Las transformaciones provocadas en la radio británica por el Gobierno Thatcher, el retroceso de la BBC y la liberalización comercial del medio ponen de relieve la necesidad de una radio comunitaria de servicio público.
En Gran
Bretaña, el gobierno Thatcher anuncia planes para la desregulación de la radio,
creando una dura competencia para la BBC tanto en el plano nacional como a
nivel local. Este artículo (*) se pregunta de qué forma la auténtica radio
comunitaria, sin fines de lucro, puede llegar a dar un nuevo tipo de servicio
público, quizás en colaboración con la BBC.
En 1986 el
gobierno Thatcher ponía fin a su experimento de radio comunitaria anunciando
que prefería esperar a la aparición de un Libro Verde que debía definir el
contexto en el que esas emisoras iban a funcionar. El Libro Verde de 1987 (1), Radio Choices and Opportunities, contiene,
junto a respetuosas referencias a la radio de servicio público, una serie de
radicales propuestas de desregulación de la radio.
En lugar del
canal comercial único que esperaba el sector, el gobierno planteaba tres canales
que utilizarían dos frecuencias arrebatadas a la BBC y una tercera que quedaría
disponible con la reasignación internacional de frecuencias de principios de
los 90. Se auspiciaba la existencia de cientos de pequeñas emisoras sin
distinguir entre emisoras comerciales y emisoras comunitarias auténticas y sin
fines de lucro. De hecho apenas se mencionaba el concepto de radio comunitaria,
y al mismo tiempo, en este sector, definido como comercial, se excluía
cualquier financiación pública de la radio. Las emisoras locales de la BBC
seguirían prestando sus servicios a nivel local, pero las emisoras comerciales
quedarían exentas de cualquier obligación en este sentido, bajo la benigna
supervisión de la Independent Broadcasting Authority (IBA), que actualmente
controla la cadena comercial Independent Local Radio (ILR), o de la flamante
Cable Authority, o incluso de una Radio Authority de nueva creación.
El Libro
Verde exige que se ponga fin a la práctica del "simulcasting"
(emisión de una misma programación por longitudes de onda distintas), y, en
una frase cargada de intención, deja a la BBC en libertad de "decidir su
grado de compromiso con la radio local teniendo en cuenta sus disponibilidades
de recursos" (2). Recursos que quedarían en los márgenes definidos por una
propuesta del Comité Peacock (3) que ya está en vigor: la vinculación del canon
de audiencia con el índice de Precios al Consumo. El Libro Verde rechaza
explícitamente la propuesta del Comité Peacock de que la BBC pueda aceptar
publicidad.
Con su
imperio de emisoras locales en juego, la respuesta de la IBA al Libro Verde (4)
constituye su más enérgica afirmación hasta la fecha de su condición de
servicio público, distinto de la BBC, pero complementario con ésta. Según la
IBA, las exigencias de programación que se planteaban, y los controles sobre la
propiedad de las emisoras, eran "mucho más estrictos de lo que a primera
vista parecían", añadiendo: "el gobierno debe elegir entre un sistema
de regulación relativamente costoso... o dar a las emisoras más libertad que
la sugerida en el Libro Verde" (5).
En los dos últimos años,
la IBA, en efecto, ha demostrado que era capaz de aflojar un poco los estrictos
controles que, según denunciaban las emisoras de la ILR, tanto contribuían a
los parcos resultados financieros del sistema. Se han autorizado fusiones y
absorciones para mantener la presencia de la ILR en algunas regiones, y al
mismo tiempo la suavización de la normativa sobre el patrocinio de programas y
sobre la distribución de franjas de programación ha convertido a la ILR en una
cadena más atractiva para los anunciantes nacionales. Desapareció la L de las
siglas, y la fortuna económica de la IR, mejoró hasta tal punto que en el año
que concluía en septiembre de 1987 la facturación publicitaria había aumentado
en un 26 por ciento, hasta los 94 millones de libras. Aunque el porcentaje
sobre el gasto total en publicidad sigue siendo bajo en comparación con el de
los países en los que la radio comercial es anterior a la televisión, esta
mejoría ha dado confianza al sector ante la ampliación del mercado que propone
el Libro Verde.
