Vídeo interactivo y enseñanza

 

Francisco Martínez Sánchez

 

Las posibilidades ofrecidas por el video interactivo para la enseñanza son múltiples. Pero las consecuencias metodológicas y organizativas que debe propiciar este medio constituyen hoy la cuestión esencial.

 

La irrupción de los ordenado­res en el mundo de la ense­ñanza abrió en su momento un amplio campo de investiga­ción y de esperanza. Su capa­cidad de guardar y tratar la información le auguraba un brillante futuro en este campo.

La enseñanza programada había sido una metodología que se presentaba como la solu­ción a muchos de los problemas existentes en la enseñanza. La complejidad de su diseño, los altos costos y la baja aceptación por el sistema educativo, unido a otros problemas de carácter estrictamente didáctico, hizo que no alcanzase los niveles de difusión y aplicación que para ella se habían previsto. El ordenador podía ser el soporte ideal para la aplicación de esta me­todología. La CAI fue el resultado primero de esa aplicación.

 

C.A.I.

 

Por CAI (Computer Assisted Instruction) se entiende una técnica de comunicación indirecta entre profesor y alumno en la cual se adminis­tran a éste, mediante ordenador, programas do­centes. El alumno interactúa directamente con el ordenador (Martínez, 1986).

La CAI añade a la enseñanza programada una mayor capacidad de individualización, ya que no sólo se respeta el ritmo del alumno, sino que la misma máquina, “tomando decisiones” pedagógicas, puede crear programas que con­templen en su desarrollo el proceso de apren­dizaje de aquél, su proceso de adquisición de conocimientos. Igualmente la CAI permite al profesor tener una información precisa del pro­ceso seguido por cada alumno, sus dificultades y. sus aciertos.

Una característica de la CAI, que la va a dife­renciar de otras técnicas de enseñanza median­te ordenador reside en que toda la información que el alumno necesita en su proceso de aprendizaje, está en la máquina, la cual a su vez controla la totalidad del desarrollo del mismo.

El ordenador utilizado en la técnica CAI, si bien, como vemos, solucionó algunos de los problemas, trajo otros que no se habían plan­teado en la etapa anterior. La falta de flexibili­dad en los controles de las respuestas, funda­mentalmente por lo que respecta a la polisemia, así como la poca riqueza de las imágenes que se utilizaban, hicieron que esta técnica tampoco encontrase la acogida deseada, estando hoy fuertemente criticada. Eran limitaciones que im­ponía el propio medio tecnológico.

Tratando de solucionar éstos y otros proble­mas se unieron al ordenador distintos medios que lo complementasen. Cintas magnéticas de audio, que permitían el poder facilitar informa­ción sonora, y diapositivas, que proporcionaban una imagen de buena calidad, fueron algunas de estas incorporaciones. Pero aún se estaba lejos de lograr el medio idóneo. En los últimos tiempos dos han sido los medios que se han in­corporado al ordenador: el VTR y el videodis­co.

 

ORDENADOR Y VÍDEO

 

El VTR (Video Tape Recording) y el video­disco son dos sistemas de grabación, conserva­ción y reproducción de imágenes, fundamental­mente dinámicas.

Las diferencias entre uno y otro son fruto de su propia tecnología. Mientras el VTR emplea como soporte una cinta y un sistema electro­magnético de grabación y reproducción, el vi­deodisco, como su nombre indica, emplea de soporte un disco y un sistema de grabación‑re­producción basado, generalmente, en empleo del láser.

La llegada del VTR al campo de la enseñan­za y más concretamente del VCR, en el que la cinta en bobina abierta del primero se ha susti­tuido por una casete normalizada para cada uno de los sistemas comercializados, ha abierto unas grandes expectativas, tanto considerado como medio aislado como en su unión al orde­nador, habiéndose llegado incluso a acuñar si­glas específicas para esta unión. Schwartz (1980) propone el de CAVRI (Computer Assis­ted Video Recorded Instruction), en tanto que el West Sussex Institute of Higher Education (Copeland, 1983) propone el de CAVIS (Com­puter Audio‑Visual Instruction System), mientras tanto en nuestro país se ha generalizado el tér­mino de vídeo interactivo.

 

La unión entre el ordenador y el vídeo, sea éste de cinta o de disco, se establece mediante un adaptador o interface, el cual permite contro­lar desde el ordenador los mandos de avance, retroceso y paro del vídeo, así como la localiza­ción de una imagen o una secuencia concreta.

