La investigación sobre comunicación en América Latina es analizada desde sus tempranos pioneros, pero también en sus saltos temáticos, en sus contradicciones y posibilidades para el futuro.
Tópicos y
métodos de investigación suelen definirse desde fuera de los ámbitos de la
vida y la comunidad científicas. Difícil resulta encontrar disciplina o tema,
en el que el conocimiento se haya ido acumulando de modo lineal, sin saltos
dialécticos y sobre todo, sin complejas y mediadas interacciones con legítimas
demandas y cuestionamientos generados desde el contorno social. Esta suerte de
constancia universal es particularmente válida en el caso de América Latina y
para su joven y dispareja investigación sobre las comunicaciones, dentro de la
cual las nuevas tecnologías se han vuelto foco predilecto. Arduo y audaz
resulta así reflexionar sobre ellas y su novedoso foco, aún cuando el ejercicio
se intenta aquí apenas como testimonio personal, o a lo sumo grupal: una opción
por la declaratoria de parte que nos parece por ahora un modo viable y
pertinente para empezar a desenredar, a título provisorio, la madeja*.
*Este artículo fue solicitado originalmente por la
revista "TELOS". Posteriormente, la Asociación Peruana de Facultades
de Comunicación Social (APFACOM), del Perú, invitó al autor a exponer sobre
tema similar durante su IX Encuentro Nacional, realizado en Arequipa, Perú,
entre el 15 y 18 de julio de 1986. Análoga invitación fue recibida de la
Federación Latinoamericana de Asociaciones de Facultades de Comunicación
Social (FELAFACS). para intervenir,
también sobre el tema de las investigación sobre nuevas tecnologías, en su V
Encuentro, en Bogotá, Colombia, entre el 6 y 10 de octubre de 1986. El autor
quisiera agradecer estas muy gratas y honrosas coincidencias, que ahondan su
compromiso con el tema.
1.ANTES DEL "COMUNICACIONISMO"
En otro
lugar (Roncagliolo, 1982 a) hemos tenido oportunidad
de referirnos a los largos y anchos sesgos "comunicacionistas"
que acecharon durante una década los estudios latinoamericanos sobre las
comunicaciones. La amenaza de tal acecho y rastreo radicaba por supuesto en
disecar a las comunicaciones como coto aparte y campaña de cristal, relativa o
sólo secundariamente permeable a la evolución general de la sociedad y de su
pensamiento. Las comunicaciones fueron en efecto hasta hace poco, y en parte
por ello una suerte de "Cenicienta" de las ciencias sociales y de la
preocupación política, lo que implicó la pérdida errática de preguntas y pistas
fundacionales, que habían signado su insurgencia hace casi treinta años. Y que
quizás podríamos resumir en tres (Roncagliolo, 1986
b).
a. En su
contexto, la estrecha vinculación, grupal y existencial entre investigación y
vida política. Se diría que en América Latina los papeles del político y el
académico son intercambiables según las circunstancias y coyunturas políticas
de la región y cada país. Ación y pensamiento son
aquí apenas instantes intercalados y anuncios alternos (semáforos inauditos)
de circunstancias sociales.
b. Por sus
marcos institucionales, el desarrollo de instancias novedosas, ajenas a la
universidad, la empresa y el Estado, en las que el pensamiento buscó refugio y
expresión durante los periodos de sofocamiento y hostigación.
Nos referimos en particular a los centros sociales de investigación y
promoción, que se han multiplicado en los últimos años en América Latina,
manteniendo y alimentando la reflexión teórica y la investigación empírica.
c. Por su
práctica teórica, el carácter gregario de la producción científica
regional. No predomina entre nosotros el investigador aislado, encerrado en
"torres de marfil" ajenas a la contaminación del mundo exterior y del
conjunto de la comunidad científica. Al contrario, hay un diálogo permanente,
fecundo y continuado entre todos quienes se dedican a
estos menesteres, lo cual colectiviza, por así decirlo, la producción
intelectual. La comunidad científica latinoamericana actúa más bajo los anticánones del anarco‑sindicalismo que dentro del
modelo del maestro individual que crea escuela aparte, propia y cortesana.
