La recuperación de la práctica en la formación de docentes

Luciano González Velasco*

 

Obtener evidencias de la práctica para analizarla implica una serie de tareas y el desarrollo de una serie de habilidades para las que el común de los profesionales de la educación no estamos formados y que, en consecuencia, nos representan una serie de problemas y retos a vencer.

El presente documento es una exposición de experiencias, reflexiones e ideas acerca de un trabajo personal desarrollado en el terreno de la recuperación de prácticas educativas. Se narra la experiencia, pues, por razones de espacio y porque los objetivos del presente escrito son otros, no se incluyen evidencias y datos pertinentes. La presentación de estas reflexiones y haceres responde a los propósitos de intercambiar con los interesados en el tema, de mostrar la experiencia para confrontarla con otras de la misma índole y encontrar interlocutores para dialogar sobre la recuperación y el análisis de la práctica educativa.

Se inicia con la descripción y explicaciones acerca de recuperar, sistematizar y caracterizar a la práctica personal, para de ahí mencionar cómo se hizo la búsqueda de la metodología personal en la práctica de educar, método de trabajo que es definido desde las regularidades y secuencias que las propias acciones registradas presentan. En un momento previo, se introducen los conceptos de acción, acción intención educativas, para pasar a identificar la congruencia entre propósitos, pro. cesos y productos. Las indagaciones sobre el hacer educativo personal se emprendieron por la insatisfacción respecto a lo resultados obtenidos en la formación de docentes y por la intención de llegar a hacer propuestas útiles para este campo del hacer educativo.

En la parte final de esta exposición se agregan algunas conclusiones y recomendaciones, esperando sirvan de algo a quienes se dedican a esta misma tarea.

La recuperación de la práctica

Se habla de recuperar la práctica en el sentido de traer a cuenta los hechos de su cotidianidad, pues esta última, como tal, es algo que se vive momento a momento, en sucesión continua de eventos que se mezclan y entrelazan entre el recuerdo y el olvido y en la proximidad del momento vivido. Y es que "el hombre de la cotidianidad es activo y goza, obra y recibe, es afectivo y racional, pero no tiene tiempo ni posibilidad de absorberse enteramente en ninguno de esos aspectos para poder apurarlo según toda su intensidad" (Heller, 1970). Para ello se requiere el momento de ruptura, la toma de distancia que permite alejarse de y analizar lo cotidiano.

En la presente experiencia, el trabajo de recuperar la práctica personal en la docencia sirvió para reconocer poco a poco la problemática particular en la formación de docentes. Se inició con lo que se denominará de ahora en adelante, en este texto, como autobservación y autorregistro, tareas ambas que requieren del desarrollo de habilidades específicas y que, por experiencia, puede afirmarse que se consiguen mayormente con su ejercicio constante y otro poco con la consulta de apoyos metodológicos apropiados. El objetivo mayor de este proceso de trabajo es el de encontrar, por un lado, la metodología personal utilizada para formar docentes y, por otra parte y para un momento posterior, procedimientos de trabajo útiles y propios para proponerlos como contenidos en la formación para la docencia. Por esa razón, se inicia con la recuperación y reflexión sobre los hechos de la práctica. Es un primer momento para tomar distancia y analizar el trabajo mediador del docente dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, en general, y de la formación de docentes en particular.

El primer paso es tratar, desde la recuperación de las evidencias, el papel del profesor como auxiliar y mediador del proceso de aprender que viven sus alumnos, papel que, como tal, es propuesto teóricamente y pocas veces conocido en la práctica.

La observación y el registro

Los primeros registros son muy deficientes, no sólo metodológicarnente, en cuanto a recoger hechos y evidencias de lo que sucede en la práctica, sino también en su ración con la inclusión de partes y elementos apropiados. Por ejemplo, el análisis de registros junto con otras personas hace saltar a la vista que se omiten muchos detalles importantes, y que se consignan interpretaciones de la realidad en lugar de respetar los acontecimientos tal como suceden.

