Apuntes
sobre la percepción social de la informática
Fernando Sáez Vacas
Un examen de las
relaciones entre cultura e informática permite comprobar sus múltiples desequilibrios:
en su incidencia en el sistema social, en las interrelaciones entre enfoques
intelectuales epistemológicamente separados. Otros
tantos retos que apelan a la necesidad de su superación.
INTRODUCCIÓN
s interesante e importante clarificar las relaciones
de la informática con la cultura. Al mismo tiempo, es difícil porque ambas presentan
‑desde luego mucho más la segunda que la primera‑ una vasta
geografía de territorios diversos, mal deslindados y movedizos. Uno de ellos
atañe a la percepción, el análisis y diseño social de la informática, y su
relación con el sistema escolar (1).
Las notas que componen este texto persiguen
argumentar la hipótesis de una situación de desequilibrio en el enfoque de
este apartado cultural, que requeriría ser construido simultáneamente con las
herramientas intelectuales del conocimiento de la tecnología informática y del
conocimiento del factor humano. Describiremos ciertos rasgos relativos a la
aproximación al problema por parte de los representantes de uno y otro
conocimiento, no sólo en relación con la cultura y, la cultura informática, sino
con las posibilidades y puntos débiles de ambos sectores en lo tocante a la
búsqueda de caminos hacia un enfoque más equilibrado.
Aproximadamente, dispondremos la argumentación
en tres bloques de apuntes. En un primer bloque se expondrá un bosquejo de la
complejidad de las interacciones de tecnología, cultura y sistema social,
introduciendo hipótesis para las condiciones de su sincronización mutua. En
efecto, cabe la sospecha de que tales condiciones se
basan en factores tales como la naturaleza y el ritmo de ciertos procesos propios
a los ámbitos involucrados, que pueden considerarse de carácter macroscópico y
por ello relativamente fuera del control de las acciones, actitudes y enfoques
intelectuales de los sectores de conocimiento antes
mencionados.
La segunda parte se ocupará de la interacción
de los enfoques intelectuales, asimilándola metafóricamente a un intrincado
fenómeno de ósmosis, lo que permite poner de manifiesto una visión casi física
de los mecanismos y dificultades presentes en la integración y control social
de la tecnología informática.
Una última anotación versa sobre una dificultad
especial, a saber, la multiplicidad epistemológica de aquellos enfoques, entre
cuyas variadas manifestaciones cabe citar la multiplicidad expresiva de los
discursos a través de los medios. Se esboza un inicio de análisis de algunas
claves de esta situación, sobre el que convendría profundizar en otra ocasión.
En principio, parece que la generalidad y
abstracción de las ideas que se van a exponer desbordan el ámbito de la
informática y se muestran, al menos en parte, potencialmente extensibles al
campo más amplio de las tecnologías de la información.
PROCESOS E INTERPROCESOS TECNOLÓGICOS,
CULTURALES Y SOCIALES
El objetivo de este primer apunte es dejar
sentadas algunas relaciones generales de la tecnología con la cultura y el
sistema social, en cuanto a la influencia mutua entre las dinámicas de sus
procesos, y, en concreto, plantear las condiciones de interacción esencial de
tecnología informática y sistema escolar.
El proceso de maridaje entre tecnología, cultura
y sistema social es un producto de la interacción de los procesos que tienen
lugar en cada uno de estos tres focos de la realidad. Pero hay que entender que
cada foco, por su parte, está formado por distintos niveles, parcelas, capas o
subsistemas, dotados de ritmos propios y de propiedades muy diversas y poco
triviales. A su vez, los niveles forman jerarquías o agregados dinámicos. Por
ejemplo, el sistema industrial forma parte del sistema económico, que es parte
del sistema social; la tecnología informática es un apartado de las
tecnologías de la información, y éstas, un apartado de la tecnología en
general.
