Signos Teoría y práctica
de la educación , 21 Abril - Junio de 1997 Páginas 6-11 ISSN 1131-8600
De la escritura al
hipermedia
Jose Manuel Perez Tornero
Tal vez no se pueda
demostrar, pero probablemente el primer lenguaje de la humanidad fue gestual. Una
señal de la mano intentando así a algún objeto, una dirección de la mirada o un
movimiento del cuerpo pudieron servir como soporte material para las primeras
convenciones comunicativas . El lenguaje oral no pudo desconectarse, en sus principios, de
la gestualidad . El aquí y ahora del lenguaje de los gestos fueron también las
circunstancias de la oralidad, una oralidad que inicialmente siempre se sostuvo
en la interacción conversacional. De ahí que los actos de comunicación
presentasen una fisicidad precisa y que dispusiesen de una materialidad
inmediata y natural en la que apoyarse. Lo oral, en una voz; lo gestual, en un
cuerpo. Y esto les otorgaba un tiempo y un espacio que implicaba a emisores
y receptores por igual.
Una nueva conciencia
del lenguaje
Todo cambia con los
procesos de mediación. Los medios son soportes que registran o representan y
trasladan signos y lenguajes preexistente ( McLuhan , 1995) . Alteran, pues,
las condiciones de tiempo y originales . Lo oral es atrapado por la grafía de
la escritura , mientras lo gestual lo es, en su caso , por la pintura o el dibujo.
Algo se pierde y algo se gana en este proceso de mediación. Se gana en alcance
espacial, el dominio del tiempo, en distanciamiento y en conciencia de los
usuarios sobre sus propios lenguajes. Se pierde, en cambio, en inmediatez,
el realismo, en presencia. La mediación introduce la ausencia del sujeto en la
situación de comunicación y potencia el sentimiento de autonomía e
independencia del mensaje, en definitiva del signos binomio medio/ signos.
Pero lo que, sobre todo,
cambia con la mediación es la conciencia del sujeto sobre el lenguaje que usa. En
un momento de oralidad y gestualidad
inmediatas , es difícil separar la expresión de quien se expresa y el
signo de su ejecutor. Entonces es difícil que el sujeto disponga del grado de
reflexión necesario como para adquirir conciencia de los procesos y estructuras
del lenguaje que está usando. Si el mensaje y, en consecuencia, el lenguaje no
se percibía como autónomo ¿ de que forma se iba a construir sobre el un saber
abstracto y preciso?
Muy probablemente fue la
escritura la mediación más importante de que iba a disponer el lenguaje oral
para fomentar un grado de conciencia suficiente sobre el lenguaje verbal. Esto
supuso para lo verbal la mediación distanciadora. Las palabras quedaban
inscritas en un texto. Su carácter efímero y ocasional se trascendía y se
alcanzaba un cierto grado de fijación y de permanencia con el tiempo. Con la
escritura se recrean nuevas situaciones de comunicación. Ya no hay un aquí y
ahora único y obligado para emisor y receptor. Los textos escritos permite otras
relaciones, otros espacios y otros tiempos. Separan emisor y receptor, pero, a
la vez, separan a estos del mensaje de lenguaje.
Y, sin embargo, el
carácter mediador de la escritura -que en términos comunicativos es notorio - no
se llega a apreciar suficientemente desde un punto de vista lingüístico. Se tiene la sensación de que
se está ante el mismo fenómeno. Y justamente por ello se produce entonces un
deslizamiento teórico-metodológico que ella es ya histórico y endémico: la
identificación del lenguaje verbal - del Lenguaje con mayúsculas - con el
lenguaje oral escriturado.
Quienes estudian el
lenguaje - desde los gramáticos a los lingüistas, incluso los analistas del
discurso - operan desde hace tiempo como si fuese lo mismo estudiar el registro
escrito del lenguaje - además no cualquier escritura, sino la escritura
alfabética en concreto - que el lenguaje verbal en sí mismo.
