Teledebatiendo
el futuro del saber
José
Luis Brea
Trece
intelectuales españoles participaron en una experiencia de interconexión a
través de ordenador para facilitarles el intercambio y discusión de
aportaciones alrededor del tema “Las Nuevas Tecnologías del Saber”.
Siempre
que alguien diseña un experimento o define una situación de laboratorio ‑esto
es, somete un número de variables de control‑ pretende contrastar alguna
hipótesis en un campo más o menos preciso, si no corroborar una determinada
sospecha o un cierto diagnóstico.
Cuando propusimos a FUNDESCO patrocinar la primera experiencia en
España de “teledebate asistido por ordenador” se entrecruzaron una serie de
líneas de intereses diversos pero convergentes, lo cual dotó a la experiencia
de una complejidad y riqueza añadidas, de tal modo que sus resultados van a
poder ser valiosos en varios campos y bajo diversas perspectivas.
En primer lugar, FUNDESCO reconoció en el proyecto un determinado
carácter de indagación prospectiva en el futuro de los usos sociales de las
nuevas tecnologías que coincidía escrupulosamente con sus definidas líneas de
actuación. En segundo, y por nuestra parte, había un fuerte interés por ver
corroborada una cierta sospecha de carácter más marcadamente filosófico, una
especie de tesis epistemológica que se refería a la variación o desplazamiento
que el estatuto de los discursos de saber habría de sufrir en el futuro más
inmediato ‑esa anticipación que uno vive como lo actual, que le configura
en tanto sujeto de preocupaciones‑ una vez la interacción comunicativa de
la que resulta el “saber” ‑entendido como discurso favorecido por la
credibilidad en un cuadro espaciotemporal definido‑ se viera
definitivamente afectada por la introducción generalizada de las nuevas
tecnologías de la información. En tercero y último lugar, todavía, nos
encontramos frente a una situación enunciativa absolutamente novedosa pero
perfectamente practicable a medio plazo, cuyo valor de cara al futuro de la interacción
en microcomunidades de investigación merecerá la pena en adelante tener en
cuenta.
Así, tenemos tres aspectos o dimensiones, correlativos a los diversos
intereses generados alrededor de la experiencia, que le dan su carácter
específico y cuyas líneas vamos a seguir en esta presentación de urgencia:
‑
El teledebate como experimento social.
‑ El teledebate, como instrumento de obtención de
un cuerpo de investigación multidisciplinar centrado en analizar el estatuto
del saber en las sociedades venideras.
‑ Y el teledebate, como situación comunicativa
generalizable en un futuro relativamente próximo.
1. EL TELEDEBATE COMO EXPERIMENTO SOCIAL
Uno de los objetivos fundacionales y constantes de FUNDESCO es el
desarrollo de “experimentos sociales” de aplicación de Nuevas Tecnologías de
la Información. Se trata de definir situaciones controladas, de laboratorio, en
las ,que se ponen a prueba y evalúan las ventajas e
inconvenientes ofrecidas por nuevas tecnologías comunicativas, de tal modo que
pueda darse opción a la corrección prospectiva de sus efectos potencialmente
nocivos, así como a la optimización de sus rendimientos sociales.
La utilidad social de este tipo de experimentos viene viéndose
ampliamente corroborada en los últimos años, siendo ejemplos de ello los
realizados en Francia sometiendo a prueba aplicaciones tecnológicas como el
videotexto la comunicación por fibra óptica, y hasta tal punto que su
desarrollo es ya recomendado por los programas FAST de la Comisión de las
Comunidades Europeas.
Por parte de FUNDESCO, además, se barajaba
la convicción de que el origen de estos “experimentos sociales” debía ser
externo a la Fundación, asegurándose de tal modo que el objeto del experimento
respondería a una efectiva demanda social. Cuando propusimos entonces el
proyecto del teledebate sólo nos faltó encontrar el marco de unos antecedentes
‑bien que las pequeñas dudas acerca de la viabilidad técnica fueron
rápidamente resueltas, desechando otras alternativas que en su día convendría
también probar, como la videoconferencia‑ satisfactorios y próximos al
tipo de actividades desarrollables por FUNDESCO. Encontramos rápidamente una
cierta familiaridad del proyecto propuesto con el método ‑empleado
habitualmente en Prospectiva, como sistema para la toma rápida de decisiones en
la comunicación entre expertos en la materia‑ del computer
conference, la Conferencia Asistida por Ordenador.
