El desequilibrio informativo ya
no es una cuestión externa
Redes y agencias en América Latina
Las redes y agencias creadas en
América Latina componen un modelo único frente al desequilibrio informativo.
Pero su existencia no ha supuesto un cambio en la situación informativa de la
región.
Las agencias de noticias tienen una función
peculiar: su negocio es describir el mundo. Ellas definen los límites y categorías
de la información pública sobre los asuntos mundiales. Y al definir la realidad,
también definen los límites de la acción colectiva. Por esta razón, en la
década del setenta ‑época de la gran lucha por un “nuevo orden
informativo internacional, NOII”‑ muchos países del Tercer Mundo
decidieron crear sus propias agencias y formaron redes para conectarlas. El
eje de este empeño era que los países pobres ya no querían mirar el mundo ‑ni
ser interpretados‑ a través de datos y enfoques producidos por fuentes
ajenas, como las agencias de noticias de los países ricos.
En América Latina esto condujo a tres experiencias:
a) CANA, Caribbean News Agency, formada en 1976 por medios privados y públicos del
Caribe; b) ASIN, Acción de Sistemas Informativos Nacionales, formado en 1979
por diez gobiernos de América Latina; y c) ALASEI, Agencia Latinoamericana de
Servicios Especiales de Información, formada con apoyo de UNESCO y del Sistema
Económico Latinoamericano, que comenzó a operar en 1984 (1).
Estos sistemas fueron el único resultado concreto
de los innumerables debates sobre el NOII, y por ello merecen al menos una
revisión rápida. Pero más allá del interés histórico hay otro motivo. Hoy,
cuando las redes propias ya existen, es más claro que nunca que el desequilibrio
informativo no es sólo ni principalmente un problema externo.
NACEN LAS FUENTES
INFORMATIVAS PROPIAS
CANA surgió en medio de todos los esfuerzos del
Caribe de habla inglesa para liberarse del dominio colonial británico y de su
total dependencia de Reuters, la agencia inglesa. Reuters controlaba los precios de las noticias mundiales
sobre y para el Caribe, hasta que los caribeños descubrieron ‑gracias a
estudios de UNESCO‑ que el costo de crear una agencia propia era apenas
un poco mayor que lo que pagaban a Reuters. De ahí en
adelante Reuters opuso varias dificultades a la
creación de CANA ‑por ejemplo, pidió un precio altísimo para darle noticias
mundiales‑ pero, al constatar que la agencia iba a nacer de todos modos,
prefirió llegar a ciertos acuerdos y le cedió su personal e infraestructura
técnica.
La idea inicial había nacido de los gobiernos
caribeños en la misma época en que crearon el Banco para el Desarrollo del
Caribe, la Comunidad del Caribe (CARICOM) y un Mercado Común Caribeño. Pero,
al advertir que los medios privados no querían negocios conjuntos con ellos,
los gobiernos dejaron la iniciativa en sus manos. Como los medios privados no
podían financiar todo solos, decidieron formar CANA con quince accionistas
privados y públicos. Los medios privados conservaron poco más de la mitad de
las acciones y confiaron en que, al tener como socios a medios públicos de
varios países que representaban diversas ideologías, la agencia no estaría sometida a ningún gobierno.
ASIN surgió de una inquietud equivalente, pero
siguió un curso distinto. En una reunión de periodistas del área andina, en
1978, el entonces presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, planteó los
problemas de relaciones entre países andinos creados por las distorsiones de
las agencias transnacionales y citó el caso de las negociaciones sobre
integración automotriz. “La desconfianza entre nosotros llegó a tal extremo,
que para llegar a un entendimiento final tuvimos que sostener diariamente
rondas telefónicas entre los jefes de estado”, dijo Pérez. En el mismo
encuentro el director de Inter Press
Service (IPS), Roberto Savio,
sugirió que los estados podían solucionar este problema: era cuestión de crear
un sistema de intercambio diario entre las oficinas de prensa de las
presidencias. IPS podía prestar asesoría técnica para organizarlo.
