«Pensar es geometrizar», afirma en uno de sus trabajos teóricos el
pintor Joaquín Torres García. Hay en este libro un esfuerzo permanente de
geometrizar la memoria exenta, de expresar, sobre formas geométricas, la
concepción de una memoria exenta. Dimos los primeros pasos con una caja y
terminamos en un cubo, un cubo de Escher, con sus cintas de Moebius, y,
también, el cuboide de Necker asociado a una de las funciones del hipertexto.
Y es que creemos que esta geometrización de los conceptos fundamentales del
diseño de una memoria exenta es bueno para la precisión y la claridad de algo
que nos exige salir de nuestras dimensiones habituales como es escribir y leer
sobre el plano del papel. La memoria no tiene la dimensión lineal de nuestra
escritura, la memoria exenta debe construirse con otras dimensiones. La
geometrización de la memoria exenta facilita la visualización de un espacio
con más dimensiones de las que estamos acostumbrados y adaptados a movernos
para la escritura y la lectura.
El
pensamiento sobre cómo debería comportarse una memoria exenta, y el posterior
trasvase del artificio de una caja de madera a una realización en ordenador, se
ha ayudado geometrizando ese trabajo teórico. Una tesis de este libro es que
para iniciar la era de las navegaciones por los mares de información disponemos
en la actualidad de herramientas suficientes, pero se esperan concepciones
teóricas atrevidas a las que den forma y materialización estas herramientas.
Sobre diseños potentes, provenientes de elaboraciones teóricas, que es decir
imaginación, creatividad, nunca formalismo académico, las herramientas pueden
empezar a trabajar; si no, mientras tanto tienen que esperar a la orilla,
infrautilizadas, la llegada de un proyecto.
Hemos visto que la caja de madera, cuando se trasvasaba, con su lógica, a
un ordenador, se convertía en un hipertexto, en un texto en tres dimensiones.
Había que leer y escribir no sobre el plano de una página sino sobre las caras
de un cubo. Esta es la geometrización de un sistema de escritura propuesto,
que se sitúa en una de las posibles órbitas en torno al concepto nuclear de
hipertexto.
De las teselas, en la caja de madera, y de su continua composición y
recomposición sobre la rejilla, pasamos a la arquitectura de bucles abiertos en un hipertexto. Ahora
vamos a ver que el funcionamiento de la memoria en la caja y que la
arquitectura de bucles abiertos y, por
tanto, la navegación por el hipertexto, se pueden geometrizar en la figura de
un cubo, recalcando así más esa tridimensionalidad del texto resultante, del
hipertexto de esta manera concebido.
Como podemos comprobar en el recortable que acompaña a estas páginas,
del texto sólo dejamos su alfabeto, y del hipertexto su geometría.
Sobre cualquiera de las caras de este cubo el texto no se puede extender
como si de una página de papel se tratara. Los renglones no serán rectos, como
en la página, sino curvos, cerrados en bucles. Por tanto el texto comienza, por
ejemplo, en A y se extiende hacia B, ajustándose a la arista; de ahí sigue,
también por la arista, hacia Y, para a continuación ir por Z, hasta volver a
encontrar su comienzo en A. Tenemos ya un bucle. Una escritura tan extraña y
tan poco funcional sobre una página, aunque ésta sea una de las caras de un
cubo, presenta otro aspecto cuando esa escritura es mediante una sucesión de
pantallas en el ordenador, constituyendo un bucle, tal como lo realizamos en el
hipertexto. Pero la unidad de construcción del hipertexto no es una sucesión
de bucles, sin más, sino un tejido de bucles
abiertos. Por eso un texto, en hipertexto, puede ser leído así:
AB, CHV, TQ, OL, FG,IUPJI. GDEF.LMNO.QRST.VXC.B etc. Veamos. Sujetamos
con nuestras manos el cubo, como hicimos en un principio con la caja, y
comenzamos a leer de la A a la B. En el hipertexto sería también nuestra mano
la que presionando la banda lateral derecha de la pantalla iría posibilitando
la lectura por este bucle, en este recorrido de A a B habría podido pasar un
número cualquiera de pantallas. En B, el lector puede continuar la lectura
por el bucle de esta cara, pero en este vértice confluyen las aristas de otras
caras y la posibilidad, en esta encrucijada del texto, en
este
vértice del cubo, de seguir el hilo de otra de las aristas que arrancan de aquí
y, por consiguiente, entrar en otra cara, pasar a otro plano del texto, cambiar
de rumbo en la navegación por el hipertexto. Si se decide continuar en el
mismo plano de lectura, presentándonos el cubo la misma cara, instalados en el
mismo bucle en el hipertexto, se perdería el desarrollo, la ampliación, la complementación
de lo que en este momento estuviéramos leyendo, la conexión con otros
conceptos, pero no se percibiría ninguna discontinuidad en la lectura. Como
tampoco se nota ningún salto, si desde B decidimos continuar la lectura por C.
