MEMORIA Y
PLANIFICACIÓN TEXTUAL: EL CARÁCTER DIALÉCTICO DE LA SINTAXIS
SIGNOS TEORIA Y PRACTICA DE LA EDUCACIÓN
.Número 4 . Página 30/35 . Julio - Diciembre 1991 . ISSN 1131-8600
FRANCISMO MEIX*
En este artículo se plantea la necesidad de superar las orientaciones
formalistas del análisis lingüísticos y de considerar el lenguaje en su
dimensión intrasubjetiva situando su estudio en el marco de las relaciones ,
más o menos conflictivas, que los grupos humanos mantienen entre sí en un
proceso mediante el cual se adaptan al entorno a la vez que lo configuran
y lo trasforman. La producción de sentido ha de ser entendida, pues, desde planteamientos
pragmáticos ya que los fenómenos comunicativos son complejos y
multidimensionales.
Las orientaciones
lingüísticas de carácter formalista interpretan el lenguaje como un mecanismo
de índole creativa (Vgr. la gramática generativa) situando a la sintaxis
como una instancia privilegiada en la vida del lenguaje y relegando todo lo que
concierne al sentido a un plano secundario.
Otros enfoques, sin
embargo, reconocen el papel esencial de la significación de los procesos
comunicativos, pero la conciben como un proceso fundamentalmente intrasíquico
–si bien exteriorizable en una fase posterior- en el que las operaciones
centrales de la semiosis ocurren en el interior de la mente individual, del
mismo modo que la información es procesada en el interior de un ordenador. De
esta manera el lenguaje aparece definido en términos probabilísticos , de
carácter cuantitativo.
Así , pues, el paradigma
cognitivo posee un sustrato individualista que le impide reconocer la dimensión
intersubjetiva del lenguaje. Y sólo a partir de ella podemos entender
que el sentido no es una fase terminal en la vida del lenguaje sino que, por el
contrario, constituye la razón de ser de toda su estructura, el dinamismo de
todo proceso semiotizador. Un planteamiento de este tipo es esencialmente pragmático
y supone reconocer en el lenguaje su naturaleza cualitativa.
Por consiguiente, parece
necesario renunciar a la autonomía propia de la lingüística formalista
para reconocer la íntima relación de los procesos lingüísticos con fenómenos que
son objeto de estudio por parte de la sicología, de la sociología o de la
antropología cultural. De poco sirve encastillarse en un pretendido rigor
metodológico cuando el fenómeno que hemos de estudiar es complejo y
multidimensional.
Por ello es conveniente
poner en tela de juicio o flexibilizar las divisiones excesivamente tajantes
entre los distintos niveles del lenguaje –fonológico, morfosintáctico,
léxico-semántico- a fin de reconocer las múltiples interacciones que se
producen entre ellos y, sobre todo, con el objeto de situarlos a todos en un
marco de referencia distinto: el de la vida social, definida en términos de las
relaciones más o menos conflictivas que los distintos grupos humanos
mantienen en el curso de un proceso en que van adaptándose al entorno , a la
vez que lo configuran y transforman.
El lenguaje como
fenómeno dialéctico
Si definimos la
dialéctica por su capacidad para captar las interacciones entre diversas
instancias o fenómenos , por reconocer la existencia de saltos cualitativos,
esto es, la irreductibilidad de un fenómeno a los elementos que lo componen, y
por aceptar las contradicciones como constitutivas de lo real, entonces podemos
afirmar que el lenguaje es un fenómeno dialéctico. Y ello en varios aspectos:
a)
En el lenguaje psicológico:
El lenguaje entendido
como código y los distintos procesos cognitivos se apoyan y contraponen
mutuamente . El lenguaje se constituye en el niño en interacción con procesos
psicológicos como la memoria, la percepción y el razonamiento. El lenguaje se
apoya en estas funciones psicológicas y, a la vez, las sustenta en gran medida.
Así , la Memoria a Largo Plazo (MLP) es de carácter semántico , es decir
lingüístico (R. Brown, 1981). La percepción , por su parte, está orientada o
condicionada por la interpretación lingüística que del mundo hace cada cultura
(Cf. la hipótesis de Sapir –Whorf), pero al mismo tiempo muchos sectores del
léxico se basan en la experiencia perceptual –colores, sabores, pesos, etc.-
(J. Lyons). Y aunque exista en ciertos casos un pensamiento no verbal,
por imágenes , el razonamiento como tal requiere sin duda alguna un soporte
lingüístico.
b)
En el aspecto lógico.