El problema puede deberse a la inhabilidad para observar, o bien para registrar, o para ambas cosas. De modo que una mala observación conlleva consecuentemente un mal registro, y éste no depende solamente de una buena cualidad para observar, sino de la conjunción de ambas habilidades y el uso de herramientas adecuadas para registrar. Problema inicial de adquisición de competencias que hay necesidad de atender.

Registrar los hechos de la práctica conduce a un problema de carácter epistemológico: cómo lograr observaciones y registros válidos, si se trata de autobservación? Ahora entonces, hay que atender estos otros problemas: la interpretación sin base en los hechos y las visiones subjetivas acerca de lo observado. Puede decirse que nunca llegan a desaparecer totalmente y sólo se minimiza la presencia de ambas. Esto es algo de lo que debe estar muy consciente quien hace recuperación de su propio quehacer.

En el caso que se presenta, a veces se utilizaron otros apoyos como la videograbación, la relatoría por estudiantes del curso y la observación y registro por otro docente. Esto, que algunos llaman triangular la información o los datos, se hace también porque nuestras concepciones de la realidad se sostienen verbalizando explicaciones que no las contradigan, en vez de que las acomodemos a los hechos que no son cambiables, pues "lo que llamamos realidad es el resultado de la comunicación" (Watzlawick, 1981).

Posteriormente, se trató de integrar los aportes de algunas ciencias para reflexionar sobre la práctica. Esto permitió avanzar para entender mejor la diferencia que hay cuando hablamos de nuestro concepto o ideas sobre la práctica, respecto a cuando hablamos o analizamos sobre los hechos que se suceden en la misma. Una vez que se empiezan a desarrollar las competencias para observarse y registrarse a uno mismo y a distinguir suficientemente los hechos de sus interpretaciones, empieza a aparecer con mayor claridad la materia prima para el análisis: la propia práctica educativa.

La visión inicial de nuestro hacer casi siempre es caótica y no dice mucho por más que se lean y relean los registros. Aparecen hechos que muestran cosas y sucesos. Y aunque no se comprende cabalmente lo que pasa ahí, no siempre está uno satisfecho con lo que se recuperó. Por lo regular se tiene la sensación de que faltan cosas, aunque no se tenga la seguridad

de cuáles son. En lo personal, se inicio por observar el hacer y el decir en la conducción del curso. Verse en los videos o escuchar la audiocinta de lo que uno dijo o simplemente leer en el registro su participación, hace a cualquier docente casi no creer que uno pueda actuar así. Esa persona, que a veces inicia una cosa y luego la deja para empezar otra; que dice una frase que no siempre se completa o que indica algo para luego dar la contraorden; que está intentando explicar un tema pero se confunde al hacerlo, no puede ser uno mismo. Parece que alguien nos quiere jugar una broma. Pero no es así. Ahí están las evidencias en imágenes, sonidos o textos que muestran la realidad de nuestro hacer.

Esto origina un primera confrontación que nos hace pensar, casi siempre, que sólo son simples descuidos o tropiezos de poca importancia, pues sabemos que somos, ¿quién nos podría demostrar lo contrario?, muy buenos docentes o profesionales de la educación. Esta certeza se apoya en la experiencia y nos da seguridad para lo que hemos venido haciendo. Sin embargo, ambas se vuelven un obstáculo importante para cuestionar la práctica y encontrar las carencias, deficiencias o, simplemente, los aspectos de la misma que se podrían mejorar.

Es necesario decir que, la mayoría de las veces, los educadores no sabemos cuestionar nuestro hacer, aun en los casos en los que se tienen inquietudes por mejorar, Sucede que no hemos sido formados en ese sentido. Esta es otra habilidad muy necesaria a desarrollar. Por esa razón nuestra primera revisión de la práctica nos puede mostrar hechos que no nos cuestionan, aunque aparezca algo que no es de nuestro agrado. De ahí que un primer análisis recomendado es el de empezar a distinguir los constitutivos presentes. Una primera pregunta a utilizar en este espacio es: ¿qué está presente en esta práctica? Casi siempre, en el intento de respuesta se empiezan a descubrir los actores principales: el educador y el educando. Pero inmediatamente se da uno cuenta de que no es suficiente reconocerlos. Hay otros elementos presentes. Casi siempre hay un contenido, interacciones entre los participantes, apoyos o instrumentos de diferente tipo, un contexto en el que se sitúan las acciones. Descubrir o reconstruir lo anterior, junto con otros constitutivos, es una tarea lenta y difícil que lleva a reconocer que esos mismos elementos tienen relaciones entre sí y que hay, además, un juego de relaciones que cambia el papel o la relevancia de cada uno de ellos. Por esa vía de análisis hay una gran cantidad de posibilidades de identificar mucho de lo que pasa en la práctica y reconocer vicios, errores, deficiencias, problemas y carencias.

