Aspectos económicos de la publicidad

 

Mario Herreros Arconada

 

La complejidad actual de nuestra economía necesita disponer de un sistema de comunicación capaz de poner en contacto a productores y consumidores. De la naturaleza comunicativa y económica de la publicidad, de las características de sus formas y contenidos, y de su papel en la actividad empresarial trata, de manera sistematizada, este trabajo.

 

INTRODUCCIÓN

 

La publicidad es una realidad cotidiana entre todos nosotros. Sus manifestaciones en nues­tro entorno son cada día más evidentes y sus mensajes se materializan en los más dispa­res elementos. La presencia de la publicidad en nuestras vidas es multifor­me y permanente. Cualquier ocasión y activi­dad es buena para ser aprovechada por la pu­blicidad con tal de impresionar nuestros senti­dos, en especial la vista y el oído.

En cualquier desplazamiento por la ciudad, en nuestra cotidiana exposición a los mass‑me­dia, en los espectáculos públicos a los que asis­timos, incluso entre la correspondencia que re­cibimos, allí están, allí aparecen las más varia­das manifestaciones publicitarias.

Puede afirmarse, sin riesgo a cometer equi­vocaciones de bulto que la publicidad forma parte consustancial del entorno vital de las gen­tes en las sociedades occidentales y telematiza­das o en vías de telematización, siempre que en ellas impere el sistema económico de libertad de mercado.

Esta capacidad de acomodación de la publi­cidad para convertirse en omnipresente, esta ductibilidad para aparecer y adaptarse a los más diversos medios, confiere al fenómeno un carácter multidimensional, lo que impide enfo­car el estudio de la publicidad desde una pers­pectiva única y, a la vez, omnicomprensiva.

Desde nuestro enfoque, la publicidad puede contemplarse, en primer lugar y de manera ge­nérica, como una forma de comunicación.

Esta visión obliga a formular algunas precisio­nes sobre las funciones que esta comunicación cumple. Por otro lado, dada la evidencia de sus manifestaciones, no requiere dedicar grandes esfuerzos en el análisis de esta presencia.

Por tanto, puede estudiarse la publicidad como una forma de comunicación encaminada a cumplir unos determinados fines en el sistema económico occidental, en cuanto herramienta utilizada en la comercialización de productos y servicios.

El segundo aspecto, también de carácter económico, se constata al comprobar cómo, en nuestro contexto social, la publicidad constituye una de las principales fuentes de financiación de los medios de comunicación de masas, así como de otras muchas actividades de todo tipo, con tal de que el mecenazgo o patrocinio per­mita o suponga para la publicidad alguna opor­tunidad u ocasión para difundir sus mensajes.

Por último, la publicidad puede estudiarse como actividad económica de prestación de servicios; en este caso al servicio de la activi­dad comercial.

A este respecto, antes de seguir adelante, es obligado establecer algunas precisiones termi­nológicas y conceptuales, para afrontar el análi­sis certero del papel económico que juega la publicidad.

La actividad publicitaria entendida como una forma de comunicación al servicio de la economía, posee unas características que la diferen­cian de otras formas de comunicación que, aún compartiendo ciertas notas genéricas, pueden dar origen a confusiones en los términos. En al­gunos casos como fruto de una conceptualiza­ción imprecisa; en otros, con intención de que la confusión se produzca.

El elemento capital y concluyente que acota con precisión el terreno en que se desenvuelve la publicidad es la delimitación del objeto asig­nado a este tipo de comunicación.

Lo esencial en la definición de publicidad es entenderla como “cualquier forma pagada de pre­sentación y promoción impersonal de bienes o servicios de un patrocinador identificado” (1).

Este acotamiento nos enfrenta con tres aspec­tos ignorados o no tenidos en cuenta por mu­chos tratadistas, siendo de trascendental im­portancia contar con ellos para la especifica­ción de este tipo de comunicación. Estos tres aspectos o notas, consustanciales a los mensajes publicitarios, se enumeran a continuación:

1.° Los mensajes son siempre comerciales y fa­vorables a los intereses del emisor.

