Signos . Teoría y práctica
de la educación 20,página 3 Enero Marzo 1997 ISSN 1131-8600
Editorial
Desde hace algún tiempo,
en algunos institutos de enseñanza secundaria, se oyen algunas voces contrarias
a la presencia en las aulas de esos alumnos que manifiestan con su escaso
interés por el aprendizaje escolar y con una conducta a medio camino entre la
apatía y el conflicto un claro rechazo a lo que el mundo de la educación les
ofrece y en consecuencia una evidente inadaptación a la vida cotidiana de los
centros escolares. ¿Quiénes son esos alumnos de doce a catorce años que alteran
de tal manera el orden académico y dificultan el trabajo pedagógico del
profesorado?¿Estamos asistiendo a la invasión sin tregua de unas hordas de
(pre)adolescentes especialmente insoportables y violentos?¿Es el momento de
volver, corno defienden algunos, a las épocas en que las instituciones
escolares excluían a quienes can su actitud indiferente o desafiante transgredían
el orden establecido en las escuelas e institutos y al castigo incluso físico
como método exclusivo de corrección de estas conductas?
Quienes estudian el
comportamiento de los grupos antropólogos, sociólogos, psicólogos sociales...
saben la conducta de as personas casi nunca es una tendencia innata a actuar de
determinada manera sino es resultado de la influencia de
diversos,factores (socioculturales, ,familiares:; económicos... ) que nos
ayudan a entender las actitudes que manifiestan esas personas en los
diferentes ámbitos de su socialización entre ellos, el educativo. .(como
interpretar, en consecuencia. esas actitudes de indiferencia y de hostilidad en
las generaciones de adolescentes que acuden a los centros de educación
secundaria?
Era primer lugar,
conviene no olvidar que la educación obligatoria no es el limbo de los justos
ni el templo sagrado al que sólo accede una minoría selecta sino el escenario
al que acuden de lunes a viernes todos los alumnos y todas las alumnas en edad
escolar, sea cual sea su origen económico, social y cultural. De ahí que en una
educación para todos y especialmente en una educación pública se refleje como
en ningún otro escenario la enorme diversidad –y la evidente desigualdad de,
nuestra sociedad, cuyos conflictos y tensiones encuentran a veces un eco
innegable, en las actitudes ,y en las conductas de los alumnos y dc las
alumnas. En segundo lugar: no hace, falta ser un especialista en psicología
evolutiva (a veces basta con ser padre o madre de adolescentes) cara saber que
en estas edades la identidad personal se construye, mediante el uso y abuso de
la trasgresión, la crítica a ultranza de, cualquier forma de autoridad, el
rechazo a las normas establecidas y, la ilusión de creerse adulta.. Dicho de
otra manera: estas actitudes en mayor o menos medida están en sintonía con los
estilos de conducta asociados a la adolescencia. Y en tercer lugar. ¿de dónde
salen estos (preadolescentes? Si es bastante obvio que salen de las escuelas y
que acuden a los doce o a los trece años a los institutos, que es lo que
les ocurre cuando entran en un instituto? ¿Se transforman corno el doctor
Jekyill en míster Hyde? Quiza el cambio de contexto escolar (de la
escuela al instituto) influya bastante más de lo que babitualmente se cree
porque no se trata sólo de un cambio de escenario: es también un cambio de
normas y de reglas del juego, de estilos dc interacción entre alumrros,y
proesorado, de estrategias didacticas, de metodologías y en ocasiones de formas
de entender la enseñanza (¿educar a todos o instruir en el
saber de las materias a unos pocos.
Ayudar al profesorado y a
los cemtros de educación secundaria a saber atender a la dversidad
de capacidades, motivaciones y actitudes de los alumnos y, de las alumnas
es hoy una tarea urgente . De lo contrario las voces de alarma seran al final
la coartada que algunos esgrimiran para justificar la libertad de (s)elección
del alumnado a cargo de los centros educativos como antídoto contra el
conflicto y el fracaso escolar.
Y ya sabe en este
contexto que le toca a la enseñanza publica.