Lo cualitativo y lo cuantitativo, dos de los
protagonistas actuales de las disputas en ciencias sociales .
Arturo Silva Rodríguez y Laura Edna
Aragón Borja
En
los años recientes y desde la década de los setenta ha sido frecuente en los
círculos científicos que se manifieste la existencia de una crisis en las
ciencias sociales, la cual ha tenido especial eco en la sociología, como lo
demuestran autores de la talla de Gouldner cuando
señala que la teoría funcionalista, así como la sociología académica, han
entrado en una etapa inicial de crisis, situación similar por la que atraviesa
el marxismo. Esta crisis no es, por supuesto, la "muerte del
paciente", sino la de un sistema en crisis que puede convertirse con
relativa rapidez en algo muy diferente de lo que ha sido; pues si bien los
sistemas cambian siempre y de manera continua, dichos cambios no trastocan de
manera significativa su andamiaje conceptual. Por el contrario, una crisis
implica que se están produciendo a un ritmo más o menos acelerado cambios
importantes; que vienen aparejados con conflictos relativamente agudos, grandes
tendencias y costos elevados para el sistema en que tienen lugar; y,
finalmente, también la posibilidad de que el sistema pueda encontrarse pronto
en un estado diferente, en aspectos importantes, de lo que ha sido hasta ese
momento (Gouldner, 1979). Otros autores han
identificado a la crisis con las dificultades epistemológicas internas que
padece la sociología, representadas por la vaguedad y la incertidumbre del
objeto de estudio, la falta de claridad en la correlación entre descripción y
explicación, el insuficiente rigor de las nociones científicas y la ausencia de
teorías analíticas desarrolladas (Kon, 1974). Como
resultado de las disputas, vaguedades e inconsecuencias se ha producido la
impresión, como lo menciona MacIntyre, que dado el
carácter filosófico que han adquirido las ciencias sociales, parecería que la
estructura de éstas se forma por un conjunto de disciplinas altamente rigurosas
y sistemáticas, pero que por desgracia son enteramente imaginarias y están aún
por inventar (MacIntyre, 1980).
Todas
las disputas dentro de las ciencias sociales, sentidas en ocasiones como crisis
en las distintas disciplinas, pueden enmarcarse en aquellas que están
relacionadas con cuestiones externas propias de los fenómenos sociales, que
podrían identificarse claramente por el interés en remarcar la diferencia que
existe en la forma de explicar los fenómenos, por ejemplo la disputa entre el
funcionalismo, el asociacionismo, el marxismo, el estructuralismo, el interaccionismo, el critismo,
etcétera. La otra dimensión en la que se han dado las disputas es más bien de
carácter metodológico y tiene que ver con la dirección que deben seguir las
ciencias sociales, ya sea hacia el análisis cualitativo de los acontecimientos
o bien hacia el análisis cuantitativo.
Las
ciencias sociales se han enfrascado en polémicas íntimamente asociadas con la
controversia explicación/comprensión, relacionada primordialmente con la
búsqueda de leyes y la descripción de las acciones sociales, así como también
con el método de análisis más adecuado y con el concepto de objetividad. Éstas son sólo algunas entre muchas otras controversias, sin
embargo, llaman la atención porque son las que actualmente están ocupando un
mayor tiempo en las discusiones en los círculos de los científicos sociales. La
primera se materializa en la visión del análisis nomotético y del ideográfico;
uno inclinado a descubrir las leyes generales que gobiernan los acontecimientos
sociales, y el otro, interesado en describirlos exclusivamente, debido a que se
consideran únicos e irrepetibles. La otra disputa se manifiesta por la
distinción entre lo cualitativo y lo cuantitativo de las acciones sociales y el
grado de objetividad de ambas dimensiones. Precisamente, el objetivo de este
artículo es hacer un análisis de la forma en que la controversia entre lo
cualitativo y lo cuantitativo en las ciencias sociales ha influido en el
desarrollo actual del conocimiento científico generado en dichas ciencias. Para
lo cual, en primer término se presentará el contexto general dentro de las
ciencias sociales en donde se desarrolla la controversia cualitativo y
cuantitativo; el recorrido por las disputas en la ciencias sociales se
continuará teniendo como paisaje principal el debate actual entre lo
cualitativo y lo cuantitativo; finalmente, a manera de conclusión se hará un
análisis de la simbiosis que existe entre las dimensiones cualitativa y
cuantitativa, para el estudio de los fenómenos sociales.