Casi siempre sucede que, al irlos reconociendo, se empiezan a realizar acciones de corrección que pretenden suprimirlos o disminuirlos. Pero, por desgracia, los cambios que se proponen no tienen aún un fundamento sólido y, por lo general, sólo se cambia la forma o pequeños detalles que no modifican estructural o sustancialmente a la práctica.

Las prácticas y la práctica educativa

No todas las formas de la práctica, en el cas o de la profesión de educar, son educativas. Hay necesidad de entender esto y de tener elementos para reconstruir e identificar prácticas educativas. En esta experiencia resultó importante llegar a hacer esa separación, pues se trataba de recuperar, analizar -posteriormente intervenir- ese tipo de práctica precisamente y no otra. Para reconocerla y poder cuestionarla a fondo, es necesario formular, preguntas desde el horizonte de lo educativo: ¿qué de lo que se hace educa? ¿Por qué se dice que eso que se hace educa? ¿Qué evidencias aparecen en los hechos acerca de lo educativo?

Así, si bien no se define o precisa en principio lo educativo, sí se establece una postura desde la cual se puede leer o preguntar al registro de la práctica.

Los primeros intentos de respuesta, o las búsquedas iniciales, llevan a los espacios de reflexión sobre la necesidad de que el que educa construya el conocimiento o lo descubra, de que al menos reflexione y no sólo memorice, o que no tenga una actitud pasiva y no solamente reciba las explicaciones del educador.

Estos primeros intentos por encontrar "lo educativo" de la práctica no siempre se enfocan acertadamente. Un supuesto que media las respuestas, y que no siempre es posible identificar, es que el educando está aprendiendo, pues está trabajando contenidos programáticos, en el caso de la docencia, o que el explicarle al otro e interactuar permite que la información pase de una persona a otra, cuando se habla de prácticas educativas no docentes. Por ello, es muy frecuente que uno se contente en encontrarse dentro de los registros que se está trabajando con contenidos, y éstos son más o menos asimilados o, al menos, parecen ser manejados con cierta facilidad por los educandos. De esta manera, la práctica educativa sigue ocultándose, y la vía para explicar la misma continúa obstaculizada por los supuestos, ya que "no existe una realidad absoluta, sino sólo visiones o concepciones subjetivas, y en parte totalmente opuestas, de la realidad, de las que se supone ingenuamente que responden a la realidad 'real', o " a la 'verdadera' realidad" (Watxlawick). El reconocimiento de los mismos es difícil, pero puede intentarse por la vía de preguntarse por qué se actúa de cierta manera.

Otra forma para intentar desenmascarar los supuestos es la de encontrar la relación entre lo que se hace y lo que se produce con ese hacen Esta es una forma muy efectiva, si se analizan los hechos, de comprobar la veracidad o no de los supuestos y, principalmente, de analizar nuestras intervenciones como educadores y reconocer lo que producen. Si con esto no desaparecen, se vuelven prejuicios, según Heller, pues son inconmovibles ante una experiencia cuidadosamente analizada o por la refutación de la ciencia.

Las acciones y las acciones educativas

Esta forma de proceder nos remite a la búsqueda o significación de las acciones presentes. Para esto, es necesario trabajar desde la teoría de la acción educativa (Kratochwill, 1989), para sustentar el concepto "acción".

De acuerdo con esta teoría, no todos los acontecimientos que suceden en la realidad pueden considerarse como acciones. Estas últimas sólo pueden ser interpretadas y reconstruidas como tales. Sus dos elementos principales son la intención y el efecto o reacción que produce. La intención es una dimensión del sentido y permite la interpretación y reconstrucción de la misma cuando se reflexiona sobre ella, mientras que cuando se realiza, la acción es guiada u orientada por esa misma intención, de modo que la acción no existe como tal y sólo puede atribuirse esta condición a cierta clase de eventos.