Frente a una lógica de
carácter bivalente, dual, el lenguaje es dialéctico en el sentido de que
tanto la verdad como la falsedad son valores que viven dentro del lenguaje.
El valor de verdad de un
discurso determinado no depende tanto de su adecuación a un referente
extralingüístico como de su capacidad para interpretar ajustadamente, incluso
diríamos que poéticamente, el sentir de un grupo social en un momento
histórico concreto (H.G. Gadamer)
Si , como dicen Austin y
Searle , hablar es hacer algo con palabras, los valores del lenguaje son
valores de la praxis, es decir, los valores lógicos no pueden situarse al
margen de la ética sino que están integrados en las estructuras sociohistóricas
del percibir y del sentir.
De este modo, cierto
discurso puede responder a la verdad cuando es dicho por cierto interlocutor en
ciertas circunstancias a cierto destinatario; y ser falso, en el sentido de ideológicamente
interesado, en otro contexto comunicativo en el que, por el hecho de emitirse,
se está omitiendo otro discurso más pertinente y necesario para los receptores
y, de este modo, se está favoreciendo la dominación de unos grupos sociales por
otros.
c)En
el aspecto pragmático:
El lenguaje es dialéctico
en el sentido de que aparece como resultado de una interacción dialogal. Incluso
en sus usos más creativos, el discurso está construido sobre una urdimbre intertextual,
como lo han puesto en evidencia los trabajos de Voloshinov, Vigotsky y
Luria. Así, según estos autores, puede afirmarse que el propio pensamiento
individual es un diálogo interiorizado, del mismo modo que lo más intimo de
cada individuo se ha constituido a partir de una matriz de naturaleza social.
d)En
el aspecto semántico:
El lenguaje es dialéctico
también desde un punto de vista semántico en cuanto que las palabras heredan un
significado determinado, esto es, una experiencia colectiva, para resemantizarse
a continuación en los diferentes usos comunicativos, ante las nuevas
circunstancias que se van produciendo en la vida social.
En otra ocasión hemos
analizado ya la dialéctica que se establece entre la vertiente esquemática del
lenguaje (los prototipos o esquemas conceptuales), de carácter económico, y la
dimensión metamórfica, que trasciende lo establecido para esbozar un
nuevo horizonte de significación (F. Meix).
e)En
el aspecto semiológico:
El lenguaje es
dialéctico, por último, desde una perspectiva semiológica. A veces, en la
evolución lingüística del niño, detrás de una aparente regresión conductual se
está incrementando en realidad la capacidad de cohesión textual (A.
Karmiloff-Smith).
Existe una profunda
interacción entre los distintos niveles del código lingüístico de manera que,
por ejemplo, la fonética no se limita a ser una "encarnación" física
de las instancias semánticas, sino que hay muchos aspectos de lo que se quiere
decir que sólo logran expresarse a través de la materialidad fonética de lo
dicho así como, según dice Merlu-Ponty, lo que una persona es en profundidad,
se manifiesta ya en su misma piel.
Así pues, existe una
intensa relación dialéctica tanto dentro del propio mecanismo sintáctico como
entre la sintaxis y el léxico, hasta el punto de que la propia
naturaleza de la sintaxis sólo puede entenderse en relación con el léxico y, a
la vez, por oposición a él.
Las relaciones entre
léxico y sintaxis
Puesto que ya hemos
analizado en otro lugar la dialéctica que existe dentro del léxico como tal,
vamos a detenernos ahora en la naturaleza complementaria y contradictora de las
relaciones entre el léxico y la sintaxis, así como en el carácter dialéctico de
esta última.
Si partimos del idéntico
valor funcional que poseen las estructuras "azul","de
esparto" y "que nos protege" en los sintagmas
"El
cielo azul"
"El
cielo de esparto"
"El
cielo que nos protege"
llegamos a la conclusión
de que la sintaxis posee un carácter esencialmente económico ya que, al
no poder almacenar nuestra memoria un vocabulario de dimensiones infinitas, se
opta por acuñar o construir palabras -fichas léxicas— para referirse a las
necesidades expresivas más frecuentes en la comunidad social y, cuando surge
una situación algo diferente de lo habitual, se recurre al procedimiento de
combinar las palabras o items existentes a fin de lograr una estructura
más compleja, construida ya sintácticamente, que de cuenta de la nueva
situación.
La sintaxis consiste,
pues, en un conjunto de esquemas constructivos posibles en cada lengua, que
sirven para contrarrestar las limitaciones memorísticas de manera especial.