Así planteadas las cosas, a uno puede
antojársele pertinente interrogarse acerca de las modalidades e intensidad de
determinadas interacciones entre determinados procesos de determinadas de las
parcelas a las que acaba de aludirse, interrogación de la que, por mucho que se
quisiera, nunca podrá estar completamente ausente una consideración permanente
de la globalidad. Verbigracia, uno podría interesarse prioritariamente por la
interacción de la tecnología informática y del sistema escolar (éste es una
parcela del sistema social y aparenta desarrollar unos procesos de ritmos característicos).
Cuando hablamos de ritmos en los procesos
esenciales de los sistemas o subsistemas estamos hablando de su dinámica y
ésta describe en un sentido trivial sus formas de funcionamiento, pero también
y de manera más profunda (histórica) los cambios de su estructura y de la
naturaleza de sus funciones. Este último es el sentido que nos interesa aquí,
puesto que podría ayudarnos a cifrar por un orden de magnitud aproximado la
dinámica temporal de los cambios en los procesos de algunas parcelas de nuestro
interés.
Al objeto de entendernos, a este orden de
magnitud lo llamaremos "escala del proceso", y representará algo así
como el lapso aproximado entre sus cambios sustanciales, tal como podemos
percibirlo en el momento histórico presente. Unos ejemplos aclararán esta
idea. La escala de cambios en el sistema industrial es de decenas de años (lo
que denotamos así: x 10). El sistema escolar funciona
a una escala de cientos de años (x 100). En la cultura
científica se experimentan cambios sustantivos con una escala de decenas o de
centenas de años (x 10, x 100). La cultura informática
se mueve en una escala más rápida (x 10). Pero la
cultura popular lo hace realmente, profundamente, a un ritmo mucho más lento,
de x 100 ó x 1000. Por su parte, las tecnologías ofrecen diferentes ritmos, ya
que no es lo mismo la tecnología del petróleo que la biotecnología. En lo que a
nosotros concierne, consideramos que las tecnologías de la informática, de la
electrónica y de las telecomunicaciones presentan ahora (por separado) escalas
de x 10.
Para simplificar el razonamiento, nos centraremos
en el aspecto unilateral de la influencia del área tecnológica sobre las áreas
de la cultura o del sistema social: una tecnología concreta está capacitada
para influir profundamente sobre esta o aquella parcela de la cultura o del
sistema social cuando tiene el potencial de provocar en ella un cambio
esencial conveniente para ésta (léanse subrayados los vocablos
"esencial" y "conveniente", que aluden a su nivel de
receptividad activa), representativo del inicio de una nueva dinámica.
La naturaleza de los avances en tecnología
electrónica e informática tiene la virtud de compaginarse
con la naturaleza de los fines de muchos procesos fabriles en el ámbito económico
(sistema industrial) y además sus escalas son de una magnitud parecida; así pues, tienen teóricamente la oportunidad de influir
realmente en este sistema industrial sin provocarle una cadena de agitaciones
insoportables. No ocurre lo mismo con el sistema administrativo, cuyo cambio
esencial conveniente se iniciará hipotéticamente cuando se consiga un mayor
nivel de integración de las tres tecnologías de la información recién
mencionadas.
Pero si miramos al sistema escolar y aplicamos
el mismo razonamiento, caemos inmediatamente en la cuenta de que de la
electrónica, las telecomunicaciones, las tecnologías del sonido y de la imagen
y la informática, ninguna tiene independientemente el potencial de reproducir,
mejorándola, la naturaleza compleja del sistema escolar y además presentan una
escala excesivamente pequeña, que las haría inabsorbibles
por aquél (2). El corolario es que en términos
macroscópicos no queda otra cosa que hacer que esperar a que aquellas
tecnologías se sinergicen en
un nuevo nivel de tecnología integrada. A1 decir "integrada" nos
referimos tanto a la propia integración técnica de las tecnologías como a su
integración humana, esto es, a la creación de interfaces muy
"inteligentes" y naturales, que es un segundo y trascendental paso.
Incidentalmente, habrá que anotar que precisamente este proceso de integración
que parece ir a empezar a culminar en los próximos quince a veinte años dura ya
alrededor de 150 años (x 100) (véase (3)).
