El diseño del curriculum y el consenso

como mecanismo decisorio (1)

 

Amador Guarro Pallás

Introducción

 

Las decisiones e interacciones inherentes a un curriculum son lo suficientemente complejas como para precisar de una planificación o diseño previos.

Es tal el número y calidad de, los elementos que configuran un curriculum, y que posteriormente interactúan en el proceso de enseñanza‑aprendizaje, que si no se planificase su puesta en práctica previendo las posibles interacciones que pueden producirse y sus múltiples consecuencias, resultaría casi imposible detenninar la finalidad de tal proceso y mucho menos su desarrollo. Ello implicarla, asimismo, la imposibilidad de su explicación y transformación. Sin embargo, a pesar de su complejidad, sólo puede ser planificable porque es una actividad intencionada y no espontánea y casual. "El proceso educativo es el ejercicio intencional de la influencia, y la educación, como disciplina científica, se propone explicar dicha influencia para planificar su ejercicio racional" (Pérez Gómez, 1983: 323).

Estamos convencidos de que si no existiera tal intencionalidad no habría posibilidad de configurar un curriculum, porque sé confundirla con otro tipo de procesos educativos más espontáneos e incontrolados y, en última instancia, nuestro campo de estudio quedaría absorbido por otros afines (psicología educativa, psicología del aprendizaje, etc. ), ya quesería muy difícil establecer limites claros y precisos entre los procesos delimitados por la existencia de un curriculum y otros procesos de 'aprendizaje humano.

Este hecho, por indiscutido que sea, no deja de plantear problemas. No todos los investigadores y profesionales relacionados con el diseño curricular coinciden en los términos en que éste es planificable.

    Por tanto, parece conveniente una clarificación conceptual que nos sitúe en el contexto y en la perspectiva desde la que nosotros enfocamos el problema.

    Para abordar esta tarea se han sugerido distintos enfoques que coinciden básicamente con las orientaciones generales acerca del curriculum. Cada uno de ellos presenta

diferentes concepciones respecto a la naturaleza del diseño, a los subprocesos que en él operan, al papel de los expertos y de los profesores, etc.

    Nuestra posición al respecto es bastante ecléctica pues, aunque compartimos básicamente los presupuestos de la orientación sociocrftica del curriculum, hemos de

reconocer la imposibilidad de afrontar todos y cada uno de los problemas que plantea  la elaboración de un curriculum desde una única y exclusiva perspectiva

    Este artículo pretende ser una primera aproximación a una concepción del diseño curricular que intente ir despejando algunas de las contradicciones inherentes al

eclecticismo del que hablábamos y construyendo una opción más nítida, si ello es  posible.

    Así, proponemos caracterizar inicialmente el diseño curricular desde una doble perspectiva: primera, como proceso de elaboración del curriculum; y segunda, como producto, es decir, el proyecto ó documento final.

 

El diseño como proceso de elaboración del curriculum

 

      Desde esta perspectiva el diseño curricular podría caracterizarse como un proceso de toma de decisiones para la elaboración del curriculum, anticipado a supuesta en práctica.

     En esta definición se apuntan dos atributos críticos del diseño curricular: proceso de toma de decisiones y anticipado a su puesta en práctica. Además, su objeto es la elaboración del currículum.

 

    El diseño curricular es un proceso de toma de decisiones

 

    El primer atributo puede, a su vez, desdoblarse en dos características esenciales:  el carácter procesual del diseño y la toma de decisiones que conlleva.

    Respecto al carácter procesual creemos que existe un amplio consenso en su aceptación, ha ido ganado adeptos y, en algunos casos (Stenhouse,1984), puede llegar incluso a ser el atributo crítico de toda la actividad, frente a la puntual o momentánea.

    Sin embargo, este énfasis también puede llegar a radicalizarse y adoptar formas irreconciliables con la propia planificación curricular. Nos referimos a aquéllas concepciones en las que se niega la posibilidad de diseñar el curriculum porque o bien se considera que es un proceso permanente de negociación entre profesores y alumnos que no admite ser anticipado, o bien se le niega sustancialmente dicha posibilidad aduciendo que su objeto, el curriculum, es lo que realmente aprende el alumno y no lo que se planifica previamente. No obstante, y manteniendo las distancias de tales concepciones, proponemos este atributo como uno de los más importantes.