Por nuestra parte, además reconocíamos como proyectos que nos eran
conocidos, y en los que teníamos gran interés, en primer lugar la experiencia
entonces recién realizada en Francia con el título de “Epreuves
d'Ecriture”, dirigida por Lyotard
y Caput para acompañar la exposición de “Les Inmateriaux”. Igualmente, una serie de experiencias de que
veníamos teniendo noticia, en Grenoble ‑alrededor
de Michel Butor‑, en
París por el grupo Alamo y en Bolonia alrededor, cómo
no, de Umberto Eco. Eran experiencias de tramado de
REDES telemáticas orientadas a la experimentación creativa en escritura, casi
siempre en el campo literario, y alguna vez, el caso de las “Epreuves”, a la reflexión ensayístico‑enciclopédica
sobre las nuevas sociedades. Así, hicimos evolucionar la idea de la Computer Conference hacia este
tipo de redes para el intercambio de ideas y escritura ‑se consideró
largamente titular el experimento no teledebate, sino
red de telescrituras, pero este término hubo de ser
desechado por nombrar un servicio telemático en trance de implantación, de
reproducción facsimilar de los grafos manuales‑ menos orientadas al
consenso o la rápida toma de decisiones que al puro intercambio de ideas.
Tras una breve experiencia piloto, interna al propio equipo que
desarrollaba el prototipo, optamos por un sencillo sistema que pudiera,
verdaderamente, ser practicable en un plazo breve y por amplias capas de la
sociedad. Renunciamos incluso al desarrollo de un software específico ‑simplemente,
se hizo alguna pequeña adaptación sobre un paquete gestor de bases de datos
desarrollado ya comercialmente por BULL‑ o a conseguir programas traídos del extranjeros ‑como los del “tablón de anuncios”
que se utilizan habitualmente entre grupos estudiantiles en las universidades
americanas - E incluso optamos por un sistema de terminales totalmente pasivos
dada la facilidad y el menor esfuerzo de adiestramiento que ello habría de
suponer para los participantes en el experimento.
Así, la red quedó tramada alrededor de una sóla unidad central activa,
al mismo tiempo Base de Datos que
memorizaba toda aportación realizada por los participantes y Distribuidora tanto del software de
tratamiento de textos empleado por las terminales como de los propios textos
ya capturados en la Base. Se optó así por un sistema muy sencillo ‑a
pesar de que ello restaba algunas prestaciones‑ en aras tanto de una
mayor sencillez como del objetivo de experimento social ordenado a probar una
tecnología casi hoy día practicable y al alcance de cualquiera.
Invitamos para intervenir en el experimento a trece intelectuales,
provenientes de diversas áreas, con el fin de darle al conjunto un cierto
carácter interdisciplinar. Enrique Bustamente,
Mariano Cebrián, Román Gubern,
Jorge Lozano y Sebastián Serrano, como especialistas en el área de las ciencias
de la información, la semiótica, la teoría de la imagen o incluso la lingüística.
En un área más próxima a la sociología, Juan Cueto o Miguel de Moragas. Desde
el campo filosófico, Francisco Jarauta, Javier
Echeverría y yo mismo, y más tarde, Miguel Cereceda y Horacio Fernández,
incorporados mediada la experiencia. Finalmente, especialistas más centrados
en el campo de lá creación y la reflexión estética,
como Ignacio Gómez de Liaño, Juan Miguel Hernández de León y Ferrán García Sevilla quien hubo de retirarse
precipitadamente del experimento al ser designado representante de España en
la Bienal de arte de Venecia.
A todos ellos se les proporcionó diversa información con el fin tanto
de facilitarles el empleo del sistema como de coordinar su participación en
el experimento. Concretamente, se estableció un “Reglamento” en el que se estipulaba un decálogo de reglas de juego y un listado
de los “Campos Problemáticos” a los que habían de dirigirse las
intervenciones, de tal modo que el debate quedara estructurado en torno a una
serie definida de temas. Pero la justificación de ese listado pertenece ya por
entero a esa segunda dimensión del experimento a que nos hemos referido, la
expectativa de ver corroborada una determinada tesis en el campo de la
epistemología, de la teoría del saber.
