El reinado de la televisión
Evolución de la comunicación de
masas
La evolución de la comunicación de masas, sus cambios tecnológicos, sus funciones sociales y de la investigación misma en comunicación resultan ejemplarizadas en el medio televisivo. No en vano la televisión juega un papel hegemónico incontestable.
La evolución y estructura de la comunicación de
masas en América Latina quiere ser presentada en este artículo a través de la
Televisión, en tanto el más reciente sistema masivo de comunicación. Se analizará la evolución de la Televisión y su impacto en
otros medios de comunicación; finalmente se expondrán
algunos cambios en la conceptualización de la Televisión.
1. EXPANSIÓN DE
LA TELEVISIÓN EN AMÉRICA LATINA
Algunas cifras ayudan a ilustrar la expansión de la
televisión en la región. En 1965 había ocho millones de televisores en América
Latina; en 1983 los aparatos receptores llegaban a 45 millones (UNESCO. Statistical Yearbook. 1985). Otras cifras
muestran que los televisores han aumentado en la región más que el crecimiento
de la población: en 1965 había 32 televisores por mil habitantes; en 1985 son
138 aparatos por mil habitantes (UNESCO. Ibidem).
Estos datos señalan que como promedio existe un
receptor de televisión por cada siete latinoamericanos. Es un dato cercano al
promedio de disponibilidad mundial, el cual alcanzaba a un receptor por cada
7,5 habitantes en 1983, según la misma fuente.
Junto a la expansión de los aparatos receptores ha
existido una expansión de las plantas transmisoras en la región; de 250
emisoras en 1966 se ha pasado a 1.540 en 1985, es decir, las estaciones han
aumentado seis veces, según UNESCO. Pero estos datos promedios no reflejan la
desigual disponibilidad, tanto en receptores como en estaciones, en especial
la desigualdad entre zonas urbanas y rurales ‑como
constata Roncagliolo en su estudio sobre la Televisión
en los países del Pacto Andino (1).
Los datos acerca del consumo de Televisión son más
escasos. En las zonas centrales y urbanas de Chile la audiencia promedio
alcanza a las cuatro horas diarias, cifra que se eleva a cinco horas por día
entre los niños y pre‑adolescentes (2); en
Brasil se estima que la media nacional de horas de encendido del televisor llega
a tres horas diarias (3).
La mera expansión cuantitativa de la Televisión en
América Latina impacta a otros medios de comunicación, provocando trastornos, y
constituyéndose en el medio más importante:
- baja relativa en la exposición a los medios
escritos clásicos (libros, periódicos y revistas de corte analítico); entre
1975 y 1984 el tiraje de periódicos por mil habitantes en América Latina y el
Caribe (AL/C) sólo ha subido de 75 a 80 ejemplares en el año, según UNESCO (op. cit. 1987);
‑ crisis de las librerías como sistema de distribución
literaria y emergencia de otros sistemas de circulación, como el kiosko y el libro promocional
‑ dificultades de comprensión en lecto‑escritura; dificultades expresivas
relacionadas con la palabra hablada y escrita: descuido de la retórica
discursiva, ortografía y redacción;
‑ pérdida de asistentes al cine en AL/C:
mientras en 1975 hubo mil millones de espectadores, en 1985 se bajó a 800
millones. La crisis en la industria se refleja en la caída de producciones:
mientras en 1975 se produjeron 310 films, en 1985
sólo se alcanzó a 240 (UNESCO, op.
cit. 1987); paralelamente se constata la creciente
exhibición de vídeos en el hogar;
‑ captación creciente por la industria televisiva
de los recursos económicos provenientes de la publicidad, con la consiguiente
crisis financiera para otros medios.
‑ las inversiones públicas y privadas en la industria
televisiva priman por sobre las inversiones en otros medios: mientras hay 138
televisores por cada mil habitantes en AL/C, la disponibilidad de teléfonos
sólo alcanza a 71 por cada mil latinoamericanos (ITU. 1986);
‑ la radio es un medio que continúa expandiéndose
en América Latina, especialmente en zonas rurales. Las
emisores crecen de 4.140 a 6.200 en la década 1975‑1985; y los aparatos receptores pasan de 180 a 328 por mil
habitantes en el mismo período (UNESCO. Ibíd.). La mayor diversidad en la
propiedad del medio, la baja del costo del hardware y los menores costos de operación
lo han convertido en un medio más flexible: hay radios de música popular, religiosas,
educativas, de alta cultura, etc.; modelos radiales de grandes urbes muy diferentes
a las radios rurales. Sin embargo tiene grandes dificultades económicas para
subsistir y programar más innovadoramente;
‑ alteración del prestigio social de los medios;
la Televisión ha adquirido una atracción y fascinación sólo comparable al prestigio
popular del cine entre las décadas 30-50 de nuestro siglo.
