Tecnología y crisis económica:
El agotamiento de la onda tecnológica de posguerra
Enrique Palazuelos Manso
La onda tecnológica de la
posguerra comenzó a desacelerarse en los años 70 por razones económicas y
políticas. Un nuevo impulso de la investigación desde finales de esta década
está consiguiendo resultados desiguales según los países. Pero la nueva onda
tecnológica no parece madura todavía.
os grandes cambios tecnológicos introducidos en la
posguerra fueron uno de los factores decisivos que configuraron el modelo de
acumulación que hizo posible el período de expansión económica de los años 50
y 60 (1). Sin embargo, esos factores de acumulación fueron debilitándose hasta
que el modelo quebró definitivamente en los años setenta. También el factor tecnológico
contribuyó a dicha quiebra en la medida en que aquella onda tecnológica entró
en una fase de allanamiento que fue limitando su impacto sobre la dinámica
económica.
El impulso tecnológico surgido en el umbral
mismo de la posguerra se había convertido en uno de los elementos decisivos de
aquel modelo de acumulación, por cuanto que incidía sobre distintas variables
fundamentales, como la productividad, la industrialización del proceso
científico, las relaciones intrasectoriales e intrarramales, las condiciones de la jerarquización
productiva ‑a escala nacional e internacional‑ y otras. De este
modo, el posible aminoramiento de aquel impulso tecnológico había de tener,
necesariamente, importantes consecuencias sobre la dinámica de acumulación de
las economías capitalistas.
"Una o varias tecnologías nuevas de
importancia son capaces de proporcionar un impulso sostenido al sistema
económico durante bastantes décadas. Sin embargo, a medida que se explotan las economías de escala y que la tecnología se
"estandariza" hasta cierto punto, aparece una fase de crecimiento
más intensiva en capital. Debido a la aparición de un enjambre de imitadores,
la competencia termina por hacer desaparecer gradualmente
los beneficios y aparece entonces el proceso de concentración inverso,
acompañado de una serie de "sacudidas" que eliminan a algunos de los
competidores. A lo largo del período inicial de rápido crecimiento e imitación
se da una tendencia a que nuevas empresas, incluidas algunas pequeñas, entren en
el sector y el nivel de empleo aumente con bastante rapidez; pero a medida que
madura la tecnología, tienden a predominar las presiones competitivas sobre
los costes, la estandarización y el cambio tecnológico ahorrador de mano de
obra asociado a las economías de escala. La estructura de la inversión cambia,
pasando de la expansión de la capacidad a la racionalización y dando lugar a
una tasa de menor crecimiento del empleo e incluso a una reducción del
mismo" (2).
Esta es la apretada síntesis que efectúan
tres de los más destacados miembros de la "Science
Policy Research Unit", de la Universidad británica de Sussex, dedicados a la investigación sobre el
comportamiento de la onda tecnológica que se expandió en las décadas que
siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Su interpretación, pese a mantener una
clara inspiración schumpeteriana, no obstante,
refleja una posición matizada y más compleja que la formulada por el autor de
"Business Cycles".
Estos autores sostienen la tesis de que existe una estrecha relación
entre el proceso técnico y la dinámica económica a
través de sucesivos movimientos de expansión‑contracción, pero en modo
alguno se apoyan en una visión unilateral sobre esa relación como si fuese un
simple vínculo unívoco entre causa y efecto.
ANTE UNA FASE DE ALLANAMIENTO
La onda expansiva se basó en los avances que
se consiguieron principalmente en las industrias de electrónica, plásticos,
aeronáutica, química y bienes de consumo duraderos, pero "los principales
inventos e innovaciones han estado distribuidos muy desigualmente con respecto
a su incidencia, tanto a lo largo del tiempo como en relación con su influencia
en los distintos sectores de la industria y los servicios" (3).
Los autores citados han realizado varios trabajos
de contrastación empírica en ramas tan significativas
como los plásticos y la electrónica, llegando a concluir que: una vez
configuradas las diferentes vías mediante las cuales la invención dio lugar a
distintas innovaciones tecnológicas en varias ramas productivas, ello propició
una fase expansiva donde se multiplicaron las innovaciones ‑derivadas de
las iniciales provocando un fuerte impulso de la actividad económica. Sin
embargo, al cabo de los años sesenta, la generalización y estandarización de
esas tecnologías condujo paulatinamente a una situación en la que las nuevas
aportaciones ya no se concentraban en los procesos productivos, sino en el
tipo de productos que eran derivados o complementarios de los ya existentes.
