Receptividad de la sociedad española ante las nuevas tecnologías de la información
Adolfo
Castilla Mª Cruz Alonso
Las
grandes tendencias de las actitudes científicas ante las nuevas tecnologías de
la información, introducen los resultados de una amplia encuesta desarrollada
sobre la receptividad de la sociedad española a estas tecnologías. Un alto
nivel de aceptación junto a un deseo generalizado de control muestran una considerable madurez de los españoles ante esta
problemática.
Quizá
sea excesivo indicar al comienzo de este artículo «que es hora ya de que el
hombre inicie su camino de vuelta al paraíso». Hay demasiados
grandes conceptos y demasiadas utopías humanas encerradas en esa breve frase,
como para que sea fácil relacionarla con un tema tan específico como la
receptividad de la sociedad española ante las nuevas tecnologías de la
información. Sin embargo, por ahí debe comenzar nuestro discurso. Si para algo
puede servir la reflexión, los conocimientos, las cosas que el hombre hace, es
para construir un mundo mejor que se acerque asintóticamente
a un ideal de perfección. No aprovechar los cambios diversos que en la sociedad
se producen para mejorar es un contrasentido, y no sacar
partido de todos los medios disponibles, incluida la tecnología, para vivir
mejor, un gran pecado.
Del
análisis de la historia de la humanidad, al menos desde el Renacimiento para
acá, debería resultar obvio que el hombre avanza y que su sociedad se
perfecciona. Los hechos objetivamente estudiados deberían ser claros al
respecto. Sólo así uno tendría ánimo para enjuiciar futuras etapas de
desarrollo y para determinar aspectos de detalle como, por ejemplo, el papel
que en ello le corresponderá jugar a la tecnología.
De eso
tratamos en las páginas que siguen, de nuevas etapas de evolución social y de
tecnología; y a pesar de su carácter global, y casi manifiesta
incontestabilidad, no nos resistimos a plantearnos preguntas tales como: ¿va
la sociedad humana a alguna parte? ¿Avanzamos siquiera? ¿Dirigimos nuestra marcha?
¿Qué nos puede ayudar a caminar?
A las
puertas de lo que muchos señalan como un salto cualitativo en la evolución de
la sociedad esas preguntas adquieren relevancia. La
sociedad intensiva en información a la que parece que nos dirigimos puede ser
algo radicalmente distinto de la sociedad industrial
que conocemos. Cambiarán probablemente las formas de producción, el trabajo
realizado por los hombres, las actividades diversas que llevarán a cabo a lo
largo de sus vidas, la distribución de su tiempo, la organización de las
ciudades, las relaciones humanas, los valores sociales y muchas otras cosas
más. En la base de todo ello estará, más que nunca, la tecnología. Si a ella se
hace referencia es muy difícil no concluir que el mundo se transforma con rapidez.
Si esa transformación es avance o retraso, si nos lleva a algún sitio en
concreto o si es espontánea o pretendida, resulta más difícil de aventurar.
Cada
cual tiene sus propias respuestas, siendo frecuente que la sociedad utilice
para sus debates las de los grupos más extremistas: los optimistas a ultranza
que sólo ven progreso y mejora por doquier y los pesimistas sin remisión que
sólo ven retroceso y perjuicio en todos los rincones de nuestra existencia.
Pero ¿qué opina el hombre medio?
¿Qué
dice la mayoría silenciosa que soporta el cambio y lo hace posible?
Si
encontráramos un buen procedimiento de consulta probablemente nos sorprenderíamos
de los resultados.
La
sociedad acepta la tecnología y el cambio que ello produce con más calma, espíritu
positivo, e incluso conocimiento de causa, de lo que muchos grupos explotadores
de los miedos y deseos del hombre nos quieren hacer creer.
Esas son
al menos las primeras conclusiones que se deducen de un estudio sobre la
receptividad de la sociedad española ante las nuevas tecnologías de la
información que FUNDESCO está llevando a cabo.
También
se deduce que existen muchas expectativas ante lo que algunos llaman sociedad
de la información. Por nada del mundo esas expectativas deberían ser frustradas.
Tomemos
esa sociedad de la información ‑denominación que nosotros utilizamos como
forma de entendernos sin adherirnos eufóricamente a su uso, aunque tampoco evitándolo
puerilmente‑ como una nueva oportunidad de dirigir nuestros pasos por
caminos de humanización y perfeccionamiento. Convenzámonos de que el paraíso
está cerca si nos lo ponemos como objetivo.
En ese
proceso de mejora en que los hombres estamos ‑o debemos estar‑
implicados, la tecnología tiene muchas aportaciones que hacer. Lo queramos o
no la tecnología es hoy un medio al que resulta imposible renunciar. Su
integración en la vida del hombre es tal que cualquier intento de éste por
zafarse de lo tecnológico resulta ingenuo, cuando menos. No es necesario acudir
a ejemplos muy rebuscados para comprobar que todos, absolutamente todos,
vivimos sobre un substrato científico‑técnico o tecnológico, del que
dependemos. Resistirse a este hecho y atacar a lo tecnológico sin más,
comienzan a ser fenómenos raros de encontrar en los países industrializados.
RESISTENCIA Y ACEPTACIÓN FRENTE A LA TECNOLOGIA
El
sentimiento de que la tecnología es mala para el hombre, de que se rebela
contra él, existe hoy en la sociedad pero reducido a unos límites estrictos. En
épocas anteriores, la maldad o bondad de la tecnología fue el tema favorito de
debate de muchos intelectuales; como el sexo de los ángeles, esta discusión ha
pasado a un segundo plano sin que se haya alcanzado ningún tipo de acuerdo.
De que
la tecnología es mala en determinadas circunstancias hay innumerables
muestras, de que es buena hay multitud de ejemplos. Sería demasiado simple, sin
embargo, insistir en el tópico de que la tecnología no es buena ni mala en sí
misma, sino que todo depende de su uso. Este argumento, que junto al de que el
hombre puede controlar todo lo que hace, tuvo una cierta vigencia hace algunos
años, resulta hoy un tanto desfasado. La tecnología, hay que reconocerlo, ha
llegado a ser muy compleja en nuestros días, ha adquirido un excesivo poder
destructor, su control no está siempre garantizado y la autonomía de su marcha
es manifiesta en muchos casos.