Lo que nos preocupa realmente es adelantar una caracterización que vaya más allá de la consabida oposición entre un momento puntual del que surge una versión definitiva y cerrada del curriculum que se pretende enseñar y un proceso de elaboración curricular en continua revisión. Así, queremos señalar el doble sentido que tiene este proceso: por un lado, vertical; por otro, horizontal.

 Decimos que el proceso de diseño curricular tiene un carácter vertical porque se inicia en un nivel de gran generalidad y se va desarrollando verticalmente a través de distintos niveles hasta adquirir su máxima concreción. En nuestro contexto existen tres niveles: se iniciarla en el correspondiente al MEC y CCAA, que tiene carácter prescriptivo, continua con el del Centro y concluye en el tercero que corresponde al Aula.

         Pero también podemos afirmar que ese proceso es horizontal porque cada uno de los niveles se va desarrollando, al mismo tiempo, y a lo largo del tiempo. Así, el diseño de aula o programación, podría iniciarse con un plan anual, se concreta con planes trimestrales, y concluye con planes quincenales o semanales. Este proceso se repite quincena tras quincena, y cada trimestre. El Proyecto Curricular de Centro podría abarcar los planes correspondientes a cada etapa y a cada ciclo dé cada etapa, de modo que su desarrollo requiriera esos períodos de tiempo, además de la correspondiente revisión anual. Y, por último, los Diseño del Primer Nivel (MEC y CCAA) se desarrollarían a lo largo de las etapas que constituyen la estructura del sistema educativo.

Por tanto, a partir de ahora cuando nos refiramos a este proceso habremos de diferenciar claramente a qué sentido del mismo nos referimos, porque de lo contrario resulta casi imposible valorar cualquier propuesta que podamos realizar para reflexionar sobre, o proceder a, su desarrollo.

Por otra parte, ese proceso no puede ser de cualquier naturaleza, ya que se refiere a la toma de decisiones para la elaboración del curriculum. Sin embargo, la caracterización del proceso de este modo plantea ciertos problemas, no tanto por estar en desacuerdo con ella, sino por diferencias en cuanto a su naturaleza. Además, y quizás debido a ello, es uno de los aspectos menos investigados de los relacionados con el diseño curricular.

Así lo denuncia Kerr (1983), quien considera que el proceso de diseño es más una situación de solución de problemas que una aplicación lineal de ciertos principios y reglas y el diseñador se caracterizarla no tanto como un técnico, sino como un solucionador de problemas.

Desde esta concepción se pone el énfasis en los procesos internos que intervienen en las operaciones de diseño, ya que, dada su naturaleza, se ve sometido a múltiples y variadas influencias que requieren tanto de un conjunto de principios y procedimientos, como de la "identificación y clasificación de los procesos que operan" (Escudero, 1985). Por todo ello, la naturaleza de la toma de decisiones se asemejada a, y se interpretarla como, solución de problemas.

Para afrontar esta cuestión se han revisado los procesos de diseño implícitos en actividades diversas pero caracterizadas por su naturaleza flexible y abierta, más que aquéllas otras correspondientes a procesos mecánicos y rígidos. Así, se han estudiado los distintos tipos de diseño: el diseño artístico (Needelman,1979; Harrison,1978); el diseño arquitectónico (Eastman, 1973; Sundor, 1980); y el diseño en la inteligencia artificial (Simon, 1981).

Considerando la solución de problemas, se observa como puede llegar a ser una tarea tan compleja que requiera la descomposición del problema global en subproblemas, y como es muy posible que cada subproblema requiera, a su vez, tanto de nuevas subdivisiones como de estrategias diferentes de solución.

Desde esa perspectiva podemos asimilar el diseño del curriculum al macroproblema y el diseñador a un solucionador. Es fácil darse cuenta de la complejidad implícita en dicho proceso y de lo lejos que se estaría de poder conseguir un algoritmo fijo para aplicarlo en cualquier situación. Se abre, pues, un camino tortuoso y lleno de incertidumbre para el que el diseñador debe poseer tanto procedimientos tecnológicos para resolver un determinado problema, como la habilidad para saber enfrentarlo y seleccionar la estrategia más adecuada en cada situación específica de diseño.

Sin embargo, toda esta reflexión no es suficiente para clarificar la verdadera naturaleza del proceso de toma de decisiones al que aludimos. De hecho, su principal objeto es más bien negar categóricamente el sentido lineal que desde concepciones técnicas se pretende dar a dicho proceso. Y con ello lo único que hacemos es eliminar una de las posibles vías de análisis, pero no avanzamos mucho en otras direcciones más plausibles.

