EL DIRECTOR GENERAL
18‑enero‑84
Señor Secretario:
Tengo el
honor de comunicarle que he recibido su carta del 28 de Diciembre de 1983, por
la cual, de acuerdo con el artículo 11, párrafo 6, de la Constitución, usted me
notificaba la retirada de los Estados Unidos de la UNESCO con efecto desde el
31 de diciembre de 1984. He notificado debidamente su comunicación al
Presidente de la Conferencia General y al Presidente del Comité Ejecutivo.
Además, he
solicitado la inclusión del siguiente tema en la agenda provisional de la
sesión 119 del Comité Ejecutivo, que tendrá lugar el 9 de mayo de 1984:
«Comunicación del Secretario de los Estados Unidos de América referente a su
retirada de la UNESCO».
Aunque no me
corresponde expresar opinión sobre una decisión soberana de su gobierno, no
puedo por menos que decir cuán profundamente lamento la retirada de la
Organización de uno de sus miembros fundadores, cuyas autoridades, educadores,
científicos e intelectuales de toda clase han aportado hasta ahora una
destacada y constante contribución al trabajo de la Unesco
a la vez que, sin duda, se han beneficiado ellos mismos de dicha cooperación.
Siempre he puesto énfasis en la necesidad de mantener la universalidad de la
Organización y he intentado, haciendo uso de todas las prerrogativas que están
en mi mano según la Constitución, y por la confianza depositada en mí por los
Estados Miembros, aconsejarles en el sentido de evitar una posible expulsión de
algunos de sus miembros de la UNESCO.
La decisión
de su gobierno de retirarse en el caso de hacerse efectiva, afectarla al mismo
principio de esa universalidad.
Le agradezco
la estima que me manifiesta así como sus palabras de reconocimiento relativas a
los esfuerzos que siempre he hecho en la Organización para conseguir resultados
satisfactorios de su trabajo.
Ya que Vd.
ha tenido la amabilidad de referirse a la reciente sesión de la Conferencia
General, permítame decirle cuánto he valorado la positiva contribución que la
delegación de los Estados Unidos, encabezada por el Embajador Edmund P. Hennelly, se esforzó
por realizar respecto a los trabajos de la Conferencia. El éxito del Embajador Hennelly al establecer un clima de confianza mutua con
numerosas delegaciones y su constante disposición al diálogo fueron, con
seguridad los medios necesarios para llevar a cabo una mejor comprensión de
algunos de los puntos de vista de los Estados Unidos, que así pudieron ser
considerados más ampliamente cuando se tomaron las decisiones finales.
Yo soy quien
más satisfecho está con este resultado ya que, desde que fui designado para el
cargo de Director General me he esforzado en ayudar a los Estados Miembros a
conseguir la mayor medida posible de acuerdos por medio del consenso, siempre
que han surgido controversias en el curso de las deliberaciones. Por ejemplo,
fue iniciativa mía la constitución en 1976 de un grupo de negociación, con
ocasión de la décimo‑novena sesión de la Conferencia General en Nairobi,
cuyo mandato ha sido regularmente renovado desde entonces.
Cada vez que
algún asunto le ha sido presentado, el grupo ha conseguido aproximar los
distintos puntos de vista y elaborar textos en los que se han conseguido
acuerdos unánimes de todas las delegaciones incluyendo la de los Estados
Unidos, los cuales siempre han tomado parte activa en las deliberaciones de
este órgano.
En la
clausura del debate sobre política general durante la vigésimo‑segunda
sesión de la Conferencia General que terminó el 29 de noviembre pasado, y
motivado por esta misma preocupación de conseguir el mayor grado posible de
consenso, sugerí, sobre la base de una propuesta de los Países Nórdicos, la
adopción de un presupuesto límite inferior al que yo había propuesto en un
principio y que había sido recomendado por el Consejo Ejecutivo. El presupuesto
adoptado fue de 430.657.000 dólares para los años 1982/83.
Esta, si no
estoy equivocado, es la mayor reducción que nunca se ha realizado en las
Naciones Unidas.
