercado, en
cuanto a la correspondencia entre la oferta que se cree y la aceptabilidad de
la misma por parte de la demanda (figura 1). El análisis global de estos escenarios
de futuro es tan extenso que forzosamente tiene que fragmentarse su
presentación. En la conferencia sobre «Communications
Policy Research» (*)
desgrané la dimensión regulatoria, sus objetivos y retos. Por ello, voy a
centrar este artículo en los condicionantes que actúan sobre la posible
integración, en relación a las otras dos dimensiones: la tecnología y los mercados (1).
Revisaremos primero las ventajas e inconvenientes
de tal integración, para a continuación profundizar en aquellos elementos que
pueden dificultarla, tanto en la dimensión tecnológica como en la dimensión de
los mercados. Dado que estamos considerando una
situación de futuro, ya que la integración no sería real antes de diez o más
años, es importante considerar en el análisis la dinámica que están experimentando
ambos sectores, el de telecomunicación y el de difusión, para reconocer los
puntos de confluencia o de divergencia.
De todo este trabajo, previsiblemente podremos
sacar algunas conclusiones, y... modestamente, hacer alguna que otra recomendación
para favorecer una estrategia integradora. Comencemos cuestionándonos el propio
objeto de análisis: integración.
¿ES NECESARIA LA INTEGRACIÓN?
Empezaremos por analizar la disponibilidad
tecnológica. El desarrollo de la fibra óptica, con su enorme capacidad (ancho
de banda) de transmisión, promete un abaratamiento considerable en el coste
del transporte de señales de vídeo, lo cual abre las puertas a un cambio
cualitativo en los procesos de comunicación a distancia. Este cambio está
determinado por el intercambio de imágenes en movimiento, que facilita la
comunicación (esto es, el intercambio de información) cinética y proxémica, es decir, de movimientos o gestos y de acogida o
proximidad.
Pero ese gran caudal de transmisión disponible
posibilitará también el manejo de grandes cantidades de información, su
acceso, transporte, almacenamiento e intercambio, facilitando la transmisión de
grandes ficheros de datos, el envío de gráficos de alta resolución y otras
muchas aplicaciones de interés para los distintos sectores económicos.
Este cambio cualitativo y también cuantitativo en
el ámbito de la información ha creado unas condiciones favorables a un desarrollo
comprensivo de diferentes tecnologías, que podrán ser aplicadas en una forma
sistémica al desarrollo de una miriada de aplicaciones
potenciales. Ejemplos de tales tecnologías son: los componentes microelectrónicos de alta velocidad, los generadores y
detectores de luz coherente, los dispositivos de presentación de alta
resolución, algoritmos potentes de proceso de señal, sistemas gráficos de alta
resolución, las máquinas de proceso simbólico lógico, etcétera.
Se puede constatar en este proceso la presencia de
dos fenómenos característicos del avance científico: que la tecnología evoluciona
autónomamente y que esta evolución afecta simultáneamente a tecnologías
potencialmente interdependientes. Sólo este avance simultáneo permite la
disponibilidad de la variedad de tecnologías que se requieren hoy en día para
el desarrollo de una nueva línea de productos y aplicaciones, tales como las
Redes Integradas de Banda Ancha (IBC) y los servicios que deben soportar.
Todo este proceso de avance tecnológico se ha visto
acelerado por las acciones de I + D promovidas por los agentes que operan en
el sector de telecomunicaciones (TC) y que buscan una aceleración en la aplicación
de las nuevas tecnologías a productos industriales. Ejemplos de estas acciones
son: el programa RACE de la Comunidad Económica Europea (Research
and Development in Advanced Communication
Technologies in Europe), que se centra en las
comunicaciones integradas de banda ancha (IBC); el Belgiam
Broadband Experiment, que
se centra en la arquitectura de división asincrona en
el tiempo, para provisión de servicios de banda ancha; el German
Berkon Project (Berliner Kommnicationsystem), que se centra en el diseño de las
redes RDSI de banda ancha y en la distribución de sistemas de usuario; el
proyecto Preludio francés, que se centra en el desarrollo de la técnica de
división asíncrona en el tiempo para redes integradas de banda ancha; el
experimento japonés Japanese Fiber
Optic Broadband I/A Distribution System, o el Information Network System (INS) en su segunda fase; e incluso en España se
está estudiando el lanzamiento del Plan de I + D en comunicaciones de banda
ancha (Planba).