CAMBIOS
TRASCENDENTALES EN LA BBC
La respuesta
de la BBC al Libro Verde está teñida por la experiencia del que probablemente
haya sido el año más difícil de toda la historia de la Corporation. El Consejo
destituyó sumariamente al Director General; el Director Ejecutivo de Radio, al
no conseguir ascender al puesto anterior, dimitió: el nuevo Director General
se trajo consigo a un Subdirector General procedente de la cadena comercial
rival, la ITV, con la idea de hacer profundos cambios, y en medio de este
desbarajuste, el que iba a ser nombrado Director Ejecutivo de Televisión renunció
para hacerse cargo de la Dirección del Canal 4. Otro cambio que afectó
directamente a las emisoras locales fue el agrupamiento de las emisoras
regionales de televisión y de las radios locales en direcciones regionales
bajo la autoridad de un Director Ejecutivo de Emisoras Regionales. Aunque lo
que se pretendía con ello era lograr una mayor autonomía regional, se cortaron
las relaciones directas con la casa central que las radios locales mantenían a
través del Encargado de Radio Local, pues este puesto quedó suprimido.
La imagen de
la BBC y la moral de sus empleados se vieron además debilitadas por dos actos
de intervención judicial protagonizados por el gobierno. La policía allanó las oficinas
de la BBC en Glasgow para confiscar la cinta de vídeo de un programa sobre el
satélite espía Zircon, dentro de la serie Secret Society, y por otro lado el
gobierno obtuvo la prohibición judicial de una serie de Radio 4, My Country Right or Wrong, que
analizaba el papel de los servicios secretos, a pesar de que el programa había
pasado ya los controles habituales en estos casos (el "D" Notice
Committee, o comité de censura).
Maltrecha
por estos golpes de fortuna, la BBC, a la hora de planear su respuesta al Libro
Verde, debe haber pensado que era mejor no enfrentarse otra vez con el
gobierno. Su plan quinquenal (6), anunciado en octubre de 1987, contenía una
serie de iniciativas claramente destinadas a facilitar el camino al plan
gubernamental. Se ponía fin a la práctica del "simulcasting", se
liberaban las frecuencias de onda media de las Radios 1 y 3 para hacer sitio a
las cadenas comerciales nacionales, y se redistribuía la VHF entre las cuatro
cadenas. Se lanzaría una gran campaña para aumentar la audiencia de la VHF, y
en la antigua onda media de Radio 2 se agruparía una serie de servicios
especializados. La onda larga de Radio 4 se destinaría a acontecimientos
especiales: actividades parlamentarias, conferencias de los partidos, actos de
Estado, información de alcance.
De esta
forma, al suprimir el "simulcasting", la BBC proponía seis cadenas en
lugar de las cuatro existentes. Las principales cadenas, Radio 1 y Radio 2,
tendrían un mandato de programación más amplio, en el que cabría el teatro,
los documentales y la música culta (7). Mientras tanto, Radio 3 y Radio 4, bajo
una nueva dirección, intentaban "hacerse una imagen más atractiva"
con el fin de conseguir la audiencia juvenil.
La radio
local de la BBC, sin embargo, lo tenía peor. Aunque se daba luz verde a las
siete nuevas emisoras, con lo que se llegaba a un total de 39 emisoras
inglesas, en conjunto la radio local debería sufrir una reducción del 10 por
ciento en dos años, y a las emisoras de Londres, Birmingham y Manchester se
les daban tres años "para demostrar que sus servicios respondían a una
demanda superior y estable (8).
Las
respuestas de las dos mitades del "duopolio" radiofónico deben
analizarse a la luz de la tercera victoria electoral de la señora Thatcher, en
junio de 1987, victoria que le proporcionó una mayoría de 100 escaños en la
Cámara de los Comunes. Esto le ha dado el tiempo y la fuerza suficientes como
para llevar a cabo cambios de considerable profundidad cada vez que lo desee; y
por lo que está ocurriendo en los sectores de educación y salud, está muy claro
que ni ella ni sus colegas tienen gran apego a las actuales instituciones de
"servicio público".
