Un análisis del terrorismo en el marco del sistema de comunicación social permite estudiar sus códigos y su visión mítica de la lucha política.
Propongo
considerar el Terrorismo como "un uso del Sistema de Comunicación
Social, debido a que una interacción social agresora se incorpora a pautas
expresivas para la codificación y decodificación de referentes míticos sobre
la lucha política".
Una definición así nos exige hacer explícitos ciertos presupuestos teóricos y exponer qué relaciones existen entre estos presupuestos y los hechos que pretendemos analizar. Los presupuestos teóricos implícitos en la definición dada tienen que ver con la noción de lo que es un "Sistema de Comunicación Social", así como con las nociones de lo que son "interacciones sociales agresoras" y lo que son "referencias míticas de carácter político". A cada una de estas tres nociones dedicaremos un apartado a continuación (1).
1. NOCIÓN DE
SISTEMA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
Entiendo por
Sistema de Comunicación Social un sistema peculiar de comunicación en el que el
intercambio de expresiones entre actores colectivos (los titulares de los
Medios como emisores, y los públicos o audiencias como receptoras) se somete
a los procesos de producción y consumo de un servicio convertido en mercancía
y que consiste en facilitar, por el intercambio de datos codificados y
decodificados por los actores‑agentes sociales, la reproducción de
conocimientos a propósito del acontecer social y material, que es un objeto de
referencia frente al cual los miembros de la colectividad social necesitan
ajustar sus conductas como agentes y como sujetos con aspiraciones sociales y
materiales
Si nos detenemos en el fenómeno que se manifiesta en los Medios de
Comunicación de Masas cuando se produce como acontecimiento (noticia) una
interacción social agresora del tipo de la conocida como "atentados
terroristas", se comprueba fácilmente cómo la categoría del acontecimiento
(modalidad de la agresión), la categoría de los agentes sociales (agresores y
víctimas), la categoría de las expresiones con que se manifiesta la
reivindicación (por parte de los agresores) y la reacción (por parte del Poder
político y social), determinan unos significantes periodísticos de la noticia
en virtud de los cuales ésta se desplazará desde las páginas de sucesos,
tribunales ó actualidad local o regional, para ocupar la primera página, o los
espacios preferentes de las secciones de política nacional o internacional y para
ser presentada con más o menos abundancia de titulares
o de ilustración, etc. Ahora bien, la selección de estas pautas expresivas no
es imputable exclusivamente al análisis personal o colectivo que de las
variables del acontecimiento, de los agentes y de las expresiones asociadas
hace el periodista. Esta selección de pautas expresivas la impone un código
simbólico de interpretación de la referencia, de cuya existencia no sólo es responsable
el periodista, sino toda la sociedad, y especialmente, como veremos en seguida, los protagonistas de un "ritual"
destinado a reproducir el "mito" de la lucha política: el terrorista y el Poder social.
1.1. Los
códigos simbólicos que reproducen la referencia
La
significación efectiva de una expresión no es sólo producto de los lenguajes,
sino también de la organización social de la conducta y de la estructuración
cultural del conocimiento del entorno humano y material (2).
Sin caer,
pues, en el vicio de forma de la semiótica, que aspira a ser una "teoría
de la significación efectiva", pero que comete el error de atribuir a
toda regla de representación el carácter de lenguaje, denominaremos
"código de significación" a aquel entramado de reglas aplicadas al
uso de señales reproductibles como significantes, mediante pautas expresivas,
pero no al sistema de reglas de representación aplicables a pautas de conducta
social ni al complejo de reglas que dotan de objetivos al orden lógico de la
acción del sujeto (pautas cognitivas); y reservaremos los términos de "código
axiológico" a las reglas que dan forma a las pautas de conducta social y
"código noético" a las reglas que dotan de contenido a los procesos
lógicos de la acción de los sujetos frente a los objetos. o
entorno.
Brevemente;
a los "significantes", que son señales producidas por pautas
expresivas, los "códigos de significación" les proporcionan
"significados", a cuyo sentido en la interacción contribuyen los
"códigos axiológicos" y los "códigos noéticos"; mientras
que a las conductas que son producto de pautas sociales, los "códigos
axiológicos" les proporcionan la "justificación", a cuyo
sentido contribuyen los "códigos de significación" (las leyes
siempre se expresan mediante enunciados) y los "códigos noéticos" del
conocimiento compartido. Finalmente, a las operaciones en virtud de las
cuales los sujetos anticipan su conducta, los "códigos noéticos" les
proporcionan las "nociones conceptuales", a cuyo sentido en cada
situación contribuyen los "códigos de significación' (las nociones son expresables
mediante términos y proposiciones) y los "códigos axiológicos" de la
conducta social.