Quiero decir que conceptualizar el proceso de toma de decisiones como la solución de un problema no es suficiente para clarificar la naturaleza de dicho proceso porque la solución de un problema puede realizarse desde distintas perspectivas teóricas. Por tanto necesitamos ahondar más en este atributo.

Un matiz que creo puede ayudarnos en esta tarea es que este proceso de toma de decisiones no puede ni debe ser individual, más bien habría que caracterizarlo como una tarea colectiva que exige la participación de distintos sujetos (dependiendo del contexto curricular de que se trate) y, además, el consenso como procedimiento para adoptar las decisiones pertinentes.

Creo que con ello añadimos dos características al proceso de toma de decisiones que lo diferencian claramente de un enfoque netamente técnico: por un lado, su condición de tarea colectiva; y por otro, la de intentar llegar al consenso como mecanismo decisorio.

 

El proceso de toma de decisiones para el diseño del curriculum es una tarea colectiva.

 

Al poner énfasis en que el proceso de toma de decisiones deba ser necesariamente colectivo queremos decir que anteponemos a cualquier otra circunstancia el carácter público de lo curricular y, por tanto, el diseño del curriculum debe ser también público.

Además, dada la complejidad del proceso se hace necesaria la incorporación de distintos puntos de vista tanto teóricos como otros de diferente naturaleza (ciudadanos, padres de alumnos, profesores, políticos, técnicos, alumnos, etc.). Decimos público en un doble sentido radical: primero, en el de algo que es conocido por todos, perteneciente a todo el pueblo; y, segundo, como algo en lo que participa todo el pueblo (Casares, 1977).

En nuestro contexto, el primer sentido tiene dos implicaciones: por una parte, reafirmar el sentido intencional del curriculum al preveer lo que queremos conseguir (aunque lo conseguido posteriormente no se agote con nuestra previsión), y por otra, permitir la crítica del proyecto ya que no sólo se indicará en él lo que se persigue, sino por qué se persigue y cómo se piensa conseguir.

Somos conscientes de las dificultades que implicaría actualmente, dada la tradición individualista tan arraigada en nuestra cultura escolar, llevar hasta sus últimas consecuencias esta afirmación. Sin embargo, creo que estamos asistiendo al inicio de una nueva etapa en la que el curriculum puede y debe convertirse en un vehículo de discusión pública porque se admite explícitamente que representa la concreción, en el ámbito escolar, de un proyecto de sociedad Y me atrevo a realizar esta afirmación en base a la naturaleza del proyecto curricular presentado por la administración como consecuencia del proceso de Reforma de la Enseñanza no Universitaria

En los Diseños Currriculares Base, además del marco de referencia ofrecido por el Libro Blanco para la Reforma del Sistema Educativo, no sólo se nos ofrecen los mínimos que se deberán enseñar y algunas orientaciones sobre cómo enseñarlo, sino una justificación exhaustiva del proyecto en general y de cada una de los elementos que lo constituyen en particular.

Y es esa justificación lo que posibilitará al ciudadano conocer las claves tanto para la comprensión como para la valoración de dicho proyecto. Es decir, ya no estamos ante el superfluo dilema de si este objetivo es adecuado o no para mis alumnos, sino ante la critica de una concepción de la enseñanza que abarca desde una identificación de los motivos que han llevado a la reforma del sistema educativo, las nuevas finalidades que se persiguen y la estructura con la que se espera conseguirlas hasta los nuevos curricula que, según la administración, responden a esas finalidades y estructura.

Por tanto, si se admite desde el nivel de diseño de la administración central (y lógicamente desde la autonómica) el reto que supone la explicitación previa y pública de su proyecto curricular para que sea conocido y criticado, creo que estamos en condiciones de comenzar a exigir a los restantes niveles de diseño que se comporten del mismo modo.

Sin embargo, es necesario clarificar aún dos cuestiones: primera, ¿en qué términos puedes er conocido por todos un proyecto curricular dado su desarrollo casi permanente tanto vertical como horizontal? ¿qué es lo que permanece en el proyecto, dependiendo claro está de cada nivel, y qué es contingente?; y, segunda, ¿qué sentido puede o debe dársele al término conocer?