La incorporación del vídeo al ordenador aporta la posibilidad de presentar una imagen dinámica y/o estática conjuntamente con los textos sonoros o escritos. Esta posibilidad supo­ne una aportación importante en el campo de la enseñanza basada en ordenador en general y de la CAI en particular.

La aparición del vídeo interactivo ha sido po­sible por haber existido un desarrollo paralelo en el tiempo, tanto de las posibilidades didácti­cas del vídeo como de las del ordenador, tal como ponía de manifiesto Wiliams en el Semi­nario sobre Nuevas Tecnologías celebrado en el Centro de Recursos Audiovisuales (CRAV) de la Universidad de Murcia el pasado año.

En el cuadro adjunto se pueden ver las dis­tintas etapas de ese desarrollo.

 

 

Ha sido necesario llegar a esta situación, en la que se dispone de los dos medios necesa­rios, para hacer posible el vídeo interactivo.

 

PROBLEMATICA DEL VÍDEO INTERACTIVO

 

Por vídeo interactivo para la enseñanza se entiende un medio configurado por un ordena­dor y un vídeo, que mediante un programa in­formático adecuado, y una secuencialización de contenidos, presentados mediante imágenes, sonido y texto escrito procedentes tanto del ví­deo como del ordenador, permite al alumno in­teractuar con él llevando su propio ritmo de aprendizaje.

El nuevo medio aporta nuevos problemas, sur­gidos fundamentalmente de la propia naturaleza tecnológica del VCR, junto a otros más propia­mente metodológicos y que son consecuencia de la compleja programación que se requiere.

La necesidad del VCR de hacer uso de un tiempo importante para la búsqueda de una se­cuencia concreta, la dificultad para lograr un paro de imagen aceptable en algunos magne­toscopios, el desgaste por uso del propio sopor­te, son algunos de los problemas técnicos a te­ner en cuenta con este medio.

El videodisco como elemento del vídeo inte­ractivo soluciona prácticamente estos proble­mas, si bien incorpora algunos diferentes.

Si comparamos las ventajas de cada uno de los dos medios nos encontramos con que la cin­ta tiene un precio más bajo, un acceso fácil a los equipos, existe una gran cantidad de mate­rial grabado, se tiene la posibilidad de modifi­car este material, y se puede crear nuevo con cierta facilidad. El disco por su parte tiene una gran velocidad en la localización de las secuen­cias que deseemos, posee un paro de imagen perfecto y ésta es de una gran calidad, y por úl­timo el uso no le afecta.

Esquemáticamente las diferencias entre el VCR y el videodisco serían:

 

 

La imposibilidad de producción de videodis­cos, directamente por los usuarios, sus altos cos­tos de fabricación en pequeñas series y el perfeccionamiento de los VCR, fundamental­mente de los interface, ha hecho que se supe­ren parcialmente algunas de las limitaciones que se habían indicado con respecto a la cinta.

 

EXPERIENCIAS EN EL USO DE VÍDEO INTERACTIVO

 

Experiencias, tanto con cinta como con disco, aparecen en todo el mundo desarrollado. Así, junto a las referencias señaladas de Schwartz, con una muy buena resolución del interface, lo­grando en su día un control total del video des­de el ordenador, y la de Copeland, donde en unos programas diseñados para la formación del personal de BP International el ordenador sólo es el medio controlador, sin poseer ningu­na información, pudiéndose incluso prescindir de él, ya que el control se puede realizar por otros medios, otros autores aportan sus expe­riencias. Bryce y Stewartt (1981), Dargan (1982), que trabajó con el “video responder” de Sony; Duke (1983), que desarrolló el programa FELIX (Felix Learning Systems Ltd.) trabajando con un Apple II y un VCR Sony U‑matic.

Por lo que respecta al videodisco existen también múltiples experiencias de las que des­tacamos la correspondiente al Brigham Young University, donde desde los años 70 se viene trabajando con este medio, habiéndose centra­do desde 1979 en la enseñanza del español. A partir de un videodisco con la película “Maca­rio”, se van extrayendo de él, de forma ordena­da en función de un programa didáctico, se­cuencias con estructuras gramaticales adecua­das a los objetivos previstos (Bennion y Schnei­der, 1975). MacGraw‑Hill, desde 1977, desarro­llan su proyecto WICAT para la enseñanza de la biología, teniendo en estos momentos en marcha otro plan de diseño de materiales con destino a la Navy americana (Sigel y otros, 1981). Por último, destacar el programa realiza­do por Hon (1984) para la enseñanza de la apli­cación de técnicas de recuperación a enfermos cardiopulmonares, en la que junto al videodisco se incorpora un maniquí computarizado.