¡ Cuántas confusiones y
simplificaciones hay en ello! primero se piensa que lenguaje verbal es sólo
oral y se abandona toda la consideración por aquello que lo rodea y lo completa
( o lo recrea) : lo gestual, el entorno objetual, el vestido e infinidad de
semióticas que se sincretizan con lo oral Segundo, más allá, se tiende a confundir lo oral con la escritura;
¡ como si la escritura transcribiese de un modo cristalino y transparente todos
los elementos de la oralidad ! En tercer lugar, finalmente, se desplaza la
atención desde la situación de comunicación original - la que más arriba hemos
dicho que tenía una físicidad determinada y una materialidad concreta - a la
nueva situación creada por escritura que es, siempre, sin embargo, una
comunicación mediada, distante.
La mediación entonces, se
hace invisible para muchos investigadores y estudiosos y desaparece del foco de
atención. La ecuación, reconocida es más o menos, la siguiente: lenguaje =
palabra= escritura. Estudiar el lenguaje es, por tanto, analizar la escritura.
Cuando los estudios
lingüísticos en las universidades o en las aulas se está potenciando esta
ecuación en realidad no se está estudiando el lenguaje verbal, sino la
literatura gráfica, la producción de sentido generada por la escritura y en
función de su mediación específica. Se está abandonando, por tanto, la
consideración de la comunicación y del lenguaje en sentido estricto y amplio.
La competencia
comunicativa.
Lo que será denominado
competencia comunicativa casi nunca ha dejado de estar referida al lenguaje
oral y a su versión escrita (Cf Hymes, 1972) . Por ellos se ha relacionado con
las capacidades semánticas y sintácticas del lenguaje verbal pero ,sobre todo,
a aquellas que se traslucían en la escritura. En este sentido lo que ha sido un
proceso derivado de una simplificación metodológica se ha convertido en un
axioma científico. Un axioma que, en cierta manera, ha fundado la práctica de
la lingüística y de análisis del discurso. De esta manera se ha considerado,
que el centro del lenguaje verbal - pero muchas veces del Lenguaje, es la
oralidad escrita.
Esto ha tenido
consecuencias positivas y negativas . Entre las positivas, la más importante es
la siguiente: hemos podido adquirir un conocimiento sistemático y explicativo
del lenguaje en la medida en que hemos objetivao- mediante su registro que
empírico - su estudio. Entre las negativas, la más importante: hemos otorgado
al lenguaje escrito una centralidad en el hecho lingüístico muy discutible.
El dominio de los
textos.
En realidad, La
centralidad del lenguaje no es sólo una opción teórica. De hecho, los textos
ganaron mucho espacio social y mucha fuerza en virtud de su multiplicación y
abundancia. En definitiva, gracias a la imprenta.
El mundo social se
convirtió, de este modo, en un tejido textual. Se multiplicó el flujo de información
que tenía como soporte el papel impreso, antes había sido el pergamino -, la
humanidad empezó existir, o a representar su existencia - mediante los libros.
Y con ello el lenguaje oral - que un día fue central y clave - retrocede ante
la impreso. Cambian, así, las sensibilidades, las psicologías y hasta las
mentalidades. En cierta forma, la profecía teórica de la centralidad de lo
escrito - latente en la gramática y en la lingüística - se autocumplía en la
materialidad social y histórica. El tejido textual y libresco, estaba
construyendo la comunicación a su medida. Era el nuevo formato de la
existencia.
Tiempo, espacio y
sintaxis sígnicas se hacen textuales, o sea verbo-gráficas ni lineales, como
lo es el renglón de la escritura. La mediación de lo escrito a altera las
condiciones de la memoria, del acceso al tiempo y de la distancia. Vivimos -
desde hace tiempo - La era de los textos, bajo su dominio y en el entorno de
sus rituales específicos.