Así, con la voluntad política del gobierno de
Venezuela y la asesoría técnica de IPS surgió ASIN, el primer sistema de
intercambio de informaciones oficiales entre los países de América Latina. Su
constitución fue muy rápida y eficiente. En marzo de 1979 se juntaron en Caracas
los organismos de información oficial de diez países y aprobaron el Documento
Constitutivo de Acción de Sistemas Informativos Nacionales, ASIN. El
intercambio comenzó el mismo día y desde entonces ha transmitido sin interrupciones,
cinco veces por semana. Los países miembros suman hoy más de veinte.
Su Documento Constitutivo (1979) y su Estatuto
(1982) lo definen como un “instrumento alternativo e integrador” cuya tarea es
llenar un vacío de inalienable competencia de los estados. ASIN no compite ni
niega las funciones de otras redes, sólo ofrece la versión que los gobiernos tienen derecho a intercambiar en el ejercicio de
su soberanía y por ello nunca ha tenido conflictos con otras agencias. Cada
país, representado por su agencia nacional ‑o ministerio de información,
u oficina de prensa de la presidencia, según el caso‑ envía sus noticias
a la mesa central, situada en Costa Rica, la central ordena el material y lo
rebota con pocas modificaciones a los países miembros. Cada país tiene derecho
a usar el material como mejor le parezca. La secretaría operativa y carrier del sistema, IPS Tercer Mundo, traduce al inglés
para el intercambio con el Caribe e incluye una selección en su propio
servicio. Así, las noticias de ASIN pueden llegar a los abonados de IPS en
otras regiones.
El nacimiento de ALASEI fue mucho más laborioso y
está ligado a los debates sobre el NOII. En 1976, la Primera Conferencia
Intergubernamental sobre Políticas de Comunicación en América Latina y el Caribe
recomendó crear una agencia de noticias regional, o un consorcio de agencias
cuyos principios, régimen de tenencia y demás detalles debían ser definidos
por los países interesados, y dio a UNESCO el mandato de realizar los estudios
pertinentes.
En 1978 UNESCO auspició varios estudios de
factibilidad sobre aspectos jurídicos, periodísticos, organizativos y otros.
IPS Tercer Mundo aportó experiencia para el diseño de telecomunicaciones. En
1980 se realizó un estudio de receptividad que incluyó a 86 medios masivos de
ocho países. El 91 por ciento de los entrevistados apoyó la idea de crear un
servicio para mejorar la comunicación dentro de la región y con el resto del
mundo. Para que el servicio tuviese éxito, agregaron, no debía ser controlado
por los gobiernos ni por ningún grupo de poder político ni económico (2).
La conferencia intergubernamental que dio origen a
estos estudios recibió virulentos ataques de la Sociedad Interamericana de
Prensa (SIP) y la Asociación Interamericana de Radiodifusión (AIR),
convenientemente apoyados por la cobertura de la Associated
Press. Pero en 1979 se produjo una tregua. Los
estudios de UNESCO concluyeron que, para garantizar el pluralismo y eliminar
desconfianzas, la nueva agencia debía incluir en su consejo a los gobiernos,
representados por el SELA; medios privados,
representados por AIR y SIP; investigadores, representados por ALAIC y
periodistas, representados por FELAP. UNESCO presentó el proyecto a todos los
interesados en una reunión realizada en Costa Rica, 1979. Allí la SIP y AIR la
felicitaron por la forma constructiva de abordar el tema y expresaron su
acuerdo con la ejecución del proyecto a través del SÉLA. Un Comité de Acción
formado por nueve países del SÉLA se hizo entonces cargo del proyecto hasta
que, a fines de 1984, ALASEI comenzó a distribuir su material desde su sede en
México.