 

DISEÑO Y PRODUCCION DE VÍDEO INTERACTIVO

 

Llegado este punto sería necesario el tratar de plantearnos cuáles pueden ser las implica­ciones educativas de este nuevo medio.

El primer aspecto que consideramos debe­mos plantear es la producción de programas, y concretando a quién corresponde esa produc­ción y realización.

La realización de vídeos interactivos para la enseñanza no es tarea fácil de acometer, antes bien es un trabajo complejo y que precisa de la concurrencia de especialistas en las distintas fa­cetas de este tipo de programas. De todo lo ex­puesto con anterioridad se deduce que en un programa de vídeo interactivo para la enseñan­za concurren cuatro aspectos bien diferencia­dos, todos ellos igualmente importantes y sin que sea posible la desaparición de ninguno. Las cuatro facetas a las que nos estamos refiriendo se concretan en: contenidos, diseño didáctico, realización vídeo y realización informática. Ca­da uno de estos aspectos del vídeo interactivo suponen un tal grado de especialización que se hace muy difícil el poder asumir una sola perso­na más de una función. Es obligado, en este caso, el hablar permanentemente de equipo de diseño y producción. El profesor aislado muy difícilmente podrá preparar materiales origina­les para este nuevo medio.

Si descendemos a un análisis de cada una de las cuatro facetas señaladas para la realización del vídeo interactivo, la complejidad del equipo humano al que hacíamos referencia se amplía muy sensiblemente. Cada una de ellas precisa de un grupo, más o menos grande, de especia­listas en aspectos concretos. Ya se puede ade­lantar que el equipo más numeroso y complejo será el correspondiente a la producción y reali­zación del vídeo, pero, en cualquier caso, los otros tres también necesitarán de equipos de profesionales que colaboren en aspectos con­cretos.

Junto a los problemas propios de todo trabajo de equipo hay que añadir, en el caso que nos ocupa, el derivado de la procedencia tan dispar de cada uno de estos profesionales. Pedagogos, informáticos, profesionales de televisión y espe­cialistas en los distintos temas. Esta disparidad hace aconsejable el que se creen equipos esta­bles de trabajo donde los códigos de comunica­ción se hayan aproximado lo suficiente como para poder hacer posible una comunicación fluida y eficaz.

Si bien creemos, junto con varios autores (Eisner, 1979; Escudero, 1983), que los medios que pueden tener un mayor impacto en la en­señanza son aquellos en los que el profesor que ha de utilizarlos está implicado en su produc­ción y realización, en el caso que nos ocupa esto requiere alguna matización.

Hemos dicho que no consideramos aconseja­ble el que el profesor aislado produzca progra­mas de vídeo interactivo en su totalidad por las razones expuestas, pero ello no quiere decir que éste tenga que utilizar, irremisiblemente, los programas tal como le llegan a sus manos. Muy al contrario, consideramos indispensable el que cada uno de estos programas sea some­tido por el profesor a una adaptación a la reali­dad concreta donde se han de utilizar, tanto en lo que concierne a los contenidos como en su secuenciación.

Esta adaptación es imprescindible que sea hecha por el mejor conocedor de la realidad educativa concreta, el profesor, el cual ha de adecuar los materiales a sus alumnos y a los ob­jetivos que se proponga lograr con ellos.

 

EL VÍDEO INTERACTIVO COMO MEDIO DIDÁCTICO

 

Antes de entrar en este punto queremos de­jar constancia de dos cuestiones que nos pare­cen fundamentales. En primer lugar destacar el hecho constatado de que para la enseñanza no existe un medio que sea mejor que otro. Sólo para situaciones muy concretas y aspectos parciales de la enseñanza se puede hacer reco­mendable un medio, pero existen variables fue­ra de él que pueden anular todas sus potencia­les posibilidades didácticas.

La segunda matización se refiere al encanto de la novedad, la presión tecnológico‑comercial y la atracción que los nuevos medios pueden provocar en el profesor, sin que tenga muy cla­ro el “por qué” y “para qué” de ese medio en su aula concreta. La incorporación de los nue­vos medios a la enseñanza debe ser una conse­cuencia del conocimiento de los mismos, de la investigación sobre su comportamiento en con­textos de enseñanza‑aprendizaje, y de la detec­ción de necesidades reales en la clase, pero no de las presiones procedentes de ámbitos ex­traescolares.

