Calidad de ocio, calidad de vida
LUIS CARRERAS
Si bien el campo de
actividades concerniente a las exigencias de calidad de vida es amplio, la
Comunidad ha determinado su concentración sobre tres sectores de importancia
particular donde se manifiestan los problemas, de
manera decisiva, por el progreso de los conocimientos y de las técnicas. Estos
sectores son la salud, entendida como salud integral, la protección contra las
radiaciones y el medio ambiente.
El
desarrollo de los programas concernientes a estos problemas debe materializar
la idea de una auténtica y fructuosa puesta en común al servicio de la calidad
de vida en el seno de la Comunidad Europea, y ello, sin lugar a dudas,
contribuirá de forma decisiva sobre el ocio, en cuanto parte sustancial de la
calidad de vida.
Es evidente
que los cambios de orientación y el impulso de estos programas en el seno de
la C. E. pudiera no tener la suficiente repercusión sin un apoyo decidido y
una exigencia por parte de los consumidores y de sus organizaciones. En este
sentido es de resaltar el papel relevante del comité consultivo de
consumidores en el seno de la Comisión y el Consejo de la C.E.
Es
importante resaltar las líneas de acción que se van a seguir en materia de
protección de los consumidores bajo la presidencia española del Consejo de las C.E. y que van a continuar bajo la presidencia de Francia
en los seis últimos meses de 1989.
Estas
líneas, elaboradas conjuntamente por los ministros de España y Francia, aluden
a que la terminación del mercado interior en 1993 creará las condiciones de un
nuevo desarrollo económico que dará a Europa la posibilidad de mejorar su lugar
en la economía mundial, al tiempo que puede dar origen a un espacio social
europeo, indispensable para la construcción de la Europa de los ciudadanos.
Por tanto,
la realización del mercado único no debe reducirse a una simple zona de libre
cambio, sino que ha de tener en cuenta a los ciudadanos europeos en su vida
cotidiana de consumidores.
Así, la
política de protección de los consumidores debe contemplarse desde una doble
vertiente. Por una parte, entronca de, forma sustantiva con las acciones en el
campo social encaminadas al objetivo de mejorar la calidad de vida en la Europa
de los ciudadanos. Por otra, es indispensable para la construcción del mercado
único.
Cualquier
retraso en la elaboración y aprobación de medidas en favor de los consumidores
supone el riesgo de originar un sentimiento de desconfianza de los ciudadanos
en la construcción europea.
Para el caso
de España, según las últimas encuestas y sondeos de opinión, los consumidores
han revelado una inquietud positiva respecto de los temas de consumo, de forma
tal que ésta no se limita ya a aspectos de alimentación, sino que se extiende a otras áreas que abarcan prácticamente toda
la problemática que afecta a los ciudadanos como consumidores de productos y
usuarios de servicios.
Las líneas
de actuación seguidas por el Instituto Nacional del Consumo han contribuido a
un perceptible avance cualitativo en la percepción del fenómeno del consumo
por parte de los ciudadanos.
Ya no se
asocia, como hace pocos años, el consumo a la cesta de la compra, ni a las
reclamaciones aisladas, sino que emergen aspectos que configuran un universo
teórico‑práctico en el que son partes fundamentales (demandadas por los
propios consumidores) los derechos de los consumidores y la información
relativa al ejercicio de estos derechos y los instrumentos con que cuentan los
ciudadanos en su calidad de consumidores.
Es indudable
que este nivel de conciencia de los ciudadanos es un termómetro de la
exigencia de calidad de vida y ello va a repercutir de forma irreversible en
una mayor exigencia de integración del ocio en aquellos aspectos que configuran
los principios básicos de los derechos de los consumidores: derecho a la
salud, seguridad y defensa de sus legítimos intereses económicos y sociales.