Para ello nuestras manos girarían el cubo con el fin de que la lectura se
instalara en este nuevo plano. (Compruébese que este paso de un bucle a otro,
de una cara a otra, lo notamos con una coma), Ahora la lectura -inventamos este
recorrido- va de C a H y de H a V. Y de nuevo en este punto la decisión para
continuar la lectura por otro plano: estamos ya en T, y seguimos leyendo
(TQ,OL,FG,IUPJI.),
Al llegar a este punto nuestra
lectura ha tocado seis caras y, por el momento, no hemos leído completa ninguna
de ella. En el hipertexto no habríamos aún concluido el recorrido por seis
bucles, porque en cinco ocasiones habríamos cambiado de rumbo en nuestra
navegación.
Si en
vez de tener entre las manos el timón del hipertexto, o este cubo, tenemos la
primitiva caja de madera, y si en vez de presionar o girar, en el hipertexto o
en el cubo, respectivamente, hubieran las manos agitado la caja, ahora
tendríamos en la rejilla una composición formada por seis teselas, que han ido
emergiendo al compás de nuestros movimientos. Estamos insistiendo en las
referencias a la acción de las manos en esta experiencia, con la intención de
resaltar de esta manera la interactividad que se da en este sistema de lectura
en hipertexto.
Tras discurrir la lectura por los seis planos del cubo tenemos en
realidad seis conceptos, seis ideas en nuestras manos, abiertas las seis,
mostrando sus relaciones, su complementación. Tenemos seis textos y un solo
texto. Una escritura lineal en el plano nos obligaría a poner las seis caras
una detrás de otra, serían como seis páginas, de manera que hay que pasar una
tras otra, leer una y después otra, que desaparezca una para que podamos leer
la otra. Aquí, en cambio, tenemos las seis formando un poliedro, sin concluir
ninguna, en relación manifiesta las seis, completándose entre ellas. Pasamos
una página para estar en otra; aquí llegamos a las seis sin haber concluido ninguna de
las seis, tenemos todas ellas presentes. El presente es un contenido de
memoria, es decir, de un proceso: ha sucedido pero no ha pasado, está aún
aquí. Se ha comenzado la lectura por una cara y sin terminar de leer el
renglón que se curva, ajustado a los lados de la cara, hasta completarse en un
bucle, se ha pasado a otro plano, a otro bucle, y así hasta la sexta de las
caras del cubo; no se pasa de una a otra cara, como si fuera una página, sino
que se está en todas ellas, y prueba de eso es que siguiendo el hilo de la
lectura, sin dar saltos a atrás se terminará leyendo en la primera de las caras.
Nuestra lectura
concluye el recorrido por uno de los bucles (IUPJI.). (La notación para señalar
que el recorrido por el bucle se ha cerrado es un punto). Ahora sí que es como
si hubiéramos pasado una página, pero para reencontrar lo que nos falta de leer
de otra. En la caja habría sido la desaparición de la tesela más reciente de la
composición. Seguimos leyendo (IUPJI.GDEF.LMNO.QRST.V=B), y la lectura por las
caras se va completando, terminando el recorrido por cada uno de los bucles,
hasta desembocar en la cara por donde comenzó nuestra lectura, en el punto (B)
donde hicimos el primer cambio de rumbo, el paso a otro plano. De ser la caja
de madera, la composición habría perdido cinco de sus teselas, pero para
dejar paso a la emergencia de otras. De la misma manera que cuando se cierra el
recorrido por el bucle de una cara y se pasa a otra cara es como si se
desprendiera una hoja adherida a ese lado del cubo. Ahora en el punto B
podemos leer hasta Y, o bien emprender de nuevo el recorrido por otros planos
(por ejemplo: B,DG...), otros bucles, otros textos nos encontraremos sobre las
caras del cubo. Si la lectura va de B a Y, en el vértice Y tendremos nuevas
aristas, nuevos caminos de lectura, lo mismo que ha sucedido con B.
Pero hemos venido
hablando desde un primer momento no sólo de un cubo, sino del cubo de Escher. Y
es que encontramos en este cubo unos elementos añadidos que lo hacen todavía
más expresivo. Obsérvese que sobre cuatro de sus caras se ha trazado una diagonal,
y que siguiendo por estas cuatro diagonales también se puede completar un
bucle, igual que lo estamos haciendo por las aristas; sería como un bucle
interno. Siguiéndolo llegamos también a vértices, y a partir de ese punto
extendernos por las caras del cubo, y, viceversa, desde una cara se puede, en
un vértice, entrar en esta séptima cara del cubo. Compruébese, además,
que cambian
do las diagonales
puedo hacer que pase el bucle interno por cualquiera de los ocho vértices del
cubo que se señale , o, lo que es lo mismo, llegue una de estas diagonales.