Retomando el tema, el vídeo interactivo no es un medio síntesis de los medios existentes con anterioridad, es solamente un medio integrador de dos de ellos: el ordenador y el vídeo; no puede, por ello, desplazar a ninguno de los que actualmente se utilizan, antes bien, en algunos de sus usos didácticos potencia el empleo de los medios más tradicionales, como pueden ser el libro o los ejercicios prácticos. El vídeo inte­ractivo puede completar a otros medios, pero en ningún caso anularlos; de aquí que contem­plamos sus posibles usos como complementa­rios de los que se realicen con éstos. En cual­quier caso sólo se trata de un medio más, con unas peculiaridades muy concretas, pero sólo un medio y como tal se ha de incardinar con el resto de elementos que, de forma interdepen­diente, configuran un proceso de enseñanza­aprendizaje.

Las posibilidades didácticas del vídeo inte­ractivo van más allá de las posibles mejoras que su incorporación puede suponer en la CAI, mejoras que por otro lado, y tal como he­mos dicho, repercuten, fundamentalmente, en la presentación de la información, propiciando con ello una motivación diferente, así como el poder acometer enseñanzas que sólo con el or­denador o bien resultaría difícil o simplemente no se podría, pero no hay una repercusión transformadora en la técnica de enseñanza en cuanto tal.

Una posible situación en la que el vídeo inte­ractivo puede mejorar los resultados de la CAI es en la recuperación de alumnos que, por una u otra razón, están retrasados con respecto al resto de la clase. A la autonomía que les permi­te la propia metodología CAI se une la amplia­ción de los tipos de códigos utilizados, así como los canales por los que recibe la información, lo que, unido al atractivo de la imagen, puede fa­cilitar la tarea de recuperación.

Donde creemos que el vídeo interactivo tiene un campo de aplicación más específico es en la ejercitación, tanto por medio de simulaciones como por resolución de problemas u otros pro­cedimientos. Se trata de usos que, por lo gene­ral, van a permitir comprobar el comportamien­to de conocimientos que ya se poseen, aplicán­dolos a situaciones de uso, controlando las va­riables, y conociendo el resultado del proceso, lo que supone un reforzamiento en la adquisi­ción de los conocimientos y de las destrezas que le son propias.

Otras posibilidades a tener en cuenta son las de utilizar este medio como complemento de otros en la adquisición de conocimientos, bien utilizando técnicas próximas a la CAI, bien con una simple presentación de información debi­damente estructurada, permitiendo en uno y otro caso una complementación de los conoci­mientos adquiridos por otros medios.

Un aspecto educativo que puede ser aborda­do por el vídeo interactivo es la evaluación, si bien la singularidad del medio hace imprescin­dible un estudio amplio de la incidencia en ella del medio y los códigos que emplea. El vídeo interactivo permite la presentación de situacio­nes, de procesos, solicitando del alumno una in­terpretación o una justificación, de forma que en esa aportación del alumno puede radicar la evaluación.

Las posibilidades didácticas; tanto del VCR como del videodisco en estas funciones interac­tivas, no están agotadas; muy al contrario, cree­mos que se hace necesaria la utilización imagi­nativa de este medio por el profesorado, dise­ñando nuevos modos de utilización en los que se pongan en funcionamiento todas las poten­cialidades comunicativas del medio. Glenn (1983) prevé para él las mismas posibilidades que el ordenador tenía, potenciando a éste, y eliminando las limitaciones que los gráficos es­quemáticos y los textos escritos suponían para el ordenador.

Todas las consideraciones que sobre el vídeo interactivo se han hecho desde la perspectiva educativa, sin dejar de tener un gran interés, no creemos que sean las cuestiones fundamentales a tener en cuenta. Tal como nosotros lo enten­demos, lo verdaderamente sustancial son las consecuencias metodológicas y organizativas que este medio debe propiciar, tanto a corto como a largo plazo, ya que de no ocurrir éstas, a incorporación o no de este medio a la ense­ñanza nos parece totalmente irrelevante.