La presencia cualitativa de la Televisión
De acuerdo con los datos aportados por Tapio Varis
(4) y más recientemente por Marcelino Bisbal (5), al
menos la mitad de los programas exhibidos en la TV latinoamericana son de
entretención ficcional; las series y films son mayoritariamente de procedencia norteamericana;
los dibujos animados infantiles proceden habitualmente de Japón; existe
alrededor de un 12‑15 por ciento de telenovelas producidas en América
Latina; las producciones narrativas de origen europeo representan un escaso
porcentaje.
Decenas de estudios con análisis de contenido de la
narrativa televisiva, en particular de la producida en USA, América Latina y
Japón, han demostrado que los personajes y las conductas en la vida ficcional no son un reflejo realista o naturalista de la
vida cotidiana (6).
Cuando se habla de la “vida televisiva” comparada
con la “vida real”, esta última se está entendiendo de dos maneras diferentes.
En un caso, la “vida real” es la descripción proporcionada real de sexos,
edades, oficios, profesiones, crímenes, accidentes, enfermedades, etc.; la vida
exhibida por la TV sería distorsionada en tanto altera la normalidad
estadística. En el otro caso, la deformación presentada por la vida televisiva
sería la alteración de ciertos modelos de comportamiento que se consideran
valores sociales por mantener o por conquistar ‑con independencia de si
esas conductas tienen o no vigencia estadística
actual. Los estereotipos de la TV no solo distorsionan lo que se considera la
normalidad estadística sino que presentan modelos de comportamiento‑ que
no concuerdan con el cómo debería ser una conducta socialmente valorada:
valores éticos, hábitos de salud e higiene, igualdad entre sexos y razas,
solidaridad, austeridad, y otros.
Los temores ante la TV
La masiva presencia cuantitativa de la TV y las
características cualitativas de la programación transmitida han provocado
fuertes críticas entre investigadores de la comunicación masiva y dirigentes
sociales. Las apreciaciones que la Iglesia Católica, importante actor social en
América Latina, hiciera en el Documento de Puebla a la Comunicación y a la
Televisión en la región pueden resumir muchos de estos temores y puntos de
vista críticos.
El Documento de 1979 denuncia “la manipulación
ideológica y política que ejercen los poderes políticos y económicos que se
empeñan en mantener el statuo quo” (N. 1089). El monopolio de la información permite el uso arbitrario
de acuerdo con intereses sectoriales; empresas e intereses transnacionales
efectúan una grave manipulación de la información (N. 1071).
“La programación en gran parte extranjera, produce transculturación no
participativa e incluso destructora de valores autóctonos; el sistema
publicitario tal como se presenta y el uso abusivo del deporte, en cuanto
elemento de evasión, los hace factores de alienación” (N. 1072). “Los medios de Comunicación se han convertido muchas
veces en vehículo de propaganda del materialismo pragmático y consumista y
crean en nuestro pueblo falsas expectativas, necesidades ficticias, graves
frustraciones y un afán competitivo malsano” (N. 1073).
Diez años después de ese Documento, que sintetizaba
gran parte de las críticas y temores de la época ante la Televisión, todavía
una importante corriente de análisis continúa conceptualizando
la comunicación televisiva como un aparato de dominación ideológica; es decir,
denunciando a la Televisión latinoamericana por su programación ajena y
mistificadora de la realidad y acusándola de influir deliberadamente como una
fantasía placentera, anestésica y alienante. Carlos Kunde
acusa a la telenovela brasileña de ser un “sedante” que ayuda al trabajador
explotado a dormir por la noche, para levantarse al día siguiente a continuar
una vida condenada a ser siempre igual. También la televisión influiría para
reproducir imágenes patriarcales de la mujer: en la sociedad actual la mujer
“debe ser una pieza de adorno, cuya función es “dar hijos”. Y la televisión
ratifica esta idea. Por ello la presencia de la mujer en los programas de la televisión
es una cuestión política para mantener aquello que la sociedad nos impone...”
(7).
