EE. UU.: Los costes sociales del ordenador personal

 

Kathleen Ann Grifth

 

La acelerada implantación de ordenadores para el trabajo y la enseñanza plantea importantes problemas psicológicos y sociales que están aún por resolver.

 

Durante los últimos cinco años, la difusión del ordenador per­sonal (OP) ha aumentado rápi­damente en los Estados Uni­dos. En la actualidad, los en­tornos domésticos, educativos y laborales. están experimen­tando la penetrante influencia del OP, provoca­da por el advenimiento, en la última década, del microordenador, que despertó la curiosidad del hombre de la calle. Effrem Sigel, presidente de “Communication Trends Inc.”, señaló que la aparición del ordenador personal había amplia­do el número base de consumidores de orde­nadores “de unos cuantos centenares de clien­tes en los años 50, hasta cientos de miles en los 70 y millones en la década de los 80”.

Al igual que la audiencia del ordenador ha adquirido algunas características del mercado de masas ‑al menos en cantidades brutas‑, la necesidad de técnicas de comunicación a gran escala ‑especialmente de anuncios, publici­dad y promoción‑ ha aumentado en consonan­cia (1). También informó de que la publicidad de los OP supone más de la mitad de la publici­dad total de ordenadores, y los 951 millones de dólares gastados en publicidad de OP en 1984 reflejan una variación del 332,3% con respecto a 1981. Además, los analistas piensan que el des­censo de la industria de los ordenadores duran­te 1985 no es más que una pausa mientras los consumidores se sientan tranquilamente y anali­zan con exactitud lo que han comprado y qué pueden hacer con ello.

Mucha gente se dejó arrastrar por la moda que originó la insaciable demanda de ordena­dores personales sin comprender totalmente lo que implicaba un OP, ni las repercusiones inhe­rentes a la tecnología de última moda. Entre el constante bombardeo de los nuevos productos ofrecidos en el mercado y la creciente preocu­pación por los factores de estrés físico y mental, los consumidores de OP de EE.UU. se enfrenta­ron con un dilema mucho más difícil de lo que habían esperado.

Quizá aprovechando la presente tregua en la adquisición de ordenadores, un intervalo de re­flexión proporcione una valoración más con­cienzuda de los problemas psicológicos y socia­les que la nueva máquina informática ha intro­ducido en la sociedad junto con los célebres coeficientes de eficiencia y ahorro de tiempo.

El ordenador personal se introdujo para au­mentar la productividad individual y, en conse­cuencia, el mercado de gestión apareció como el mayor consumidor de OPs, mientras que las ventas se multiplicaron por cuatro entre 1982 y 1985 (2). El público en general aceptó ingenua­mente esta moderna innovación bajo la premisa de la tradicional ética protestante del trabajo, que prevalece en el pensamiento norteamerica­no, con ilusiones de asociar la utilización del or­denador con una actividad constructiva. Los or­denadores domésticos se han solicitado como nuevo instrumento de aprendizaje, adecuado para entretener a los niños y prepararlos para “la alta tecnología” del futuro. La universidad también se quedó extasiada ante el enorme potencial de los OPs para suplir programas de es­tudios, así como otras funciones más generales de organización y administración que podían depender del proceso de las palabras, la conta­bilidad y la gestión de datos. Padres, educado­res y empresarios, todos están fomentando la incorporación de los ordenadores personales a la vida cotidiana, sin darse cuenta de las reper­cusiones de la preocupación por la utilización del OP como pasatiempo excesivo.

De hecho, lo que hace algún tiempo se consi­deraba como dominio de especialistas obsesio­nados con un arcano mundo digital se ha difun­dido hasta convertirse en la actividad de moda de la generación “Yuppie”. Jóvenes emprende­dores han surgido de oscuros laboratorios case­ros para fundar compañías de éxito y adquirir consideración de héroe nacional. Se han orga­nizado clubes, sindicatos y asociaciones y se han publicado revistas y periódicos destinados a alimentar el creciente entusiasmo y la identifi­cación con una subcultura del ordenador perso­nal.