Contexto
general en donde se desarrolla la disputa entre lo cualitativo y lo
cuantitativo
El
derrumbe de los regímenes de Europa del Este ha provocado una fuerte sacudida
en las visiones presentes sobre la manera de conceptualizar
el ser social de la humanidad. El fundamento marxista que sustentaba tales
regímenes ha sufrido un constante debilitamiento, ocasionando que en la
actualidad surja una gama de interrogantes que trastocan de manera muy radical
la vigencia de la filosofía marxista como elemento aglutinador de todas las
acciones sociales del ser humano. Hoy en día existe una serie de procesos
sociales a los que la aproximación marxista no ha podido dar respuestas
satisfactorias y coherentes, tales como la globalización, la reorganización
neoliberal de la economía, la reforma neoconservadora del Estado, los procesos
de democratización, por sólo mencionar los más destacados (Osorio, 1994).
En
esta situación de incertidumbre de los paradigmas sociales, algunos teóricos
han propuesto una renovación de los clásicos a través de la integración de
éstos a las contribuciones contemporáneas, mientras que otros han abogado por
romper los viejos moldes y construir nuevos que respondan más al momento
actual, debido a que los modelos clásicos se encuentran en descomposición, ya
que se basan en conceptos insatisfactorios (Tourianne,
1985). Y como en toda confrontación existe una mediación, las ciencias sociales
no podrían ser la excepción, puesto que en medio de esta disputa se alzan otras
voces que, si bien se pronuncian por la creación de nuevos paradigmas, se
apresuran a especificar que de ninguna manera esto implicaría la
descalificación de los clásicos.
Esta
crisis en los paradigmas de las ciencias sociales, declarada principalmente por
los científicos orientados hacia la sociología, ha resurgido fundamentalmente
por la caída del socialismo real, lo cual ha propiciado que se reactive la
polarización entre los científicos sociales acerca de la validez de utilizar la
noción de explicación, principalmente aquélla desarrollada por los filósofos
analíticos, sobre la base de que los fenómenos sociales son de naturaleza
diferente a los de las ciencias exactas, por lo que la mejor manera de estudiarlos
es por medio de la comprensión, más que buscar su explicación.
Seguir
enumerando ejemplos de los cambios que han ocurrido recientemente dentro del
campo de la investigación en las ciencias sociales, resultaría una labor
titánica e interminable, pero han sido tan notables, especialmente en las
ciencias sociales en Latinoamérica, que hoy en día se ha roto otro tabú que en
su momento se pensó sería inamovible hasta el fin de los tiempos, como era el
rechazo por aplicar cualquier análisis matemático a los datos obtenidos en las
ciencias sociales. Es realmente prometedor que en la actualidad se piense que
las ciencias sociales no deben eludir el análisis matemático para la
comprensión de la sociedad contemporánea, sin que esto implique abandonar el
estudio filológico, o de uso de las palabras comunes; el hermenéutico, o de
interpretación de los textos; y el fenomenológico, o del sentido de los eventos
sociales (González Casanova, 1993).
Parecería,
con todo lo anterior, que las ciencias sociales atraviesan por una situación de
incertidumbre, en la cual se ha roto la armonía para dar paso a una situación
de crisis de paradigmas. Sin embargo, es necesario hacer a un lado el pesimismo
ocasionado por el abandono del "amor ciego" que se profesó al paradigma
hegemónico de las últimas décadas, y pensar que las anteriores deliberaciones e
interpretaciones fructificarán en un enriquecimiento de las ciencias sociales.
Existen bases para creer que esto sucederá, ya que como menciona Kuhn, sólo hasta el momento en que no se logra la
articulación de los distintos paradigmas, es cuando se trasciende las
fronteras. La falta de articulación propicia la aparición de un sentimiento de
rechazo a integrar las anomalías encontradas dentro de los paradigmas
existentes; esto es, cuando aparece la discrepancia entre paradigmas, se
incrementa la probabilidad del surgimiento de una nueva teoría que viene a
sustituir la precedente (Kuhn, 1992).