La capacidad de estas nuevas tecnologías para
desarrollar redes de telecomunicación, capaces de soportar nuevos servicios de
telecomunicación, es asumida por los técnicos y responsables del sector. No
obstante, existe una gran incertidumbre sobre cuáles serán esos servicios y
cuál su aceptación comercial.
Por otro lado, es un hecho constatable
la aceptación general y creciente de servicios de difusión de vídeo para
entretenimiento, principalmente televisión. Esta demanda está siendo
satisfecha por otras infraestructuras, como redes se
distribución de cable, satélites híbridos de telecomunicación y difusión o específicos
para difusión directa, y emisoras terrestres.
Estos servicios se difusión podrían ser soportados
por las futuras infraestructuras de telecomunicación de redes de banda ancha,
con ciertas aparentes ventajas técnicas y económicas, en lo que sería la
materialización de una forma de integración entre ambos tipos de servicio
(figura 2). Esto, que sería deseable desde la
perspectiva de dichas redes que verían una ampliación de su mercado de servicios,
se enfrenta a factores determinantes que analizaremos en más detalle.
JUSTIFICACIÓN ECONÓMICA
Si tecnológicamente es posible, cabe preguntarse si
económicamente es justificable.
Estamos hablando de un volumen de inversión de
cerca de 500 millones de ecus, unos 65.000 millones
de pesetas, en los próximos diez años, por parte de las Administraciones de
Telecomunicación, los prestatarios de servicios y los usuarios, según un
informe de la CEE. De esta cifra un 70‑80 por ciento será invertido
directamente por las Administraciones de Telecomunicación, esto es, de 45 a
52.000 millones de pesetas.
Esta cifra, por elevada que parezca, podría ser
multiplicada hasta los 68.000 millones de pesetas, según mi propia estimación,
dependiendo de la política y la regulación adoptadas por los responsables del
sector. En efecto, caben dos alternativas en esta política.
La primera es la adopción de una regulación
protectora de un monopolio de las redes de banda ancha, encaminada a minimizar
las inversiones en infraestructuras, aprovechando al máximo las economías de
escala y de afinidad. Esto tendría, por un lado, un beneficio económico al
poder utilizar más eficazmente los recursos inversores disponibles, bien
actuando sobre otras infraestructuras y redes de telecomunicación, o bien
actuando sobre otras áreas prioritarias de inversión. Por otro lado tendría un
coste económico derivado, ya que los mercados industriales tendrían un menor
volumen, lo que incidiría en el desarrollo industrial y muy posiblemente en la
competitividad de las empresas del sector.
La segunda alternativa sería la adopción de una
política liberalizadora de infraestructuras, que llevaría a una multiplicación
de éstas sobre ámbitos diferentes, por ejemplo, áreas de alta densidad de
población o comunicaciones a larga distancia. Esto podría maximizar el flujo
económico, con un beneficio económico sobre el sector industrial que ampliaría
sus mercados y mejoraría su competitividad, pero también con un coste
económico que estaría planteado sobre la rentabilidad de las infraestructuras
y de las redes que hubieran de mantener una dimensión
pública, por tanto universal y social.
Cualquiera que fuera la política adoptada, que
favoreciera una de estas dos alternativas, personalmente creo que sería un
error no considerar la situación real de las infraestructuras existentes y el
tamaño potencial de los respectivos mercados, en los países de la Comunidad
Europea. Ciertamente algunos de los países no tienen una economía y unos mercados
que justifiquen una política expansiva, es decir, que puedan generar tales
recursos inversores y rentabilizar esta oferta múltiple.
Esto parece justificar económicamente la integración
de infraestructuras, al menos en la mayoría de los países europeos.
POLÍTICA REGULATORIA
Desde un punto de vista regulatorio, por tanto,
parece justificable la reserva de la infraestructura para las
AA. TT. y muy posiblemente la de algún servicio que
pueda considerarse como universal, tal como el videoteléfono, para poder
rentabilizar esa infraestructura.
Aparte de este factor, existen otros elementos
regulatorios que actuarán sobre la posible integración. Quizás lo más
significativo sea señalar la disociación entre la nueva regulación que está
siendo definida para las telecomunicaciones y la existente para las redes de cable,
en aspectos como participación de capital, integridad de la red, normativa
técnica, acceso de otros proveedores de servicios, uniformidad de la oferta,
etc. (1). Pero hablar de esto no es el objetivo de
este artículo.