2.° Los mensajes son pagados al emisario o me­dio.

3.° El emisor está claramente identificado en cada mensaje o en su conjunto.

 

Estas tres características, esenciales para dis­tinguir la comunicación publicitaria, dan pie para la formulación y ampliación de otro con­junto de peculiaridades delimitadoras del cam­po correspondiente a la publicidad, fuera del cual ha de negarse el carácter publicitario a cuantas comunicaciones lo pretendan, aún reu­niendo alguno o varios de los puntos o notas que más abajo relacionamos.

Por tanto, se entenderán como manifestacio­nes publicitarias aquellas en las que concurran siempre las siguientes características:

a) Los mensajes tienen como objetivo favore­cer unos determinados intereses comerciales.

b) Los contenidos de los mensajes pretenden conseguir de los receptores algún tipo de con­ducta o actitud favorable a los intereses comer­ciales del emisor.

c) La identificación de la persona por cuenta de quien se difunde el mensaje ha de ser clara y explícita.

d) Los mensajes se hallan estructuralmente diferenciados de los propios del medio, cuando éste es un mass‑media.

e) El espacio o el tiempo ocupado por los mensajes son pagados al medio o emisario.

 

Entendida de este modo, la comunicación pu­blicitaria excluye de su ámbito todas aquellas manifestaciones que, pretendiendo objetivos en áreas de la actividad humana, similares o dife­rentes, no reúnen todas y cada una de estas ca­racterísticas. Por tanto, no será publicidad el mensaje que no reúna todos los requisitos, aun­que se refiera a materias del tráfico comercial. Tampoco lo será aquel que carezca de la iden­tificación expresa del emisor o de quien haga sus veces, aunque el mensaje cumpla el resto de las condiciones.

La adopción de una estructura formal distinta del resto de los mensajes del medio es una ca­racterística obligada. En primer lugar, por la necesidad funcional de llamar o sorprender la atención y destacar los mensajes publicitarios de los contiguos. En segundo término, porque esta diferenciación viene impuesta por un pre­cepto legal. En el ordenamiento jurídico espa­ñol se contemplan los llamados Principios Ge­nerales de la Publicidad, que imponen la obli­gación de que toda publicidad se identificará “claramente como tal actividad” ante los recep­tores del medio. Se trata del llamado principio de AUTENTICIDAD.

Sentadas estas precisiones, podemos ya em­prender el análisis propuesto.

 

LA COMUNICACION PUBLICITARIA COMO INSTRUMENTO DE LA GESTION DE EMPRESAS

 

La complejidad actual de nuestra economía necesita disponer de un sistema de comunica­ción, capaz de poner en contacto productores y consumidores y así culminar, mediante la venta, todo el proceso productivo.

El actual alejamiento físico entre el productor y el consumidor ha conformado uno de los fac­tores determinantes del actual desarrollo de la publicidad (2).

Esta expansión no se justifica en sistemas económicos distintos del nuestro, bien porque la libertad de mercado es inexistente o porque el desarrollo no ha llegado al nivel de industria­lización exigido para la puesta en práctica de las nuevas formas de comercialización.

Nuestro sistema económico ha propiciado la concentración de la producción de bienes y servicios en determinadas zonas, así como el alejamiento de los mercados y consumidores. El  desarrollo de las redes de transporte y el au­mento de las velocidades a que pueden colocarse los productos en el lugar adecuado, por lejanos que los mercados se encuentren, han producido un cambio espectacular en los lími­tes y la localización de los mercados.

Por otra parte, la movilidad, tanto social como de asentamiento, de los consumidores es alta y los productores ya no se limitan a circunscribir su presencia en los mercados propios del área geográfica próxima a sus instalaciones. Los mercados han cambiado de dimensión por las posibilidades de llegar a nuevos mercados, lo que supone su expansión geográfica.