Las innovaciones básicas o radicales cada vez eran menores y se buscaba
primordialmente un aumento de la productividad por la vía de la racionalización
de los procesos y productos ya disponibles. Posteriormente, en los años setenta
se fueron manifestando los signos de la crisis, en forma de exceso de
capacidades, saturación de mercados, caída de la rentabilidad, incremento de
los precios de los recursos productivos, menor crecimiento de la producción y
otros (4).
Esta argumentación subraya la función de
distintos fenómenos vinculados a la oferta productiva, es decir, que
pertenecen a la estructura productiva, pero en modo alguno pretende ignorar su
articulación con el comportamiento de los respectivos mercados y, por tanto,
con otros fenómenos que actúan desde el lado de la demanda. Los problemas
relacionados con las escalas de producción, la elevación de los costes de los inputs, etc., se han de contemplar junto a las condiciones
creadas por el tamaño y los cambios en los mercados, del mismo modo que la
evolución de las ramas más avanzadas se encuentra afectadas por los rezagos de
las más atrasadas que son suministradoras de bienes intermedios o bien son
demandantes de los productos de aquellas ramas y empresas punteras.
Luigi Pasinetti ha
planteado esta cuestión considerando que el proceso técnico induce simultáneamente
cambios en la producción y en la demanda (5). De un
lado, disminuyen los coeficientes técnicos en casi todas las industrias,
aunque a velocidad y en magnitud desigual, y, a la vez, no sólo se incrementa
la productividad sino que aparecen nuevas ramas y nuevos bienes. De otro lado,
el incremento de la renta real da lugar a una modificación de los productos
demandados, de modo que, a priori, no se puede
garantizar que ese doble proceso mantenga su ajuste a lo largo del tiempo. Es
así como se pueden apreciar las desproporcionalidades que potencialmente se
pueden manifestar en/entre los sectores o ramas productivas.
A la hora de constatar con datos concretos
el declive de aquella onda tecnológica surgen indudables dificultades de
distinto orden, sean conceptuales y metodológicas o simplemente prácticas, como
consecuencia de los diferentes criterios que se pueden utilizar para caracterizar
el proceso (progreso) tecnológico y debido a la difícil mensurabilidad de ciertos
elementos que claramente forman parte de ese proceso. No obstante,
anteriormente hemos citado los trabajos de Freeman, Soete y Clark como un claro aporte empírico que apoya la
tesis de la existencia de una fase de allanamiento tecnológico iniciada en los
años sesenta. Otros trabajos abundan en el mismo sentido (6), e incluso la
información que proporciona la OCDE, desde el punto de vista de los indicadores
más convencionales, también permite constatar diversos rasgos de interés.
En Estados. Unidos los gastos en
investigación y desarrollo (I+D) se mantuvieron prácticamente en el mismo
nivel entre 1969 y 1975, mientras que se redujo el número de investigadores (7). En términos de intensidad, es decir, de la relación
existente entre los gastos en I+D y el PIB se puede
apreciar que, a excepción de Japón y, en menor medida Alemania e Italia, la
mayoría de las economías industrializadas redujeron su coeficiente en aquellos
años. En EE.UU. disminuyó desde el 3 por ciento
registrado a mitad de los años sesenta hasta el 2,4 por ciento en 1973 y así se
mantuvo a lo largo de la década; en Francia el descenso fue del 2 por ciento al
1,5 por ciento; en Gran Bretaña desde el 2,3 por ciento al 2 por ciento y así sucedió con los demás países. Para el conjunto de la OCDE
la media se redujo desde casi el 2,2 por ciento el 1,8 por ciento (8). Así pues, en un período donde la producción iba
reduciendo su ritmo de crecimiento, el descenso de los gastos destinados al
proceso tecnológico fue todavía más acusado.
