8.
PARADOJAS DE LA LEGIBILIDAD
Deseamos volver a insistir en los problemas que se plantean en la
discusión sobre la capacidad que opera eficazmente en esa zona vacía que se da
entre la ‘lectura’ y la ‘escritura’. Como hemos referido en capítulos anteriores,
los sistema educativos siempre han creído satisfacer plenamente el paso que
produce entre el aprendizaje de la lectura y las capacidades desarrolladas por
ciertos individuos para escribir con proficiencia y creatividad. Si esto se
hubiera cumplido no existirían problemas en todos los sistemas educativos,
aún los de los países desarrollados.
Entonces debemos pensar que existió una ‘zona ciega’, de cuya existencia poco
se podía expresar, en parte porque esto exige un estudio longitudinal que
excede el ámbito escolar para
proyectarse hacia el futuro en la vida de un individuo.
Es en
vista a todo el horizonte de problemas y expectativas que sobre la lectura
se han planteado es que hemos propuesto
el estudio de diferentes estrategias lectoras. Debemos mencionar al pasar que
no nos referimos específicamente a los ‘estilos cognitivos’ de H. Gardner ,
aunque lo hemos tenido en cuenta para nuestra investigación. En relación a los
tipos lectores y las estrategias lectoras existe una doxástica muy compleja y
siempre creciente. Si por hipótesis existen diversas formas técnicas para
producir y enviar mensajes , cada vez con mayor eficacia y rapidez, y las
nuevas generaciones interactúan con ellas, es razonable pensar que sus
modalidades lectoras y escriturales se adapten.
Si dejáramos por un momento de lado, la tradicional obsesión
administrativa por la lectura y el ‘lenguaje’ y tratáramos de comprender las
estrategias de adaptación que los cambios culturales le exigen a los jóvenes
actuales, veríamos que en verdad, siempre existen estrategias de aprendizaje.
El problema se plantea, en realidad y en forma apocalíptica, cuando
precisamente se ignoran estos nuevos cambios y se los quiere interpretar con
las estrategias de aprendizaje que se utilizaron casi por un siglo. Aquel
enfoque nació en una época de cambios técnicos y culturales, a los que
naturalmente otros nuevos se han sucedido.
La
visión tradicional se ha mantenido a pesar, de hayan surgido nuevos conceptos
en la Filosofía del Lenguaje y la Teoría del Texto literario, es en sentido que
no se puede continuar ‘confundiendo’ oralidad y escritura, la oralidad implica
siempre una relación de participación ‘cooperativa’ (Grice) de individuos
co-presentes, en lo que la sociolingüística llamó por los ‘70, “face-to-face”.
Pero, para recordar los problemas filosóficos planteados hace muchas décadas,
por Quine por ejemplo, esta co-presencia de dos interlocutores, no supone la
co-referencia. Esto significa que, dos participantes en el mantenimiento de una
‘diálogo’, pueden y suelen tener al menos en parte, diferentes formatos de
representación, distintas ontologías, en resumen, diferentes cosmovisiones.[1]
Si para
una visión como la del filósofo Quine, basada en el lenguaje como forma social de visión e interacción con la
realidad, existen dudas hacer de la ‘realidad’ compartida, sumemos a esta
postura, las diferentes hipótesis textuales que de la ‘realidad’ llegan a
mundos virtuales.
Si la
oralidad del mundo presente, nos integra en un ambiente global, la escritura nos
libera de dicha co-presencia ‘psíquica’ y nos propone un ejercicio inteligente
para establecer hipótesis sobre el pasado mudo ya del ruido audible de la
oralidad, queda meramente referida dentro de la escritura. Para Foucault, quien
establece interesante hipótesis sobre la lectura y los saberes, en su ya
clásica Arqueología del Saber,
distinguiendo según Deleuze, entre lo legible frasal y lo legible no-frasal
(que expresan el enunciado) y lo visible que aparece bajo la forma de las
instituciones.