La especialización y concentración de la pro­ducción, unida a la ampliación y dispersión de los mercados, repletos de productos en fuerte competencia para satisfacer necesidades idén­ticas, hace imperativa la existencia de un siste­ma de comunicación que ponga en contacto a productores y consumidores. Este rol es asumi­do por la publicidad, en las modernas socieda­des capitalistas. En las economías socialistas se introduce la publicidad, aunque tímidamente, tal como ocurre de manera evidente en China, y con mayor lentitud y menor evidencia en Ru­sia (3).

 

LOS ROLES ASIGNADOS A LA COMUNICACIÓN PUBLICITARIA

 

En términos generales, la comunicación pu­blicitaria pretende poner en conocimiento del mercado la existencia de bienes y servicios. En síntesis puede afirmarse que el conjunto de to­dos los mensajes publicitarios componen una especie de guía para la compra.

Desde el exclusivo enfoque económico de la comunicación, la publicidad supone:

a) Anunciar la existencia en los mercados de determinados productos y servicios.

Se trata de una comunicación orientadora de la satisfacción de los deseos y necesidades del comprador. Da cuenta de la existencia de nue­vos productos o de las transformaciones opera­das en los mismos, para adecuarlos a las exi­gencias del mercado.

Al comparar los distintos mensajes, el consu­midor encuentra ayuda para solucionar los pro­blemas originados por la abundancia de pro­ductos y marcas. El concepto de libertad de compra supone la libertad de información para las marcas que acuden al mercado con sus pro­ductos. De esta manera se ayuda en la elección entre los productos competidores, antes de efectuar la compra.

b) Informar sobre el lugar de origen del pro­ducto y donde se puede comprar.

Por la importancia que para el comprador tienen estos datos, la publicidad se convierte en guía localizador de la procedencia e indicador del lugar de venta de los productos. Los mensa­jes difundidos para este fin suponen un conjun­to de informaciones imprescindibles para la co­mercialización.

La defensa del principio de libre competen­cia supone el respeto y acatamiento de los principios legales que lo tutelan. En una econo­mía de la abundancia, el poder de los consumi­dores se refleja cada día más en el protagonis­mo de sus asociaciones en contra de las infor­maciones publicitarias incompletas o confusas, capaces de producir equivocaciones. Cada día se reconoce más la importancia de las informa­ciones publicitarias; de estas guías se exige que sus contenidos se ciñan en exclusiva a la ver­dad, tanto en las informaciones sobre los luga­res de origen como en los precios y en las cua­lidades y cantidades.

c) Describir las cualidades que poseen los productos, las formas de uso de los mismos, para favorecer o determinar la decisión del consumidor.

Los esfuerzos de la publicidad se dirigen a obtener de los receptores una conducta favora­ble para los intereses del anunciante. Para con­seguirlo la publicidad se estructura sobre el co­nocimiento general de los consumidores, de sus deseos y necesidades. Cuando los productos satisfacen de manera concisa y evidente, la pu­blicidad tiene muy poco de persuasiva. En es­tos casos es el precio o la simple composición del producto el o los factores determinantes de la compra.

Por el contrario, cuando los consumidores no tienen una idea clara de las cualidades de un producto o un servicio, la publicidad las inter­preta en términos motivacionales, con arreglo al status en que se supone instalado al consumi­dor. Ciertamente, este aspecto tiene muy poco que ver con la simple información, pero en la actualidad, este tipo de argumentaciones forma parte de la lucha competitiva.

En otro orden, la publicidad es, de alguna forma, un elemento educativo del consumo. Esta faceta es vital en un sistema económico donde los consumidores gozan de total libertad en la elección de productos y donde el nivel de posi­bilidades discriminatorias entre mercancías es alto. La publicidad, además de comunicar la existencia del producto, el lugar de venta, en ocasiones su precio, asume también la misión de “educar” a los consumidores en las formas de uso o consumo de los productos y servicios, porque, en definitiva, este aspecto también in­fluye sobre la conducta de compra.

En síntesis, la publicidad, para servir a la ac­tividad comercial, utiliza cuantos medios tiene a su alcance para difundir y controlar sus mensa­jes. Dentro de las limitaciones legales que en­marcan las reglas de juego del mercado, la lu­cha competitiva se encuentra especialmente tu­telada por la Ley, entre cuyas normas se en­cuentran las que prohíben la confusión de la publicidad con cualquier otra forma de comuni­cación o quebrante las reglas de la competen­cia leal y los buenos usos mercantiles.

