España: El peso de la historia
Coincidencias puntuales y ausencia de estrategias
Enrique Bustamante (*)
Modelos históricos atípicos en telecomunicaciones y
audiovisual se homologan ahora en España al contexto europeo. Pero este lastre
histórico determina una ausencia de estrategias de convergencia y la
preeminencia de envites políticos.
Jurídicamente, pero también económica y
políticamente, telecomunicaciones y audiovisual conforman en España modelos
históricos claramente atípicos en el contexto europeo. Pero esta especificidad,
enraizada en una larga tradición, no ha permitido a cambio superar más flexiblemente
las distancias establecidas entre ambos sectores. Comprender ese divorcio exige
repasar rápidamente tal peso de la historia.
HISTORIAS DIVERSAS
La concesión en exclusiva en 1924 del servicio
telefónico a la Compañía Telefónica Nacional de España, filial de una empresa
estadounidense convertida pronto en importante multinacional, marca como bien
se sabe la historia de las telecomunicaciones españolas hasta hoy. Con sus
condiciones particulares (Reglamento de 1929, Contrato de 1946) mantenidas más
allá de la «nacionalización» de 1945, se conforma un modelo peculiar que muchos
analistas han diferenciado drásticamente respecto al estadounidense de la ATT (privada
pero con control de la FCC) y de los PTT europeos, como un modelo diseñado en
los Estados Unidos para los países menos desarrollados (Castells y otros, 1986
A 124; López Garrido, 1988, 120) que sólo compartirá España con los países
latinoamericanos y, por poco tiempo, con Rumania, caracterizado por el hecho de
que «el Estado renuncia prácticamente a la soberanía sobre sus telecomunicaciones»
(Castells y otros, 1986, 124). No de otra forma se
puede calificar que la propia Administración se sometiera a la capacidad
reglamentaria de la Compañía sobre sus servicios, aceptando incluso que las
leyes futuras no podían ir «unilateralmente» contra el Contrato, además de
conceder a ésta privilegios fiscales y de expropiación forzosa. La ausencia de
PTT traerá consigo lógicas consecuencias en un desarrollo inarmónico de los
servicios y la generación de desequilibrios internos (OCDE, 1985).
La sucesiva legislación promulgada hasta finales de
los años setenta partirá de este dato capital para consagrar la separación de
redes de telecomunicaciones entre la CTNE y la Administración, excluyendo a la
primera del servicio público de mensajes telegráficos y de telex
(Decreto de 31‑10‑46), así como del servicio de telegramas
internacionales y con las islas Canarias (Decreto de 21‑12‑70) concedidos
a la Dirección General de Correos y Telecomunicación, frente a la explotación de
los servicios costeros y portuarios, el servicio de retransmisión de datos y
de transmisión de información, incluyendo los de teleinformática, videotex, teletex, señales de telealarma y
control, telemedida y telemando (Decreto de 26‑10‑78),
encomendados a la CTNE.
Por su parte, la historia de la radio‑televisión
española (que centra el sector audiovisual por su peso económico y de
audiencias frente a la crisis permanente del cine) no resulta menos peculiar.
Las consideraciones políticas priman en efecto en la legislación sobre
radiodifusión establecida en la postguerra y en la
creación misma de la radio estatal y de su red (Decreto de 4‑8‑44),
pero también en la configuración su¡ generis de la televisión española desde
su creación hasta el Estatuto de 1980: integrada directamente en la
administración estatal, primero bajo la Dirección General de Radio y Televisión
y luego bajo la de Radio y Televisión, pero siempre en el Ministerio de
Información (Información y Turismo más tarde), la radiotelevisión estatal
mantendrá en la práctica ese estatus jurídico más allá de la constitución del
«servicio público centralizado Radiotelevisión española» (1973), e incluso
después de ser designada como organismo autónomo dependiente del Ministerio
de Cultura (1977). La separación de la red de radiodifusión de las restantes
de telecomunicaciones se consagra desde 1944 y se refuerza como «tercera red»
tras la creación de la televisión.