El pago
anual de los Estados Unidos, que fue de 49.790.000 dólares en el período 1981‑1983,
fue reducido por lo tanto a 43.087.500 dólares, lo que supone una disminución
de 6.702.000 dólares. Aún más, de acuerdo con las técnicas presupuestarias de
la UNESCO, una suma de 17.703.250
dólares o el 25 por 100 de la provisión para fluctuación de cambio en lo referente
a la parte VIII del programa y presupuestos adoptados para la
Conferencia General en su vigésimoprimera sesión
(1980), no será exigida a los Estados Unidos y esta suma se deducirá de su
contribución acordada. Así pues, el pago que se requiere de los Estados Unidos
para el primer año del bienio 1984‑1985 es de 25.384.250 dólares.
Como usted
bien dice en su carta, «la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación
son elementos esenciales para la Constitución de un mundo en paz».
Sinceramente
creo, no obstante, que se puede decir que, a pesar de las presentes
dificultades del mundo, el papel de la UNESCO y la tarea que lleva a cabo son
esenciales para la comunidad internacional en su conjunto.
En el tiempo
de transición, cuando todas las sociedades están sufriendo y sufrirán cada vez
más profundos cambios, es vital para la humanidad que exista alguna institución
para la coordinación y para la acción, donde todos los que piensan y trabajan
en las áreas de competencia de la UNESCO puedan razonar juntos, establecer
programas conjuntamente y llevar a cabo esos programas. La Organización se ha
esforzado en cumplir esta misión en interés de las comunidades culturales,
educativas y científicas con las que coopera, así como la gran mayoría de sus
Estados Miembros y pese a sus exiguos recursos.
Desde luego
ninguna institución humana es perfecta y nosotros mismos nos damos cuenta de la
necesidad de mejorar los métodos de planificación, programas, ejecución y
evaluación de las actividades de la Organización.
Con esta
idea hemos considerado constantemente los puntos de vista de quienes cooperan
con la UNESCO, tanto de los Estados Miembros como de las organizaciones
internacionales o privadas.
Con el fin
de intensificar el programa y de asegurar que es el adecuado para los problemas
tan cambiantes y para las necesidades de los Estados Miembros, así como para
los requerimientos de la cooperación internacional, la Organización comenzó
hace unos años a elaborar planes a medio plazo. Este proceso ha consumido
muchos esfuerzos y sus resultados iniciales fueron debidamente analizados, lo
que permitió a la Conferencia General de 1980, con la participación total y
entusiasta de los Estados Unidos, definir los métodos que pudieran ponerse en
práctica durante la preparación del plan a medio plazo 1984‑1989.
Como usted
sabe se efectuaron consultas a una escala sin precedentes. Como resultado, se
recibieron respuestas de los Estados Miembros, de 19 organizaciones
representando una gran variedad de comunidades educativas, científicas e
intelectuales. Fueron luego analizados, y se presentó un resumen al Consejo
Educativo. Estas consultas, a lo largo de las cuales fueron expresados multitud
de puntos de vista, constituyó la base principal sobre
la que, teniendo en cuenta las concordancias apreciadas, se elaboró el segundo
plan a medio plazo.
Este plan,
que definía los objetivos a conseguir y las estrategias a aplicar por la
Organización, y en sus áreas de competencia para el período 1984‑1989 fue
aprobado en la cuarta sesión extraordinaria de la Conferencia General celebrada
en París a finales de 1982 por unanimidad de la que los Estados Unidos formaron
parte.
Con relación
al programa bienal 1984‑1985, preparado en el marco del segundo plan a
medio plazo, la gran mayoría de los Estados Miembros destacaron su importancia,
la calidad de los conceptos que lo inspiraron y su concreción en objetivos de
reconocida prioridad. Es cierto que algunos de ellos, han considerado que
fueron necesarios mayores esfuerzos de concreción, en lo cual estamos de
acuerdo. La experiencia adquirida en la ejecución de la primera etapa del plan
hará posible la consecución de un notable progreso en este propósito.
En lo
referente a cuestiones presupuestarias y de administración, hay que recordar
que hasta el final del período presupuestario 1981‑83, el sistema
seguido ha sido el de presupuesto parcial. Con este sistema sólo se cubrió el
coste de la inflación registrada durante la primera mitad de dicho período
presupuestario.
En otras
palabras: para hacer frente a los efectos de la inflación registrados durante
la segunda mitad del período, el Director General se vio obligado, como en
ningún otro órgano de las Naciones Unidas, a realizar recortes sustanciales en
los gastos, particularmente en los salarios del personal, de forma que fuera
posible llevar a cabo el programa aprobado por la Conferencia General.