El concepto permite que el análisis de la práctica tenga ahora un enfoque de tipo hermenéutico, y el trabajo concreto se desarrolle identificando e interpretando acciones en los registros. Una manera de hacer es agrupar los acontecimientos por el sentido que está detrás de ellos. Por ejemplo, en la práctica docente hay casi siempre momentos de trabajo en los que se organiza, se encuadra la actividad, o simplemente se establecen los acuerdos para realizar la tarea. Lo que hacen, dicen, proponen, responden o producen los actores en su interacción es lo que nos permite reconstruir e interpretar los hechos.

En otro tipo de prácticas, como las administrativas, aparece siempre un espacio de acción en el que se establece el orden del día o la agenda de trabajo con participaciones de diferente tipo. La reconstrucción de hechos permite entender la intención que los originó.

Es conveniente que las acciones se anoten en una matriz de análisis, de modo que puedan ser fácilmente reconocibles. Para el trabajo interpretativo, los esquemas y matrices -bien ya propuestos por diferentes autores, o bien construidos para el efecto-, han mostrado ser herramientas de lo más útiles. También se recomienda que no se utilicen simplemente nombres de acciones -como organizar, proponer, participar u otros-, sino frases con sentido, como: organizar la tarea, aclarar conceptos, cuestionar lo que dice el otro, etc. Esta será otra habilidad necesaria: poder utilizar o construir matrices o herramientas para el trabajo interpretativo.Esta primera etapa es necesaria, pues permite desarrollar la competencia par identificar y significar acciones. Asimismo, permite reconocer qué actor desarrolla mayor o menor cantidad dejas misma y si éstas son concordantes una con otra o por lo menos, están relacionadas.

Otras cosas que aparecen, por ejemplo es qué tipo de acciones se desarrollan quién las propone y quién sigue a quién en el curso de las mismas. Para este momento ya se debe haber desarrollado la habilidad de formular preguntas que puedan ser contestadas con los hechos registrados. Esta habilidad de formular preguntas al registro da también como resultado que se muestren las deficiencias de este timo y las posibilidades de mejorar su elaboración.

Uno de los asuntos que particularmente interesan y que, en lo particular, dio origen a este estudio, se refiere a la relación entre el saber y el hacer.

Después de algunos análisis se concluía que la relación entre saber y hacer no es lógica. Entre ellos hay toda una serie de producciones entre las cuales puede -o no-estar el saber". "Hay una serie de mediaciones formales equivalentes con el enseñar. Frecuentemente los haceres de los estudiantes no tienen relación con el que enseña. De esa manera se fue comprendiendo, poco a poco, cómo en la práctica se utilizan diferentes formas para disfrazar o racionalizar la falta de relación entre o que sabemos y lo que hacemos. Por o, entre lo que los estudiantes hacen para aprender -que el docente sabe teóricamente, al menos- y lo que hacemos al enseñar y propiciar que los demás aprendan, cosa que permite que no siempre las intenciones se lleven a cabo. De ahí que se tomó la decisión de analizar 1a relación y congruencia entre el saber y el hacer docente. Mejor dicho, entre los conceptos, ideas y fines del docente y la práctica de la docencia correspondiente.