Al mismo tiempo, una televisión dominada por la
dinámica política del régimen franquista consigue instalar, prácticamente
desde sus orígenes, una financiación prioritariamente comercial, insólita
también en el contexto europeo (Bustamante‑Zallo, 1988).
Desde posiciones institucionales muy diferentes a
las tradicionales en Europa occidental, ambos sectores se encuentran así, sin
embargo, en dinámicas completamente divergentes: hablar de telecomunicaciones
parece remitir inmediatamente en España a negocio económico; hablar de
televisión significa, en la mayor parte de los casos, hablar de política. Pero
en ambos mundos, el concepto y la conciencia de servicio público sufren
carencias elementales.
Estos orígenes explican también que ciertos
términos, familiares a los analistas de estos ámbitos, suenen en España de
forma diferente: la desregulación de las telecomunicaciones no podría
consistir aquí, como en otros países europeos, en un cambio de estatus del
operador principal, privado desde sus orígenes, ni en un cuestionamiento de su
monopolio, no contestado ni por los poderes públicos ni por los intereses
privados, sino todo lo más en una cierta liberalización de los servicios de
valor añadido o de los terminales. De la misma forma, la «liberalización» de
la televisión no rima con la introducción masiva de la publicidad en la
televisión pública, de la que RTVE tuvo el dudoso mérito de ser pionera en
Europa, sino con la apertura a canales privados.
ESPORADICAS PROPUESTAS DE CONVERGENCIA
Es a este peso histórico, y a su asunción en forma
de hábitos e intereses por parte de la Administración pública como de las
propias cúpulas profesionales de instituciones y empresas, a las que cabe
achacar la notable ausencia en los últimos años en España de un debate público
sobre la convergencia audiovisual‑telecomunicaciones, frecuente en otros
países europeos. De hecho, esta problemática sólo surgirá esporádicamente en
los momentos álgidos de la transformación legislativa de ambos sectores y,
muy especialmente, de la ordenación de las telecomunicaciones, y ello desde
una perspectiva de racionalización tecnológica y económica de las redes o
desde la prospectiva de una evolución ilustrada por países más avanzados. Los
antecedentes reales de convergencia telecomunicaciones‑audiovisual en
España, escasos y puntuales, no tendrán peso alguno en estas propuestas.
La coincidencia, más que convergencia, histórica
entre esos sectores puede limitarse en efecto, de una parte al servicio de
transporte de la señal que la CTNE ha prestado a TVE desde hace años
(conexiones intercontinentales vía satélite a través de Intelsat,
como Europa a través también de Eutelsat y para sus
enlaces de transmisión en directo con las islas Canarias), y más recientemente
a las televisiones autonómicas. De otro lado, puede recordarse el proyecto tan
pionero como frustrado que unió a RTVE con Cosesa,
filial de Telefónica en los primeros años setenta, para el tendido de cable en
Madrid y Barcelona, abandonado después de un alto costo previo; de aquella
desgraciada experiencia (Bustamante, 1982, 185‑187) quedó sólo un
contencioso económico entre ambas compañías y un servicio, el hilo musical (encomendado
a Telefónica, pero alimentado en sus contenidos por Radio Nacional), cuyo interés
no reside en su peso económico, sino en su característica, atípica en el ámbito
de las telecomunicaciones, de comunicar según un esquema punto a masa.
Sin relación, por tanto, con esas circunstancias
puntuales y al impulso de un período de discusión, en los primeros años
ochenta, sobre el marco legal y tecnológico de futuro para las
telecomunicaciones españolas, algunas voces aisladas van a alzarse desde
ámbitos especializados para pedir o vaticinar una convergencia en las redes o
la gestión de telecomunicaciones y audiovisual. Así, en 1983, la ponencia
oficial a unas jornadas del PSOE sobre telecomunicaciones e informática proponía
la «integración de las infraestructuras, redes y servicios de telecomunicación
y teledifusión en un único ente gestor público (PSOE, 1983).
