HACIA UNA ESCUELA DE DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN(AUTONOMÍA PEDAGÓGICA Y ORGANIZATIVA: EN BUSCA DE UN NUEVO PERFIL PROFESIONAL DOCENTE)
Miguel Vicente Prados (*)
En el presente artículo se pretenden analizar los condicionantes que impiden, en la actualidad, que la escuela responda al nuevo perfil que demanda la sociedad y que se plasma en el nuevo marco legal (LOGSE) que se concreta en una escuela democrática y participativa en cuyo seno se pueda ejercer una autonomía pedagógica y organizativa real, la misma que hemos venido demandando secularmente muchos docentes a través, entre otros, de los movimientos de renovación pedagógica. Este análisis intenta alejarse de aquellos planteamientos simplistas y paralizantes que niegan la bondad de la teoría y de cualquier diseño teórico cuando éstos no tienen una traducción inmediata en la práctica debido a los múltiples condicionantes de la misma. Identificar convenientemente tales condicionantes como paso previo para intentar minimizarlos después, es la intención que persigue el presente artículo. Para una mayor claridad expositiva se han clasificado dichos condicionantes en tres categorías: a) Barreras comunicativas que impiden una escuela democrática, b) Dificultades de una práctica educativa autónoma, y c) Impedimentos estructurales de la escuela para desarrollar la comunicación y la coordinación.
Es muy frecuente oír
decir en la escuela a compañeros docentes que la LOGSE, el nuevo currículo. su
fundamentación psico‑pedagógica, etc., son “os mismos perros con distintos
collares”, que el nuevo marco legal no aporta ninguna novedad con respecto al
ya existente. Es evidente que este discurso refleja un sentimiento, más o menos
generalizado, de escepticismo en el profesorado, y que en ocasiones incluso
parece avalado y justificado cuando en la práctica educativa cotidiana del aula
no se observan cambios sustanciales: la enseñanza sigue siendo transmisiva y
académica, el libro de texto sigue regulando el proceso de enseñanza‑aprendizaje,
la educación sigue rigiéndose por su carácter selectivo y propedéutico, etc.
Parece que la realidad legitima a aquéllos que hacen manifestaciones como la ya
reflejada y que, por tanto, llegan a la conclusión de que el nuevo marco legal
que regula la educación en nuestro país carece de bondad y “no sirve para
nada”.
La tesis que voy a
defender se aleja de este peligroso discurso paralizante y consevador y
mantiene que el vigente marco legal propugna un nuevo modelo de escuela de
carácter democrático y crea un amplio espacio para el ejercicio de la autonomía
pedagógica y organizativa, aunque su
concreción en la práctica sólo será posible cuando hayamos identificado los
múltiples condicionantes que la dificultan, si es que no la impiden, para
posteriormente minimizarlos, y así poder beneficiarnos de esta aspiración
tradicional de los docentes contando con la legitimidad que el nuevo marco
legal posibilita.
Los condicionantes que a
continuación presento agrupados en tres categorías pretenden una mayor
claridad en la exposición:
1. Barreras comunicativas que impiden una escuela
democrática
Entraña una gran
dificultad el abordar el campo de la comunicación en la escuela, debido a su
complejidad y amplitud al incluir como agentes o actores educativos a diversos
sectores de la población, con intereses encontrados en muchas ocasiones. Así,
debemos contemplar a maestros, padres, alumnos y administradores, que actúan
consigo mismo y con el resto de los sectores haciendo muy complejo el análisis
de las barreras comunicativas que se instauran en la escuela.
Si se entiende por
escuela democrática aquella que permite el desarrollo de procesos de diálogo y
comunicación entre los sujetos que intervienen en su seno, concepción que es
mantenida y defendida por la LOGSE, y por barrera comunicativa todo aquello que
impide la comunicación entre los sujetos participantes, podemos mantener la
opinión de que la escuela en la actualidad no es democrática en su desarrollo
práctico, a pesar de que en el ámbito teórico el nuevo marco legal reconozca lo
contrario y como consecuencia se hace imposible una organización de la misma
que posibilite el desarrollo de procesos de coordinación y comunicación entre
los agentes educativos.