Establecida
la diferencia entre códigos de significación, códigos axiológicos y códigos
noéticos, observamos que sus respectivas correspondencias con las pautas
expresivas, las pautas de conducta social y las pautas operativas del sujeto
dan lugar a la "significación" de las expresiones, a la
"justificación" de las conductas sociales y a las "nociones
conceptuales" del ecosistema humano (es decir, de la cultura); se ve claro
entonces que el sentido de las prácticas humanas históricas en ningún caso es
exclusivo de uno solo de los sistemas de interacción posibles, pero en todos
los casos uno de ellos prevalece sobre los otros dos.
El problema
que se plantea de cara al análisis del fenómeno terrorista es el de saber cuál
es el sentido que prevalece en la codificación y decodificación de las
referencias en función de las cuales se establece la Comunicación Social que
estamos estudiando.
Un examen un
poco detenido de la práctica del Periodismo a propósito de acontecimientos
terroristas arroja la conclusión de que la "significación" de los
textos informativos producidos por los Medios de Comunicación de Masas adquiere
sentido no tanto en virtud de que se narra una
transgresión de la interacción social (la agresión terrorista) como en función
de que esta transgresión de códigos axiológicos se representa en la narración
como una amenaza a la estabilidad política y social, míticamente concebida en
términos de apasionados conflictos de voluntades genéricas (Poder y
contrapoder) y no en términos de inducción racional de parámetros
científicamente formalizables en causas, efectos, relaciones de probabilidad,
etc.
De momento,
y con objeto de dotar a este artículo del mayor rigor posible en el plano
teórico, diremos que cuando a la "significación" de un texto o
expresión contribuye dotándole de sentido prevalente un "código
noético" ‑como en el caso que nos ocupa‑ nos encontramos ante
lo que vamos a denominar "código simbólico" en la producción de
sentido. (El lector ya habrá comprendido la diferencia entre significación y
sentido.) (3).
Entendemos,
pues, por código simbólico para la producción de sentido (o lo que es lo mismo,
para la reproducción de referencias) al uso prevalente de códigos noéticos para
dotar de sentido a la "significación' de las expresiones que los
"códigos de significación" del lenguaje permiten codificar y
decodificar en una situación concreta de comunicación. Hemos afirmado que la
narración de acontecimientos de terrorismo producida por los Medios de Comunicación
de Masas implican una referencia a transgresiones de "códigos
axiológicos", pero que el sentido de la narración lo procuran en último
término "códigos noéticos". Los apartados que siguen permitirán
profundizar en la naturaleza de los códigos axiológicos y de los códigos
noéticos, implícitos en la interpretación social del terrorismo.
2.NOCIÓN DE "SISTEMA DE INTERACCIÓN
SOCIAL"
2.1.
Componentes y procesos del "Sistema de Interacción Social Agresora del
Terrorismo"
Si
analizamos los rasgos de la dinámica social que se desencadena cuando se
produce un atentado terrorista, es fácil de constatar:
1. En primer
lugar, sea cual sea la modalidad de la agresión por la que se constituye un
atentado, éste es siempre resultado de una conducta que implica al menos a
dos agentes sociales: el agresor y la víctima; pero, a diferencia de cualquier
otra conducta en la que se comete una agresión, los agresores actúan como agentes
ejecutivos de un grupo social ‑es decir, no actúan a título personal‑
y las víctimas sufren la agresión, aunque en algún caso sea indiscriminada, en
su condición de miembros de alguna colectividad. Brevemente, la agresión terrorista
posee el rango que caracteriza a las interacciones sociales, por oposición a
las interacciones personales.
2. En segundo
lugar, la agresión terrorista, en tanto que interacción social, transgrede las
pautas normadas por el derecho positivo; pero a diferencia de cualquier otra
interacción social transgresora y punible, el objetivo manifiesto de la acción
agresora no se limita al efecto físico producido sobre las víctimas ni al
rendimiento ligado a ese efecto; si así fuera,
bastaría la ejecución física de la agresión y su rendimiento dependería del
botín o, como en la guerra o las guerrillas, del aprovechamiento de la
victoria.
El objetivo
manifiesto del acto terrorista se consigue sólo si interviene una comunicación
de masas susceptible de darlo a conocer socialmente y su rendimiento no radica
en la redistribución de fuerzas, sino en la modificación de actitudes, o,
dicho en otros términos, su rendimiento es comunicativo.