Supuestas y aceptadas las condiciones macroscópicas
de (hipotética) validez general que acabamos de esbozar como condiciones necesarias
pero no suficientes para la interacción profunda, resta el problema de evaluar
también el entramado total de relaciones presentes en el embrollado tejido de
las capas de las tres áreas consideradas. Llegados a este punto, vale más
interesarse por los procesos concretos de una sociedad y una cultura
específicas, para lo que conviene previamente resaltar las características
principales de los mecanismos que pueden tener influencia en la forma, ritmo y
coste de aquella integración, una vez satisfecha o a punto de satisfacerse la
condición necesaria.
Pero de entrada hay que aceptar que, incluso
particularizando los problemas, su compleja naturaleza se opone rotundamente a
ser expresada por nuestros simples y secuenciales
artefactos lingüísticos. La lengua se convierte a su vez en una de las fuentes
de complejidad del mundo. De paso, dejemos constancia de la radical insuficiencia
expresiva de la lengua con respecto al cerebro y de todo el corolario de
recortes, incomunicaciones y espejismos que ello trae consigo.
El resto de nuestro artículo esboza un
análisis en cierta manera microscópico (por contraste con el anterior) de la
naturaleza y estructura de los citados mecanismos, poniendo énfasis especial
en el comportamiento de dos tipos de agentes humanos naturalmente disociados e
intelectualmente ajenos a la complejidad total del fenómeno; los
representantes del pensamiento sociológico y humanista, y los representantes
del orden técnico y tecnológico.
CULTURA Y CULTURA INFORMÁTICA
La informática es una disciplina de índole
instrumental. Lo que tiene de ciencia, técnica y tecnología se alimenta de las
ciencias fisicoquímicas, de la matemática y de la ingeniería. Por su
orientación instrumental se multiplica de forma revolucionaria en un abanico
de aplicaciones extendidas a la práctica totalidad del quehacer humano y de
esta circunstancia históricamente inédita surge el inmenso interés que ha
despertado. Como corolario, es inevitable esperar que su desarrollo,
entendimiento y uso dejen su poso en la cultura y se vean a cambio
condicionados por ésta: en Física a esto se le llamaría un fenómeno de ósmosis.
No es posible observar los resultados de
esta interacción si no es a largo plazo, de manera que, hoy por hoy, el juego
dialéctico subterráneo entre cultura (en su sentido más amplio) e informática
nos es desconocido en realidad, si bien captamos atisbos y aventuramos
hipótesis sobre aspectos parciales. Hace unos años acostumbraba a decirse que
la "cultura" informática era universal, que sus estereotipos
circulaban sin pagar aduanas por todo el mundo, instalándose invariantemente en las mentalidades culturalmente más
distantes. No puede negarse que hay una gran porción de verdad en este aserto
(y sobre ello volveremos luego), sobre todo si su alcance se circunscribe a los
límites de ciencia, técnica y tecnología antes aludidos. En general, éste es
un tema que, si ha sido estudiado, lo ha sido superficialmente.
Por nuestra parte, pensamos que no hay una
cultura informática universal (4). Reflexionando hace
años sobre esta cuestión aparentemente académica concluíamos en que aquí y allá
se generan distintas (incluso notablemente distintas) culturas informáticas
como resultantes de las diferentes dosis y relaciones y relaciones entre cinco
subculturas informáticas básicas (5).
Hasta cierto punto, las esencias de tales subculturas
sí tienden a ser universales e invariantes, pero no lo son sus dosis y
relaciones mutuas, que dependen, más de lo que se supone, de factores
culturales profundos. Es decir que, por sutil que ello parezca, hay o puede
haber tantas culturas informáticas como latitudes culturales.