El
paisaje de la disputa entre lo cualitativo y lo cuantitativo
Las
anteriores disputas son en parte el resultado del desacuerdo más o menos
generalizado que existe sobre el estatus que tienen las ciencias sociales en el
concierto mundial de los científicos, a diferencia de las ciencias naturales
que están más claramente definidas. Es común afirmar que las ciencias sociales
se ocupan por definición de asuntos controversiales y conflictivos de la
sociedad, que comprenden disputas sobre su naturaleza. "En la actualidad
se ha hecho frecuente en los círculos científicos de las ciencias humanas y de
la conducta la controversia entre lo cualitativo y los cuantitativo",
sobre concepciones rivales en cuanto a enfoques, análisis, etcétera. Ante esta
situación, como señala Wallerstein, está claro que la
lucha epistemológica sobre cuál es el conocimiento legítimo, ya dejó de ser una
lucha sobre quién debe controlar el conocimiento de la naturaleza, "debido
a que desde el siglo xviii quedó claro que los
científicos naturales habían ganado los derechos exclusivos sobre ese
campo", sino sobre quién controlaría el conocimiento concerniente al mundo
humano. No obstante la pugna dentro de las ciencias sociales sobre quién posee
el conocimiento legítimo de los asuntos humanos, todas ellas comparten la idea
de que el conocimiento científico se desarrollará en la medida en que lo haga
la teoría, puesto que ésta proporciona una interpretación consistente de los
eventos, así como por su versatilidad es posible estar confrontando
constantemente las interpretaciones contra la realidad empírica y las nuevas
visiones teóricas del mundo social. Precisamente, la confrontación es el motor
del progreso científico, aunado a la síntesis entre diferentes tradiciones de
pensamiento (Zabludosky, 1995). Más aún, en el caso
extremo de que toda la actividad empírica y teórica dentro de las ciencias
sociales fuera cuestionada en forma despiadada, todavía sería posible aglutinar
los esfuerzos alrededor de "grandes teorías sociales puras" que no
contuvieran ningún vestigio de empirismo y que estuvieran interesadas en
indicar cómo y por qué los eventos sociales muestran una considerable
diversidad de aspectos. Pero, aun así, estos esfuerzos se prestarían a
polémica, puesto que también estarían matizados dependiendo del tipo de
concepto de ciencia que se comparta. De esta forma, algunas teorías adoptarían
el enfoque naturalista de las ciencias, como lo hace el positivismo, y otras
aproximaciones teóricas serían muy diferentes debido a que están formuladas por
teóricos que tienen serias reservas acerca de si las ciencias sociales se
ajustan perfectamente a la clase de conocimiento llamado
"científico". Sin embargo, como Piaget
menciona, las ciencias sociales al igual que algunas otras disciplinas
científicas, persiguen la búsqueda de leyes, aunque no siempre en el sentido de
relaciones cuantitativas relativamente constantes y expresables en forma de
funciones matemáticas, sino en el sentido de hechos generales o de relaciones
ordinales, de análisis estructurales que se traducen a lenguaje ordinario o a
uno más o menos formalizado, "lógico" (Piaget,
1987).
Antes
de pasar al análisis de la controversia entre lo cualitativo y lo cuantitativo
es conveniente echar una mirada fugaz, "dejando para otro momento su
análisis sistemático", a la disputa entre nomotético e ideográfico, que es
otro elemento de discusión que abona el terreno de las controversias en las
ciencias sociales. Esta separación tiene que ver con la ya legendaria
distinción entre el análisis nomotético e ideográfico, que se remonta a la
clasificación que Rickert hizo de la ciencia, al
señalar que las ciencias de la naturaleza tienen carácter generalizador y las
ciencias del espíritu tienen carácter individualizador.
La posición radical considera que sólo uno de esos tipos de análisis es
legítimo e incluso posible en las ciencias sociales. Por ejemplo, una de ellas,
la que se inclina por el análisis ideográfico, afirma que el objetivo de las
ciencias sociales no es la búsqueda de leyes causales ni universales ni
estadísticas, sino reconstruir de alguna manera el significado específico de
las acciones sociales, cuya característica fundamental es ser eventos únicos e
irrepetibles. La suposición en esta postura, como ya se señalaba al inicio de
este capítulo, es que todo fluye y, por consiguiente, el análisis debe abocarse
a comprender el devenir de los objetos en su singularidad, sean estos objetos
una lengua nacional, una religión determinada, un movimiento social preciso,
etcétera. El otro extremo de la controversia lo representan los partidarios del
análisis nomotético dentro de las ciencias sociales, los cuales afirman que a
diferencia de la suposición ideográfica, el mundo real en donde están inmersos
los acontecimientos sociales no es un conjunto de sucesos aleatorios cuya
principal regla es el azar, sino que existen leyes universales o por lo menos
reglas generales que describen acontecimientos y procesos repetibles
indefinidamente que pueden ser descubiertas por la actividad científica.