 

LA PUBLICIDAD INTEGRADA EN LA ESTRATEGIA MERCADO‑TÉCNICA

 

Sentada la naturaleza comunicativa y econó­mica de la publicidad y establecidas las carac­terísticas generales de su forma y contenidos, la publicidad puede contemplarse desde la óptica de la actividad empresarial.

En la vida de la empresa, la orientación de los negocios se somete a la “filosofía del marke­ting” o mercado‑tecnia, de manera que sus pro­cesos han tomado carta de naturaleza en todas las áreas de la actividad económica.

Dentro de los planteamientos mercadotécni­cos, la publicidad se halla comprendida dentro de una de las “políticas de marketing”: la políti­ca de promoción, llamada por algunos autores españoles política de impulsión (4).

La función global de la publicidad, desde la óptica del marketing, consiste en contribuir a “estimular la demanda” o “transformar la deman­da en comportamientos de compra efectivos”. Ahora bien; estimular supone que la publicidad no representa más que una ayuda para la venta. Ello quiere decir que la publicidad no tiene siempre una influencia inmediata en la conduc­ta de compra.

En una definición reduccionista, podemos afirmar que la publicidad constituye la voz más sonora del marketing o mercadotecnia.

La influencia de la publicidad, la importancia de sus efectos, depende siempre del grado de integración en el conjunto combinatorio de me­didas referidas a las políticas de precios, distri­bución, fuerza de ventas, características del producto, así como de las acciones de promo­ción de ventas y relaciones públicas. La publicidad es, por tanto, una variable interviniente más, dentro del conjunto de la estrategia mer­cadotécnica de la empresa.

Esta integración dentro de las medidas estra­tégicas comerciales supone el vasallaje de la actividad publicitaria a los principios generales o líneas maestras de la comunicación corporati­va o empresarial, a las cuales se encuentra so­metida.

En resumen, la estrategia de la comunicación publicitaria se supedita a:

1. ° El programa de comunicación general re­querido para el logro de los objetivos económi­cos empresariales.

Este aspecto de la comunicación empresarial supone la previa definición de los principios orientadores de todas las manifestaciones iden­tificatorias de la empresa. Ello presume orientar las relaciones entre los distintos factores econó­micos ligados a la empresa, desde los provee­dores a los consumidores, desde las institucio­nes sociales a las comunicaciones entre la pro­pia organización empresarial.

2 ° Los objetivos marcados a la publicidad.

La publicidad, por sí misma, no presupone la solución de todos los problemas mercadotécni­.cos. Si así fuera, el modelo de comercialización constaría de dos únicos elementos: producción y publicidad, Lo verdaderamente cierto es que, en el éxito o fracaso comercial, la publicidad no es más que una de las variables intervinientes y, en numerosísimos casos, no la más importan­te.

Por consiguiente, se trata del establecimiento claro de los objetivos de comunicación asigna­dos a la publicidad en función del logro de las metas finales, cuantificadas en ventas, asumidos por los planes de marketing.

La empresa necesita definir perfectamente su propio terreno y el de la competencia. De acuerdo con esta delimitación, establece las co­tas u objetivos a conseguir, contando con su fuerza de producción y las posibilidades ofreci­das por el mercado. En la contienda comercial, la publicidad tiene un papel importante, en cuanto su aportación en el aumento de la de­manda rebase el costo que la difusión de sus mensajes origina. La publicidad halla su justifi­cación en la incidencia producida en la evolu­ción de la demanda a favor de los objetivos em­presariales de ventas.

La eficacia de la publicidad se materializará en la evolución de la curva de respuesta observada, a partir del aumento de las ventas debi­das a la presión publicitaria. Cuando no se pro­duce este fenómeno, la publicidad está demás. No obstante, se considerará que la relación “presión publicitaria/aumento de ventas” no es automática porque en el acto de compra inter­vienen variables ajenas a la publicidad e incon­trolables, que deben analizarse también para deslindar responsabilidades sobre los resulta­dos de ventas.