Hay un problema fuerte entre nosotros, los profesionales de la educación, referido a captar lo que está sucediendo en el proceso enseñanza-aprendizaje o las acciones educativas en general. Las preocupaciones por el tiempo, por el programa, la disciplina, los reglamentos o disposiciones y otras cosas, impiden ubicar los aprendizajes reales logrados por el otro y los esfuerzos que, el educador hace para apoyarlos. Sobre esta necesidad de reflexión, en la teoría de la cotidianidad se habla de la ruptura como elemento importante para escapar de la monotonía cotidiana y significar la realidad'. Hay necesidad de tomar distancia sobre los hechos de nuestra vida cotidiana y tratar de entender su significación. Una razón básica es que, frecuentemente, no se hace un alto para reflexionar -el momento de ruptura o la toma de distancia en la cotidianidad, que ya se mencionó previamente- sobre lo que está pasando (Carrizales). Y cuando se tiene tiempo para ello, sólo se poseen los vagos recuerdos de lo que pasó en clase, lo que resalta la necesidad de contar con registros apropiados sobre los hechos para poder hacer tal reflexión. Pero contar con datos o registros no es suficiente. Es necesario regresar a la pregunta: ¿qué de lo que haces educa? Se comprende, entonces, que para dar respuesta a esta pregunta es necesario que la práctica educativa sea registrada e interpretada constantemente, haciendo reflexión crítica sobre los hechos de la misma y buscando evidencias de que se está produciendo "lo educativo".

Nuevamente se enfatiza que la reflexión no puede hacerse sobre lo que pensamos de nuestra práctica. Aquélla es válida sólo si se hace sobre los hechos y con una idea más o menos clara de lo que entendemos por educar. Entonces, hace falta significar los sucesos buscando el hacer educativo, o las acciones educativas. Aparece entonces la necesidad de tener competencias para observar y reconocer lo educativo. Hacer que, en principio, nos indica el qué pero no el cómo. Para tener esa competencia, es necesario precisar la idea de lo que es educativo. ¿Cómo se puede entender? Inicialmente, puede decirse que es todo aquello que aporta al proceso de formación y desarrollo de un sujeto en términos de poder comprender y actuar sobre la realidad. Destacan aquí las ideas de proceso, formación y desarrollo. Proceso, en función de entender que un acto educativo es sólo parte de una secuencia mayor que acompaña la vida de un sujeto a lo largo de su existencia. Formación, en cuanto a que el sujeto que se educa va logrando, por sí mismo o con ayuda del exterior, conformar y conjuntar en su persona competencias para desempeñarse y vivir como ser individual y social dentro de su contexto. Desarrollo, porque el proceso educativo de un sujeto es acumulativo y progresivo en lo intelectual, físico y social.

Se reconoce que las ideas son muy generales, pero permiten una primera aproximación para ubicar las acciones que aportan a la formación y desarrollo de los individuos, no en forma aislada sino en un continuum complejo y multifacético. Es decir, nos permiten un marco para entender y reconocer la índole de los eventos educativos.

De esta manera, se avanza en la necesidad de considerar qué y cuáles acciones pueden considerarse educativas, en función de productos de formación y desarrollo del sujeto. Es decir, sólo se considera educativo aquello que aporta al otro para que se signifique a sí mismo y a su realidad, para que desarrolle su potencial y adquiera autonomía para vivir y actuar dentro de su grupo social. Entendido así lo educativo, el registro de los hechos debe darnos cuenta de si, por ejemplo, el sujeto se esta apropiando de contenidos, habilidades, destrezas y actitudes que representen un avance en su proceso de formación y desarrollo para vivir y actuar en su contexto, y no sólo para aprender cosas en y para el momento o para fines como dar respuestas correctas o contestar correctamente un examen.

La intención educativa

En este camino, fue importante ir reconociendo los supuestos en los que basamos nuestra práctica. La reflexión permitió significar muchos elementos escondidos y a veces desconocidos que suponen intencionalidad específica en el hacer.

El concepto fundamental que orienta la búsqueda de las acciones educativas es el de la "intención educativa". Para este caso se comprende como la finalidad o meta de formación y desarrollo última que cada docente se propone lograr con sus alumnos y que implica tanto los conceptos que sobre educación tiene, como los correspondientes a la enseñanza- aprendizaje. En este sentido, es necesario reconocer que en el desarrollo de un programa no solamente existen los objetivos del mismo, sino que el trabajo derivado de él está mediado por los propósitos personales del educador respecto a metas de transformación y superación señaladas para sus estudiantes, tanto en lo individual como en lo grupal. Son estas intenciones educativas las que definen el rumbo que cada persona ha de tomar y por la cuales cada profesor imprime su sello personal en su desarrollo, a pesar de que se utilicen los mismos programas incluso los mismos materiales de apoyo para el proceso enseñanza-aprendizaje entre otros factores intervinientes.