Ahora bien,
a diferencia de cualquier otra acción cuyo objetivo es la notoriedad social,
la agresión terrorista no se limita a la notoriedad del acontecimiento, sino
que implica la notoriedad de:
‑ Los
agentes (agresores y víctimas) en tanto que miembros de grupos y/o colectividades
en conflicto (no en tanto que individuos);
‑ Las
expresiones garantes de la legitimidad simbólica de la acción (la
reivindicación de la autoría debe ser formal y demostrada, y la reacción social‑política
y policial debe dar por válida la reivindicación, reconociéndole por ello a la
acción su carácter expresivo);
‑ Los
fines asociados a la acción (como medio) en tanto, que valores enunciables y
ajustables a un orden social real o deseado (v.g., libertad, justicia, orden,
venganza,...)
Así, si la
notoriedad de los agentes, de las expresiones y de los fines falta, el acontecimiento
deviene interpretado o como "obra de maníacos", o "como
accidente", o como "delito común", etc.
Traduciendo
ahora estos rasgos a los términos con los que se describen los componentes y
procesos de un sistema, diremos que los componentes de este sistema de interacción,
que constituye el acontecimiento terrorista, son:
‑ Los
agentes: agresores y víctimas, cuyas posiciones y funciones son intercambiables
en el sistema; a saber, cuando los agresores son miembros de los denominados
grupos terroristas, la víctima es el Estado a través de los miembros o
instituciones agredidas cuyo derecho a la integridad es responsabilidad del
Poder que el Estado ejerce; cuando los agresores son miembros armados al
servicio del Estado, la víctima son los grupos terroristas a través de los miembros
de las colectividades a los que el Estados atribuye complicidad con ellos, y a
los que los grupos terroristas consideran, por ello mismo, la causa por la que
luchan y se arriesgan "generosamente”.
‑ Los
medios de la interacción, que no deben confundirse con los exclusivamente utilizados
para la agresión, son propiamente hablando los constituidos por la dinámica
social de la práctica del Periodismo, y que luego consideramos con delicada
atención.
‑ El
producto social de la interacción es el desafío por la agresión al Poder del
otro, y que también examinaremos detenidamente después.
‑ Las
reglas de representación, que permiten pautar la agresión y
"justificar" a cada actor la reivindicación y la reacción, son
respectivamente las modalidades agresoras (ametrallamiento, atraco, secuestro,
etc.) (4) y los códigos axiológicos de la conducta social (de los que ya hemos
hablado).
Que los
agentes sean los terroristas y el Estado no ofrece dudas si especialmente se advierte que son estos agentes quienes se convierten en
emisores y receptores cuando para su interacción social usan, como medio, la
dinámica social del Periodismo.
En primer lugar conviene recordar cuál es la
dinámica de la interacción social que sostiene la práctica industrial y
mercantil del Periodismo y en virtud de la cual se produce un servicio
comunicativo y cultural como es la difusión de noticias. Brevemente, puede
afirmarse que este servicio de difusión de noticias lo produce un agente social
inversor de capital con el objetivo de obtener un beneficio económico, y lo
consumen otros agentes sociales cualificados por dos tipos de consumo: el
consumidor de espacio y/o tiempo comprado a los Medios para anunciar los
productos que fabrica y quiere vender, y el consumidor "de
información", integrante de lo que habitualmente se denominan
"públicos" o "audiencias"; como es notoriamente conocido,
la demanda del producto que elabora el inversor de capital en los Medios reduce
el precio del servicio que compra el "consumidor de información” y
aumenta el precio del servicio que compra el "consumidor de
espacio/tiempo".
Como a todo
productor le interesa aumentar sus beneficios, un precio más elevado de su
producto en el mercado, a volumen constante de costes en la producción, sólo
puede conseguirlo en tanto que sea capaz de mantener la elasticidad de mercado
para la "información" y la ausencia de elasticidad para el
espacio/tiempo publicitario (5).
El breve
comentario a propósito del mercado de Comunicación de Masas se justifica si a
continuación nos detenemos a considerar la influencia que ejerce el mercado
sobre las relaciones de producción y consumo de un producto tan peculiar. Con
tal de conquistar audiencias cada vez mayores (que son garantía de inelasticidad
de mercado para el espacio vendido en publicidad), el productor de los Medios
está dispuesto a todo, asumiendo los riesgos necesarios para ofrecer la
información más rica y abundante al más bajo precio posible para el consumidor.