Y ese mismo año, un documento presentado por el COIT al Ministerio de la
Presidencia, en coincidencia con un reverdecimiento en los debates
periodísticos sobre la televisión privada preconizaba «el establecimiento de
una única Red Nacional de Telecomunicación y Teledifusión a la que se llegaría a través de un Plan Técnico de integración de
las actuales redes» (COIT, 1985), integración que sería defendida también por
otros expertos a título privado (Barrasa, 1986; Sanz,
1985).
En 1986, por otro lado, un informe sobre las nuevas
tecnologías en España realizado por encargo de Presidencia del Gobierno proponía
asimismo una integración de las redes tras concluir que «... la actual
indefinición en materia de telecomunicaciones hace que las inversiones en
infraestructura de estos últimos organismos (CTNE, RTVE, Dirección de Correos
y Telégrafos) sean en parte una duplicación de redes y equipos de telefónica
lo que puede ser causa de escándalo público», y para enumerar las desventajas
económicas y tecnológicas presentes y futuras que se
derivaban de la situación existente. (Castells y otros, 1986, 354).
Desde ángulos más teóricos y de prospectiva, varios
informes publicados por Fundesco han afirmado que el
escenario de futuro de las telecomunicaciones incluía, junto al crecimiento de
su importancia económica y social, una confluencia con las comunicaciones de
masa y, específicamente, con el sector audiovisual (Lera,
1986, 36; Castilla, 1989, 16).
Y sin embargo, los resultados de una amplia
encuesta realizada por Eurocomunication Recherche sobre el tema, en mayo‑junio de 1989, entre
expertos y directivos de las principales instituciones y empresas del sector daba un resultado inequívoco; los
encuestador consideraban abrumadoramente que la convergencia entre ambos
sectores no se estaba produciendo en España e incluso que no era divisable más
que a largo plazo. Pero las encuestas y entrevistas realizadas permitieron
además captar unas actitudes individuales entre estos profesionales de primera
fila en ambos sectores que tendían más hacia el recelo y la pugna mutua que
hacia la convergencia. En otras palabras, la conciencia de la convergencia
parecía haberse alejado en los últimos años de intensa actividad legislativa
sobre las telecomunicaciones y el audiovisual.
DESREGULACIÓN Y RE‑REGULACIÓN, DOS
CAMINOS SIMULTANEOS
El Estatuto de la radio y la televisión de 1980
constituyó formalmente a RTVE como servicio público en una sociedad democrática,
homologándola con sus colegas europeos, pero abrió la puerta al tiempo a los
terceros canales autonómicos, a los que el Estado proporcionaría la
infraestructura técnica de la red. En la práctica, como se sabe, las televisiones
de Cataluña y el País Vasco se adelantarán por la vía
de los hechos a las previsiones legales y a su regulación por la Ley del
Tercer Canal de 1983, constituyendo sus propias redes de radiodifusión.
Se inauguraba de esta forma una etapa de confrontaciones
con RTVE, que negará en no pocas ocasiones y durante varios años su red de
transporte a estas televisiones autonómicas (Eurocommunication
Recherche, 1987), obligándolas a hacer uso de los
servicios de Telefónica e incluso de televisiones extranjeras, pese a
postularse para el futuro como detentadora de la red general para todo tipo de
emisoras televisivas. Y lo que es más importante, a las tres redes tradicionales
citadas (Telefónica, RTVE y Dirección General de Correos) se añadían otras de carácter
regional con una acentuada consecuencia de superposición de infraestructuras,
despilfarro del dinero público y descoordinación (ver Cuadro 1).
En este contexto, y en el más amplio de la herencia
legislativa mencionada anteriormente, la política de telecomunicaciones emprendida
a partir de 1985 (creación de la Secretaría General de Comunicaciones y de la
Dirección General del mismo nombre) y especialmente de la
LOT (diciembre de 1987) es a la vez desreguladora y
reguladora:
* Desregulación: en la apertura del camino legal a
las televisiones privadas, en la liberalización prevista de terminales y en la
parcial de servicios de valor añadido.
