William H. Melody
Sin caer en posiciones apologéticas ni apocalípticas, se examinan los riesgos y las esperanzas de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, las características económicas de sus mercados, los problemas políticos planteados. Se concluye la imperiosa necesidad de investigación de este campo.
INTRODUCCIóN
El tema de la sociedad de la información ha
absorbido la imaginación de tecnólogos, sociólogos y, más recientemente, del
gran público. Rara vez en nuestra historia ha atraído un tema tanta atención y
generado tantos volúmenes de literatura produciendo al mismo tiempo tan escasa
profundidad crítica y comprensión de sus auténticas implicaciones a largo
plazo. La combinación de asombro ante las inmensas posibilidades técnicas y la
agresiva promoción llevaba a cabo por los proveedores de equipo y servicios ha
creado la impresión de que las tecnologías de la información (es decir, la
aplicación de la microelectrónica a las funciones informáticas y de telecomunicaciones)
tienen algo de mágico. Uno se siente impulsado a creer que una adecuada inyección
de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones resolverá los
problemas económicos, sociales, políticos y culturales de cada sociedad y del
mundo entero. Las gentes parecen invitadas a someterse a la autoridad de las
nuevas tecnologías.
Sin embargo, si algo tiene que enseñarnos la
historia es que las nuevas máquinas no resolverán los viejos problemas
sociales Pueden modificar notablemente las relaciones de poder existentes en
la sociedad a favor de quienes controlan las nuevas máquinas ‑y de las
que se benefician‑, pero las nuevas tecnologías no contienen ningún
ingrediente mágico que pueda transformar de la noche a la mañana la naturaleza
de las relaciones sociales e institucionales.
Lamentablemente, la inmensa mayoría de la
literatura crítica sobre la sociedad dé la información se ha caracterizado por
ser más una respuesta directa a las pretensiones promocionales que un intento
de examinar rigurosamente sus probables implicaciones sobre el mundo real. Las
tecnologías tienden a ser contempladas como simples instrumentos de
gigantescas empresas multinacionales destinados a su utilización para martillear a las masas, a las que el Estado debe proteger.
En estos escenarios supersimplistas, las nociones
abstractas de "tecnología" exógena combaten
con nociones abstractas de un "Estado" exógeno en un duelo metafísico
que nada tiene que ver con la realidad. El duelo adjudica a las gentes el papel
de constituir simples observadores y no participantes activos de la evolución
de la sociedad. Su opción consiste en depositar su fe en "la
autoridad" sea de la tecnología, sea del Estado, y no en sí mismas, sus
instituciones y el desarrollo del potencial humano.
Existen síntomas crecientes de que la
investigación y el análisis de este asunto están empezando finalmente a
desplazarse más allá de la simple teorización acerca de los efectos superficiales
y a examinar en mayor profundidad las implicaciones sobre el mundo real (1).
Los artículos de este volumen representan un paso al frente en esa dirección.
El funcionamiento de toda sociedad depende
de la información y de su eficaz y adecuada comunicación entre sus miembros. En
su sentido más amplio, las instituciones sociales, culturales, políticas y
económicas de toda sociedad se definen en función de las características de la
información que esas instituciones comparten. En un sentido económico más
estricto, se acepta con carácter general que el recurso más importante que
determina la eficacia de toda economía, industria, proceso de producción u
hogar es la información y su adecuada comunicación. Las características de la
información definen el estado del conocimiento.
Industrias enteras y sectores importantes de
las economías tecnológicamente avanzadas se dedican en la actualidad a la
información: a su búsqueda, creación, fabricación, almacenamiento,
clasificación, resumen, selección, edición, interpretación, acumulación,
compra, venta y difusión. Ciertos autores creen que la sociedad está pasando
de un capitalismo industrial a una sociedad basada en la información. En realidad,
una investigación detallada pondría de manifiesto, con toda seguridad, que las
sociedades siempre se han basado en la información. Las tradiciones orales de
las tribus más primitivas fueron, y continúan siéndolo, ricas en información.
Los cambios de los años recientes se han producido fundamentalmente en la mecanización
de la información y de los procesos de comunicación así como en las
características del mercado de la información y de los sistemas de
comunicación.
En primer lugar, la tecnología de la generación,
el procesamiento y la transmisión de información a costes unitarios
asombrosamente reducidos ha proporcionado un salto espectacular en la
capacidad de proporcionar información. En segundo lugar, se ha descubierto que
muchas formas de información hasta ahora no proporcionadas a través de los
sistemas formales del mercado tienen en éste un elevado valor de intercambio.