La intención educativa del conducto curso, programa o actividad, le lleva entonces a proponer formas de trabajo que permitan al otro apropiarse de los contenidos, principalmente. Pero este aprendizaje se refiere también a la adquisición de metodologías de estudio, de trabajo, de comprensión, de habilidades para la transferencia y aplicación de los contenidos, por señalar solamente algunas de las metas que proponemos los docentes. Estas intenciones son, pues, muy variadas, con diferente nivel de amplitud y profundidad, y dependen de la formación profesional y experiencia de los maestros.

Al hablar sobre el tema con otros docentes, se puede encontrar que hacen referencia a intenciones educativas tales como, por ejemplo, el querer que un alumno aprenda a sumar o restar no por la operación en sí misma, sino para resolver problemas de su vida diaria; que- aprendan a escribir bien, porque les va a servir para comunicarse, etc. Las intenciones son orientaciones o criterios de definición para el tipo de actividades que se realizan en el proceso enseñanza-aprendizaje, las que representan el momento y la forma a través de las cuales tienen su concreción. Es decir, cuando la intención se vuelve acción. Sin embargo, como sucede con muchas de

las motivaciones humanas, las intenciones educativas no son del todo -a veces nadaconocidas por el propio docente. Así, la actuación de este último responde a roles que se definen y validan por la experiencia y el contacto con los iguales, en el contexto de la institución en la que se desempeña, dejando de lado, voluntaria 0 involuntariamente, sus propias metas. Pero aun cuando sean conocidas, esto no da ninguna seguridad de que se propongan y realicen las actividades necesarias para su consecución. Sucede, entonces, que los docentes guiamos el proceso enseñanza-aprendizaje con ciertos fines y, con demasiada frecuencia, los haceres y los productos son diferentes en extremo a lo que nos proponíamos lograr.

Finalmente, la noción de enseñar que cada profesor se- forma estaría integrada por toda una gama de intenciones educativas que se basan en una formación teórica, en la experiencia personal y el contacto con otros docentes. De tal manera, las intenciones educativas no son concepciones aisladas que orientan a la práctica docente, sino que se integran en un cuerpo de saberes que permiten el hacer cotidiano en la docencia.

La metodología personal en la práctica educativa

La sistematización y caracterización de la práctica educativa permite reconocer la metodología personal de trabajo, esto es, lo que se hace como pasos ordenados, intencionados y que buscan un producto específico.

Ahora que ya se tiene la habilidad de reconocer y diferenciar lo que es educativo de lo que no lo es, es posible que los pasos seguidos en la práctica se muestren gracias a su recurrencia en los registros, y también es posible darles una secuencia. Es aconsejable, en este momento, realizar esquemas, diagramas, gráficos u otro tipo de ayuda visual, como un cuadro de doble o triple entrada, en los que podamos mostrar esos momentos o secuencia metodológica, acompañados en el mismo espacio gráfico de lo que se produce y hasta de su intención, es decir, ahora sí podemos reconstruir nuestra metodología y analizar su lógica. Aún más, podemos constatar cuáles de esos pasos son los más necesarios o imprescindibles en esa práctica, pasos sin los cuales no existiría como tal, y cuáles de ellos producen o se acercan a lo educativo.

Con la metodología y sus puntos nodales identificados, es posible proponerse, ahora sí, el intervenir la práctica para transformarla y mejorarla, asunto que queda fuera del espacio y las intenciones de este documento.

Una experiencia narrada

Se narra. no se incluyen evidencias, las acciones y reflexiones dentro de una propuesta para comprender mejor los propósitos que como docente se tienen, cómo se cristalizan en un proceso de enseñanzaaprendizaje y qué productos se obtienen. Así, esta parte del trabajo se refiere al desarrollo de un curso, el cual se realizó durante un semestre con 16 estudiantes de la licenciatura en Psicología Educativa de la Escuela Normal Superior de Jalisco. Abarca el periodo de febrero a junio con un total de tres sesiones de clase a la semana, cada una de 50 minutos.