3. ° Establecimiento de la acción programada requerida.

La comunicación publicitaria ha de ser per­fectamente planificada, una vez establecidos sus objetivos. Para ello no puede ni debe ob­viarse la problemática empresarial, tan comple­ja en su gestión interna, como en el diálogo con el consumo, cada día más difícil.

En consecuencia, resulta imprescindible la confección de un programa que responda a las necesidades del momento, capaz de asumir las variaciones y permitir las reacciones precisas que la dinámica del mercado exija. Para ello, en todos los casos, se apoyará sobre la informa­ción proporcionada por la corriente “feed­back”, a tal efecto establecida, a fin de asegurar la perfecta adecuación de la acción publicitaria a la realidad cambiante de la demanda.

 

LA PUBLICIDAD EN LAS ACCIONES COMERCIALES

 

La comunicación publicitaria está al servicio de las operaciones comerciales, pero, dada la amplitud de éstas, la publicidad asume cometi­dos diferentes, con arreglo al sujeto de comer­cialización a quien sirve. Es obvio que la impor­tancia asumida por la publicidad depende de la naturaleza del producto o servicio que publici­ta. En algunos casos, la publicidad representa­rá, por sí sola, el total de la fuerza de ventas de una empresa, en cuanto sea el único instrumen­to empleado para conseguirlas. En otros casos, por el contrario, la publicidad asume el papel complementario porque, dadas las característi­cas del objeto a comercializar, la venta se apo­ya más en el esfuerzo de la red de ventas que en la comunicación publicitaria.

Entre ambos extremos, existe un estado inter­medio donde la publicidad se suma al valor de la apariencia del producto, a su precio real, a su disponibilidad en el momento preciso, a su cantidad o dimensiones, color o cualquier otro de los muchos factores importantes que deci­den una venta.

El esfuerzo encomendado a la publicidad de­penderá, en muchas ocasiones, del estado del producto respecto a su ciclo de vida. Puede tra­tarse del lanzamiento o introducción en el mer­cado o de otras muchas variantes específicas. En cualquiera de ellas el empleo de la publici­dad para conseguir tales objetivos ha de resul­tar más rentable que la utilización de otros me­dios alternativos.

A cada situación de la empresa en el merca­do corresponde un tipo específico de publici­dad. En su actuación ha de ceñirse a las exi­gencias de variables tan diversas como la esta­cionalidad, la tecnología, los cambios de estilo, las nuevas corrientes sociales y económicas e, incluso, los cambios políticos. La competencia obliga también a la adopción de medidas en cuestiones sobre diferenciación de marca, com­posición, diseño, capacidad, apariencia y otros muchos aspectos relativos a los productos y los servicios.

Con arreglo a su situación o “posicionamiento” en el mercado, la empresa, al comercializar sus productos, plantea la publicidad como:

a) Publicidad de ámbito general.

Este caso comprende las acciones publicita­rias globalizantes, dado que la empresa comer­cializa de cara a la demanda total generada por el producto o servicio. En esta categoría se in­cluyen las campañas que atienden a la totalidad de los mercados nacionales o internacionales, con las limitaciones propias de cada caso.

En estas ocasiones la publicidad conecta con rapidez a los productores con los consumidores de los mercados más distantes y diseminados.

Esta es una de las responsabilidades más ca­racterísticas de la publicidad actual y, especial­mente, de la futura. No está lejos la posibilidad de acceso a los nuevos medios de comunica­ción de ámbito global, gracias a la implantación de las nuevas tecnologías. Su puesta en práctica exigirá ajustar los mensajes a las características y motivaciones más genéricas y comunes de las distintas culturas; éstas disminuirán sus dife­rencias, no por efectos de la publicidad, sino por la saturación en los programas de conteni­dos pertenecientes a las culturas hegemónicas, en manos de las cuales se encuentran estos mo­dernos mass‑media.

b) Publicidad de ámbito regional o local.