Pero con el paso del
tiempo surge una nueva escritura, si la podemos llamar así. A través del
dibujo, la pintura, la fotografía, el cine y el vídeo aparecen nuevas formas de
mediación y de registro de los lenguajes que el desarrollo del texto había
olvidado y hecho desaparecer - de algún modo había convertido en un cuasi
invisibles. Son los lenguajes del cuerpo, los no verbales, los gestos, los espacios
vividos, la
iconicidad y sus abstracciones y convenciones... Miriadas de lenguajes que
formaban y forman parte de la comunicación.
Por el impacto de estas
nuevas mediaciones, por su extensión y por su fuerza, lo textual empieza a
retroceder socialmente. Nos estamos refiriendo menos a la lectura - que en los
últimos siglos nunca ha dejado de aumentar su peso social -, como al hecho de su
centralidad cultural y a su cuasi monopolio comunicativo. La esfera pública se
halla hoy plena de mediaciones icónicas, gestuales, visuales, espaciales ( Cf
Debray , 1994) . La comunicación y la imaginación se basan en cada vez más en
ellas. También los procesos de control y de clasificación del mundo son cada
vez menos verbales y más icónicos. La identidad personal que se ha basado en los
nombres y en las palabras se empieza a basar en las apariencias y en la imagen. Los
ordenadores las pueden registrar y reconocer; no en vano están aprendiendo a
identificar caras y voces. Las crónicas y la historia se practica de modo
audiovisual con menor mediación del texto escrito. El teléfono sustituye a la
escritura y el futuro del correo electrónico será audiovisual. Los escáner y
los vídeos confieren cada vez más peso a lo icónico. La televisión es la más
potente narradora de historias en la actualidad (Pérez Tornero, 1994).
Pero el gran cambio está
en sus inicios. La digitalización (de cualquier tipo de información) está
abriendo enormes posibilidades de codificación y manipulación de los lenguajes
que hasta hoy eran bastante inaccesibles al control y al análisis humano, es
decir, de aquellos que están más allá de la palabra (Negroponte, 1994). Con
ello ganamos conciencia sobre estas nuevas semióticas, nos distanciamos -
como en su día hicimos con el lenguaje oral - y adquirimos mayor reflexión
sobre nuestras conductas comunicativas... Pero , sobre todo, está
surgiendo una nueva escritura, la escritura de las imágenes.
Si consideramos la suma
de reflexión y conciencia que se ha conseguido y añadimos a ello la
operatividad que da la recién estrenada posibilidad sistemática de manipulación
de esos nuevos lenguajes, podemos hablar del surgimiento de una nueva
comprensión, de una nueva racionalidad lingüística. El concepto de competencia
comunicativa puede, por tanto, extenderse y emplearse.
Si reducimos el concepto
de competencia lenguaje verbal descrito, dejaremos de prestar atención a los
cambios más sustanciales de nuestra época, estaremos usando una teoría
retroactiva que explicará los fenómenos de ayer y nos oscurecerà el reconocimiento de
los actuales y, sobre todo, de los futuros.
Requerimos, por contra,
un concepto de competencia comunicativa ampliado en, por lo menos, dos
sentidos: a) tiene que estar referida a diversas semióticas - podríamos
hablar, pues, de competencia semiólógica; y b) debe tener en cuenta, al
mismo tiempo, los diferentes procesos de mediación, no sólo los
libresco/textuales.
La nueva escritura
icónica
¿Qué tipo de escritura es
la que surge hoy en día de la mano, sobre todo, de la digitalización de la
imagen?
El iconismo tradicional,
(el de la fotografía, el dibujo y la pintura realista, la película de cine o el
vídeo) se basaba en la correspondencia entre el objeto representado y su propia
representación. La posibilidad de manipulación humana ante un objeto-modelo era
poca. Se podía elegir el encuadre, el punto de vista, y resaltar o exagerar
algunos rasgos de la composición de la figura. Poca libertad, a fin de cuentas.