No compartimos
el juicio de Deleuze, cuando afirma que en Foucault existen reminiscencias de
un kantismo fenomenológico, porque precisamente de esto es que trata de
evitarse. El ‘enunciado’ se expresa indistintamente bajo la apariencia de lo
verbal y lo no verbal sea de gráficos, árboles genealógicos, caligramas,
matrices, etc. El enunciado como elemento complejo en el ejercicio de la
interpretación, sea por su errancia, dispersión o gótica figura, implica
siempre la visibilidad del signo.
Es que
Foucault no establece una distinción a
priori entre lo legible, lo decible y lo visible; a diferencia de la
tradición kantiana, que establecía precisamente categorías a priori, en la Arqueología se nos propone una reinterpretación que
concierne al texto, la escritura y la institución.[2]
Es entonces que el pensamiento clásico categorial aficionado a categorizar,
pasa a ser una tópica destinada a ser interpretada a partir de un corpus
textual, no pudiéndose ya leerla como portadora del mismo sentido original con
la que fue escrita, por ejemplo, por Kant.
Foucault plantea una visión más institucional de la escritura y de la
lectura que Derrida, este último expone una estrategia menos intuitiva para un
lego, en dicho caso la noción de archiescritura encierra todo lo legible y lo
decible, su táctica trata de evitar por todos los medios una posible
fenomenología de la lectura y la escritura.
Los
enunciados de Foucault, son activados y producidos en el archivo mediante
estrategias que habilitan a leer monumentos y no documentos.
Cuando
Gilles Deleuze analiza la noción foucaultiana de diagrama, la conceptúa como un
producto diseñado necesariamente por una estrategia interpretativa (activa) o
lectora (pasiva). El diagrama no implica un sentido, sino que expresa una
actividad productiva y no semántica. La interpretación de un texto a través de
la lectura del enunciado, nos obliga
a la realización de un diagrama operativo que organice múltiples relaciones y
funciones enunciativas. Esto supone siempre una descripción en cuyo límite se presenta
la condición nómade del enunciado. Es en este sentido que los ‘discursos son
prácticas que forman los objetos de que hablan’, y no transportan sentidos y
referentes.
El
enunciado no concierne al orden del lenguaje, sino a la sucesión de las experiencias
interpretativas que reorganizan el archivo mediante la práctica de la
re-escritura. De hecho, y partiendo de una simple lectura de la Arqueología es posible percibir,
partiendo de las peculiares formas de aparición del enunciado, la necesidad de
numerosas estrategias lectoras que suponen consecuentemente la existencia de
diversos tipos de lectores.
En otro
caso particular, y, a partir del estudio de las patologías del lenguaje es que
logramos relacionar la noción de diagrama con la idea de neurotexto. Esta zona
hipotética -neurotexto- del cerebro coordina las estrategias de alta
integración hemisféricas de Vigotsky.
Es
necesario superar la noción clásica sobre las capacidades de la mente y su
correspondencia con ciertas zonas del cerebro, así como re-inventar hipótesis
al respecto. En este sentido creemos que es útil relacionar - tal como hemos
tratado de hacerlo en el presente trabajo-, el neurotexto con los conceptos de
archivo y enunciado de Foucault. El enunciado
como ficción metodológica permite el establecimiento de múltiples lectura sobre
la escritura, llevándonos a hacer explícitas algunas consecuencias inherentes a
su propuesta. Debemos entonces, respecto a la re-lectura, afirmar que existen
diferentes estrategias, siendo ellas:
textuales
(lectoras)
transtextuales (interpretación analógica)
transculturales (visiones del mundo)
transcognitivas (diferentes formas de pensar)
transcrónicas (diferencias generacionales e
históricas)
Estas
estrategias, ignoradas en los debates sobre el tema en cuestión, producen
mezclas y confusiones en la totalidad de la cuestión sobre la dificultad en el
aprendizaje. Resulta importante destacar que estas competencias son las que
utilizamos, aún en forma ingenua, cuando ‘leemos’ otras escrituras que refieren
a culturas, percepciones del mundo y épocas diferentes.