Otra situación empresarial, en la actualidad bastante generalizada comprende las industrias o establecimientos comerciales cuyas áreas de influencia se limitan a la región, comarca o loca­lidad. El conjunto lo constituyen las pequeñas y medianas empresas, así como las distribuidoras que operan en estos ámbitos.

El planteamiento de las acciones publicitarias son realmente distintas. El objetivo general de estimular la demanda permanece, pero el mer­cado condiciona los mensajes y los vehículos de difusión. A nivel general, en estos casos, ya no es tan importante la llamada de atención sobre la marca. En la mayoría de los mensajes prima el establecimiento; éste impone los contenidos y limita el empleo de los medios en su justa me­dida territorial.

 

c) Publicidad para mercados especializados. Cuando la publicidad se pone al servicio de empresas cuyos productos se consumen por otras empresas porque son imprescindibles para el proceso material de producción propia, bien como producto necesario para la generali­dad de las empresas transformadoras o manu­factureras, estamos ante este tipo especial de publicidad.

Es una comunicación menos ostensible, dada la especificidad del público al que se dirige. Se trata de publicidad de empresario a empresa­rio o a profesional, porque el anunciante ofrece productos o servicios necesarios para atender el ciclo de producción de otros negocios.

d) Publicidad para prescriptores.

Es obligatoria la referencia a las acciones pu­blicitarias de las empresas sobre los sujetos lla­mados “prescriptores”. Reciben esta denomina­ción aquellas personas o instituciones que, por su situación, tienen la capacidad de prescribir o influir de manera determinante sobre el consu­mo de una determinada gama de productos. Se trata de un sector de público que, por su status profesional, deciden sobre el consumo de per­sonas o entidades, bien porque tienen la res­ponsabilidad sobre ello, bien porque sus conse­jos y recomendaciones son decisivos a la hora de la compra. Sirva de ejemplo la mención a profesionales como médicos, arquitectos, inge­nieros, jefes de compras, ciertos expendedores, instituciones bancarias, etc., los cuales, bien por prescripción, por recomendación o consejo, se compran ciertos productos o servicios.

En otro orden de cosas, las acciones enco­mendadas a la publicidad se refieren a la dife­renciación de productos similares. A este res­pecto se pueden establecer una serie de cate­gorías relacionadas con la similitud, que es necesario destacar y de las cuales se derivan las acciones encomendadas a la publicidad.

Existen productos que ofrecen:

a) Satisfacción de necesidades idénticas, pero con diferencias mínimas o poco evidentes en sus elementos.

En este supuesto, la publicidad reforzará su componente persuasiva. De su credibilidad de­penderá, en gran parte, el éxito del producto. Jugará un papel importante la creatividad si re­salta con fantasía y genio las diferencias y sus ventajas.

b) Diferencias evidentes, sin ventaja sustan­cial alguna.

Esta es una característica común en nuestros productos. Las diferencias formales se deben a la necesidad de diferenciación entre productos competitivos, exclusivamente en la apariencia. Este proceder es fuente de críticas a nuestro sistema, pero la libertad de mercado supone el recurso a estas acciones para crear diferencias.

En este caso la publicidad cargará el acento sobre estas diferencias formales, como elemen­tos identificadores del producto o servicio.

c) Igualdad en sus ventajas y ninguna dife­rencia formal evidente.

Es éste un caso extremo y de mayor dificul­tad porque la lucha competitiva se traslada a la publicidad. Son los mensajes publicitarios los que, por su calidad comunicativa, por la creati­vidad conseguida en su conjunto, por el “am­biente” en que se representan, se convierten en elementos diferenciadores y de peso en la de­cisión última de compra.

 

LOS OBJETIVOS COMERCIALES ESPECÍFICOS

 

La publicidad cumple su función en la em­presa cuando consigue generar beneficios su­periores a los obtenidos en su ausencia. Para ello tiene que cumplir unos objetivos específi­cos, que en síntesis pueden agruparse como si­gue:

a)     Objetivos específicos de venta:

‑ Lanzamiento de productos.