Y también
está cada vez más claro que la clave de las intenciones del gobierno en
materia de radiodifusión se encuentra en la visión del futuro expresada por el
Comité Peacock. Aunque al final el Comité no se atrevió a recomendar que la
BBC TV admitiera publicidad, y aunque el gobierno rechazó su sugerencia de
"privatización" de Radio 1 y Radio 2, se aceptó la idea de vincular
el canon de audiencia con el índice de precios y el acceso de los productores
independientes a los tres canales principales de TV hasta una proporción del
25 por ciento de la programación de éstos.
El informe
Peacock prevé un avance por etapas hacia la desregulación, y este esquema,
aunque la BBC seguiría en su sitio, ya no sería el único instrumento de
servicio público (el Canal 4 ya ha demostrado la viabilidad del servicio
público al margen de la BBC). Según el informe, es necesaria una parte de
programación de servicio público, pues dejado a sí mismo el mercado no
suministraría la cantidad adecuada de "programas de interés medio y
minoritario, programas que la mayoría de la gente desea ver u oír
ocasionalmente".
También hay
necesidad de programas exigentes, que quizás la gente no quiera ver personalmente,
pero que considera que se deben emitir, y que como contribuyentes y votantes
están dispuestos a costear (9). En líneas generales, sin embargo, es el
mercado el que debería decidir la oferta de servicios; las fuentes básicas de
financiación serían los abonos y la publicidad, y tanto las licencias de TV
como las frecuencias de radio deberían salir a licitación pública. En un
informe publicado tras el informe del Comité Peacock, por encargo del Departamento
de Comercio e Industria (Department of Trade and Industry DTI), se plantea una
propuesta aún más radical: delegar la administración del espectro radiofónico
en organizaciones comerciales de planificación de las frecuencias (10).
UN AUMENTO
DE LA COMERCIALIZACIÓN
Cuando el
Ministro del Interior, Douglas Hurd, anunció los planes del gobierno en el
campo de la radio, en enero de 1988, este clima de desregulación estaba
alimentado además por otras tres iniciativas recientes. En primer lugar, el
deseo del gobierno de poner fin a las cortapisas del derecho de autor, que tal
como está impediría una expansión de la radio basada en la música. En segundo
lugar, la generalizada burla de estas regulaciones ‑y de la ley, a pesar
de los allanamientos y denuncias del DTI (11)‑, por parte de un número
cada vez mayor de emisoras piratas (12). En tercer lugar, los planes del ente
irlandés de radiodifusión, RTE, que pretende lanzar en el otoño de 1988 una
emisora comercial de música pop con un potente emisor de onda larga, que podría
ser oída en una franja de 40 km. en el interior del Reino Unido (13).
Los planes
anunciados por el gobierno ante la Cámara de los Comunes el 19 de enero de 1988
siguen las líneas trazadas por el Libro Verde, pero con dos sorpresas.
Saltándose la primera fase del informe. Peacock, el gobierno propone sacar a
subasta los canales comerciales nacionales para adjudicárselos al mejor postor;
y, por otro lado, la IBA perdería su imperio comercial en el campo de la radio
en favor de una nueva Radio Authority (14).
¿Qué efectos
pueden tener estos planteamientos? La institución pionera en la radiodifusión
de servicio público, la BBC, está actualmente paralizada por el tironeo
contradictorio entre la ideología de mercado y la tendencia thatcheriana a la
intervención estatal, "las dos mitades de la moderna alma tory", en
palabras de un antiguo Director de la BBC Radio (15). Financieramente la BBC
tiene las manos atadas, justo cuando tiene que hacer frente a una competencia
radiofónica tanto nacional como local. Y este combate se subordina a las
demandas de la televisión, en donde los avances del satélite, el cable y el
vídeo están incrementando la competencia frente a una BBC que ya está teniendo
que actuar como un conglomerado comercial.