Otras evidencias similares se observan cuando
se relacionan los gastos en I+D con la evolución de la formación bruta de
capital fijo. Dicho coeficiente refleja una paulatina disminución en casi
todas las economías desarrolladas desde la mitad de los años sesenta (9). Igualmente se puede apreciar el descenso de la parte del
gasto público destinado a I+D, a la vez que estos fondos públicos dedicado a la
investigación se concentran en sectores vinculados a la defensa militar, no
sólo en Estados Unidos sino en bastantes más países.
A lo largo del período 1971‑81 los
recursos por cada investigador sólo aumentaron ‑notablemente‑ en
Japón (26 por ciento), en tanto que apenas lo hicieron un 6 por ciento en la
Comunidad Económica Europea; en Estados Unidos se redujeron un 40 por ciento
(10).
Los datos referidos a las patentes reiteran
esa misma tendencia descendente para la mayoría de las economías desarrolladas.
En EE.UU. las patentes nacionales demandadas apenas
se incrementaron entre 1965‑70 y se redujeron en la primera mitad de los
setenta, principalmente las de carácter endógeno (de residentes del país). El mismo resultado se encuentra al consultar la relación
existente entre la demanda de patentes por número de habitantes y según otros
indicadores. De nuevo, los datos se repiten para Francia, Gran Bretaña,
Alemania Federal, Canadá, Italia y otros países, excepto Japón que muestra un
sorprendente crecimiento en todos estos indicadores (11).
Más significativos son los datos que apuntan
al hecho de que en esos años se acentuaba la preeminencia de los gastos en D
sobre los de I, es decir que dentro del conjunto de los gastos destinados a
I+D, la mayor parte era para aplicación en la mejora de tecnologías ya disponibles
frente a una pequeña parte dedicada a la búsqueda de otras nuevas (12). Puede decirse que los recursos, y en consecuencia los
resultados, aplicados al proceso de I+D cada vez se concentraban más en
ramificaciones del mismo árbol tecnológico, cuyas raíces y cuyo tronco se
habían consolidado en los decenios anteriores.
EL REFERENTE MILITAR DEL
ACERVO TECNOLÓGICO
Si se considera que una parte fundamental de
las innovaciones básicas que dieron lugar a aquella onda expansiva había tenido
su origen en la actividad científico‑técnica de carácter militar; y si se
considera que desde entonces la mitad de los gastos de I+D ha seguido concentrándose
en cuestiones militares y que ese porcentaje aún es mayor en el caso del
personal, equipos e instituciones de alta especialización; entonces, parece
inevitable interrogarse sobre la relación existente entre ese sector militar y
la fase de allanamiento de la onda tecnológica en los últimos decenios.
Algunos autores responsabilizan a esa carrera
armamentista (convencional y nuclear) de la desaceleración tecnológica,
señalando que ha significado una ingente desviación de recursos que no se han
destinado al desarrollo tecnológico de otras ramas de la industria y los
servicios con mejores posibilidades de innovación y progreso tecnológico (13).
Mary Kaldor pone el
acento en las propias características del sector militar, pues "el sistema
de armas parece haberse extralimitado al perfeccionarse de acuerdo con las
directrices de usuarios y productores. Se ha hecho grande, costoso, complejo y
cada vez menos funcional' (14). Las grandes empresas
contratistas, estrechamente vinculadas con los círculos militares y las
esferas de la administración, se han colocado en una posición cada vez más
ventajosa y oligopólica y "como el consumidor es
el gobierno, los gustos pueden ser impuestos con mayor facilidad y, al
contrario que en el mercado comercial, no existe prácticamente una disciplina
que se imponga desde afuera a los supuestos perfeccionamientos" (15).
"Durante las dos primeras décadas de la
posguerra tal vez esto (la base industrial del sector bélico) ayudara a
movilizar recursos para la investigación y la innovación, (...). Pero esto ya no ocurre en la actualidad. La tecnología
militar barroca expande de forma artificial industrias que, de otro modo,
habrían de ir a menos. Absorbe recursos que podrían haber sido utilizados en
la inversión e innovación de industrias más nuevas, más dinámicas" (16).
Dadas las características de la carrera de
armamentos, virada hacia los artefactos nucleares, esas grandes empresas han estado
cada vez más interesadas en la fabricación de productos más sofisticados, en
cuya investigación y producción pudiesen justificarse mayores gastos, dejando
al margen otros criterios de búsqueda de innovaciones básicas y modificaciones
que introdujesen menores costes y mayor productividad. En la medida en que
muchas empresas de los principales ramas productivas
se han vinculado a esa estrategia militar el resultado ha sido un lento proceso
tecnológico.