Ahora resulta provechoso buscar muchos nuevos tipos de información a los que,
en el pasado, no se prestaba atención alguna por su falta de rentabilidad. La
información que antes no figuraba como actividad económica y que se encontraba
fuera del mercado ha accedido a éste. En tercer lugar, la definición de la
información se ha ampliado para convertirse en algo que lo abarca virtualmente
todo, incluidos los denominados servicios administrativos y burocráticos.
Uno sospecha que la modificación más notable
entre la sociedad tecnológicamente avanzada de nuestros días y la tradición
oral de la ciudad‑estado de la antigua Grecia ‑que continúa
practicándose en ciertas culturas de nuestros días‑ no radica en el papel
de la información en la sociedad, sino en la manera en que se han
institucionalizado los procesos de la información. La forma dominante de
creación e intercambio de la información se ha desplazado del discurso oral
que fluye fuera de los límites del mercado formal hacia la institucionalización
de las organizaciones "generadoras de información", a la conversión
de la información en un bien de primera necesidad y a su venta en los diversos
mercados.
TECNOLOGÍA DE LA COMUNICACIÓN Y SERVICIOS DE
INFORMACIóN
El rápido crecimiento de los mercados de la
información resulta posible por la interacción de los adelantos producidos en
las tecnologías informáticas y de las comunicaciones. Los progresos de la
industria informática han expandido la intensidad del mercado al reducir los
costes de generación de un número cada vez mayor de tipos de datos. Los
adelantos de las telecomunicaciones han desmoronado las barreras geográficas
que se oponían a la constitución de mercados globales. Sin embargo, es
importante distinguir, por una parte, las implicaciones económicas de los
sistemas de instalaciones de las nuevas tecnologías, que proporcionan la infraestructura
dentro de la cual se genera y procesa la información, y sobre la que se desplaza,
y, por otra, los propios servicios de información, es decir, el contenido que
se proporciona a través de los sistemas de instalaciones.
En su sentido económico estricto, los
sistemas de instalaciones de ordenadores, satélites, cables, terminales, etc.
no difieren, como proceso de producción, de ningún otro proceso productivo o
de fabricación. El equipo se fabrica y vende en el mercado de la misma forma
que los demás elementos de equipo. Los ingredientes económicos directos son
los tradicionales: beneficio, trabajo, penetración en el mercado y
oportunidades de desarrollo adicional. Lo que hace de los sistemas de
instalaciones algo importante es que a través de ellos deben prestarse los
servicios de información y comunicación. Por consiguiente, la eficacia del
sistema de instalaciones representa un factor fundamental que influye sobre la
eficacia de los servicios de información que a través de ellos se prestan. Un
país dotado de un eficaz sistema de instalaciones puede disponer de
importantes ventajas, pues a través de ese sistema podrá recibir virtualmente
todos los servicios de información.
Las implicaciones directas de la nueva información
para una sociedad vendrán determinadas fundamentalmente por los servicios de
información y comunicación que se prestan a través de los sistemas de
instalaciones. Son esos servicios los que proporcionan tipos de información y
comunicación de los que hasta ahora no se disponía. Pero el diseño y la
estructura de los sistemas de comunicaciones establecidos determinarán los
tipos concretos de información, quién pueda enviarlos y quién recibirlos.
CIERTAS CARACTERÍSTICAS ECONÓMICAS DE LA INFORMACIóN (2)
El acervo de conocimientos de una sociedad,
la formación y la educación de sus masas, la información concreta y detallada
sobre los aspectos económicos, sociales, políticos y culturales de una
sociedad representan un recurso fundamental. El valor que para una sociedad
representa ese acervo de conocimientos depende del grado de su difusión por
esa sociedad y de las instituciones encargadas del mantenimiento, la renovación
y la divulgación de los conocimientos; en otras palabras, de su sistema educativo
y formativo y de la investigación generadora de nuevos conocimientos. Los
beneficios económicos resultantes adoptan la forma de mayor productividad,
participación y capacidad de adopción de decisiones en toda la economía.
En la nueva era que vivimos, gran parte de
la información que resulta importante está constituida por información
especializada destinada a proporcionar un conocimiento "desde dentro"
del comportamiento de los compradores de los productos de una firma, de los
proveedores de los demás recursos de una compañía, de los competidores, de las
autoridades del Estado, etc. En esencia, en los mercados imperfectos, esa
información desde dentro destinada al consumo privado refuerza la posición
negociadora y comercializadora de las organizaciones que tienen acceso a ella.