Las relaciones entre colegas son por eso altamente horizontales y nada
verticales.
A propósito
y como ejemplo de la coexistencia de estos tres rasgos fundacionales, mencionábamos
en nuestro artículo recién citado a tres autores latinoamericanos mayores, sin
cuyo aporte resultaría ininteligible el desarrollo de nuestra investigación
sobre cultura y comunicaciones, y más aún las razones y caminos por los cuales
arribamos hoy a la cuestión de las nuevas
tecnologías. Tales autores son: Paulo Freire, creador de un método de
alfabetización que, sustentado sobre el propósito de la "concientización", resultó en fermento y levadura de
la amplia y variopinta familia de ensayos y propósitos de "cultura
popular' que han pululado en América Latina (y también fuera), desde la publicación
de su primer trabajo, "Conscientiçao e alfabetizaçao ‑ Uma nova visao do proceso", aparecido en Recife, Brasil, en
1963; el venezolano Antonio Pasquali cuya
"Comunicación y cultura de masas", publicado en Caracas en el mismo
año, abrió las puertas a todas las interrogantes y cuestiones sobre sistemas y
políticas nacionales de comunicación que vinieron a fructificar en el último
cuarto de lustro; y finalmente, el filósofo peruano, Augusto Salazar Bondy, que en 1966, con su "Cultura de la Dominación"
incorporó los problemas de la dependencia, la autonomía y el desarrollo al
campo crucial.
Políticos a
la par que académicos, los tres instauraron en América Latina las matrices
originarias y originales de nuestra investigación sobre cultura y
comunicaciones. A ellos debemos primigeniamente la
reivindicación de lo popular, la crítica a lo masivo y el afán de independencia.
En estas piezas claves de sus trabajos, ellos identificaron tempranamente
comunicación con cultura y enseñaron que ni una ni otra son
accesibles fuera de la consideración de sus contextos; es
decir que la trayectoria académica latinoamericana nació ajena y reprobatoria
de todo "comunicacionismo".
Pero fueron
el mismo desarrollo de los acontecimientos políticos, junto con las precarias
condiciones de la investigación en comunicaciones (heredera más vergonzosa que
cabal de antiguas facultades y escuelas de periodismo), los dos factores que
nos semi‑enterraron en el ciénago
del comunicacionismo, del cual apenas, y en parte
gracias al impacto y sobrepresencia de las nuevas
tecnologías, nos hallamos ahora en la posibilidad (de ninguna manera en la certeza)
de superar.
2.LOS
AVATARES DE LA BUSQUEDA DEL OBJETO
CIENTIFICO
El
descubrimiento de las comunicaciones, como "nuevo mundo" abierto a la
aprehensión científica y a la acción política, resultó en búsqueda vehemente
de explicaciones y propuestas que permitieran dar cuenta del fenómeno y
manejarlo con sentido social. La relevancia y el encanto del tema permiten la
emergencia de una "selección" de investigaciones como Luis Ramiro
Beltrán, Juan Dias Bordenave,
Eleazar Díaz Rangell, Juan Gargurevich,
Luis Aníbal Gómez, José Marquez de Melo, Armand Mattelart,
Hector Schmucler y Elíseo
Verán. En gobiernos de origen democrático y en regímenes progresistas surgió
de inmediato la necesidad de "hacer algo". Nuestros políticos‑científicos
se abocaron en los últimos años al tema, atravesando
cuatro momentos (más lógicos que cronológicos) que respondían, como se ha
dicho, a las presiones de la propia sociedad. Tales momentos fueron: El de las
políticas nacionales de comunicación (PNC), el del Nuevo Orden Internacional
de la Información y las comunicaciones (NOMIC), el de la "comunicación
alternativa" y, finalmente, éste de las nuevas tecnologías de
comunicación.
a) El establecimiento de políticas nacionales de
comunicación apareció como respuesta primera. Durante el gobierno democrático
de Carlos Andrés Pérez, en Venezuela, se creó una comisión que diseñó lo que
vino a denominarse RATELVE (Radio Televisión Venezolana) como propuesta de
democratización de los medios masivos. La Reforma de la Prensa Peruana,
intentada bajo el régimen militar progresista de Juan Velasco Alvarado, por su
parte, duró apenas lo que los ímpetus participatorios
y las propias limitaciones del régimen castrense se lo permitieron (Ortega y
Romero, 1976; Roncaglio, 1978).