ESTRUCTURA DE LOS MERCADOS
Otro aspecto a considerar sobre la bondad de la
integración es el posicionamiento hacia la misma de la oferta y de la demanda
(figura 2). Desde el lado de la oferta, aunque hay
unas tendencias claras a integrar el sector de transporte de información con el
sector informativo, el primero de ellos actúa sobre una base de unicidad,
mientras el segundo se mueve sobre una base de pluralidad. Es decir, el
primero facilita el acceso de todos los usuarios a toda la información,
mientras el segundo busca diferenciar su oferta y dirigirla a públicos
diferentes, usando, si es preciso para ello, medios de transporte y
distribución diferentes. Así, se prevé una multiplicación de cadenas, o
paquetes de canales, locales, regionales, nacionales y transnacionales, comerciales
y de no beneficio, que usarán el satélite, la red hertziana, la red de cable,
varios de estos medios, si les conviene técnica y económicamente.
Desde el lado de la demanda, el usuario está más interesado en el contenido y en el precio
que en una recepción integrada. Su sensibilidad al coste le hará considerar
las diferentes ofertas, si éstas son concurrentes. La modificación de sus
pautas de consumo, la personalización del mismo por disponer de varios aparatos
receptores, o por poder reprogramarlo mediante el uso del vídeo, le hará ser
más selectivo, siendo posible que la evolución de la demanda no se corresponda
con la multiplicación de la oferta. Si el usuario satisface su demanda por
otros medios técnicos, será difícil hacerle migrar hacia las nuevas redes
integradas, si no obtiene unas ventajas claras. Analicemos más en detalle el
papel de la tecnología en la posible integración.
¿ES LA TECNOLOGÍA INTEGRADORA?
Primero, debemos remarcar las diferencias en
requisitos técnicos entre ambos tipos de servicio:
1. El ancho de banda requerida para los servicios básicos es muy diferente:
4 Khz para voz o datos, 1.000 veces más (4‑10 Mhz) para un canal de Televisión.
2. Las velocidades digitales de transmisión: 64 Kbps
para voz, incluso menos, y más de 2.000 veces más (140 Mbps)
por canal de vídeo.
3. El número de accesos simultáneos de servicio: 2 en abonados
residenciales de TC, 4 ó 5 en Televisión.
4. La ocupación de recursos de transmisión, algunos minutos varias
veces al día en TC, horas de servicio continuo en Televisión.
5. Los procedimientos de comunicación: Interactivo (I/A) entre 2
puntos en Telecomunicación, y difusión (punto a multipunto) en TV.
6. Las condiciones de diseño de los sistemas de satélite: alta
potencia de transmisión, con antenas receptoras baratas y de baja ganancia y
área de radiación pequeña, para TV. Baja potencia de transmisión, antenas
terrestres caras y de alta ganancia y grandes áreas de radiación, para TC.
Sin procedimientos especiales de acceso para TV, pero muy complejos para el
acceso concurrente en TC.
7. Las condiciones de diseño de los sistemas de cable: cualquier
estructura de red es válida para servicios de difusión, pero debe ser en
estrella en su parte de usuario para servicios I/A de TC.
8. Requisitos de disponibilidad: muy rigurosos en el diseño de las
redes de TC, donde hay problemas de congestión y accesibilidad. No hay estos
problemas en redes de cable para TV.
9. Requisitos de calidad: alta sensibilidad en el mundo empresarial
sobre los servicios de TC. Alta sensibilidad social a la mala calidad (cortes)
en la recepción televisiva.
Todas estas diferencias técnicas impondrán
especiales requisitos sobre la planificación de las nuevas infraestructuras
integradas.
Un aspecto sobre el que conviene incidir es sobre
las estructuras requeridas para proveer ambos tipos de servicio. Los especiales
requisitos de estructuras en estrellas para los servicios interactivos no se
dan en las redes de cable que han sido instaladas en muchos países europeos o
que están siendo instaladas. Esto hace que las tecnologías al uso sean incompatibles.
Comparémoslas. Las redes de cable que están
instaladas utilizan el cable coaxial como soporte y son construidas con una
estructura en árbol (figura 3).