"Las tecnologías de la construcción de
automóviles, aviones y buques han llegado a un punto de rendimientos
decrecientes, al que antes o después llegan todas las tecnologías y en el que
las nuevas inversiones producen mejoras cada vez menores en la productividad y
por consiguiente en la competitividad; un punto en el que la calidad se hace
más importante que la cantidad porque no es posible conquistar nuevos mercados
y los ya existentes sólo pueden conservarse mediante aparentes perfeccionamientos
cualitativos. Esta es una de las características de las industrias durante la
fase descendente de una onda larga" (17).
Esta línea argumental parece ejemplificada
en el caso de Estados Unidos y encuentra un sólido apoyo en el estudio del
comportamiento de una industria tan decisiva como la electrónica. La concentración
de recursos en la actividad de I+D de carácter militar por parte de esa rama
ha determinado que en muchas producciones electrónicas donde hace decenios
existía una total primacía norteamericana ahora se haya desplazado hacia Japón ‑(bienes
de consumo: audiovisuales, relojería, calculadoras,
etc. )‑ y hacia Alemania (bienes de equipo de
control numérico), pues estas economías han mantenido como criterio fundamental
la búsqueda de incrementos de productividad y reducción de costes en bienes sin
conexión con el sector militar (18).
En consecuencia, parece inexcusable esta
reflexión sobre el comportamiento del sector militar y sus implicaciones en el
proceso tecnológico durante los decenios sesenta y setenta. El gasto militar
significa más del 5 por ciento del PIB en algunas economías y una parte importante
del mismo se destina a la investigación y el desarrollo de armamentos, bajo
control de grandes empresas que mantienen posiciones de oligopolio en las
principales ramas de la producción industrial.
Sin embargo, no parece correcto que la explicación
sobre la fase de allanamiento tecnológico se fundamente exclusivamente a
partir de ese referente militar. Cabe aceptar su función de locomotora en la
génesis de aquella onda expansiva y que posteriormente las siguientes sagas de
artefactos bélicos no han sido capaces de mantener en base a
una renovación de las innovaciones básicas. También hay que subrayar la
desviación de recursos a que ha dado lugar, restándoselos a otras innovaciones
potencialmente más dinámicas; pero, sin duda, también hay que incorporar
otros factores explicativos del allanamiento que pertenecen
al modelo de acumulación.
La estructura monopolista de los mercados
actúa de freno para el proceso de innovación porque el funcionamiento de
precios de oferta desplaza la competencia entre las grandes firmas hacia
elementos cada vez menos relacionados con la reducción de costes y el
incremento de productividad. El grado de internacionalización de la economía
actúa como acelerador del ritmo de estandarización de las innovaciones, de
manera que permite una generalización más rápida del impulso inicial, pero
también reduce la duración de ese efecto expansivo y de su papel de ventaja
comparativa para las empresas y economías que primeramente lo implementan. La
demanda de bienes y servicios va modificando su tamaño y su estructura, con lo
que el incremento de escalas de producción encuentra límites evidentes que
afectan a las economías que proporcionan.
Así pues, estos tres elementos también resultan
decisivos en cualquier explicación sobre los cambios producidos en las últimas
décadas. Desde ellos cabe interpretar las variaciones en la estructura de las
inversiones, cada vez más orientadas a la racionalización en
base a tecnologías ya disponibles que permitan reducir los costes
laborales (sustitución de máquinas por trabajadores) y no tanto a la
disminución de otros inputs materiales.
Paulatinamente las nuevas inversiones han perseguido una variación en los
productos existentes, frente a un cambio en los procesos productivos; y dentro
de éstos ha primado la reforma de los ya existentes frente a la introducción
de otros nuevos.