Aparece, por tanto, como un procedimiento de orden económico. Es decir se
ahorra memoria a costa de gastar tiempo o espacio —según que el discurso sea
oral o escrito— ya que las frases resultantes son más largas.
Ahora bien, pensemos por
un momento lo que sería un lenguaje sin limitaciones memorísticas: un lenguaje
con cientos de miles de palabras y desprovistos de sintaxis. Cada nueva
situación se afrontaría creando un nuevo item léxico.
Sin embargo,
paradójicamente, un lenguaje así varía radicalmente empobrecida su creatividad,
ya que ésta consiste en asimilar aspectos de la realidad nuevos a otros ya
conocidos, es decir, en una síntesis entre lo desconocido y lo conocido. La metáfora
, raíz creativa del pensamiento humano según Bronowski, no es posible sin
esta asimilación de lo nuevo a lo antiguo. Pues bien, es precisamente la
sintaxis la que permite que un item léxico amplíe su significado al
introducirlo en contextos lingüísticos que ensanchan su horizonte
significativo. Así la sintaxis aparece ahora como procedimiento revitalizador
de las estructuras léxicas, pues incluso la propia metáfora , entendida como salto
significativo como vínculo entre dos ámbitos hasta entonces inconexos de lo
real, necesita para existir lo que podemos llamar" estructura sintáctica
de referencia", a fin de que pueda manifestarse la tensión dialéctica
entre los dos mundos vinculados, es decir, entre la propia metáfora y el
trasfondo lingüístico de carácter literal.
Así
pues, en
"Yunques
ahumados, sus pechos,
gimen
canciones redondas"
el valor metafórico de la
expresión "Yunques ahumados" sólo puede manifestarse en relación con
la "estructura sintáctica de referencia":"sus pechos...".
De este modo, un salto
metafórico no se produce en el vacío sino que emerge en el interior de un
curso de pensamiento, sobre unos cauces sintácticos que prestan cohesión a
nuestra actividad mental. Existen, pues, como afirman los planteamientos de
tipo dialéctico, saltos cualitativos: palabras que por separado significan
de una manera determinada, al estar juntas significan de un modo diferente, no
reductible al modo de significar de sus componentes. La interacción entre ellas
da corno resultado algo en cierta medida imprevisto. Y es la sintaxis
precisamente la vía por la que se produce esta resemantización, esta
exploración de posibilidades inéditas. La sintaxis se convierte así en el
soporte y el medio de creatividad, en el procedimiento constructivo
fundamental por el que se puede planificar en líneas generales un
texto de acuerdo con la intención comunicativa del hablante, e incluso
antes de saber a ciencia cierta los resultados finales, que pueden depararnos
algunas sorpresas al permitir la emergencia de enunciados cualitativamente nuevos
y cognitivamente inesperados.
La dimensión creativa
e innovadora de la sintaxis
Por ello, la sintaxis no
es sólo un mecanismo regulador de carácter económico, sino que posee
una dimensión creativa e innovadora. Esta última cualidad se pone de
manifiesto también cuando consideramos la vida del léxico.
Tendemos a pensar
erróneamente que las palabras poseen un significado en propiedad,
que denotan con precisión, aunque sus connotaciones pueden variar con
las circunstancias. Este planteamiento se ve favorecido y fuertemente inducido
por la existencia misma de diccionarios. En ellos, cada palabra, aislada del
contexto, aparece cintada de un significado que se la atribuye como
característico y habitual.
Ahora bien, la vida de la
palabra está en el discurso y no a la inversa, como la semántica componencial
tendería a pensar. Las palabras llevan en sí mismas una inercia significativa
—lo que la lingüística estructural llama "denotación"—, poseen un pasado
que las configura a modo de cicatrices o adherencias, pero
están abiertas a una resemantización permanente al integrarse en textos
diversos que las transforman y revitalizan a la vez. Podríamos decir así que el
significado de las palabras es esencialmente connotativo desde el
momento en que la tendencia al código está siendo desbordada sin cesar por
procesos de recodificacion. Y es que el lenguaje no está hecho para reflejar
el mundo sino para construir interpretaciones acerca de él.
Interpretaciones cambiantes, históricamente revisables, es decir, connotativas.
La denotación pura es una ilusión, un espejismo que sólo existe en el interior
de sistemas rigurosamente cerrados. Pero un sistema cerrado muere por
agotamiento si no se abre a tendencias recodíficadoras que le permitan
adaptarse a las circunstancias cambiantes de la realidad.