Entre
estas dos posturas radicales se ubica una posición moderada, que considera que
estos dos tipos de análisis son formas distintas de estudiar la realidad
social. Las actitudes tomadas por los extremos de esta disputa han contribuido
a profundizar las diferencias entre lo cualitativo y lo cuantitativo, puesto
que en algunos círculos científicos, principalmente del ámbito de las ciencias
sociales, se ha llegado a la conclusión de que, por ser irrepetibles los
acontecimientos sociales, la estructura lógica de los conceptos y las
explicaciones aplicables a dichos fenómenos es diferente a los conceptos y
explicaciones de las ciencias naturales; de hecho se afirma que lo cuantitativo
no tiene cabida en las ciencias sociales, sino que éstas deben centrar su
atención en el aspecto cualitativo en el estudio de los acontecimientos que son
de su interés.
En
cuanto a la distinción entre perspectivas nomotética e ideográfica, ésta ha
dado origen a diferentes formas de ver la objetividad en las ciencias sociales,
ya que los simpatizantes de la primera aproximación, con el propósito de evitar
la subjetividad, se inclinan por lo que ellos llaman la maximización de la
dureza de los datos, consistente en aumentar su poder de mensurabilidad y comparabilidad, por medio de la recolección de datos de
acontecimientos presentes, debido a que suponen que es cuando el científico
tiene mayor posibilidad de controlar la calidad de los datos. Por otro lado,
los seguidores del análisis ideográfico se pronuncian a favor de las fuentes
primarias, no tocadas por personas intermediarias, y por datos obtenidos de
primera mano por el científico. Lo anterior los ha conducido a datos creados en
el pasado, y por lo tanto acerca del pasado, y hacia datos cualitativos en los
que la riqueza del contexto, conforme a los simpatizantes del análisis
ideográfico, puede llevarlos a comprender la plenitud de las motivaciones
implicadas; en contraposición con el análisis nomotético, en el que simplemente
el científico extrapola su propio modelo, impregnado de sus prejuicios que
proyecta sobre los datos obtenidos del acontecimiento social. Esta situación ha
dado origen a una nueva controversia entre los aspectos cuantitativo y
cualitativo de los fenómenos sociales. El primer aspecto ha sido asociado al
pensamiento positivista y al paradigma experimental, tradición empirista
establecida en las ciencias sociales por Comte, Mill y Durkheim, y en las
ciencias naturales por Galileo y Newton. En contrapartida, el aspecto
cualitativo se ha identificado con el pensamiento constructivista
o naturalista, con la aproximación interpretativa y en ocasiones con la
perspectiva posmoderna. Las raíces de este movimiento se identifican por lo
regular con la reacción en contra de la tradición positivista, surgida a
finales del siglo xix, principalmente a través de los
escritos de Dilthey y Weber
(Creswell, 1994).