También
puede resultar desfasado el insistir en la superposición del progreso
industrial como proceso autónomo, imparable una vez iniciado, y la posibilidad
para el hombre de elegir dentro de él. La inevitabilidad
del avance tecnológico es algo en lo que coinciden tanto los partidarios como
los críticos de la tecnología. Los primeros, con W.W.
Rostow a la cabeza, hablan de los procesos acumulativos
y autogeneradores del desarrollo y la industrialización, los cuales actúan
sobre la sociedad añadiendo libertad y posibilidades de elección. El cambio
tecnológico, que es visto por estos autores como el único inductor del cambio
social, lleva aparejado un desarrollo político y social que entre otras muchas
cosas permitirá un mejor reparto de los bienes colectivos y unas nuevas y más
favorables formas de política y de gobierno.
Para los
segundos, entre los que hay que citar en lugar destacado a Paul
Goodman, Herbert Marcuse, Lewis Mumford y Jacques Ellul, el
proceso tecnológico es ineluctable pero los hombres son prisioneros de él y su
libertad y dignidad se resienten. El poder autónomo de la tecnología ha sido
señalado por muchos autores además de los reseñados, desde Warner Heisenberg que hablaba de
una especie de proceso biológico a gran escala que ha ido mucho más allá del
control humano, hasta John Kenneth
Galbraith que indica que «nos estamos convirtiendo en
esclavos, tanto de pensamiento como de acción, de las máquinas que hemos creado
para que nos sirvieran», y René Dubos o Martin Heidegger que creen que es
demasiado tarde para controlar la evolución autónoma de la tecnología.
El
trabajo de todos ellos ha dado pie incluso al desarrollo de una interpretación
del hecho tecnológico a la que Langdon Winner, profesor de Ciencias Políticas y Estudios Tecnológicos
en el MIT, llama Tecnología Autónoma. La labor de este autor es notable, entre
otras cosas por la revisión exhaustiva que hace en su libro de los autores que
en las últimas tres décadas más brillantemente han abordado el tema de la
tecnología y su impacto social. Jacques Ellul, el
filósofo francés autor de un libro muy popular en Estados Unidos al final de
los 60 y principio de los 70, The Technological Society influye
desde el principio hasta el final en el trabajo de Winner,
con la particularidad de que su visión excesivamente crítica y pesimista de la
técnica ha sido moderada y matizada en trabajos posteriores.
Releer
el libro de Winner es hoy un ejercicio nostálgico,
tanto porque en él se pasa revista a los patriarcas de la crítica radical a
nuestra sociedad desde Thoreau y William Morris a William F. Ogburn Mumford y el resto de los ya citados, como porque los
temas clásicos tales como dominio y autonomía de la técnica, el determinismo
tecnológico, la evolución de la tecnología o el imperativo tecnológico, son
tratados con gran profundidad y a la vez amenidad. Marx,
uno de los más destacados pensadores en relación con la tecnología y su evolución
y el primero en interpretar el avance tecnológico como un proceso Darwiniano, es estudiado con tanta amplitud como otros
trabajos de conocidos autores americanos lo estudian más recientemente.
Las
aguas fluyen rápidas, sin embargo, en el tema de la tecnología y su impacto
social. Los enfoques y los autores clásicos con su crítica o su apoyo a los
procesos tecnológicos se nos han quedado viejos en poco tiempo. Hoy existe una
corriente de pensamiento en la que el hombre resulta más integrado con sus críticas.
La ciencia y la tecnología, como piezas «solidificadas» de la racionalidad humana,
no pueden considerarse aparte de la sociedad o en lucha perenne con ella.
Karl Popper
al decir que «estamos viviendo el mejor de los mundos conocidos», Wassily Leontief al abundar en
la misma idea desde una perspectiva económica, Victor
Ferkiss que nos habla del «hombre tecnológico» , como
posibilidad potencial de evolución social que permita la creación de una nueva
cultura y una nueva filosofía de vida en la que la tecnología controlada tenga
papel destacado; y, más recientemente Fritjof Capra que propone una nueva visión de la realidad que haga
posible un fluir conjunto de todas las fuerzas que transforman nuestro mundo
como un movimiento positivo para el cambio social, y muchos otros, están
abogando hoy por un hombre y una sociedad menos en lucha consigo mismo, sin
dejar por eso de ser cada vez más reflexivos y conscientes.
En este
proceso parece haber tenido un papel destacado la Escuela de Francfort. Horkheimer al criticar por igual al positivismo, con su
«razón instrumental» al servicio del dominio de la naturaleza y de la
explotación de los hombres, y al marxismo «vulgar», con su confianza excesiva
en el materialismo progresista, «trata de mediar entre el individualismo y el
colectivismo, entre el egoísmo y el sacrificio de si mismo y, en última
instancia, entre el sujeto y el objeto».
Nada
mejor para que Habermas construya una teoría de la sociedad en la que la «madurez»
permita unir la razón con la decisión, y comprender las propias bases materialistas de la racionalidad. La ciencia puede de
esta forma ser admitida como fuerza productiva a la vez que como fuerza
emancipadora, y la tecnología, a la que Habermas considera una realidad
irreversible para el hombre, como algo a utilizar con la sola condición de que,
como en toda concreción de valores, su evolución se produzca «mediante la
discusión y el consenso».
El
hombre constituye una especie, cuyo final, probablemente, esté en las
estrellas y más allá. Para enfrentarse a su destino tiene necesidad de la
tecnología. Esta sólo puede perjudicar a aquellos hombres o sociedades que se
descuelguen del proceso imparable de la evolución. Como dice James Martin al principio de su libro La Sociedad Interconectada «
la solución no está en renunciar a la tecnología».
En la actualidad, la población mundial está por encima de los 4.000 millones
de personas y llegará a los 7.000 millones al tiempo en que se agoten las
reservas petrolíferas. Sin tecnología, la tierra no puede mantener a más de
2.000 millones de habitantes; para alimentar a 4.000 millones se requiere una
tecnología altamente avanzada».
LA SOCIEDAD DE LA INFORMACION: UNA NUEVA ETAPA DE EVOLUCION
Al igual
que en la tecnología y su aceptación por la sociedad, también en el tema de la
sociedad de la información hay grupos a favor y grupos en contra. Con
frecuencia, unos y otros son extremistas. Dentro de los primeros están, como
siempre, los implicados interesadamente, los optimistas a ultranza y los que,
dicho en frase hecha, practican la «utopía utópica», la cual es la única que
no debe ser nunca utilizada. Entre los segundos se encuentran
aquellos núcleos sociales con fuerte visión ideológica de las cosas, que
opinan que la sociedad de la información es sólo una operación de marketing
avanzado montada por las multinacionales o por los países más industrializados,
para introducir en los mercados internacionales toda una serie de nuevos
productos y servicios.