La administración, como
garante de la educación, es la que impone un marco normativo (Diseño Curricular
Base) encaminado en teoría a garantizar una escuela comprensiva, un mismo
currículo base igual para todos los alumnos, pero que en la práctica se está
traduciendo, en la mayoría de los centros, en obviar el surgimiento en cada
centro de una cultura escolar plenamente autónoma. La administración no sólo
gestiona y distribuye los recursos, sino que también controla la organización
curricular: lo que se aprende, cómo se aprende y cómo se evalúa lo que se
aprende (Diseño Curricular Base). Esto no impide que cada escuela asimile de
forma diferencial el currículo (Proyecto Curricular de Centro), lo que se
potencia desde el nuevo marco legal: "Los centros completarán y
desarrollarán el currículo de los niveles, etapas, ciclos, grados y modalidades
de enseñanza en el marco de su programación docente" (art. 57. l). Lo que
está sucediendo es que los centros no están ejerciendo esta autonomía, debido
fundamentalmente a que la concepción tradicional de la escuela, en la que todos
los implicados en la educación hemos sido socializados y que, por tanto, nos
resistimos a cambiar, es la que está imperando en la actualidad. Su carácter
institucional e ideológico le hace estructurarse como un modelo piramidal y
jerárquico que hace difícil cualquier proceso organizativo basado en la
comunicación. La propia estructura de la escuela es la que actúa como barrera
comunicativa (condicionante).
La estructura
organizativa de la escuela está determinada y mediatizada por las funciones que
ella misma cumple: capacitación para el trabajo (carácter propedéutico y
selectivo) y socialización de los individuos. Si bien estas funciones se han
cambiado con la LOGSE por una formación y desarrollo global de la persona, en
la práctica siguen estando vigentes, ya que la escuela sigue preocupándose más
en su tronco común por ofrecer dicha capacitación así como las bases para
emprender aprendizajes más específicos, y son múltiples las presiones que los
docentes estamos recibiendo para que esto sea así: de los padres de los
alumnos, de los propios compañeros de ciclos posteriores, de nosotros mismos,
que nos resistimos a cambiar, etc. Todo esto lo hace la escueta en la
actualidad en una sociedad democrática y parlamentaria, lo que constituye una
contradicción. ya que por un lado tiene que responder a los valores
democráticos, ampliamente recogidos en la LOGSE, y por otro se ve abocada a
reproducir las relaciones autoritarias que demanda la función de capacitación
laboral (preparación para las relaciones de sometimiento y disciplina propias
de la vida laboral) que en la actualidad sigue asumiendo. Se esta dando un
isomorfismo entre las relaciones propias de la escuela y las que se dan en el
mundo laboral.
Esta estructura
jerárquica de la escuela sólo facilita en su seno las relaciones verticales, no
comunicativas, entre los actores educativos. Así en la cúspide de la pirámide
podemos observar al director y a los órganos unipersonales que conforman el
equipo directivo, encargados de velar por el control interno y directo del
centro, y en la base de la misma encontramos al alumnado, que lejos de poder
participar, es socializado en la aceptación de la autoridad del profesor al
igual que macana aceptará la del jefe o patrón. Esta idea es reflejada por
Fernández Enguita (1.990) como sigue: "Los jóvenes aprenden a poner su
capacidad de trabajo al servicio de una voluntad ajena, al igual que una
mayoría lo hará en la vida adulta”.
Todo lo expuesto hace
imposible que en la escuela exista una comunicación vertical y horizontal real:
> Comunicación
vertical: los intereses de los actores o miembros de la comunidad educativa, a
la luz de lo ya expuesto, no pueden ser coincidentes, sino que son muy diversos
y con frecuencia están enfrentados. Las relaciones que se establecen no se dan
entre iguales, lo que hace imposible la negociación y el consenso, de forma que
la única vía de "comunicación' es la imposición. A modo de ejemplo,
podemos observar que el currículo mínimo es impuesto por la administración, el
profesor se limita a aceptarlo y adecuarlo a las peculiaridades del centro, y
el alumno. al ser considerado como no preparado, no puede participar en dicho
proceso y actúa como sujeto paciente.