Interpretar
las intenciones del gobierno respecto de la BBC no es nada fácil. La política
de e cada momento es la suma de una serie de fuerzas en contienda: un DTI
beligerante, un Ministerio del Interior conservador, el papel dominante de la
señora Thatcher en el Gabinete, las presiones parlamentarias del partido. Un gobierno
de este tipo necesita la BBC a efectos decorativos, igual que el Big Ben o el
Palacio de Buckingham; sus mejores producciones ganan buenas divisas; y en
momentos de victoria o de urgencia, se tiene a mano para responder y celebrar
como mejor convenga. Lo que ya no gusta tanto es la independencia crítica a que
SE había acostumbrado antes de la era Thatcher, cuando predominaba el consenso político.
En cuanto a
la radio local de la BBC, el panorama es aún más triste. Es difícil imaginar
de qué manera estas emisoras pueden seguir cumpliendo su misión fundamental en
el terreno informativo y nutrir las redes y emisoras regionales de la BBC (16),
por no hablar de sus posibilidades de mantener buenos índices de audiencia
frente a un sector comercial en expansión y libre de desarrollar cualquier
formato especializado que le pida el mercado. La perspectiva no es mejor desde
el punto de vista del tipo de radio comunitaria que se describe en varios capítulos
de nuestro libro: las emisoras sin fines de lucro y bajo control democrático
iniciadas por la Pacific Foundation en los Estados Unidos, imitadas en Canadá y
Australia, y presentes en algunas fases de la expansión de la radio en Francia
e Italia.
Los planes
de "liberación de la radio" del gobierno Thatcher nacen en una
administración que en 1986 ponía fin a un cauteloso experimento en esta
materia por miedo a las consecuencias electorales de su "programación
poco equilibrada". Ahora se autorizará un número mucho mayor de emisoras,
con una regulación mínima, y básicamente comerciales: es el mercado el que
deberá garantizar el "equilibrio", y sólo habrá fondos públicos para
proyectos "destinados a proporcionar beneficios específicos a la
comunidad". No se permitirá que las emisoras "actúen como
plataformas políticas" (17).
La lógica
económica y territorial del sistema de la radio comercial en Gran Bretaña, en
su constitución inicial, tiende a potenciar las emisoras regionales frente a
las locales, y las restricciones financieras han impuesto una tendencia
similar en la BBC. Las últimas propuestas del gobierno obligarán al sector
comercial, ahora ampliado, a incrementar la cuota de publicidad de la radio
del 2,5 por ciento de 1987 hasta un 5 por ciento como mínimo: algunos estudios
afirman que para rentabilizar tres canales nacionales se necesitará como
mínimo un 10 por ciento. Las emisoras muy pequeñas quizás logren sobrevivir
gracias a una demanda aún no cubierta del todo por la IR o por la prensa local,
pero las emisoras medias se verán aún más presionadas que actualmente a dejarse
absorber por cadenas regionales.
En lo que se
refiere a las emisoras de carácter comunitario, sin fines de lucro, las
recientes experiencias europeas indican que sin algún tipo de regulación los
peces grandes se comen a los pequeños, y que las emisoras sin fines de lucro
tienden a desaparecer ante el empuje de las comerciales. El resultado será la
desaparición del pluralismo y la originalidad, abriendo mayor campo aún a las
multinacionales tanto en lo que se refiere a la propiedad de las emisoras como
a su programación. Pero en medio de esta desintegración del viejo ordenamiento,
existen precedentes e instrumentos que permitirían abrir espacios para la
creación de un nuevo tipo de servicio público.