En este ensayo analizo problemas ‑muchos de los cuales no se habían previsto‑ que van desde el estrés psicológico y la reorganización de la gestión hasta la transformación de la edu­cación, asociados a un entorno de omnipresen­tes ordenadores personales.

 

PROBLEMAS PSICOLÓGICOS

 

Desgraciadamente, el impacto sobre una so­ciedad chiflada por los ordenadores está empe­zando a causar muchas víctimas, ya que los pro­blemas psicológicos están saliendo a la superfi­cie. Craig Brod tuvo la inspiración de escribir “Technostress: The Human Cost of the Compu­ter Revolution” después de una sesión de psico­terapia con un programa de ordenadores que se quejaba de depresión, agotamiento y proble­mas matrimoniales. El programador, haciendo un chiste, dijo que su esposa era un periférico horrible, aludiendo a los accesorios del ordena­dor, lo cual resumía la naturaleza obsesiva y alienante de su trabajo. Las evidencias indican que la búsqueda de una cultura centrada en la tecnología está cambiando la percepción que las personas tienen de sí mismas, de los demás y del tiempo, al interiorizar los patrones con arreglo a los cuales trabajan los ordenadores. Brod define el “tecnoestrés” como una “enfer­medad de adaptación moderna ocasionada por la incapacidad de hacer frente a las nuevas tecnologías del ordenador de una manera saluda­ble. Se manifiesta de dos maneras distintas pero relacionadas: el esfuerzo por aceptar la tecnología del ordenador y otra forma más es­pecializada que es el exceso de identificación con la antedicha tecnología” (3).

El estrés, más que deberse a causas pura­mente psicológicas, puede venir impuesto por los sistemas de organización. El profesor Harley Shaiken, del “Massachusetts Institute of Techno­logy”, opina que “el estrés está llegando a ser extraordinariamente grave en los empleos de oficina. De hecho, se está convirtiendo en el equivalente de lo que la silicosis era para los mineros del carbón hace algunas décadas. Se está convirtiendo en una enfermedad laboral característica de la era del ordenador” (4). El proceso de datos (DP) y los sistemas integrados de gestión (SIG) son algunas de las áreas que con mayor evidencia sufren las presiones del tecnoestrés dentro del entorno de trabajo, a causa de la propia naturaleza del trabajo que se lleva a cabo. Como reacción, los procesadores de datos han pensado en sindicarse para coor­dinar y formular sus quejas, siquiendo el ejem­plo de Suiza y Brasil.

Un área imprevista de impacto son los pues­tos intermedios de dirección, que ejercen una autoridad basada en el acceso a la información y los datos dentro del entorno de trabajo. La in­troducción de ordenadores personales y redes de área locales da con frecuencia a la alta di­rección acceso directo a datos anteriormente más remotos. En consecuencia, cada vez son más frecuentes los informes que indican una disminución de la autoridad que los directivos intermedios pueden esperar alcanzar. Los di­rectores ejecutivos están experimentando su propia crisis aprendiendo a utilizar las máqui­nas de informática que tienen a su disposición y a menudo recurren a consultores buscando pre­paración y ayuda especializada. La imagen del perfecto ejecutivo lleva ahora un ordenador portátil sobre las rodillas, en el avión y en casa, para facilitar la jornada de trabajo prolongada mediante teleconmutación.

 

INTERROGANTES SOBRE LA SALUD

 

Una discusión aún más amplia y controvertida se refiere a los efectos de los terminales de re­presentación visual (TRVs) sobre la salud. ¿Existe peligro de exposición a la radiación a causa de los rayos ultravioleta que emiten los TRVs? (Algo similar ocurre con las máquinas fo­tocopiadoras, que se ha descubierto que son perjudiciales para la salud de los usuarios. A las personas con problemas cardíacos o que pade­cen afecciones de la piel se les advierte espe­cialmente de los peligros que conlleva la utiliza­ción de dichas máquinas). La “Campaña para la seguridad en los TRPs” iniciada en diciembre de 1984 por “9‑5, National Association of Work­ing Women” y “Service Employees Internatio­nal” (SEIU) continúa, con éxito, provocando la conciencia de la necesidad de proteger a los trabajadores y poner al descubierto los poten­ciales peligros de los TRVs.