El orden y la disciplina
pasan a presidir las relaciones escolares, lo que hace imposible la
comunicación, sobre todo si lo importante es el cumplimiento y respeto de la
norma con independencia de la justicia de ésta.
> Comunicación
horizontal:
‑ Entre los
profesores: la comunicación se hace muy difícil. El trabajo en equipo, pieza
clave en la nueva propuesta curricular, representa una práctica poco habitual
en los centros. Las causas son variadas y de diversa índole. De entre ellas, se
pueden destacar:
Escasa fundamentación
teórica de la práctica docente, lo que provoca que el profesorado tenga que
asirse a una determinada práctica en el proceso de enseñanza aprendizaje, que
se convierte en rutinaria y que difícilmente se abandona. Esto nos impide a los
docentes aceptar el diálogo pedagógico que sería cl que posibilitara una
reflexión y mejora de dicha práctica.
Heterogeneidad en el
ámbito docente del profesorado: cargos directivos, especialistas, ciclos, etc.,
lo que facilita que nos encontremos cada vez más desunidos, que cada vez sea
más importante lo que nos separa que lo que nos une. Los intereses son cada vez
más divergentes y la comunicación se hace improductiva e innecesaria.
Distintos
posicionamientos ideológicos en el seno de una estructura que sólo es
democrática en el ámbito formal (claustro, consejo escolar, etc.), lo que no
facilita el consenso y el dialogo, sino que, por el contrario, enfrenta
profesional y personalmente a los grupos.
Los intereses personales
se superponen a los pedagógicos: son éstos últimos los que debería de
aglutinarnos a los docentes, ya que conforman una actitud hacia la escuela que
nos lleva a delimitar nuestro terreno profesional hasta convertirlo en algo
propio e inmodificable. Es decir, se genera un modo de proceder profesional que
defendemos a capa y espada para evitar que pueda ser cuestionado.
‑ Entre los
alumnos:
La competencia, que es propia
de la función de capacitación laboral de la escuela, es la que preside las
relaciones entre los alumnos. El fracaso del compañero puede que represente el
éxito propio. En esta situación se hace muy difícil el diálogo y la
comunicación. Esta situación es la que estamos promoviendo en la actualidad
aunque desde la nueva propuesta curricular se pretenda una educación "a la
carta” que se ajuste a los ritmos de aprendizaje, a las necesidades e intereses
personales y a que, por tanto se promuevan otras actitudes distintas a la
competencia, como son las de cooperación y colaboración.
La inexistencia de cauces
reales que faciliten la comunicación. Existen los consejos escolares, las
asambleas de aula, los delegados, las juntas de delegados, etc.. que en teoría
vienen a llenar el espacio participativo que toda sociedad democrática demanda
y “ue la autoridad económica niega otorgándole carácter prioritario en la
escuela al orden y la disciplina” (FERNÁNDEZ ENGUITA 1990). Los cauces de
participación existen aunque no el contenido que garantice una verdadera
participación.
2. Dificultades de una práctica educativa autónoma
Como se vio con
anterioridad, entre sus principios básicos la LOGSE recoge el de autonomía
pedagógica y organizativa para los centros educativos. El espacio material
donde se concreta dicha autonomía será el de los proyectos de centros y más en
concreto en el Proyecto Curricular de Centro cuando hacemos alusión a autonomía
curricular. Cada centro deberá adaptar y contextualizar el currículo prescriptivo
a su contexto social, cultural, económico y geográfico, así como a las
características de sus alumnos. Este planteamiento del nuevo marco legal abre
grandes posibilidades a los centros de cara a ejercer una autonomía curricular,
si bien también queda limitada y relativizada. La escuela sólo es plenamente
autónoma cuando desarrolla su propio plan curricular, circunstancia que sólo se
da cuando la administración educativa asume el rol de garante de la educación
en el ámbito de distribución de recursos y no en cl ámbito curricular. En
consecuencia, cuando la administración prescribe un currículo, aunque sea en su
nivel básico, esta relativizando la autonomía curricular de los centros.