La primera cuestión sólo puede responderse cuando caractericemos el diseño como producto.

La segunda depende de la racionalidad desde la que cada cual se sitúe. Así, puede significar "estar informados del producto final antes de su puesta en práctica", lo que nos colocaría en las coordenadas de una racionalidad técnica. O bien, "debatir el producto final, para su modificación, antes de ponerlo en práctica", posición que podría calificarse de técnica atenuada. Y algunas otras posiciones que recorrerían el espacio existente entre las tres orientaciones curriculares más importantes (técnica, deliberativa y sociocrltica) al hilo de sus concepciones acerca del diseño, desarrollo y cambio curricular.

Desde nuestro punto de vista, el sentido que le otorgamos al término conocer implica la "participación de todos en el proceso de elaboración curricular", lo que intentaremos aclarar a continuación.

Admitir la participación de todo el pueblo en la elaboración del curriculum exige clarificar tanto su naturaleza como los niveles en los que se ha de producir, porque de lo contrario corremos el riesgo de vaciarla de contenido real.

En cuanto a su naturaleza señalaremos que sólo puede hablarse de una participación efectiva a condición de que los problemas que en cada caso se traten sean sometidos a la valoración de todos y cada uno de los participantes en el proceso. Además, es necesario admitir que cada agente (institucional, gripal o individual), independientemente de su especialización (administración política, padres, sindicatos, partidos políticos, alumnos, diseñadores o profesores), tiene algo que aportar al proceso de elaboración curricular. Y si realmente estamos convencidos de esa participación, tendremos que asumir que las valoraciones que cada participante realice deben ser consideradas, en principio, igualmente válidas. De ningún modo es admisible la imposición de cualquier opinión por racional que sea, porque habitualmente ello conduce a su desvirtualización e ineficacia, además de la "manipulación" que se ejercería sobre unos agentes que si bien su formación no es la de un especialista, su punto de vista sobre el curriculum y su elaboración es útil e incluso tan necesaria como la de un experto. Más bien se propugna la consecución de un consenso basado en el mejor argumento, independientemente de quien lo proponga, y no en el de la autoridad institucional o tecnológica.

         Por tanto, todos y cada uno de ellos han de encontrar el modo y el contenido de su participación.

Entendemos por modo el cómo de la participación. Es decir, los mecanismos o estrategias necesarios y adecuados para que cada participante tenga acceso, lo más directo y eficaz posible, a los centros de decisión donde se elaboran los curricula.

Y por contenido el qué de dicha participación. O sea, los temas, asuntos, elementos, procesos, en suma decisiones curriculares, sobre los que cada ciudadano debe y puede participar.

Lo que nos pone en contacto directo con los niveles de participación. En este sentido hemos de señalar que es necesario establecer distintos niveles participativos y que la naturaleza de la participación (modo y contenido) será diferente en cada uno de ellos. Creemos que en nuestro contexto cultural puede ser útil considerar cuatro niveles de elaboración curricular y, por tanto, de participación: administración central, administraciones autonómicas, colegio o centro, y aula.

No vamos a profundizar ahora en el modo y contenido de la participación en cada uno de ellos porque esa tarea la reservamos para un próximo trabajo.

La otra característica que apuntábamos para delimitar más claramente el sentido que le otorgábamos al proceso de toma de decisiones para la elaboración curricular es la de intentar llegar al consenso como mecanismo decisorio.

 

El consenso debe ser el mecanismo para la toma de decisiones en el proceso de diseño curricular.

 

Ya al hablar de la naturaleza de la participación de los distintos agentes curriculares hemos iniciado la discusión de este atributo. Ello significa que si bien a efectos analíticos estamos descomponiendo los distintos elementos integrantes de este proceso, en realidad todos interactúan simultáneamente. Por tanto, así habrá que considerarlos cuando nos creemos una imagen mental de todos ellos.

El consenso como mecanismo decisorio implica fundamentalmente dos ideas básicas: la no imposición, por tanto no manipulación, de ninguna decisión por ninguno de los agentes implicados; y el reconocimiento y asunción de que la toma de decisiones se realiza tanto en base a argumentos ideológicos como científicos.

a) La negociación implica la no imposición de decisiones a los agentes implicados

El enfoque técnico del curriculum ha basado tradicionalmente cualquier proceso de toma de decisiones en lo que Habermas (1982, 1987) ha denominado la acción instrumental.