* Re‑regulación: en la concentración de
competencias de gestión, administración y control de las telecomunicaciones
sobre el Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones, en la
unificación sobre un mismo órgano administrativo de las competencias sobre la
radiodifusión, en el mandato incluso de que « el conjunto de los servicios
públicos de telecomunicación deberán aparecer ante el usuario como una red
integrada, independientemente de que exista más de una entidad que los preste»
(art. 28.2).
La creación de Retevisión
como ente público de titularidad estatal (Ley de Presupuestos Generales del
Estado de 1989), vinculado al MTTC, debe entenderse, más que como un intento
de reunificación de las redes de telecomunicaciones, como una apuesta por
impedir una mayor dispersión con las televisiones autonómicas y privadas,
construyendo una instancia independiente de la competición televisiva (cuya
ubicación en RTVE se había hecho imposible), pero vinculada a ese control
unificado de la Administración. Incluso si las resistencias de las Administraciones
de Cataluña, el País Vasco e incluso Galicia a esta unificación hacen difícil
prever la consecución plena de esos objetivos a corto plazo.
En otras palabras, a su manera y “a su ritmo,
España parece encontrar estructuras paralelas a las de otros países europeos:
eliminación del monopolio de difusión y autonomización de la red de
radiodifusión, separación de la regulación y de la gestión de las telecomunicaciones,
tutelas comunes a ambos sectores... Pero dentro de estos denominadores
comunes, subsiste una singularidad que se expresa claramente en las diferentes
posiciones y estrategias seguidas por los principales actores respecto a la
convergencia.
CONVERGENCIA: DE LA PRUDENCIA A LA
COMPETENCIA
1. Desde el audiovisual
RTVE ha marchado con extremada lentitud en los
últimos años en la diversificación de servicios. A los balbuceos del teletexto,
cuyo tardío lanzamiento comercial no ha encontrado un gran eco, pueden
añadirse tan sólo experiencias piloto de radiosoftware
y telesoftware, y sus emisiones hacia América Latina
(Canal América) y hacia Europa realizadas a través de Telefónica vía Intelsat y Eutelsat
respectivamente, además de experimentos sobre la televisión de alta
definición, en conexión con la UER. El monopolio sobre la señal audio y vídeo
por satélite y cable reconocido por el Estatuto de 1980 y por la Ley del
Tercer Canal de 1983 no ha dado lugar a ninguna iniciativa efectiva en estos
ámbitos. La privación de su capacidad autónoma de difusión le sitúa en mala
posición para el futuro.
La actuación en este sentido de las televisiones
autonómicas que detentan una red propia resulta una incógnita por el momento.
Concebida inicialmente como una apuesta política de los Gobiernos y los
partidos nacionalistas (hasta el punto de que en el País Vasco la red
depende... del Ministerio del Interior), la diversificación económica y de servicios
no parece haber sido contemplada todavía.
La creación de Retevisión
como establecimiento encargado de la explotación de la red hertziana abre una
situación nueva: por primera vez, Telefónica se encuentra frente a un
competidor en su terreno: el alquiler de la red . Por
supuesto, las posiciones de las dos firmas son muy diferentes: una es una
sociedad privada de capital mixto, especializada en el teléfono y las
telecomunicaciones, con una importante cifra de facturación; la otra es
también una entidad de estatuto privado, pero su capital está enteramente
detentado por el Estado, se define como especializada en el transporte de la
señal de televisión y sus clientes son designados por las concesiones
estatales.