Por el contrario, el consumidor, habituado progresivamente a que le ofrezcan
más información, a precio constante o relativamente estable, cada vez está más
dispuesto a exigir más por menos. El código axiológico que viene a
"justificar" esta conducta socioeconómica se centra en torno al "derecho
a informar y a ser informado por cualquier medio" (recogido en la mayor
parte de las Constituciones democráticas) y en torno a las normativas que
regulan la llamada "libertad de expresión", cuyo comentario excede
los límites de este artículo. Pero lo cierto es que en virtud de esta dinámica
social, el profesional asalariado al servicio del productor, y concretamente
al periodista, se somete a los dictados del "código axiológico" que
justifica aquella conducta, y así es como mejor sirve los intereses del
productor y del consumidor, lo que no quiere decir que por ello necesariamente
tenga que rebajar la calidad de su trabajo, como pretenden afirmar
superficialmente algunos ideólogos de la Comunicación de Masas.
El derecho G
informar y ser informado por cualquier medio no sólo justifica la dinámica del
mercado de Comunicación de Masas; también justifica la dinámica por la cual
puede exigirse que la información se ajuste cognitivamente a la capacidad
operativa de los sujetos y, por supuesto, a los códigos noéticos del
conocimiento colectivamente compartido. Todo ello facilita que los terroristas
y el Estado usen de los Medios de Comunicación de Masas para que las pautas
expresivas de éstos Medios y los códigos simbólicos que el Periodismo utiliza se acoplen con la agresión terrorista que se narra, y se
haga posible la interacción social que estamos describiendo.
Al
identificar los componentes de este sistema de interacción social, puede
afirmarse también que el Producto Social de la Interacción es el desafío, por
la Agresión, al Poder del otro. Consideremos ahora los rasgos de este componente.
Cualquier tipo de interacción no‑comunicativa que se examine puede
describirse en términos de acoplamiento ‑ya sea consensual o conflictivo‑
de las acciones de un Ego y un Alter, asegurado mediante el empleo de la
fuerza. En este caso, evidentemente, el acoplamiento es conflictivo, o, dicho
en otros términos, la agresión terrorista produce, por el empleo de la fuerza,
daños físicos a las víctimas materiales y que son de considerable importancia;
por una parte la fuerza se aplica sobre la indefensión
de la víctima material, y por otra, los daños se calculan no en relación a las
consecuencias materiales sobre la vida o los bienes de las personas atacadas,
sino en relación a los efectos morales producidos sobre la víctima social ‑el
Poder‑, gracias a la desproporción existente entre la desmesura de la
agresión física y la indefensión de quien materialmente la sufre. Se trata por
consiguiente de un desafío entre agentes sociales que se materializa por la
agresión física de víctimas propiciatorias en su calidad de componentes de
uno de "los bandos" en conflicto: el Poder y el Contrapoder al orden
social con el que las víctimas son protegidas y, sin embargo, agredidas
desmesuradamente en sus derechos o en sus vidas.
Los
procesos, en fin, mediante los cuales entran en juego las posiciones y
funciones de los componentes seleccionados y descritos para este sistema son de
todos conocidos. Exclusivamente conviene advertir que
estos procesos presentan relaciones altamente solidarias entre las posiciones y
funciones de los componentes del sistema; en efecto, los agentes, en primer
lugar, sin el carácter de su representatividad social y aun cuando físicamente
se trate de agresores y víctimas, devienen componentes de otro sistema, pero no
del Sistema de Interacción social agresora del terrorismo; la dinámica social
del Periodismo, como Medio que instrumentaliza la interacción entre los
agentes, sin el mecanismo de las libertades de expresión y de mercado de
información, impide que la interacción social agresora del terrorismo pueda
producirse (¿acaso se conoce terrorismo en las dictaduras del Este?); el
desafío, por la agresión, al "Poder del Otro" desaparece sin los
efectos morales producidos por la desmesura de los daños físicos sobre las
víctimas propiciatorias, razón por la cual el producto social no es la
agresión sino ese desafío; finalmente, sin la aplicación de las pautas
transgresoras y de los códigos axiológicos que marcan las estrategias de la
acción reivindicada y de la reacción legitimadora, desaparece el Sistema de
Terrorismo (¿es acaso concebible el terrorismo en una anarquía sin opresiones
legales?).