Estamos convencidos de que, siguiéndole la
pista a la cultura informática de cada sociedad, se pueden identificar
bastantes claves en sus comportamientos ante esta nueva tecnología,
especialmente si se tiene el cuidado de valorar el eventual factor de autodesconocimiento de su propia cultura informática. A lo
largo de varios artículos (desde 1976) hemos
analizado en sus grandes líneas esta cuestión y sus consecuencias sobre las
áreas científica, industrial, económica, psicológica y con mayor énfasis en la
educativa. Recientemente la hemos recuperado y ampliado en el libro antes
citado, circunstancia que nos exime de extendernos en ella, pero no de
indicarla a efectos informativos para muchos de los lectores.
EL FENóMENO DE LA ÓSMOSIS COMO
METÁFORA DE INTERCAMBIO ACTIVO
Vamos a reordenar en primer lugar el esquema
de lo que personalmente llevamos dicho y escrito sobre cultura informática y
cultura bajo una nueva perspectiva, inspirada en la analogía antes apuntada de
la ósmosis, fenómeno cuya naturaleza específica tiene la virtud de revelar el
carácter bidireccional, múltiple, vivo
(y, por extensión, social y sujeto a remodelación), dinámico, complejo y
diferenciado/universal del problema de la percepción, el análisis y el diseño
social de la informática.
La ósmosis, como todo el mundo sabe, es el
"paso recíproco de líquidos de distinta densidad a través de una membrana
que los separa". "En Biología, los fenómenos de ósmosis tienen una
importancia fundamental para la regulación de los intercambios a través de la
membrana en la célula, y, por lo tanto, para el mismo mantenimiento y
desarrollo de la vida". Hasta aquí, la cita enciclopédica.
Ocupémonos ahora de las cinco subculturas informáticas metaforizándolas como cinco tipos
de sustancias que forman parte de un medio ambiente o patrimonio universal.
Allí son depositadas por procesos osmóticos activados por diferentes y muy
pocas culturas generadoras. Las culturas juegan el papel de células (mejor, de
seres vivos) y pueden dejar también pasar sustancias a
su interior. En resumen, cada cultura opera en forma al mismo tiempo cerrada y
abierta (selectiva) en intercambio con el medio ambiente, al cual tiene la
posibilidad de hacer evolucionar y con el cual se adapta y evoluciona.
Finalmente, dentro de cada cultura se forma una cultura informática como
resultado particular y dinámico de este proceso de ósmosis, por cuyo
intermedio la cultura (de sistema cultural completo) integra a su propia manera
(es decir, en proporciones y formas diferenciadas) todas aquellas sustancias en
sus procesos vitales.
De lo anterior se desprende la existencia de
estados por lo menos inicialmente diferenciados en las culturas informáticas
surgidas dentro de las diversas culturas. De añadido, y como principio social
indicado para las culturas básicamente receptoras (6), deberíamos tal vez formular
la pertinencia normativa de que éstas mantuvieran dinámicamente estados
diferenciados compatibles con sus mejores valores culturales propios.
Y con esto empezamos a trascender la analogía
de la ósmosis al terreno social. Siguiendo con ella, hay que recordar que los
fenómenos de ósmosis se gobiernan por membranas, mecanismos y otros factores
que regulan la dinámica de los procesos de difusión de las distintas
sustancias. Nada nos impide asociar en nuestro caso algunos de estos mecanismos
con aquellos (en los que nos vamos a centrar ahora) que rigen la percepción
colectiva de la informática, tanto si son producidos por una multiplicidad de
microprocesos de generación espontánea como si obedecen a análisis y diseños
sociales sistemáticos (cuyo carácter es naturalmente interdisciplinar). Por ejemplo, la tarea de rediseñar un sistema escolar
abierto a las tecnologías es un supuesto de trabajo, entre otros, dependiente
de la textura de dichos mecanismos.
Pero su construcción (la de los concretos mecanismos
de percepción colectiva) es obra de distintos agentes sociales y la vemos
sujeta por el momento a fuerzas incoherentes y de intensidad desequilibrada,
en escasa resonancia asimismo con el principio de pertinencia arriba indicado,
si es que creemos conveniente tenerlo en cuenta.