Casi diariamente surgen servicios especiales
de información destinados al consumo privado de una clientela restringida. Van
desde estudios especiales de investigación de las características de los
mercados internacionales, destinados a un grupo de empresas multinacionales,
hasta valoraciones confidenciales de la fuerza negociadora de un determinado
cliente, competidor, sindicato, partido político o Gobierno de cara a una
negociación concreta.
Las características de la información como
producto final del consumidor varían en función del tipo de información que
desee, de los usuarios y de los fines que éstos persiguen. Quizá la mayor
expansión potencial del mercado de la información actualmente en marcha sea la
de datos especializados que puedan facilitar la adopción de decisiones, como
puede ser la selección de las compras; la de permitir una mayor eficacia en
el desarrollo de ciertas actividades, como la bancaria; y la de proporcionar
nuevas formas de ocio, tales como los vídeo juegos. La combinación de bancos
de datos especializados, programas informáticos y sistemas avanzados de
telecomunicaciones permite a las personas tener acceso, a través del mercado, a
información especializada destinada al consumo privado. El incentivo económico
de la promoción y expansión de esos sistemas es muy considerable habida
cuenta de la radical reducción de los costes unitarios representados por la
simple incorporación de nuevos suscriptores a sistemas ya establecidos.
Las nuevas tecnologías hacen asimismo posible
y rentable la creación de bancos de datos especializados de información personal
detallada destinada a ciertos usuarios, tales como, por ejemplo, las
instituciones de crédito y los organismos del Estado. En muchos casos, el
valor de mercado de esa información resulta incrementado si se restringe el
acceso a ella. Esto haya planteado la preocupación de que las nuevas
condiciones del mercado de la información permitan y hagan provechosa la
invasión de la intimidad personal.
CIERTAS IMPLICACIONES RESPECTO DEL
DESARROLLO DEL MERCADO
Los mercados de la información pueden clasificarse
en dos categorías generales: a) aquellos en los que se logra el máximo valor
de mercado mediante la máxima difusión de la información, y b) aquellos en los
que se logra el máximo valor de mercado restringiendo la información a
usuarios especializados que valoran su escasez y pretenden el monopolio de una
determinada información. La primera se encuentra representada fundamentalmente
por la información que se proporciona al público para su consumo masivo, cuyo
mejor ejemplo pudiera ser la televisión comercial. La segunda está constituida
por la generación de información especializada que proporciona un valioso diferencial
de conocimiento sobre los intereses de los antagonistas, pudiéndose señalar
como exponentes las valoraciones confidenciales de los puntos fuertes y
débiles de la parte contraria en una negociación.
La
categoría basada en la máxima difusión se caracteriza por unos costes de
reproducción de la información excepcionalmente bajos. Siendo crecientes los
costes de producción de la información original y decrecientes los de su reproducción,
se aumentan los incentivos económicos de la expansión del mercado para la
información ya existente. En la práctica, esto significa, por ejemplo, que
aumenta el incentivo económico de la venta masiva a bajos precios de viejos
programas de la televisión americana en un mayor número de países. Para los
países que cuentan con una fuerte producción televisiva propia, aumenta
considerablemente el coste diferencial entre la producción de material indígena
y la compra de material americano ya producido.
La segunda categoría, la de los mercados basados
en la creación de un monopolio de cierta información, se ve menos influida por
los bajos costes de la reproducción de la información, si bien los compradores
con intereses similares pueden obtener economías si comparten ciertas
adquisiciones de información. En cambio, la generación de la información asume
un papel protagonista para los intereses encontrados que tratan de alcanzar una
ventaja competitiva. Como tal, esta categoría impone un coste a todos los
intereses competitivos y encontrados que deseen mantener sus posiciones
relativas en el mercado, a quienes se ofrece la oportunidad de comprar una
ventaja informativa. Sin embargo, se crea una barrera para quienes no pueden
permitirse competir en el juego de la información.
CIERTOS PROBLEMAS POLÍTICOS IMPORTANTES
Una importante ampliación del mercado de la
información planteará notables problemas políticos a largo plazo. Es de
esperar que el sistema del mercado de la información absorba gran parte de la
información de la que, con anterioridad, se disponía gratuitamente, simplemente
pidiéndola, u obtenible con esfuerzo pero a un precio nominal. Es posible que
la nueva información sea mejor que la antigua, pero de esta última no se
dispondrá fuera del sistema de mercado. Esto, por supuesto, plantea importantes
problemas a largo plazo sobre el sentido de los costes de la información para
los menos favorecidos, que quizá no puedan acceder a la información necesaria
para distribuir más eficazmente sus limitados recursos.