Un cambio,
pues, en cualquiera de los componentes acarrea no sólo la transformación en
los otros, sino incluso la desaparición del Sistema cuando el cambio o la
transformación estructural o funcional supera determinados límites; por
ejemplo, un escaso reconocimiento social del carácter representativo de los
agresores o de las víctimas amenaza a ese Sistema; una práctica restrictiva de
la libertad de expresión y mercado de información en los Mass Media, también;
unas consecuencias limitadas de la agresión ‑ya sea por lo limitado de
los daños o por la reacción defensiva de la victimal o hace irrelevante; un
insuficiente juego de las leyes y de su aplicación ‑cosa que ocurre en
las guerras civiles y en ciertos estados del Tercer Mundo insuficientemente
organizados‑ impide también los procesos del Sistema de interacción
terrorista.
2.2. Las
pautas de conducta interactiva y los códigos axiológicos que las
"justifican"
En la definición de
terrorismo ofrecida en la cabecera de este trabajo se formula que una
interacción social agresora se incorpora a pautas expresivas para la
codificación y decodificación de referentes míticos sobre la lucha política, y
en el apartado anterior se conceptualiza la dinámica social del Periodismo como
medio que instrumentaliza la interacción entre los agentes sociales del
Terrorismo: el Poder y el Contrapoder social del terrorista. Ambas afirmaciones
concuerdan en la medida que la noción de pauta de interacción denota el orden
de interacción mediante el cual se usan determinados medios para alcanzar
determinados fines. La peculiaridad del Sistema Terrorista reside
precisamente en convertir una pauta social agresora en integrante de una pauta
expresiva, desde el momento que el producto de la pauta social ‑la
agresión‑ es el medio por el que se hace uso del Periodismo que en
libertad de mercado lo narra; por tanto, el desafío entre los Agentes sociales,
que sólo la pauta expresiva de la Comunicación de Masas facilita, es el objetivo
de la acción.
Brevemente,
interesa resaltar la naturaleza de la "pauta social" por la cual,
agrediendo físicamente a una víctima social, se fuerza el uso de la Prensa
como "medio" para producir el desafío que la interacción terrorista
logra obtener.
Como puede
advertirse, la pauta por la que se ordena este tipo de conducta social, no sólo
atañe a la actuación del agente‑agresor, también atañe a la actuación
del agente‑víctima; las actuaciones que corresponden al agresor son las
de "elección de la víctima material", la de "ejecución física de
la agresión desmedida" y la del "pronunciamiento de la
reivindicación"; las actuaciones que corresponden
a la víctima social, son, por una parte, la de "construir la percepción
relevante de la desmesura de la agresión" y por otra parte, la de
"efectuar la reacción legitimadora" (persecuciones policiales y
chequeos de la población, más pronunciamiento de condenas y repulsas).
Hay una
actuación en esta ordenación de la pauta que merece un comentario detenido. Se
trata de examinar las variables que permiten la desmesura en la agresión, por
una parte, y las variables que permiten construir la percepción relevante de la
agresión como acontecimiento social, por otra; la desmesura en la agresión no
se obtiene solamente por la variable de los daños físicos y/o materiales
(número de muertos, heridos, cantidad de botín, etc.) que en términos
relativos puede ser irrelevante cuando los acontecimientos se suceden con gran
densidad por unidad de tiempo, sino especialmente por la elección del momento
con relación al tiempo social, por la elección del espacio político y por la
elección del rango social de la víctima material; en efecto, la elección del
momento con relación al tiempo social proporciona relevancia a los rasgos del
acontecimiento terrorista, en la medida que temporalmente el atentado destaque
con perfiles más nítidos (proximidad a fechas históricas de carácter político ‑referéndum,
elecciones, conmemoraciones, etc.‑, proximidad a otros atentados del
mismo o diferente signo, ubicación en épocas históricas cuyos intervalos sean
relevantes en la conciencia social, etc.
Igualmente,
la elección del espacio político puede destacar los perfiles del atentado: por
ejemplo, un atentado en Madrid puede destacar más que un atentado en Amurrio o
Marquina, o un atentado de ETA en Andalucía, más que uno de ETA en el País
Vasco, etc. De similar manera, la elección del rango social de la víctima
material hace que el acontecimiento destaque más o menos, como es fácil de comprender.
Así pues, las variables que en conjunto facilitan la desmesura de la agresión,
tienen directamente que ver con las variables que en conjunto facilitan la
percepción más relevante del acontecimiento; pero a la
percepción más relevante del atentado como acontecimiento contribuyen también
las actuaciones de la víctima social, y entre estas actuaciones destacan: primero, los comentarios, ruedas de prensa y reportajes que
le facilitan los Medios de Comunicación de Masas a los agentes de las interacciones
(Poder y Contrapoder); y segundo, sobresalen el volumen de las reacciones policiales,
las cuales a veces no tienen por sí mismas mayor
eficacia en la detención del terrorista, y la intensidad de los
pronunciamientos de condenas, repulsas e incluso apelaciones a la responsabilidad
del Poder en la ineficacia de sus resultados, etc.