DOS BLOQUES EPISTEMOLÓGICOS EN EL JUEGO
El problema es dual, en el sentido de que requiere
ser abordado simultáneamente con las armas intelectuales del conocimiento
profundo de la tecnología (informática) y del factor humano. Dicho en otra
forma, este problema no puede ser resuelto sólo con una de estas dos armas,
sin la otra; sería incoherente con relación a la naturaleza del problema.
Sin embargo, así es como habitualmente suele
intentarse ‑pensamos‑, aun cuando no siempre lo parezca, porque en
definitiva los agentes sociales que pueden enfrentar el problema pertenecen a
dos bloques cuyas armas son de por sí insuficientes para la tarea y, acostumbrados
a ignorarse mutuamente, consiguen un nivel de intercomunicación patentemente
pobre y difícil. Estamos refiriéndonos a los representantes de la ciencia,
técnica y tecnología informáticas, por un lado, y a los representantes de las
Ciencias Humanas y Sociales, por el otro.
En realidad, ‑este planteamiento
bipolar es abusivamente limitativo, de manera que, antes de continuar con
nuestra línea argumental, conviene hacer unas matizaciones al respecto, para
tranquilidad del lector. Es limitativo, pero al tiempo casi inevitable por
razones pragmáticas. Una panorámica mayor y más justa ubicaría a los agentes
sociales en muy diversos puntos del espacio que Checkland
ha denominado espectro "hand‑soft" de las ciencias (7).
Dicho espectro suministra una secuencia del
esqueleto de las ciencias, que podemos leer, desde la izquierda (hard) a la derecha (soft), así:
Física, Química, Biología, Psicología, Ciencias Sociales. Los fundamentos de
esta clasificación son los siguientes: su orden histórico de emergencia; el
hecho de que cada ciencia se soporta en la que la precede y prepara el terreno
para la que la sigue; el grado creciente de complejidad de sus contenidos; y la
creciente facilidad con que los hechos estudiados por una ciencia particular
pueden cambiar. Fue Comte quien en el siglo XIX
estableció la clasificación de las ciencias, de la que esta de Checkland es una actualización.
Su idea era preparar una secuencia de cómo
debían enseñarse las ciencias según un riguroso y completo orden
epistemológico. Sabemos que esta idea se ha quedado en olvidado desiderátum y que hoy más o menos todos nos especializamos
de una manera tal que nuestro desplazamiento de uno a otro punto del espectro
"hard‑soft"
está cuajado de dificultades (generalmente más desde la derecha hacia la izquierda
que en sentido contrario). En cualquier caso, las
consecuencias de este estado de cosas no son halagüeñas cuando de lo que se
trata es de abordar problemas complejos de ámbito extendido por todo el
espectro. En fin, el viejo contencioso de la especialización.
Con sólo los matices que se acaban de señalar,
cualquiera comprende ya que aquellos a quienes hemos
denominado representantes del bloque de la ciencia, técnica y tecnología informáticas
habitualmente propenderán a afrontar un problema sociotécnicamente
complejo con una gama de modos intelectuales próximos al polo "hard" y los representantes de las Ciencias Humanas y
Sociales el mismo problema lo abordarán en sintonías polarizadas
"sofí". El conjunto del trabajo y de las reflexiones de unos y otros
generará versiones y soluciones a la vez concurrentes, complementarias y
antagónicas, como diría Edgar Morin. Situación
interesante en el plano especulativo, pero poco práctica frente a la realidad.
Vamos a precisar un poco más estos puntos
relativos a la metáfora "hard‑soft". El enfoque tiende a ser "hard" cuando arranca de un conocimiento construido en
torno a los fundamentos físicos, estructurales y técnicos de una determinada
tecnología de la información, mientras que se hace "soft"
cuando se basa en un conocimiento diseñado sobre las relaciones conductuales
del individuo humano con la tecnología. (Un enfoque "hard"
o "soft" puede a la vez ser "heavy" o "light",
en función de su densidad, y especialmente de su densidad disciplinar; ésa es
otra cuestión).