La escuela es en esencia
una organización del currículo, y según tenga más o menos capacidad a la hora
de definir su organización así definirá su cultura y por ende su autonomía.
En nuestro caso, el
sistema educativo español ha sido siempre un sistema centralizado y ha
restringido, por tanto, la posible autonomía que pudieran ejercer los centros
educativos. En esta situación hemos sido socializados los docentes, la
inspección, los padres de nuestros alumnos, y por ello se nos hace muy difícil
actuar de forma autónoma en los centros y sobre todo concebir la escuela como
formadora de los futuros ciudadanos para participar activa y críticamente en la
sociedad y no como reproductora con la función prioritaria de adaptar al
individuo al sistema económico al que presta su servicio. La consecuencia es
que, bien debido a la propia administración, o a la visión de los implicados en
la educación y a las presiones sociales que éstos reciben, cuando hablamos de
autonomía en los centros sólo podemos hablar de aquélla que permite la
administración: una autonomía relativa.
El control de la administración
sobre el qué se aprende, cómo se aprende y cómo se evalúa lo que se aprende, se
justifica en razón de la comprensividad y por la igualdad de oportunidades.
Esta justificación no se mantiene, sobre todo cuando por otro lado, se quiere
garantizar la diversidad y la práctica autónoma. La igualdad de oportunidades
es una falacia en la actualidad, primero porque no todos los alumnos salen del
mismo punto de partida ni lo hacen en las mismas condiciones. Cada alumno llega
a la escuela con una situación social y la escuela sólo puede poner a cada uno
en su lugar. Remontándonos a la década de los setenta, decían Bordieu y
Passeron (1977): "La escuela es un inmenso filtro que deja sólo pasar a la
elite de la sociedad quedando el resto fuera". En segundo lugar debido a
que la escuela, a través de su tratamiento exquisitamente igual, divide a los
alumnos, "cuando el contenido de la enseñanza, sus métodos y sus valores,
se hallan más prójimos a la cultura de un grupo social que a la de otros"
(FERNÁNDEZ ENGUITA 1990).
Esta igualdad de
oportunidades quiere la administración que sea compatible con la diversidad y
con el ejercicio de la autonomía en los centros, lo que en la práctica supone
que cada centro, partiendo del Diseño Curricular Base establecido, pudiera
hacer una verdadera adaptación de éste. Pero para que ello sea posible es
necesario un cambio de mentalidad por parte de los administradores que tendrían
que confiar más en los docentes (son excesivos los documentos y las normativas
oficiales que guían y orientan a los centros en la elaboración de sus
proyectos) y también por parte de los docentes que tendríamos que abandonar
nuestra tradicional cultura de sometimiento a la Norma (provenga ésta de la
administración o de las editoriales), lo que termina por descalificarnos como
docentes y nos convierte en asalariados, pues perdemos el control sobre los
objetivos, los medios y el proceso de la educación. No quiero con esto llamar a
la “desobediencia civil” pero sí a utilizar todas las posibilidades que el nuevo
marco legal nos abre y así evitar en la medida de lo posible que el discurso
oficial sea el único que prevalezca en los centros ("Los centros que no
realicen su proyecto curricular asumirán el currículo y la secuenciación de
contenidos que aparecen en los decretos de Ed. Infantil y Primaria".
Colección de materiales curriculares de Ed.. Infantil y Primaria) y que, por
tanto, casi sin quererlo, las relaciones sociales, la construcción de una
cultura propia y la autonomía en los centros queden cercenadas y reducidas a
aquellas relaciones que son propias de la vida laboral, de la cual la escuela
se convierte en preparatoria, escapando sólo al control del discurso oficial
las peculiaridades y singularidades propias e inherentes del contesto
sociocultural donde se ubica cada centro educativo.