Evidentemente,
las actuaciones que acaban de señalarse para la ordenación de las pautas
sociales en la interacción terrorista como sistema, se "justifican"
en la medida que intervienen "códigos axiológicos" que les
proporcionan contenido, término que ya ha sido explicado en este trabajo.
Los
"códigos axiológicos" que vienen a justificar y dar contenido a las
diferentes actuaciones de la pauta para agresores y víctimas son de diverso
tipo. Unos ya han sido considerados cuando se aludió a la dinámica social de
la práctica periodística, y ahora no vamos ya a repetirnos, aunque sí conviene
señalar que son los que más frecuentemente se debaten cuando se
problematiza el terrorismo. Sin embargo, los
"código: axiológicos" que intervienen
justificando el conflicto interactivo entre el Poder y el Contrapoder y su
división en pautas correspondiente: existen, no son
compartidos por los agentes de la interacción y lo único que estos agentes
comparten es la aversión recíproca por el "código axiológico" del
contrario; hasta el punto de que para el terrorista es
un sicario del Poder quien se atreve a disentir del "código
axiológico" que el terrorista asume, y que esencialmente consiste en
anteponer el valor de los fines al valor de los medios, que además, para él,
son los medios más reputados por su eficacia con relación a: fin
("el terrorismo es menos sangriento" o es "mal menor si se le
compara con la guerra", etc.); y para el Poder
Social, es un apologeta del terrorismo quien se atreve a poner en duda el
"código axiológico" que el Poder asume, y que esencialmente consiste
en justificar el volumen de la reacción que protagoniza (no sólo policial,
sino también jurídica ‑ley antiterrorista‑) y en virtud de la cual
se termina confundiendo a veces la repulsa del delito con la repulsa del
delincuente, produciendo a veces una grave merma de la presunción de inocencia
de ciudadanos y haciendo de sospechas, pruebas; de
acusaciones, condenas; de interrogatorios, torturas; de detenciones, encarcelamientos; del
hábeas corpus, obstáculos judiciales; de procesamientos,
juicios; etc. Ahora bien, esta aversión recíproca que
comparten los agentes sociales del terrorismo por los "códigos
axiológicos" del contrario sólo adquiere sentido en la medida que
intervienen "códigos noéticos"; pero para comprender la naturaleza de
estos últimos es necesario dedicarle un análisis teórico al "Sistema de
Referencias" o de objetos humanos de conocimiento y que expondremos a
continuación.
3.LOS
"CÓDIGOS NOÉTICOS"; MITO Y RITO
Como hay
ocasión de comprobar, la referencia de las acciones terroristas son diversas si
las codifica el agresor o si las codifica la víctima (ya asuma el papel de
agresor el grupo "revolucionario" o el
"Estado"), pero coinciden en la aplicación de un mismo tipo de código
noético.
Ambos, Poder
y Contrapoder, presumen de practicar el análisis y la tecnología. pero su análisis resulta codificado por narraciones, y su
tecnología posee todos los rasgos del ritual.
En efecto, a
través de los Mass Media, los protagonistas de la referencia (es decir, los
personajes del relato narrado), como ocurre en el rito, desplazan del discurso
a los emisores y receptores del texto, sometiéndoles a la condición de
instrumentos para la codificación y decodificación de unos mensajes que respectivamente
se intercambian los grupos terroristas ‑como emisores‑ y el Poder
Social ‑como receptor‑ (y a la inversa en el denominado terrorismo
de Estado) (6). Que se trata de un "intercambio
de mensajes" entre el Poder y el Contrapoder se demuestra si grupos
terroristas y Poder Social, en calidad de actores de la comunicación, hacen un
uso significativo de los hechos, que excede de la materialidad de la agresión y
de la materialidad de la reacción. 0, dicho de otra manera, cuando ni la
materialidad de la agresión ni la materialidad de la reacción son suficientes
para justificar la referencia con la que se asocian, entonces agresión y
reacción social constituyen los soportes (significantes) de un intercambio de
datos (significado) cuyas mutuas asociaciones ha de regular un código simbólico;
gracias al uso de este código, la ejecución de una agresión y su
"lectura" social se convierten en codificación/decodificación de
"datos", tareas que corresponden respectivamente al papel que asume
un actor de la comunicación, como emisor o como receptor, en los sistemas de
comunicación ritual.