2. NUEVAS CONDICIONES TECNOLÓGICAS
En la década presente se constata una tendencia
nueva por comprender la evolución de la tecnología de producción televisiva y
sus consecuencias para la organización e impacto del medio (8).
TV regional y producción independiente
El nuevo hardware, más pequeño y más barato, hace
más factible actualmente la regionalización geográfica de la TV; entendiendo
por regionalización la constitución de emisores‑productores locales de
mensajes televisivos y no la tradicional retransmisión de programas producidos
en los estudios centrales.
América Latina presenta, en general, un severo
cuadro de concentración metropolitana y de marginalización económica, política
y cultural de extensas zonas geográficas. Para el economista Alejandro Foxley, la descentralización no puede ser considerada como
tarea postergable sino como una nueva condición
indispensable para enfrentar exitosamente la magnitud de los actuales
problemas que plantea el desarrollo (9).
La TV regionalizada podría hacer una importante
contribución cultural a los procesos de descentralización por vía de la
comparecencia pública de los problemas regionales, y el debate con los actores
y sus iniciativas de solución. Podría contribuir a generar autoconfianza
en las capacidades endógenas, reconocer agentes y organizaciones que invierten energia innovadora, y provocar una sana desatención hacia
las burocracias centrales.
Aprovechando la nueva infraestructura tecnológica,
se podría también desconcentrar la capacidad de crear productos culturales
televisivos; es decir, fortalecer una industria televisiva independiente de
las emisoras y ampliar el grupo de creadores‑productores que nutren la
programación televisión.
El desplazamiento de la presencia social de la TV
Con la digitalización del soporte material de la
electrónica, la TV se está transformando en un canal multiportador
de todo tipo de comunicaciones; como éstas tenían anteriormente soportes
materiales diversos podían, entonces, constituir industrias diferentes. Pero
ahora el soporte digitalizado de la electrónica introduce un dinamismo hacia
un monosistema multiportador
de diversas telecomunicaciones (RDS1) e integrador de diversas industrias.
Este dinamismo provoca un desplazamiento del medio
televisivo. La TV pierde importancia relativa como medio hogareño de
información y entretención y pasa a adquirir mayor centralidad la potencial
dimensión de telecomunicaciones y la dimensión de industria cultural integradora
de otras producciones.
La dimensión de industria cultural de la TV se
manifiesta, por una parte, en los procesos de integración horizontal y vertical
de productos culturales que anteriormente tenían presencia social autónoma:
cine, teatro, prensa periódica, música y fonografía, deportes, libros y
revistas, mensajes religiosos de la “iglesia electrónica”, etc. Por otra parte,
la magnitud de esta industria cultural tiene un potencial impacto dinamizador
de la economía: por la magnitud de los recursos movilizados directa o
indirectamente, por la generación de empleo, por su tasa de crecimiento, por
su participación creciente en el comercio exterior.
Nuestra tesis es que, como consecuencia, se está
produciendo un desplazamiento desde la tradicional función semántica del medio
hacia un relieve de su carácter industrial‑cultural. La influencia de la
TV transciende la comunicación simbólica para influir determinantemente en el
conjunto de la industria cultural y a través de este sector incide en el
desarrollo económicocultural más global de la
sociedad.
Si bien la investigación latinoamericana está
registrando los potenciales cambios que introduce la nueva condición
tecnológica, e intentando otra comprensión de la comunicación televisiva, ni
los gobiernos ni los organismos regionales multinacionales parecen capaces de
formular recomendaciones y planes acordes a la nueva realidad. Aún persiste una
comprensión unilateral de la función semantizadora
masiva del medio y, en términos prácticos, no se vislumbra su potencial
industrial cultural.
3. NUEVAS PERSPECTIVAS EN LA INVESTIGACIÓN
Junto a la nueva comprensión tecnológica, encontramos
también nuevas corrientes en América Latina que complejizan
su apreciación de la televisión y sus mensajes narrativos.
La crítica a la teoría de la dependencia
El cambio de perspectiva ha sido impulsado por la
crítica de investigadores latinoamericanos a previas teorizaciones
acerca de la función de la comunicación masiva. La “identidad cultural”
latinoamericana, concebida como una pureza cultural amenazada por la “invasión
cultural” de valores extranjeros difundidos por la Televisión, es un tema
cuestionado. “Cuando nos preguntamos cuáles son aquellos rasgos que corresponden
a la cultura invasora y a la cultura invadida, la definición de ambas,
especialmente de la invadida, resulta ser por demás problemática en cuanto se
intenta ir más allá del idioma o de un folklorismo
ingenuo. A menudo, la representación de la “cultura nacional” escogida por los
partidarios del dualismo no pasa de ser una imagen idealizada de formas
culturales nacidas en etapas anteriores del proceso histórico, también creadas
en condiciones de dependencia”.