También en México, a fines de la administración del Presidente Echeverría y
durante la gestión del Presidente López Portillo algo se intentó hacer, por la
vía de la reglamentación del artículo constitucional que consagra el derecho a
la información. Fueron todos, en verdad, esfuerzos no natos, erosionados por
grandes intereses privados que en América Latina controlan al conjunto de los
medios masivos (Fos, 1975; Beltrán, 1976; Schenkel, 1981; Fox y Roncagliolo, 1986). En este
contexto, la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Nacionales de Comunicación
en América Latina y el Caribe, organizada por la UNESCO en San José de Costa
Rica, a mediados de 1976, sirvió más como campanazo de alarma para los dueños
de los medios que como oportunidad para el desarrollo de políticas democráticas
y sistemáticas de comunicación (Capriles, 1977).
b) En la misma
década, y a partir de la Conferencia Cumbre del Movimiento de Países No
Alineados, realizada en Argel en 1973, las naciones del Tercer Mundo plantearon
el problema del colonialismo informativo y los flujos internacionales de
noticias. Profesionales y académicos se sumaron por supuesto a esta
preocupación. Surge entonces el lema del Nuevo Orden Internacional de la
Información y las Comunicaciones, en el que los investigadores encuentran
nuevo asidero para denuncias y exploraciones (Selser
y Roncagliolo, 1979; Roncagliolo,
1981). Así del problema de los flujos de noticias
transitamos rápidamente a los flujos de mensajes publicitarios y otros bienes
culturales, igualmente considerados como mercancías e instrumentos de
denominación (Janus y Roncagliolo,
1979; Roncagliolo y Janus,
1980, 1981). Aunque ya para entonces; las nuevas
tecnologías penetraban veloces en nuestras sociedades, nuestra atención se sobreconcentraba en los tipos y
contenidos de los mensajes. Veníamos de las ciencias sociales y/o ejercicio
periodístico, no hay que olvidarlo. De todas maneras, la nueva discusión causó
tal revuelo que terminó años después con el retiro de Estados Unidos y otros
países.
c) No
hay forma de aprehender retrospectivamente nuestro aporte al tratamiento de
los dos temas anteriores, sin registrar que, en lo político no había
suficientes condiciones nacionales ni internacionales para obtener éxitos
sostenidos en ninguno de dichos terrenos. Sufrimos entonces de cierta miopía
política común a los intelectuales en general. La contra‑ofensiva del
Norte y la necesidad de eficiencia nos empujaron de modo obligatorio y con
fuerza, a la búsqueda de nuevas temáticas. En el pensamiento político
regional, fruto de hondas derrotas, se privilegiaban
la idea y el ideal de la democratización. Numerosos colegas periodistas, desde
la prensa "nanica" y la literatura de
cordel en el Brasil, desde las publicaciones, radios y hasta agencias de
noticias teatral y musical, hacían de la insurgencia cultural, tópico urgente.
Hubimos entonces de abandonar los grandes escenarios nacionales de las PNC,
así como la arena internacional del NOMIC, para replegarnos sobre las formas de
expresión artesanal y a veces marginal, que llegamos a llamar
"comunicación alternativa" en la ilusión de que era posible combatir
a los tanques, acorazados y bombarderos de los grandes medios, con los balines
de un ejercicio válido, meritorio y heróico, pero
insuficiente para mellar la tercera y mayor revolución industrial en curso.