Por
ejemplo, la estrategia
supone
dos cuestiones: a) ‘leer’ el pasado, viajar por él y mantener una distancia
ficticia pese a estar ‘escritos’ por ese mismo tiempo pretérito, y b)
diferentes etapas evolutivas en individuos que pueden pertenecer a distintas
culturas, en el presente y en el pasado.
De la
percepción de estas estrategias es que partimos para establecer las más amplias
hipótesis al momento de iniciar la investigación sobre la adquisición de
ciertos formatos estéticos en relación a la escritura. Con ellas tratamos de
evitar lo que llamamos paradoja de la
legibilidad cuya traviesa operación confundió aquella controversia antes
mencionada. Siempre resultó difícil comprender el hecho de que la escritura
cruzara la imagen, el libro, la TV, el PC, etc.
La tesis
de Foucault acerca de los límites del texto permite afirmar asimismo que el
texto cruza todos los medios, consecuentemente, los nuevos medios técnicos
modulan formas específicas. No se debe confundir en ningún momento la técnica
propia de cada medio con el texto que produce.
[3]
De estas
consecuencias resulta evidente que en toda lectura de un mismo texto realizada
por dos personas con diferentes estrategias de lectura, se activan las cinco
estrategias a las que nos referíamos más arriba, e insistimos, su no
reconocimiento produce la paradoja de la
legibilidad.
La
noción de imagen despertó una persistente tribulación, y al mismo tiempo dio
lugar al atiborramiento de su uso por parte de la semiología. Estamos
dispuestos a afirmar categóricamente que no existe imagen pura, sino que toda
imagen está escrita y procesada, por lo que es preciso distinguir entre la
forma narrativa de los mensajes y el aspecto técnico y material del medio que
lo produce y transforma.[4]
Aquí estamos haciendo referencia a la antigua discusión planteada entre el
libro y la TV. Naturalmente, simpatizamos con los emancipacionistas (Freire,
Giroux ...) que defienden la actitud crítica de la ‘lectura’ frente a los
nuevos medios. Pero de toda la enorme investigación actual sobre la oralidad y
la escritura, sabemos que el libro fue también en su momento histórico un medio
técnico para procesar la escritura y en consecuencia la lectura. El tema es que
hemos basado toda nuestra cultura en él, junto a la enseñanza como modalidad de
‘transmitir’ conocimientos.
La actitud crítica que se modula a través del diálogo, es un formato
de comunicación oral, y recordemos que la ‘dialéctica’ antes de revestirse como
argumentación oral forense, fue oralidad agonística. Esto aconteció en el mismo
momento en que Grecia dejaba de ser una cultura oral primaria (Ong) y comenzaba
a ‘escribir’ su literatura y su filosofía. Finalmente, y como sabemos, la
‘dialéctica’ pasó a ser parte del formato escritural del libro de filosofía,
esto sucedía cuando se ‘pensaba’ al mundo desde el interior del libro. Éste como institución de enseñanza dentro
de otras instituciones, forma parte fundamental en nuestra cultura occidental.
Según la
modalidad que constituye la emancipación, ésta sólo se daría a través de la
crítica lectora, en consecuencia la TV manipularía, mientras que el libro no.
El libro crearía una clase específica de intelectuales críticos que
funcionarían a modo de agentes del despertar de las conciencias alienadas por
los medios de comunicación de masas.
Para
aclarar una discusión de esta categoría sería bueno recordar que:
1) lo
escrito en forma lineal ‘congela’ la información al tiempo que la soledad de la
lectura da ocasión a la reflexión individual (como decía M. McLuhan).
2) el
libro y la TV son unidireccionales porque no constituyen tecnologías
dialógicas, en realidad son técnicas para la lectura. Esto incluye a los
programas de TV en los cuales se puede intervenir telefónicamente.