Es posible que se acentúe la división de clases
de la sociedad. Las elites y los poderosos de todos los países se constituirán
en comunidades internacionales alejadas del desarrollo participativo de cada
uno de sus países.
Las características de los mercados de la información
crean problemas especiales vinculados a la transferencia de las tecnologías
informáticas y de las telecomunicaciones a los países en vías de desarrollo.
Los incentivos del mercado radican en vender sistemas de instalaciones de
nuevas tecnologías en los países en vías de desarrollo para establecer la
infraestructura de la comunicación nacional e internacional de los servicios
de información. Pero esto puede aumentar la dependencia tanto tecnológica como
económica (3).
Dada la base de información establecida en
los países avanzados tecnológicamente y su liderazgo en la creación de nuevos
servicios de información, resulta posible predecir los flujos probables de la
información. La información destinada al consumidor final, como los programas
de televisión, dominará el flujo desde los países desarrollados hacia los que
encuentran en vías de desarrollo. Los mercados de la información especializada
que crean valor como consecuencia del monopolio de la información generarán un
flujo de información dominante acerca de los países en vías de desarrollo y hacia
los países desarrollados y las empresas multinacionales. Estas tendencias, por
supuesto, se encuentran ya documentadas (4). Estas condiciones del mercado de
información podrían facilitar que las organizaciones que tienen acceso a la
información especializada penetren en los mercados de los países en vías de
desarrollo con su gama completa de bienes y servicios económicos, lo cual
podría colocar a las empresas y a las instituciones de los países en vías de
desarrollo en una situación de desventaja competitiva aún mayor como
consecuencia de la deficiencia de la información sobre las condiciones
existentes en sus propios países.
Existe el riesgo real de que las
características económicas de los nuevos mercados de la información y las
comunicaciones aumenten, en lugar de reducir, la dependencia de los países en
vías de desarrollo respecto de los ya desarrollados.
Parece evidente que, para la mayor parte del
mundo, las nuevas tecnologías de las comunicaciones no son la panacea que sus
promotores pretenden. Por el contrario, a no ser que se adopten medidas
políticas concretas que orienten la implantación de las nuevas tecnologías de
la comunicación, las implicaciones antes descritas pueden ilustrar de una forma
elocuente la tendencia general probable de los acontecimientos. Pero esto no
debe sorprender a nadie. Las nuevas tecnologías de la comunicación son tecnologías
de los acomodados en el sentido de que se inventaron en sociedades acomodadas
para servir a sistemas económicos desarrollados. Si las tasas de penetración
del teléfono saturan todas las empresas (grandes y pequeñas) y más del 90%
del los hogares, si las comunicaciones telefónicas han pasado a formar parte
del comercio y la cultura de un país desde hace ya varias generaciones y si la
renta disponible de la mayoría de la sociedad es relativamente elevada, puede
decirse que las nuevas tecnologías ofrecen oportunidades en beneficio de un
enorme número de los miembros ‑aunque no de todos‑ de esa
sociedad. Pero parece evidente que si la tasa de penetración del teléfono de
un determinado país y la renta media disponible son muy bajas, los beneficios
de las nuevas tecnologías se limitarán a las empresas más importantes (en su
mayor parte multinacionales) y a los organismos del Estado de las ciudades más
importantes.
Sin embargo, las multinacionales de las comunicaciones,
apoyadas por sus gobiernos, ejercen una creciente presión sobre el mundo en
vías de desarrollo para que éste se una a la presunta revolución de las
tecnologías de las telecomunicaciones. Pero, incluso si los países en vías de
desarrollo aceptan las pretensiones de las nuevas tecnologías de la
comunicación como, sobre todo, propaganda, ¿tienen alguna opción que no sea la
de aceptar esas tecnologías o rechazarlas, dando entonces la sensación de ser
Tinos ignorantes extraterrestres? ¡Por supuesto que sí!