Sin embargo, es previsible que los problemas de
fronteras y las contradicciones entre ambas funciones no tarden en aparecer. En
el terreno de la transmisión de las señales de televisión entre estaciones
emisoras a nivel nacional e internacional, Telefónica
ha sido ‑como signataria en nombre de España de los acuerdos de
organizaciones internacionales de satélites‑ la responsable tradicional
de las prestaciones de buena parte de este servicio tanto para RTVE como para
las televisiones autónomicas, incluso si RTVE disponía
de circuitos de microondas que la ligaban a Francia, Portugal y Marruecos y que
hereda Retevisión. ¿Quién realizará en el futuro
este servicio? Hispasat asumirá, como veremos más
adelante, algunas de estas prestaciones, pero Retevisión
ha intentado ya conversaciones con el satélite Astra
para distribuir la señal de televisiones privadas. De ahí a la autonomía
indefinida en la totalidad de estas funciones sólo hay un paso.
La LOT precisa que los explotadores de redes podrán
proponer sus servicios si les queda capacidad libre más allá de su actividad
tradicional. Lo que abre perspectivas cruzadas para Retevisión
y para Telefónica. Las televisiones autonómicas y privadas jugarán
probablemente con esta concurrencia entre dos estructuras como ya lo hicieron
en el pasado. Pero además, la LOT estipula que los
concesionarios de servicios de difusión podrán proporcionar adicionalmente
«servicios de valor añadido» tales como el teletexto, imagen fija sonorizada y
telecopia radiodifundida si utilizan sus propios servicios de difusión y según
ciertas condiciones.
Otra fuente de dificultades entre ambas entidades
es el reparto del espectro hertziano. El operador de telecomunicación, que querría
extender su servicio de teléfono móvil, reclama la disponibilidad de la
totalidad de la banda VHF; pero Retevisión, sin
contestar al parecer este principio general de especializar el espectro, pide,
sin embargo, un importante plazo para realizar la transición.
Finalmente, uno puede preguntarse si la vocación
puramente administrativa de Retevisión, en
correspondencia con la tradición de RTVE, se resistirá a esa otra tradición propia
de las telecomunicaciones y más conforme con la actualidad europea, la de los
negocios. Por ejemplo, ¿el interés de la firma, como por otra parte el de sus
clientes, no va en el sentido de hacer contrapeso al monopolio de Telefónica
en ciertos terrenos? Por el momento se interesa por la red de telex, ¿por qué no proponer mañana comunicaciones especializadas?
O, lo que está más próximo a su oficio, servicios de videoconferencias o de videocomuncaciones? Desde ese
momento, Retevisión se convertiría en una segunda
red de telecomunicaciones en España, especializada en televisión pero abierta
a una cierta diversificación y más estrechamente controlada por el Estado de
lo que previsiblemente estará Telefónica.
2. Desde la cooperación mutua: Hispasat
En 1992 se lanzará el primero de los satélites
previstos del sistema Hispasat, sociedad anónima
cuyos dos principales accionistas son Retevisión y
Telefónica (25 por ciento del capital cada una), y cuya estructura está
diseñada para aplicaciones mixtas. En un principio, Hispasat
rediseñará evidentemente funciones atribuidas anteriormente a Telefónica o a
RTVE (como el transporte de la señal de televisión por satélite en los enlaces
internacionales). Pero sus directivos han informado
sobre demandas ya recibidas en el terreno de los servicios telefónicos, de
transmisión de datos, de señales de televisión nacionales, de difusión directa
de televisión e incluso posiblemente de nuevos canales privados... A través de Hispasat, pues, las dos sociedades nacionales de explotación
de redes no sólo verán rediseñadas sus actividades tradicionales, sino que
entrará en el «otro» oficio, en una relación de asociación
y no solamente como en el pasado, de ignorancia mutua, de competencia o de
relación puramente comercial, en una situación nueva de la que aún resulta
prematuro prever las consecuencias.
Aquí, la partición y especialización estricta
diseñada por la Administración encuentran una excepción.
3.
Desde las telecomunicaciones
Telefónica ha tenido en los últimos años una actitud
pragmática y, más que una estrategia hacia el audiovisual, puede hablarse de un
prudente avance de peones, una toma de posiciones para el futuro. La razón de
esta prudencia puede encontrarse tanto en las incógnitas de la legislación en
reformulación como en sus circunstancias internas, con el retraso de la red
telefónica tradicional que trata de llenar antes de lanzarse a nuevas aventuras.