En este contexto se pueden entender los distintos
aspectos aludidos al comienzo: disminución del ritmo de incremento de la
productividad, saturación de mercados, aumento del desempleo y demás secuelas
derivadas de la pérdida de impulso de la onda tecnológica. Así como la
generación de máquinas y demás medios de producción básicos que habían surgido
en la posguerra, conformando la columna vertebral de un nuevo aparato
productivo, en los decenios posteriores han ido reflejando un relativo
envejecimiento y han proporcionado una menor capacidad de crecimiento
económico. Su comportamiento no ha hecho más que poner de manifiesto la
necesidad de que se produzca un nuevo cambio estructural sustentado en nuevas
innovaciones radicales.
LA I+D DURANTE LA CRISIS
La mayor parte de los indicadores que dimensionan
el comportamiento de los gastos en investigación y desarrollo de las economías
industriales muestran que la caída de sus cifras se prolongó hasta finales de
los años setenta y que desde entonces se ha experimentado una cierta tendencia
al ascenso.
El volumen de fondos destinados a I+D se
elevó en los últimos años setenta, lo mismo que el número de investigadores.
Tras esa recuperación, la participación japonesa en el total de gastos de I+D
de la OCDE se ha incrementado sensiblemente, de modo que al comenzar los
setenta no alcanzaba el 10 por ciento del total y en los años ochenta se acerca
al 18 por ciento; mientras que Estados Unidos ha reducido su cuota desde el 55
por ciento al 46 por ciento; por su parte, la Comunidad Económica Europea y el
resto de los países del área han mantenido su participación en torno al 28 por
ciento y 8 por ciento respectivamente (19).
La relación entre los gastos I+D y el PIB
también ofrece un tono ascendente hasta alcanzar casi el 2, 4 por ciento como
media de la OCDE hacia la mitad de los años ochenta después de la disminución
producida en la década anterior. Esa ratio se ha incrementado hasta 2, 7 por
ciento en Estados Unidos, en tanto que el permanente avance de Japón lo ha
situado en 2, 5 por ciento, coincidente con el de Alemania Federal. La media eurocomunitaria se acerca al 2 por ciento, superada por
Francia y Gran Bretaña, además de Suiza y Suecia fuera del marco comunitario.
La relación entre los gastos I+D y la formación
de capital (F13CF) se ha incrementado hasta el 16 por ciento en EE.UU., el 14 por ciento en Gran Bretaña, el 12 por ciento
en Francia y el 8 por ciento en Japón (20). El número
de investigadores también va aumentando hasta representar más de 7 por cada
mil habitantes en Japón, 6 en EE.UU. y 4,5 en
Alemania Federal, mientras que es bastante inferior en los demás países
desarrollados.
Los fondos públicos cubren algo menos de la
mitad de la I+D para el conjunto de la OCDE y se evidencia un cierto incremento
de su participación en el total del gasto público de los principales países.
Atendiendo a las instituciones que efectúan esa I+D, la distribución de dichos
fondos varía ostensiblemente de una a otra economía. En Estados Unidos las
empresas absorben casi la mitad y el resto se distribuye equitativamente
entre las universidades y los centros de investigación estatales; por el
contrario, Japón destina la mayor parte de esos fondos públicos a las
universidades y laboratorios estatales, pues la administración pública apenas financia la investigación privada. En cuanto al
destino de esos fondos en el conjunto de la OCDE, la mitad de los mismos se
canaliza hacia los sectores de 'defensa y 'espacial', merced a que en Estados
Unidos significan casi las tres cuartas partes y en Gran Bretaña y Francia también
se supera la media del área.
Considerando el conjunto de fondos para I+D,
tanto privados como públicos, en el área de la OCDE las dos terceras partes son
ejecutados por las empresas privadas y tales gastos significan más del 2 por
ciento del valor añadido industrial en economías como las de Suecia, Alemania
y Estados Unidos, acercándose a ese ratio las de Gran Bretaña y Japón (21).
Con respecto a la distribución por ramas,
más de la quinta parte de esos fondos se concentran
en actividades del sector eléctricoelectrónico, la
sexta parte en el químico, otro porcentaje similar en el mecánico y casi la
séptima parte en el aeroespacial, mientras que los equipos de transporte
absorben la décima parte. Así pues, esos cinco grupos canalizan más del 80 por
ciento del total de los recursos para I+D. Japón ha reforzado su posición en la
investigación eléctrico‑electrónica y en material de transporte, Estados
Unidos en las actividades aeroespaciales y mecánicas y la CEE es quien cede
posiciones en la mayoría de los grupos industriales.