Normalmente la sesión con dos horas juntas fue la más productiva, dejando la hora restante, que siempre era en día diferente, para la revisión y análisis de lo realizado y para ponerse de acuerdo en las próximas tareas.

El curso o espacio curricular es el laboratorio de Docencia 1, que se ubica en el 5° cuatrimestre de la licenciatura.

Como se señaló, el propósito fundamental de esta porción del estudio estriba en reconocer la metodología de trabajo empleada en lo personal como docente, analizando sobre todo la congruencia entre lo propuesto para el curso, las acciones para conseguirlo y los productos obtenidos.

Durante el semestre, el docente registra los hechos que considera relevantes o significativos para el avance del curso. Los alumnos, por su parte, deben anotar qué hicieron, qué aprendieron y cómo se sintieron en cada sesión o grupo de sesiones de estudio. Se habla de grupo de sesiones, pues no coincide el desarrollo de un tema o asunto de estudio con el tiempo señalado para la clase.

Se utiliza fundamentalmente la autobservación en la práctica a través de registros que pretenden identificar y Conservar los hechos relevantes sucedidos durante el desarrollo semestral del curso, así como el análisis de los documentos que lo formalizan, los cuales son: el plan de trabajo, especificado en sesiones de clase, el uso de un diario o registro de las sesiones y los productos de los alumnos, expresados en forma escrita. Es necesario, también, pasar de los datos de la observación a la identificación de constantes y recurrencias, de modo que se pueda sistematizar lo observado en la práctica, con el fin inmediato de reconocer algunos de los puntos nodales de la misma.

En el caso que se narra, se analizaron, en principio, las acciones: cómo iniciaba cada sesión de trabajo, qué actividades se solicitaba a los estudiantes, si había un orden específico o qué actibidad antecedía o sucedía a cuál otra. Una parte importante del trabajo consiste en que el docente se aclara para sí mismo, y registra, en el análisis de las acciones realizadas, qué es lo que pretende que sus alumnos aprendan en función de las actividades propuestas. Ante la actividad señalada para cada sesión se responde a la pregunta: ¿cuál es la intención educativa de esta actividad? En lo personal, es la cuestión central que me permitió el intento de escapar del estereotipo definido por los objetivos del curso e identificar la concepción personal de la misión y las intenciones al educar. Por tal razón, de cada sesión de trabajo y de los registros de las actividades realizadas se identifica la intención educativa que las orienta, dejando asentada por escrito esa idea. También se trabaja sobre el programa del curso. Éste se analiza principalmen te en su presentación y objetivos. En ellos se trata de identificar el propósito u objeto de formación que los orienta más allá de sus contenidos. Es decir, se busca la intención educativa explícita o implícita en el programa, bajo el supuesto de que los profesionales que lo elaboraron también plasmaron sus intenciones educativas. Esa tarea se hace porque se reconoce que el programa es uno de los factores decisivos o determinantes del trabajo educativo. Bien sea que tal trabajo se desarrolle con el fin primario de que se logren los contenidos programáticos, o que se base en las actividades que propone u otras formas de la práctica educativa en las que esos mismos contenidos deben abordarse obligatoriamente, aunque no como meta única y última.

Otro elemento de análisis en esta experiencia consistió en solicitar a los estudiantes que trataran de reconocer su proceso, los aprendizajes logrados y sus sentimientos o emociones. Se pide a los estudiantes que escriban, después de cada una de las sesiones, la respuesta a tres preguntas: ¿qué hicimos? ¿Qué aprendimos? ¿Cómo nos sentimos?

La primera pregunta tiene el propósito de tener un elemento de contrastación para los registros del docente. Ya que éste anota sólo lo que considera relevante para él, es necesario contar con otros puntos de vista para que no se pierdan las acciones más relevantes en el desarrollo del curso y para verificar que éstas sucedieron realmente.

La segunda pregunta pretende recoger la versión personal del aprendizaje logrado por cada estudiante. El supuesto es que la expresión libre de cada uno permitirá identificar el o los aprendizajes logrados gracias al trabajo conjunto, para luego poder compararlos con aquéllos propuestos por el docente^ desde sus intenciones educativas.