Todas las caras, a
excepción de la primera, constituían bucles abiertos porque se entraba desde
otra cara y, al completar el bucle, se volvía a ella para seguir por allí la
lectura. En cambio en la primera cara (ABYZ), cuando se completa el bucle no
reentramos en ningún otro bucle, como sucede en las otras cinco caras. Así que
el bucle no sería abierto. Con el cubo de Escher se consigue que las seis caras
de un cubo contengan bucles abiertos. Porque el comienzo se hará desde el
bucle de la séptima cara del cubo. Esta séptima cara tiene su versión,
en el hipertexto que hemos construido, en el bucle inicial que acerca al
lector al hipertexto y al que siempre se vuelve cuando se detiene
temporalmente la navegación, y que por eso lo hemos llamado bucle de latencia.
Pero es más, obsérvese que cuando terminamos el bucle de la cara (ABYZ), por
ser ya abierto, reentramos en la séptima cara, y, a través de su bucle
podemos entrar a otra cara que no sea la (ABYZ). De manera que es posible
pasar, por ejemplo, a la cara opuesta de ésta sin que, por eso, demos un salto
en el discurrir por este poliedro, ya que nos sirve de puente de unión la séptima
cara. Pues bien, recordemos que se mostró
que cuando se concluye la lectura del hipertexto, no se sale de él, sino que se
queda anclado en el bucle de latencia; al
cabo de un tiempo se puede solicitar con la opción actualización alcanzar aquellas regiones del hipertexto en donde ha
habido en este período sin lectura cambios y novedades significativos, y así
seguir el discurso de lectura, la navegación por un hipertexto ilimitado.
El cubo de Escher lleva asociado unas cintas de Moebius, Por una cinta
así podemos pasar de una cara a otra de la cinta sin discontinuidad, recorrer
las dos caras -Escher consigue cuatro, pues funde dos cintas de Moebius- sin
saltos. ¿No es éste el principio de construcción de la escritura sobre el cubo,
el paso de una cara a otra del texto, que se hace por eso hipertexto, sin
solución de continuidad?
Y es más, las cintas estan tachonadas de una especie
de botones. Pues bien, en terminología de hipertexto se llama «botón» a la
superficie más o menos extensa de la pantalla sensible a la acción de nuestra
mano, bien directamente (pantallas táctiles), bien a través del «ratón». En
nuestro hipertexto, botones son las tres bandas permanentes en la pantalla con
las que nos movemos por un bucle hacia delante o hacia atrás o, que es el caso
de la banda central, alcanzamos opciones siempre dispuestas, como la de detener
la lectura del hipertexto, y botones en el hipertexto por el que se ha navegado
son todos aquellas superficies de la pantalla, indicadas por un recurso gráfico
o textual, en las que haciendo una presión mediante el «ratón» cambiábamos de
rumbo, es decir, entrábamos en otro bucle.
El haber geometrizado la organización de la información en el hipertexto
nos ha permitido, entre otros beneficios, percibir plásticamente cómo la
lectura no es errática, sino que, a pesar de cambiar de planos, discurre sin
fracturas. Para pasar de una cara a otra no lanzamos el cubo al aire, como si
de un dado se tratase; son nuestras manos -interactividad- las que van
moviendo y rotando el cubo de acuerdo a unas reglas. Si moviéramos el cubo
como un dado, podríamos pasar de la lectura por una cara a la lectura de su
opuesta, por ejemplo; pero tendríamos una lectura errática, sin proceso, pues
alcanzar otro plano de lectura no dependería del plano en que se estuviera en
ese momento. En cambio, vemos que las manos rotan el cubo de determinada
manera, y si el lector se encuentra en B no puede seguir su lectura por P; este
movimiento no sería posible pues se fracturaba el discurso de lectura, ese
discurrir por las aristas y por las encrucijadas de los vértices
constantemente entrando y reentrando en nuevos planos y a la vez completando el
recorrido, en bucle, por los cuatro lados de las caras. Hay que seguir un proceso
para ir alcanzando las distintas caras.
Si lo que tenemos
en nuestras manos no es el cubo de Escher, sino de Necker, el cristalógrafo
suizo que en 1832 ideó este cubo imposible, entonces sí podríamos realizar, sin
abandonar las reglas del desplazamiento por la superficie del cubo, el paso que
señalábamos antes como imposible para la lógica de la navegación por el hipertexto
desde una cara a su opuesta, por ejemplo de B a P. Vemos que en el cubo de
Necker B y P se encuentran en el mismo vértice del cubo, por tanto la lectura
se puede continuar a través de este vértice por la cara opuesta a la que nos
encontremos. Es decir, llegamos con este cuboide a un plano que a través del
proceso con un cubo no sería alcanzable.
En el hipertexto
tenemos la opción de convertir el cubo de Escher en cubo de Necker para los
casos en que el lector tenga necesidad de alcanzar otro punto anterior o
posterior de la lectura alejado del que en ese momento se encuentra, Basta para
ello, como se recordará, que escoja la opción que hemos llamado, precisamente, caras.
Geometría también para la navegación por los mares de información.