En materia de patentes, que se pueden considerar
como el "output de la actividad científico tecnológica' (22), si se
compara la demanda de patentes formalizadas por residentes con el número de
investigadores, se puede observar que el coeficiente ha ido descendiendo, pudiéndose
inferir que se trata de un descenso en el rendimiento de I+D o también puede
ser la constatación de una menor tendencia a patentar los resultados de la
actividad científico‑técnica.
Mientras que en Japón aumenta rápidamente el
depósito de patentes de inventores nacionales, en EE.UU.
esas patentes indígenas disminuyen, a la vez que aumentan las de extranjeros.
El japonés es también el principal mercado de patentes de la OCDE, equivalente
a la tercera parte del total y el único donde no aparece una reducción del
rendimiento investigador. Significando la sexta parte del gasto en I+D de la
OCDE, Japón genera la mitad de las demandas indígenas de patentes del área.
Igualmente es notorio el incremento de sus patentes depositadas en el
extranjero, si bien continúa a distancia de Estados Unidos (23).
Finalmente, como consecuencia de ese esfuerzo
y ese rendimiento en su investigación, Japón ha mejorado su relación entre
pagos tecnológicos y gastos de I+D (desde el 15 por ciento al 7 por ciento) y
entre ingresos tecnológicos y gastos de I+ D (desde
el 3 por ciento al 5 por ciento). El primer
coeficiente también se ha reducido en Suecia (4 por ciento), Alemania y Gran
Bretaña (10 por ciento) y Francia (14 por ciento), siendo de apenas él 1 por
ciento en EE.UU. mientras que el segundo coeficiente
sigue siendo más alto en Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, situado
alrededor del 13 por ciento.
UNA NUEVA OLA TECNOLÓGICA
En conjunto, los indicadores recogidos parecen
mostrar un crecimiento de la actividad tecnológica desde finales del decenio
anterior, principalmente orientada hacia las "nuevas tecnologías",
que es el nombre que reciben las líneas de investigación y desarrollo
tecnológico más fecundas en los dos últimos decenios, en busca de nuevos
materiales, nuevas fuentes energéticas y alimenticias, nuevos productos intermedios
y finales, nuevas técnicas de producción.
Como se sabe, esas líneas se concretan básicamente
en los campos de la microelectrónica, los nuevos materiales, la bioingeniería y
la energía. Se desarrollan principalmente en las industrias de material de
transporte, mecánica, bienes de consumo duradero, química, agroalimentaria y
otras. En particular, la microelectrónica dispone de aplicaciones
polivalentes, tanto en la producción de bienes como en los servicios, tanto en
las innovaciones de procesos como en las de producto, y pueden favorecer
mayores o menores escalas de producción según lo requiera el ajuste entre
oferta y demanda en cada rama (24).
Se trata de cuatro campos fundamentales para
el proceso tecnológico del presente y de las próximas décadas, cuyos avances
inciden generalizadamente sobre la estructura económica de los países
desarrollados y sobre el escenario de las relaciones internacionales.
De nuevo, como ya ocurriera en el período
posbélico, una buena parte de las innovaciones tienen como antecedente la
creación de armas bioquímicas y la nueva generación de las denominadas
"armas inteligentes" (25). De forma nítida,
ese referente militar aparece en la propuesta formulada por Ronald Reagan conocida como
"Strategie Defense Initiative" (SDI), en virtud de la señal se está
financiando un programa de casi cien mil millones de dólares hasta el final de
la década, en investigaciones sobre láser químicos y de rayos X, haces de
partículas, armas de energía cinética, controles electrónicos de detección en
distintas fases, sistemas de lanzamiento, materiales de choque y otros que
permiten el trabajo de laboratorios públicos y privados con cuantiosos recursos
humanos, materiales y financieros (26).
En el marco de la crisis, en el choque entre
lo viejo y lo nuevo, entre un modelo de acumulación ya caduco y otro todavía
no conformado, esas líneas tecnológicas van desarrollándose alterando
paulatinamente el acervo tecnológico del período posbélico. Esas tecnologías
modifican las condiciones productivas y de consumo de los bienes y servicios;
y, a la vez, intensifican la pugna por la supremacía tecnológica en cada rama,
en cada economía y en el escenario internacional.