Los gobiernos de algunos estados están res­pondiendo a la presión. Seis estados protegen ya a los trabajadores de los efectos de los TRVs. En Rhode Island se ha aprobado una le­gislación que regula la compra y utilización de VDTs, y se han establecido directrices en Cali­fornia, Massachusetts, Wisconsin, New Mexico y Washington. Aunque una Subcomisión de Sa­lud y Seguridad de la Cámara de Representan­tes de EE.UU. se pronunció en contra de que el gobierno regulase la presencia de TRVs en los centros de trabajo, pidieron estudios científicos adicionales sobre los efectos de las radiaciones de extra‑baja y muy baja frecuencia realizados por el “Instituto nacional de la seguridad profe­sional y la salud” u otros organismos dedicados a los análisis científicos (6).

Se ha estimulado el interés por la investiga­ción y recientemente se ha iniciado el primer estudio a escala nacional sobre la posible rela­ción entre las radiaciones emitidas por los TRVs y los problemas del embarazo. El Dr. Ir­ving J. Selikoff, de la Escuela de Medicina de Monte Sinaí, en colaboración con “9‑5” y “SEIU” comenzó este estudio de cuatro años con una serie de informes de operadores de TVRs que habían tenido problemas prenatales. Las inves­tigaciones de los japoneses reavivaron la preo­cupación por las empleadas embarazadas que manejaban TRVs. Un informe de su Consejo General de sindicatos señala que un tercio de las mujeres examinadas que utilizaban los TRVs seis o más horas al día experimentaban compli­caciones durante el embarazo o el parto, inclu­yendo abortos, nacimientos prematuros y niños nacidos muertos. Están apareciendo nuevos contratos de trabajo, negociados por miembros de “SEIU”, con disposiciones que prevén el de­recho de las mujeres embarazadas a ser trasla­dadas y apartadas del trabajo con TRVs. Otras salvaguardias para los operadores de TRVs, tales como medidas de protección contra el can­sancio ocular y los problemas musculares, se están discutiendo con creciente frecuencia (7).

 

PREOCUPACIONES ERGONÓMICAS

 

La relación entre el hombre y la máquina ‑“ergonomía”‑ es un campo de reciente apari­ción en el que el ordenador personal ha tenido un papel decisivo a la hora de despertar la con­ciencia de los fabricantes de ordenadores y sus usuarios. El diseñar máquinas que complazcan plenamente a quienes las utilizan se ha hecho más necesario al aumentar las posibilidades de acceder a los ordenadores y, en consecuencia, el número de usuarios. Sin embargo, los inten­tos de estandarizar factores ergonómicos tales como el mobiliario de TRV, la iluminación am­biental y las pausas en el trabajo por medio de la legislación tropezaron con la firme oposición de la “Computer and Business Equipment Ma­nufacturers Association” (Cbema). Vico E. Hen­riques, presidente de “Cbema”, defiende “... la postura, mantenida durante largo tiempo por “Cbema”, de que la formación, no la legislación, es la respuesta a las quejas de los empleados contra los TRVs” (8).

Según la publicidad, algunos fabricantes de ordenadores se están haciendo eco de las que­jas ergonómicas y se esfuerzan por encontrar sistemas para que los puestos de trabajo sean compatibles con los humanos. Los anuncios de los terminales 1700 y 9230 de ITT manifiestan su pasión por el diseño ergonómico y “mayor hu­manidad y productividad” con monitores incli­nables/giratorios, pantallas en ámbar, verde o color, paneles de mandos con función indepen­diente y lápices linterna opcionales. Con la in­vasión de 200 fabricantes y 800 modelos de OPs (y 30.000 paquetes de programas) en el merca­do fuertemente competitivo del OP, las compa­ñías se ven obligadas a anunciar cualidades atractivas para el usuario, que seduzcan a los clientes indecisos (9).