La organización de ALASEI es peculiar. Su organismo rector es un Consejo en el que participan los estados, los periodistas, docentes e investigadores de la comunicación. Su estatuto deja espacio para SIP y AIR, pero estas entidades nunca se integraron al Consejo. Como la organización de los investigadores no existe, y FELAP y FELAFACS no tienen peso para afectar las decisiones, en la práctica ALASEI depende totalmente de los gobiernos. Pero por una extraña mezcla de generosidad e incompetencia, éstos han respetado las atribuciones de la agencia general de modo que el trabajo periodístico es realmente autónomo.
DESPUÉS DE TODO, HABÍA UN MERCADO
CANA no tuvo problemas para ganar mercado porque
sus propios accionistas eran los medios masivos. Tampoco tuvo que luchar con
gobiernos porque éstos no pueden ser accionistas y su estatuto concede una
gran autonomía a la gerencia. A principios de los ochenta tenía 34 suscriptores
y transmitía 10‑15 mil palabras diarias de material propio y unas 15‑20
mil palabras de material seleccionado del servicio mundial de Reuters. Sus comienzos, por tanto, fueron muy alentadores.
Los contenidos fueron más problemáticos. El objetivo
de CANA era suministrar un servicio informativo con una perspectiva
auténticamente caribeña. Pero la práctica mostró que, luego de 300 años de
colonialismo, no era fácil definir esta perspectiva. Al crearse la agencia
recién se estaban creando las primeras escuelas de comunicación del Caribe y
CANA tuvo que comenzar con personal formado por Reuters.
Poco después, varios suscriptores se quejaban porque faltaba contexto en las
noticias, el servicio era lento, contenía inexactitudes, etc. La Asociación de
Prensa de Jamaica llegó a decir que CANA había fracasado. En la misma época algunos
gobiernos se quejaron de que los corresponsales de CANA actuaban en contra
suya y no ayudaban a sus esfuerzos de desarrollo. Guyana canceló tres
subscripciones y decidió crear una agencia nacional propia. Otros gobiernos
pidieron a CANA que acudiera a otras fuentes ‑cambiando a Reuters‑ para mejorar la cobertura del resto del
mundo. Pese a las críticas, sin embargo, los editores afirmaban que CANA
representaba un avance y que era preciso trabajar más en la formación del personal
para lograr una perspectiva realmente caribeña.
ASILA tampoco tuvo que luchar por un mercado. Los
gobiernos se propusieron intercambiar noticias sobre temas que cada país
considere importante para la difusión de su propia realidad y útil para los
países receptores, prestar asesoría a las agencias nacionales y adiestrar a los
profesionales que trabajan en dichas agencias o servicios gubernamentales de
prensa. La difusión a los medios privados no ha sido nunca un objetivo del
sistema, sino un derecho que cada país puede ejercer o no del modo que le
parezca más conveniente.
ASILA no ha tenido problemas políticos porque no
pretende imponer a otros sus informaciones ni deja espacio para que otros
discutan su derecho a intercambiar noticias. Su organismo máximo es la
asamblea general de ministros de informaciones en la que IPS participa como
organismo técnico sin derecho a voto. El Comité Directivo está formado por
cuatro ministros que se renuevan por consenso en cada asamblea.
Los contenidos de ASILA han sido analizados muchas
veces. Transmite entre 7 y 10 mil palabras diarias y entre el 10 y el 15 por
ciento de sus informaciones cubren hechos de cooperación entre países. En un
análisis de 1987, los temas económicos ocupaban el 57 por ciento del volumen y
los temas políticos el 30 por ciento. El resto se dividía entre un siete por
ciento de cultura y comunicación, dos por ciento de educación, uno por ciento
de ciencia/tecnología y un tres por ciento de misceláneos (3).
El sistema nunca ha podido producir más noticias sobre educación, ciencia y
tecnología. En cambio, siempre ha mostrado una tendencia a privilegiar temas
políticos.