3. Impedimentos estructurales de la escuela para desarrollar la comunicación y la coordinación
Carlos Marx, en su
análisis sobre el significado sociopolítico de la escuela, no enfatizaba sobre
aquellos elementos que son considerados explícitamente ideológicos en la misma,
llámense objetivos, contenidos, áreas curriculares, metodología, etc., y sí lo
hacia sobre la estructura propia de la escuela, a la que consideraba en sí
misma ideológica. Y postulaba por ello, en consecuencia por un nuevo sistema de
gestión y organización escolar democrática que hiciera posible la comunicación
y las relaciones sociales en su seno.
Es la estructura escolar
por su conformación jerárquica y piramidal uno de los grandes condicionantes
que dificultan, cuando no hacen imposible, los procesos de trabajo en equipo,
de coordinación y comunicación. Vamos a exponer algunos de los elementos
estructurales de la escuela que obstaculizan todo proceso comunicativo en la
misma:
> Los órganos
unipersonales que constituyen el equipo directivo de los centros: En éstos
destaca el director, que tiene que cumplir una función ambivalente: por un lado
actúa como "vocero” de la administración salvaguardando el marco de
legalidad definido por la misma, y por otro lado representa los intereses de
sus propios compañeros que lo han elegido. Su actuación, al igual que la del
resto de los miembros del equipo directivo genera la incomunicación propia de
la ambigüedad de su función, pues dentro del centro siguen siendo docentes que
al mismo tiempo son percibidos por el resto de compañeros como parte de la
administración y, por tanto, con unos intereses que dejan de ser comunes con
los del resto. Por otro lado se erigen, sin proponérselo, en escudos protectores de sus compañeros ante los
padres, situación ésta que en nada contribuye al diálogo entre estos colectivos
educativos.
> Los órganos
colegiados: En teoría se constituyen como elementos dinamizadores y
encauzadores de la participación en la comunidad escolar y, por tanto, como
escenarios inmejorables para el desarrollo de las relaciones sociales y para
favorecer una organización autónoma de cada centro escolar. En la práctica
estos escenarios aparecen desposeídos de sus valores democráticos. Así podemos
observar cómo en el Consejo Escolar aparece una separación entre lo que se
entiende por participación en la vida política v la participación en la vida
escolar, al no existir democracia en la composición de esta última. como queda
de manifiesto al garantizar la mayoría absoluta de los profesores y discriminar
a los alumnos y a los padres, que quedan condenados a participar sólo en
cuestiones irrelevantes o en grandes y abstractas decisiones que nunca
comprometen a la otra parte. Nunca llegan a participar en lo que ocurre de
forma cotidiana en la escuela, es decir, no participan en la decisión de lo que
se aprende, el cómo se aprende y el cómo se evalúa: todo esto pasa a ser
competencia del poder del otro‑ que lo ejerce celosamente.
> Los claustros: Éstos
tampoco representan la plataforma de negociación que demanda una escuela
democrática. En ellos nunca se dialoga y negocia sobre aspectos pedagógicos,
sólo se hace sobre cuestiones administrativas, de orden y de disciplina (Marco
Legal). Esta situación se debe, o al menos se ve acentuada, por la ya comentada
descalificación que sufrimos los docentes al movernos sólo en el marco
normativo y por la división que experimenta nuestro trabajo. Esta división se
manifiesta en la parcelación del conocimiento (proliferación de especialidades
y confinamiento de la enseñanza a las áreas y disciplinas) y de las funciones
de la escuela, por medio de la delimitación de funciones que se atribuyen de
forma separada a trabajadores específicos, que se separan así de las
competencias de todos (caso de la educación especial, de la orientación, de la
atención psicológica, etc.).
El miedo al diálogo se
erige en una de las barreras comunicativas más poderosas ya que éste puede
comprometer una situación individual que, si bien no es muy gratificante, da al
docente una tranquilidad tanto en el ámbito de lo profesional como en el
personal.