“Un caso peculiar de ellas ‑dice Muraro- es el conjunto de normas y valores habitualmente
agrupados bajo el rubro de machismo, cuyos orígenes se remontan, probablemente,
al período colonial. En general, cualquier intento de retornar lisa y
llanamente a las formas más puras, pretendidamente originales, de la cultura de
los pueblos latinoamericanos y, a la vez, satisfacer las demandas de
liberación que han venido formulando los diferentes sectores que integran el
“campo popular”, tropezará inevitablemente con escollos como el machismo” (10).
Junto a esta crítica a la alienación cultural, Muraro rechaza las concepciones comunicacionales derivadas
de la teoría de la dependencia económica. En la teoría de la dependencia, la
comunicación sólo sería un reflejo de la economía, y ésta permitiría entender
la racionalidad ideológica oculta en los mensajes. La función de la
comunicación sería “encubrir la desigual distribución de los beneficios
económicos y socializar a los agentes económicos en la dirección requerida por
el proceso monopólico transnacional”. En su formulación más rígida, la teoría
de la dependencia es inaceptable porque en América Latina no habría ocurrido
una creciente pauperización ‑situación que sólo sería tolerable, según
la teoría, gracias al todopoderoso efecto sedante de las fantasías ensoñadoras
de la televisión‑, sino por el contrario, según los indicadores
económicos habituales, en las últimas décadas hasta los grupos más pobres habrían
mejorado, en términos absolutos, su situación económica.
Para Muraro sería más satisfactoria
una teoría de la dependencia más relativizada, en la
cual también los sectores pobres acceden a bienes considerados valiosos por
ellos mismos. Si la dependencia es una negociación en la cual también los más
pobres pueden acceder a algunos bienes evaluados como valiosos, los mensajes
comunicacionales se explican mejor en un esquema de “convergencia de intereses”
entre emisores y receptores. Muraro muestra esta
convergencia de intereses entre los fabricantes de
productos para el hogar y la mujer: electrodomésticos, alimentos, detergentes
alivian y acortan los trabajos domésticos y, en consecuencia, la mujer
adquiere un tiempo libre que es valorado como liberación.
La publicidad y la narrativa televisiva con los
modelos femeninos propuestos tampoco serían totalmente enajenantes, sino
incluso, al menos parcialmente, aliados liberadores al proponer aspiraciones,
pautas de comportamiento y la oferta de un consumo de bienes que realmente
aportan utilidad a la mujer. Muraro aparece con una
apreciación positiva ante los bienes de consumo y ante la comunicación masiva,
diferente a la astucia manipuladora que aparece en Godelier
(11). Para Muraro, el
problema más bien se trasladaría a si estas
aspiraciones pueden seguir cumpliéndose en el nuevo contexto económico
recesivo impuesto en la década de los 80 para cancelar la deuda externa
latinoamericana, o si ellas van a generar frustraciones socialmente
explosivas al verse insatisfechas y postergadas indefinidamente.
Esta crítica a la teoría de la dependencia, er tanto influencia cultural dominadora y alienante, ha
puesto en crisis las concepciones habituales de cultura popular, identidad
cultural y cultura transnacional (12).
Las significaciones extratelevisivas
Las organizaciones sociales están siendo valoradas
como importantísimas fuentes de elaboración de significaciones socio‑culturales.
Iglesias, partidos políticos, asociaciones profesionales, sindicatos, grupos
de acción en diferentes esferas de la sociedad civil, todas estas agrupaciones
aparecen entregando activamente significados a la vida social.
El reciente triunfo de la oposición chilena en el
plebiscito contra el general Pinochet es elocuente
en cuanto a la influencia relativa de la televisión y de la comunicación extratelevisiva. Según estudios de ILET, el Gobierno
Militar en el primer semestre de 1988 exhibió un promedio diario de 27 spots
televisivos (25 minutos diarios) de propaganda para inducir a los votantes a
su favor; pero no se permitió propaganda de la oposición. Televisión Nacional,
red que cubre íntegramente el territorio nacional, en el trimestre Abril‑Junio
1988 dedicó el 82 por ciento del tiempo informativo acerca del acontecer
nacional al Gobierno y sólo el 1 por ciento a la oposición política. Sólo
durante el mes previo al plebiscito la oposición pudo expresarse más libremente
por televisión en un espacio diario de 15 minutos.