Sin embargo, pueden encontrase actividades y proyectos que se inclinan hacia
el sector audiovisual:
• El cable: Telefónica tiene un ambicioso Plan de
cableado que parece privilegiar para el futuro la red numérica de banda ancha,
en conexión con la asunción desde el MTTC y los fabricantes de equipamiento del
programa RACE.
El objetivo es reunir el conjunto de las transmisiones
de telecomunicación mediante una extensa red en fibra óptica que enlazaría
las grandes ciudades para trazar después anillos en torno a ellas
. La firma no oculta que podría transmitir señales de televisión, pero
en principio declara que no están previstas conexiones directas con los
domicilios particulares que podrían suponer una red de televisión por cable.
Sin embargo, este proyecto deja la puerta abierta, teniendo en cuenta el
progreso en la transmisión de las señales, a una ampliación futura de su
utilización, especialmente en el probable caso de que la red aparezca
sobredimensionada en relación a sus aplicaciones
proyectadas o necesitada simplemente de una amortización rápida para las fuertes
inversiones necesarias que los servicios audiovisuales pueden conseguir en
plazos breves. Lo que enlaza con el hecho de que muchos de los proyectos de
cableado para televisión esbozados en los últimos años en España hayan
planteado la colaboración de Telefónica en este terreno, desde la por el
momento frustrada Barcelona Cable, hasta los proyectos para 1992 que merecen de
paso ser destacados.
•
1992: Expo, Olimpiadas y Centenario: Los tres grandes acontecimientos previstos
para 1992 incluyen la necesidad de desarrollar servicios de telecomunicación y
televisión. En la mayor parte de ellos, Telefónica ha adquirido la
responsabilidad, junto con otros socios españoles y extranjeros a veces
(sociedades de aguas francesas, por ejemplo), de realizar estas
infraestructuras, quedando en la indefinición con frecuencia la
responsabilidad de ofrecer los servicios audiovisuales. 1992 se convertirá en
cualquier caso en un escaparate importante de este saber hacer, con resonancia
internacional.
• El hilo musical: De la ya citada aventura del
cableado de Barcelona y Madrid por Cosesa quedó el
servicio bautizado como «hilo musical», especie de radio por abono con destino
a los grandes almacenes, hoteles y otros establecimientos públicos. Reseñado
anteriormente su carácter de comunicación punto‑masa, es preciso decir
que su configuración se parece a la de una red de televisión por cable, con
separación del operador de la red del aprovisionamiento de programas (Radio
Nacional), y que numerosos interlocutores nos lo han calificado de servicio de
valor añadido, en acuerdo con la implicación de Telefónica pero en contradicción
con la necesidad de disponer de una licencia de emisión. La configuración
particular de este servicio podría así servir de base a desarrollos jurídicos
y comerciales futuros, pero aún es pronto para saber si este ejemplo es una
anécdota secundaria o el fermento de un desarrollo futuro.
• Telemática: La telemática está aún poco
desarrollada en España, contándose, por ejemplo, en 1989 tan sólo con 5.000
terminales de Ibertel frente a los cuatro millones
de abonados al minitel francés. Sin embargo, planes
recientes fijan como meta 400.000 terminales en funcionamiento para dentro de
dos años, impulsados en parte por el programa STAR, que se duplicarían en poco
tiempo con la conexión de los ordenadores personales. El desarrollo de estos
servicios, la tentación de Telefónica de entrar también como gestor de
servicios (sociedad de estudios del mercado de los VAS creada por el momento
con IBM), la posibilidad de que las televisiones públicas y privadas
diversifiquen también ahí su actividad, las incógnitas de conjunto sobre los
usos sociales retenidos en ese campo... son factores posibles de convergencia
en el futuro.