En cuanto a los actores, normalmente el 60 por
ciento corresponde a ministerios y oficinas de gobiernos; 9‑11 por ciento
a organismos internacionales; 10‑12 por ciento a expertos, artistas,
comunicadores y otros actores culturales; 6‑8 por ciento a empresas
privadas; 8‑9 por ciento a partidos políticos y organismos de bases; y 2‑4
por ciento a misceláneos. Las asambleas generales han recomendado muchas veces
cuidar el enfoque de los actores para evitar el oficialismo chato, pero los
periodistas no han logrado cambiar esta tendencia. Esto podría afectar la credibilidad
del servicio si ASILA quisiera llegar a una clientela más amplia, pero nunca
ha tomado una postura clara sobre esto y tampoco se ha interesado en evaluar el
uso real de sus informaciones.
ALASEI tuvo que vencer varios obstáculos para encontrar una clientela propia. Comenzando por las reservas de la SIP y la AIR, su futuro siempre fue incierto. Al tener corresponsales propios que no dependen de agencias estatales ni de grandes medios privados, sus posibilidades de ganar clientela nunca estuvo garantizada por nada. Por ello mismo, su ingreso al mercado latinoamericano es realmente meritorio. En un análisis de artículos y recortes realizado en 1986, los resultados mostraron que en apenas seis meses la tasa de publicaciones había subido de 14 a 24 recortes por cada 10 artículos. O sea, había subido casi el doble y sus publicaciones estaban apareciendo en 13 países (4).
En esa época, ALASEI ofrecía 15 artículos semanales
y el 24 por ciento estaba formado por artículos sobre necesidades básicas (salud,
educación, vivienda, etc.); 33 por ciento sobre recursos para el desarrollo
(materias primas, tecnologías, cooperación técnica, finanzas,
etc.); 33 por ciento sobre política nacional e internacional y un 10 por
ciento de misceláneos, incluyendo deportes. Los actores de estos temas estaban
formados por un 47 por ciento de entidades de gobierno, 17 por ciento de
partidos y organizaciones de base, 15 por ciento de actores del campo de la
cultura, educación y comunicación, y un 5 por ciento del sector privado de la
economía.
El mismo estudio mostró que las diferencias entre el
menú ofrecido por ALASEI y la selección realizada por los medios eran mínimas.
Los medios acogían muy bien los temas de finanzas y deuda externa, economía,
necesidades básicas, cultura, educación, comunicación, seguridad y
armamentismo. En cambio, no favorecían tanto los artículos sobre comercio ni
los panoramas de política nacional. Así, ALASEI mostró que era cierto que los
editores estaban dispuestos a publicar sobre necesidades básicas y otros temas
que siempre han sido descuidados por las agencias transnacionales. Sólo había
que ofrecerles la información adecuada, porque después de todo, América Latina
tenía un mercado con necesidades propias.
Pero este feliz comienzo no ha tenido un desarrollo
muy afortunado. Sus cuadros directivos no supieron definir una estrategia para
consolidar sus logros iniciales y ALASEI comenzó a dispersar esfuerzos.
Primero quiso competir con IPS Tercer Mundo, luego quiso crear carpetas nuevas
antes de consolidar sus logros. Y puso más empeño en conseguir computadores que
en afianzar ventas y asegurar el pago de sus corresponsales. Así, la calidad
del servicio bajó y hoy pone demasiado énfasis en los temas políticos más
convencionales.
Por otro lado, no está descartado que ALASEI pueda
sufrir presiones políticas parecidas a las presiones sufridas por CANA. Hasta
ahora los gobiernos han respetado la autonomía periodística de la agencia,
pero en la última reunión del Sistema Económico Latinoamericano ‑a mediados
de 1988‑ varios gobiernos se quejaron de que la cobertura de ALASEI los
desfavorecía y quisieron poner condiciones. Esto no tuvo consecuencias, pero
eso se debe más a la incoherencia que a la generosidad de los gobiernos. Lo
cierto es que, si quisieran ejercer control, la ausencia de contrapartes
fuertes en el Consejo de ALASEI lo permitiría fácilmente.