Para mejor entender la estructura de esta red,
veamos sus componentes (figura 4). Una red de cable está
formada por una cabecera, la cual recibe las señales de televisión por
antenas, diferentes para los canales hertzianos y por satélite, y por un cable
de transporte o parábola de microondas para señales que son captadas en zonas
muy alejadas del área de servicio de la red. La cabecera se
encarga de procesar estas señales para su distribución, mejorando la relación
señal/ruido, codificando aquellas de recepción selectiva (tales como canales
de pago), introduciendo otros canales producidos para el cable y controlando
la ganancia mediante un generador de portadoras piloto. El coste de esta cabecera
varía, naturalmente, con el número de canales captados y con la sofisticación
de los servicios ofrecidos.
La planta de distribución de cable se encarga del transporte de las señales desde la cabecera
a las distintas terminaciones de la red, mediante cables portadores y sus
necesarios repetidores. Su coste, por tanto, es dependiente de la capacidad
del cable, de su extensión y del tipo de construcción, sea enterrado o aéreo.
El interfaz de usuario permite la conversión de éste
a la red, amplificando la señal, adaptando la interconexión entre el sistema
de cable y los aparatos receptores, permitiendo la selección de los canales
por el usuario y decodificando la señal de algún canal cifrado si procede (de
pago). Por último, y opcionalmente, se implantan los
equipos de producción locales para crear su propia programación, pudiendo ser
tan completos que se desee.
Volviendo a la comparación entre ambas tecnologías y
estructuras de red, la estructura en árbol (figura 3) tiene menor coste, no
sólo por el precio del coaxial, sino también por la longitud de cable
requerido; la vida útil es similar; la calidad es buena; existe un límite más
bajo en el crecimiento de canales y en la capacidad de extensión en cobertura.
La interactividad es nula, aunque puede darse cierta interactividad en una
forma concurrente entre los usuarios. O aún mejor, utilizando la red
telefónica como medio de comunicación ascendente, con unos dispositivos que
interactúan entre ambas redes y que se llaman convertidores direccionables.
Esta forma de I/A se utiliza en Estados Unidos para dar servicios de telecompra
o televisión a la carta, con una aceptación creciente.
En comparación con esa estructura en árbol, las
redes de fibra óptica (figura 5), para poder soportar la I/A necesaria en
servicios avanzados de telecomunicación, adoptan una estructura en estrella
compuesta. El coste es mucho mayor, por el coste de la fibra pero sobre todo
por necesitarse muchos más km.
de planta cableada. La vida útil es similar. La calidad puede ser bastante
mejor, aunque la otra era buena. El crecimiento en canales y en extensión es
mayor, por las características de ancho de banda y de transmisión de la fibra,
y la interactividad es casi obligatoria para poder rentabilizar la mayor
inversión con la provisión de otros servicios. Existen, no obstante, otras
opciones tecnológicas, basadas en microondas, como el Multipoint
Distribution Service (MDS)
o el Low Power Television (LPTV), o que combinan el cable con estaciones
de satélite como el Satellite Master Antenna Television (SMATV), pero
son poco usadas en Europa (2).
Una tecnología que ha sido propuesta para la
distribución en barrios y edificios es la que utiliza cables bifilares de cobre, que soporta una banda de 5 Mhz para vídeo y 2x20 Khz para
audio en estéreo. Las pérdidas de transmisión (atenuación) de esta tecnología
son altas, unos 2dB/ 100m. , lo que limita fuertemente
las distancias alcanzables: unos 300 metros desde un
armario de distribución y unos 500 metros desde éste al centro de distribución.
La I/A se consigue en esta tecnología, de distribución conmutada, o a la
carta, por un canal de retorno modulado en frecuencia sobre el mismo
conductor. Para dar una idea de capacidad, en un experimento de Estrasburgo se
ofrecen 24 canales (1 se selecciona) (3).
El riesgo que supone instalar hoy una red de cable
que luego no pueda soportar otros servicios avanzados presenta un dilema tecnológico
a los promotores. El abandono del Plan Cable francés, que fue promovido por una
política industrial más que de servicios, conlleva la decisión sobre el soporte
de servicios futuros en las nuevas infraestructuras que se implanten.
Se están proponiendo así soluciones híbridas entre
coaxial y fibra óptica para abaratar el coste de la inversión y permitir la I/A
en los servicios avanzados futuros. Un ejemplo de opción es el de la figura 6,
con una red en árbol (coaxial), superpuesta a otra red en estrella (con fibra
óptica), hasta los centros de distribución.