En el contexto de las dictaduras, las organizaciones
sociales constituyeron la base de resistencia de las significaciones
prohibidas. Esto ha contribuido a poner en duda la concepción de la TV como un
aparato homogéneo de dominación ideológica y con poderosa eficacia alienadora.
Los grupos sociales y sus prácticas aparecen como importantes fuentes
elaboradoras de significación, capaces de resistir y de derogar la credibilidad
de los mensajes masivos.
El estudio de los géneros
Al cambio de perspectiva ha contribuido el estudio
más atento de la evolución histórica de los géneros y la complejidad del
proceso de su producción, con una visión más concreta de los espacios de
libertad y de las limitaciones de los emisores. Éstos son mirados no como entes
autónomos y aislados de los conflictos sociales, sino como grupos complejos,
heterogéneos, penetrados y fisurados internamente
por los problemas de la vida social.
Para Ana María Fadul la
telenovela brasileña ha evolucionado aproximándose cada vez más a la vida
cotidiana; en la medida que es un género masivo, va adecuándose a los gustos y
transformaciones sociales. Si no hubiera contacto con la vida cotidiana y sus
cambiantes conflictos, la telenovela perdería audiencia; es la propia
condición de masividad exigida al género lo que
obligaría a dar cuenta y a registrar los cambios de la vida. Por ello, dice Fadul, hay investigadores como Ruth Cardoso
que afirman que la telenovela tuvo una función importante en los cambios del
papel de la mujer, porque fue la televisión brasileña, al contrario de la prensa
escrita, la que permitió dar otra imagen de la mujer (13).
Jesús Martín‑Barbero ha comprometido a muchos investigadores en un
enorme esfuerzo por investigar desde variados puntos de vista el fenómeno de
la telenovela latinoamericana.
Conciencia de la evolución histórica en las teorizaciones
En la década de los 80, algunas instituciones
latinoamericanas hacen un esfuerzo por trazar el desarrollo de la comunicación
en la región. Las bibliografías editadas (14), y recientes ensayos son
indicios del interés por la evolución histórica de las conceptualizaciones
teóricas con que se ha enfrentado la docencia y la práctica comunicacional en
la región (15).
Una revisión teórica mayor es el libro “De los
medios a las mediaciones” de jesús Martín‑Barbero
publicado en 1987. “Los procesos políticos y sociales de estos años (...)
destruyendo viejas seguridades y abriendo nuevas brechas nos enfrentaron a la
verdad cultural de estos países: al mestizaje
que no es sólo aquel hecho racial del que venimos, sino la trama hoy de
modernidad y discontinuidades culturales, de formaciones sociales y estructuras
del sentimiento, de memorias e imaginarios que revuelven lo indígena con lo
rural, lo rural con lo urbano, el folklore con lo popular y lo popular con lo
masivo” (16). La revisión teórica de Martín‑Barbero
‑estimulante y provocativa para unos, escandalosa para otros‑
muestra que América Latina avanza hacia un pensamiento maduro y autónomo en Comunicación
Social y Cultura, así como ha elaborado también una original nueva narrativa
latinoamericana y ha elaborado una novedosa reflexión teológica expresada en
las diversas formas de la Teología de la Liberación.
La reciente obra de los Mattelart
acerca de la Telenovela brasileña es una señal de cómo el nuevo pensamiento
latinoamericano está influyendo en algunos autores europeos (17). Sin embargo, para los comunicadores latinoamericanos no
aparece adecuada la práctica de una ciencia social “negativa”, derivada de las
“estéticas de‑la negatividad” (18), de acuerdo con la cual se han autocomprendido muchos cientistas
sociales de Europa y otros países desarrollados; insatisfecho con la
Comunicología y la mera denuncia de la situación, discurso a menudo elitario e improductivo socialmente, urgido por lo
dramático de la realidad, el comunicador busca comprometerse en prácticas
transformadoras, anticipadoras, prefiguradoras; la
ciencia de la comunicación no puede ser concebida en América Latina sólo como
negativa, sino afirmando y ayudando a formar nuevas prácticas.
