MANUEL PARÉS I MAICAS
Constituye para mí un honor y un placer escribir
estas líneas introductorias de este dossier que la revista TELOS consagra al
tema "Las nuevas tecnologías de comunicación: riesgos y esperanzas internacionales",
en ocasión del XVI Congreso mundial de la International
Association for Mass Communication Research.
LA INTERNATIONAL
ASSOCIATION FOR MASS COMMUNICATION RESEARCH
Aunque se trate de una asociación de profesores e
investigadores en las distintas disciplinas de la comunicación social que goza
de prestigio en España, quisiera recordar que fue fundada en París, en 1948,
por Fernand Terrou y que,
en la actualidad, cuenta con cerca de un millar de asociados, institucionales
o individuales, que representan a más de sesenta países, lo cual significa que
su cobertura se sitúa a nivel mundial, ya que cuenta con miembros de todos los
continentes.
Su principal actividad es la organización de
congresos bianuales, que van turnándose sucesivamente al escoger como sede una
ciudad característica del mundo occidental, de los países socialistas o del
tercer mundo; así, por ejemplo, los últimos congresos se han celebrado en Leicester (1976), Varsovia (1978), Caracas (1980), París
(1982), Praga (1984), New Delhi (1986). Su
participación oscila entre los 400/500 congresistas, según los casos.
En la actualidad su presidente es el profesor
británico Jimmy Halloran,
director del Centre of Mass Communication
Research, de la Universidad de Leicester,
y el Secretario general, el húngaro Tamas Szecsko, director del instituto de investigación de la
Televisión Húngara. La institución mantiene unas relaciones muy estrechas con
la Unesco, de la cual es una de sus organizaciones no
gubernamentales con las que existen más lazos de cooperación.
La Asociación cuenta con una serie de Secciones con
una actividad propia y autónoma, como son las de Comunicación internacional,
de Formación de profesionales, de Bibliografía, de Política económica de la
comunicación, de Sociología y de psicología social de la comunicación, así como
la de Nuevas tecnologías de la comunicación, que en los últimos años ha
adquirido una gran importancia por sus actividades y realizaciones, y que ha
trabajado en ocasiones en colaboración con otras Secciones, como, por ejemplo,
la de Comunicación internacional. Además, cada uno de los Congresos da lugar a
la constitución de grupos de trabajo que estudian monográficamente un
determinado tema, susceptible de interesar a un cierto número de participantes.
También se desarrollan proyectos de investigaciones y se promueven
publicaciones.
EL CONGRESO DE BARCELONA
Sin lugar a dudas, puede afirmarse que esta
Asociación es la más importante que existe en el campo de la comunicación social,
por lo que nos debe alegrar que en esta ocasión haya escogido España, y, en
concreto, Barcelona como sede de su XVI Congreso, que tendrá lugar en el Palacio
de Congresos de la Ciudad Condal del 24 al 28 de julio de 1988. Se ha confiado
la organización del mismo a la Facultad de Ciencias de la Información de la
Universidad Autónoma de Barcelona, la cual ha tenido la gentileza de nombrarme
coordinador general del mismo.
El tema central del Congreso es el estudio, desde
distintas disciplinas de las ciencias sociales, de las relaciones entre
Comunicación social e identidad cultural, el cual nos parece singularmente apropiado
que se plantee en un Estado como España, que, a su vez, se caracteriza por ser
plurinacional, pluricultural y plurilingüe, lo cual significa que tratar de su
identidad cultural, en su conjunto, y en sus distintas partes que lo integran,
es de una gran actualidad.
Conviene destacar que, a pesar de su interés
intrínseco, no es una cuestión tratada en profundidad por la doctrina, lo cual
significa que la bibliografía que puede consultarse es muy limitada, tanto a
nivel español como internacional. Quiero especificar que me refiero
concretamente a las interrelaciones entre comunicación social e identidad
cultural.
Por esta razón se propuso este tema, en la esperanza
que este congreso constituya un nuevo paso adelante en su investigación
interdisciplinaria, que puede plantearse desde enfoques como el histórico,
sociológico, económico, tecnológico, psicológico social, sociolingüístico,
político, jurídico, antropológico, influencias externas, etc.; además, claro
está, desde una perspectiva geográfica y nacional concreta.
Por ello fueron designados ponentes generales cuatro
especialistas para que aborden la cuestión desde su visión geográfica,
nacional y cultural específica, lo cual será, sin duda, una aportación altamente
interesante. Dichos ponentes son Paul Ansah (Ghana), Jesús Martín Barbero (colombiano, de origen
español y con una amplia bibliografía accesible al público español), Tamas Szecsko (Hungría, ya citado)
y Miquel de Moragas (ampliamente reconocido por sus valiosas aportaciones, que
representará a España).