El dibujo o la pintura no
figurativas introducían ya un proceso de distanciamiento con respecto a la
realidad y con respecto a la misma operación de representación. No había ya que
asumir nada externo. Se plasmaban las percepciones. las imaginaciones o incluso
las alucinaciones de la persona; o, en todo caso, se desrealízaba el
objeto modelo hasta convertirlo en una figura más racional -más intelectual-
que real. Así, el campo de libertad aumentaba considerablemente, tanto que se
podía incluso simular la realidad creando figuras inexistentes y produciendo
mundos posibles semejantes a la realidad pero ficticios...
Pero atendamos a las
limitaciones de este proceso. Era trabajoso, lento y dependía de la habilidad de
una persona. Cada acto creativo era único y difícil. Y, pese a todo, la
sensación de realidad que provocaba en el espectador era siempre deficiente.
Sin embargo, cuando
aparece la posibilidad de manipular y construir imágenes mediante procesos
digitales la situación cambia radicalmente. Surge entonces la posibilidad de
crear mundos posibles - cercanos a la realidad o no - mediante la ayuda de los
ordenadores, ahorrando tiempo y evitando las dificultades y trabajos que
conllevaba hasta ahora el estilo artesanal. La sensación de realidad de estos
mundos posibles nuevos no deja de aumentar con el paso de los años y es
probable que pueda ser muy grande al cabo de una década o de menos. La
facilidad con la que se manejan los recursos del tratamiento gráfico de la
imagen hacen que éstos sean accesibles a infinidad de personas. Y, en conjunto,
la circulación de los mensajes producidos por estos procedimientos se
multiplica. En consecuencia, son más las personas que adquieren conciencia de
las posibilidades de los nuevos recursos visuales y mayor el grado de
objetivación de un sistema -el de la representación y de la construcción
icónica- que hasta ahora se había mantenido en los ámbitos de la intuición y
casi de la magia. Dentro de poco resultará tan sencillo, o casi , comunicarse
mediante la combinación de imágenes que los discursos - cualquier tipo de
discurso -ganarán una proporción icónica muy considerable.
La digitalización de la
imagen está propiciando la consolidación de una escritura que juegue las mismas
funciones que la escritura alfabética jugó en su día respecto al lenguaje oral.
Sirve la digitalización, como antaño sirvió aquella escritura, para segmentar
el continuum de la representación, para poner de relieve sus estructuras
-que son en gran parte perceptivas-, para potenciar el modelo de mediación que
va asociado a la transmisión de imágenes icónicas -como en su día la escritura
potencio la mediación del libro-. Sirve también para extender una nueva
competencia comunicativa que revisa la hasta ahora dominante, es decir, la
textual.
La nueva escritura
icónica está dando paso también a la aparición de una nueva forma de
abstracción (Levy, 1991), con lo cual esa especie de privilegio atribuido a la
escritura, la capacidad de abstraer, se está perdiendo a ojos vista.
La abstracción propia del
lenguaje era la que se basaba en la correspondencia entre las palabras y
conceptos. Las palabras señalaban y constituían las clases y los tipos, es
decir, las categorías, a partir de la combinación de semas en sememas; o sea,
de rasgos semánticos combinables, Las nuevas imágenes permiten la abstracción
mediante la esquematización, reducción y simplificación de los objetos
representados. De este modo, los esquemas se convierten en los elementos claves
de una nueva racionalización. Llegan a ser modelos perceptivos casi tan
potentes desde el punto de vista de su capacidad de constituir categorías como
los sememas lo han sido en el lenguaje verbal.
De hecho, la
esquematización siempre ha existido como pauta de abstracción de los objetos
reales y como instrumento para construir categorías. Pero lo que ahora está
sucediendo es que estos procedimientos de abstracción están siendo
codificados y permiten su asimilación y su uso por un sinfín de
individuos. De ahí que estén constituyendo, poco a poco, un lenguaje cada vez
más accesible y manipulable
La nueva situación de
mediación
Con esta escritura y
estos nuevos medios que le acompañan se consolida una situación de comunicación
muy diferente a la propiciada por el texto escrito. Los denominados hipermedios
- que se expanden en redes multimedia - representan la nueva situación.
