¿Estamos perdiendo la memoria?
Manuel Corral Baciero
El valor histórico y económico de los documentos
audiovisuales es ya reconocido por los organismos internacionales. Pero el
tiempo, la acelerada transformación tecnológica y la desidia de los gobiernos
parecen aliarse para dificultar su conservación.
Mientras los libros de
épocas anteriores duran siglos, los impresos en el siglo XX tendrán una vida no
superior a 100 años, reducida en algunos casos a 25, por la calidad ácida del
papel utilizado en su edición. ¿Qué estamos guardando en nuestras bibliotecas?
Algo muy perecedero que ha obligado a grandes instituciones como la Biblioteca
del Congreso de EE.UU. (sus fondos son de 20 millones de volúmenes) a buscar
rápidas soluciones a este grave problema. Un proceso de acidulante
y protector a través de un componente alcalino, aplicable a medio millón de
volúmenes al año en la gran cámara de vacío del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA y otras instalaciones hechas al efecto,
permitirá alargar la vida de nuestros libros cinco o seis veces.
Pero nada más en el
actual estado de la tecnología. ¿Qué ocurrirá con la cultura, el hacer, nuestro
retrato... posado en soportes fílmicos y magnéticos?
El soporte nítrico, por
sí solo, ha sido la causa de pérdidas de gran parte del primer cine. Luego los
negativos de coles se nos han deteriorado de forma alarmante en sus niveles de
pigmentación de primarios, aunque las casas fabricantes trabajan contra reloj y
presionadas por productores y directores conscientes de la gravedad del
fenómeno, para mejorar la fijación orgánica de los
emulsiones, a la vez que archivos y filmotecas se esfuerzan, dentro de sus
recursos, en garantizar la conservación a largo plazo de los soportes
originales.
Fenómeno similar se está
produciendo en países preocupados por problemas equivalentes relativos a las
cintas magnéticas para vídeo. En este escaso grupo afortunadamente se encuentra
España, aunque aún ignoramos cuál es la vida máxima de un soporte de este tipo
grabado analógicamente.
Escribe Sam Kula, de los Archivos
Nacionales de Cine, Televisión y Sonido de Canadá: “Archivar televisión es como
luchar contra un pulpo. No importa cuán hábil seas, cuán rápido te muevas,
nunca lo controlarás. Siempre habrá un brazo o una pierna extra que se mueve
libremente y amenaza con estrangularte”.
¿A cuántos brazos extra
se puede referir?
A riesgo de ser víctima
del mismo pulpo que cita omitiendo alguno, me atreveré a una aproximación que
sitúe la generalidad de los problemas de la reciente archivística televisual.
LA ACELERACIÓN
TECNOLÓGICA
La primera carencia a
efectos documentales fue la falta de grabadores de señal vídeo, con lo cual la
primera televisión nacía y moría en el momento de ponerse en antena: cero
documentos para la Historia.
Cuando se dispuso de
grabadores, éstos trabajaban con cintas de dos pulgadas que eran cortadas
físicamente por planos o secuencias y empalmadas con una cinta adhesiva que
garantizaba el empalme por diez años. Posiblemente fueron conservadas en
ambientes inadecuados en lo relativo a polvo, humedad, temperatura y campos
magnéticos, o mal enrolladas, lo que afecta también a los soportes modernos.
La conclusión es que
muchos de estos documentos, recientes pero ya históricos, no pueden ser
reproducidos y, en lo posible, se están intentando delicadas y costosas
operaciones de grabación a soportes más modernos para conservarlos.
El medio Televisión ha
soportado grandes cambios tecnológicos y el horizonte previsible apunta otros
revolucionarios. A efectos documentales, este cambio presenta grandes problemas.
¿Se dispondrá en el futuro de equipos que permitan la reproducción de cintas
grabadas en soportes, normas y formatos que los avances han ido dejando
obsoletos? En sólo 30 años este problema ya se plantea con los equipos de dos
pulgadas y en el mismo período han aparecido formatos profesionales de una
pulgada B y C, 3/4 de pulgada H y B, Betacam y Quartercam, por citar sólo seis de los más relevantes
entre los de uso profesional. Multiplíquense estos seis por las varias
posibilidades de codificación del color que ofrecen las tres normas PAL, SECAM
y NTSC, con diversas versiones y 50 ó 60 semicampos
por segundo, según el país, y nos encontramos, sólo en el presente, con una
complejidad técnica para la reproducción y uso de documentos audiovisuales que
afecta tanto a la producción de programas como a la explotación documental.
Los aspectos económicos
de la conservación y mantenimiento de archivos audiovisuales no suelen ser
contemplados por los organismos y empresas de televisión, bien porque no se dispone de archivos, o porque se considera a éstos
una actividad residual de la cadena. Sin embargo, sean tratados como pozos sin
fondo, almacenes de lo ya emitido, o unidades mimadas como se cuida un diario
personal, lo cierto es que forman un importante
inmovilizado de cualquier empresa que tenga un archivo audiovisual optimizado:
requieren mucho personal y muy cualificado,
instalaciones complejas para conservación y manipulación del material,
soportes informáticos para su tratamiento y, al archivar definitivamente una
cinta, se habrá retirado de uso soporte reutilizable que vale desde 2.200 ptas/hora (3/4”) a 50.000 ptas/hora
(2”), dedicando a su visionado unos medios técnicos que pueden costar a valor
de mercado hasta 20.000 ptas/hora. Si consideramos
que una empresa como TVE puede incorporar anualmente a sus archivos 4.000 horas
de documentos (programas y noticias) grabados en vídeo, verá el lector en qué
cifras nos movemos.