El
binomio cualitativo/cuantitativo ha sido una fuente relativamente reciente de
controversia dentro de las ciencias sociales, originada principalmente por la
distinción entre análisis nomotético e ideográfico, ya que desde su aparición y
hasta el momento no existe ningún acuerdo sobre las dimensiones del fenómeno
social en que debería centrarse el análisis, sea éste la dimensión cualitativa
o bien la dimensión cuantitativa. Los grupos y los representantes de las
distintas corrientes sociales asumen principios que traducen en proposiciones
acerca de lo benéfico de adoptar una cierta posición y lo inadecuado de
inclinarse a favor de la posición contraria, lo cual las convierte en posturas
abiertamente competitivas y, lo que es más lamentable, los partidarios de cada
una de ellas se consideran abogados de la legitimidad de la elaboración de
conocimiento en el campo de las ciencias sociales. Por ejemplo, para Schwartz y Jacobs, partidarios
del análisis cualitativo de los fenómenos sociales, la diferencia entre las
sociologías cualitativa y cuantitativa, tomando como punto de referencia la
notación para describir el mundo, se observa en que la sociología cuantitativa
asigna números a las observaciones cualitativas, lo cual resulta en la
producción de datos al contar y medir cosas, mientras que la sociología
cualitativa da cuenta de las observaciones que realiza en el lenguaje natural y
raramente hace cuentas o asigna números a esas observaciones; y concluyen que
esa simple diferencia en la notación corresponde a grandes diferencias en cuanto
a valores, metas y procedimientos para realizar la investigación sociológica (Schwartz y Jacobs, 1995). Más
aún, dichos autores identifican a los métodos cuantitativos con la ciencia
positivista, debido a que predican la recolección de datos a través de medios
rigurosos y confiables y, además, buscan someter a prueba hipótesis empíricas
en una forma lógicamente consistente; mientras que a los métodos cualitativos,
por utilizar el lenguaje natural, los consideran como los medios por excelencia
para tener acceso a los motivos, los significados, las emociones y otros
aspectos subjetivos de la vida de los individuos, así como también de los
grupos.
Independientemente
del debate acerca de si los estudios teóricos deben encaminarse al desarrollo o
verificación de la teoría social, los partidarios del enfoque cualitativo se
inclinan por el uso del método de la inducción analítica, que consiste en los
siguientes siete aspectos (Taylor y Bodgan, 1992):
1.
Desarrollar una definición aproximada del fenómeno a explicar.
2.
Formular una hipótesis para explicar el fenómeno (ésta puede basarse en los
datos, en otra investigación o en la comprensión e intuición del investigador).
3.
Estudiar un caso para ver si la hipótesis se ajusta.
4.
Si la hipótesis no explica el caso, reformularla o redefinir el fenómeno.
5.
Buscar activamente casos negativos que refuten la hipótesis.
6.
Cuando se encuentren casos negativos, reformular la hipótesis o redefinir el
fenómeno.
7.
Continuar hasta que se ha puesto a prueba adecuadamente la hipótesis (hasta que
se ha establecido una relación universal), examinando una amplia gama de casos.
Por
el contrario, los partidarios del enfoque cuantitativo basan sus acciones,
principalmente, bajo la sombra del método hipotético deductivo, que consiste en
elaborar hipótesis, como lo señala Martínez, a partir de observaciones y
reflexiones que rigen los fenómenos, y derivadas de éstas deducir consecuencias
observables (deducciones) que después se contrastan, generalmente mediante
experimentos, con la finalidad de refutar, verificar o confirmar las
deducciones (Martínez, 1994).
Sin
embargo, al margen de las diferencias en cuanto a los objetivos, las metas, los
valores, los procedimientos, etcétera, lo más inquietante en esta situación de
controversia sobre las bondades y fallas de que la investigación social se
centre en una u otra dimensión de los fenómenos, es que se le ha prestado
demasiada atención a la polémica a últimas fechas. Ante esta situación,
actualmente ha hecho su aparición una postura que intenta reconciliar ambas
posturas extremas y evitar la confrontación, en la cual el estudio de la
dimensión cualitativa no se vea como opción excluyente del estudio de la
dimensión cuantitativa y viceversa, ni tampoco como caminos que conducen a una
meta, sino como dimensiones que, aunque dicotómicas, no por eso son
irreconciliables para producir un conocimiento de la realidad social. En esta
posición armonizadora, el estudio de la dimensión cualitativa y la dimensión
cuantitativa se consideran, ambas, como proposiciones verdaderas que en su
unión multiplicativa (rompiendo con la idea lineal aditiva), producen como
resultado un conocimiento que se enfoca más hacia una naturaleza conjuntiva de
las dos dimensiones de la realidad del universo social, que a una disyuntiva. A
partir de esta visión se intenta eliminar, por un lado, las divisiones tan
marcadas que se han dado en la comunidad científica, así como también unir los
esfuerzos de todos los científicos en una sola dirección, como sucede en una
conjunción, con la finalidad de conocer el universo en el que se desenvuelven
los actores sociales.