Esto se hizo
durante el período completo del primer plan, mediante una estricta
administración de los recursos humanos y financieros, pero también al precio de
una excesiva carga de trabajo para la mayoría del personal.
Muchas veces
he llamado la atención del Consejo Ejecutivo y de la Conferencia General sobre
esta anomalía que ha recargado notablemente el trabajo de la Secretaría. He
destacado frecuentemente la paradoja que supone el hecho de que los Estados
Miembros aceptasen presupuestos completos para todas las instalaciones de las
Naciones Unidas, pero no así para la UNESCO, sometiendo de este modo su
administración a una mayor incertidumbre que en las restantes organizaciones.
El objetivo de las técnicas presupuestarias ‑por ejemplo emplear dos
conjuntos de medidas correctivas para tratar separadamente los costes de la
inflación y los efectos de las fluctuaciones en el cambio del dólar‑ es
el de asegurar la mayor transparencia posible en el conjunto de los
presupuestos. Hay que destacar que gracias a estas técnicas la UNESCO, es
indudablemente una de las pocas organizaciones de las Naciones Unidas capaz de
entregar a los Estados Miembros después del cierre del presupuesto del período
finalizado, el superávit resultante de la plusvalía en el cambio del dólar
durante dicho período.
Asimismo me
gustaría recordar el hecho que, en su informe al congreso del 14 de septiembre
de 1979 titulado «los presupuestos y la programación de la UNESCO requieren
mayor atención por parte de los Estados Unidos», el Interventor General de los
Estados Unidos emitió la siguiente opinión: «Aunque las actividades de la
UNESCO no han sido estudiadas con detalle en el curso de la reunión
consideramos que sus métodos de administración son singulares y avanzados en su
comparación con otras agencias de las Naciones Unidas examinadas, y además, con
potencialidad para mejorar la efectividad de la participación de los Estados
Unidos a la UNESCO yen otras organizaciones internacionales...
Después de
efectuar un estudio más detenido de los procesos de planificación y
presupuestarios de la UNESCO, creemos que son conceptualmente correctos y que
permiten progresar hacia una mejor explicación a los Estados Miembros de los objetivos
del programa y de sus implicaciones financieras.»
Los procesos
de programación y presupuestarios a cuya valoración hemos aludido son
básicamente los mismos que los empleados en la preparación del programa y del
presupuesto aprobados por la Conferencia General en Noviembre de 1983. En su
carta hace también algunas valoraciones sobre la política general de la
Organización, de las que podría deducirse que han surgido ciertas «tendencias»
dentro de la UNESCO alejándola de los principios originales de su constitución,
que la organizacón tiende ahora a servir los
objetivos políticos de los Estados Miembros, más que los básicos de la
cooperación internacional, y que ello ha comprometido ciertos fines
fundamentales, tales como los derechos humanos y la libre circulación de la
información. Son los Estados Miembros, los cuales deciden las líneas
prioritarias de los programas y actividades de la Organización, quienes
tendrían que responder a estas observaciones.
La UNESCO es
una organización de Estados: las reglas y normas con las que actúa así como los
métodos de los que se sirve para tomar decisiones, por ejemplo su modo de
gobierno, están desarrollados en su Constitución.
Su órgano de
gobierno, la Conferencia General, está compuesta por
representantes de los distintos gobiernos. Fue por acorde decisión de los
Estados Miembros fundadores por lo que se deseó asegurar que una organización,
cuyo fin último es « contribuir a la paz y la seguridad», dispusiera de toda
la autoridad y eficacia necesaria. Los fundadores de la Organización también
consideraron esencial, sin embargo, el implicar estrechamente en esta tarea a
comunidades científicas, culturales y educativas de los Estados Miembros.
Consecuentemente
se establecieron tres grupos de previsiones: la creación de las Comisiones
Nacionales para la UNESCO, incluyendo miembros designados por su capacidad
personal, para asesorar a los gobiernos de los Estados Miembros sobre los
programa y actividades de la Organización; el establecimiento de relaciones de
cooperación con organizaciones no gubernamentales, relaciones que se han
incrementado en los últimos años; y las previsiones por las cuales « en la
elección de los miembros del Comité Ejecutivo, la Conferencia General se
esmerará en incluir personas competentes en las artes, las humanidades, las
ciencias, la educación y la difusión de las ideas, y cualificados por su
experiencia y capacidad para desempeñar las tareas administrativas del Consejo».