> Organización de la
enseñanza en ciclos y niveles, lo que contribuye al desarrollo de la cultura
del individualismo, de tanto arraigo en nuestros centros (escuela como aulario).
La metáfora del "archipiélago pedagógico”, que en su día utilizara M. A.
Santos Guerra para referirse a la escuela, recoge muy bien la articulación y
funcionamiento de los centros escolares, en los cuales no existen espacios
comunes para el encuentro de los distintos implicados en la educación.
Situación ésta que favorece una separación, cada vez mayor, entre los docentes
y entre éstos y el resto de los sectores implicados, lo que facilita la
creación de culturas diferentes dentro de un mismo centro educativo.
Esta organización
burocrática y normativa conforma y redefine intereses distintos que no es
imprescindible conciliar. Al no existir necesidad de dialogar v negociar se
minimizan notablemente las relaciones sociales entre los actores educativos.
> Horarios rígidos e
inflexibles a los que nos sometemos docentes y alumnos sin cuestionarlos. El
tiempo es un elemento sumamente importante en la articulación de toda
organización hasta el punto que si no mantenemos un control del mismo, la
voluntad externa que sí lo haga impedirá que surjan espacios comunicativos y
una cultura propia.
> Estructuras físicas
de los edificios escolares: Existen pocos espacios comunes, aulas separadas
etc., que facilitan la cultura de la privacidad al tiempo que impiden o dificultan
toda posibilidad de comunicación.
Todos estos elementos
estructurales definidos en los términos que aparecen en la escuela de hoy no
contribuyen a que ésta tenga una identidad global, sino a todo lo contrario, a
que aparezca como una suma de individualidades.
Con la identificación y
análisis de todos los condicionantes que han ido apareciendo a lo largo del
presente artículo no habremos tomado el espacio de la autonomía pedagógica y
organizativa que emana del nuevo marco legal, pero sí que estaremos en el
camino de hacerlo. Esto dependerá ahora de que seamos capaces, desde una
posición humilde y realista, de asumir la difícil tarea de minimizarlos y
superarlos en nuestra práctica cotidiana como docentes.
Hemos de movernos en unos
parámetros donde no se rompa el delicado equilibrio que existe entre el
optimismo pedagógico desmesurado y el paralizante discurso que mantiene que los
cambios educativos no valen para nada porque no tienen una traducción inmediata
en la práctica.
En este sentido, Lungren
manifiesta que la bondad de una reforma o innovación educativa no radica en
ella misma sino en la traducción que se haga de ésta a la práctica, paso éste
que sólo es posible cuando allanamos el terreno y minimizamos los
condicionantes de ésta. De lo contrario "la mayoría de los cambios
educativos sólo llegan a darse en la periferia de la escuela, de manera que
cuanto más nos acercamos a ésta, cuando llegamos al aula, nos damos cuenta de
que todo permanece inalterable, de que la práctica educativa sigue apoyándose
en el libro de texto, de que la enseñanza sigue siendo transmisiva..."
(LLTNGREN 1.992).
Bibliografía.
BORDIELI P. Y PASSERON
J.C. (1.977): La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de
enseñanza. Laia, Barcelona.
FERNÁNDEZ ENGLTITA M.
(1.990): La escuela a examen. Eudema, Madrid.
LLINGREN LLP.(1.992):
Teoría del currículum y escolarización. Morata, Madrid.
SANTAMARÍA G. Y ROJO I.
(1.991): Lo que hay que saber sobre la LOGSE. La Muralla, Madrid.
CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN
DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA. Colección de Materiales Curriculares de Educación
Infantil v Primaria.
“Tendencias
Contemporáneas para una escuela diferente” Cuadernos de Pedagogía. n° 51. 1989.
(*) Miguel Vicente Prados
es Asesor Técnico de Educación Infantil del CEP "Poniente Granadino".
Dirección: Centro de Profesores "Poniente Granadino". Paseo Público
S/N. 18300. Loja (Granada).