El momento de la "comunicación alternativa' (que los brasileños con mucha
razón prefieren llamar, desde el comienzo, "alterativa") es por lo
tanto, un momento mucho más fecundo en términos del combate político que en la
producción de conocimientos científicos (Roncagliolo,
Janus, Portales, 1982).
d) Pero,
en el marco de las economías ocurría, desde comienzos de los sesentas, un fenómeno
nuevo que alguien ha considerado como la "última fase del
imperialismo", en paráfrasis de la afirmación leninista del "imperialismo
como última fase del capitalismo". Nos referimos al proceso de transnacionalización, que conforma el marco adecuado para
entender el campo y efecto de las nuevas tecnologías, y con el cual nuestra
propia trayectoria supera los sesgos "comunicacionistas"
de los tres momentos anteriores, en, los cuales la atención a las
comunicaciones había carecido de una suficiente
consideración del contexto: por ejemplo de los problemas
de propiedad y financiamiento de los medios, así como del papel político que
éstos juegan como agencias privilegiadas de socialización y de reproducción de
las condiciones de producción (Roncagliolo y Janus, 1980).
En una
presentación tan ceñida y abusivamente personal como ésta, no nos parece del
todo impertinente, recurrir a una cita de nosotros mismo que esperamos sirva
para ilustrar la conexión entre política, economía y cultura sobre el cual se
funda el acercamiento a las nuevas tecnologías desde la perspectiva integradora
del proceso de transnacionalización.
"En el
ámbito político el proceso de transnacionalización
se caracteriza por la capacidad de las empresas transnacionales de reducir la
autonomía de los Estados en el centro y en la periferia. En el ámbito
económico esta fase del desarrollo se caracteriza por la organización de las
actividades productivas al nivel global en vez del nivel nacional. En la esfera
cultural este mismo proceso conduce a lo que McLuhan
ha denominado como "la aldea global": comunidad global de receptores
gestada mediante la expansión centralizada del mercado mundial de bienes y
servicios de información. Se ha creado un solo mercado en que la comunidad
internacional consume más ilusiones que mercancías.
La dimensión
de comunicación del proceso de transnacionalización
sirve como base y vehículo para sus dimensiones económicas y políticas Es imposible plantear soluciones a los problemas
actuales sin reconocer el papel de la expansión de las actividades de
producción y consumo de la información en este contexto. Organizaciones
intergubernamentales y nacionales y centros de investigación deberían de tener
en cuenta dichas relaciones". (Roncagliolo,
1985).
3. LA
FRAGMENTACION DE LAS ORIENTACIONES
INSULARES
La
perspectiva analítica de la transnacionalización
permite recuperar la unidad de tratamiento de los fenómenos comunicativos y
culturales, así como develar su íntima conexión con la política y con la
economía. En la medida en que ella se preocupa y ocupa de las formas
contemporáneas de realización de la producción, incluyendo la producción de
bienes informativos y culturales, nos proporciona un marco adecuado para el
trabajo interdisciplinario y acumulativo. Sería, sin embargo, una abultada
exageración pretender que este tipo de abordaje contenga al conjunto de la
elaboración intelectual latinoamericana sobre las nuevas tecnologías. Más
bien, ella da cuenta con las justas de una línea de trabajo en la cual se
inscriben esta presentación y unos cuantos autores, que por esta vía teórico‑metodológica,
reencontramos y re‑proyectamos en el sentido de nuestro propio quehacer.
Yendo a un
plano mayor de abstracción, indispensable para iluminar el estado general de
la situación en América Latina, habría que hablar por lo menos de cuatro
orientaciones, intereses, estilos u "objetos formales" a los que recurren
quienes se ocupan hoy en día de las nuevas tecnologías: la orientación técnica,
la del conocimiento puro, la de la investigación aplicada a la acción, y la
que se motiva y destina a la formulación de políticas. Que estas distintas
maneras de encarar el asunto se presenten fragmentadas entre sí, como un
archipiélago escaso en navegantes y harto de diferentes idiomas isleños, es un
hecho real que con certeza nos importa a todos superar.
a) La primera salvedad que
el respeto demanda es la de señalar que quizás la parte más importante de la
investigación latinoamericana sobre nuevas tecnologías de información y
comunicación tiene que ver con innovaciones y adaptaciones en materia de
"hardware" y es conducida por ingenieros. No menos de 17 países de
la región cuentan con centros de investigación y capacitación en
telecomunicaciones, y algunos, han dado un verdadero salto en la materia. La
mayoría de estos centros están agrupados en la dinámica "Asociación
Hispano americana de Centros de Investigación Educación de Telecomunicaciones
(AHCIET)" de la que forma parte también España. Un esfuerzo paralelo se
realiza en algunos países, particularmente en Brasil y Cuba en materia de
informática ("hardware" y "software").