Es importante preguntarse, como último punto de
análisis relacionado con la tecnología, cuál sería el coste que habría que pagar por usar una estructura integrada, capaz
de soportar ambos tipos de servicio, cuando, como hemos visto, para algunos de
ellos no es necesaria la estructura jerárquica y mallada,
con distribución en estrella, que posiblemente adopte esa nueva
infraestructura.
Está claro que el coste adicional revertido sobre
los servicios de difusión que no la necesitan debería ser así mayor que el que
obtendrían con una infraestructura ad hoc. Lamentablemente, las tarifas o precio de estos
servicios no están sujetos a una relación con el coste
de la infraestructura, sino que el precio es función del que el mercado sea
capaz de aceptar, habida cuenta de la competencia con otros medios
(hertzianos) de distribución. Esto hará que el coste extra de la infraestructura,
que no puede ser cargado sobre estos servicios, deba serlo sobre los servicios
tradicionales y los nuevos de telecomunicación, que verían así un
encarecimiento relativo derivado de usar una infraestructura integrada.
Afortunadamente este efecto puede ser minimizado,
si la tecnología permite distribuir cuatro o cinco canales bajo demanda, con
una distribución por tanto conmutada, en forma más barata que 20 ó 30 canales
en forma permanente. Esta relación económica está, no obstante, aún por ver;
habrá que esperar a poder comparar el coste de la conmutación necesaria con el
de la transmisión de todos esos canales adicionales por la fibra óptica del
bucle de usuario.
¿HAY HOMOGENEIDAD EN LOS MERCADOS?
El siguiente punto de vista para analizar en este
artículo es el relativo a los mercados y su homogeneidad.
Comencemos por considerar los agentes que operan en
el sector. En los servicios audiovisuales televisivos al difusor de canales
hertzianos, o vía satélite, se le unirá otro agente encargado de la
distribución múltiple, generalmente por cable; es el distribuidor de cable. En
algunos países interviene otro agente, que es el que implanta y explota el
cable, generalmente la A.T., que no intervenía hasta
ahora en la comercialización y explotación de estos servicios. En los servicios
de TC está apareciendo un segundo agente además de las AA.TT., que es el proveedor de servicios
avanzados de TC, permitido por las nuevas regulaciones.
Es interesante señalar cómo las AA.TT., que se habían mantenido al
margen del negocio de distribución, están ahora entrando en él, fundamentalmente
por la presión de la tecnología y del mercado. Es decir, las AA.TT. consideran ese sector como una extensión natural
de su negocio tradicional, el transporte de información; aparte
de que están temerosas de que la nueva regulación permita la provisión de
servicios avanzados de telecomunicación sobre las redes de cable, donde ellas
no podrían competir ventajosamente. Pero, además, las incompatibilidades
tecnológicas entre las diferentes redes, como hemos visto, las hacen ser
cautelosas, para evitar la multiplicación de redes de cables, incompatibles
entre ellas, y que serían un freno a la explotación
económica de las nuevas redes que integraran ambos tipos de servicios. El
participar en estas implantaciones les permite asegurar la compatibilidad
entre las redes, y usar parte de su infraestructura, lo cual facilitará
cualquier evolución futura de estas redes. Por ejemplo, el DBP gasta 1.500 M
marcos al año en cablear Alemania. Es significativo mencionar aquí la entrada
de las compañías operadoras Bell americanas, en este
negocio de las redes de cable, en Francia e Inglaterra, cuando les está vedado
en su país. Es claramente una apuesta por el futuro, pues les permite aprender
la tecnología y el negocio, para cuando puedan operar en USA, así como
posicionarse en unos mercados en desregulación, los de telecomunicación en
Europa, especialmente para servicios avanzados.
Debe mencionarse lo provisional de esa regulación
americana, que prohíbe a los «carriers» dar estos
servicios en sus áreas de franquicia, incluso alquilando sus redes a terceros,
pero que les permite darlos cuando no hay otras entidades interesadas. Sin
embargo, ya se les consiente cuando estos servicios forman parte de una red
integrada de banda ancha (ya hay experimentos en marcha en este sentido).
Debe ser también resaltado el interés de las
empresas de utilidades, como las de distribución de electricidad o de agua,
por este negocio, ya que disponen de recursos económicos, infraestructura
(galerías, conductos) y personal de mantenimiento, para aprovechar las
economías de escala del negocio.