El
término Sociedad de la Información, con mayúsculas y con el sentido que le
damos en la actualidad, comenzó a ser usado hace algo más de una década con el
objetivo de sustituir al mucho más general «Sociedad de Servicios» y al mucho
más ambiguo «Sociedad Post‑Industrial», como nombre asignado al tipo de
sociedad que sustituirá a la industrial en que vivimos. Parece que los
responsables del término y de mucha de su carga conceptual actual son los
japoneses, quienes ya lo usaron a final de los años 60, y lo difundieron con
fuerza a partir de los trabajos de Yoneji Masuda.
Como se
sabe, ha habido muchos intentos de poner nombre a la sociedad en que viviremos
en los próximos años. En los años 60 se usó el término «La Era de la
Cibernética»; Marshall MacLuhan
en 1964 propuso «La Era de la Electrónica» y la «Era de la Información»; Peter Drucker, el gran experto
mundial en Management, describió en 1969 lo que él
llamó «Sociedad del Conocimiento»; Zbigniew Brzezinski sugirió en 1970 el término « Technetronic Society»; más
recientemente el informe francés Nora‑Minc aboga por la denominación
«Sociedad Telemática»; y, en tono más distendido Michael Marien,
autor que ha tratado extensamente el tema, ha propuesto el de « The Age of
Infoglut».
Por alguna razón, que los especialistas en marketing podrán seguramente explicar, el término de sociedad de la información tiene «gancho» y alrededor de él se crean más expectativas e incluso más euforia de lo que sería razonable. Aunque a nivel tecnológico hay varias otras «revoluciones» actualmente en marcha en el mundo, la de las nuevas tecnologías de la información parece ser la de más atractivo. También puede que sea la llamada a tener más impacto social. No cabe duda de que a ello están contribuyendo varias circunstancias, entre ellas la propaganda de las multinacionales. Pero hay otras menos mercantilistas.
La
posibilidad de un crecimiento económico distinto del típicamente industrial
que conocemos, es algo de enorme interés para una sociedad que está de vuelta
del consumismo y cansada de las «industrias de chimenea» y sus ataques a la
naturaleza, pero que necesita el desarrollo económico para sobrevivir. La vía
de un crecimiento basado en tecnologías «blandas» como pueden ser las de la
información y su aliada las telecomunicaciones, es lógico que despierte
expectativas, después de una época en la que los límites al crecimiento han
sido quizá utilizados en exceso para asustar al mundo.
El desarrollo humano y social que se vislumbra a través de una revolución destinada al uso de la información para producir más conocimientos y más sabiduría en la sociedad, añade esperanzas y llena de atractivo a la nueva etapa de evolución. Es su conexión con el saber, lo que en nuestra opinión, da carácter a la sociedad de la información y la hace objeto de la atención de muchos grupos sociales.
Sin
tener intención de entrar en grandes discusiones, parece claro que lo que está
ocurriendo en la sociedad es algo radicalmente
distinto de lo ocurrido en etapas inmediatamente anteriores. Es necesario
distinguirlo, sobre todo, de la revolución en la comunicación en sí y
comunicación de masas de los años 60. Quien ponga a la comunicación y a la
información en un mismo cajón perderá una parte importante del significado de
la Sociedad de la Información. Aquella ya ha dado de sí casi todo lo que podía;
su asimilación por la cultura consumista es un hecho. La información por el
contrario, entendida como paso intermedio hacia la sabiduría y la acción, está
llena de potencialidades, y no es extraño que constituya la última ilusión del
hombre moderno. En la Sociedad de la Información es probable que las
tradicionales dos culturas, la técnica y la humanística, se acerquen y
converjan.
Quizá
estamos en una etapa de «enamoramiento» previo con
las nuevas tecnologías de la información, pero es curioso cómo diversos
grupos, tradicionalmente críticos a la tecnología están alabando sus
aportaciones y sobre todo sus posibilidades, En los últimos ocho o diez años
se han publicado cientos de libros y artículos dando la bienvenida a la nueva
sociedad. Tan tempranamente cómo en 1975, investigadores tan destacados como de
Solla Price, Churchman y John Platt crearon un movimiento
al que denominaron WISE (World Information Sythesis Enclyclopedia) con la
idea de discutir las posibilidades reales de existencia de un verdadero
«cerebro social» en la forma en que lo describió H. G. Wells
en su libro World Brain
publicado en 1938, precisamente ante la evolución creciente de las
tecnologías de la información y ante el desarrollo de los sistemas técnicos de
intercomunicación entre personas.” Muchos otros movimientos están hoy en
marcha estudiando y ponderando las potencialidades de la nueva sociedad. En
julio de 1982, fecha en que se celebró en Washington la Cuarta Asamblea General
de la World Future Society
dedicada al tema «Communications and
the Future>> se pudo comprobar la cantidad y diversidad de estos grupos a nivel mundial.
Aunque
muchos de ellos y sus publicaciones están a favor de la nueva sociedad y sus
tecnologías, hay otros que las critican y que sacan a relucir el oportunismo
del marketing que las trata de imponer.
Wilson
P. Dizard, sin estar en contra de ello, hace un
destacado análisis de sus pros y contras
y revisa las posibilidades para la economía y las necesidades del tipo
político que exigiría una buena dirección y encauzamiento de las nuevas
tecnologías y nuevos servicios en su libro The Coming Information Age.
Como
otros han hecho antes, acierta este autor al situar en el núcleo de la nueva
evolución la integración información‑telecomunicaciones, lo cual está
trayendo una nueva y más amplia redefinición de ambas áreas de actividad.
James Martin, Joseph Pelton y otros
autores con procedencia profesional de las telecomunicaciones han insistido en
la misma cuestión.