Aquí lo único que cabe lamentar, es el doble aislamiento de los ingenieros,
con respecto a quienes provienen de las ciencias sociales y también de ellos
entre sí. (Aislamiento que también practican en nuestra área los científicos
sociales).
b) Una
segunda, ya casi obsoleta tendencia, apareció quizás sobre todo en México y Argentina
entre comunicólogos, científicos sociales y ensayistas, cuyo primer encaramiento
al tema fue precedido por el problema axiólogico.
¿Estas nuevas tecnologías acarrean progreso o
fortalecen la dependencia? ¿Sirven a la liberación o perfeccionan el control y
la centralización mundial de flujos informativos y culturales? Las preguntas
eran totalmente legítimas, en particular si se considera
el origen militar y financiero de los nuevos avances. (Hamelink,
1983; Melody, 1983; Schiller,
1981). Ellas arriesgaban sin embargo la posibilidad
de un acercamiento ético maniqueo, en el
que se confrontaran los apologistas de la informatización y la telematización de un lado, y los apocalíticos
de las nuevas técnicas del otro (Roncagliolo, 1982 a). En la medida en que las experiencias de uso de estas
técnicas y la recolección de información empírica sistemática han progresado,
uno puede quizás considerar esta polémica como prolegómeno necesario para la
incursión en un campo nuevo, antes que como un tipo de enfoque con entidad,
autonomía y solvencia científicas propias.
c) Casi
simultáneamente con aquellas consideraciones de genuina índole filosófica, y
por lo tanto práctica, numerosos grupos de base de la región empezaron a
incorporar las nuevas tecnologías a su propio trabajo popular. IBASE montó en
Brasil una red de servicios de cómputo al servicio de sindicatos, comunidades
eclesiales de base y otras organizaciones de índole y extracción similares.
Un conjunto de centros de distintos países, dotados de computadoras; se incorporaron a la red mundial de INTERDOC para el
intercambio de información vía "modera". En varios países de la
región, por último, se crearon asociaciones de productores, distribuidores y
usuarios del video popular, que planean, a través de IPAL, crear una red latinoamericana
de intercambio, solucionando los problemas de diferencias de idiomas, normas y
formatos existentes dentro de la región.
En suma,
estos grupos empezaron a apropiarse, aunque fuera marginalmente, de las nuevas
tecnologías, generándose así una tendencia tercera que superaba, por la vía de
los hechos, la pertinente discusión abstracta sobre la bondad o maldad
intrínseca de estas herramientas. De hecho, si uno piensa en ciertos circuitos
no comerciales en plena vigencia (educativos, eclesiales, sindicales,
campesinos, barriales, etc.) es obvio que queda lugar en América Latina para un
uso cultural válido de estas innovaciones. Existen ya formas de recuperación
popular de las nuevas tecnologías.
d) Los
propios Estados de la región, por último, han descubierto los problemas
políticos y económicos que la abstinencia en estas materias acarrea,
incluyendo cuestiones de soberanía cultural y seguridad económica regional.
¿Qué significa por ejemplo, para la política cultural y educativa de un país la
creciente expansión de las antenas parabólicas de captación directa de
satélites? ¿Qué implica el masivo contrabando hormiga de videograbadoras y
videocasetes? ¿Qué pasa con un sistema educativo que se
re‑estratifica entre "analfabetos tecnológicos" y aquéllos
que, en razón de su origen social, logran acceso escolar al aprendizaje de la
computación? ¿Cómo fomentar la producción endógena de bienes culturales y
fortalecer los procesos de integración cultural latinoamericana?
El carácter
personal de la reflexión que en esta páginas se
intenta no pretende abstenerse de las tensiones vividas entre el lugar de lo público
y el de lo privado; entre el progreso y la
conservación. Mal podríamos volvernos "infieles" o echar por la
borda a esta pequeña grande historia de controversias álgidas y escaramuzas variadas.