De hecho, el
texto original de la Constitución estipuló que «los miembros del Consejo
Ejecutivo ejercerán las facultades delegadas en ellos por la Conferencia
General, en nombre de la Conferencia en su conjunto, y no como representantes
de sus propios gobiernos.»
El gobierno
de los Estados Unidos fue uno de aquellos por cuya iniciativa se decidió en
1954 que los miembros del Consejo debería a partir de
entonces representar al gobierno del Estado al que perteneciera. El Consejo,
que había sido constituido por personalidades independientes del mundo
intelectual a los cuales los fundadores de la UNESCO habían querido conferir la
máxima libertad posible de opinión y de acción frente a sus gobiernos, perdió
entonces una de sus características fundamentales. El hecho de que la UNESCO
sea una organización de Estados y de que sus cuerpos gubernativos sean
intergubernamentales, explica por qué los debates sobre los delegados de los
Estados Miembros reflejan distintos puntos de vista y distintas perspectivas
sobre el mundo.
Este fue el
caso de los debates sobre la actitud y las medidas a adoptar por la
Organización en relación con la Guerra de Corea, o en las investigaciones
llevadas a cabo por el Loyalty Board
de los Estados Unidos a los Miembros americanos del personal de la UNESCO.
En órganos
formados por representantes de los Estados Miembros los delegados que algunas
veces expresan puntos de vista opuestos, pueden esforzarse en ganar aceptación
para aquellas posiciones que sirvan mejor a los intereses nacionales. Esto hace
que lo más importante sea encontrar un terreno común en el que pueda
conseguirse el consenso.
En cualquier
caso habría que distinguir entre los puntos de vista expresados por los Estados
Miembros individuales, o por grupos de Estados Miembros, y las actividades de
la Organización misma, cuyo sentido ético le indica que debe superar las
ideologías particulares, aunque no las ignore. Como jefe de la delegación de
los Estados Unidos en la vigésimosegunda sesión de la
Conferencia General, el propio mr. Edmund P. Hennelly, recordó durante
el debate sobre política general, que «esta distinción entre lo que nosotros
discutimos como gobernantes, y lo que esperamos que haga esta Organización, es
crítica y muy a menudo.» En efecto, esta distinción es
frecuentemente olvidada por quienes critican a la UNESCO, los cuales atribuyen
a la propia Organización puntos de vista específicos expresados por un delegado
representante o gobierno en particular. En lo que se refiere a la propia
Organización, la forma en que se ha determinado las líneas de su política
general y de sus programas excluye, en mi opinión, cualquier posibilidad de
servir otros intereses que no sean los de la comunidad de Estados Miembros en
su conjunto. Como Vd. sabe la gran mayoría de las decisiones tomadas por la
Conferencia General desde 1976 , han sido alcanzadas
por unanimidad; en otras palabras las actividades
llevadas a cabo por la Organización no han sido decididas por una mayoría de
los Estados y olvidando los puntos de vista de la minoría, sino por todos los
Estados representados. Esto, lejos de debilitar la autoridad de la UNESCO, lo
que ha hecho es reforzarla, por la simple razón de que ha sido posible por
haber recurrido, a lo largo de todos estos años, a la coordinación y al diálogo
siempre que ha sido posible, reduciendo tensiones y confrontaciones
ideológicas, y hallando unas bases comunes en las que fundamentar la acción.
Es cierto
que en los treinta y siete años transcurridos desde su fundación, ha podido
haber algunos cambios en los temas de preocupación inmediata de la UNESCO, y en
la importancia asignada por la Conferencia General a ciertos aspectos particulares
de los programas adoptados. El hecho es que la sociedad internacional ha
experimentado cambios inmensos como resultado de la descolonización y del
acceso a la independencia de los pueblos de las antiguas colonias y su
integración en la vida internacional. El número de Estados Miembros de la
UNESCO han pasado de 28 en la fecha de su fundación,
principalmente paises occidentales, a los 161
actuales. Los pueblos representados por estos nuevos Estados Miembros
pertenecen a las más variadas culturas y tradiciones espirituales, y sus
situaciones sociales y económicas difieren enormemente.