Decíamos que el vídeo interactivo puede fa­cilitar el aprendizaje individual, tanto por la for­ma de presentar los contenidos como por el rit­mo de esa presentación, unido todo ello a sus peculiaridades técnicas. Es en esa autonomía que permite donde, desde nuestro punto de vista, radica su interés metodológico y educati­vo. El medio permite una mayor autonomía del alumno con respecto al profesor en su proceso de aprendizaje, pero, a su vez, obliga al profe­sor a la realización de dos funciones muy dife­renciadas pero en cierto sentido complementa­rias: seguimiento del aprendizaje del alumno y adaptación de programas de uso autónomo.

Sin abjurar del aula como lugar de encuentro de alumnos y profesor, ni de las posibles meto­dologías a emplear en ella, creemos que habría que potenciar el uso de otros espacios donde el alumno pueda, de forma autónoma y empleando al máximo los nuevos medios, ir adquiriendo, de forma adecuada, la información necesaria a su proceso de aprendizaje.

La biblioteca ha sido tradicionalmente el lu­gar por excelencia para el trabajo individual, si bien éstas han estrado cerradas a la posibili­dad de utilizar otros medios que no sea el libro. Las nuevas tecnologías de la comunicación en general, y el vídeo interactivo en particular, en tanto en cuanto es un medio integrador, debe forzar una transformación de éstas, haciendo de ellas verdaderos centros de aprendizaje, donde alumnos y profesores puedan disponer de dife­rentes medios para la adquisición de la infor­mación.

Si la biblioteca se transforma, el aula deja de tener sentido tal como la entendemos actual­mente. El aula debe propiciar el encuentro, el coloquio, el contraste de opiniones, la puesta en común de los conocimientos, dejando de ser el lugar fundamentalmente destinado a adquirir conocimientos de forma aislada. Desde este planteamiento, el aula es una prolongación de la biblioteca.

 

FORMACIÓN DEL PROFESORADO

 

Desde esta perspectiva se obliga al profesor a replantear su función actual en los procesos de enseñanza‑aprendizaje, debiendo encontrar parcelas de ese proceso donde su acción sea  imprescindible. Decíamos que estas funciones pueden ser las de seguimiento del alumno y adaptación y/o diseño de programas para los distintos medios.

Al destacar como fundamentales estas dos fa­cetas de la función del profesor, funciones que por otro lado ya tenía encomendadas pero que difícilmente podía atender, se requiera de una fase previa de actualización en esas funciones sin la cual todo intento de transformación está condenado al fracaso.

Si la necesidad de la actualización permanen­te del profesorado es una condición necesaria en todo sistema educativo, en lo que hace refe­rencia a las diferentes implicaciones educativas de las nuevas tecnologías de la comunicación es imprescindible.

En todos los casos de incorporación de nue­vos medios de enseñanza es deseable la forma­ción del profesorado en dicho medio, pero en el caso que nos ocupa esta formación se hace totalmente necesaria. El empleo por este medio de códigos muy singulares, con cuyo uso el profesor, generalmente, no está familiarizado, hace imposible la adaptación de los programas a sus necesidades reales y lo alejará de cual­quier intento de diseño de nuevos materiales.

El estar familiarizado con alguno de los más generalizados lenguajes de autor y disponer de la preparación adecuada en el diseño de los al­goritmos de este tipo de programas es impres­cindible para poder acometer una adaptación de programas de vídeo interactivo.

 

CONSIDERACIONES FINALES

 

Somos conscientes de que las modificaciones apuntadas no son consecuencia directa del ví­deo interactivo, los medios existentes con ante­rioridad a la aparición de éste también podrían haberlas propiciado, pero el hecho real es que los diversos medios que se han incorporado a la enseñanza en los últimos años no han trans­formado en lo fundamental los procesos de en­señanza‑aprendizaje, habiéndose quedado en un uso anecdótico e incorporado a los métodos tradicionales. El vídeo interactivo, por su cuali­dad de medio integrador de otros ya existentes y por las interesantes peculiaridades didácticas apuntadas, podría ser el medio que hiciese po­sible la aparición de metodologías acordes a los nuevos medios de comunicación, medios y mé­todos que por otro lado son una realidad en la vida del alumno fuera del aula.

Somos conscientes de que este trabajo pone de manifiesto más una serie de problemas y po­sibilidades que de realidades concretas, pero creemos que antes de la incorporación del ví­deo interactivo a las aulas es necesario el defi­nir con qué carácter se hace esta incorpora­ción, si a título de novedad y anecdótico, como ha sucedido con otros medios en otras ocasio­nes, o, por el contrario, se pretende una utiliza­ción consecuente del mismo.

 

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