Todo ello sin embargo no puede ocultar una evidencia redonda: El problema de
las políticas nacionales de comunicación está hoy más presente que nunca en
América Latina, y no por la fuerza de los argumentos ni por discusión teórica alguna sino, simplemente, porque el desarrollo mismo de las
nuevas tecnologías ha creado una situación y un desafío nuevos que los Estados
(y los sectores privados, ellos también mellados), no pueden desconocer. No se
trata por lo tanto de insistir en el discurso de hace diez años, que sirvió de
mal pretexto para una abusiva, esotérica y acaso hiperideologizada
polémica. Se trata de dialogar con los Estados de hoy para saber y entender
mejor cómo la investigación puede servir de verdad a la formulación de políticas
autónomas y democráticas.
Asistimos o vivimos la omnipresencia de estas nuevas tecnologías de
información y comunicación, susceptibles no sólo de transformar la vida
económica y política sino también la cultura. Por eso la investigación de sus
usos y efectos ha dejado de ser un asunto secundario. Ni aperitivo ni postre
ni plus‑café en la agenda de la investigación contemporánea. Lo que
importa son la investigación y la cooperación multidisciplinaria y
plurinacionales para que América Latina pueda responder a la presión
compulsiva de las campañas de venta de las transnacionales con verdaderos
planes de desarrollo en la materia.
4. TEMAS
CRUCIALES Y FORMULACION DE POLITICAS
Con la
fragmentación de orientaciones antes enunciada, corre pareja una parcelación de
los temas específicos de investigación, los fenómenos, las variables, los
casos y los efectos a ser considerados. Ello no puede extrañar a nadie. La
incipiente idea de las "nuevas tecnologías de información y
comunicación" alude a un menú no demasiado preciso de innovaciones antes
de designar un concepto sistemático cabal. Por eso, uno puede proponer una
primera bisección entre al análisis de los procesos mismos de tecnificación y
el estudio de sus efectos. En cuanto a lo último, lo más destacado ha sido el
análisis de los efectos culturales, políticos y económicos, entendidos todos en
su sentido más amplio, es decir incluyendo el empleo y el tiempo libre, la
dinámica familiar y las relaciones de trabajo, la vida privada y el control
policial, etc., etc. (Mattelart y Schmucler, 1983). Por lo que toca
a los procesos mismos de tecnificación, parece haber tres temas principales,
entre los cuales emerge recientemente una perspectiva
de integración que puede resultar crucial para la fecundidad de los estudios y
la formulación de políticas.
a) Un primer tema tiene que ver con el desarrollo
de la informática, las bases y bancos de datos (Robina,
1985), los problemas de flujos de datos transfronteras,
y en fin todo el uso y producción de "hardware" y
"software" de computación. En países como México y Brasil, esta línea
tiene ciertamente la primacía e incluye el estudio del complejo proceso de
informatización de los medios masivos. (Sarti, 1986, Festa, 1986).
b) Un segundo
tema se refiere a los satélites, a su captación directa y las políticas nacionales
al respecto. La incorporación de prácticamente todos los países de la región a
la red de INTELSAT, el lanzamiento de los sistemas satelitales Morelos de
México y Brasilsat de Brasil, y los preparativos de
los países andinos (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia) para colocar
su sistema Cóndor, han fortalecido el interés y la investigación en este
terreno (Esteinou, 1986).
c) El
tema del video‑cassette, y de sus relaciones con la televisión, el cine
y otras manifestaciones de la industria cultural ha cobrado también inusitada
y repentina actualidad. (Bayona, 1985; Colina, 1985; Costa, 1986; Crovi, 1986; Santoro, 1985; Strangelar, 1983; Ulloa y jara, 1985).
Aunque no constituye una tecnología de punta sino que proviene de la comunicación
alámbrica los nuevos usos del cable (en particular en
México, y muy recientemente en ciertas zonas de la Amazonía peruana) se han
vuelto objeto de particular interés, sobre todo por sus múltiples posibilidades
de combinación y/o competencia con la televisión por aire, el satélite y el video‑cassette.
(Costa, 1986; Crovi, 1986).