Una vez más,
y sorprendentemente, la respuesta está en el informe Peacock. El Comité
Peacock afirma que en el camino hacia la desregulación "la capacidad de financiación
de programas (de servicio público) por parte del sistema actual podría agotarse
sin que se hayan desarrollado fuentes alternativas de financiación" (18),
añadiendo que "en lugar de empeñarse en una batalla inútil en favor de la
regulación... sería mejor que el Parlamento hiciera algo positivo por ofrecer
financiación para la radio de servicio público" (19). El instrumento, sugiere
el Comité, sería un Public Service Broadcasting Council (Consejo de
Radiodifusión de Servicio Público, PSBC). El PSBC sería el gestor de los fondos
públicos y daría prioridad a la BBC, pero sin concretar sus apoyos en un único
canal. El Comité Peacock no ve en principio ninguna objeción a que el PSBC se
financie con una cuota de audiencia, pero señala que "su financiación
sería más segura si los fondos salieran del propio sector", por ejemplo
de los ingresos de las subastas o concesiones de licencias (20).
Hace ya más
de una década, y desde una óptica muy distinta, el Community Communications
Group (COMCOM) había hecho una sugerencia muy parecida en sus comentarios al
Informe Annan (21). Apoyando la recomendación de este informe de crear una
Local Broadcasting Authority, pero rechazando la sugerencia de que la radio se
financiara básicamente con publicidad, el COMCOM señalaba que si la radiodifusión
no comercial dejaba de ser‑ dominio exclusivo de la BBC, también el canon
de audiencia debería dejar de ser su propiedad ex ‑elusiva (22). El
COMCOM proponía también que parte de la financiación se sacara de los
beneficios de la ITV, sobre la base de un principio que posteriormente se ha
reconocido en la financiación del Canal 4.
UNA
PROGRAMACIÓN COMUNITARIA
Emisora
nacional financiada por participaciones de las empresas comerciales de
televisión (ITV), el Canal 4 está obligado por su estatuto a atender a los
intereses minoritarios. Su existencia ha fomentado la creación de cientos de
empresas productoras independientes; algunas de éstas, por acuerdo con el
sindicato de radiodifusión, el ACTT, son grupos muy pequeños, pero se les
reconoce su condición de suministradores a pesar de estar en parte financiados
con dineros públicos y no contar con personal plenamente especializado.
El Canal 4
tuvo una fuerte repercusión sobre la ecología del sistema de televisión, y un
importante impacto en la política que Peacock describe para su PSBC como
"una positiva promoción de una televisión creativa" (23).
Por ahora
este canal no tiene equivalente en la radio, pero el Institute for Contemporary
Arts (ICA) ha dicho, en respuesta al Libro Verde, que las razones en pro de una
"emisora nacional de radio..." se han visto considerablemente
reforzadas" por la propuesta de creación de tres canales nacionales. En
1985 el ICA solicitó una licencia de "comunidad de intereses" en
virtud del experimento ahora cancelado, lo que, en palabras del ICA, muestra
"que existe un amplio abanico de productores de radio a los que la actual
estructura ofrece escasas o nulas salidas. Al mismo tiempo queda poco espacio
para la experimentación y la innovación y hay pocas oportunidades de oír voces
nuevas (24).
En el
momento de redactar estas líneas, aún está por ver qué formato desarrollarán
los aspirantes a las cadenas nacionales. Aunque el gobierno no ha hecho
insinuación alguna en la línea del Canal 4, sí ha dicho, lo que no deja de ser
sorprendente, que los canales deberán ofrecer "una programación variada
que pueda atraer a una amplia variedad de gustos e intereses, no limitándose a
un único formato". La reacción de los empresarios de radio fue tachar estas
exigencias de "trasnochadas", "fantasiosas" y "poco
realistas"; pero desde la aparición del Libro Verde y la respuesta del
ICA el movimiento que respalda la radio comunitaria está tomando conciencia
de las posibilidades que presentaría una programación compartida de carácter
no nacional, distribuida posiblemente por satélite.
Lo que sí
tiene sentido económico y social en la actual radio británica es la oferta
local de programación especializada por parte
de emisoras cuya programación sea en
parte nacional. (Con esto no sugerimos, ni por un momento, que las cadenas
nacionales de información, música y programas de calidad no formen parte de un
servicio público.) Pero para la distribución de programas no se necesita una
red nacional terrestre. Los sistemas comerciales tienden a sindicar su
programación a nivel nacional. Si estas cadenas compiten, también los sistemas
no comerciales tienen que hacerlo.