La televisión desde la recepción
Una de las áreas que está proporcionando nuevas
perspectivas acerca de la TV es la investigación de los procesos de recepción
de los mensajes entre los propios televidentes. Un reciente libro finaliza con esta pregunta:
¿Qué aporta la perspectiva de la recepción televisiva, para conocer mejor la
Televisión y para programarla más adecuadamente? (19).
Muestra que ante el medio hay valoraciones y
críticas muy diversas, y también ambiciones y expectativas con muy diverso
grado de elaboración y conocimiento del medio.
Para la mayoría de los dirigentes políticos y
sociales los diversos géneros portadores de información política nacional e
internacional son las áreas privilegidas de interés
en la TV. La investigación de recepción entre campesinos complejiza
la comprensión de la información en la vida social. La ausencia en la pantalla
televisiva de los campesinos afecta su autoidentidad
como grupo, su imagen (grupal y pública) como productores de bienes económicos
y como ciudadanos, agentes activos en la vida social nacional. La exclusión
televisiva de los grupos sociales contribuiría al deterioro de su imagen y
valoración pública.
La educación por TV ha sido imaginada para remediar
problemas del sistema escolar formal, lo cual no ha dado resultados exitosos. A
partir del receptor aparecen necesidades temáticas más vinculadas con la
calidad de la vida cotidiana de la familia, con el desarrollo personal, social
y económico de los grupos sociales. Estas necesidades se pueden satisfacer
mejor con diversos géneros televisivos de entretención que son resignificados como géneros educativos y culturales.
Sectores de mujeres, de campesinos y de jóvenes, manifiestan necesidades
educativas y culturales diversas que pueden ser satisfechas con diferentes
géneros televisivos, los cuales son apreciados y valorados como altamente
entretenidos y educativos. Desde el receptor, entonces, es posible descubrir y
experimentar nuevas temáticas educativas y culturales, y nuevos géneros para
una TV que contribuya al desarrollo.
La complejidad del medio implica hacerse cargo del
lenguaje semiótico de la televisión y de su diversidad de géneros, es decir de
su polidiscursividad. Este es el camino para abandonar
el tratamiento del medio con arreglo a modelos tomados de otros lenguajes
comunicacionales previos: analítico‑lingüístico‑articulado,
conceptual‑racionalista, abstracto, a‑emocional, escolar, o como se
los quiera llamar.
Los datos de recepción entre mujeres pobladoras
muestran una manera de ver televisión a partir de la pobreza urbana; también es
posible constatar una semantización campesina y
juvenil
de la programación televisiva. La apropiación
de la programación televisiva es ambigua: confirma y refuerza tendencias a la autodesvalorización en sectores campesinos; presenta
diferentes y atrayentes modelos femeninos que interactúan con otras
tendencias extratelevisivas (educativas y laborales),
para dinamizar las transformaciones en las aspiraciones femeninas; a los
jóvenes campesinos la TV ofrece modelos de “urbanización por el consumo” y
modelos ficcionales ante diversos conflictos de la
vida afectiva, escolar, familiar o laboral.
La apropiación del diverso material ofrecido por la
TV se efectúa a partir de su realidad sociocultural; ocurre, pues, un proceso
de reconocimiento de algunas semejanzas y contrastación
de disimilitudes. El proceso de identificación emocional con personajes y
conflictos ficcionales supone una memoria (personal
o colectiva) que permite reconocer y apropiarse del mensaje; lo que reviven
los campesinos adultos acerca de una serie norteamericana, muy diferente a su
propia condición campesina, son algunos problemas rurales semejantes, y los
anhelos de una vida familiar de esfuerzo conjunto y de respeto a la mujer.
También el reconocimiento permite apropiarse, a
través del mecanismo de proyección, de los personajes y situaciones que ofrecen
“modelos anticipatorios” para conductas y conflictos previsibles en el futuro;
el reconocimiento aquí opera, no a través de la memoria sino de la fantasía y
de la imaginación prospectiva del futuro.