‑ Creación de nuevos segmentos para pro­ductos en plena comercialización.

‑ Ampliación de la participación comercial dentro del mismo segmento.

Atemperar las fluctuaciones de las ventas estacionales.

- Debilitar o anular las acciones de la compe­tencia.

- Objetivos específicos de información:

Informar sobre nuevos productos o sus me­joras.

‑ Crear, variar o mejorar la imagen de los productos.

‑ Difusión y ayuda a las promociones de ven­tas.

Informar sobre precios o rebajas.

 

En definitiva, todas estas acciones específicas tienen un propósito común: conseguir que los consumidores o usuarios tengan constancia de la presencia de una marca y de sus productos en el mercado, fomentar la creación de actitu­des favorables hacia la misma y, finalmente, conseguir que la conducta de los compradores favorezca a la marca en cuestión.

La publicidad encarna hoy en día gran parte de la lucha competitiva. La comunicación es el terreno donde se libran las grandes batallas co­merciales. Esta característica estaba práctica­mente ausente en otras épocas históricas del comercio.

 

LOS COSTOS DE LA PUBLICIDAD

 

Cuando se habla de publicidad y de sus in­versiones, no suele existir una idea muy clara sobre el destino de tales dispendioso lo que los mismos significan y representan para los procesos económicos a los que, indirectamente, la publicidad sirve.

La publicidad desde el punto de vista empre­sarial debe de ser considerada como un costo más de la producción. Este ha de ser compen­sado, siempre, por los beneficios que la publici­dad comporta. El aumento de la demanda debe de producir mayor facturación, disminución de los costos unitarios y, por consiguiente, mayores beneficios.

El problema estriba en la dificultad del cálcu­lo de las ventas producidas por la publicidad, cuando ésta no es el único elemento de venta. También resulta imposible determinar si una venta se debe al efecto inmediato de una cam­paña o, por el contrario, es fruto de la insisten­cia acumulada de varias acciones publicitarias. Es ésta una cuestión todavía sin resolver real­mente.

De ahí que sea difícil discernir cuándo la pu­blicidad se traduce realmente en ventas y cuándo resulta un despilfarro.

Otro aspecto importantísimo de la publicidad en el plano económico lo constituye su constitu­ción en una de las fuentes de financiación de los mass‑media.

Para simplificar, y en líneas generales, puede calcularse que, por cada 100 ptas. gastadas en publicidad, 90 se destinan al pago del medio utilizado para la difusión del anuncio y las otras 10 restantes para atender a la producción de las piezas comunicativas y hacer frente a los costos de otros medios publicitarios.

De las 90 ptas. mencionadas, 76,50 ptas. in­gresan definitivamente en la caja del medio, tras haber pagado a la agencia de publicidad la comisión estipulada, que en términos generales supone el 15% sobre tarifa del medio.

Centrándonos exclusivamente en los medios, podemos establecer, también en términos ge­nerales, que de cada 100 ptas. ingresadas por publicidad, son 85 las que permanecen en sus arcas, una vez descontada la comisión de agen­cia. Este hecho pone de manifiesto que los mass‑media dependen, en gran medida, de su relación con la publicidad.

He aquí la cuantificación de las inversiones publicitarias mundiales, relacionadas con las realizadas en USA, que puede dar una idea de la potencialidad de dicha actividad.

Fuente: Advertising Age. Noviembre, 13 de 1980. Pág. 10.

El cuadro precedente muestra la estimación de los gastos mundiales en publicidad, compa­rando la evolución experimentada entre las in­versiones en USA y las del resto del mundo, hasta el final de nuestro siglo. La estimación se debe a Robert J. Coen, conocido estudioso del fenómeno publicitario. En el cuadro se eviden­cia cómo las inversiones en publicidad dejarán de ser lideradas por los Estados Unidos, como ocurría hasta los años ochenta en que se igua­lan con las del resto del mundo. Durante la dé­cada actual, la actividad publicitaria ha crecido de manera significativa en el resto de los países desarrollados. Este aumento en las inversiones beneficia, sin lugar a dudas, a las empresas propietarias de los mass‑media.