Entre la aceptación inmediata de las nuevas
tecnologías en las condiciones impuestas por el vendedor y su total rechazo
existe un amplio campo de negociación. Los países en vías de desarrollo deben
aprovechar plenamente esas posibilidades negociadoras para tratar de atemperar
la introducción de las nuevas tecnologías a un ritmo compatible con sus
objetivos de desarrollo nacional a largo plazo. Evidentemente, los países
desarrollados se han esforzado en aumentar al máximo su capacidad negociadora
sobre estos problemas durante muchos años. Así, por ejemplo, la culminación del
Mercado Común europeo en 1992 constituye una ilustración perfecta. Los países
en vías de desarrollo pueden tratar de orientar la aplicación de las nuevas
tecnologías para promover las redes de comunicaciones locales, regionales y
nacionales, dentro de sus respectivos países, como cimiento sobre el que se
basen sus economías locales y nacionales. Pueden tratar de crear industrias
propias en el sector de las comunicaciones mediante transferencias de
tecnología, formación y otros medios con la finalidad de reducir al mínimo la
dependencia a largo plazo. Pueden dirigir su atención a las tecnologías que,
con mayor probabilidad, no resultarán obsoletas pocos años después de su
instalación.
El campo de negociación de los países en
vías de desarrollo se ve ampliado por la rivalidad existente en los mercados
internacionales de las telecomunicaciones entre las multinacionales que tratan
de vender su equipo y sus servicios de forma global. El punto fundamental de
esta rivalidad oligopolística (es decir, unos pocos
competidores relativamente grandes) es tratar de plantar pie en diversos países
de cara a las marcas concretas de nuevas tecnologías y líneas de productos que
cada multinacional vende. Las grandes decisiones relativas a contratos de
muchos millones de dólares a lo largo de muchos años no se producen con gran
frecuencia; por ejemplo, la selección de un sistema de satélite, de un tipo
de ordenador o de un equipo de telecomunicaciones. La rivalidad entre las
multinacionales se orienta a obtener una posición a largo plazo de implantación
y dominio del mercado, en especial en los mercados nacionales extranjeros.
Las multinacionales obtienen ventajas competitivas,
sobre todo, no de la superioridad de un producto a los ojos de consumidores
privados que ejercen su capacidad de elección, sino más bien de la eficaz
persuasión de las autoridades de los países extranjeros. Al entrar en los mercados
nacionales, su objetivo consiste en alcanzar una posición de privilegio
especial. La posición privilegiada en el mercado viene a continuación
acompañada por una presión sobre la política nacional de los países compradores
que cree barreras de licencias, fiscales, aduaneras, de control de cambios, de
repatriación de capital o de otro tipo a sus competidoras multinacionales.
Las consecuencias de este tipo de competencia
en esos mercados internacionales de la comunicación son la creación de una
notable inestabilidad del mercado para las compañías multinacionales del sector
de las comunicaciones. En ese tipo de mercado se produce un amplio campo para
la negociación respecto de la estructura del mercado, existiendo una diversa
gama de posibilidades.
Si los países en vías de desarrollo, como
grupo, decidieran no comprar ninguna de las nuevas tecnologías de la
comunicación a ninguno de los proveedores multinacionales, el mercado mundial
se vería inundado por un número excesivo de proveedores de equipo. Las
perspectivas financieras de las multinacionales se verían irreparablemente
ensombrecidas. Por eso, no se encuentran en condiciones de dictar los términos
y condiciones en los que los países en vías de desarrollo deban adquirir e
implantar las nuevas tecnologías.
Su interés a largo plazo en la promoción de
mercados en los países en vías de desarrollo exige que se produzca el
crecimiento económico y el desarrollo, para así encontrarse en condiciones
:.~: participar en esos mercados. Debe prestarse atención al problema de las
estructuras negociadoras, de los criterios y de las alternativas políticas de
los países en vías de desarrollo, aspecto que no se ha analizado todavía
suficientemente a fondo. Si los países en vías de desarrollo aprovechan
plenamente sus posibilidades negociadoras, las nuevas tecnologías de las telecomunicaciones
les podrán resultar beneficiosas y podrán ser implantadas en formas y
condiciones que sirvan a sus necesidades y objetivos. Pero esto sólo se
producirá si se aprovechan las oportunidades de negociación. Eso exige un
conocimiento de las implicaciones económicas, sociales, culturales y políticas
de las nuevas tecnologías de las comunicaciones mucho mayor que el que en la
actualidad poseemos.
Los artículos de este volumen demuestran que
existe una acuciante necesidad de investigación aplicada sobre una amplia gama
de cuestiones políticas. La orientación y el ritmo de implantación de las
nuevas tecnologías de las comunicaciones en diversas sociedades vendrán
determinados por el equilibrio alcanzado entre la política seguida por las
instituciones dominantes de las respectivas sociedades y el conjunto de la
comunidad mundial. La comunidad investigadora forma parte de esa estructura y
ocupa un lugar privilegiado para desarrollar nuevos conocimientos e influir
sobre el curso de los acontecimientos, cumpliendo así su cometido.