¿QUÉ HEMOS GANADO? ¿QUIÉN
HA GANADO?
El hecho de que estas redes existan es un logro
enorme que rompe una larga historia en la cual América Latina siempre fue
objeto de versiones noticiosas ajenas. En este sentido, su mera existencia es
un triunfo importante. Por otro lado, la originalidad de los modelos es única
en el Tercer Mundo, ya que en otras regiones sólo se ha aplicado el modelo de
intercambio entre agencias gubernamentales. En tercer lugar, la persistencia y
regularidad de su funcionamiento es notable. En cuarto lugar, en todos los
casos se ha dado una verdadera preocupación por los
contenidos y normas para crear un tipo de información realmente distinta a la
ofrecida por las fuentes transnacionales. Por último, los datos disponibles
indican que la recepción ha sido mucho mejor de lo que se podía haber esperado
hace diez o quince años.
Pero esto no es todo, porque también hay
contradicciones. Un absurdo mayúsculo, por ejemplo, es el hecho de que los
países de América Latina y el Caribe quisieron crear estos sistemas para
lograr la autonomía en sus comunicaciones, pero hasta hoy nadie ha hecho
ningún esfuerzo serio para financiar este empeño. Los gobiernos quieren ser
soberanos, pero siempre y cuando alguien cubra los costos de su soberanía.
En ASIN, las obligaciones de los estados miembros
son sólo tres: designar un corresponsal para facilitar el diálogo entre la
mesa central y los miembros del sistema; pagar una cuota anual que oscila entre
1.000 y 2.000 dólares según el sistema usado por el SELA
(países de Grupo A, B y C); y ceder a la Secretaría
Operativa, IPS, el uso del tramo nacional de un canal telegráfico full‑duplex.
Hasta hoy, las agencias nacionales nunca han cumplido con la obligación de
designar un corresponsal y sus gobiernos han olvidado ‑todos los
gobiernos de diversas tendencias que se han turnado en diez años de cómoda
participación en ASIN‑ el pago de sus cuotas.
Los países aportan los canales, pero eso no es mucho ya que, como señaló el director de IPS en la última asamblea general de ASIN, en 1987, el costo real de un canal telegráfico era apenas US $ 60. Los países pagan sólo el tramo nacional, e IPS aporta el tramo internacional sin el cual el intercambio sería físicamente imposible. En esa ocasión Savio agregó que, si bien este sistema era perfecto para los países y podía seguir así unos cien años, IPS prefería que los gobiernos se decidieran de una vez por todas a transformar ASIN en un instrumento realmente soberano (5).
El mismo problema afecta a ALASEI, ya que hasta hoy
los países miembros han sido incapaces de pagar sus cuotas (que siguen también
la escala del SELA). Y,
aunque los gobiernos no participan directamente en CAN, su incompetencia
explica algunos problemas económicos de esta agencia, ya que pese a desear
tanto una perspectiva caribeña en las noticias, no han sido capaces de fijarle
tarifas rebajadas de telecomunicaciones para apoyar su funcionamiento.
Debido a la incoherencia de los gobiernos, el
financiamiento de estas redes depende totalmente de la cooperación externa.
Sus equipos, sus costos de entrenamiento y otros gastos son cubiertos por
donaciones de países ricos que simpatizan con los deseos de autonomía informativa.
Esta ayuda les permite sobrevivir, pero también sirve como colchón que
amortigua el duro contacto con la realidad de los mercados informativos. Al no
tener que competir para vivir, pueden sobrevivir independientemente de la
calidad de su trabajo.