Desde la recepción, la identificación no aparece
como “un perder identidad por un convertirse en un otro ajeno” (es decir, la
alienación como pérdida de identidad, individual o colectiva), sino, por el
contrario, como un apropiarse de lo ajeno y nuevo, reconocido por alguna
analogía con uno mismo. La afectación a la identidad campesina, que fue posible
constatar en la investigación, opera por la ausencia televisiva que confirma
una imagen autodesvalorizada, como grupo sin valores
dignos de ser exhibidos públicamente, sin aprecio en su calidad de productores
de bienes económicos, ni como agentes sociales, marginados de los debates
ciudadanos. La alienación, como crisis de identidad que reforzaría la
Televisión, sería más bien una improductividad cultural, económica y socio‑política;
esta improductividad es significada con la ausencia de la pantalla. Este
concepto de alienación remite más a procesos improductivos que a “objetos o
productos alienadores” (como ropa, modas, bienes de consumo o mensajes).
En la investigación rural es patente la diversa
valoración de la Televisión entre campesinos y los dirigentes o animadores.
Mientras es altamente apreciada por los campesinos, impresiona la
insatisfacción y la crítica rutinaria por parte de muchos dirigentes y actores
sociales; y también la carencia de una visión comprehensiva y de proposiciones
innovadoras. También los sectores dirigentes de la sociedad requieren de una
“media education”, adecuada a sus necesidades de
comprensión más amplia del medio y de su compleja y múltiple presencia en la
vida social. Así sería posible, entonces, una regulación social de la
Televisión más comprehensiva y realista y más exigente con sus efectivas
potencialidades de contribución a la democracia, al desarrollo industrial y a
la calidad de vida.
Contexto socio‑cultural y constructivismo
El descuido de la investigación por la recepción,
proviene de una epistemología deshistorizada acerca
de la recepción; ésta había sido concebida según los modelos lineales‑monocausales
que el positivismo del siglo pasado aplicó a los fenómenos naturales. En esa
concepción, la recepción era un producto o resultado que podía ser previsto y
deducido a partir de los supuestos deterministas causales manipulados por el
emisor. La investigación sociológica acerca de la propiedad de los medios y el
análisis semiótico e ideológico de los mensajes, ampliamente practicados en
América Latina en las décadas pasadas, no cuestionó esos supuestos y
contribuyó al desinterés por el estudio de la recepción (20).
La historización de la
recepción nos muestra, en cambio, que la causalidad lineal y omnipotente no se
verifica, que ocurre un proceso de recepción constructivista,
dialéctico y conflictivo. Y que este mismo contexto socio‑cultural heterogéneo
penetra semióticamente los textos televisivos,
manifestándose en la polidiscursividad. Esta
concepción socio‑cultural de la historización
de la Recepción se sitúa al otro extremo de las preocupaciones de la llamada
“Escuela de Constanzá”, la cual se interesa por
constituir sólo de modo analítico y a priori un “lector transcendental”
(21).
Entre la actividad constructivista
del televidente y el contexto socio‑cultural, en lugar de postular una
relación lineal y unidireccional, en uno u otro sentido, postulamos una
relación de interacción dialéctica. Acentuar un constructivismo
descontextualizado conduciría al idealismo del “receptor transcendental”;
acentuar, por el contrario, las determinaciones
socioculturales conduce inevitablemente a la pasividad del televidente y a su
indefensión ante la manipulación de los estímulos externos.
En síntesis, la comunicación masiva en las últimas
cuatro décadas de América Latina aparece crecientemente hegemonizada
por la Televisión. Su actual evolución parece haber llegado a una fase en que
la dimensión industrial cultural primará por sobre su dimensión simbólica.
Paralelamente, la investigación de la comunicación televisiva abandona los
modelos de influencia ideológica monocausal y
omnipotente. La investigación se complejiza
y se amplía a la producción de los géneros y a la recepción televisiva, lo cual
debería contribuir a comprender mejor la nueva condición industrial y
simbólica del medio; desde esta nueva comprensión
habría que incentivar el aporte de la TV ‑industrial y simbólico‑ a
resolver nuestros problemas de subdesarrollo.
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1984. Sáo Paulo. p. 12‑18.
(16) Martín‑Barbero, Jesús. De los medios a
las mediaciones. Gili. 1987. Barcelona, p. 10.
(17) Mattelart, Michelle y Armand. El carnaval de las imágenes. AKAL. 1988.
(18) Holub Robert C. Reception Theory.
(19) Fuenzalida, Valerio;
Hermosilla, María Elena. Visiones y Ambiciones del Televidente. Estudios de
Recepción Televisiva. CENECA. 1989.
(20) Fuenzalida. Valerio.
Modelos de Recepción de Mensajes. Chasqui Nr. 27.
Julio‑Septiembre. 1988. p.
66‑70.
(21) Holub, Robert C. Op. cit.