LAS NUEVAS POSIBILIDADES
TECNOLÓGICAS
Aparece aquí otro aspecto
que persigue con saña a los responsables de los archivos audiovisuales: la
necesidad de seleccionar. Los costes de tratamiento y almacenamiento, la
entrada de múltiple material que puede estar repetido o conservado en otros archivos,
las continuas innovaciones en tecnologías de grabación y manipulación de las
imágenes, la endémica insuficiencia de medios y personal, amenazan con
aplastar a este sector.
La televisión abarca en
su programación todas las actividades sin especializarse en ninguna. ¿Cómo
hacer la selección?: ¿por cantidad?, ¿por novedad? ¿Quién decide borrar la intervención de una
cantante novel que en el futuro será Isabel Pantoja,
o de ese maletilla que mañana será El Cordobés, o de
ese joven de cualquier partido político que puede ser un futuro presidente del
Gobierno?
El futuro se llama
digitalización. Transferir a códigos binarios los actuales soportes físicos
(cine) o magnéticos (videotapes).
El cine siempre ha sufrido en su conversión a televisión, tanto por el cambio
de 24 imágenes (cine) a 25 ó 30 (televisión), como por la diferente relación
de aspecto (ancho/alto) de ambas imágenes: 1”33 en televisión, mientras que el
cine ha producido películas no sólo en esta norma, sino en otras cuatro hasta 2”35
(cine panorámico).
Por otro lado, la
digitalización de los actuales estándares (525 y 625 líneas) o de los futuros
de alta definición (1.125 líneas o similares) ocupa en el primer caso un
espacio equivalente en memoria de 220 millones de bits por segundo con
información de color para los actuales, o mil millones/segundo para la alta
definición.
Las tecnologías láser, ya
aplicadas en audio (compact disc) y videodiscos,
hacen pensar en futuros soportes más reducidos y estables; sólo
queda la duda de si estarán desarrollados y a precios asequibles mientras las
actuales videocintas aún se conserven.
APROXIMACIÓN A UNA
POLITICA DE CONSERVACIÓN DE LO AUDIOVISUAL
Una amplia cooperación
pública, empresarial e industrial parece necesaria para lograr el objetivo de
conservar nuestra memoria audiovisual con criterios donde lo cultural e
histórico se antepongan a lo estrictamente económico.
En 1980 la UNESCO
convocaba en Belgrado una Conferencia General de la que emanó una
“Recomendación para la salvaguardia y conservación de las imágenes en
movimiento” que incluye una lista de medidas legales, administrativas y
técnicas para la protección del material y la cooperación internacional. Las
Federaciones Internacionales de Archivos del Film (FIAF) y de la Televisión
(FIAT), con España representada en ambas, tuvieron en este documento el
respaldo necesario para avanzar por el difícil camino de la normalización
internacional y del apoyo institucional a la existencia y buen funcionamiento
de los archivos de cine y televisión.
En España, el Título VII
(del Patrimonio Documental y Bibliográfico y de los Archivos, Bibliotecas y
Museos), de la Ley 13/85 del Patrimonio Histórico Español, incluye a los
archivos audiovisuales entre los fondos a conservar, responsabilizando de ello
a sus generadores o propietarios.
Sin embargo, la
complejidad de conservación y uso de los productos audiovisuales generados por
las televisiones existentes, estatal y autonómicas, no parece haber sido
adecuadamente estudiada al nivel que la Ley exige para garantizar la
existencia de un gran fondo documental nacional. Son iniciativas de los propios
Entes Públicos las que actualmente están garantizando la existencia de una
historia audiovisual, que es, además, fruto de continuo deterioro o pérdida,
por su constante uso en los esquemas de producción de nuevos programas de los
organismos televisivos.
En otro aspecto, se
producen estos documentos pensando exclusivamente en su emisión, no en el
sentido histórico que tienen determinados hechos. Nadie graba pensando en el
futuro y los documentos quedan recogidos en soportes originales que son
permanentemente manipulados para nuevas emisiones. El NO‑DO, rodado en
negativo cinematográfico, permite su conservación porque el uso se está haciendo
sobre copias en positivo de trabajo. Nadie parece haberse planteado la
conveniencia de que una productora institucional recoja los acontecimientos
más relevantes de nuestra vida en soportes cine o vídeo con el único objeto de
ser conservados para el futuro en Archivos de Seguridad.
Así, el panorama de
futuro de nuestra memoria no parece claro, aunque estemos generando e
intentando conservar ingentes cantidades de producto audiovisual. ¿Cuánto
tiempo pervivirá?
BIBLIOGRAFÍA
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