3) el
libro genera la suposición de que todo el mundo detenta la capacidad de leer
como un intelectual crítico, por el hecho de que a través del alfabeto es
posible reflexionar, sin tener en cuenta que el alfabeto es otra tecnología de
‘control mental’.
4)
varios siglos de imprenta y disciplina educativa alfabetizada, desde la escuela
a la universidad, nos han acostumbrado, en forma inconsciente, al fenómeno
cultural que atañe al libro como una tecnología en la que se basan ciertas
formas de representación y determinadas creencias.
De todo
esto resultaría claro que el libro ayuda a interpretar el mundo, pero no a
transformarlo. Giroux dice: “El ojo crítico que exige idealmente la lectura
pone un límite a la manipulación del mensaje”. En esta postura, casi siempre se
concibe la lectura relacionada con el lenguaje como medio de comunicación y
diálogo. Este se haría transparente e inteligible mediante una argumentación
crítica en el buen entendido de que todos los individuos de todas las culturas y
la totalidad de las épocas poseen las mismas representaciones y las mismas
estrategias lectoras. Esto ayuda a creer que el libro es un artefacto libre del
control de la industria del consumo.
Por otra
parte, tanto el libro como la TV producen el mismo grado de ficción respecto a
la realidad, y alcanzan tal nivel de literalidad que se confunden. [5]
A principios del siglo que
está por culminar, asoma en forma fulminante la desfiguración de las formas de
representación en el gran arte, especialmente en la literatura y la pintura. La
llamada ‘deshumanización del arte’ alteró la cándida transparencia de la obra
artística, justamente cuando el arte se problematiza a sí mismo. Ya pertenecen
a la historia los trabajos de montaje de Eisenstein, el surrealismo, el cubismo,
etc.
Es por
esta razón que afirmamos que el problema de la imagen no surge con el
nacimiento de la TV. El tema de la imagen y la obra de arte ha nacido en
ámbitos prestigiosos, y mucho antes, la televisión constituye un componente
final de esa transición crítica de las artes. En ese sentido es que la llamada
por Lyotard ‘condición posmoderna’, no sería otra cosa sino la coexistencia de
múltiples lecturas e interpretaciones, quienes además actúan poniendo en tela
de juicio las estrategias interpretativas utilizadas hasta el momento.[6]
Una
lectura que no disfrute de un trabajo intertextual no es una lectura, ya que
más allá de la simple linealidad semántica de un texto, se producen
innumerables lecturas hacia atrás y hacia adelante mediante un efecto de legibilidad, artificio que ya
había sido utilizado por J. L. Borges.
Este
efecto de legibilidad es característico de la intertextualidad, ésta atraviesa
la totalidad de los medios. [7]
Es por este motivo que no investigamos únicamente los efectos de la TV en la
mente de los niños, como se habrá apreciado por todo lo antes expuesto la
complejidad del tema no puede ser restringido al fenómeno de la ‘imagen’.
TEXTO/MEDIO
Comic Radio Libro TV
PC Nintendo
INTERTEXTUALIDAD
En
resumen no nos ha interesado la peculiaridad técnica de cada medio, aunque es
bien sabido que la novedad tecnológica afecta a creencia y a formas de pensar.
Además la conexión entre ellos crea nuevos efectos, por ejemplo, la vieja TV
unida al satélite globalizan la simultaneidad de la información. Muchas veces
pasa desapercibido el cambio técnico que supone la sustitución de cable coaxil
por las fibras ópticas, en cuanto a la cantidad y a la calidad de la
información.