Aquí es
donde entra la BBC. A nuestro juicio, un proyecto de redefinición de la radio
de servicio público debe aprovechar los recursos de infraestructura y el
talento creativo que existen dentro de
la BBC, al tiempo que se buscan formas de atraer talentos locales y opiniones
disidentes al margen del ente sin coartarlos ni ahogarlos.
Los
responsables de la BBC han indicado alguna vez que la BBC debería actuar como
"partera" de una radio comunitaria de tercer nivel, dándole
asistencia técnica y formación. Pero este tipo de sugerencias parten del mismo
error que los proyectos iniciales de radio local, al limitar las nuevas
"zonas libres" propuestas al plano local. Ahora bien, si pensamos en
las comunidades de interés a escala nacional que el Canal 4 ha venido
explotando, es muy posible que el sistema de radio local de la BBC pudiera
establecer con las emisoras comunitarias una alianza que supere los meros
acuerdos locales y puntuales.
En su
folleto BBC Radio for the Nineties (1982),
la BBC hablaba de un servicio para sus redes locales que les serviría a éstas
de esqueleto, y que complementaría la programación local de las emisoras.
Este servicio, al que se denominaba Radio 5, debía ser "un servicio
definido de programación común, que contendría... elementos de teatro popular,
música ligera, educación permanente y programas de interés para las minorías
étnicas" (25). En su momento, BBC
Radio for the Nineties irritó por el imperialismo de sus pretensiones de
hacerse con todas las frecuencias disponibles y con todas las programaciones,
salvo las adquiridas por la IBA para sus emisoras. Pero daba muestras de lucidez
al vincular efectivamente la programación local con comunidades de interés
supralocales.
La presencia
de una programación para las "minorías étnicas" en un plan
relacionado con la BBC dependerá de la medida en que las grandes emisoras
metropolitanas de la BBC, en la fase de prueba de tres años, logren convencer a
estas minorías de que su preocupación está respaldada por unos presupuestos y
unos horarios mejores que los anteriores. Es seguro que se producirán
peticiones dé licencias por parte de los grupos étnicos ‑proyectos (y
emisoras pirata) de las comunidades negra, asiática, griega y turca figuran ya
entre los solicitantes potenciales‑, y no todas estas peticiones serán
para emisoras puramente musicales. La emisora CDR, por ejemplo, instalada en
Londres como emisora pirata, programa una buena proporción de emisiones no
musicales; el Afro‑Caribean Radio Project de Brixton, que emitirá desde
estudios inicialmente financiados por el GLC, piensa ofrecer música y otra programación
al 50 por ciento, y espera ponerse en contacto con emisoras negras del mismo
carácter para intercambiarse programas.
Lo que hace
falta para crear un espacio en el que pueda florecer la radio comunitaria es
algo así como un cruce entre el Canal 4 y Radio 5: una emisora de radio que
ofrezca un servicio definido del tipo de material que pueden necesitar las
radios comunitarias, es decir, un equivalente británico de los servicios de
programación de la Pacífic Foundation en los Estados Unidos. Radio 5 no
debería ser el último miembro de la BBC, sino una especie de pariente que
compartiría con ella el canon de audiencia, pero que al mismo tiempo recibiría,
por ejemplo a través del PSBC, una financiación cruzada extraída de los
beneficios de la radio y la televisión comerciales.
Desde
finales de los años 70 el movimiento británico de la radio comunitaria ha
venido debatiendo numerosas fórmulas de apoyo, sometiéndolas al Ministerio del
Interior. En todas ellas se insiste en la autorregulación, en el respeto de un
código que recalque sus fines no comerciales y el control democrático de las
emisoras, en la disposición a aceptar financiación procedente de distintas
fuentes, tanto públicas como privadas (aunque limitando estrictamente la
publicidad al mercado local), en la necesidad de un organismo de coordinación y
concesión de licencias que además estaría encargado de canalizar y distribuir
los fondos de puesta en marcha (26).