Una acción instrumental presupone siempre una relación de dominación entre el sujeto que conoce y transforma y el objeto conocido y transformado. Esta relación del hombre con la naturaleza se traslada a la relación del hombre con el hombre reproduciendo igualmente el mismo sistema de dominación.

Así, cuando se establece una investigación tecnológica (=acción instrumental encaminada a fines) existen, por una parte, una serie de funciones desempeñadas por los expertos (científicos, tecnólogos), encaminadas a resolver problemas planteados por necesidades ajenas a la realidad educativa. Además, esos profesionales son los que controlan (=detentan) el conocimiento que se aplica en, y genera a partir de, la intervención. Por otra parte, hay una serie de funciones asignadas a profesores y alumnos que suponen el sometimiento de ambos a las necesidades planteadas por aquéllos. Los profesores y alumnos son los "objetos" de la acción instrumental y, como tales, deben contribuir a la generación del nuevo conocimiento sin detentarlo y sin participar en un plano de igualdad en su control y posterior utilización.

En el caso del ‑campo curricular, este tipo de relación es aún más preocupante si cabe porque se extiende hasta caracterizarlapropia relacióneducativaentreprofesores y alumnos, lo que supone un tipo de enseñanza muy concreta y, desgraciadamente, poco deseable porque es incapaz de abordar los aspectos más importantes (enseñanza basada en la comprensión), debiéndose centrar en aquéllos otros de menor relevancia formativa (memorización y aprendizaje de mecanismos de rutina). Además de favorecer actitudes de sometimiento nada deseables para la formación integral de una personalidad libre y democrática.

Frente a esa acción se opone otra, denominada acción discursiva o comunicativa, es decir, "una interacción simbólicamente mediada. Se orienta de acuerdo con normas intersubjetivamente vigentes que definen expectativas reciprocas de comportamiento y que tienen que ser entendidas y reconocidas, por lo menos por dos sujetos agentes" (Elliott, 1984:12).

Se opta por una relación basada en el consenso entre las partes. "El consenso que surge entre los participantes como resultado de un discurso es un consenso racional y justificado" (Elliott, 1984:12), no impuesto por normas externas cuyo dominio (=conocimiento) sólo detenta uno de los participantes. Por tanto, "el discurso puro constituye la `situación' ideal en el aula cuya existencia se da por sentada en toda comunicación interpersonal" (Elliott, 1984:12).

Lo que resitúa y delimita el papel del conocimiento, y su utilización, advirtiendo de la peligrosa relación que puede llegar a producirse entre distintos profesionales, y de lo cual ya tenemos suficientes pruebas, si no se ponen los medios adecuados para evitarlo.

Podríamos resumir los atributos de cada una de ellas, que en este contexto nos interesa resaltar, del siguiente modo:

 

ACCION INSTRUMENTAL

ACCION DISCURSIVA

* Las normas que siguen la participación son"objetivos" y establecidas por agentes externos a los participantes

 

* Existe jerarquización entre los participantes

 

* Se toman decisiones por imposición

* Las normas que rigen la participación son "intersubjetivas' y establecidas porlos participantes

 

* Existe igualdad entre los participantes

 

* Se toman decisiones por consenso

 

Hemos resaltado las tres características que más me interesan en el contexto curricular y realmente creo que podrían resumirse en la última, es decir, el discurso puro como situación ideal para tomar decisiones curriculares.

Decimos esto porque conseguir esa situación presupone las otras dos condiciones, o dicho de otro modo, el discurso puro se produce cuando la interacción entre los participantes está orientada por normas establecidas por ellos mismos o con su consentimiento, lo que exige a su vez la plena igualdad de los participantes ante el discurso, y sólo se adoptan decisiones como producto de un consenso racional y justificado.

Sin embargo, somos conscientes de las enormes dificultades que actualmente podemos encontrar en cualquier aula, centro y, más aún, consejería de educación autonómica o dirección general del Ministerio de Educación y Ciencia para conseguir esa situación.

Dejando a un lado los centros de decisión políticos y centrándonos en los centros y aulas, podemos establecer algunas consideraciones como punto de partida para la reflexión y la investigación (Arca y Yanes, 1990; Guarro, 1990; Guarro y Arencibia 1990; Santana, Gobantes y Sarabia, 1990; Yanes y Santana, 1990;).