No obstante, aún considerando el carácter
discontinuo y desigual que caracteriza al proceso tecnológico, es posible
valorar que dichas tecnologías todavía no tienen una capacidad de arrastre
suficiente como para garantizar una nueva fase. Las ramas y líneas industriales
que determinan la introducción de esas nuevas técnicas no han conseguido la
supremacía en la estructura productiva del conjunto de las economías
desarrolladas.
Ciertamente, un nuevo modelo exige una onda
tecnológica, pero ésta todavía no parece madura y, en cualquier caso, requiere
de otros elementos y relaciones estructurales que de manera articulada puedan
abrir una nueva dinámica expansiva para la acumulación capitalista.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
(1) Vid. F. Palazuelos y otros: Las
economías capitalistas durante el período de expansión, 1945‑70. Akal, Madrid, 1986, cap. 4
(2) Ch. Freeman, J. Clark y L. Soete:
Desempleo e innovación tecnológica, Ministerio de Trabajo y S.S, Madrid, 1985, p. 16.
(3) Ibíd., P. 14.
(4) Ibíd., capítulos 5 y 6.
(5) L. Pasinetti,
Cambio estructural y crecimiento económico, Pirámide, Madrid, 1985, capítulo
9.
(6) Vid., entre otros, J. Van Dui jn, The Long Wave in Economic Life, George Allen and Unewin, Londres, 1983.
(7) OCDE (1986).
(8) Japón pasó de 1,7 por ciento a 2 por
ciento y la R.F. Alemana de 1,8 por ciento a casi 2,3
por ciento Vid. OCDE, Indicateurs de la
Science et de la technologie. R. D. invetion et competitivité, París, 1986.
(9) Ibíd.
(10) Ibíd.
(11) Ibíd.
(12) OCDE, Changement technique et politique economique, París, 1980. También A. Barros de Castro, El capitalismo
hoy, Marcha, Buenos Aires, 1982.
(13) Vid., entre los más destacados, S. Melman,
The Permanent War Economy, Touchstone
Books, N. York, 1974.
(14) M. Kaldor, El
arsenal barroco, Siglo XXI, Madrid, 1986, p. 23. (15) Ibíd.,
p. 77.
(16) Ibíd., p. 3.
(17) Ibíd., p. 77
(18) E. Thompson
cita el "Informe Young", presidente de Hewlett Packard, donde se
reconoce la paulatina pérdida de competitividad de EE.ÜU.
en ciertas líneas como los superconductores, softwares y microprocesadores. Vid. La guerra de las
galaxias, Crítica, Barcelona, 1986.
(19) OCDE (1986).
(20) En 1973 el porcentaje japonés apenas
superaba el 5 por ciento. OCDE (1986).
(21) En EE.UU. se
redujo desde 1969 a 1978. En el caso de Gran Bretaña su ratio era similar al de
1986, mientras que en ese año Japón apenas ofrecía el 1 por ciento.
(22) OCDE (1986), p. 54.
(23) Sobre el tema de las patentes, Vid.
OCDE (1986), segunda parte, capítulo 1 y cuadros de su anexo.
(24) J. R. Cuadrado, "El reto de los
cambios tecnológicos", en Papeles de Economía Española, 28, 1986, p. 142,
(25) Se iniciaron en los años setenta con
los misiles balísticos intercontinentales, los misiles desde submarinos, los
bombarderos intercontinentales pilotados, los misiles de alcance medio y el
armamento antisatélites y antimisiles, cuya
fabricación corre a cargo de grandes empresas como Mc
Donnell Douglas, Lockheed, Boeing. Rockwell, TRW,
Martín Marietta, Honeywell,
General Electric, Ford Aerospace y otras.
(26) La SDI supone la posibilidad de
conseguir una defensa total frente a los misiles del campo enemigo, y aun
cuando esta hipótesis ha sido duramente criticada por estrategas militares y
por científicos norteamericanos y europeos, ello no ha sido óbice para que la
administración Reagan haya puesto en marcha diversos
proyectos de investigación que en los dos primeros años ya casi alcanzaban los
cinco mil millones de dólares, asignados a un número reducido de laboratorios
y grandes empresas contratistas.