Entre
los más críticos, pero a la vez con visión más clara, hay que situar y dar
importancia, a Herber I. Schiller,
profesor de Comunicación de la Universidad de California, San Diego, que ya se
había distinguido con trabajos tales como Mass Communication
and American Empire escrito en 1969 y Who Knows: Information in the Age of
the Future 500, y que
recientemente ha publicado su destacado e interesante trabajo Information and the Crisis Economy, en el cual pone al descubierto la
vigente labor de propaganda que están lanzando las multinacionales del sector y
señala lo oportuno que han resultado la crisis económica, y la más artificial
crisis del «management», para que el nuevo poder de
la información sea monopolizado por los de siempre.
Los
votos a favor y los votos en contra deben ser conocidos por todo investigador
que se quiera adentrar en el tema y que desee estudiarlo en toda su amplitud.
Dentro
de esa investigación referida a España, la actitud de la sociedad española
ante la tecnología y su postura ante las nuevas tecnologías de la información
es un tema de gran importancia. En él puede encontrarse la raíz de algunos de
los males que nos aquejan como país que no acaba de incorporarse al grupo de
los países verdaderamente industrializados y que corre incluso el peligro de
perder posiciones. Nada más erróneo para un tema así, que tratar de resolverlo
con un simple trabajo de campo en el que una encuesta determinada sea
componente básico. Como Gregory Bateson ha enseñado,
uno de los mayores peligros de las ciencias sociales es el de analizar los
datos u observaciones de la realidad a la luz de nociones explicativas imperfectamente
definidas o hipótesis circunstanciales que nada tienen que ver con las verdaderas
explicaciones o leyes fundamentales que rigen la vida de las comunidades. Como
este autor indica en su notable obra Steps to an Ecology
of Mind « los científicos del comportamiento
humano y social que no sepan nada de la estructura de la ciencia ni de los
3.000 años de cuidadoso pensamiento filosófico y humanístico sobre el hombre ‑aquellos
que no sepan definir lo que es la entropía o un sacramento‑ deberían
dedicarse a descansar antes que hacer nuevas aportaciones a la actual jungla
de falsas o erróneas hipótesis».
RECEPTIVIDAD SOCIAL ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGIAS DE LA INFORMACION.
RESULTADOS DE UNA ENCUESTA
Dentro
de la reflexión que FUNDESCO lleva a
cabo sobre la receptividad social ante las nuevas tecnologías de la información
se ha realizado una encuesta, pero en ningún caso se ha pretendido dar a esta
parte del trabajo mayor cometido del que le corresponde. El estado del arte
en cuanto al impacto social de la tecnología y el análisis profundo de lo que
se ha escrito y se ha hecho en relación con la sociedad de la información de
lo que en las páginas anteriores se ha dado una brevísima muestra, constituyen
componentes de la labor general mucho más importantes y decisivas.
La
encuesta en sí, no obstante, da unos resultados, que aún siendo parciales y
provisionales, merece la pena resumir. Todo el trabajo de campo se dividió en
dos fases. La primera de tipo cualitativo, tuvo a su vez dos etapas: las
reuniones de grupo y las individuales. Se pretendía en esta primera fase analizar
la estructura actitudinal y motivacional
en relación al problema planteado; así
como proporcionar las claves que permitieran el desarrollo de un cuestionario
cerrado para la fase cuantitativa, de la que posteriormente se hablará.
Se
llevaron a cabo cinco reuniones de grupo, entre los distintos tipos de
usuarios de servicios de comunicación. Los grupos que se contemplaron fueron:
empresarios y profesionales, agricultores, jóvenes de ambos sexos hasta 25
años, hombres y finalmente mujeres. Con dichos grupos se cubrió el amplio espectro
social del que sería el receptor potencial de las nuevas tecnologías.
En la
segunda etapa de esta primera fase se realizaron treinta entrevistas en
profundidad a individuos que, por su relevancia social o especiales
conocimientos, pudieran aportar su propia opinión y centrar el tema
adecuadamente. Entre estas personas se encontraron
empresarios, sindicalistas, periodistas, políticos, artistas, intelectuales,
etc. Es decir aquellas personas que por su status tienen mayor información y
capacidad de acción. Los resultados de esta primera fase fueron interesantes y
sobre todo bastante amplios. Dada la extensión que este artículo está adquiriendo
ya, es inevitable dejar para una ocasión posterior su explotación exhaustiva.
Las características de la encuesta han sido:
• Ámbito: Nacional,
incluyendo Islas Baleares y Canarias.
• Universo: Población de 15
y más años.
• Tamaño de la encuesta: 2.000 entrevistas.
• Selección: Polietápico. Estratificación por regiones y tamaño de municipio.
La selección de las unidades últimas de muestreo ha sido aproporcional para permitir que todas las áreas regionales contaran con un contingente mínimo de 100 entrevistas. Definido el número de entrevistas por estrato, se pasó a la selección aleatoria de las localidades de muestreo.
• Trabajo de campo: Supervisión. Se
realizó por la red de campo de IopeEtmar entre el
17/9 y el 6/10.
Se entrevistaron el 20 por ciento de los cuestionarios.
• Margen de error: Basados
los resultados en una muestra nacional de 2.000 casos y con las características
señaladas, se puede decir con un margen de confianza del 95,4% que el error
atribuible a la muestra y otros efectos aleatorios puede llegar a ser de + 2,2
por ciento.
PERFILES
DE ACEPTACION Y RECHAZO
La
aceptación de las nuevas tecnologías de la información en España depende, y por
este orden, del nivel educativo y del status socioeconómico.
La
primera discriminación es expresiva por poner en evidencia la relevancia del
nivel educativo de la población, al distinguir entre el segmento con estudios
de bachillerato como mínimo (posturas de mayor aceptación), y el compuesto por
los entrevistados con estudios que no superan el nivel primario (menor
aceptación).
Por su
parte, la influencia del status socioeconómico se manifiesta en un posterior
paso de segmentación, cuando los niveles «alto» y «medio alto», caracterizados
por su elevada aceptación tecnológica, son separados de los niveles «medio‑medio»,
«medio‑bajo», y «bajo» señalados por la mayor debilidad de su aceptación.
En el
siguiente esquema, se puede seguir la jerarquía de los sucesivos variables y el
contraste entre los segmentos sociales con posturas más opuestas:
SEGMENTO MAS FAVORABLE A
LAS NUEVAS TECNOLOGIAS
• Entrevistados con nivel de bachillerato como mínimo (aceptación del
77 por 100).
• y que, además, pertenecen al status medio
alto o superior (86 por 100).