De este modo, la sintaxis
aparece precisamente como vía de revitalización dialéctica de las palabras,
que, abandonadas a su suerte, correrían peligro de esclerosis y
anquilosamiento. Al incorporarse en circuitos sintácticos inhabituales, las
palabras se adaptan a las nuevas circunstancias del contexto y abren nuevas
dimensiones de significación sin despojarse por ello de su trayectoria pasada,
de su historia semántica anterior; antes bien, se apoyan en ella para hacerlo.
La sintaxis actúa, por
tanto, como factor regulador de carácter económico y también como fuente
revitalízadora del léxico en la medida en que lo está sometiendo a nuevas
tensiones semánticocontextuales.
Algunas consecuencias
didácticas
De todo lo dicho
pueden obtenerse algunas consecuencias acerca de la enseñanza de la
lengua:
1.Puesto
que la sintaxis no es un ámbito ajeno al SENTIDO sino que está animada por él,
es preciso abordar los fenómenos sintácticos dentro de una perspectiva más
amplia que la ofrecida por los planteamientos puramente formalistas. De este
modo, incluso el estudio de los mecanismos más estrictamente formales sólo
tiene razón de ser dentro de un enfoque comunicativo.
2.El
análisis de los fenómenos léxico-semánticos debe situarse en un marco de
carácter sintáctico, del mismo modo que las estructuras sintácticas sólo
alcanzan su plenitud funcional con referencia a las del léxico, puesto que
existe entre ambas una relación intensamente dialéctica. A fin de cuentas,
tanto el léxico como la sintaxis tienen como objetivo la construcción del
sentido.
3.Frente
a las concepciones de carácter romántico, que entendían la creatividad como
fruto de una inspiración puramente individual, hoy puede afirmarse que el
pensamiento de cada sujeto se constituye en interacción con los demás, en el
interior de una matriz de naturaleza social. La creatividad no es, por tanto,
un don reservado a unos pocos creadores o artistas, sino que aparece más bien
como un requisito de la competencia lingüística de cualquier hablante,
en la medida en que éste es capaz de construir —a partir de reorganizaciones,
mestizajes o transformaciones de diversa índole— sus propias pautas
discursivas.
4.Un
planteamiento verdaderamente pragmático del lenguaje no se limita a
considerarlo como un mero vehículo transmisor de informaciones previamente
objetivadas y definidas en la mente del hablante, a fin de que lleguen al
oyente con la máxima precisión. Por el contrario, en el acto de hablar el
propio emisor se descubre a sí mismo diciendo cosas que no quería decir o que
ni siquiera sabía que pensaba hasta que las dijo.
Como señala MerlauPonty,
la intención significativa que ha puesto en movimiento la palabra "no es
un pensamiento explícito, sino cierto hueco que quiera colmarse". Así, más
que afirmar que nosotros hablamos por el lenguaje o con él, habría que
decir que somos hablados por el lenguaje o que él habla en nosotros a través de
los siglos y del espacio, del mismo modo que como individuos biológicos no
somos otra cosa que portadores de una información genética que viene de atrás y
que se transmite hacia el futuro.
El lenguaje no es tanto
un instrumento al servicio de un pensamiento acabado y preciso, cuanto una manifestación
de vivencias más o menos oscuramente presentidas que tratan de hacerse
conscientes.
Ello debe llevarnos a
entender la Pragmática no sólo como el estudio de la naturaleza comunicativa
de todo discurso sino como una verdadera Ciencia de la significación, ya
que cualquier contenido o vivencia que se objetiva lingüísticamente está
adquiriendo sólo por eso un estatuto y una densidad distinta de los que tenía
hasta entonces.
Por ello, desde nuestro
punto de vista, la Pragmática no debe ser considerada como un nivel más de la
Lingüística —junto con el fonológico, el morfosintáctico y el léxico-semántico—
sino como el sustrato o el trasfondo interpretativo en el que todos los otros
encuentran su dimensión más auténtica y funcional. Así pues, desde un punto de
vista didáctico el lenguaje ha de entenderse como expresión y como síntoma
y no sólo como un código que transmite conceptos ya existentes. La
consideración de la Pragmática como un componente más de la Lingüística implica
sin duda una vuelta mas o menos solapada al formalismo que aquella pretendía
superar.
Francisco Meix es profesor en el Instituto de
Bachillerato "El astillero" (Cantabria). (Teléfono de contacto: 942 -
558168).
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