Los textos tradicionales
eran secuenciales y lineales. postulaban una dirección y un recorrido de
lectura. Marcaban además una dinámica temporal y espacial específica y
establecían una distancia determinada entre receptor y emisor. Poco de todo
ello permanece (Cf. Landow, 1995).
Los hipermedia son
como el reverso de la moneda. No permiten un recorrido, sino muchos. Su
estructura difícilmente reconoce un sólo sentido que permita establecer un
principio y un fin, más bien es laberíntica y probabilística. Además, están
conectados a redes de tal extensión y capacidad que están construyendo un
tiempo global que parece
simultáneo y real y que, de hecho está anulando a los tiempos con que la
humanidad ha forjado su historia hasta el momento. El contacto entre emisor y
receptor que, aunque distanciado, permitía el texto queda ahora a expensas de
una interactividad poliédrica que se juega no sólo en el eje de la enunciación,
sino en relación con el mensaje y con su entorno intertextual. Finalmente, no
hay predominio de lo escrito sino convergencia de muchos lenguajes y signos ,
hibridación y mixtura.
Texto e hipermedia son,
pues, dos estadios de una evolución. Marcan dos soportes privilegiados de fases
culturales diversas y señalan dos tipos de competencias diferentes. Una que
podemos llamar textual, la otra que deberíamos denominar hipermedia. La nueva competencia hipermedia seria, por tanto, la combinación de
una capacidad sobre múltiples lenguajes que convergen y , al mismo tiempo, la
destreza para gobernarse en una situación de comunicación que construyen las
nuevas redes telemáticas multimedia.
A la teoría de nuestro
tiempo le corresponde teorizar la nueva competencia.
Una nueva enseñanza
del lenguaje
A la educación de nuestro
tiempo le toca incorporar a sus prácticas y a sus teorías este nuevo concepto
de competencia. Las clases de lengua -que con frecuencia se han plegado más de
lo debido a los anticuados planes de estudio oficiales y, cómo no, a los
ternarios de las pruebas de selectividad- han sido tradicionalmente escriturocéntricas
, por un lado, y obsesivas con el tema de la morfología y la sintaxis,
por otro. A juzgar por su insistencia, hablar debe consistir apenas en hilar
relaciones sintácticas que quedan recogidas en frases escritas, que luego
pueden ser convertidas en arbolítos o en figuras analíticas semejantes.
De este modo, los estudiantes aprenden -o deberían aprender- a distinguir
sintagmas, núcleos, predicados, determinantes, etc. También deberían ser
capaces de reproducir los "arbolitos" hasta la saciedad o de conocer al
dedillo la metafísica de los valores morfológicos y sintácticos de partículas
tan singulares como "se"... Más allá de ellos, algunas nociones de
semántica formal: sinonimia, polisemia, campo semántico... Apenas más. Es
decir, atracón de sintaxis escriturocéntrica, empacho de morfología y atisbos
de semántica. Nada de pragmática, nada de usos de lenguaje, nada, en
definitiva, que recuerde la vitalidad del lenguaje.
Las consecuencias no se
hacen notar: los estudiantes piensan que la gramática es algo aburrido y que el
estudio del lenguaje es sólo gramatical. No llegan asociar el lenguaje con la
realidad de su práctica comunicativa cotidiana,.. Y el distanciamiento con la
asignatura crece y crece.
Un concepto de competencia
comunicativa más integral -es decir, más sujeta a los hechos y menos a los
preconceptos- podría modificar las prácticas docentes. Los docentes
presentarían a los alumnos el estudio de una comunidad empírica plural: la
comunicación verbal, la no verbal, los factores ligados a la situación de
comunicación, a la realidad material y cultural, a los problemas reales de
interpretación... El lenguaje se explicaría como una práctica y podría
introducirse en ella la experiencia vital de los alumnos.