En primer lugar, podemos constatar, aún a riesgo de esquematizar excesivamente y sin entrar en matices y detalles que no procede su consideración ahora, la existencia de cuatro tipos de situaciones decisionales en nuestros centros y aulas:

a) Situación derivada de una acción instrumental, es decir impositiva, en la que las decisiones son impuestas por alguna autoridad, habitualmente jerárquica y en otros casos técnica.

b) Situación en la que las decisiones se adoptan por votación. Esta situación, posiblemente la más frecuente en nuestros centros, incorpora los mecanismos de decisión democrático‑formales y sustituye la autoridad por la mayoría.

En ambos casos se produce una ausencia de reflexión y argumentación, racional o ideológica, sobre los temas a decidir.

c) Situación en la que se toman las decisiones "por cesión", es decir, los participantes, después de algún tipo de reflexión más o menos argumentada llegan a un punto intermedio que adoptan como acuerdo. Este tipo de situación es similar a la que se produce en una negociación entre sindicatos y patronal.

d) Situación en la que las decisiones se basan en el convencimiento de todos los participantes por ` `el mejor argumento", ya sea racional o ideológico.

En segundo lugar, estas situaciones pueden jerarquizarse cualitativamente entre sí. Es decir, podemos afirmar que el primer tipo de situaciones es menos deseable que el segundo y así sucesivamente. El criterio para aceptar esta jeracquización es, evidentemente, asumirel consenso racional y justificado como la situaci6nideal para tomar decisiones curriculares.

En tercer lugar, habitualmente se dan simultáneamente varias situaciones decisionales tanto en un centro (claustro, departamento/seminario, ciclo, consejo escolar, apas, cte.) como en las aulas. Ello es así porque no todas las decisiones son de la misma naturaleza (razonadas, inmediatas, rutinarias (Martínez y Salinas, 1988), porponer un ejemplo), y todas ellas no están ligadas por igual a los mismos intereses, que a su vez también son de distinto tipo.

Por último, hemos detectado algunas condiciones para facilitar la toma de decisiones por consenso:

1. El grupo que toma las decisiones ha de ser lo más estable posible en cuanto a sus componentes, no así en los roles que cada uno desempeñe.

2. El grupo ha de dotarse de mecanismos que faciliten la reflexión y la participación desde el individuo al grupo y viceversa (Holy y Escudero, 1988‑1989; Escudero, 1990).

         3. Todos los participantes deben poseer una información similar acerca del problema objeto de decisión.

Sin embargo, todo lo anterior no sirve de mucho si los componentes del grupo no comparten la necesidad de participar, de apropiarse del espacio curricular que les corresponda y de actuar como verdaderos profesionales y no como meros ejecutores de decisiones tomadas por otros. Además, esa necesidad ha de ser construida no extraida de una conciencia la mayor de las veces inexistente.

b) El consenso implica la presencia de procesos ideológicos en la toma de decisiones

 

Desde ciertas posiciones teóricas, específicamente los enfoques racionales o técnicos, se apunta como características esenciales del diseño curricular (al menos en la dimensión que ellos denominan ` `diseño de la enseñanza"), la presencia exclusiva de procesos científicos y tecnológicos, confiriendo, así, al diseño un carácter aséptico y neutro muy en consonancia con la pretendida objetividad del conocimiento científico, y un proceso de aplicación cuasi algorítmica de los procedimientos correspondientes, según el problema de que se trate. Los criterios para la selección de un determinado procedimiento vendrán dados exclusivamente por la teoría curricular que se comparta.

Es decir, según esta concepción, los problemas del diseño curricular son de índole técnica y su solución depende de la disponibilidad o no del procedimiento científico o tecnológico correspondiente.

Sin embargo, es fácil constatar cómo muchos de esos problemas curriculares están tan relacionados con procesos ideológicos como con procesos tecnológicos y científicos. Y, si ello parece excesivo, al menos habrá que reconocer la presencia de esa amplia gama de procesos y negar la exclusividad de unos sobre otros.

Dado que el curriculum es la concreción de un proyecto educativo, reflejo de nuestras concepciones y propósitos acerca de la enseñanza, parece lógico admitir que una gran parte de las decisiones que adoptemos en su configuración se justificarían en base a esas concepciones. Y si nuestras concepciones se derivan de un proyecto vital más amplio, en el que se dan cita nuestra escala de valores e ideas políticas, también parece lógico admitir que sirvan de justificación a gran parte de la decisiones curriculares.