• y que, además, son
católicos pero no muy practicantes o que están adscritos a otra religión (89
por 100)
• y concretamente, los que
poseen estudios de nivel técnico medio o universitario (94 por 100)
SEGMENTO
MENOS FAVORABLE A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
• Entrevistados con estudios que no
superan los primarios (aceptación del 51 por 100)
• y que, además, no han visto
ordenadores o ni siquiera han oído hablar de ellos (45 por 100)
• y que, además, se
identifican con valores ideológicos muy conservadores o tradicionales (19 por
100)
• y que, además,
superan los 65 años de edad (9 por 100)
Concluyendo
puede afirmarse que la aceptación mayoritaria en España, de las nuevas
tecnologías de la información se sustenta firmemente en los sectores más
activos, dinámicos y con futuro:
• Las
jóvenes generaciones, los empresarios, profesionales y cuadros medios y administrativos,
con estudios superiores a los primarios, de clases media‑media y altos,
con residencia urbana y laboralmente activos.
La
aceptación se explica, fundamentalmente, por el nivel educativo y el
protagonismo socio‑económico.
El
concepto de INFORMACION que se maneja actualmente de
forma más generalizada, carece de los contenidos más característicos que
definen las nuevas tecnologías de la Información. Es así un término que se
asocia casi exclusivamente a una modalidad de la adquisición y transmisión de
«conocimientos». Todavía no se ha manifestado en nuestra
sociedad aquella concepción más amplia de
INFORMACION que también
connota una modalidad de la «acción».
El
diverso grado de generalización o de uso social de cada una de las citadas acepciones
de INFORMACION, guarda un evidente paralelismo con la noción actual de «progreso»
y las modificaciones que en ella empiezan a percibirse.
En el
momento presente es aún mayoritaria entre nosotros la tendencia que vincula el «progreso» ‑en términos de felicidad humana y
futuro de la especie‑ al rol de los «maestros y profesores» en tanto que
difusores y transmisores del «saber» en general; y,
en particular, de aquellos conocimientos útiles, instrumentales o prácticos
que están en la base del proceso de «aprendizaje» en una sociedad contemporánea
de tipo industrial.
Sin
embargo, con las expectativas de las generaciones más jóvenes y de los sectores
sociales que dirigen el proceso económico (empresarios y profesionales),
empieza a operar una nueva mentalidad «tecnológica» (post‑industrial,
podría añadirse) que concede el papel de «motor del progreso» a los
«científicos y técnicos» antes que a los «enseñantes»; la «transmisión de
conocimientos» cede aquí su lugar a la «acción» científica y técnica (teórica y
práctica).
La sociedad de la información se concibe, más o menos
confusamente, como la maximalización de las
posibilidades de los medios e instrumentos actualmente más conocidos y
divulgados. El ordenador y la informática, la robótica y el video, se
configuran como sus principales paradigmas.
El ordenador es la
poderosa construcción mítica que permite la proyección en una Sociedad de la
Información. Es una «máquina inteligente», sistemática, rigurosa y constante,
cuya razón última es resolver dificultades.
El robot es la representación de
lo que se entiende por una máquina que despliega actividad, acciones
concretas. En el ámbito laboral y empresarial es percibido reorganizando el
espacio y produciendo desplazamientos que, en sus últimas consecuencias (no
deseadas mayoritariamente), podrían significar la sustitución del hombre.
En este
discurso mítico del ordenador y el robot, el video, sobre todo en el Hogar, opera como un elemento configurativo, trascendiendo la etapa del televisor en su
sentido primero, de la Sociedad de la Información equivalente a lo que
representa el ordenador en el marco
empresarial.
Buena prueba de todo ello es que:
• El 95 por 100 de los
consultados, al menos, ha oído hablar de los «videos», y el 90 por 100 sabe
para qué sirven.
•
El 87 por 100 de la población ha oído, al menos, hablar de los «ordenadores», y
el 73 por 100 sabe para qué sirven.
•
84 de cada 100 entrevistados han oído hablar de las «máquinas robot».
Japón
(50 por 100) y Estados Unidos (28 por 100) son las zonas percibidas como más
avanzadas en el desarrollo de las nuevas tecnologías de la Información. La
Unión Soviética (11 por 100) y Europa (1 por 100) aparecen significativamente
descolgadas.
El grado
de interés por las noticias y datos sobre las nuevas tecnologías de la Información
constituye un indicador del impacto de éstas en nuestra sociedad.
El 26
por 100 de los consultados manifiesta estar muy o
bastante interesado al respecto; otro 30 por 100
afirma estarlo «algo».
La
proporción de los «muy» o «bastante» interesados aumenta significativamente
entre «empresarios y profesionales» (53 por 100), miembros de la clase media‑alta
(39 por 100) y alta (47 por 100), quienes poseen estudios superiores al
Bachillerato (47 por 100) y en la generación más joven de las estudiadas en la
Encuesta, entre 15 y 17 años de edad (39 por 100)
La
Televisión (85 por 100), la Radio (59 por 100) y la Prensa (55 por 100) son los
medios a través de los que se recibe, más frecuentemente, información sobre
las nuevas tecnologías de la Información.
El que
un tercio de los entrevistados reciba información sobre ellas a través de los
«amigos» es un dato que ilustra la «actualidad» del fenómeno, así como
advierte de una probable demanda informativa insatisfecha por los medios de
comunicación social y que busca en los contactos personales ampliar y
contrastar noticias, corroborar y reafirmar expectativas y, quizá, conjurar
temores.
Existe
la creencia, bastante extendida, de que los medios de comunicación social no están
cumpliendo acertadamente su función en relación a las
nuevas tecnologías de la Información. Porque:
•
manipulan (57 por 100)
•
dan menos información de la necesaria (56 por 100)
•
emplean un lenguaje difícil de entender (56 por 100)
•
y dan informaciones sensacionalistas (52 por 100).
EL AVANCE TECNOLOGICO, COMO IMPERATIVO INEVITABLE
La
progresiva y rápida implantación de las tecnologías de la Información, el
advenimiento de esa Sociedad caracterizada por el
todo de la Información, se tiende a recibir como un imperativo categórico y
algo inevitable. Se configura todo un nuevo hipersector
de producción y servicios ‑definido por la Información y las
Comunicaciones‑ que se piensa tiene la tarea de redimir un mundo
industrial caduco, que ha entrado en sus últimas contradicciones, para
proporcionar la necesaria eficacia empresarial a fin de recuperar el progreso
económico.