Súmese a
esto los efectos que producen las técnicas de composición y edición por
computadora. [8]
Insistimos
en que la mezcla de artes que Higgins llamó ‘intermedia’ fue producida por el
Pop Art y el Fluxus, de ese modo es que el lenguaje artístico se experimentó
como una acción creativa. [9]
No
resulta verosímil insistir en la relación lineal del ‘lenguaje’ con la
realidad, como si a cada elemento del uno le correspondiera un elemento del
otro, ni en la ‘reconstrucción’ del pasado ‘lineal’, mediante un lenguaje que
garantice ingenuamente la veracidad de los textos. La intertextualidad que
produce toda operación de re-lectura hace imposible concebir un texto aséptico
y una lectura ‘virgen’, lo cierto es que los textos y sus ficciones se mezclan
infinita e indeterminadamente. Debido a este fenómeno es que surge la necesidad
de distinguir dos gráficos espaciales imaginarios:
a)
Tiempo Lineal: ¡ ¡ ¡ ...
b)
Tiempo Global: ¡
¡ ¡
¡ ¡ ¡
¡
Este
diagrama que diseña el tiempo global no está relacionado ni con la linealidad
ni con la causalidad. Ofrece una estrategia orgánica y heterotópica, plantea
múltiples conexiones virtuales entre disímiles elementos, y, debe permitir
mapear acciones concretas y organizar fenómenos aparentemente heterogéneos. En
este sentido es que no hay un a priori,
como en el tiempo lineal.
El
tiempo global plantea la paradoja de la
legibilidad de fenómenos posiblemente dispersos, que a la crítica
tradicional le ofrece la más acérrima de las resistencias de comprensión. [10]
Es en este sentido que es preciso distinguir a los ‘tipos lectores’ y a las
estrategias que ellos manejan, porque comportan diferentes formatos cognitivos
así como distintas competencias en el aprendizaje.[11]
Parecería
que los métodos de lectura veloz aparecen en la época del auge de los medios, y
nuestra hipótesis principal consiste justamente en sostener que un lector
visual y global lee de modo más eficiente la intertextualidad, incluyendo en
ésta al libro.[12]
[1] “El cambio fue: de representación a
presentación. Como lo indicó Metzinger en 1910, el cubismo estaba dotado con
una ‘perspectiva libre y móvil’. Podía presentar la realidad desde distintos
ángulos perspectivos. Con ello el objeto en la pintura quedó liberado de las
restricciones de la linealidad”. Donald M. Lowe, Historia de la percepción burguesa, México, FCE, 1986, pág. 220.
[2] “En el domino de la lectura, no hay
pertinencia de objetos: el verbo leer,
que aparentemente es mucho más transitivo que el verbo hablar, puede saturarse, catalizarse, con millares de complementos
de objetos, se leen textos, imágenes, ciudades, rostros, gestos, escenas, etc.”
R. Barthes, El susurro del lenguaje,
Barcelona: Paidos, 1987, pág. 40-41.
Barthes agrega que la unidad de esta lectura se da
por la intencionalidad, y aunque
Barthes no se reduce a seta explicación, debemos aclarar que la lectura de todos estos elementos se
explica porque los definimos convencionalmente como escritura, archi-escritura de lo verbal-visual. Esta actitud
metodológica nos facilita la coherencia operativa ante la ‘aparente’ diversidad
de los textos que trabajamos. Es una definición ejecutiva y uno una definición
ontológica, o estructuralista.
[3] Sobre los medios en la sociedad
posmoderna, ver a Gianni Vattimo, La
Sociedad Transparente, Barcelona: Paidos 1990.
[4] “Es necio cavilar pedantescamente sobre
la confección de objetos -medios visuales, juguetes o libros- que sean
adecuados al niño. Esta es, desde la época de la Ilustración, una de las
especulaciones más enmohecidas de los pedagogos. Su embeleso con la psicología
les impide reconocer que el mundo está lleno de objetos incomparables para la
atención y ejercitación de los niños; objetos muy específicos.” Walter
Benjamin, Reflexiones sobre los niños:
juguetes, libros infantiles, jóvenes y educación, Bs. As. Nueva Visión,
1974, pág. 81. Aclaramos que la cita es de un extracto de los años 1926-28.