En consecuencia, el
estudio del lenguaje -enfocado desde este punto de vista- no sería sólo
gramática, ni siquiera lingüística. Debería integrar las aportaciones de la
teoría de la comunicación, de la semiología. del análisis del discurso. de la
mediología, de la sociología del lenguaje, de la etno-metodología, etc. Es
decir, sería un estudio interdisciplinar, o sea, lo que nunca debería dejar de
ser.
No estamos proponiendo introducir un nuevo galimatías disciplinario en la asignatura de Lengua. Ni mucho menos. En realidad, las nociones que se pueden conjugar, aún proviniendo de diferentes disciplinas, son básicas y fáciles de asimilar. Lo que pretendemos es volver a situar el estudio del lenguaje en un enfoque más provechoso, empírico y práctico. De este modo, ganaremos en amplitud de miras y empezaremos a reconocer nuevos lenguajes que no son sólo verbales y que utilizamos en nuestras prácticas diarias:el lenguaje de la imagen, de las formas y los espacios.
Reconoceremos, también, la función de las
mediaciones y sus consecuencias. Y, en general, los procesos de comunicación
nos resultarían más accesibles y comprensibles.
Un concepto ampliado y
renovado de competencia comunicativa se corresponde mejor con una
sociedad mediática como la que nos toca vivir. El lenguaje, los lenguajes, son
vehículos de expresión, comunicación y medios de racionalización,
independientemente de si su sustancia es oral o gráfica, más allá de que sus
unidades sean palabras o cualquier otro tipo de signos. Si tradicionalmente,
hemos prestado más atención al lenguaje verbal y escrito es, probablemente, por
su trascendencia -que nadie discute- en nuestra cultura y en la constitución de
la misma humanidad. Pero es también por razón de inercia académica y por las
características particulares de los medios de que disponíamos socialmente:
preferentemente los relacionados con la imprenta. Si ahora, con las
transformaciones en las telecomunicaciones, con la informática y con los
progresos tecnológicos, disponemos de nuevos medios, hemos avanzado en la
digitalización de las señales, en la construcción de programas de generación de
imagen y de escritura audiovisual, ¿por qué perder la oportunidad de incorporar
todos esos lenguajes a la reflexión y al estudio?
Precisamente una sociedad
de la información, a la que nos estamos aproximando a pasos agigantados, exige
una nueva alfabetización basada en los nuevos medios y en los nuevos lenguajes.
La escritura y la lectura no sólo conservan, sino que acrecientan su
importancia en la actualidad. Pero, en paralelo, crece la urgencia de reconocer
el fenómeno de la comunicación y la expresión en su realidad integral. Y a ello
deben dedicarse los mejores esfuerzas de los centros de enseñanza.
Articulo publicado en la
revista Signos .
(*)José Manuel Pérez
Tornero es
director del Gabinete de Comunicación y Educación de la Universidad Autónoma de
Barcelona y profesor de Teoría de la Comunicación y de Semiótica (teléfono de
contacto: 93-674 73 43).
Referencias
bibliográficas
DEBRAY, R. (1994): Vida
y muerte de la imágen. Barcelona. Paidós.
HYMES, D. (1972): "On communicative competence", en J.B.
Pride y J. Holmes, eds., Sociolinguistics. Harmondsworth. Penguin
Books
LANDOW, G. P. (1995, Hipertexto.
La convergencia de la teoría crítica contemporánea y la tecnoloRía. Barcelona.
Paidós.
LEVY, P, (1991): L'
ideographie dynamique. París. La Decouverte
MCLUIL&N. M. (1995): Para
comprender los medios. Barcelona. Paidós
NEGROPONTE, N. (1995): El
mundo digital. Barcelona Ediciones B.
PÉREZ TORNERO,J. M. (1994):
El desafio educativo de la televisión. Barcelona. Paidós.