Por
dichas razones, la mayoría de los españoles está valorando positivamente la
introducción y desarrollo en el país de las nuevas tecnologías de la Información.
La presencia de éstas no se percibe aún demasiado, pero se prevé su mayor
incidencia en los próximos años. En general, se prefiere que el ritmo actual
de desarrollo tecnológico se acelere algo en el
inmediato futuro, pero sometiéndolo a control para evitar los efectos no
deseados.
Como ya
se ha dicho antes, la implantación de las nuevas tecnologías de la Información
y su desarrollo en España es, ahora,
•
aceptado por el 61 por 100 de los consultados,
• y, rechazado por el 21 por 100.
Estas innovaciones tecnológicas,
• son actualmente percibidas «mucho» o
«bastante», por el 38 por 100 de los entrevistados.
• y un 60
por 100 cree que se notarán «mucho» o «bastante» en España, dentro de 10 años.
En
cuanto al ritmo del desarrollo tecnológico para los próximos años,
• el 39
por 100 de la muestra prefiere que sea más rápido que el actual,
• otro
28 por 100, aprueba como correcto el que está percibiendo ahora,
• y un 21 por 100 se muestra partidario de imprimir un ritmo
más lento o de frenarlo.
Se identifica una significativa causalidad subjetiva en el fundamento
de las respectivas actitudes de aceptación y rechazo de las nuevas tecnologías
de la Información. Los niveles educativos y socio‑económicos (ambos de
importante interdependencia mutua) son los que más claramente condicionan y
explican tales actitudes. A medida que los citados niveles aumentan, más
frecuentes son las posturas de aceptación. En lógica contrapartida, éstas son
tanto más infrecuentes cuanto menores son aquéllos.
En
definitiva, la aceptación de las nuevas tecnologías depende, en buena parte, de
las posibilidades y capacidades de los individuos ‑y colectivos‑
para instrumentar (intelectual y/o económicamente) en su propio beneficio los
medios y potencialidades que sugieren las innovaciones tecnológicas.
Influye,
lógicamente, entre la población activa la percepción que se tiene del peligro
que corre el propio puesto de trabajo por causa de las nuevas tecnologías de la
Información. Así, entre los potenciales damnificados, el rechazo crece,
mientras quienes no se sienten amenazados muestran con mayor frecuencia su
aceptación.
Es poco
significativa, por el contrario, la influencia per
se, de la opiniones políticas o de las
identificaciones ideológicas. En este sentido y en general, podría decirse que
las nuevas tecnologías no tienen ideología política. Si acaso, señalar que
surgen tendencias particulares que, en uno u otro sentido, se
apartan del sentir general; se deben bien a la concurrencia
de diversos factores ‑educativos y socio‑económicos, sobre
todo‑ o bien, afectan más a la exigencia de controles a ejercer sobre el
proceso y al temor ante eventuales efectos no deseados, que a la valoración
global misma de las nuevas tecnologías.
Consecuentemente
y teniendo en cuenta aquella causalidad por una parte, y, por otra, que la
aceptación media ha sido del 61 por 100 para el conjunto de la población, puede
trazarse el perfil sociológico de quienes mejor valoran las innovaciones de
las tecnologías de la Información:
• población
masculina (67 por 100 de aceptación)
• entre
15 y 34 años (por encima del 70 por 100)
•
residentes en municipios de tamaño superior a los 50.000 habitantes (entre el
62 por 100 y el 72 por 100, según los tamaños concretos)
• con estudios equivalentes al
Bachillerato (74 por 100) o de superior nivel (84 por 100)
• en
general, «activos ocupados» (68 por 100) y «parados» (63 por 100); en particular,
los «cuadros medios y empleados (71 por 100) y los «empresarios y profesionales»
(88 por 100)
• pertenecientes a los status socioeconómicos medio‑medio y superiores
(desde el 69 por 100 en el tramo inferior, hasta el 88 por 100 en el más
elevado)
• quienes no temen perder su
puesto de trabajo por razones derivadas de las nuevas tecnologías de la
Información (74 por 100)
• interesados por objetivos
sociales de orden «post‑materialista» (77 por 100)
• de
cualquier ideología política, exceptuando la izquierda comunista y la derecha ultraconservadora y franquista.
El
perfil de los encuestados más propicios al rechazo de las nuevas tecnologías de
la Información, definido a partir de aquellos que superan la valoración
negativa media cifrada en el 21 por 100, es el siguiente:
• edades
superiores a los 44 años (25 por 100 y más)
• residentes en municipios rurales, semi‑rurales o urbanos de tamaño reducido (alrededor
del 25 por 100)
• con estudios primarios (26
por 100) e inferiores (30 por 100)
• población jubilada (26 por
100)
• agricultores (37 por 100)
• de status socio‑económico
«medio‑bajo» (24 por 100) y «bajo» (31 por 100)
• con objetivos sociales de carácter
« materialista», expresados por el deseo prioritario de «orden» y «mejora del
nivel de vida» (32 por 100)
• los ideológicamente afines a la
izquierda radical y comunista (alrededor del 28 por 100)
• quienes
creen que pronto perderán su trabajo actual por culpa de las nuevas tecnologías
de la Información (39 por 100) y aquellos que temen perderlo dentro de algún
tiempo por idénticas razones (26 por 100).
Desde un
plano más general, que supera la actitud puntual en relación
a la estricta coyuntura española de hoy, es prácticamente unánime (80
por 100), la opinión que interpreta las nuevas tecnologías de la Información
como un factor positivo, en sí mismo, para el progreso y el futuro de la
Humanidad.
En
realidad, este proceso tecnológico es percibido como inevitable e irreversible.
Se trata de la única salida. Para España es la oportunidad última para no
perder el tren del progreso, encabezado por el liderazgo nipón y
norteamericano.
Es este
carácter inevitable e irreversible el que da coherencia al discurso de la
aceptación tecnológica, a pesar de los temores que suscita. Son los temores a
eventuales pérdidas ‑laborales y personales‑, lo que impone la
necesidad de controles sociales sobre el proceso. Y ello es así, aunque para
una parte numerosa, de la opinión pública se considera
que la sociedad española actual no está preparada para garantizar el control y
prevenir los riesgos.