2. EL TELEDEBATE COMO EXPERIMENTO EPISTEMOLÓGICO
Como es sabido, en los últimos tiempos viene verificándose un fuerte
avance, en todas las áreas de la metaciencia; de
serie de posiciones que insisten en el aspecto pragmático, frente a las
clásicas posiciones formalistas y empiristas. Tanto en Teoría como en Historia
de la Ciencia es cada vez mayor la atención que se dirige hacia el contexto
humano de las producciones científicas y discursivas, de tal modo que éstas son
consideradas menos como “figuras del mundo” o expresiones válidas por su “arquitectura
formal” ‑es decir, se atiende menos a su semántica y a su sintaxis‑,
y más como herramientas para la comunicación de colectivos de usuarios.
Desde ese punto de vista, nuestra intención fue centrar el debate en
el área más precisa de la teoría del saber ‑si se quiere, de la teoría de
la ciencia, pero en el amplio sentido habitual en la epistemología francesa, no
en el más estricto de la tradición anglosajona‑ que trata de los
problemas de legitimación de los discursos, para situarnos en ese campo dentro
de una perspectiva pragmática. Así, pretendíamos que se atendiera a aquellos
aspectos que afectan de hecho a la circulación de los discursos de saber para
establecer su legitimidad, y muy en concreto a aquellos que están viéndose
alterados por la introducción progresiva de las NT de comunicación. En
definitiva, se trataba de debatir en qué medida la incorporación de nuevas tecnologías
de comunicación a los procesos de circulación de discursos habría de alterar
los procesos efectivos por los que éstos alcanzan el rango de legítimos, la
sanción de validez.
Para ello, establecimos tres grandes áreas analíticas,
correspondientes a los tres momentos “mayores” del ciclo social de la comunicación
de los discursos: producción, distribución y almacenamiento. Dentro de cada una
de las áreas, a su vez, se establecieron aún una serie a de cuestiones
problemáticas en relación al tema genérico del debate.
Así, quedó definido un “árbol” de los temas que proponíamos a discusión de los
participantes, de tal manera que éstos introducían en la base sus
intervenciones destinándolas a unos u otros epígrafes, donde eran almacenadas y
desde donde podían ser recuperadas para su lectura. Estos “campos
problemáticos” (que así decidimos denominarlos) eran: dentro del área de producción, “Lenguaje máquina/lenguaje
ordinario”, “Texto y tratamiento de textos”, “Digitalización del saber”,
“Información, conocimiento y saber”, “Inteligencia y artificio”, “Soportes e
interactividad”. Dentro de la segunda área, de la circulación, los temas eran “La aceleración de los flujos de información”,
“Distribuidores, expertos y decisores”, “Canales de
circulación y privilegios sociales”, “Planetarización
del saber e industria cultural local”, “Consumo y legitimidad del saber”, y “La
acción comunicativa: saber y poder”. Y, finalmente, dentro del área de la inscripción, “Almacenamiento y saber”, “El análisis de contenido de los textos”, “Marcos y
redes semánticas”, “Categorización del saber: teoría
de archivos”, “Saber y rendimiento: performatividad”,
“Memorias de lectura, memorias de estructura” y “La obesidad de los sistemas y
su dietética”.
La lista de “campos problemáticos” no era cerrada, si bien se
solicitó a los participantes procurar ajustarse a ella. De hecho, y en el curso
de la experiencia, fueron creados otros tres campos. Uno de ellos ‑referido
a la propia experiencia del teledebate‑ fue, por cierto, uno de los
campos que más intervenciones recibieron. Todo el conjunto de las
intervenciones está en estos momentos siendo ordenado y limpiado para proceder
a su publicación, de tal modo que ‑dado además que no se pretendió establecer
un conjunto de conclusiones resumen de la experiencia‑ no hace aquí al
caso intentar resumir su contenido. Todo lo más puede decirse que los “campos”
en que se discutió con mayor intensidad fueron los de “la digitalización del
saber”, el de “inteligencia y artificio” ‑en que se debatía la
problemática de la inteligencia artificial‑ el de “canales de
circulación y privilegios” y el de la “obesidad de los sistemas informáticos y
su dietética”.