Finalmente,
a semejanza de los sistemas de comunicación ritual, el código simbólico selecciona
acciones ‑no meras palabras‑ en el plano de la expresión, y
narraciones ‑no simples conceptos‑ en el plano de contenido. Y
como en los sistemas de comunicación ritual, el mito ‑plano del contenido‑
se reproduce en el rito ‑plano de la expresión‑, razón por la cual
a la acción terrorista se le atribuye la virtud "ritual" de encarnar,
materializar la revolución, la liberación nacional o cualquiera de los
referentes míticos de la ideología del emisor; o bien la virtud
"ritual" de desintegrar al Estado, cercenar la Autoridad o cualquiera
de los referentes míticos de la ideología del receptor; y
ello, a pesar de que la materialidad de la agresión o de la reacción sea de
menos volumen social que la reproducida por transgresiones no terroristas de
la interacción social y en iguales intervalos temporales (7).
Brevemente,
en el Terrorismo el agresor aplica su fuerza en la ejecución de la agresión
confiando que su rendimiento político lo provea, no la agresión por sí misma,
sino la narración que codifican los Medios de Comunicación de Masas y
decodifica a víctima social; así, cuando el agresor es
el terrorista, los Medios de Comunicación codifican un relato cuya estructura
es estable (notificando la representatividad del agente, la reivindicación y la
reacción, etc.). Y la víctima social, el Estado, por sus portavoces, notifica
su decodificación expresando actitudes y oponiendo a la narración de los hechos
una reacción cuyo volumen acostumbrado se corresponde
más con la narración difundida que con los efectos reales producidos por la
agresión. Por el contrario, si un atentado no ha sido narrado según la
estructura canónica en estos casos, ni el agresor obtiene el rendimiento que
busca, ni la víctima reacciona de igual manera. A la inversa, si en algún caso
el agresor es el Estado, y no hay relato de la agresión, el Estado no deviene rebajado
a la categoría de terrorista, y la reacción de los grupos revolucionarios del
Contrapoder resulta menos urgente.
A la
agresión, que como queda dicho le corresponde una narración y un ritual sin
los cuales nadie la decodifica como terrorismo, le antecede un sistema de
nociones conceptuales peculiar.
En la
investigación aludida al comienzo de este trabajo tuve ocasión de efectuar un
análisis de contenido, basándome en la metodología de Propp, de los panfletos
con que los terroristas justifican sus acciones durante la Transición. Sin
embargo, allí no hay propiamente y de manera explícita un relato, con
secuencias narrativas, como en los cuentos maravillosos analizados por Propp.
Es necesario recurrir a los datos empíricos para recomponer el rompecabezas
narrativo implícito en una concepción noética que casi exclusivamente se
expresa por "funciones" o acciones entre "personajes" y
cuya trama se da por supuesta.
Obviamente,
dadas las relaciones empíricas entonces observadas, aparece claro que haciendo
corresponder a cada "personaje" de las expresiones del terrorista con
cada "personaje" del repertorio de Propp se aclara enormemente el
relato mítico implícito en el ritual terrorista, y éste coincide con la
estructura de los relatos maravillosos. A saber, para los terrorismos de
izquierdas, incluyendo a ETA, la víctima del relato es el pueblo, o algunos de
sus miembros, alejados de sus propios destinos, reprimidos, castigados,
engañados, dañados y/o carentes de algo que fervientemente desean (autonomía,
libertad, etc.). El agresor es el Estado Capitalista,
cuyos cómplices son el Gobierno, los sindicatos, los partidos políticos... que
en calidad de informadores ayudan al agresor ilustrándole sobre la víctima. La
víctima se deja engañar y ayuda a su enemigo, pero ante la noticia de la
fechoría interviene el héroe, que saliendo del pueblo, va a actuar contra
aquél. El héroe, por supuesto, es el grupo terrorista que sufre las pruebas
consiguientes y antes de combatir contra el Agresor, reacciona frente a la
donación del objeto o auxiliar mágico, la Democracia, la Constitución, que
quiere pase a su disposición. Ahora bien, cuando el Estado Capitalista aún no
está vencido, ya lucha el héroe por su reconocimiento, al tiempo que sufre
persecución y pide ayuda a las fuerzas armadas populares. Finalmente, la
Princesa o personaje buscado del cuento, anticipado por las luchas del héroe
para una recompensa, es el Poder, o la influencia social que puede ejercer un
día sobre su Comunidad redimida.
Por el
contrario, para el terrorismo de ultraderecha las cosas no son totalmente así.