Para dar un reflejo de la distribución de las inversiones y su distribución en los distintos medios, ofrecemos el siguiente cuadro elabora­do a partir de los datos aparecidos en la revista “International Journal of Advertising” durante el año 1985.

 

 

Las cantidades totales que comprende la pri­mera columna incluyen costos de producción y comisiones de agencia. Se exceptúan Italia, Sui­za, Suecia, Grecia y España en cuyos datos se excluyen los gastos de producción. También, en el caso de España, no están incluidas las co­misiones de agencia.

Del somero análisis de los datos del cuadro se desprende que las inversiones, al relacionar­las como porcentaje respecto del PNB, pueden ser comparadas, aunque las cantidades se ex­presen en monedas distintas.

Salta a la vista que la mayoría de los países se encuentran muy alejados de las cotas de in­versión establecidas por los USA. Tan sólo el Reino Unido y Suiza llegan al 1% de su PNB.

En relación con los inversores en los distintos medios, la prensa y las revistas, por encima de la televisión, se reparten más del 50% de las in­versiones. La televisión destaca su importancia en Italia, posiblemente a causa de la estructura del medio, puesto que permite el acceso a la televisión de los pequeños anunciantes locales y regionales. En el caso de Grecia sorprende la hegemonía de la televisión, mucho más sabien­do de las limitaciones que la publicidad está su­friendo es este país.

La ausencia de inversiones en cine y televi­sión, en el caso de Suecia, refleja la prohibición existente de emitir publicidad en dichos me­dios. Esto explica ese 95% de las inversiones publicitarias encaminadas a los medios impre­sos.

 

A MANERA DE SÍNTESIS CONCLUSIVA

 

La publicidad forma parte del proceso eco­nómico en nuestro sistema, como una herra­mienta de comercialización.

La publicidad constituye el instrumento de comunicación necesario, eficaz y rápido, para contactar con el proceso productivo a enormes audiencias de consumidores potenciales.

La información proporcionada por la publici­dad sobre los productos a los que sirve es par­cial y apologética, pero en este terreno se ma­terializa gran parte del espacio competitivo de los productos.

La publicidad, en el umbral del siglo XXI, es una función de la empresa, uno de los instru­mentos de participación en el mercado.

Los objetivos generales de la publicidad se circunscriben a introducir, mantener o acrecen­tar la presencia en el mercado de productos o servicios.

Las inversiones en publicidad son lo suficien­temente importantes como para que las empre­sas justifiquen su empleo por el beneficio que proporciona. No obstante, resulta difícil calcular éstos con relativa exactitud.

La publicidad constituye unos de los factores importantes del mantenimiento financiero de las empresas editoras o propietarias de los mass­-media.

Las funciones de la publicidad, desde el pun­to de vista comercial, se justifican plenamente. Lo contestado de la publicidad son algunas de sus formas de manifestación.

 

NOTAS

 

(1) MATTHEWS, John B, y otros, Marketing. (Barcelona, Hispano Europea, 3.°, 1977) p. 447.

(2) CADET‑CATHELAT, La Publicidad. Del instrumento económi­co a la institución social. (Barcelona, Hispano Europea, 1975) p, 73.

(3) ELISA TINSLEY, “The Soviet promise of expanding Markets. Consumer demands growing”, Advertising Age, (jannuary, 6, 1986) p. 38‑39.

(4) CORDOBA VILLAR, J, L. y TORRES ROMEU, J, M.°, Teoría y aplicaciones del Marketing, (Bilbao, Deusto, 1985) Cap. 23 p. 303­320.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 

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AYLEN, DAVID W. Advertising planning, implementation & con­trol, (Cincinnati, Ohio, South‑Western Publishing Co. 1980).

DYER, GILLAN. Adverhsing as communication, (New York, Met­huen & Co. 1982).

POPE, DANIEL. The Making of Modern Advertising, (New York, Basic Books, 1983).

BUXTON, EDWARD. New Business Tactics, (New York, Executive Communications, 1983).