No debemos olvidar otro agente, a menudo promotor,
los Ayuntamientos o Corporaciones Locales, que participan por imagen, control
o simple inversión. La unión de varios de estos agentes, con intereses y
objetivos contrapuestos, hace poner en riesgo la viabilidad comercial y
económica de las redes. El Plan Cable francés achaca parte de su fracaso a esta
colaboración «antinatural» entre France Telecom, las
Compañías de utilidades y las Corporaciones Locales. Hablando de integración,
debemos señalar la entrada de alguno de estos agentes en la producción y ensamblaje
de canales, generalmente temáticos. Es el caso de France
Telecom y British Telecom. El motivo no es una
política de entrada en el sector audiovisual (integración hacia adelante),
sino búsqueda de rentabilidad de las nuevas redes introduciendo elementos atractivos
para la demanda, diferenciadores de las ofertas hertzianas.
El interés económico aparente de este sector de la
distribución hace mover capitales hacia el mismo. En la tabla 1 se puede ver
el interés de las entidades financieras por participar en este sector, y en
España varios bancos participan del capital de las nuevas redes privadas de
TV.
Podemos ahora cuestionarnos la homogeneidad de los mercados respectivos y analizarlos partiendo de la oferta. Hay un hecho
bastante mal entendido en relación a los mercados de
audiovisuales, en concreto de la TV, y es que esos mercados están dirigidos desde
la demanda, son autónomos, por tanto no puede ir unido el desarrollo de la
oferta a una política industrial. Así fracasó el modelo francés de cablear
aplicando una política de Estado con un carácter eminentemente industrial, y
así el programa RACE comporta altos riesgos, al estar disociado de políticas
estimuladoras de demanda, al menos de los servicios que puedan actuar de
locomotora, que aseguren la viabilidad económica.
El costo de las nuevas infraestructuras para cable
es bastante importante, unas 10‑12.000 pts, por
terminación en tecnología coaxial, tanto como para necesitar estudiarse
convenientemente la viabilidad económica. Esto hace que la iniciativa privada
también se lo piense, en aquellos países donde es ese modelo el previsto por la
política institucional, como en el Reino Unido.
El resultado de cualquiera de estas
políticas, siempre que sea exitosa, es decir, se implanten
redes y tengan viabilidad económica, es una fragmentación
de la oferta, primero por la variedad de medios de difusión satélites,
redes terrestres y cable. Y en segundo lugar, por la propia estructura de este
mercado, al aparecer emisoras locales, regionales,
etc., generales o especializadas, gratuitas o de pago, comerciales o de no‑beneficio.
Ante esta variedad de canales, cada red de cable ensambla su paquete de
canales, con ciertas diferencias entre paquetes. En la tabla 2 se puede ver el desarrollo de las redes de cable en Europa,
con países donde la penetración es mínima y otros donde llega a casi todos los
hogares. Estos casos históricos están determinados por una comunidad
lingüística con los países adyacentes, que les permitió multiplicar la oferta
con el mínimo coste.
En la figura 7 se puede ver el crecimiento tan
espectacular de las redes de cable en Estados Unidos, donde se les permite
ensamblar cadenas y producir sus propios programas y, lo que es quizás más
importante, se les permite captar su propia publicidad para financiarse.
Ante esta multiplicación de la oferta (se habla de que a principios de siglo puede haber unas 100
cadenas emitiendo directamente por satélite), está claro que la demanda no
sigue un crecimiento paralelo. Aunque crezca el número de hogares con consumo
múltiple, o crezca el tiempo de consumo, se puede convenir en que hay un
límite físico a este crecimiento.
Si miramos los propios servicios de telecomunicación,
también aquí habrá una multiplicación de la oferta, pero muy posiblemente más
acorde con la variedad y peculiaridad de la demanda. Es significativo en este
punto mostrar una diferencia sustancial en la caracterización de la demanda de
ambos tipos de servicio. Los nuevos servicios de telecomunicación van
fundamentalmente dirigidos al sector de negocios, comercial, industrial, administrativo, etc., con necesidades variadas
y requisitos peculiares, lo cual se traduce en una especialización y una fragmentación de la demanda.
Por el contrario,
los servicios de difusión van dirigidos al sector residencial, con una especialización
muy relativa, derivada de las cadenas telemáticas. Dado que así las demandas
de unos y otros servicios están localizadas en lugares diferentes, la
planificación, y por tanto la implantación de las redes integradas, comporta
una complejidad mayor.