Un resultado de esto es la falta de realismo en todo
lo concerniente a la distribución. En general, estas agencias tienen una
visión mágica de la comunicación y funcionan como si bastara con producir un
mensaje para que éste llegue al destinatario. Ninguna tiene capacidad ni organización
para captar clientes ni se esfuerza seriamente en conseguir ingresos por medio
de la venta de sus materiales. El pretexto usual es la falta de recursos para
contratar personal de ventas, pero el problema real es la falta de prioridad
que le dan a este aspecto.
Parte del problema radica en la incapacidad
que han tenido hasta ahora para definir su público‑objetivo. Para CANA
esto no es un problema serio porque el objetivo está dado por la composición
de sus accionistas, los medios privados y públicos. Eso no resuelve todas las
incógnitas, pero ayuda mucho a convivir con ellas. En ASIN y ALASEI, en cambio,
la naturaleza de sus públicos no es tan evidente. Ambas agencias fueron creadas
para apoyar el desarrollo y la cooperación mutua y, aunque no siempre los
respetan, ambas tienen criterios claros para traducir estos fines en contenidos
periodísticos. Lo que no está tan claro, sin embargo, es a quién quieren
llegar, ni cómo lograrlo.
En la época más dura del shock
de la deuda externa, por ejemplo, ASIN no dio una buena cobertura de las
negociaciones y debates sobre ella. Y su servicio no llegó a los actores claves
de estas negociaciones. En cuanto a ALASEI, si bien sus principios enfatizan la
cobertura de necesidades básicas de la población más desfavorecida, hasta hoy
pone más empeño en llegar a la gran prensa que no está al alcance de los
necesitados, y no tiene estrategias para llegar a los numerosos organismos no
gubernamentales que trabajan con los sectores más pobres de América Latina.
La formación del personal es otro problema serio.
Todos los periodistas de gobierno entienden que su tarea es cubrir las
acciones del ejecutivo y, por más entrenamiento que reciban, les cuesta mucho imaginar algo diferente. La idea de que la
información pueda o deba ser útil en los procesos de toma de decisiones les
resulta completamente ajena. Y por ello, nunca piensan en organizar un esquema
de distribución para llegar a los que toman decisiones sobre finanzas,
industria, agricultura, etc. En ALASEI es obvio que sus periodistas no se
dedican a hacer propaganda a los gobiernos, pero no es claro en quién están
pensando cuando escriben. O bien, escriben simplemente como cualquier
periodista bien entrenado: para el mundo en general, sin nadie particular in
mente.
Pero esto no es un problema exclusivo de estas
agencias. Todo periodista bien formado sabe que su negocio consiste en informar
al mundo, sin preocuparse nunca de sus muchos matices. Esto es parte del “ethos” profesional y por eso la superación de este problema
no depende sólo de las nuevas redes. Así como el Caribe no puede producir una
perspectiva caribeña de buenas a primeras, después de 300 años de dominación
colonial y con sus escuelas de comunicación recién formadas, América Latina no
puede esperar que, después de un siglo y medio de colonialismo informativo,
nuestros periodistas den a luz todo un sistema nuevo para definir sus
objetivos, sus temas, sus estilos y sus públicos. Por ello estas agencias deben
ser vistas más bien como gérmenes de nuevos estilos... que probablemente
tardarán varias décadas antes de dar frutos más claros.
Más allá de estas consideraciones, persiste un
problema clave: ¿Podemos asumir que la existencia de estas agencias implica un
cambio en los desequilibrios informativos? La respuesta es no. Hoy, América
Latina tiene redes propias y los gobiernos pueden hacer discursos sobre ellas
cada vez que les conviene. Pero los pueblos siguen igualmente desinformados,
porque ninguna de estas redes se ha ocupado de cambiar la estructura
piramidal, elitista, autoritaria y urbana de la producción y difusión de
informaciones.