LOS NUEVOS ACTORES
Pero la desreglamentación (como acertadamente
señala el texto de J. L. Iwens) significa también la
fragmentación de los protagonistas de ambos sectores, la apertura a nuevos
actores que hoy están ya irrumpiendo en esos mercados. Y aunque ahí también,
los oficios originarios pesan habitualmente, diseñando actividades separadas,
la diversificación futura en los mercados o en la financiación podría
constituir el germen de futuras convergencias.
•
Televisiones de pago:
‑ Aprovechando el vacío jurídico creado en los
primeros años ochenta, el llamado vídeo comunitario (instalaciones de cable
que enlazan con un magnetoscopio central) proliferó especialmente en
determinadas regiones y ciudades. La LOT y la ley de propiedad intelectual
cortaron ese crecimiento salvaje, pero aun así existen hoy redes que en
conjunto parecen sumar muchos centenares de miles de hogares abonados
. Además, la presión legal y administrativa les ha impulsado a
asociarse, y probablemente les obligará a intensificar los acuerdos con
canales por satélite.
‑ El antecedente de Canal 10 puede ya hacer
pensar en la frágil frontera que permite que un satélite de telecomunicaciones
pueda realizar un servicio de teledifusión. Pero, después de su fracaso, el
Canal Plus francés se ha asociado con PRISA y otras
sociedades para constituir Canal Plus español, objeto
de una de las tres concesiones gubernamentales para la televisión privada bajo
la forma, en este caso, de un canal codificado en buena parte al ejemplo
francés.
Esta concesión singular, que obligará más o menos
tarde a la Administración a definir una reglamentación también particular, plantea
como en el caso francés numerosas incógnitas para la convergencia futura:
formas de remuneración y mercado del audiovisual, gestión de los contadores,
posibles expansiones por el satélite o el cable...
* Las televisiones privadas en general, como ya se
ha mencionado antes, pueden encontrar, una vez conseguidos mercados básicos
en su oficio, salidas complementarias a éste en la telemática, el teletexto,
los VAS en general. Tanto más por cuanto que cuentan en todos los casos con partenaires extranjeros
con cierta experiencia en esa diversificación.
* Determinados grupos financieros actúan ya, con más o menos fuerza según los
casos, en las telecomunicaciones y el audiovisual, en las empresas de
fabricación de equipos, en la promoción de VAS, a veces en productoras‑distribuidoras
audiovisuales, en sociedades concesionarias de televisión privada... Es el
caso, por ejemplo, de grandes grupos bancarios españoles, como Banesto, Central, Bilbao‑Vizcaya... Por el momento,
ciertamente es una simple multiplicación de apuestas financieras, pero podría
ser también en el futuro un empuje para la convergencia de estrategias y para
los puentes entre ambos sectores.
Se trata siempre, como vemos, de posibilidades de
futuro más que de realidades presentes. Potencialidades que se verán reforzadas
o disminuidas por la solución a las numerosas incógnitas legales y políticas
abiertas aún para el inmediato futuro, en esta época de convulsión
legislativa en ambos sectores:
- El nuevo contrato del Estado con Telefónica
está aún pendiente.
-
El
desarrollo de la LOT está por hacer también, y estos
reglamentos darán en buena parte la medida auténtica de la desreglamentación
alcanzada.
-
Las
emisiones de las televisiones privadas obligarán a una remodelación del
reparto y uso de frecuencias.
-
El
control de las cuotas y condiciones generales de concesión de estos canales
privados se atribuye legalmente al MTTC, pero éste carece por el momento de un
dispositivo adecuado para esa tarea. Su formación medirá la voluntad y
capacidad de la Administración central para garantizar ese servicio público.
-
El
monopolio de televisión por satélite o cable, atribuido por el Estatuto a RTVE,
parece haber perdido su vigencia con la LOT y la
creación de Retevisión, lo que plantea un grave
vacío jurídico.
-
El
Gobierno ha anunciado para esta legislatura el desarrollo del marco legal para
la televisión por satélite, la televisión por cable y las televisiones de baja
frecuencia.