CARÁCTER DEL CONSUMO
En esta línea de diferenciación de la demanda,
podemos decir que los usuarios de los nuevos servicios de telecomunicación
justifican su adopción en la relación entre la inversión necesaria y la
mejora de productividad o de eficacia que pueda conseguirse con ellos. Por el
contrario, los usuarios o consumidores de televisión justifican el suscribirse
a servicios de difusión en la relación entre el coste y el entretenimiento
conseguido. Estas dos diferentes ecuaciones hacen muy difícil la previsión de
la demanda, máxime cuando los servicios de telecomunicación son nuevos, y no
existe experiencia sobre ellos, ni por parte de los usuarios ni por parte del
proveedor de servicios y del planificador.
Ya hemos hablado de la personalización del consumo
de productos audiovisuales. Hay otro efecto que ocurre cada vez más: el «zapping» (esto es, el pasar rápidamente por todos los
canales con el mando a distancia). La no fijación de la visión hace poco fiable el control de
audiencia, pues muy posiblemente se han consumido más productos audiovisuales
de los que es materialmente posible por el número de televisores.
Hay un hecho aún no estudiado: ¿cuál será la
reacción del consumidor ante unas tarifas de difusión que estén relacionadas
con el tiempo de consumo y quizá con la clase del producto consumido?, tales como podrían ser implantadas en las nuevas redes
integradas, con difusión bajo demanda (distribución conmutada). ¿Variarán los
hábitos de consumo? ¿Llevará esto a mantener el consumo máximo sobre las redes
hertzianas, en contra de la difusión vía cable? Son éstas cuestiones abiertas
sobre las que hay que investigar.
CONFLUENCIA DE LAS DINÁMICAS SECTORIALES
Si hasta ahora todo lo que hemos mencionado está
basado en la previsión partiendo de la situación actual, hay que pensar que
estos modelos no son estables y que ambos tipos de servicios están sujetos a
unas dinámicas diferentes, que ciertamente influenciarán la posible
integración.
Si comenzamos por la regulación, cabe mencionar el
monopolio existente para las redes de cable en su área de franquicia, sin
obligación de permitir el acceso de terceros para proveer otros servicios. El
vacío legislativo sobre estos accesos y sobre la posibilidad de dar esos
servicios avanzados sobre las redes de cable (aquellos servicios de I/A restringida,
como televigilancia, telecompra, etcétera),
contrasta con la regulación poderosa existente sobre las redes de TC, que les
obliga a permitir a terceros el acceso para dar otros servicios y que además
permite a la A.T. competir en ese mercado. ¿Cómo evolucionará
esta situación hasta dentro de 10 ó 15 años?
Como ya hemos dicho, es posible que las nuevas
infraestructuras sean reservadas a las AA.TT., así como algún servicio de banda
ancha, el más universal, como el videoteléfono. ¿Qué pasará si alguna red de
cable implantada con fibra óptica o con coaxial, pero con una estructura en
estrella, quisiera dar esos servicios reservados? ¿Se le prohibiría? Eso iría
contra la eficacia económica de que hablábamos al principio.
Por otro lado, en relación a
los mercados, como ya hemos significado, los mercados de servicios
audiovisuales están dirigidos por la demanda, mientras que los mercados de los
nuevos servicios avanzados de telecomunicación, los de banda ancha, aún no
existen, pudiendo, por tanto, decir que están dirigidos por la oferta, que a
su vez está dirigida, como veíamos, por la tecnología. ¿Cómo se
coordinarán ambas líneas directoras a medio plazo, cuando una demanda ya esté
satisfecha, con una oferta saturada, y, sin embargo, otra demanda sea aún
inmaterial y pudiera ser que esté desintonizada de la
oferta?
Otro efecto a considerar es que en los servicios de
telecomunicación, la demanda depende fuertemente de la penetración existente
de los mismos en ese momento, es decir, de la capacidad de comunicarse con
otros usuarios. Esto hace que el nacimiento de la demanda sea muy suave durante
los primeros años, retrasando la consecución del punto de rentabilidad
económica, y muy posiblemente afectando al crecimiento de la red. Este
fenómeno no existe en los servicios de difusión. El conseguir que los usuarios
se muevan o emigren de otros medios de distribución a las nuevas redes es una
labor fuerte de marketing, sin efectos multiplicadores, que encarecerá los
costes de explotación de estas redes, lo que incidirá sobre sus tarifas y consecuentemente
sobre la propia demanda.