Estos
pueblos han enriquecido a la Organización con su diversidad, pero también han traido con ellos sus propios temas de preocupación. Es
misión de la UNESCO ayudarles a resolver sus problemas con el fin de logar sus «objetivos de paz internacional y de bienestar
de la humanidad», una humanidad que por fin ha encontrado sus verdaderas
dimensiones. El nuevo elemento cuya naturaleza fundamental tal vez no halla
sido suficientemente apreciada es este: los países más desposeídos se han dado
cuenta de la importancia básica de la afirmación de su identidad cultural en el
proceso de tomar plena posesión de su reencontrada dignidad.
También se
han dado cuenta de que ninguno de los principales problemas a los que se
enfrenta pueden ser resueltos adecuadamente sin el
necesario desarrollo de la educación a todos los niveles, una asimilación más
sólida de la ciencia y la tecnología, y sin un aumento de su potencial en los
diversos campos de la información y la comunicación, dada la amplitud con que
las técnicas de la comunicación están afectando, y afectarán cada vez más,
tanto a la vida de los individuos como de las sociedades.
A pesar de la gran diversidad de pueblos actualmente
representados en la UNESCO y de las divergencias de puntos de vista que
conllevan las considerables diferencias de sus tradiciones, estructuras,
situaciones económicas y sociales, así como sus diferentes necesidades, no creo
que se pueda citar un sólo caso en que las actividades propuestas por el
Director General, a los programas adoptados por la Conferencia General hayan
incluido ningún concepto contrario a los ideales enunciados en la Constitución
y más especialmente al «respeto universal por la justicia, observancia de las
leyes y por los derechos humanos y libertades fundamentales para todos los
pueblos, sin distinción de raza, sexo, lenguaje o religión, proclamadas en la
Carta de las Naciones Unidas. «Nada, ni en los textos en el Plan a Medio Plazo
1984‑1989, ni en el Programa y Presupuesto para 1984‑1985 creo que
se oponga a esos principios. Ninguna expresión puede hallarse en esos textos
que contradiga la Declaración de los Derechos Humanos; no hay una sola línea ni
una sola acta en que la Organización como tal haya asumido responsabilidad alguna
que pueda interpretarse como justificativa o como promotora de la restricción
alguna al completo e íntegro ejercicio de los derechos humanos o al principio
de la libre circulación de la información.
Es
tranquilizador advertir con el Embajador de los Estados Unidos en la UNESCO, la
atmósfera de entendimiento, moderación y sentido común que caracterizó los
debates en la última sesión de la Conferencia General y de la unanimidad con
que fue adoptada la mayoría de sus decisiones.
En la
clausura de la vigésimo‑segunda sesión de la Conferencia General y
hablando en nombre del grupo de Estados Occidentales que, como ella resaltó,
estaba fuertemente identificado con los ideales fundacionales de la UNESCO, mrs. Gerard manifestó:
«Podemos estar orgullosos por el trabajo y por muchas de
las realizaciones logradas por esta Conferencia General. Esto se ha conseguido,
en muchos casos, mediante acuerdos logrados en temas en lo que dichos acuerdos
no siempre han sido fáciles de conseguir. Más importante es, como yo creo y
deseo, el que hayamos preparado el terreno para la mayor eficiencia y efectividad
de los programas de la UNESCO, programas que deben servir a las necesidades
intelectuales y prácticas de todos los Estados Miembros, y que sin duda
conllevarán el apoyo de los Estados Miembros para las grandes tareas de la
Organización.
A menudo
durante esta Conferencia, hemos tomado decisiones por unanimidad. Cuando tantos
Estados llegan a un acuerdo común a través de una discusión razonable de los
asuntos tratados esto representa, en verdad, algo de gran valor.»
En
conclusión, Señor Secretario, no puedo menos que expresar el deseo de que su
gobierno, después de reconsiderar la situación en su conjunto, decida
permanecer en la UNESCO y continúe ofreciendo a la Organización su cooperación
plena y entusiasta.
Ello
mantendría la universalidad de la UNESCO, que es el ideal al que aspiran todas
las instituciones de las Naciones Unidas. Deseo asegurarle que, por mi parte,
estoy dispuesto a prestar mi más completo apoyo por la consecución de ese
objetivo.
Afectuosamente
Amadou‑Mathar M'Bow.