Aunado
a este llamado a la unidad y como resultado de que ambas posiciones se
autocalifican de ser las poseedoras del método idóneo para el estudio de los
fenómenos sociales, también se han expresado fuertes dudas en cierto sector de
los científicos sociales, "principalmente en aquellos que demandan una
apertura en las ciencias sociales hacia otros campos del conocimiento
humano", acerca del grado en que cada uno de estos enfoques permite
alcanzar datos objetivos. Por un lado, se afirma que cualquier intento de
estudiar los acontecimientos del universo finca sus raíces en un ámbito social
determinado que interfiere con las percepciones e interpretaciones hechas de la
realidad social, por tal razón no puede existir un estudio neutral. Por otro
lado, se señala también que no es posible obtener de la realidad social una
representación cuasi fotográfica, debido a que los datos son seleccionados de
la realidad con base en las visiones del mundo o los modelos teóricos de la
época; y no solamente eso, sino que además son filtrados por medio de las
posiciones del grupo particular de científicos que realicen la obtención de la
información del acontecimiento social. En tal sentido, se acepta en estos
círculos que las bases de selección se constituyen históricamente y que
invariablemente cambiarán en consonancia con las transformaciones que ocurran
tanto en el mundo exterior como en el mundo interior del sujeto; puesto que es
evidente que la frontera que separa al sujeto egocéntrico y al sujeto
epistémico es muy difusa, cuando el yo del observador es parte integrante de
los fenómenos que deberían ser observados desde fuera. Y no sólo eso, es común
que cuando el sujeto egocéntrico se siente más comprometido con su visión, más
se inclina a creer que la conoce intuitivamente y menos necesidad siente de
reflexionar sobre su actividad epistémica.
Pero
independientemente de todas estas discusiones y de la aparente irreconciabilidad entre las dimensiones cualitativa y la
cuantitativa en el estudio de los fenómenos sociales, es realmente asombroso e
impresionante que aún en las ciencias sociales, en las que es más evidente que
el que mide modifica lo medido, se continúe discutiendo esta cuestión cuando en
las ciencias naturales, "no obstante que en un tiempo fue menos evidente
esta situación", se acepta este hecho desde hace ya varias décadas (Wallerstein, 1996). En ellas ya no se acepta que exista un
lenguaje observacional teóricamente neutro, y en su
lugar, como tan acertadamente lo menciona Velasco, defienden la tesis popperiana de que todo término está preñado de teoría, es
decir, dependiente de una teoría. Las implicaciones de esta negación se
reflejan, por un lado, en que la aceptación de un término como observacional no depende sólo de su significado, sino ante
todo de los acuerdos o convenciones entre los miembros de la comunidad
científica pertinente. Debido a que no es el sentido y la referencia de un
término lo que lo hace no problemático y sujeto a consenso, sino por el
contrario, es el acuerdo o convención entre los científicos lo que determina
que el significado de un término sea considerado observacional.
Y por otro lado, el problema de aceptación o rechazo de una teoría no puede
plantearse sólo en términos de una confrontación entre teoría y evidencias,
sino que tiene que ver con un problema de competencia entre diferentes teorías,
puesto que aun la base empírica es teóricamente dependiente (Velasco, 1995).
Con base en esto, lo más conveniente en este momento para las ciencias sociales
es aceptar que los fenómenos de su competencia aparecen en dos dimensiones que
no se excluyen una a la otra, y éstas son la cualitativa y la cuantitativa;
además de reconocer que el problema de la objetividad y subjetividad de los
datos obtenidos por los científicos sociales conduce a discusiones que no
tienen salida. Por lo que la mejor opción es dejar de lamentarse o de atacar
agresivamente el hecho de que el conocimiento social se vea fuertemente influido
por el yo egocéntrico (dado que el hombre es a su vez objeto y sujeto), y
encaminar todos los esfuerzos a dar respuesta a las preguntas ¿por qué es así?
y ¿cómo es que ocurre?
Sirvan
estos apuntes para que el lector adquiera una somera idea de que en las ciencias
sociales, además del dilema sobre la explicación y la comprensión, lo
ideográfico y lo nomotético, existe otra controversia sobre las dimensiones
cuantitativa y cualitativa de los fenómenos sociales que se deriva de la misma
raíz relacionada con la orientación que deben seguir las ciencias sociales.