En cualquier caso, la tesis genérica que en lo relativo a la dimensión
epistemológica orientaba el experimento, la de que la generalización de las NT
de comunicación y su empleo en la interacción comunicativa en microcomunidades
de investigación daría lugar a un desplazamiento en la propia noción de saber,
y en el modo en que las distintas modalidades discursivas llegarían a obtener
tal rango, se vió ampliamente confirmada, suscitó
unánime consenso. En lo que al lugar y la consiguiente valoración de ese
desplazamiento se refiere, sin embargo, apareció ya un amplio disenso. Sin
embargo, unas cuantas notas ‑“minoridad de los discursos de saber”, “
fragmentarización de los espacios de validez”_‑ aparecían claras. En
definitiva, se vio confirmado a través del experimento que el diagnóstico
generalizado hoy sobre la situación del “discurso” se dice, en buena parte, de
la modificación que en el status de éste ha introducido la generalización de
las NT de comunicación.
3. EL TELEDEBATE COMO EXPERIMENTO
“ENUNCIATIVO”
Finalmente, una tercera dimensión experimental que adquirió el
teledebate, y no la menos apreciable de
cara a su consideración prospectiva,
fue la de constituir una situación enunciativa absolutamente novedosa al
tiempo que fácilmente practicable en un futuro inmediato.
No sólo como situación de interacción “microcomunicativa”
‑es decir, a un nivel casi de privacidad, de cortocircuito reservado a
un conjunto de investigadores o expertos‑, sino también como instrumento
adecuado para la difusión y registro social de unos contenidos, el “teledebate”
como tal ‑y al margen de cuáles hayan sido los contenidos concretos de
este primero celebrado en nuestro país‑ se ha demostrado una situación enunciativa
muy interesante, al menos al nivel de las “mesas redondas”, las “conferencias”,
los “debates” etc. Precisamente a ese nivel es al que más ha funcionado el teledebate
como un experimento, ya que se han podido ir comprobando las diversas dificultades
y estudiado el modo de resolverlas; por ejemplo, las de los propios usuarios
para participar, las surgidas en el aspecto técnico...
Probablemente, uno de los mayores problemas que han dificultado la
marcha del teledebate ha sido la relativa “indefinición” ‑por la
absoluta novedad‑ de una situación enunciativa inédita para los
participantes, de tal manera que éstos, carecían de reglas tácitas de comportamiento
enunciativo. Así, los participantes dudaban si “hablar de usted”, si
pronunciarse “categóricamente” o modalizar todas sus
intervenciones, si argumentar largamente sus posiciones o tender hacia el
aforismo..., todo ese conjunto de dudas características del desconocimiento
del “medio” en el que tiene lugar la enunciación. En ese sentido, pienso que
esta primera experiencia de teledebate ha resultado enormemente satisfactoria,
aunque sólo sea por las correcciones que puede permitir en sucesivas
aproximaciones. Por ejemplo, se ha hecho evidente que el número de ítems a
debate era excesivo, así como probablemente el de participantes y el tiempo ‑dos
meses‑ establecido para el experimento. También, la necesidad de
estipular una “norma” de intimidad o publicidad de difusión de las
intervenciones ‑para todo participante es imprescindible conocer si se
está dirigiendo sólo a los otros participantes o si su enunciación alcanzará un
destinatario público más generalizado‑, así como unos ciertos márgenes
de “cortesía” en los tratamientos.
En términos generales, para terminar, puede considerarse que la
experiencia concreta de este teledebate ha evidenciado que se trata de un tipo
de redes que puede generalizarse en un plazo próximo sin grandes dificultades.
Ni en el aspecto técnico ‑hemos trabajado con equipos y software
perfectamente normalizado y asequible‑ ni en el puramente organizativo ‑
los costes han sido mínimos‑ y tampoco en el puramente enunciativo se dan
graves dificultades que lo hagan inviable. Es evidente que se trata de un tipo
de utilización de las NT de comunicación necesitado de mayor definición, para
obtener de él los mayores rendimientos.
Pero ese tipo de ajustes ‑su validez, y para qué tipo y modos de
investigación, o de comunicación, o de difusión... de los discursos de saber‑
no puede darlos sino el empleo continuado, las sucesivas tentativas.
Esperemos que no tarden en llegar.