La tercera cuestión se hace con el propósito de recoger las experiencias desde lo emotivo, para completar los datos sobre los efectos y aprendizajes logrados. En este caso fueron muy importantes, por la postura y acciones cuestionadoras adoptadas por el docente.

Juntos todos los documentos, se analizan, tratando de verificar la congruencia entre los objetivos del curso y del maestro, las actividades propuestas y realiza-, das durante las sesiones de trabajo y los aprendizajes que los alumnos identifican como logrados durante ese periodo. Una vez hecho esto, se hace una primera confrontación entre las intenciones del curso y las del docente. Esto se lleva a cabo buscando la complementariedad la congruencia o incongruencia- y la estructura conceptual que orienta la práctica docente particular. Una segunda yuxtaposición se hace entre las intenciones del docente y las actividades propuestas para cada sesión o grupo de sesiones. Normalmente se verifica con la actividad más ímportante o significativa, dejando de lado las que se realizan de rutina como el pasar lista o revisar las tares, por ejemplo. Se analiza lo reportado o expresado por los estudiantes como aprendizaje reconocido u obtenido, tratando de encontrar evidencias de que la intención educativa del docente se ha concretizado.

El trabajo de confrontación, en la experiencia que se narra, se hizo con el apoyo de un grupo de formadores de docentes y otros profesionales de la educación, dentro de las actividades de un taller sobre análisis y recuperación de la práctica docente. La intención de hacerlo así obedeció a la idea de intentar disminuír la subjetividad de un análisis personal hecho por el propio docente y encontrar, desde diferentes puntos de vista, criterios para la tarea de confrontar y su validación.

Las evidencias demostraron que era frecuente una posición cuestionadora por parte del docente. Las acciones o posturas de los estudiantes son cuestionadas con mucha frecuencia. Otra regularidad encontrada es que el docente no monopoliza el trabajo con los contenidos, sino que siempre hay la invitación y la incitación a provocar la pregunta, el comentario. En ese sentido, está siempre la postura de buscar la relación del contenido con la realidad de los sujetos, ya sea presentando o pidiendo ejemplos. Otra forma regular se refiere a solicitar de los sujetos que elaboren sus propias conclusiones y propuestas. En esta última característica se encontró que los estudiantes manifiestan sentir poco apoyo del docente para realizar sus propuestas. Dicen, por ejemplo, "uno a veces no sabe cómo hacerle y el maestro no te exige que lo hagas".

A partir de esas regularidades se puede caracterizar a la práctica como cuestionadora y participativa, pero con la desventaja de que se da poco apoyo al estudiante para elaborar sus propias propuestas.

Algunos encuentros

El trabajo de analizar y recuperar la práctica requiere de prevenciones y atención a problemas concretos, referidos a lo metodológico, a la adquisición de habilidades y al uso de herramientas e instrumentos de diferente orden. Es básico, también, tener claros conceptos que se implican en estas tareas y que resultan fundamentales para guiar las acciones y las tareas en la recuperación de la práctica. La experiencia muestra que los pasos seguidos son necesarios, aunque no en el orden en que se trabajaron, sino en el que el propio proceso de trabajo requiera. Estos pequeños logros muestran la necesidad de formar a los docentes y profesionales de la educación con un enfoque mayor hacia la práctica como objeto de estudio, a formar en las habilidades de recuperar, sistematizar y caracterizar la práctica, así como a definir y operativizar sus intenciones educativas. Con

esa forma de trabajo, es probable que los docentes puedan apartarse de la preocupación única por el contenido, y que en su hacer persigan metas de formación y desarrollo para sus estudiantes, mediante la selección y utilización de actividades adecuadas para el efecto.


* Coordinador académico de la Maestría en Educación con Intervención de la Práctica Educativa de la Secretaría de Educación.


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Notas

1 Notas de clase del curso de Teoría y práctica de la educación Il.

2 Varios autores hablan de esta monotonía cotidiana. Aquí, particularmente, me remito a César Carrizales Retamoza

 

Artículo publicado en la revista Educar

Número 1 Intervención Educativa                  

http://www.jalisco.gob.mx/srias/educacion/consulta/educar/dirrseed.html