Si, como hemos dicho, es factible, y quizá sea
autorizado, dar algunos servicios avanzados de telecomunicación por las redes
de cable, las cuales habrán llegado mucho antes a su límite de crecimiento
económico en cuanto al propio servicio de distribución de TV, cabe
preguntarse si en 10 ó 15 años seguirá siendo su principal negocio la teledistribución o será la provisión de esos otros
servicios. ¿Cómo afectará esto al crecimiento de la demanda satisfecha de
estos servicios sobre las redes integradas?
Es importante también significar el coste tan
elevado de la inversión en nuevas estructuras. Los equipos y sistemas no serán
más baratos que los actuales, debido a su creciente complejidad y bajas
economías de escala iniciales. Las fibras ópticas verán reducido su precio,
pero esta reducción se verá en parte compensada por el aumento en los costes de
tendido. La financiación de la inversión suele hacerse en función de los ingresos
generados cada año, al menos con el modelo actual, en el cual, como hemos
dicho, se le reserva a la A.T. algún servicio para
que genere los recursos necesarios a este fin.
Con el crecimiento lento de la demanda que hemos
mencionado, los recursos obtenidos serán limitados, con lo que la extensión de
las redes será también lenta. Por el contrario, la inversión para redes
especializadas en distribución es bastante menor, y además estarán ya en
período de amortización dentro de 10 ó 15 años.
¿Se proveerán otros medios de financiación de estas
infraestructuras, como se hace con las carreteras o con los ferrocarriles? Esto
significaría la pérdida de independencia del sistema de telecomunicaciones,
por tanto el agotamiento del modelo actual.
CONCLUSIÓN
Para concluir mi exposición, me permitiré hacer unas
pequeñas conclusiones.
Hemos visto cómo ambos tipos de servicio presentan
características diferenciadoras. Desde regulaciones
diferentes, más estrictas y protectoras las de TC., pero con una voluntad de cambio y apertura clara, contra
unos monopolios de facto y un vacío legislativo en los servicios de
distribución por cable. Pasando por unos mercados con fuerzas directoras muy
diferenciadas, la tecnología en el caso de las redes y servicios avanzados de
banda ancha, en TC. y la demanda en el caso de las de
difusión, con unos agentes muy definidos,
tradicionales en el sector de TC., y con nuevos
entrantes de otros sectores en el sector de difusión de TV. y
llegando a una multiplicidad de alternativas
tecnológicas, que abren diferentes opciones de aplicación, optimizadas para
cada tipo de servicio independientemente, lo que implica una mayor complejidad
de planificación y un mayor coste de implantación en el caso de las redes
integradas, lo que incidirá en los costes operativos y en las tarifas a
aplicar.
La diferente dinámica de estos sectores no parece
asegurar que estas divergencias vayan a corregirse. Por ello, podríamos hacer
una recomendación: diseñar e implantar políticas dirigidas a localizar los
diagramas de evolución de ambos sectores, es decir, aplicar políticas
convergentes, en lugar de disociadas como ocurre ahora. Lamentablemente,
estas políticas crearán conflictos entre las opciones y oportunidades para los
diferentes agentes, lo que parece no ser deseado por ellos, que deberían ceder
así parte de su status aunque podrían ganar en otras parcelas.
Pero no debemos ser negativos en nuestro análisis.
Pensemos que, como veíamos al principio, la integración y unicidad de
infraestructuras no es la única alternativa de futuro. Incluso económicamente
puede ser ventajosa otra alternativa no integradora.
Por otro lado, la historia demuestra que el avance
tecnológico es inexorable y, si la tecnología favorece y justifica la
integración, no nos debe caber duda de que se
alcanzará esa solución, aunque sea después de un cierto retraso.
NOTAS
(*) Una conferencia basada en lo aquí recogido fue
desarrollada en el pasado seminario sobre Telecomunicaciones, de la
Universidad Internacional Menéndez Pelayo (septiembre 1989).
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
(1) E. Lera KDiverging Regulatory Scenarios for
Inteprated Broadband Communications». European Communications Policy Research Conference,
Kronberg. October 25‑27‑1989.
(2) G. Kent. Webb. «The Economic of
cable Television».
(3) P. Dautry. «Une alternative
technologique». Télécom Magazine. N.” 18,
octubre 1988.