Un cuadro interdisciplinario de profesionales se ha incorporado a la controversia ergonómica que, con frecuencia, enfoca la relación hombre/ máquina en términos de productividad a corto plazo, en vez de considerar factores cualitativos y, a menudo, a más largo plazo. Brod señala que “factores como objetivo, orgullo, apoyo y amor propio” son críticos para el trabajo pro­ductivo (10). Pero, ¿reconocen verdaderamente los defensores de la ergonomía tales factores?

La publicidad ha contribuido a programar el mercado de masas con información suficiente para educar a los clientes potenciales enseñán­doles las “indispensables” cualidades de los or­denadores personales. Mientras los entusiastas del ordenador tratan de asegurarse de lo acer­tado de su elección en su última compra, nue­vos productos, con nombres seductores e inteli­gentemente comercializados, siguen tentándoles con una caída en desuso planificada. El estima­do 85% del mercado potencial de los OP toda­vía sin explotar incita a las principales empre­sas de ordenadores a hacer importantes cam­pañas de publicidad (11).

El as del mercado en la industria de los orde­nadores, “International Business Machines” (IBM), controla más de un tercio del mercado del ordenador personal, pese a su baja propor­ción publicidad/ventas dentro de la industria. Una estrategia de mercado con énfasis en la gran calidad de sus productos y un récord de servicio fiable explican este éxito.

Otro cambio importante dentro de la voluble industria de los ordenadores lo ha protagoniza­do “Compaq Computers”, que desplazó a la “Apple Computer Corporation” como indiscuti­ble número dos en ventas de ordenadores per­sonales. “Compaq”, una compañía que básica­mente se dedica a reproducir máquinas “IBM” y venderlas a precios más bajos, triplicó reciente­mente su participación en el mercado de los OP comerciales llegando a alcanzar el 18%. Una hazaña notable para una compañía que no exis­tía hace cuatro años (12).

La “Apple Computer Company” conquistó los corazones del mercado de los OP domésticos con una publicidad extravagante, como, por ejemplo, un desplegable de ocho páginas en una revista anunciando los prodigios de los OPs, incluyendo la capacidad de enseñar a es­cribir música, enseñar a un perro a seguir de cerca a su amo, analizar el test de Rorschach y ayudar al usuario a meditar. Pero “Apple” aún dio otro estratégico paso adelante y se convirtió también en el principal proveedor de OPs a instituciones académicas cuando uno de sus co­fundadores, Steve Jobs, concibió la llamada “Ley Apple”, Esta ley concede deducciones en los impuestos del estado de California por los ordenadores donados por las empresas a las escuelas. En cuanto se consiguió que el estado aprobase la ley, en 1983, “Apple” procedió in­mediatamente a lanzar su programa “Kids Can't Wait”, donando sistemas de proceso “Apple” a todas las escuelas adecuadas, públicas y privadas, de California. En consonancia con el talan­te progresista de ese estado, el parlamento de California está también considerando la posibi­lidad de que el aprendizaje del manejo de los ordenadores sea obligatorio para todos los gra­duados de la escuela secundaria (13).

 

MARKETING EN LA EDUCACIÓN

 

Aunque los alicientes fiscales han estimulado generosas donaciones de equipos a escuelas superiores y universidades, la falta de progra­mas adecuados sigue siendo un problema gra­ve. En la carrera por informatizar el sistema educativo se ha pasado por alto casi totalmente el contenido. En consecuencia, las instituciones tienen que luchar por conseguir fondos para poder utilizar al máximo las posibilidades de los ordenadores.

Las desigualdades que, en relación con las máquinas informáticas, se han encontrado en to­dos los sistemas de la escuela pública están do­cumentadas en un estudio de la “ National Scien­ce Foundation” (NSF). El Dr. Ronald Anderson, de la Universidad de Minnesota, dirigió este es­tudio, que puso de manifiesto que los niños de las escuelas situadas en zonas residenciales y acaudaladas tenían el doble de posibilidades de haber tenido alguna experiencia con orde­nadores que los niños de áreas urbanas desfa­vorecidas. Los niños de las zonas rurales y del sudeste de los Estados Unidos en particular te­nían claramente menos contacto con ordenado­res en sus escuelas. Las conclusiones señalan extremas desigualdades en la posibilidad de acceder a los ordenadores y una separación global entre niños favorecidos y desfavorecidos en términos de sus respectivas capacidades de manejar un ordenador. Anderson opina que los niños desfavorecidos formarán parte de una mano de obra menos productiva a causa de su incapacidad para funcionar eficazmente en un entorno de ordenadores (14).