El asume, no el papel de héroe, sino el de mandatario que ante la fechoría del
Agresor (el Marxismo materialista o el Capitalismo liberal), que engaña por
unos informadores y cómplices (Rey, partidos políticos, Gobierno, sindicatos,
etc.) a la víctima (el español expoliado, engañado, apartado de su destino...),
reclama la acción liberadora del héroe dormido (las FF. Armadas, el Ejército),
para que, previamente a la lucha contra el Agresor, reaccione apoderándose del
objeto mágico (la Constitución). El terrorismo de
Extrema Derecha combina con las funciones de mandatario, las funciones de
auxiliar, intentando reparar la fechoría inicial, en tanto el héroe se
prepara para combatir al Agresor y es reclamado para ello.
Datos
empíricos del acontecer terrorista y nociones conceptuales expresadas por los
propios agentes del terrorismo demuestran una estructura ritual cuyas
constricciones fundamentales allí demostradas se corresponden con una visión
mítica de la lucha política, también sucintamente iluminada en este trabajo.
En tanto el
Poder Social y la Opinión Pública no se nieguen al análisis de este fenómeno y
sean capaces de dominarlo, no contribuyendo con sus miedos y creencias a la
reproducción del mito, y desconfiando de la eficacia ritual de su desafío, el
terrorismo tendrá que reajustar sus estrategias y acabará por abandonar ritual
tan inútil como mendaz. El análisis :que precede y las conclusiones que lo completan
para cada dato entonces , estudiado pueden iluminar el proyecto de actuación
política, cuyo más inmediato objetivo sería efectuar el seguimiento de, la
acción terrorista actual mediante estudios como el presente, pero sobre todo
cuidándose de no contribuir a la puesta en escena del ritual, encarnando
reacciones crispadas fácilmente integrables en su reproducción.
NOTAS
(1) El
desarrollo en profundidad de lo que a continuación se
expone lo he realizado en el libro El Terrorismo en la Transición española.
Fundamentos, Madrid, 1986.
(2) Denominar también lenguaje a las reglas de
conducta social y al entramado de objetos y sujetos que compone el ecosistema
humano impide distinguir las diferencias específicas de las conductas
sociales y culturales.
(3) En los demás casos, cuando a la
"significación" de un texto o expresión contribuye de manera
prevalente dotándole de sentido un "código axiológico", hablaremos de
"códigos éticos (ya sean deontológicos o jurídicos, etc.) para la
producción de sentido, y cuando a la "significación" de un texto
contribuya de manera prevalente dotándole de sentido, un "código de
significación', hablaremos de "códigos retóricos" (lingüísticos,
artísticos, etc) para la producción de sentido.
(4) O tortura, registros,
detenciones ilegales, en el caso de Terrorismo de Estado, por ejemplo.
(5) Económicamente, como es sabido, la demanda de
un producto es elástica cuando varía en función del precio de consumo, y es
inelástica cuando se mantiene con independencia del precio, Ahora bien, la
elasticidad de mercado para la información se desarrolla de manera peculiar si
se compara con otras mercancías; en general, para otras mercancías, la
elasticidad de la demanda (con relación al precio) y la elasticidad de la
oferta (con relación a la competencia) tienden a reducir él beneficio, razón
por la cual se recurre a la publicidad pata hacer inelástica la demanda, o a
dominar el mercado por el monopolio, para hacer inelástica la oferta; pero para
el mercado de la "información" no ocurre exactamente lo mismo: sólo la elasticidad de la oferta puede hacer peligrar el
beneficio, pues la elasticidad de la demanda de "información' (que
permite precios "anormalmente" bajos para productos cada vez más
costosos) facilita la inelasticidad del espacio/tiempo vendido (mayor demanda
y mayores precios al mismo tiempo). No se olvide que el precio, con relación a
la demanda, lo evalúa el consumidor, y su valor no lo mide el consumidor con
relación al coste involucrado en su producción, sino en términos relativos a
su renta personal y a la cantidad de ésta que está dispuesto a dedicarle para
la compra del producto.
(6) El terrorismo de Estado se da cuando se
cumplen todas las condiciones de una interacción social agresora como la
descrita, pero cuyo agente agresor es el Estado y la víctima cualquiera de los
miembros de una colectividad a la que se le atribuye complicidad con los grupos
enemigos del Estado.
(7) Por
ejemplo, entre 1972 y 1982 constan 776 atentados terroristas realmente
comprobados y narrados por los Medios de Comunicación, mientras que en sólo un
año, los atropellos, atracos, robos, violaciones, etc., transgresiones graves
de la conducta social, son mucho más numerosas.