Contemplada
desde este punto de vista, la opinión pública se articula en cuatro tendencias
actitudinales, a propósito de las nuevas tecnologías
de la Información, siempre ejemplificadas y proyectadas por la Electrónica,
los Ordenadores, las Máquinas‑Robot, etc.:
• cerca del
20 por 100 considera incondicionalmente positivas las nuevas tecnologías de la
Información.
• alrededor
del 10 por 100 las considera positivas, necesitadas, sin embargo, de control,
respecto del cual cree que la sociedad española está preparada para ejercitarlo
eficazmente.
• Próximos al 50 por 100, son los
que convienen en la positividad de las nuevas tecnologías,
siempre que se las someta a un control para el cual entienden que España no
está preparada.
• El rechazo absoluto sólo es
sustentado por entre un 10 por 100 y un 15 por 100 de la población.
EXPECTATIVAS Y TEMORES
La
aceptación generalizada, por tanto, define las posturas ante la Sociedad de la
Información. Por inevitables e irreversibles, se aceptan las tecnologías y sus
consecuencias en la medida que son previsibles o teóricamente controlables.
Sin embargo, aparecen temores manifiestos en aquellas consecuencias en las que
la incertidumbre es lo que predomina.
La
racionalización sobre las expectativas deseadas que se produce cuando se reflexiona sobre el fenómeno convirtiéndolas en un
absoluto fundamenta la aceptabilidad de las nuevas tecnologías de la
Información, articulándose sobre dos conceptos básicos: progreso y eficacia.
La Información aparece como elemento indispensable para el logro de ambos
conceptos. El progreso como aspiración universal de la sociedad y la eficacia
como motor económico del progreso. A partir de tales premisas se configura una
serie de expectativas, más o menos ideales, que simbolizan las esperanzas más
positivas de los cambios inducidos por las nuevas tecnologías de la
Información.
Aquellas
expectativas se relacionan estrechamente entre sí:
•
superación de la crisis/recuperar el retraso histórico,
• acabar
con el paro transformándolo en ocio/el tiempo libre para el bienestar,
•
mejores condiciones de vida,
• acceso más igualitario a un mayor nivel cultural.
Las
posturas de aceptación aparecen como norma en el sector empresarial y en relación al marco de la empresa.
Se
valoran positivamente incluso los riesgos de algo que presenta poderosas
virtualidades y/o realidades, mientras que en otros ámbitos se incorporan
preferentemente condicionantes o matices a la aceptabilidad.
Esta
aceptación empresarial se explicita en varios datos relevantes:
• el 88 por 100 de los «empresarios,
ejecutivos y profesionales» valora favorablemente la introducción en España
de las nuevas tecnologías de la Información (27 por 100 por encima de la media)
• El 53 por 100 del grupo
empresarial se manifiesta partidario de acelerar el
ritmo de su desarrollo (14 por 100 más que la media)
• el 42 por
100 de estos consultados cree que las nuevas tecnologías crearán empleo a largo
plazo (16 por 100 por encima de la media).
Determinados
efectos en el proceso productivo y en la situación económica, directa o
indirectamente, son previsibles y creíbles para la mayoría de la población:
• El 75 por 100 de los entrevistados coincide en afirmar que las
nuevas tecnologías de la Información contribuirán a aumentar la productividad
• El 65
por 100 expresa su confianza en que los productos serán mejores; mejor hechos,
mejor acabados
• el 74 por
cien, opina que contribuirán a que el hombre trabaje menos horas y que tenga
más tiempo libre.
En
definitiva, el aumento de la productividad hace concebir la esperanza de más
tiempo libre. De ello, se deduciría tanto una salida al estancamiento
económico como a la situación de desempleo. Estas expectativas ‑que
ciertamente existen en el ánimo de la población‑ sólo serían realizables si se asegurara el control social sobre el proceso
tecnológico. Como se verá más adelante, la tendencia «natural» que se teme, de
no mediar tales controles, es el crecimiento del desempleo por causa de las
innovaciones tecnológicas. Dicho de otro modo, con control, el resultante
será un mayor tiempo libre para todos. Sin control, sólo cabe esperar el
tiempo libre de los parados y una variable influencia sobre el ocio de los
ocupados.
EL PARO, COMO PELIGRO
Las
nuevas tecnologías de la Información sugieren un. horizonte,
más o menos lejano, en donde se aprecia una mejora de las condiciones de vida.
Ello al menos afecta a un par de extremos:
• El 68
por 100 de los entrevistados confía en que las nuevas tecnologías de la Información
ayudarán a lograr una vida más cómoda y más fácil para las personas.
• un 60 por 100 de la muestra entrevé un futuro de hombres
más longevos y saludables, gracias a las aplicaciones de las nuevas
tecnologías en la Medicina.
El
acceso más igualitario a un nivel cultural creciente es una expectativa
sostenida por el 66 por 100 de los encuestados, gracias a las mayores
oportunidades de tiempo y medios disponibles.
Aunque
es cierto que la aceptación representa, mejor que el rechazo, las posturas
existentes hoy ante la Sociedad de la Información, también lo es que aparecen
varios aspectos del problema implicados negativamente, sea como reales o como
potenciales.
Los
fundamentos de tales actitudes resistentes se articulan, en primer lugar, en
torno a los temores al cambio y a sus efectos, a lo imprevisible que conlleva
el progreso y el avance tecnológico. En segundo lugar, debe señalarse el «paro», como resultado de la racionalización empresarial
y productiva y en tanto que consecuencia de la eficacia.
Los
temores generales más significativos en relación a la
Nueva Sociedad revelan profundas contradicciones del hombre con la máquina, en
su fisicidad y en su sentido de robot/inteligencia
artificial/máquina inteligente, activa y poderosa: deshumanización,
pérdida de comunicación, inducción a estilos de vida autónomos/aislados, miedo
al teclado, etc. Hay una particular reluctancia a situarse en un mundo de
máquinas y, en especial, a convertir el hogar en un espacio de incomunicación
entre sus elementos humanos:
• el 39
por 100 de los consultados piensa que las nuevas tecnologías de la Información
contribuirán a que las personas se comuniquen cada
vez menos entre sí, que se conozca a menos gente y que la gente esté más
aislada y más sola (el 33 por 100 opina lo contrario)
• el 60
por 100 de los encuestados valora negativamente un futuro donde el hombre haya
sido prácticamente sustituido en lo laboral por las máquinas (contra un 29 por
100 que lo juzga favorablemente)
• un 49 por
100 de la muestra se manifiesta partidario del trabajo «fuera» del hogar
(contra un 43 por 100 que lo hace en el sentido contrario).