La Universidad CarnegieMellon causó indig­nación hace cinco años al convertirse en una de las primeras escuelas de EE.UU. que impuso la norma de exigir que todos los estudiantes tuvie­ron un microordenador. Por lo menos una doce­na de centros han seguido su ejemplo, impo­niendo a los estudiantes el costo del ordenador como sustitución de otros instrumentos más anti­guos, tales como reglas de cálculo, máquinas de escribir y calculadoras. Las subidas de las matrículas, las ventas a plazos y, los préstamos a los estudiantes y otras medidas de ayuda eco­nómica ofrecen distintas posibilidades de pago. Los precios originales van desde los 675 dóla­res del modesto “Radio Shack” que se utiliza en la Universidad Baptiste de Dallas, hasta los 8.700 dólares que cuesta la máquina que exige el Instituto de Tecnología Stevens, pero los es­tudiantes las compran con enormes descuentos, a veces hasta un 25% del precio de minorista. Las complicaciones, tanto económicas como técnicas, junto con los limitados programas edu­cativos de gran calidad que permitirían a las escuelas integrar con éxito los ordenadores personales en sus planes de estudios, llevaron finalmente a CarnegieMellon a convertir sus exigencias de poseer un OP en una insistente recomendación (15).

Los costes de desarrollo de programas edu­cativos son elevados, pero la Universidad Dre­xel de Filadelfia se ha enfrentado a este proble­ma. El Dr. Brian Hawkins, vicepresidente adjun­to de gestión, reveló unos gastos de 3/4 de mi­llón de dólares por año en desarrollo de pro­gramas, que habrían de ser integrados en los programas de estudios y, finalmente, comercia­lizados, en un esfuerzo por contener tales cos­tes. Drexel se ha beneficiado además de su es­trecha relación con Apple durante los últimos años, iniciada en los primeros tiempos de la MacIntosh y que ha culminado recientemente en una subvención para la adquisición de equi­po de proceso (16).

Esta convergencia de intereses entre los ne­gocios y la universidad, patente en el caso Ap­ple/Drexel, se está haciendo más frecuente. De hecho, las empresas son ahora la segunda fuente más importante de donaciones a la ense­ñanza superior, precedidas únicamente por los antiguos alumnos. En 1981, un cambio en las le­yes fiscales proporcionó el estímulo necesario para que las empresas llevaran a cabo un es­fuerzo conjunto con la universidad. Se pueden conseguir deducciones incrementadas por do­nar equipos a centros de investigación cuando se hace el trabajo en colaboración con una uni­versidad. La creación de “Sociedades limitadas de investigación y desarrollo” puede ser la ola del futuro para la universidad si esos esfuerzos conjuntos producen productos patentables que empiecen a generar importantes beneficios.(17).

La creación de estas relaciones simbióticas su­pone algo más que un interés mutuo por los in­tercambios intelectuales. Los investigadores de las universidades suelen estar ansiosos por ac­tualizar los anticuados sistemas de proceso de datos que sus instituciones no pueden permitir­se el lujo de sustituir y, en consecuencia, acep­tan unos términos de intercambio que, a menu­do, son favorables a las empresas en términos de coste, comercialización eficiente y búsqueda y corrección de errores internos. Además, los fabricantes de ordenadores consideran a las universidades como un perpetuo gran mercado para sus equipos e invadiendo con máquinas deducibles de impuestos las etapas iniciales de los sistemas educativos pueden atrapar a las instituciones en sus diseños de equipos.