Nuestra
sugerencia, "Radio 5", añade una dimensión nacional a la producción
y oferta de programas en el sector de la radio comunitaria. Esta "Radio
5", financiada en parte con fondos públicos y en parte mediante sus ventas
dentro y fuera del país, podría depender de una agencia u organismo como el
PSBC del Comité Peacóck.
Lo importante
para la radio británica sería la existencia de una radio comunitaria, de
servicio público, con una definición tanto local como nacional, y con
incidencia en las prácticas e instituciones del mundo local y también del
mundo marginal. Las alianzas o comunidades de interés, que consideramos
importantes en un servicio público así redefinido, estarían enraizadas en el
plano local y al mismo tiempo tendrían acceso a otras comunidades por encima
de las barreras locales. Este influjo de innovación y de disidencia es
necesario en una sociedad democrática, y en una Europa cuyas fronteras están
desapareciendo bajo el ojo del satélite, tanto en Gran Bretaña como en el
Continente.
REFERENCIAS
(*) Este
artículo sintetiza el libro The Invisible Medium, que será publicado
próximamente por MacMillans.
(1) Radio
Choices and Opportunities: a consultative document, HMSO, Cmnd 92, febrero
1987.
(2) Ibíd., párr. 8.8.
(3) Report
of the Committee on Financing the BBC, HMSO, Cmnd 9824, julio 1986.
(4) The 18Ss
view: The Future of UK Independent Radio, IBA, junio 1987
(5) Ibíd., párr. 47 y 59.
(6) BBC: The
Five‑Year Plan, 1988‑1993, BBC Information Division, octubre 1987.
(7) David
Hatch, Director Ejecutivo de la BBC Radio, en la Voice of the Listener
conference. Londres, 3 de noviembre de 1987.
(8) Geraint
Stanley Jones, Director Ejecutivo de la BBC, Emisoras Regionales, citado en el
comunicado de prensa BBC Governors Approve Local Radio Plans, BBC, 14 de enero
de 1988.
(9) Peacock, op, cit.,
párr. 581.
(10) CSP International
para el Department of Trade and Industry, Deregulation of the Radio Spectrum in
the UK, HMSO, marzo 1987, p. 140.
(11) El DTI
realizó 207 allanamientos a 70 emisoras pirata entre abril y junio de 1987, Sue
Steward, Observer, 24 de enero de 1988.
(12) En
enero de 1988 en Londres estaban emitiendo 59 emisoras en la banda de FM
(Independent, 28 de enero), y un sondeo de audiencia mostraba que la emisora
pirata Kiss‑FM enviaba a la BBC 1 al tercer puesto, por detrás de Capital
Radio (Independent, 13 de enero).
(13) Broadcast, 22 de
enero de 1988.
(14) Hansard, 19 de enero
de 1988, Writen Answer, n.° 150.
(15) Brian
Wenham, Mr. Hurds New Repice for Radio, Observer, 24 de enero de 1988.
(16) N.
Higham, The Unkindest Cut of All?, The Listener, 14 de enero de 1988.
(17) Douglas
Hurd, A Bonhg Mishmash? Thats Not My Plan, Guardian, 1 de febrero de 1988.
(18) Peacock, op. cit,.
párr. 591.
(19) Ibíd., párr. 688.
(20) Ibíd., párr. 687‑8.
(21) Report
of the Committee on the Future ol Broadcasting, HMSO, Cmnd 6753, marzo 1977.
(22)
Community Communications Group, Comments on the Recommendations of the Annan
Committee on the Future of Broadcasting, junio 1977.
(23) Peacock, op. cit.,
párr. 691.
(24) Comunicado de prensa
del ICA, sin fecha, marzo (?) 1987.
(25) BBC
Radio, BBC Radio For The Nineties: a Discussion Paper on Radio Programme
Strategy, noviembre 1982.
(26) CL, p.
ej.. Community Radio Association, Community Radio. An Open Door to Media
Access, 1986, en donde se hablaba de una Community and Special Broadcasting
Agency (agencia para la radiodifusión comunitaria y especial) que supervisaría
un sector de radio comunitaria con características propias.