Ahora bien, en sí misma la
tecnología de la información considerada puede ser más o menos "hard" de acuerdo al grado de complejidad conceptual,
estructural y tecnológica de su naturaleza. Convendremos por un momento en
calificar como tecnologías "soft" a
aquellas que sean menos "hand", es decir,
que la comprensión de su internidad esté al alcance
de mayor cantidad de gente. Desde este criterio, la informática y todas las
tecnologías de la información que se sustancian o se integran a su alrededor
tienden a ser de naturaleza "hard", como por
ejemplo la robótica, la ofimática, la inteligencia artificial. Por el mismo
principio, las tecnologías de "mass‑media" son por lo general
"soft".
Reuniendo los dos elementos vistos pueden
otorgarse calificaciones globales en función de una valoración concreta del
siguiente binomio: raíz epistemológica del enfoque de la tecnología/naturaleza
de la tecnología. Así, este artículo podría calificarse de hard/hard, el artículo de Jorge Andrade sobre el escritor
cibernético (TELOS/14) es soft/hard
y esta revista en su conjunto tiende a ser soft/soft. Si aplicamos además el parámetro de la densidad, el
artículo de Andrade parece soft/hard‑light, mientras que éste podrá ser catalogado
probablemente, incluso desde el mismo momento de la lectura de su título, como
hard/hard‑heavy (y predestinado, por tanto, a ser atendido por un
escaso número de lectores).
Diríase que lo anterior se asemeja a un juego de
palabras, y tal vez lo sea, pero también es
una aproximación didáctica (nemotécnica) a una teoría del juego de los
desencuentros intelectuales en materia de tecnologías de la información.
Este es un tema inacabable, pero para terminar,
anotaremos algunos rasgos significativos muy generales del comportamiento,
predisposición y roles de aquellos bloques, especialmente en lo tocante a la
expresión del discurso sobre la informática. Dentro de la general limitación
lingüística frente a los problemas complejos antes mencionada, cada grupo
incorpora sus características lingüísticas propias, en un juego cruzado de teorías
y percepciones dimanadas de múltiples posiciones en el espectro. La vertiente
lingüística nos interesa aquí en cuanto que a través de conferencias, artículos
en periódicos y revistas, y de libros se contribuye
(sólo se contribuye) a crear opinión.
Del primer bloque cabe esperar teóricamente
una natural vocación por favorecer el transporte de las esencias genéricas de
la cultura informática, mientras que el segundo está preparado para
filtrarla, acondicionarla y difundirla con referencia a más amplios patrones
culturales.
Los profesionales de la informática tienden
(8) a considerarla más como un fin que como un medio, son amantes de la lógica
y de la concisión, y herméticos cuando no toscos en la expresión verbal y
escrita (9). Padecen colectivamente diversos grados
de desconocimiento, trivialización o insensibilidad
por la cultura (entendida en sentido amplio).
Raramente mantienen una actividad intensa en los asuntos públicos o en los
"mass‑media".
Del bloque de los profesionales de las Ciencias
Humanas sólo una minoría es sensible a la tecnología, a la que correctamente
percibe como un medio. A1 desconocer sus fundamentos, su discurso se expande
en un enorme y confuso abanico de opciones que va desde la trivialización
de la tecnología hasta reveladoras y muy profundas aportaciones, pasando por
frecuentes ejercicios de logomaquia incomprensible (y muchas veces vacía). En cualquiera de estos casos no se excluye la posibilidad
de una envoltura deslumbrante, con fácil manejo de ideas y hasta algún impacto
en la opinión pública. Sin embargo, se puede asegurar sin temor a error que su
influencia sobre el grupo "hard" es mínima.
Cada bloque es prisionero del tipo de epistemología que ha enmarcado su
especialización.
Para volver al área del sistema educativo,
las ideas que contiene este artículo reflejan la experiencia reflexiva de un
técnico, quien en su propio ámbito de trabajo, la Universidad Politécnica,
está intentando convertirlas en estrategias para integrar educativamente algo
del segundo tipo de epistemología en la preparación universitaria de algunos
futuros tecnólogos de la información.