CONCLUSIONES: AUSENCIA DE ESTRATEGIA DE
CONVERGENCIA Y SOBERANÍA NACIONAL.
Los modelos específicos creados históricamente
delimitan en España en buena medida la conformación actual de las telecomunicaciones
y del audiovisual. La evolución jurídica de los años ochenta, fruto tardío de
la democratización pero también del contexto internacional, representa un
fenómeno complejo en el que se mezclan re‑reglamentación y
desregulación. Ambos sectores se conforman así en un
régimen de economía mixta, pero con funciones separadas y con un peso
diferencial del Estado.
No aparecen en este marco estrategias claras para
la convergencia entre los dos ámbitos, pero sí cruces puntuales, tomas de posición,
gérmenes quizás de un proceso a medio plazo, pero del que resulta aún difícil
prever una clara orientación. La conformación de los dos principales
protagonistas, Retevisión y Telefónica, parece
recordar las pugnas tradicionales entre TDF y France
Telecom, pero aunque también aquí el actor de las telecomunicaciones conserva
el máximo potencial tecnológico y financiero , resultan arriesgados los
trasplantes mecánicos de experiencias ajenas.
Pero comparada a otros países europeos, la gran
lección de la experiencia española está en otra cuestión: el acento puesto
sobre el paralelismo entre red y soberanía nacional. Los esfuerzos
convergentes del Estado central como los divergentes de algunos Gobiernos
autonómicos no contradicen la liberación de los sectores, puesto que se mueven
en otro plano, el político, el de la soberanía territorial. Se trata de una
rivalidad existente tanto en las relaciones entre la Administración central y
Telefónica como en las de aquél con los gobiernos autonómicos. Y las frecuentes
apelaciones al Tribunal Constitucional revelan divergentes interpretaciones
sobre la naturaleza misma del Estado, confundido con la arquitectura de las
redes.
Pero estas pugnas y rivalidades políticas pesarán
inevitablemente sobre el futuro de la convergencia entre telecomunicaciones y
audiovisual, sin que sea posible prever todavía sus consecuencias.
Este texto constituye en buena parte una síntesis
del informe «La convergence de l’audiovisuel et des télécommunications en Espagne»,
realizado por E. Bustamante y J. M. Salaüm, con la colaboración
de J. M. Alvarez y T. Sánchez en el marco de una investigación
emprendida por Eurocommunication Recherche
en toda Europa, y gestionada en España por Fundesco.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Barrasa, G. 1986. Condicionamientos y posibilidades de la
tecnología para la televisión española. En Bustamante/Villafañe
(Ed.) La televisión en España mañana. Siglo XXI/RTVM.
Madrid. 1986.
Bustamante, E. 1982. Los amos de la información en
España. Akal. Madrid.
Bustamante, E/Zallo, R.
1988. Las industrias culturales en España. Akal.
Madrid.
Castells, M. y otros. 1986. Nuevas Tecnologías,
Economía y Sociedad en España. Alianza Editorial. Madrid.
Castilla, A. (Ed.) La
economía de las telecomunicaciones, la información y los medios de
comunicación. Fundesco. Madrid.
COIT. 1985. El Colegio Oficial de Ingenieros
ante la Regulación de la Televisión Privada en España. Madrid. 14 de mayo.
Lera, E. 1986. El futuro de las telecomunicaciones. Fundesco. Madrid.
López Garrido. D. 1989. La crisis de las
telecomunicaciones. Fundesco. Madrid.
OCDE. 1988. The telecommunications industry. The
challenges of structural change. OCDE. París.
PSOE, 1983. Secretaria de Estudios y Programas.
Ponencia sobre ordenación de las telecomunicaciones y su relación con la
informática. Noviembre. Madrid.
Sanz, L. 1985. «La red de teledifusión en España:
desorden legislativo, caos técnico». En Telos n° 3. Madrid. Julio‑septiembre.