[5] El desfasaje de la enseñanza psíquica
está bien explicada por G. Bachelard, “La historia de nuestra infancia no está
psíquicamente fechada. Las fechas las colocamos a destiempo; vienen de otros,
de fuera, de un tiempo distinto del tiempo vivido, del tiempo en que contamos”.
La Poética de la ensoñación, México:
FCE, 1988, pág. 234.
[6] “El hecho de captar un problema, de
buscar soluciones manipulando un ‘espacio de solución’, desafía la primacía del
análisis teórico y visual. La simulación de la computadora ofrece, en cambio,
el método pragmático de insertar valores de muestra y de permitir al programa
correr. J. David Bolter, El hombre de
Turing, México: FCE 1988, p. 234.
Wlademir Dias-Pino expresa que “La memoria del
computador acentuó la separación entre la lectura y la escritura. Radicalizó un
hecho que surgió con la invención de la escritura: la memoria de la escritura
es lineal, artesanal y no simultánea. La memoria electrónica, por la velocidad
con que dispone el dato, presenta la simultaneidad de uso, y no linealidad”. A separaçao entre inscrever e escrever,
Catálogo, Cuiabá: Ed. Do Meio, 1982, Pag. 69. (Versión nuestra).
[7] La teoría de la lectura y la escritura
de J. L. Borges está centrada en Pierre Menard: “Menard (acaso sin quererlo) ha
enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la
lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas”.
Ficciones, Madrid: Alianza, 1990,
pág. 59. Borges se refiere a la necesidad de formular hipótesis lectoras,
transtextuales, transcrónicas y transculturales y que necesariamente superan la
lectura lineal del ‘sentido’ semántico. Se puede agregar otra opinión acerca de
la capacidad de lectura: “Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho
que la especie humana -la única- está por extinguirse y que la Biblioteca
perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de
volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.” (Ibid. Pág. 99).
[8] “Insistons ici encore sur la différence
fundamentale entre l’oralité et l’audiovisuel: l’oralité seule est
conversationnelle et communitaire; les moyens audiovisuels en restaurent pas
l’oralité directe, ils sont une expansion de la scription et de l’écriture,
mises en spectacle sonore.” Robert Lafon et alia, Anthropologie de l’écriture, París: Centre Pompidou, 1984, pág.
185.
Los términos scription
y escritura son tomados de
Barthes y refieren a lo que llamamos en distinta forma videoclipización y
edición del texto y trabajo “literario” respectivamente. Estos términos que
citamos no son convenientes porque son etiquetas teóricas estáticas que no son
adecuadas al complejo proceso de la intertextualidad.
[9] V. I. Pudovkin
dice: “Like time, so also is filmic space bound up with the chief process of
film-making, editing. By the junction of the separate pieces the director
builds a filmic space entirely his own.” Film
Tecnique and Film Acting, New York: Grove Press 1976, pág. 87.
[10] Etienne Lalou dice: “Mais il est
certain que, dans un délain très rapproché, la Télévision pourra tout regarder; ce jour la les
téléspectateurs seron en droit d’exiger de tout
voir; nour connaîtrons l’envers du décor aussi bien que le décor lui-même,
aucun spectacle en se trouvera hors de notre portée, matérielle ou pécuniaire,
nous aprendrons en fin comment se fait l’Histoire et comment se tirent les fils
qui règlent nos destinées personnelles. Nous aurons l’oeil à tout. Regards
Neufs sur la Télévision,
París: Du Seuil, 1957, pág. 59
[11] Para comprobar que no hay nada nuevo
bajo el sol del sistema educativo ver el libro de Pierre Giolitto, Histoire de l’enseignement primaire au XIX
siècle, II. Les Méthodes d’enseignement. Paris: Nathan 1984.
[12] Dice Cyril S. Smith: “Incluso el
cerebro requiere una estructura tridimensional que subyazga a los diseños a
veces bidimensionales del pensamiento” en Judith Wechsler (Comp.) Sobre la Estética en la Ciencia, México,
FCE, 1982, pág. 58.