En estas redes se han gastado millones de dólares
(asesoría, diseño, entrenamiento, equipos, personal, telecomunicaciones,
asambleas de ministros, etc.) sin que ninguna pueda mostrar algo más que
recortes en la prensa de las grandes ciudades. Las grandes mayorías de América
Latina ‑campesinas, indígenas, analfabetas y sin ningún acceso a la
prensa‑ siguen igual que siempre. Y si recibieran estos servicios no
ganarían mucho porque sus contenidos, aunque difieren de las fuentes
tradicionales, no están dedicados a SUS necesidades.
En estas agencias se ha invertido también mucho
tiempo y recursos de investigación ‑ninguna red del Tercer Mundo tiene a
su haber tantas reuniones de expertos como ALASEI, por ejemplo‑, pero al
final, los resultados son magros. Hoy, el hecho es que si el lector quiere
tener una visión más completa del panorama latinoamericano, incluyendo los
procesos sociales de la base más empobrecida, debe recurrir a otras fuentes:
como IPS Tercer Mundo, agencia formada en 1964 por una cooperativa de periodistas
y que hoy ocupa el quinto lugar entre las agencias de noticias de todo el
mundo; o Noticias Aliadas, un servicio semanal prestado desde Lima por una
asociación cristiana sin fines de lucro. Y si pregunta por un servicio informativo
capaz de llegar a las comunidades campesinas e indígenas, sólo hay uno:
“Tercer Mundo”, un servicio radial creado en Chile por Chasquihuasi
Comunicaciones, que envía noticias en cassettes a
más de 200 radios educativas y campesinas de toda América Latina.
¿Por qué, luego de tantas luchas y esfuerzos se ha
llegado apenas a este resultado? La autora ha seguido de cerca la creación de
estas redes y ha participado en innumerables reuniones de expertos y
ministros. En base a esta experiencia, creo que la
pobreza de los resultados se explica por dos motivos: 1) el NOII puso
demasiada confianza en la capacidad y racionalidad de los estados, y los
estados latinoamericanos no son capaces ni racionales; y 2) nadie prestó nunca
verdadera atención al problema de la relación entre costo y beneficio. Por eso
es que, hasta hoy, los que conocen estos temas siguen sosteniendo un apoyo acrítico a estas agencias, y nadie quiere discutir
seriamente las sumas que se han gastado en ellas.
Es verdad que el dinero no ha salido de América
Latina sino de la cooperación internacional. Pero eso no es una excusa. El
eterno dilema del subdesarrollo es la escasez de recursos frente a
necesidades infinitas y por ello la fijación de prioridades es un requisito de
mínima decencia. Los gobiernos que crearon estas redes no han tenido esta
decencia y por ello, pese a todos esfuerzos y gastos, hoy el desequilibrio
informativo sigue igual en América Latina.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
(1) Para mayor información sobre estas redes ver Raquel Salinas, Agencias transnacionales de información y el Tercer Mundo. Quito: CIESPAL, Coleccón Intiyán, Quito, julio de 1984.
(2) Raquel Salinas: Estudio exploratorio de
receptividad posible de una agencia latinoamericana de servicios especiales de
información Estocolmo Instituto de Estudios Latinoamericanos, Occasional Papers, febrero 1980.
(3) Raquel Salinas, “ASIN, o las ventajas de saber
más Presentado a la VII Asamblea General de Ministros de Información de ASIN,
Lima, marzo de 1987, Publicado en el Informe final de la VII Asamblea General
de ASIN, p. 36‑51, Versión bilingüe editada por ANDINA, agencia nacional
del Perú Lima: Editora Perú.
(4) Raquel Salinas, Noticias que hacen noticia.
Contenidos y publicaciones de ALASEI. Estudio realizado a solicitud de la
gerencia de ALASEI, informe interno, mayo de 1986.
(5) Roberto Savio, “Informe de la Secretaría Operativa Presentado a la VII Asamblea General de ASIN. Informe final de dicha asamblea, op. cit., pp. 25‑35.