La
simbiosis entre el análisis cualitativo y el cuantitativo
Está
fuera de toda discusión que los fenómenos sociales en el universo se
manifiestan a través de una dimensión cualitativa que, en cuanto a determinación,
es cualquier cosa que detalle lo que un objeto es; y en ese sentido, la
dimensión cualitativa es muy extensa y difícilmente puede ser reducida a un
concepto unitario, más bien se puede señalar que comprende una familia de
conceptos que lo único que tienen en común es una función puramente formal, que
tiene por objetivo dar respuesta a la pregunta ¿cuál? (Abbagnano,
1974). Sin embargo, en el estudio de los fenómenos sociales del universo, antes
de iniciar el examen de esas disposiciones se busca realizar un análisis más a
fondo de la dimensión cualitativa, a fin de determinar desde un punto de vista
ontológico el modo de ser de una cosa por lo cual es lo que es y como es.
Así pues, la indagación de la dimensión cualitativa en la investigación social
no solamente tiene como finalidad estudiar los aspectos disposicionales
de los fenómenos, sino también averiguar cómo y de qué está constituido el ser
de los fenómenos comprendidos en su campo de influencia.
La
otra dimensión en que se expresan los fenómenos sociales es la cuantitativa, en
la cual los elementos que la constituyen no solamente tienen una existencia,
sino que se manifiestan con diferentes grados de intensidad. De esta idea se
puede comprender inmediatamente que la dimensión cuantitativa tiene que ver
necesariamente con la cantidad, entendida esta última como el aspecto por el
cual se diferencian entre sí las porciones de la misma cosa o los conjuntos de
la misma clase de cosas, por lo que esas porciones o esos conjuntos se pueden
medir o contar; o bien, en términos más filosóficos, como aquello por lo que
las cosas similares, dejando a salvo sus semejanzas, pueden diferir
intrínsecamente. De este modo, la dimensión cuantitativa de los fenómenos
sociales está relacionada con la cantidad o magnitud con la que éstos aparecen.
Analizada
desde el punto de vista filosófico, la dicotomía cualitativo/cuantitativo está
íntimamente relacionada con la identificación de características o aspectos presentes
en los fenómenos sociales y con la forma en que estas características difieren;
es decir, la dimensión cualitativa proporciona información de cómo y de qué
está constituido el ser de un determinado fenómeno, a través de averiguar e
identificar cuáles son los elementos que lo integran. La dimensión cuantitativa
informa sobre la cantidad de los elementos que conforman los fenómenos y la
magnitud con la que éstos se presentan. En este sentido, el objetivo del
análisis cualitativo es determinar la presencia o ausencia de una determinada
característica o disposición, llámese interpretación de significados (Paradise, 1994), búsqueda de un campo abierto, múltiple y
polisémico (Jacobo, 1994), o bien, devolverle al fenómeno la complejidad que
posee (Rueda, 1994). Mientras que el análisis cuantitativo, una vez demostrada
la presencia de esa característica en el fenómeno social, busca encontrar las
variaciones en cantidad que se presentan en dicho fenómeno a través de su
periodo de existencia.
Desde
este punto de vista las dimensiones cualitativa y la cuantitativa dejan de ser
una disyuntiva que alimenta el escenario de las disputas en las ciencias
sociales y se convierten en una conjunción que permite reconceptualizar
la investigación social en donde el estudio de la dimensión cualitativa no se
vea como una opción excluyente del estudio de la dimensión cuantitativa y
viceversa, ni tampoco como caminos que conducen a una misma meta, sino como
dimensiones que, aunque dicotómicas, no por eso son irreconciliables para
producir un conocimiento de la realidad social. Considerar el aspecto
cualitativo y cuantitativo de los fenómenos sociales, así como su forma de
estudio, a manera de recorrido dentro de un mismo continuo, más que una lucha
entre dos posiciones irreconciliables, permitirá eliminar la división tan
marcada que se ha dado en la actualidad en la comunidad científica; igualmente,
permitirá unir en una sola dirección todos los esfuerzos, no como adición de
fuerzas, sino como una conjunción multiplicativa que realizan los científicos
para conocer el universo social.