El «teclado» ‑por ampliación también a pantalla
como abstracción sobre el televisor‑ representa y concita algunas de las
resistencias más profundas en la fisicidad de
adminículo de la rechazada máquina. Este aspecto negativo resulta el
contrapunto de la esencial necesidad de su aceptación: el teclado simboliza el
umbral de la nueva Sociedad de la Información.
El temor
a la manipulación a través del control del flujo de la información y a la
pérdida consiguiente de las libertades individuales y colectivas, se evidencia
en el 22 por 100 de las respuestas obtenidas en el sentido de que las nuevas
tecnologías harán «que el hombre sea cada vez menos libre, que la sociedad sea
menos democrática, porque unas pocas personas tendrán más medios para engañar,
dirigir y controlar al resto de la gente».
Sin
embargo, la opinión contraria, optimista, supera a la anterior: el 48 por 100
entiende que con las nuevas tecnologías, «el hombre será cada vez más libre y
la sociedad será más democrática sobre lo que pasa, sabrán defender mejor su
libertad y sus derechos, y podrán participar más directamente en los asuntos de
Gobierno».
El «paro», como consecuencia de las innovaciones
tecnológicas, articula el capítulo más consistente de rechazos. A pesar de que
el 73 por 100 de los consultados reconoce que aquellas están provocando la
aparición de nuevas profesiones, es considerable y decisivo el número de los
que piensan que su resultado más evidente es la generación de
• un 44
por 100 de entrevistados piensa que están literalmente quitando empleos,
• otro 28 por 100 opina que, aunque aquellas tecnologías estén
creando empleos, el número de los que destruye aún es mayor.
En definitiva,
las nuevas tecnologías, a juicio del 72 por 100 de los españoles, están
coadyuvando, al menos, al desempleo. Tales cifras sitúan al «paro» como primera
razón numérica del rechazo.
Es más:
el 61 por 100 de los encuestados cree que las nuevas tecnologías habrán creado, dentro de 10 años, más paro que empleo.
¿Qué
explica que a pesar de las dramáticas consecuencias que se prevén en el orden
laboral exista una aceptación predominante de las
nuevas tecnologías?
En
primer lugar, hay que señalar que ciertamente hay una aceptación generalizada,
pero condicionada y escéptica. Lógicamente, condicionada a aquellos controles
sociales ‑políticos y económicos‑ que tiendan a favorecer la
ampliación del tiempo libre como alternativa al incremento del desempleo.
En
segundo lugar, las nuevas tecnologías de la Información se perciben como configuradoras de un proceso inevitable e irreversible,
del cual la iniciativa pertenece a otras naciones y
de las que no es razonable distanciarse so pena de suicidio colectivo.
Por
último y en tercer lugar, la mayoría de la población no se siente, o no cree
que vaya a ser, «víctima» laboral potencial de las nuevas tecnologías de la
Información. Sólo el 6 por 100 de la población activa ocupada está convencido
de que perderá pronto su actual empleo por virtud de aquellas Otro 25 por 100
teme lo propio, pero a medio o largo plazo. Alrededor, pues, de dos tercios de
la población activa ocupada ‑e indirectamente de sus familias‑ no
esperan convertirse en sujetos damnificados.
LA CONVENIENCIA DE ACTUAR
Se puede
decir a modo de resumen que la sociedad española es más madura de lo que
pudiera pensarse en relación con las nuevas tecnologías de la información y que
el nivel de receptividad ante la sociedad de la información es alto. El hecho
de aceptar unas y otras y el de pensar que pueden ser utilizadas para resolver
algunos de nuestros males presentes, sin por eso olvidarse de los riesgos
implícitos en ellas y de la necesidad de controlarlas nos recuerda ese consenso
social que debe ser la regla de oro a utilizar en cuanto a los caminos a
emprender por la humanidad. Orientarnos hacia una sociedad de tecnología
avanzada debe ser materia de decisión social, sabiendo desde luego, que si se
elige por mayoría esta senda, habrá que respetar, hasta donde el bien común
permita, a las minorías que opten por otras alternativas.
Como hoy
se está comprobando, la sociedad tecnológica a la que muchos países se dirigen con conciencia de ello, es rechazada por grupos
diversos que vuelven a formas de vida primitivas. No sería extraño en este orden
de cosas, que la colonización del espacio, próxima frontera en el «ascenso» del hombre, de la que la sociedad de la información
puede que sólo sea el umbral, traiga consigo, por una especie de efecto de
acción y reacción, la vuelta de algunos hombres a las cavernas. ¿No ocurrió ya
este fenómeno en otras etapas de la evolución? ¿No son los peces miembros
antiguos de nuestra especie que optaron por descolgarse del proceso evolutivo?
Quien sabe.
El
hombre puede ser dueño de su propio destino, con las limitaciones que a ello
imponen procesos tan imparables y tan unidos a la esencia del hombre mismo,
como el crecimiento de la población y la posesión de un órgano como el
cerebro, generador de lo que llamamos racionalidad, cuya actividad es asimismo
imposible de frenar; a veces para su mal. Dentro de esos límites el hombre y su
sociedad son, como Ackoff ha dicho, sistemas con
propósito, o sistemas con capacidad «teleológica», que pueden establecer
objetivos externos a sí mismos y orientarse a su consecución. La sociedad de
la información puede ser uno de esos objetivos.
Algunos países como el Japón, lo están utilizando como tal sin ambages. La
sociedad de la información es para los japoneses un objetivo declarado y un
catalizador poderoso del cambio y de la evolución.
Por
supuesto que hay personas a las que no les gusta admitir la existencia de
grandes cambios ni denominar a un época con nombre
distinto del de otra. Las denominaciones no cabe duda
que son «muletas» lingüísticas, que, desde luego, no están escritas en la frente
de los hombres de un determinado tiempo ni aparecen impresas en el cielo con la
aurora boreal de un determinado día. Todo depende de si
queremos hacer cosas o no, de si a lo que nos enfrentamos es a resolver problemas
y tomar decisiones o simplemente es a resolver problemas y tomar decisiones o
simplemente a escribir «columnas» periodísticas con opiniones arbitrarias.
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