Es cierto que la investigación curricular desvela cada vez más la naturaleza de los procesos implícitos en el diseño del curriculum, y que la información disponible aumenta ofreciéndonos más posibilidades de elección racional. Pero los contextos de desarrollo y puesta en práctica de los curricula son tan variados, las influencias múltiples y los usuarios tan peculiares, que resulta casi imposible trasladar cualquier dato científico a la práctica obviando esos condicionamientos.

También es cierto que existen procedimientos de intervención más verdaderos que otros y que la investigación ha corroborado la eficacia de ciertos "métodos" frente a otros. Es decir, el conocimiento curricular no es tan relativo que dé igual tenerlo en cuenta o no, que todos los procedimientos disponibles sean igualmente válidos.

Desde nuestro punto de vista, la dimensión del problema se cifra en los siguientes términos:

Existe un conocimiento curricular que avala la utilización de determinados procedimientos sobre otros y que ese conocimiento nos ofrece múltiples alternativas y criterios racionales de elección para solucionar los problemas inherentes al diseño curricular. Pero:

 

1. La puesta en práctica de ese conocimiento, su contextualización, incorpora una serie de variables y de situaciones no previstas en su investigación, que relativizan enormemente su eficacia y, por tanto, su prescripción.

2. El conocimiento científico y tecnológico, tal y como se produce, no siempre es comprensible por quienes lo han de utilizar, lo que incorpora un ` `ruido" adicional que puede llegar a invalidarlo.

3. El conocimiento disponible actualmente no ofrece soluciones a gran número de los problemas que pueden plantearse en el diseño curricular, por lo tanto se abre un gran espacio a la incertidumbre que necesita rellenarse en la práctica mediante el conocimiento experiencial o atendiendo a las concepciones generales acerca de la enseñanza.

4. La elaboración curricular debe tener en cuenta las tradiciones y modos peculiares de actuación de los posibles contextos de aplicación, cuya ruptura o desprecio, en pro de una mayor racionalidad del proceso, no siempre desemboca en una mejora de la enseñanza, sino más bien en la ignorancia de tal racionalización.

En resumen, dada la naturaleza del curriculum (entendido como proyecto educativo reflejo de una determinada concepción de la enseñanza), la naturaleza del conocimiento curricular y la peculiar forma de utilización de dicho conocimiento en el diseño curricular, es necesario admitir la presencia de procesos ideológicos, además de los científicos y tecnológicos, y cuya consideración debe conducir a una mejor comprensión del diseño y a un mayor acercamiento entre el proyecto y su puesta en práctica.

En fin, hemos pretendido esbozar la problemática que plantea el primer atributo característico del diseño curricular y el camino que se abre para su estudio, ya que hasta ahora ha permanecido lejos de los intereses de la investigación, sobre todo desde el enfoque técnico, predominante en este campo de estudio.

 

El diseño del curriculum debe realizarse con anticipación a su puesta en  práctica

 

La presencia del segundo atributo, anticipación a supuesta en práctica, representa básicamente dos implicaciones que al mismo tiempo lo justifican:

Una, la reflexión anticipada y parsimoniosa sobre el curriculum que después se pondrá en práctica.

Además, el hecho de que esa reflexión pueda transformarse en un documento que puede ser público antes de su realización, permite su crítica y valoración por todos, lo que ya discutíamos más arriba.

Y dos, la consideración del diseño como una hipótesis de trabajo que oriente la práctica y proporcione información .para comprenderla y mejorarla.

Pero todas estas consideraciones relativas al segundo atributo, y que constituyen una reflexión sobre la presencia de procesos racionales en la elaboración del diseño, serán motivo de un próximo trabajo.

Notas

(1) Este artículo es el primero de una serie sobre diseño curricular. En principio, tenemos la intención de publicar uno sobre los procesos racionales y la elaboración del diseño, otro sobre el diseño come producto y otro sobre los distintos niveles de diseño.

(2) Decimos "inicialmente" porque paranosotros esta defmiciónes unpuntode partida. Por tanto, acéptese la propuesta como un instrumento heurístico y nunca como conclusión de ningún proceso teórico c empírico de estudio.

(3) En este articulo sólo desarrollamos la primera perspectiva. En un segundo trabajo tenemos la intenciór de abordar la segunda.

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