Además, las distintas Secciones de la Asociación, en
sus reuniones de trabajo, se ocuparán ampliamente del tema, lo mismo que un
cierto número de grupos de trabajo creados con motivo del Congreso, aparte de
otros grupos constituidos para intereses teóricos de otra naturaleza. Quisiera
subrayar que uno de los grupos formados se ocupará específicamente del tema del
congreso, será coordinado por el que suscribe en conjunción con el profesor Enric Saperas, y en él tomarán
parte un grupo numeroso de profesores españoles, latino‑americanos, así
como extranjeros de otras naciones.
EL CONCEPTO DE IDENTIDAD CULTURAL
Después de efectuar estas consideraciones previas,
me parece oportuno glosar sucintamente el concepto de identidad cultural y,
luego, la relación existente entre el mismo y el impacto que sobre él ejercen
las nuevas tecnologías de la comunicación, partiendo de la base de que este
número significa precisamente una interesante contribución a este campo, como
lo atestiguan los distintos trabajos que integran el Cuaderno Central.
Hablar en términos de identidad cultural implica la
existencia previa de una nación, tenga o no la forma de Estado, fundada en
una sociedad civil dinámica, en la que los conceptos de conciencia y sentimientos
colectivos y nacionales en la memoria histórica ocupan en lugar preeminente y
dan lugar a un carácter nacional con profundas raíces culturales.
La identidad ha sido definida por Joélle Allouche Benayoun (1) como el conjunto organizado de
representaciones, conocimientos y recuerdos, que permiten el reconocimiento
de un grupo o de un individuo del mismo, por los demás miembros y por
integrantes de grupos distintos. En la misma dirección, Guy
Pouget:(2) señala que este concepto surge como punto
de partida entre el individuo y el grupo social y como el punto final de un
proceso de identificación. Este proceso, junto con el de socialización, permite
desarrollar nuestra propia identidad. Por otra parte, añade, es en función de
las distintas identidades (nacional, cultural, étnica, religiosa, etc.) como
cada persona se define y actúa en tanto que personalidad social. Más adelante
(3) subraya que las colectividades o grupos no son coherentes si no dan a sus
miembros un sentimiento de identificación y de pertenencia a una entidad
realmente existente, distinta de las demás y claramente diferenciada.
Para terminar con esta breve glosa teórica, me
parece especialmente apropiado el criterio expuesto en el Manifiesto de la
Primera Conferencia internacional sobre la identidad cultural, de 1981, cuando
afirma que la identidad cultural es la mirada, el reflejo, que cada pueblo
tiene de sí mismo y la imagen en virtud de la cual tiene interés en ser
reconocido. También es la visión que tienen de nosotros, de nuestras costumbres
y de nuestros comportamientos, otros pueblos integrados en civilizaciones
diferentes.
La Declaración de México sobre políticas
culturales, de 26 de julio al 6 de agosto de 1982, en su punto número 5 subrayaba
que son indisociables la identidad cultural con la diversidad cultural y, en su
punto 9, hacía notar que debe reconocerse la igualdad de todas las culturas en
su dignidad, así como el derecho de todos los pueblos y de cada comunidad
cultural a afirmar y preservar y ver respetada su identidad cultural.
Finalmente, el informe MacBride, en su conclusión 28
(4) resalta que debe formularse una política cultural nacional que fomente la
identidad y creatividad nacionales mediante la utilización de los mass media.
Cada cultura destaca su propia identidad comparándose con las demás.
Esta somera panorámica teórica es suficiente, a mi
juicio, para darse cuenta de la importancia del tema planteado y de la
necesidad de estudiarlo en un Estado como España, tan diverso y plural desde
distintos campos. La cuestión puede adquirir aún mayor relevancia si la
planteamos desde la perspectiva del impacto y de la influencia de las nuevas
tecnologías de la comunicación en el mantenimiento y en el desenvolvimiento de
la identidad cultural de cada comunidad política.
IDENTIDAD CULTURAL Y
NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA COMUNICACION
Éste es un tema enjundioso sobre el cual no tengo
noticia de que la investigación social lo haya estudiado en profundidad. Si
partimos del supuesto de que en el campo de los mass media la dimensión
económica y, en particular, la publicidad tienen unos objetivos inmediatos o
no, directos o no, en los que priva la voluntad de uniformización
cultural en detrimento de la diversidad y aun de la identidad cultural
arraigada, podemos legítimamente preguntarnos qué puede suceder en el campo de
las nuevas tecnologías de la comunicación.