Es pues más
que obvio el vuelco experimentado por la región desde la Conferencia Intergubernamental
sobre Políticas Nacionales de Comunicación en América Latina y el Caribe,
convocada la UNESCO y realizada en San José de Costa Rica, en 1976. El videocassette, el satélite, el cable y las
telecomunicaciones, y la informática, nos deslumbran y tendemos a tratarlas por
separado. A la vez, si bien hay un desarrollo creciente en la investigación y
capacitación sobre el "hardware", los aspectos relativos al
"software", y específicamente al efecto cultural de estas
tecnologías sobre los medios masivos de comunicación, sus contenidos y flujos,
carecen aún de atención suficiente.
La situación
es particularmente grave si se consideran las necesidades de incrementar la
producción cultural endógena y de fomentar la integración. Es inconcebible, por
ejemplo, la desconexión existente entre cine, televisión y productores
independientes de videocassette cuando todos ellos
juntos podrían dinamizar y hasta sustituir una parte importante de los programas
provenientes de fuera de la región. Igualmente, pese a la inmensa capacidad de
tiempo satelital contratado y no usado por los países, sorprende la ausencia de
intercambios que, en razón de los tamaños de los mercados, permitirían abaratar
los costos de producción intra‑regional en
beneficio de un genuina y pluralista integración latinoamericana.
Durante los
últimos meses IPAL fue invitado a explorar descriptivamente los puntos de encuentro
de las nuevas tecnologías entre sí y en sus efectos sobre los medios masivos.
La hipótesis
de trabajo inicial suponía que existían algunos medios masivos caracterizados
por una mayor afectación tecnológica (industrial editorial, televisión y video)
y otros menos afectados o menos permeables a la transformación en curso. Con
el fin de verificar tal hipótesis se realizaron once estudios de caso y dos
incursiones en el campo de la conceptualización de políticas latinoamericanas
y de antecedentes legislativos europeos. (Sánchez Ortuzar
y VieraGallo Quesney, 1986
a y b).
El
resultado, que aquí se sintetiza, ofrece un cuadro con ciertas características
centrales: (a) el avanzado aunque muy heterogéneo grado de expansión de estas
nuevas tecnologías en la región; (b) el hecho de que se trata de equipos y
técnicas, todos en veloz proceso de abaratamiento de costos y precios, por lo
que puede suponerse que dicha expansión ha de acelerarse aún más; y (c) la
escasez de políticas nacionales y regionales en la materia, no obstante el
hecho de que los Estados son innovadores y agentes principales del proceso, y a
pesar de que el hemisferio americano es atípico, en el sentido de ser el único
del mundo que se caracteriza por el predominio
absoluto de los medios de comunicación comercial privados, financiados
principalmente por la publicidad transnacional.
Lo cierto es
que nuestra hipótesis inicial se vio precisada a la luz de los estudios de
caso: así como no puede aprehender los efectos de las nuevas tecnologías
tomándolas por separado, así tampoco puede considerarse más a los medios como
agencias de producción y difusión de mensajes diferenciados entre sí. La
industria cultural, al impulso de su tecnificación ha iniciado también un
proceso de integración que borra las fronteras entre los distintos medios.
Hoy el cine,
la televisión, el video cassette y el cable no son
sino instancias o momentos del complejo de la industria audio‑visual. Del mismo modo, la radio y el disco
se convierten en elementos complementarios de un segundo complejo binario: el de la industria del sonido. Y los
diarios, las revistas y los libros interactúan entre sí, sometiéndose juntos a
las pautas que marcan al complejo
editorial.
La tarea
estratégica del momento, para encarar un proceso de tecnificación que acarrea
la transnacionalización de economías y culturas,
consiste en analizar estos tres complejos de modo simultáneo y en sus
interacciones; o en fijar políticas sub‑sectoriales
aisladas que han terminado quedándose en el registro de crisis y fracasos.
Estamos ciertos de que en América existen la capacidad, la voluntad y la
imaginación para avanzar en esta dirección conjunta, integradora y común. En
ello y para ello, los investigadores tenemos algo que decir y mucho por hacer.
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