Mientras este procedimiento de donar orde­nadores refuerza la relación entre los fabrican­tes y la educación, se suele desarrollar general­mente una relación de dependencia cuando los administradores empiezan a confiar en las má­quinas para dirigir sus establecimientos. Ade­más, especialmente a nivel de universidad, los nuevos acuerdos empujan a los propios educa­dores hacia un entorno interesado en obtener beneficios. Es posible resarcirse de los costes del desarrollo de programas por medio de di­versos acuerdos de comercialización conjunta que, de hecho, ponen a la pedagogía y a la in­vestigación directamente bajo los imperativos del mercado (18).

La máquina informática de los 80, el ordena­dor personal, ha contribuido a atraer a más sec­tores de la economía hacia la orientación tecno­cultural en los Estados Unidos. Una eficaz pro­gramación a través de los medios de comunica­ción ha animado a la sociedad a la moda a par­ticipar en la “alta tecnología del futuro”, convir­tiendo el recóndito dominio de un reducido grupo de especialistas esotéricos en un pasa­tiempo popular de “Yuppies” en fase de ascen­sión. Mientras la lucha por destacar en la com­petición obliga a estos “Yuppies” a seguir las tendencias de teleconmutación y otros servicios de transacción, las diferencias en cuanto a dis­ponibilidad de ordenadores, patentes en el sis­tema educativo de la nación, aumentarán inevi­tablemente la brecha entre “ricos” y “pobres” de futuras generaciones. Los problemas relati­vos al estrés psicológico y de organización, así como la seguridad física del trabajo prolongado con OPs aún están por resolver. Además, si el pronóstico de Pep Sales i Rufi en el cuarto nú­mero de “Telos” se cumple y “el 80% de la po­blación norteamericana estará trabajando con informática para principios del próximo siglo (19), esos problemas no desaparecerán.

 

REFERENCIAS

 

(1) Sigel, E. Computer Advertising, 1985: The $2.1 Billion Prize. Datamation, vol. 31, n ° 13, July 1, 1985. 148.

(2) Wilson, J.W. and Harris, M.A. The Computer Slump. Business Week, n 2.900, ]une 24, 1985, 74.

(3) Brod, C. Technostress: The Human Cost of the Computer Revo­lution. London: Addison‑Wesley Publishing Co., 1984, 16.

(4) Rifkin, G. Stress In the Computer Age: An Interview With Har­ley Shaiken. Computerworld, vol, 19, n 44, November 14, 1985, 60.

(5) “Campaign for VDT Safety” Update: Legislative Regulation, Re­search and Collective Bargaining. Press Advisory, October 11, 1985, 9‑5, National Association of Worlang Women and Service Employees International Union AFL‑CIO, CLC.

(6) Betts, M. House Report Recommends No Federal VDT Regulation. Computerworld, vol. 19. n.° 37, September 16, 1985, 26,

(7) “Campaign for VDT Safety” op. cit.

(8) Betts, M. op. cit.

(9) Artre, S, The Information Center and Productivity Tools: Wor­king In Harmony. Computerworld Focus, vol. 19, n 37A, September 18, 1985, 17.

(10) Brod, C. op. cit., 187.

(11) Wise, D. C. Computer Retailers Kiss the Go‑Co Years Goodb­ye. Business Week, n° 2,900, June 24, 1985, 79.

(12) Marcial, G.G. Compaq Stock Even Out Scores IBM Business Week, n ° 2.922, November 25, 1985, 120.

(13) Brod, C. op, cit., 7.

(14) Brod, C, op. cit., 153.

(15) Miller, L. B. The Required Computer. New York Times Educa­tional Survey November 10, 1985, Section 12, 22.

(16) Griffith, K. Phone interview with Dr. Brian Hawkins, Novem­ber 12, 1985.

(17) Friendly, J, Companies Aid Lab on Campus. New York Times. November 12, 1985, C12.

(18) Schiller, D. The Information Commodity. New York: Oxford University Press, forthcoming,

(19) Sales i Rufi, P. El Aprendizaje de la Informática. Telos, n.° 4, Octubre‑Diciembre 1985, Madrid.