En efecto, el debate es importante, porque tanto a
nivel de hardware como de software, las nuevas tecnologías de la comunicación
tienden a la internacionalización, por no decir universalidad de sus usos
culturales, al igual que acontece con la publicidad transnacional o con la
cultura de masa.
Por tanto, cómo plantear la dialéctica identidad
cultural‑nuevas tecnologías de la comunicación, cuando, en principio,
puede parecer que ambas no tienen objetivos coincidentes, dado que las segundas
son consecuencia inmediata de la investigación y de su correspondiente industrialización
a cargo de los países industrialmente más avanzados y por tanto resultan
culturalmente uniformizadores. El debate es
ciertamente importante y necesario. Espero que ésta sea una de las cuestiones
más tratadas en la Sección del Congreso sobre nuevas tecnologías de la
comunicación.
De todas maneras quisiera decir que, en mi opinión,
si la sociedad de consumo y la publicidad no han modificado hasta la fecha,
sustancialmente, la identidad cultural de las naciones, creo que lo mismo
puede decirse de las nuevas tecnologías de la comunicación, como nuevas formas
de expresión y de difusión de la comunicación y de la cultura de masa. Tampoco
los mass media y sus contenidos las han modificado en su esencia, aunque su influencia
en los comportamientos de la audiencia de cualquier comunidad sea tangible.
Es obvio que la televisión por satélite, por cable, el vídeo, el videotex,
etc., constituirán nuevos factores de influencia en la acción de los mass media
sobre sus receptores.
Empero, lo realmente importante ha sido el papel que
los mass media han tenido y tienen sobre sus receptores, y en especial en el
caso de la televisión. Las nuevas tecnologías de la comunicación, por
importantes que sean sus consecuencias sociales y comunicativas, en el fondo
son primordialmente el colofón del extraordinario efecto que la televisión ha
ejercido ‑ejerce y seguirá ejerciendo sobre la sociedad, sea cual fuere
su desarrollo, ideología o ámbito geográfico.
Me gustaría avanzar la hipótesis de que el ciudadano
integrado en una determinada comunidad elabora su propia identidad cultural
partiendo de la memoria histórica, de la cultura antropológica, de la cultura
académica y de la cultura popular que configuran a la misma y le dan su carácter
distintivo y diferenciador de las demás. La cuestión surge al preguntarse cómo
la cultura del consumo, la cultura de masa, aun la comunicación de masa con
profundas connotaciones e influencias transnacionales, inciden en dicha identidad
cultural. En lo que concierne al ciudadano español actual, en toda su diversidad
y pluralidad culturales, diría que su influjo es, efectivamente grande, pero
añadiría a renglón seguido que, empero, no desnaturalizan las esencias de la
cultura propia que dan lugar a la existencia y vigor de la identidad cultural.
Esta hipótesis puede juzgarse como discutible, y de
antemano quiero afirmar que lo es. Sin embargo, éste es mi punto de vista en
una perspectiva actual, y me parecería aventurado formular vaticinios. En cualquier
supuesto creo que podría ser objeto de análisis y de debate en el marco de las
actividades de Fundesco y, de modo específico, de
esta revista TELOS.
Quiero terminar estas breves reflexiones haciendo
notar que este tema debería insertarse igualmente en el estudio del papel del
ocio de los ciudadanos, y de su consumo cultural de comunicación y de cultura
de masa, aparte de cultura académica y de cultura popular. La dimensión
cultural del ocio ha merecido hasta el momento una atención escasa, al igual
que las interrelaciones entre ocio y consumo de mass media, así como de la
incidencia de las nuevas tecnologías de la comunicación en nuestro ocio.
En conclusión, nuevas tecnologías de la comunicación
e identidad cultural, dos conceptos, dos instituciones sociales que deben ser
objeto de estudio en sus respectivas interacciones.
NOTAS
(1) Joélle Alouche Benayoun. Une approche de l’identité juive, en
Tap, Pierre (Dir.). Identités
collectives et changements
sociaux, Prroat, Toulouse,
1986, pág 83.
(2) Guy Pouget. Identité el ideologie en Sociétés, identités, difference et idéelogie, Annales de
l’Univeraté de Toulouse. Le Mirail, 1979, pág. 90.
(3) Id. pág. 91.
(4) Un solo mundo, voces múltiples. Unesco/F,C.E, México. 1980. pág. 442.