Es
un indicador venturoso que en los círculos de científicos sociales no tan
radicales está floreciendo la idea de que en nada ayuda al desarrollo de las
ciencias sociales seguir empecinados en ver el análisis cualitativo como
antítesis del análisis cuantitativo, por lo que se considera más conveniente
redirigir los esfuerzos hacia el uso de la imaginación sociológica, con el
único propósito de romper las inercias en las que se ha caído, cuando los partidarios
del análisis cualitativo descalifican cualquier intento de hacer un análisis
cuantitativo de los fenómenos sociales y viceversa. Por tal motivo, dado el
momento por el que están pasando las ciencias sociales, vuelven a cobrar
actualidad las recomendaciones que hace Mills1 para desarrollar repertorios de
autorreflexión. Estas recomendaciones bien podrían llamarse el "Octálogo del trabajo intelectual", ya que realmente
son una serie de normas por las cuales se debería de regir el cientista social para guiar su quehacer profesional. Los
ocho preceptos se pueden resumir de la manera siguiente:
Primer
mandamiento. Sed buenos artesanos. Huid de todo procedimiento rígido.
Sobre todo, desarrollad y usad la imaginación sociológica.
Segundo
mandamiento. Evitad el bizantino despropósito de la asociación y
disociación de conceptos y la palabrería amanerada. Exigíos a vosotros mismos y
exigid a los demás la sencillez del enunciado claro.
Tercer
mandamiento. Haced todas las interpretaciones transhistóricas
que creáis que necesita vuestro trabajo; ahondad también en minucias subhistóricas.
Cuarto
mandamiento. No os limitéis a estudiar un pequeño ambiente después de
otro; estudiad las estructuras sociales en que están organizados los ambientes.
Quinto
mandamiento. Daos cuenta de que vuestro objetivo es la plena
comprensión comparativa de las estructuras sociales que han aparecido y que
existen ahora en la historia universal.
Sexto
mandamiento. Mantened siempre abiertos los ojos a la imagen del hombre
que dais por supuesta con vuestro trabajo; y lo mismo a la imagen de la
historia.
Séptimo
mandamiento. Sabed que heredáis y continuáis la tradición del
análisis social clásico; procurad, pues, comprender al hombre no como un
fragmento aislado, no como un campo o un sistema inteligente en y por sí mismo,
sino como actor histórico y social, y las maneras en que es intrincadamente
seleccionado e intrincadamente formado por la diversidad de las sociedades
humanas.
Octavo
mandamiento. No permitáis que las cuestiones públicas, tal como son
formuladas oficialmente, ni las inquietudes, tal como son privadamente
sentidas, determinen los problemas que escogéis para estudiarlos.
Una
ventaja más de seguir el "Octálogo del trabajo
intelectual", tal y como lo he señalado en otro momento, sería erradicar
de las ciencias sociales a los profetas que explotan la supuesta antítesis
entre lo cualitativo y lo cuantitativo, que entraron al campo del discurso
social disfrazados de redentores, pero con la firme decisión de provocar la
desunión y confusión más completa, inaugurando un periodo de irresponsabilidad
intelectual, caracterizado por la fascinación de las palabras altisonantes y el
irresistible poder del lenguaje florido que lamentablemente envolvió a todos
aquellos que se inclinaban por la rápida iniciación en los profundos secretos
del universo, más que a los tecnicismos laboriosos de una ciencia que, después
de todo, muy probablemente los desilusionaría por su falta de poder para
revelarles todos los secretos; por tal razón, era más atractivo formarse en la
jerigonza que garantizaba su aplicabilidad en problemas de cualquier naturaleza
y además proporcionaba una imagen de docto más espectacular en poco tiempo y
con menor adiestramiento científico. Por otro lado, en el ambiente académico de
las instituciones universitarias, propició la adopción de banderas ideológicas
que, con el argumento de defender una u otra, ampararon lo asistemático, las
acciones de investigación fraudulentas y poco serias, escudándose en la bandera
del otro para esconder las propias limitaciones que se tenían (Silva, 1998).
Nota
1
En la sección "Sobre la artesanía intelectual" de su libro La
imaginación sociológica.
Bibliografía
Abbagnano, N., Diccionario de
Filosofía, segunda edición, fce, México, 1974.
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Artículo
publicado en la revista Educar
Número 12 Metodología Cualitativa
http://www.jalisco.gob.mx/srias/educacion/consulta/educar/dirrseed.html